31 diciembre 2006

EL MATRIMONIO Y LA RELIGIÓN.

Para los católicos, la ecuación entre matrimonio y religión no debería resultar una sorpresa. Después de todo, el matrimonio es uno de los siete sacramentos reconocidos por la Iglesia Católica. Sin embargo, la simbología en torno al matrimonio es mucho más rica y más profunda, y sus formas sociales han ido cambiando acorde no sólo a las necesidades de cada tiempo, sino también merced al espíritu religioso humano. El matrimonio es una columna vertebral para cualquier sociedad, y de ahí el extraordinario interés de las religiones por regularlo y santificarlo. Como una manera especial de despedir el año 2006, El Ojo de la Eternidad cuenta la historia religiosa del matrimonio.


[IMAGEN SUPERIOR: "Festín de las bodas de Caná". Oleo de Paolo Veronese, pintado el año 1563, refleja el polémico episodio evangélico que recoge el Evangelio de Juan].

EL MATRIMONIO.
Sin lugar a dudas, una de las instituciones más extendidas por toda la Tierra es la del matrimonio. Prácticamente no hay cultura, desde los pueblos más primitivos hasta las civilizaciones más sofisticadas, que no haya conocido esta forma de relación entre personas. Y allí donde éste no se podía dar, hubo que inventarlo: así, por ejemplo, los esclavos romanos, al no poder contraer matrimonio porque éste sólo estaba reservado para las personas (es decir, para los hombres libres). podían acceder a una versión módica llamada el connubio. No es raro entonces que las religiones se hayan preocupado de regularlo y reglamentarlo con tanta prolijidad, y que éstas hayan puesto el grito en el cielo cuando las sociedades seculares intentaron introducir la novedad del matrimonio civil. El cual, por cierto, conserva muchos caracteres propios del matrimonio religioso, en muchas partes. Pero vamos paso a paso.
El matrimonio fue un invento necesario, en particular frente a los problemas que se produce con los bienes de un muerto, a la hora de repartirlos entre los herederos. También está en juego la cuestión de la legitimidad de los hijos, algo sumamente importante en particular en las culturas primitivas (civilizadas o no), ya que en ellas, son los hijos quienes deben cuidar de los adultos mayores, ya que no existe seguro social ni jubilación.
Parece ser que el matrimonio se desarrolló en íntima ligazón con el tema sexual. Cuando se descubrió que el hombre tenía que ver con la procreación, las mujeres pasaron a ser objeto de apoderamiento, como fábricas de algo que los propios hombres no podían proveerse por sí solos: hijos. El medio legal inventado para ello fue, justamente, el matrimonio. Esta idea de que el matrimonio es un contrato, persiste hasta el día de hoy, sin perjuicio de la opinión de la Iglesia Católica, que lo considera no como tal, sino como un sacramento.

Y ENTONCES LLEGARON LAS RELIGIONES.
No está clara la manera en que el concepto de matrimonio evolucionó a través del tiempo. Es claro que se trata de un contrato, para muchas culturas, ya que en éstas debía pagarse un precio por la novia: la dote (en algunos casos es al revés). En no pocos casos, el que podía permitirse el lujo de comprar más de una esposa, lo hizo, surgiendo de esta manera la poligamia, cuya manifestación más espectacular son los harenes. A pesar de que se asocia el harén con el Imperio Otomano u otras potencias musulmanes, no fue ni con mucho éste el único: han pasado también a la fama las concubinas del Emperador chino y sus intrigantes eunucos, o los grandes harenes de los faraones egipcios, o las famosas 300 esposas y 700 concubinas que la Biblia menciona como pertenecientes al rey Salomón (1-Reyes 11:1-3). Generalmente, la poligamia involucra a un hombre con varias mujeres (poliginia), pero la situación inversa de una mujer con varios maridos (poliandria) no se ha dado en casi ninguna sociedad civilizada, lo que es una prueba más de que el matrimonio como contrato implica "apoderarse" de la mujer.
Las religiones vinieron en muchos casos a dar sanción religiosa a todo este régimen. Las más de las veces, esto sucede de manera indirecta. Por ejemplo, el celebérrimo Código de Hamurabi contiene varias normas relativas al matrimonio (¡y al adulterio!), y el Código en masa ha sido sancionado nada menos que por Shamash, el dios del Sol, según el propio Hamurabi, por supuesto. El Corán, por su parte, basado en la situación histórica de que Mahoma tuvo cuatro esposas, consagró el derecho de todo buen musulmán, varón por supuesto, a tener justamente esa cantidad de esposas, esto no obstante la tolerancia hacia el concubinato con más mujeres, base de los famosos harenes orientales.
En cuanto al Cristianismo, la Iglesia Católica considera al matrimonio como un sacramento, no meramente como un contrato. Y esto tiene consecuencias. Un contrato es, en principio, disoluble por voluntad de ambas partes, algo que la Iglesia Católica no permite respecto del matrimonio (sin perjuicio del no muy santo negocio de las nulidades eclesiásticas). En el Derecho Romano se permitía incluso el repudio, esto es, despedir a la esposa sin mayores contemplaciones, algo que también tiene que ver con la naturaleza contractual del matrimonio entre los romanos, algo que la Iglesia Católica combatió desde siempre.
En el fondo, todo esto no es más que una gran maraña de intereses que podríamos llamar "corporativos". La institución del matrimonio permitía a los grupos encumbrados hacer negocio, enlazando fortunas familiares casando a los herederos respectivos, o bien trabando enlaces dinásticos. La mujer se transformó así, bajo sanción religiosa, en objeto de intercambio, en moneda social. El matrimonio por amor era, en aquellos años, algo impensable.

EL SIMBOLISMO DEL MATRIMONIO.
Irónicamente, a pesar de este carácter de mecanismo social de distribución y negociación de riquezas, el matrimonio desarrolló en torno suyo toda una iconografía como la sublimación de los más grandes y puros amores. Y a través de esto, como símbolo de la unión entre el hombre y Dios.
En la Mitología Griega, esto encuentra concreción en la idea del "matrimonio por rapto". Siendo todos los matrimonios generalmente acordados, la única manera de casarse con alguien a quien se amara en verdad era raptando a la novia. De ahí la larga retahila de raptos que recuerda la Mitología Griega, y que en verdad acaban en matrimonio, o al menos en amoríos.
Fuera del rapto de Helena, esposa de Menelao, por Paris, el príncipe troyano, incidente que desencadenó la Guerra de Troya, el más emblemático de éstos es el rapto de Perséfone por Hades. Para los cánones modernos puede parecer repelente la noción de que el dios del Infierno busque esposa raptándola por la fuerza, pero situados en el contexto griego, esto es lo más semejante a una historia de amor. En el matrimonio de Perséfone y Hades (o Proserpina y Plutón, en la nomenclatura romana) está presente todo el simbolismo del matrimonio y el amor identificados con la muerte: Perséfone goza de su doncellez e inocencia en el mundo exterior, en la pradera, jugueteando con flores, cuando es raptada por Hades y llevada a los infiernos, lugar en el cual contraerá matrimonio y pasará a ser la princesa de los avernos.
Esta relación entre matrimonio y muerte es muy característica de muchas culturas, pero también el matrimonio, como unión de contrarios, el principio masculino y el femenino, ha sido usado como simbolismo de la unión cósmica, de la trascendencia suprema y del encuentro del hombre con su Creador.
Así es como, por ejemplo, pasó el libro "Cantar de los Cantares" desde la tradición judaica, en donde era un poema de delicado erotismo entre una novia y un novio, hacia la tradición cristiana, que se empeña en leerlo como una alegoría de la relación entre la Iglesia y Cristo.
Ideas similares han sido desarrolladas con posterioridad por otros autores, quienes de una manera u otra han usado el simbolismo del matrimonio como una metáfora sobre una forma de unión más trascendente con la realidad, que la meramente sensorial. Esta es la razón por la que el concepto de matrimonio aparece tan vinculado a obras de carácter ciertamente oscuro o esotérico, como es el caso de "Las bodas alquimísticas de Christian Rosenkrautz", o "El matrimonio del cielo y del infierno" de William Blake.

SECULARIZACIÓN.
No es raro entonces que, cuando se produjo la Revolución Francesa, con su arrolladora corriente secularizante, una de las primeras víctimas fue el matrimonio religioso. Fue en este tiempo que surgió el matrimonio civil, y volvió a hablarse en la Cristiandad de divorcio, institución existente en otras culturas, pero que la Iglesia Católica ha repudiado vivamente (salvo el hecho de las nulidades eclesiásticas, insistimos). Tan libre fue este régimen, que en la Francia de la última década del siglo XVIII, el divorcio se puso literalmente de moda. La idea de que el matrimonio es un contrato, y no una institución sacra o religiosa, es algo que los revolucionarios franceses tomaron de los romanos, por supuesto, como muchas otras cosas.
Pero a la larga, esta arremetida secularizadora quedó un tanto a medio camino. La idea de que el matrimonio es algo más, quizás algo sagrado, está demasiado arraigada en la gente como para que ésta lo abandone de buenas a primeras. En ese sentido, el matrimonio, a pesar de sus prosaicos orígenes como un simple mecanismo de negociación económica, se las ha arreglado para sobrevivir, y no es descabellado suponer que así seguirá siendo en el futuro.

24 diciembre 2006

EL NACIMIENTO DE JESÚS.

Casi no conocemos antecedentes biográficos sobre Jesús de Nazaret. Sobre su nacimiento, que es recordado en la fiesta de Navidad, no se sabe absolutamente nada, y las historias sobre este hito están trufadas de manipulaciones. ¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de Diciembre? ¿Es verdadero el relato bíblico sobre el nacimiento de Jesús? Y si no es así, ¿por qué los evangelistas se tomaron la molestia de falsificarlo? El Ojo de la Eternidad explora los misterios en torno al nacimiento de Cristo, el mismísimo epicentro de una cronología que se mide por años "antes de Cristo" y "después de Cristo".


[IMAGEN SUPERIOR: "La Sagrada Familia con Santa Ana", pintura de Peter Paul Rubens, realizada aproximadamente entre 1626 y 1630. Ana es, según la tradición bíblica, la madre de María, y por tanto, abuela de Jesús. El tema de la Sagrada Familia ha sido muy socorrido en pintura, con motivos pietistas, y además, por dar la ocasión de representar a una familia en actitud tranquila y serena].

EL JESÚS QUE FUE Y EL JESÚS QUE CONOCEMOS.
Como hemos insistido varias veces en El Ojo de la Eternidad, sobre el Jesús histórico es poco y nada lo que se sabe, hasta el punto que una escuela de historiadores positivistas a ultranza llegaron a dictaminar que Jesús nunca había existido en realidad, sino que era una invención de los primeros cristianos. En la actualidad se piensa que Jesús de Nazaret sí existió en verdad, aunque su vida tuvo que haber sido por fuerza, dadda la época y la cultura de su entorno, bastante diferente a cómo la refieren los Evangelios, o cómo los cristianos tratan de hacerla aparecer.
Una de las historias que más dudas siembran sobre Jesús, es la de su nacimiento milagroso. Los datos sobre el particular ya ni siquiera son mínimos, es que ni siquiera existen, y por tanto, no hay nada que corrobore el testimonio de Mateo y Lucas, los dos evangelistas que recogen la historia (sintomáticamente, ni Marcos ni Juan se refieren al particular). Pero esto no es inconveniente para que los investigadores, escudriñando una y otra vez los textos bíblicos y comparándolos con nuestros conocimientos históricos, geográficos, mitológicos y sociales, hayan podido llegar a algunas extrañas conclusiones sobre el particular.

LA FECHA Y EL LUGAR DE NACIMIENTO.
Para empezar, no hay seguridad ni de la fecha, ni del lugar de nacimiento de Jesús. Todos los relatos bíblicos señalan que Jesús procedía de Nazaret, por lo que su nacimiento en Belén es una pequeña aberración, en una época con escasa movilidad geográfica. Para esto hay dos opciones: la familia de Jesús era de Belén y se movió a Nazaret, o la familia siempre fue de Nazaret, y nació en Belén por circunstancias extraordinarias.
Mateo parece inclinarse por la primera alternativa. Cuando refiere el regreso desde Egipto, señala que prefiere no regresar a Judea, sino marchar a Galilea, a la ciudad de Nazaret, para escapar de Arquelao, el hijo de Herodes [Mateo 2:22]. Además, Mateo se empeña en demostrar una genealogía davídiva para Jesús [Mateo 1:1-17], y localizándolo en Belén, el hogar ancestral del rey David [1-Samuel:16-1]. Pero para todos era evidente que Jesús era no judío de Judea, sino galileo, por lo que tenía que darle explicación a esto.
Lucas, por su parte, se inclina por la segunda. Plantea sin ambages que la ciudad familiar de Jesús era Nazaret [Lucas 2:1-5], y achaca el nacimiento en Belén a una orden imperial, cumplida a través del censo de Quirino.
O sea, Mateo dice que Jesús era de Belén, y creció en Nazaret por razones políticas. Y Lucas, que siempre fue de Nazaret, y su nacimiento en Belén fue puramente accidental.
Todo esto tiene su motivo, por supuesto. En la época de Jesús, los galileos eran "judíos nuevos", ya que sólo hacía algo más de un siglo que habían sido incorporados a la judería, después de que Galilea fuera conquistada por los reyes Macabeos. En ese sentido, que Jesús fuera de Galilea y no de Judea, era una especie de descrédito, ya que no era "judío antiguo". El hacerlo nacer en Belén, nada menos que la ciudad del rey David, era clave entonces para hacer a Jesús un poco más respetable, a los ojos judíos.
El problema es que ambas historias son espúreas. Mateo justifica el viaje Belén-Egipto-Nazaret por la persecusión de Herodes, la famosísima Matanza de los Inocentes, pero por muy manchadas que tuviera Herodes las manos con sangre, lo cierto es que no hay testimonios históricos contemporáneos de tal evento. Ni siquiera lo registra Flavio Josefo, el historiador judío que describió en varios tomos, con minuciosidad maníaca, los sucesos del mundo hebreo de aquel tiempo. En cuanto al censo de Quirino, si bien éste es histórico (Flavio Josefo lo registra), no lo es en cambio la orden de que cada uno se empadronara en su propio lugar de nacimiento, lo que hubiera originado unos cuantos problemas para todos aquellos viajantes, como comerciantes y caravaneros, que hubieran debido dirigirse a sus lugares de nacimiento. En vez de ello, hubiera bastado con preguntarles directamente. Por lo tanto, ambas historias carecen de base real, en lo que a justificar el nacimiento de Jesús en Belén se refiere. Por lo que el lugar del nacimiento de Jesús, suponiendo que no haya sido en verdad Nazaret y que los evangelistas hayan querido ocultarlo, es una incógnita.
En cuanto al tiempo, es otro enigma. Herodes el Grande, padre de Arquelao, murió en 4 ¡antes de Cristo! Y el censo de Quirino, por su parte, fue en 5 después de Cristo. Suponiendo que ambas historias tuvieran alguna relación con el nacimiento de Cristo, cosa que es dudosa, aún quedarían al menos unos diez años entre una fecha posible y otra.

EL PESEBRE, EL PORTAL Y OTRAS COSAS RELACIONADAS.
Cayéndose ambos relatos evangélicos por la base, es poco lo que queda. Los evangelios apócrifos, en realidad, no aportan mucho más de interés histórico. Algunos de ellos, en verdad, no son sino cuentos piadosos sobre el evento. Pero no por ello deben ser menospreciados. Historias como el "Protoevangelio de Santiago" son claros antecedentes de muchas tradiciones navideñas, incluyendo la presencia de los animales en el pesebre, entre otras cosas.
La iconografía tradicional incluye reyes magos, pastores, estrellas, animales, etcétera. Si ni siquiera los cronistas evangélicos conocían bien claramente la historia de Jesús (o acaso conociéndola, decidieron alterarla), ¿de dónde salió entonces todo esto?
La respuesta es: de la mitología. No se debe olvidar que en esa época, el Medio Oriente era un gigantesco caldo de cultivo de cultos, ideas, mitos y religiones, debido a la omnipresencia del Imperio Romano, que aseguraba el contacto pacífico entre numerosas culturas y tradiciones diferentes. El asociar a los grandes personajes con estrellas es cosa vieja, y casi al mismo tiempo del nacimiento de Jesús, el poeta romano Ovidio, de manera completamente independiente, afirmaba que Julio César, al morir, se había transformado en una estrella. La base mitológica para afirmar la existencia de una Estrella de Belén estaba ahí, entonces.
El retrato del nacimiento de Jesús, por su parte, reproduce varios motivos propios del Sonnenmensch, del héroe solar cuya función mítica es redimir a la Humanidad. Así, está presente el nacimiento virginal y por intervención divina, prueba de la calidad divina, o al menos sobrehumana, del héroe, que es común a Cristo, Rama, Buda, Perseo, Isaac y Sansón. También está la persecusión por parte de un poder maligno, que en el caso de Cristo es Herodes, y que es común a Moisés, Sargón, Ciro, Rómulo y Remo, Perseo, etcétera. La presencia de hadas o protectores, tales como la loba de Rómulo y Remo, o los pastores que salvan a Ciro, también aparece, aquí emblematizado por los Reyes Magos. Es decir, el nacimiento de Jesús ha sido diseñado conforme a una densa labor de ingeniería mitológica.

¿POR QUÉ TODO ESTO?
De manera que sobre el nacimiento de Jesús no hay datos históricos concretos, y en reemplazo, los Evangelios han tejido una trama que han permitido configurar a Cristo como un Sonnenmensch. Esto era tan evidente incluso para los mismos contemporáneos de los evangelistas, que algunos maliciosos no tardaron en inventar la pintoresca leyenda (nunca comprobada como histórica, por cierto), de que la leyenda del embarazo virginal de María pretendía encubrir en verdad que ella había sido violada por un centurión romano llamado Pantera, y que por ende, Jesús era un mestizo, hijo de romano y de judía. Pasando estas curiosas tradiciones, ¿cuál es la razón que movió a los evangelistas a inventarse todo un relato fantástico sobre el nacimiento de Jesús?
Lo primero que debe tenerse en cuenta, es quién redactó los Evangelios, para qué, y para quién. Los evangelistas no eran cronistas históricos ni pretendían serlo, a la manera como lo era su contemporáneo Flavio Josefo. Su intención era, principalmente, hacer propaganda de las nacientes ideas asociadas al Cristianismo. La mentalidad de la época podía aceptar esto, con la misma tranquilidad con la cual se acepta hoy por hoy que la publicidad de los detergentes mienta sobre su propio producto ("¡el mejor detergente del mercado, lava más blanco que cualquier otro!"). En esa época, el mundo grecorromano era un gran caldero de religiones entremezcladas que luchaban fieramente por ganar prosélitos, a veces riñéndose y a veces entremezclándose unas con otras. De ahí que la necesidad de obtener publicidad fuera tan angustiantemente vital. Nada había de malo, para la mentalidad de la época, en inventarse que el profeta particular de uno fuera en realidad un héroe solar. En verdad, si no lo hubieran hecho, nadie hubiera hecho caso de un predicador con tan pocas "credenciales divinas". Entonces, como ahora, la gente se deja convencer más por argumentos emocionales que por el peso de la razón. Las ideas del Cristianismo quizás fueran o no magníficas, pero serían seguramente un fracaso si no iban envueltas en los colores alegres y vivaces de un héroe solar que las defendiera, así como en publicidad un producto tiene más aceptación cuando es promovido por una modelo o un futbolista, que por una persona común y corriente.
De ahí que los evangelistas, para ocultar su ignorancia, o acaso para limar los aspectos menos confesables de su héroe, se decidieran, con perfecto espíritu de publicidad del siglo XX, a transformar al Jesús histórico, que con toda probabilidad tuvo un nacimiento normal como cualquier otro hijo de vecino, en un festival de prodigios y tradiciones varias.

10 diciembre 2006

BENEDICTO XVI EN TURQUÍA: ENTRE MUSULMANES Y ORTODOXOS.

La semana pasada, Benedicto XVI emprendió una breve gira por Turquía. Como siempre, hubo una buena serie de gestos ceremoniales, en este caso haciendo guiños al ecumenismo. Pero Benedicto XVI ha destacado precisamente por rehuir de las tendencias ecuménicas. ¿Es que acaso el mundo está al revés? El Ojo de la Eternidad ofrece algunos antecedentes que ayudan a explicar lo que acaba de suceder en Turquía... si es que cabe explicar eso de alguna manera.


[IMAGEN SUPERIOR: El Papa Benedicto XVI y el Patriarca Bartolomé I hacen una declaración conjunta, durante el viaje del primero a Turquía].

EL VIAJE DE BENEDICTO XVI A TURQUÍA.
Después de su apoteósica y nazistoide aparición en Alemania, el resto de los viajes apostólicos de Benedicto XVI han pasado casi desapercibidos. Estos fueron un viaje a Polonia, otro a España, y un segundo viaje, esta vez de carácter más privado, a Alemania, concretamente a Baviera. El viaje a Turquía prometía ser otro más, sin demasiada relevancia mediática, pero una serie de sucesos le dieron mayor relevancia.
En primer lugar están las tensas relaciones entre Turquía y el Vaticano. Es sabido que desde hace mucho tiempo se está negociando el ingreso de Turquía a la Unión Europea, operación política que el Vaticano ha resistido con firmeza, bajo el argumento (falaz, por supuesto) de la "raiz cristiana de Europa". Aunque el Vaticano, utilizando la sibilina mezcla de diplomacia y Teología que le es tan característica, no ha aludido directamente a Turquía, es claro que no quiere influencias contaminantes extranjeras en un continente mayoritariamente cristiano, al cual el Vaticano por lo mismo considera como su propio patio trasero.
En segundo lugar, están las tensas relaciones entre Benedicto XVI y los musulmanes. Durante la invasión de Estados Unidos a Irak, Benedicto XVI exigió con firmeza destemplada que se respetara a la minoría cristiana de dicho país (aunque ésta no es católica sino jacobita). Después sobrevino el infortunado discurso de Ratisbona, con el cual consiguió irritar a una buena fracción de musulmanes. Y es que Joseph Ratzinger tenía antecedentes, antes de ser Papa, de intolerancia religiosa, los cuales fueron plenamente confirmados por sus actuaciones posteriores.
En ese sentido, el viaje de Benedicto XVI a Turquía tuvo algunos resultados desconcertantes. En lo político, realizó una serie de actos fraternales hacia Turquía, y pareciera ser que admite ahora la posibilidad de que ésta se incorpore a la Unión Europea. En cuanto a las otras confesiones religiosas, se mostró conciliador hasta un punto que nunca antes había alcanzado: el gesto más espectacular fue, por supuesto, la declaración conjunta que emitió con Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, pero también hubo gestos hacia la Iglesia Armenia, encabezada por el Patriarca Mesrob II, y también hacia los musulmanes. ¿A qué se debe esta espectacular voltereta? ¿O ésta no es tal...?

EL PROBLEMA ECUMÉNICO.
La primera cuestión, y quizás la más trascendente, es el asunto de la separación entre la Iglesia de Oriente y Occidente. La historiografía occidental denomina a esta separación el "Cisma de Oriente", dando a entender que es la Iglesia Ortodoxa la que se habría separado del Papado, y sería por tanto "cismática". Como suele suceder, el asunto no es tan simple. En realidad, en el año 1054 (fecha de la separación) ninguna de las dos iglesias, la de Constantinopla o la de Roma, podía arrogarse la primacía sobre la otra. El cisma se consumó, de hecho, mediante excomuniones mutuas, que era la única manera que tenían de castigarse una a la otra, toda vez que no cabía tomar medidas disciplinarias distintas, ya que no había subordinación jerárquica entre éstas. Desde el ángulo "oriental", incluso, es claro que los cismáticos son los católicos, algo que reafirman con su título oficial de "Iglesia Ortodoxa", o sea, defensora de la ortodoxia, de la verdadera fe.
Por lo tanto, resolver el problema de la separación entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa no es tan simple. Esto implica nada menos que determinar el problema de la primacía: ¿debe predominar Roma sobre Constantinopla, Constantinopla sobre Roma, o ambas deben mantener primacías paralelas? Por supuesto que la tercera solución no soluciona nada en absoluto, porque significa mantener el actual status quo. En cuanto a las otras dos soluciones posibles, implicaría una enorme renuncia para cada una de ellas. Desde luego que la arrogancia de Benedicto XVI no soportaría reducirse al papel de segundón de Constantinopla, pero por la otra, no hay razones ni teológicas ni prácticas por las cuales debería ser Bartolomé I quien diera ese paso.
La consecuencia de esto queda expresada en la Declaración Común que emitieron Benedicto XVI y Bartolomé I, la cual puede ser leída en el sitio del Vaticano (versión en inglés, aquí). Detrás de la retórica pomposa, el único acuerdo que ambos alcanzan es simplemente que ambos desean un acuerdo. Esta señal de unidad puede parecer vigorosa, pero es importante en este discurso lo que no hay presente: no hay renuncias mutuas o unilaterales, no hay definiciones doctrinales o disciplinarias, ni hay bases sólidas para ningún acuerdo. La Declaración Común, por tanto, contiene sólo gestos de buenas intenciones, sin ahondar en las cosas verdaderamente importantes para resolver el dilema.

LOS MUSULMANES FRENTE AL PAPA.
El problema más delicado era, por supuesto, el de los musulmanes. Se llegó a discutir si el Papa debería usar un chaleco antibalas, ante la eventualidad de un atentado, pero éste rechazó usar uno (oficialmente, al menos). Poco después de la llegada de Benedicto XVI a Turquía, hubo hondas manifestaciones en su contra.
Pero el Papa esta vez se cuidó mucho de ofender a los musulmanes. En la propia Turquía siguió el ritual clásico de los visitantes, de hacer una visita al Mausoleo de Atatürk, el fundador de la Turquía moderna.
Una hábil jugada fue defender la libertad religiosa en Turquía. Aunque oficialmente Turquía es un estado laico, en la práctica los musulmanes son la inmensa mayoría, y las leyes están cargadas en su dirección. La protesta de Benedicto XVI le permitió erigirse una vez más como el campeón de la libertad y la tolerancia religiosa (algo que nunca ha sido, pero que trata de aparentar), sin posibilidad de que le contestaran alguna cosa.
El momento clave fue su visita a Santa Sofía. Esta Basílica, inagurada por Justiniano en el año 537 y convertida después en mezquita (en 1453), se convirtió en centro de algunos musulmanes fanáticos que consideraban ofensivo que un cristiano pisase lo que alguna vez fue un templo musulmán (como si ellos no hubieran hecho lo mismo, a la inversa, medio milenio atrás). Pero el Papa rezó con el rostro mirando hacia La Meca, con gestos y actitudes de un musulmán en oración, y con eso limó algunas asperezas.

EN RESUMEN...
¿Hubo resultados prácticos del viaje de Benedicto XVI a Turquía? Probablemente no. Como puede observarse, fue un viaje cargado de gestos simbólicos de toda clase, pero que no hicieron sino tocar puntos tangenciales a los verdaderos problemas. La operación ecuménica no puede tener éxito porque ni el Papa ni el Patriarca cederán en sus respectivos primados, y el acercamiento a los musulmanes tampoco puede tenerlo en tanto Benedicto XVI siga tensando la cuerda como lo hizo en Ratisbona, y calmándola como en Turquía. Por otra parte Turquía, a pesar de ser una nación musulmana en la práctica, tiene un régimen político de inspiración laica, europea y occidental, y por ende, no es una nación musulmana típica.
Entonces, ¿por qué tanto alboroto? Probablemente por el morbo de ver a Benedicto XVI y los musulmanes ajustándose cuentas entre sí, por el Discurso de Ratisbona. Lo que abre una nueva e inquietante pregunta: ¿no habrá el viejo zorro de Ratzinger ofendido intencionalmente a los musulmanes, para generar un escándalo artificial que le diera relevancia mediática a su por entonces inminente viaje a Turquía...?

03 diciembre 2006

ANGKOR VAT: EL TEMPLO MONTAÑA DE INDOCHINA.

Uno de los más extraordinarios monumentos religiosos de todos los tiempos, es el santuario templo de Angkor Vat, ubicado en lo que actualmente es Camboya (o mejor dicho, Kampuchea). Cuesta pensar que en medio de aquella espesa jungla, un pueblo medieval llamado los Khmer consiguió edificar un palacio de tanta hermosura. El Ojo de la Eternidad aborda la historia de uno de los más impresionantes templos religiosos de todos los tiempos... que también fue la sede de gobierno del poderoso monarca del Imperio Khmer.


[IMAGEN SUPERIOR: Angkor Vat, en mitad de la jungla de Indochina. En la actualidad, el terreno alrededor se encuentra libre de jungla, pero hasta el siglo XIX, sus ruinas estaban cubiertas por la selva de la región. Es en ese infierno verde en donde los khmer, durante la Edad Media, construyeron este fastuoso edificio, que era al mismo tiempo un palacio y un templo].

EL PODERÍO DE LOS KHMER.
Levantar una civilización desde la nada es siempre un trabajo complicado. Hacerlo, además, en un terreno nada promisorio, como lo es la jungla selvática, puede parecer un suicidio. Quizás la más famosa civilización selvática sea la construida por los mayas, pero tampoco desmerece la erigida por los khmer. Su más grande monumento es el Palacio de Angkor Vat, que era al mismo tiempo un templo y un palacio, para el rey dios que gobernaba Indochina...
A pesar de que extensas regiones de Asia conocieron la agricultura desde antiguo, las junglas del Sudoeste Asiático permanecieron más o menos impermeables a la civilización, hasta la época que en Europa corresponde a la Edad Media. En la mitad inicial del primer milenio después de Cristo, Indochina era una región relativamente atrasada, salvaje y primitiva. Pero en ese tiempo, algunos intrépidos marinos procedentes desde la India llegaron hasta sus costas y se instalaron. Sus intenciones eran bastante pedestres: buscaban, ante todo, comerciar.
Hacia el siglo V, la India cayó en una serie de convulsiones políticas, producto por una parte de la desintegración del Imperio Gupta, y por la otra, de ciertos invasores emparentados con los hunos de Atila, que en ese tiempo saqueaban Europa. Los navegantes de la India se retiraron, pero dejaron huellas tras de sí. La civilización acababa de entrar a dichas tierras.

ASCIENDE EL IMPERIO KHMER.
El vacío dejado por los comerciantes de la India fue ocupado por los khmer, un pueblo bárbaro de las montañas que se dejó caer sobre la jungla hacia el siglo VII. Los orígenes más remotos de los khmer están sumergidos en la leyenda, y es poco lo que se puede sacar de ahí.
Pero se sabe que los reyes khmer se instalaron en la ciudad de Angkor. Esta fue construida literalmente robándole terreno a la jungla. Los reyes khmer, al igual que muchos déspotas de otros tiempos y lugares, impulsaron una gran campaña de edificaciones y construcciones, con miras netamente propagandísticas. Así, la exhuberancia de las construcciones era una muestra visible del poderío y esplendor de los reyes khmer. Este período de ascenso de Angkor comenzó en el siglo IX, aproximadamente, y se prolongaría durante unos trescientos años más.
Angkor era literalmente una monarquía absoluta de derecho divino. El rey no sólo gobernaba su imperio como amo absoluto, sino que además, era considerado un dios viviente. Los monarcas de Angkor tuvieron la habilidad de revestirse con el legado religioso de los antiguos comerciantes de la India para engrasar su maquinaria política. Estos habían traído consigo el Hinduismo, y muy en particular, el culto de Visnú. Los reyes de Angkor se consideraron entonces la reencarnación de Visnú sobre la Tierra, y a su propia persona como sagrada. Numerosos reyes khmer, de hecho, se llamaban con nombres que terminaban en "yavarman", o sea, "el sol", o bien, relacionado con el sol.
Claro que, como suele suceder, hubo quien se tomó la religión en solfa. Si el monarca era fuerte, esta imagen divina estaba garantizada, pero si era débil, habría rebeliones y sublevaciones. Quizás la más grave fue el estallido de violencia después de la muerte de Suryavarman I, en el año 1050, en donde el Imperio corrió serio riesgo de disgregarse.

SURYAVARMAN II Y EL TEMPLO DE ANGKOR VAT.
En el año 1113 accedió al trono un rey enérgico y osado. Suryavarman II consiguió mantenerse largo tiempo en el trono, aplastó toda disidencia interna, y se entronizó una vez más como el amo absoluto del Imperio Khmer.
La demostración más contundente de poderío, fue la construcción de Angkor Vat. Este edificio era al mismo tiempo un templo y un palacio de gobierno. Y es que nadie llevó más lejos que Suryavarman II el culto al monarca divinizado en el Imperio Khmer.
A esto responde la curiosa arquitectura de Angkor Vat. Este edificio presenta características únicas en la arquitectura religiosa mundial de todos los tiempos. El edificio está cercado por una muralla rectangular que crea un inmenso patio interior. Dentro de ese patio está el edificio propiamente tal. El corazón de la construcción es una gigantesca edificación rematada por una afilada torre, dentro de otras cuatro torres adicionales.
Estas características arquitectónicas no son una casualidad. El edificio entero está planificado para imitar al Monte Meru, nada menos que la montaña basal del entero planeta Tierra. Esto, según las creencias hinduístas, por supuesto. El Monte Meru estaba en el centro del mundo, y alrededor suyo giraba el Sol una vez cada 24 horas, lo que producía la alternancia entre el día y la noche. Es también la residencia de los dioses en la religión del Hinduismo.
Naturalmente que todo esto era una maquinaria propagandística de naturaleza religiosa. Si Suryavarman II se construía una réplica del Monte Meru para habitar, entonces nadie podría poner en duda que verdaderamente era un dios.
El templo presenta también una lujuriosa cantidad de relieves y estatuas, además de una decoración muy propia y original.

LA DECADENCIA DE ANGKOR VAT.
Numerosas monarquías que se han sentido elegidas de los dioses, o más aún, se han sentido ser los dioses mismos, han encontrado un final indigno. El Imperio Khmer también pagó por esta arrogancia. Después de la muerte de Suryavarman II sobrevino un período de violentas guerras con un reino vecino llamado Champa, el cual está en lo que actualmente es Vietnam, y que no parecía sentirse demasiado entusiasmado con las ínfulas divinas de los reyes khmer. La victoria sobre Champa fue obtenida por Jayavarman VII, quien gobernó entre 1181 y 1219.
En materia religiosa, Jayavarman VII tomó una importantísima decisión: abandonó el Hinduismo de sus predecesores, y abrazó el Budismo Mahayana. Las razones de tal cambio permanecen en la sombra. Lo cierto es que, en términos religiosos, Jayavarman VII y sus sucesores fueron algo más modestos que Suryavarman II. De hecho, Javayarman VII abandonó Angkor Vat, y construyó una nueva capital, llamada Angkor Thom, no a demasiada distancia, pero la suficiente para emblematizar el cambio de régimen.
Aún así, no fue el Mahayana la variante budista que se impuso. Después de su muerte vino una imparable decadencia. El rey Jayavarman VIII sufrió un golpe de estado a manos de su hijastro Srindravarman, quien abrazó otra variante del Budismo, el Theravada. El matiz es interesante. En general, dentro de la tradición budista, el Theravada y el Mahayana son bastante parecidos (el Theravada es considerado a veces una variante intermedia entre el Hinayana, la doctrina predicada por Buda mismo, y el Mahayana, que es una variante netamente religiosa del Budismo). El Theravada busca alcanzar la iluminación, pero no como una doctrina a enseñar, sino como una especie de descubrimiento interior guiado por la razón. En lo que al Imperio Khmer se refiere, es una manifestación de un cierto cambio: después de coquetear con una religión dirigida a las grandes masas, cual era el Budismo Mahayana, los reyes khmer abrazaban una fe de carácter más filosófico y alambicado, cual era el Budismo Theravada.
El gran perdedor de todo esto era, por supuesto, el Hinduismo, bajo cuyos auspicios se había construido Angkor Vat.
En el siglo XV, los enemigos del Imperio Khmer consiguieron sacar partido de la decadencia imparable del imperio, y lo invadieron militarmente por todos lados. Una nueva etnia, los thai, aparecieron en la región y destruyeron a los khmer. Hay quienes especulan que la decadencia del Imperio Khmer se habría visto reforzada por un desastre ecológico de proporciones, aunque estas ideas son, hoy por hoy, preliminares. En el siglo XVI, el rey Barom Reachea I consiguió recuperar Angkor de manos thai, pero por muy poco tiempo. Angkor fue completamente abandonado en el siglo XVII, y el fastuoso templo montaña de Angkor Vat fue literalmente tragado por la jungla. Eso, hasta ser redescubierto en el siglo XIX.
Hoy en día, Angkor Vat es considerada como una de las maravillas del mundo. Su sentido estético puede hacer olvidar que, antaño, cumplió una poderosísima función religiosa. No en balde, el Libro de los Guiness Records considera a Angkor Vat como la más grande estructura religiosa en el mundo.

26 noviembre 2006

EL ÉXODO.

Lo que actualmente llamamos "La Biblia" en términos de un solo libro, es la recopilación de una multitud de escritos, de toda clase de escritores. El moderno análisis crítico, en combinación con el trabajo arqueológico, ha ido mostrando que muchos sucesos descritos en la Biblia fueron reales, aunque en muchos casos, no literales según el texto bíblico. El Ojo de la Eternidad revisa la historia del Exodo de los israelitas a la Tierra Prometida, y detalla lo que los arqueólogos e historiadores modernos han encontrado: que la verdad sobre dicha emigración es bastante diferente a la narrada por la Biblia...


[IMAGEN SUPERIOR: "Der betende Moses mit Aaron und Hur auf der Berge Horeb". Pintura de Joseph von Führich, pintor religioso alemán del siglo XIX, que representa un episodio del Exodo, en el cual Yavé anuncia la muerte de Aarón (Números 20:22-29)].

¿OCURRIÓ EL ÉXODO...?
Durante muchos siglos, el relato sobre la Antigüedad anterior a los griegos y romanos se basaba fundamentalmente en la Biblia. En esto pesaba la autoridad del Cristianismo, por supuesto, pero también había una abismal falta de conocimientos sobre dichos mundos, ya que los idiomas antiguos no se conservaban, y además, no existían excavaciones arqueológicas en forma. En el siglo XIX, como consecuencia de la oleada racionalista de la centuria anterior, la Biblia fue puesta sistemáticamente en duda, y no pocos sostuvieron que no debía hacérsele mayor caso, porque después de todo, no era sino un conjunto de espléndidas mentiras inventadas por los monjes y sacerdotes para mantener al pueblo oprimido e ignorante.
Las cosas no resultaron ser tan sencillas, por supuesto. La arqueología de los siglos XIX y XX sacó una vez más a la luz del día a un montón de civilizaciones olvidadas, como Egipto, Mesopotamia o los hititas, y se descubrió entonces que muchos relatos bíblicos eran en realidad remembranzas de antiguos sucesos históricos, pasados por el tamiz de la memoria histórica de los cronistas. O sea, la Biblia no era un puñado de mentiras, pero tampoco era una guía infalible sobre el mundo antiguo. Era, ni más ni menos, que una versión, respetable, pero versión a fin de cuentas, de la historia antigua.
Esto no debería resultar una sorpresa. Después de todo, entre otras cosas, la Biblia es el relato de la historia de los hebreos, pero escrita por los propios hebreos, y por tanto, en ese sentido es bastante sospechosa de parcialidad.
Uno de los ejemplos clásicos de esto es el Exodo. En los tiempos que la Biblia era la única referencia histórica seria sobre el mundo antiguo más remoto, el Exodo era aceptado por los historiadores como un suceso histórico a carta cabal. Hoy en día sabemos que el relato bíblico tiene correlación con las crónicas de otros pueblos, pero puesto en esa perspectiva, nuestra actual imagen de dicho hito es bien diversa.

EL RELATO BÍBLICO SOBRE EL ÉXODO.
La memoria bíblica del Exodo se conserva en dos grandes fuentes: el libro del Exodo propiamente tal, por una parte, y el libro de Números, por la otra. Ambos integran el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia (que son: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio), y que la tradición atribuyó históricamente a Moisés. Hoy en día sabemos que esto no es así. La mayor parte del Pentateuco fue escrita por dos autores, conocidos como el Yavista y el Eloísta, cuyas historias fueron mezcladas y comentadas por un tercer autor, conocido usualmente como la Fuente Sacerdotal, porque su marca está en los pasajes con comentarios de doctrina y ritual. El Deuteronomio, por su parte, parece haber sido añadido íntegramente en el siglo VII aC, por obra de Josías, o al menos eso podría dar a entender una lectura critica del Segundo Libro de Reyes (2-Reyes 22).
Parece ser que los anónimos autores apodados Yavista y Eloísta, llamados así por su manera de referirse a Dios (Yavé uno, Elohim el otro), condensaron en sus textos una serie de antiguas tradiciones hebreas. Por tanto, el relato bíblico no es una crónica histórica rigurosa, sino un compendio de leyendas y tradiciones antiguas.
La narración del Exodo, según estas fuentes, es la siguiente. Los hebreos llegaron a Egipto en tiempos de José, biznieto de Abraham que llegó a ser visir de Egipto. Allí se multiplicaron, y un nuevo faraón (¡cuyo nombre la Biblia no menciona!), considerándolos una amenaza, los sometió a esclavitud. Gimieron los hebreos a Yavé, y éste los escuchó. Mandó entonces llamar a un refugiado hebreo llamado Moisés, desde las tierras de Madián, a través de una zarza ardiendo. Luego de una serie de plagas, Moisés extrajo a su pueblo de Egipto. Emprendió entonces una peregrinación de 40 años por el desierto, plagada de incidentes milagrosos, a través de los cuales Yavé fue guiando a su pueblo, y que los llevó finalmente hasta la Tierra Prometida.
El faraón que tradicionalmente se asocia al Exodo es Ramsés II, derivado de una interpretación errática de Números 33:3, que menciona una ciudad con ese nombre como punto de partida del Exodo. Por tanto, el Exodo debió ocurrir entre los años 1280 y 1200 aC.
El problema es que la evidencia histórica sobre el Exodo es virtualmente nula. Es decir, simplemente no hay evidencia del paso de un pueblo migratorio en ese tiempo. Por otra parte, Ramsés II no murió ahogado en el Mar Rojo, como habría que deducir de Exodo 14:28-29, y de hecho, no hay registro de que algún Faraón haya perecido así. El relato bíblico sobre el Exodo es, por tanto, no fidedigno. Pero esto no quiere decir que algo parecido al Exodo no haya sucedido nunca, en ese tiempo o en otro. ¿Desde dónde nació la leyenda...?

EL RELATO DE LA CONTRAPARTE.
Las fuentes egipcias no consignan ningún Exodo, tal y como la Biblia lo describe. Pero sí muestran dos sucesos históricos de enfrentamiento con pueblos asiáticos, que podrían proporcionar ambiente a la historia.
La primera de ella es la invasión de los hicsos. Hacia el siglo XVI aC (es decir, unos 300 años antes de la fecha tradicional del Exodo), un pueblo armado con carros y caballos invadió Egipto. El carro como arma de combate era desconocido en Egipto, y por tanto, los hicsos obtuvieron un fácil triunfo, y dominaron el país durante aproximadamente cien años. Pero los egipcios aprendieron rápido, impulsaron un violento contraataque, y no sólo expulsaron a los hicsos, sino que también conquistaron Palestina y Siria.
El segundo episodio fue la violenta guerra que los egipcios sostuvieron con un poderoso imperio del norte, los hititas. Hacia el siglo XIV aC (es decir, el siglo antes de Ramsés II) gobernó en el Imperio Hitita (actualmente Turquía) un rey llamado Shubiluliuma. Este Shubiluliuma inaguró una larga serie de conquistas que puso en violento compromiso el dominio egipcio sobre la región. Fue precisamente Ramsés II quien, hacia el año 1280 aC, pactó un tratado definitivo de fronteras con el rey hitita Muwatallis. Este pacto sancionaba una situación de hecho, en la que muchos pueblos palestinos obtuvieron la independencia, o al menos la autonomía, con respecto a las guarniciones egipcias.
Hacia el año 1190 aC, Egipto y Hatti fueron invadidos por pueblos procedentes del oeste. Los egipcios los llamaron "Pueblos del Mar", debido a que tal era su procedencia, y así ha quedado asentado en los libros de historia desde entonces. Parece que en esta marea invasora aparecieron en Palestina los filisteos, enemigos tradicionales de los hebreos.
¿Mencionan los egipcios a los hebreos en alguna parte? Directamente no. Pero hay una referencia bastante sugestiva en la palabra egipcia "japiru" o "habiri". Esta es usada para describir a los nómadas incursores de la frontera egipcia con el desierto árabe, y también para describir a los pobres y asalariados en el propio Egipto. Aparte de su parecido fonético con la palabra "hebreo", en el relato del Exodo se puede ver claramente que los hebreos ocuparon ambos roles: como trabajadores en Egipto (Exodo 1:11-12) y como invasores desde el este de Palestina (Números 21, 32 y 33).
Uno puede preguntarse por qué el Exodo poco dice sobre los egipcios, y casi nada de los hititas (se refiere a ellos como "heteos", de manera tan subliminal que los arqueólogos pensaban que eran una tribu más, y no la cabeza de un poderoso imperio militar capaz de pararse frente a Egipto). Pero no debe olvidarse que los cronistas bíblicos no eran historiadores, sino que pretendían reunir un conjunto de leyendas y tradiciones sobre los hebreos. Lo que fuera la suerte de otros pueblos diversos, les tenía mayormente sin cuidado.

ENCAJANDO LA EVIDENCIA.
Frente a esto, muchos han planteado que el Exodo no habría ocurrido, sino que todo se trataría de un relato mítico destinado a justificar la conquista, por parte de los hebreos, de un dominio anteriormente egipcio o hitita. Una vez más, las cosas no son tan sencillas. La propia Biblia entrega evidencia decisiva de que hubo algún movimiento desde Egipto hacia los hebreos, y esta evidencia está en los nombres de diversos protagonistas del Exodo, como por ejemplo Hofni o el propio Moisés, que no son hebreos sino egipcios. Y no hay en realidad razón para controvertir esto como una falsificación histórica.
Se han sugerido varias posibilidades al respecto. Una de ellas es que la migración de los hebreos sucedió, pero no en la época de Ramsés II, sino en tiempos de la expulsión de los hicsos (o sea, hacia el año 1550 aC, unos 300 años antes de la fecha tradicional). Otra posibilidad es que se trate del relato más o menos mistificado de la conquista hebrea de Palestina, desde el desierto de Arabia, y esto podría haber sucedido cuando el gobierno egipcio declinó en la región. Ya que la Biblia no reporta ninguna época en la que los hebreos hayan estado en Palestina sin sus incómodos vecinos los filisteos, la fecha aproximada de estos eventos debió haber sido hacia 1190 aC, cuando la invasión de los Pueblos del Mar abatió el dominio egipcio sobre Palestina, y a su vez, esto permitió la instalación de los filisteos en las llanuras costeras palestinas.
Otra posibilidad más simple, es que lisa y llanamente los cronistas bíblicos tomaron diversas tradiciones mezcladas como un todo, armando una historia orgánica y coherente con elementos que, en su origen, no estaban ni de cerca relacionados. Así, el relato bíblico del Exodo estaría compuesto por dos historias independientes. Una de ellas sería la salida de Egipto, vista desde el punto de vista hebreo como un triunfo sobre los egipcios opresores, en vez de lo que verdaderamente fue, una vergonzosa huida desde territorio egipcio junto con la marea de los hicsos. El segundo relato sería la conquista de Palestina, en tiempos de los Pueblos del Mar. Ambos sucesos históricos están separados por aproximadamente 350 a 400 años, pero en la lejanía de la memoria histórica, los cronistas hebreos los habrían mezclado en un sólo gran relato épico. Es de recordar que el florecimiento de la cultura hebrea se produjo entre los años 950 y 650 aC, lo que sitúa a los cronistas bíblicos a lo menos 250 años (¡un cuarto de milenio!) después de la conquista de Palestina. Y en ese tiempo intermedio no hubo cultura ni civilización, sino desórdenes y guerras, como lo recuerda el libro de los Jueces, por lo que cualquier crónica histórica se habría perdido, y se habría transformado en una confusa narración legendaria.
Por lo mismo, es posible afirmar que el relato del Exodo, tal y como lo refiere la Biblia, tiene una base histórica cierta, pero ésta es, en realidad, bastante diferente a cómo la narra el cronista bíblico (o mejor dicho, los cronistas bíblicos en plural).

12 noviembre 2006

DIOS Y LA CIENCIA.

¿Choca Dios contra la ciencia? ¿Hay lugar en el universo para que ambos puedan existir? El problema es bastante complicado, porque enfrenta las convicciones religiosas de las personas con los hechos del mundo exterior. El Ojo de la Eternidad aborda un espinoso problema que sacude a la sociedad occidental actual hasta sus mismísimos cimientos.


[IMAGEN SUPERIOR: La filosofía descubriendo la naturaleza y sus leyes. Grabado de François Peyrard, publicado en París el año 1803. Durante la oleada racionalista del siglo XVIII, los ilustrados combatieron a la religión, entre otras razones, por promover la superstición y la ignorancia, contraponiendo a ella el dominio de la llamada "filosofía natural"].

LA TENSA RELACIÓN ENTRE DIOS Y LA CIENCIA.
En general, las relaciones históricas entre la ciencia y la fe han sido malas. Cada nuevo avance científico ha sido, a lo menos, mirado con sospechas por las religiones. El Cristianismo exhibe varios ejemplos de castigos contra científicos, incluyendo a Hipatia, Rogerio Bacon, Giordano Bruno, Galileo Galilei, Andreas Vesalio, etcétera. Pero acusar al Cristianismo en exclusividad sería una injusticia. Los musulmanes también se llevan lo suyo, encabezando la lista el califa Omar, que al conquistar Egipto en el año 640, mandó quemar lo que quedaba de la Biblioteca de Alejandría, con el argumento de que si esos libros estaban en contra del Corán, eran perniciosos, y si estaban de acuerdo con él, eran superfluos. Un par de siglos después, cuando una escuela filosófica llamada de los mutazilíes intentó promover una lectura más racionalista del Corán, fueron recibidos con intensa hostilidad, e incluso esta disputa fue aprovechada por bandos políticos en pugna para desatar una violenta guerra civil en el Califato Abasida, y en su capital Bagdad (siglo IX).
Lo irónico del caso es que esto no siempre fue así. Es sabido y reconocido que los primeros científicos fueron los sacerdotes. Fueron ellos quienes desarrollaron la medicina, las matemáticas y la astronomía, incluyendo por supuesto la fijación de los primeros calendarios. Sin embargo, mirando con más detalle, la paradoja desaparece. Estos avances fueron permitidos y fomentados por los sacerdotes como una herramienta para mantener su poder sobre las masas. Saber de medicina era una manera segura de extorsionar a la gente a través de su salud. Las matemáticas fueron desarrolladas para actividades en principio bastante pedestres, como llevar la contabilidad de los templos (quienes, con las ofrendas que recibían, fueron históricamente los primeros bancos) y practicar la agrimensura (medición de la tierra y deslindes de propiedades). Fue cuando los avances científicos se secularizaron, y apareció el investigador laico, el momento en que la religión empezó a manifestar sus suspicacias. Pitágoras de Samos, por ejemplo, en la Italia del siglo VI aC, tenía una escuela de filosofía que entre su arsenal de secretos místicos, estaban varios avances matemáticos, incluyendo el conocimiento del Teorema de Pitágoras, el de los cinco poliedros perfectos (el tetraedro, el cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro), y el carácter irracional del número que es la raíz cuadrada de 2. Uno de sus discípulos, un tal Hipaso, se le ocurrió revelar estos secretos a los no iniciados, y tiempo después falleció, ahogado en un naufragio, en condiciones un tanto sospechosas.

EL CRISTIANISMO FRENTE A LA NATURALEZA.
El Cristianismo es una religión anticientífica desde la vena. Esto se debe a que adopta una actitud dualista, de raigambre platónica, frente al mundo. Para el Cristianismo, el cuerpo es simplemente la cárcel del alma, y conocer cosas sobre el mundo es inoficioso, toda vez que importa más la vida eterna que la presente. Así, cualquier avance científico es problemático, ya que puede incitar a la tentación de dejarse llevar por una vida terrena más cómoda, en vez de prepararse para la siguiente. En esto hay, por supuesto, un móvil de poder: la Iglesia Católica no tiene nada que hacer en la vida terrenal, y sí mucho en la ultraterrena, por lo que le conviene que toda la atención de la gente esté enfocada en esa dirección.
El problema es que todas estas ideas están apoyadas por una serie de tradiciones que el tiempo se ha encargado de demostrar que no tienen asidero científico, o que al menos, no han sido demostradas. Nunca se ha conseguido evidencia, por ejemplo, en torno a los milagros de Jesús, ni tampoco hay prueba alguna de que éste haya resucitado alguna vez. El Dogma de la Transubstanciación, según la cual la hostia y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús, se basaba en una ciencia aristotélica hace rato arrumbada por la moderna Teoría Atómica. El relato de la Creación según el Génesis ha sido incesantemente bombardeado por paleontólogos, geólogos y biológos, quienes han probado que el relato bíblico al respecto es substancialmente falso. El Darwinismo y la evidencia creciente sobre la evolución humana, a su vez, han hecho peligrar la noción de que el ser humano es especial porque a diferencia de los animales, tiene un alma, ya que cabe preguntarse en qué minuto, o con qué especie antecesora de la humana, apareció el alma. Por cierto, no hay evidencia fisiológica de que exista un alma inmortal, y por el contrario, lo que llamamos "conciencia" parece ser simplemente una serie de estados químicos a nivel de la mente, que ahora somos capaces de alterar con psicofármacos. Diversos episodios considerados sobrenaturales, como el oir voces de ángeles o del mismísimo Dios, hablar en lenguas, o las posesiones demoníacas, se explican en la actualidad por medio de fenómenos psíquicos bien conocidos y estudiados, tales como la histeria, las neurosis de conversión, o incluso las psicosis. En ese sentido, lejos de validar las creencias cristianas, la ciencia ha ido demoliendo progresivamente éstas.
No es raro entonces que la Iglesia Católica en particular, y el Cristianismo en general, haya reaccionado con tanto vigor contra la ciencia. En la Edad Media prohibió las disecciones, obligando a los estudiantes de medicina a estudiar por los manuales de Galeno, que, como probó Andreas Vesalio en el siglo XVI, estaban plagados de errores. El propio Vesalio fue condenado a muerte por la Inquisición, y salvó su vida en el último minuto gracias a que su poderoso protector, el rey Felipe II de España, le conmutó la pena por la peregrinación a Jerusalén (de todos modos, murió en el camino). En 1634 condenó al astrónomo Galileo Galilei a no defender la Teoría Heliocéntrica, y a arresto domiciliario de por vida, y este escarmiento fue tan ejemplarizador, que a partir de entonces todos los países bajo la férula de la Iglesia Católica se fueron quedando atrasados en lo científico, en beneficio de los países protestantes, en donde había mayor libertad intelectual y académica para investigar. En el siglo XIX, se opuso con vehemencia a la Teoría de la Evolución de las Especies, y sólo después de medio siglo aceptó que quizás el hombre sí estuviera emparentado con el mono. Pero en el campo protestante, las cosas no fueron mejor. En 1925, en el célebre "Juicio del Mono", un profesor fue condenado por violar una ley de Tennessee que prohibía la enseñanza de la Evolución. Incluso en la actualidad, grupos bíblicos han conseguido que en Kansas se enseñe el Diseño Inteligente (o sea, el Creacionismo) como alternativa al Darwinismo, a pesar del carácter ampliamente científico de las ideas darwinianas, y religioso del Diseño Inteligente. Es conocido también el dilema ético planteado por los Testigos de Jehová, quienes por sus convicciones religiosas basadas en una interpretación literalista a ultranza de la Biblia, prohiben las transfusiones de sangre entre sus propios fieles, incluso para salvarles la vida.
Y aún hoy, la Iglesia Católica y los grupos religiosos de Estados Unidos condenan la investigación científica con células madre, con argumentos pretendidamente éticos, que en última instancia son de carácter religioso.

LOS CIENTÍFICOS FRENTE AL PROBLEMA DE DIOS.
Se dice que en una ocasión, Napoleón Bonaparte le preguntó a Pierre-Simon Laplace, uno de los más connotados astrónomos de su tiempo, porque no hablaba de Dios en sus teorías, a lo que Laplace habría respondido: "Sire, jamás he necesitado de una hipótesis semejante". Más modernamente, Stephen Hawking ha mantenido posturas similares. Y lo cierto es que muchos científicos han prescindido por completo de Dios en sus investigaciones. Albert Einstein, sin ir demasiado lejos, era agnóstico (a pesar de provenir de una familia judía), y Charles Darwin podía ser calificado de cristiano más bien tibio. Carl Sagan lo expuso de manera bien cruda: si tienes un hijo enfermo puedes rezar o puedes darle una medicina, y quizás para salvarlo, lo mejor sería aplicar la ciencia.
Pero por otra parte, hay muchos científicos convencidos de que quizás Dios podría estar rondando allá afuera. Stephen Jay Gould escribió alguna vez que quizás haya espacio para la ciencia y la fe.
Y yendo más atrás, hubo científicos como Isaac Newton, quienes estaban convencidos en grado sumo de que al descifrar los misterios de la naturaleza, estaban en verdad penetrando en la mismísima mente del Creador del Universo.
Lo cierto es que los científicos han conseguido explicar muchos misterios de la naturaleza, pero aún quedan muchos otros por resolver. Y lo que no se sabe, simplemente no se sabe: pudiera ser que el camino no tuviera un final, o que no pudiéramos saber de ninguna manera si hay un final, o que Dios estuviera parado al final. No hay manera de saberlo, hasta que se sepa.

LA VISIÓN DE LA CIENCIA Y LA VISIÓN RELIGIOSA.
En última instancia, el conflicto entre ciencia y religión es parte de una guerra más amplia, entre la razón y la fe. La razón exige pruebas para dar algo por conocido, en tanto que la fe "conoce" algo sin prueba alguna. Parafraseando una expresión de Tertuliano, San Agustín decía que "creo porque es absurdo". Ahora bien, esto no es un verdadero conocimiento: puede que el creyente crea algo y acierte, pero eso no lo hace un conocimiento sino una casualidad. En ese sentido, si aparece un cadáver muerto a balazos, la razón exige interrogar a los testigos y examinar el arma homicida antes de dar con el culpable, mientras que a la fe le basta simplemente con apostar por la corazonada, y confiar que esa corazonada sea correcta, y que la persona que cree es el asesino, en verdad lo sea.
Esto tiene que ver con una profunda diferencia de método entre la ciencia y la religión. Siendo la religión una cuestión de fe, puede darse el lujo de saltar de lo particular a lo total, y ofrecer una visión totalizante de la naturaleza. Así, a partir de una serie de axiomas básicos, deduce todo el orden natural. La ciencia no puede proceder así: la ciencia necesita tomar casos particulares y, a través de la formulación de hipótesis y la experimentación sobre dichos casos particulares, inferir la ley que los explique ordenadamente. La religión procede así de lo general a lo particular, y la ciencia de lo particular a lo general.
Esta idea tan simple, alguien como Benedicto XVI se muestra incapaz de entenderla, como lo demostró en su Discurso de Ratisbona del 12 de Septiembre pasado, infaustamente célebre por haber ofendido a los musulmanes. En ese discurso dijo: "Tendremos éxito en hacerlo [en sobrepasar los peligros de la modernidad] sólo si la razón y la fe se reunen en una nueva vía, si nosotros sobrepasamos la autoimpuesta limitación de la razón a lo empíricamente verificable". Reunir a la razón y a la fe en una misma vía es imposible porque allí donde se sabe algo teniendo hechos y pruebas, no se requiere fe, y lo que se sabe por vía de fe, en realidad no se sabe de manera alguna (pasen San Agustín o Tomás de Aquino). Por ende, no hay ninguna autoimpuesta limitación de la razón a lo empíricamente verificable, sino que esto es lo único que en verdad cabe investigar, es decir, aquello que de verdad puede ser verificado. Y después remacha: "una razón que es sorda a lo divino y que relega a la religión al reino de las subculturas es incapaz de ingresar en el diálogo de las culturas". Esto significa establecerle a la razón el requisito de aceptar a lo divino, que es uno de los habitantes metafísicos tradicionales que nunca han podido ser probados, y por ende, verdaderamente conocidos. Y a mayor abundamiento: "la moderna razón científica simplemente tiene que aceptar la estructura racional de la materia y la correspondencia entre nuestro espíritu y las estructuras racionales de la naturaleza prevalecientes como algo dado". La ciencia no tiene en principio que aceptar nada que no venga de la experimentación, porque de lo contrario caería en el "conocimiento por la fe", que como hemos insistido, no es conocimiento en absoluto. Y ya no hablemos del espíritu, sobre cuya existencia no hay evidencia alguna.
De este modo, mientras Benedicto XVI no mire las cosas de manera más lógica y racional, no hay esperanza alguna de que la Iglesia Católica se reconcilie con la ciencia. Y lo mismo vale para toda clase de grupos fundamentalistas, cristianos o no cristianos. Pero esto implicaría que ellos tendrían que renunciar a los jugosos dividendos sociales que les entrega el ser conocedores o pretendidos conocedores de una verdad absoluta.

05 noviembre 2006

EL GNOSTICISMO: LA RELIGIÓN DE LA GENTE PERFECTA.

Aunque fue un movimiento religioso antiguo, sigue teniendo repercusiones en la actualidad. Sin ir demasiado lejos, la Trilogía de Mátrix ha tomado una enorme cantidad de planteamientos propios de este credo, que también ha inficcionado a la Masonería y a muchos místicos. ¿Por qué el Gnosticismo es tan atractivo? ¿Era tan solo una simple secta cristiana, o fue algo más que eso? El Ojo de la Eternidad ofrece algunas respuestas, adentrándose en el misterioso mundo de una fascinante religión antigua.


[IMAGEN SUPERIOR: Tumba en París con símbolos masónicos. Fotografía de Philip Gardiner. La Masonería ha extraído mucho de su simbolismo y rituales del antiguo pensamiento gnóstico].

EN TORNO AL GNOSTICISMO.
En general, seguir la huella de los movimientos místicos esotéricos es bastante difícil, debido a su propio carácter de esotéricos, esto es, de reservados para una pequeña congregación de fieles poseedores del "secreto". Así, las propias sectas esotéricas cuidan de que su material no se desparrame por el mundo, y por la otra, las religiones y creencias rivales, no tan fuertemente esotéricas, tienden a combatir las sectas esotéricas porque son una amenaza para su propio poder. Uno de los casos más importantes conocidos, es el del Gnosticismo.
En general, el Gnosticismo es muy mal conocido. Por una parte está la escasa documentación, la que muchas veces proviene de enemigos del Gnosticismo, y por ende, no es necesariamente la más imparcial que se podría obtener. Por la otra, el propio Gnosticismo no era una religión estructurada, sino una especie de movimiento espiritual, y los propios adláteres del Gnosticismo eran con frecuencia los peores enemigos entre sí. El Gnosticismo tenía muchos ribetes de misticismo, y era fácil caer en el síndrome de "mi misticismo es mejor que el tuyo", por lo que eran en general bastante desunidos. Cada gnóstico adaptaba el Gnosticismo a sus necesidades espirituales particulares, y de ahí que sea muy difícil no sólo hacer un retato acabado del Gnosticismo en sí, sino que incluso es complicado determinar qué pensadores, filósofos o místicos adscribirían al movimiento, y quienes no.

QUÉ ES EL GNOSTICISMO.
En general, la palabra "Gnosticismo" deriva del término griego "gnosis", que significa más o menos "conocimiento". Esto se debe a que los gnósticos alegaban tener una clase de conocimiento especial o peculiar, de carácter esotérico (o sea, reservado a su propia camarilla de elegidos), y que ese conocimiento los hacía superiores o mejores, espiritual y moralmente hablando, al resto de las personas.
Este carácter elitista del pensamiento gnóstico le llevó a desarrollarse más bien como una filosofía para unos pocos elegidos, que una religión de grandes masas. De ahí que los representantes más conspicuos del movimiento aparezcan muchas veces vinculados a la aristocracia. También esto le otorga al Gnosticismo un cierto sello racionalizante: los gnósticos pretendían que la religión popular era un conjunto de groseras supersticiones para las masas, las cuales eran incapaces de entender la revelación más alta, refinada y espiritual de los verdaderos maestros, que eran los gnósticos, y que habían alcanzado este conocimiento o gnosis precisamente por vías racionales (eso alegaban ellos, pero en verdad, las creencias gnósticas son un revoltijo de misticismo oriental bastante caótico).
Las doctrinas del Gnosticismo son bastante complejas, porque cada pensador gnóstico las interpretaba a su manera y acomodo. Pero en general, dos nociones son claves para entender a los gnósticos, en términos metafísicos. Una es la dicotomía que establecen entre la materia y el espíritu: para los gnósticos, la materia es mala y pecaminosa, y el espíritu es bueno y virtuoso. La segunda es la idea de que existe un principio supremo desde el cual emanan todas las cosas, y mientras más emanaciones hayan (es decir, emanaciones de emanaciones de emanaciones, menos "espiritual" y más "material" sean esas emanaciones), más pedestre y mundano es, y por ende, menos elevado. Por muy dispares que sean las doctrinas gnósticas, la mayor parte de ellas concuerdan al menos en esto, en mayor o menor grado.

LA TRADICIÓN GNÓSTICA.
Ambas ideas gnósticas en realidad no eran nuevas en el mundo antiguo. Es posible que la fuente más antigua de éstas sea la India, en donde la tradición de los vedas, que se desarrolló entre 1000 y 600 a.C., insistía en la dicotomía de materia y espíritu con un énfasis que sus homólogos egipcios y babilónicos nunca pusieron en sus doctrinas. Posteriormente, Buda y Mahavira, fundadores de las religiones "gemelas" del Budismo y el Jainismo, desarrollaron estas mismas ideas. En la India antigua, el principio supremo era Brahma, desde el cual emanaban los dioses, quienes a su vez creaban a los hombres. Los últimos pensadores védicos, y Buda y Mahavira, le dieron a estas creencias una connotación moral, desde donde nace la dicotomía entre "materia" y "espíritu".
De ser cierto que el Gnosticismo tuo su génesis en la India, entonces debió comunicarse a Occidente en los tiempos del Imperio Persa (556-333 a.C.), época en la que por sus carreteras estuvieron en contacto Oriente y Occidente. Pensadores como Pitágoras de Samos (siglo VI aC) y Platón (siglo IV aC) desarrollaron estas ideas en Grecia. De ambos, fue el último quien inspiró en mayor medida a los gnósticos posteriores. Ya en Platón existía la idea de que el verdadero conocimiento o iluminación era el conocimiento de las Ideas, que el mundo material eran puras apariencias, y los filósofos eran distintos (y superiores) a los simples mortales porque podían ver las Ideas en estado puro. Es decir, este filósofo era en realidad un místico.
A partir de entonces surgió un frondoso linaje de filósofos que mezclaron estas creencias platónicas con el misticismo de raigambre oriental, y en particular con los cultos de origen persa, como el Zoroastrismo, y su hijo grecorromano el Mitraísmo. Ambas religiones insistían en el choque de la luz contra las tinieblas, en la victoria final de la luz, y en la dicotomía entre el espíritu/luz y la materia/oscuridad. No es raro que el Cristianismo, como culto ecuménico y conciliador, prendiera tanto entre los esclavos, mientras que el Mitraísmo, que apoyaba nociones como la guerra santa de los "puros" o "perfectos" contra los no matríastas, agradara tanto a los soldados de las legiones romanas.
Precisamente son los pensadores cristianos una de las principales fuentes sobre el Gnosticismo. Pero en general, el Cristianismo mostró una actitud hostil hacia los gnósticos. Hubo gnósticos que trataron de introducir a Cristo en su complejo sistema de emanaciones, y esto, los cristianos más ortodoxos no lo aceptaron. De ahí que muchas veces se vea al Gnosticismo como una herejía del Cristianismo, lo que no es exacto, porque si bien había pensadores gnósticos que consideraban a Cristo como un gran guía moral, y acaso una criatura divina, no todos coincidían con esta perspectiva.
Aún así, el Gnosticismo influyó poderosamente en el Cristianismo. Orígenes, quien vivió en la Alejandría del siglo III dC, y fue uno de los primeros teólogos en traducir el lenguaje evangélico a la filosofía griega, fue discípulo de Ammonio Saccas, uno de los más importantes gnósticos, y su impronta (el espíritu es bueno y la carne es mala, el alma alcanza sucesivas etapas para reencontrarse con Dios...) se advierte con fuerza en San Agustín (siglo V dC) y muchos pensadores de la primera mitad de la Edad Media. La noción agustiniana de que "el cuerpo es la cárcel del alma", y que el alma sólo será libre cuando se libere del cuerpo, es de clara raigambre gnóstica. Aún el día de hoy, la Iglesia Católica ve con horror las pulsiones del cuerpo, en particular las de carácter sexual, y esto también es herencia del Gnosticismo.

EL DESTINO DEL GNOSTICISMO.
¿Por qué entonces el Cristianismo se volvió contra el Gnosticismo? Simplemente porque los gnósticos en el fondo eran iluminados que se veían a la par, e incluso por encima, de los cristianos. Los gnósticos consideraban que el Evangelio era la revelación para las masas, pero ellos eran los verdaderos iniciados. Y esto, los cristianos, que en esa época estaban desarrollando todo su aparato de autoridad terrenal (la Iglesia Católica, típicamente), no lo aceptaron. Tampoco ayudó que los gnósticos miraran a Cristo más o menos al mismo nivel de Mitra, Dionisos y otros cultos mistéricos de origen oriental.
Esto ayudó poderosamente a sellar la suerte del Gnosticismo. Cuando cayó el Imperio Romano, el Cristianismo fue la religión triunfante, y el Gnosticismo fue condenado como herético, perseguido, reprimido, y al final extirpado en su versión clásica. Además, al caer el Imperio Romano, la aristocracia pereció con éste, dando paso a un campesinado controlado por un puñado de señores de la guerra bárbaros y de obispos cristianos, y por ende, la principal clientela de los místicos gnósticos desapareció. Por otra parte, el Gnosticismo no tenía un cuerpo doctrinal claro, porque aparte de los puntos básicos (dualismo materia-espíritu y teoría de la emanación), los propios gnósticos discutían sobre quiénes eran los dioses creadores, cuál era el principio supremo, quiénes tenían derecho a ser considerados como grandes maestros y reveladores de la verdad suprema, etcétera.
Aún así, el atractivo aristocratizante del Gnosticismo hizo que sus ideas permanecieran en el tiempo, como una secta dedicada a convencer a la gente de élite que son moral e intelectualmente superiores a las masas iletradas. Las ideas del Gnosticismo permanecieron en el Maniqueísmo, una religión fundada por un predicador persa llamado Mani en el siglo III dC, y que mezclaba Cristianismo con Zoroastrismo. Desde allí pasaron a diversas sectas heréticas en el Imperio Bizantino, como los paulicianos y los bogomilos. Estos influyeron a su vez en el movimiento medieval occidental de los cátaros y los albigenses, quienes no por casualidad se llamaban a sí mismos los "perfectos". Y a su vez, las ideas de los cátaros inundaron toda la tradición esotérica posterior de Europa, siendo recogidas ampliamente por la Masonería, en el siglo XVIII. Incluso hoy en día, películas como "Mátrix" o "El Código Da Vinci" toman conceptos gnósticos como base ideológica alternativa a los postulados cristianos. En ese sentido, aunque el Gnosticismo clásico grecorromano esté bien sepultado, sus sucesores y epígonos siguen aún entre nosotros, y no parecen tener, de momento al menos, fecha de obsolecencia programada.

22 octubre 2006

M. NIGHT SHYAMALAN: METAFÍSICA CINEMATOGRÁFICA PARA EL SIGLO XXI.

Frente a la enorme cantidad de protestas en contra del cine basura que se produce hoy por hoy, lo cierto es que aún existen cineastas interesados en ofrecer material para pensar y reflexionar. Uno de los que ha ahondado mayormente dentro de las cuestiones metafísicas en el cine de raigambre más comercial, es M. Night Shyamalan. El Ojo de la Eternidad hace un repaso por la evolución cinematográfica del director de "Sexto sentido" y "La dama en el agua", para ahondar en las claves filosóficas y religiosas de sus películas.


[IMAGEN SUPERIOR: Haley Joel Osment en el filme "El sexto sentido", aquel que hizo popular la frase "I can see dead people"].

NOTA: Ya que este posteo comenta películas con cierta dosis de suspenso, revelando detalles del argumento, si usted no ha visto estas películas y está deseando verlas, es recomendable que pase de este artículo.

EL CAMBIO DE SIGLO GOLPEA AL CINE.
Como medio de expresión artística por excelencia del siglo XX, el cine ha experimentado mutaciones inconcebibles desde sus inicios. Muchas películas que en su tiempo eran cánones de ortodoxia y respeto por los valores establecidos, hoy en día pecan de ser políticamente incorrectas. Así, por mencionar un ejemplo trivial, antiguamente era frecuente que el héroe de la película fumara, mientras que hoy en día el cigarrillo es casi invisible en el cine, o por lo menos, en el cine más comercial.
Lo mismo ocurre con el tema de la religión. Controvertido como pocos, no es raro que cuando surgen cineastas interesados en hincarle el diente, las altas cúpulas jerárquicas de las grandes religiones se crispen y observen todo con una ansiedad mal disimulada, y en ocasiones se lancen directamente al ataque de cineastas y películas. No es un secreto que las dos religiones más influyentes sobre el cine son el Cristianismo, que a través del adoctrinamiento de sus fieles en Estados Unidos imponen ciertas pautas sobre cómo tratar temas religiosos, y el Judaísmo, religión a la que adscribe una enorme legión de productores, directores y actores de Hollywood.
Luego de la hedonista e individualista década de 1990, parecía que el cine religioso estaba in extremis. Era más rentable realizar gigantescos blockbusters de acción o comedias románticas ligeras, que películas con sesudas reflexiones existenciales. Sin embargo, con la vuelta del siglo, todo eso cambió. El recrudecimiento de la religiosidad en el mundo, cuyos principales ejemplos son George W. Bush, Osama Bin Laden y Benedicto XVI, ha llevado al cine nuevamente a plantearse tales cosas. Algo de oportunismo comercial hay en eso: después de todo, son las masas que pagarán la entrada, quienes tienen interés en estas cosas. De ahí el éxito de filmes como, por ejemplo "El Código Da Vinci".
Y entre los cineastas que se han dedicado a explorar el modo en que se vive la metafísica y la reflexión sobre la existencia, en las puertas del siglo XXI, está M. Night Shyamalan.

LAS PELÍCULAS DE SHYAMALAN.
Manoj Night Shyamalan nació en Bombay, India, en 1970. Había dirigido ya un par de películas, cuando reventó en la boletería internacional con el inesperado éxito de "El sexto sentido". En su tiempo, este filme formó parte del boom de películas de misterio y terror que se aprovecharon del milenarismo y el cambio de siglo para poner una vez más en el tapete las cuestiones religiosas. Pero "El sexto sentido" tenía un carácter mucho más profundo que subproductos como "Estigma" o "El día final", lo que tiene que ver con la fina mirada de Shyamalan sobre sus tópicos, algo que se ha vuelto marca de fábrica al respecto.
Trata "El sexto sentido" ["The sixth sense"] de la relación que establece un psiquiatra con un niño que parece vivir en un constante estado de terror. A medida que la relación entre ambos crece y el niño pasa a confiar en el psiquiatra, el primero revela su secreto al segundo: es capaz de ver y comunicarse con los muertos. El psiquiatra guía al niño para que éste aprenda a usar su don y deje de temerle a los muertos, y a medida que el niño gana confianza, el psiquiatra descubre entonces una terrible verdad: él mismo es en realidad uno de los muertos que el niño es capaz de ver, y entiende abruptamente por qué le costó tanto convencer al niño de sus buenas intenciones.
Salvando que la sorpresa final fue predicha por varios espectadores, y que el guión en definitiva pecaba de tramposo, lo cierto es que la reflexión de fondo no tiene nada de liviana. En la superficie es un filme de fantasmas, casi trivial, pero el tema de fondo es en definitiva otro bien distinto: la incapacidad de las personas de nuestro tiempo para encajar en un sistema coherente de creencias, producto del desconocimiento de hacia donde van las cosas, en un mundo cada vez más turbulento y cambiante. El niño tiene un don, y lejos de saber usarlo, el don pareciera querer dominarlo, mientras que el psiquiatra, que en apariencia está en control de la situación, es en realidad quien menos sabe sobre la misma. "El sexto sentido" retrata, en clave de historia de fantasmas, un mundo en el cual todas las certezas se han derrumbado, y en donde no quedan autoridades morales que sean capaces de saber cómo funciona al mundo, y en consecuencia, de guiar a otros.
El siguiente filme, "El protegido" ["Unbreakable"], es una vuelta de tuerca sobre el mito del superhéroe y sus claves. Aunque tiene menos enjundia que "El sexto sentido", su guión sigue siendo tramposo (y más predecible) y en muchos aspectos es en realidad una frikada, hay bastante tela que cortar aquí. La historia trata sobre un guardia de seguridad, un hombre común y corriente, que al sobrevivir a un accidente de tren, descubre que es alguien superior a la Humanidad, un superhéroe. Aparece entonces un misterioso estudioso de las historietas que va guiándole hacia su verdadero papel en el mundo. Pero queda una última sorpresa que descubrir: el descarrilamiento del tren que hizo surgir al héroe no fue un accidente, sino un complot preparado por el propio guía del héroe, para descubrir la existencia del mismo en el mundo.
Aquí se dan cita muchos tópicos de la historia de superhéroes, incluyendo el conflicto entre el hombre superior, pero ignorante, y el hombre inferior, pero sapiente. Entre ambos se produce una relación dialéctica: ambos son enemigos y son lo opuesto, y al mismo tiempo no pueden prescindir el uno del otro. Se necesitan mutuamente. En esta película el mal crea directamente el bien haciendo el mal en pos de un bien superior. Y el bien se muestra incapaz de derrotar al mal. En cierto sentido, grafica bien la idea de que los héroes en realidad no existen: somos nosotros, los mortales imperfectos, quienes en nuestra necesidad de creer, divinizamos a las personas que no deberíamos, para que nos salven de nosotros mismos.
La siguiente película que Shyamalan nos regaló, es la más religiosa de todas. "Señales" ["Signs"] es la historia de un reverendo que, aislado en su granja, descubre unas misteriosas señas en el campo. ¿Es acaso una broma, es que algo pasa? Allá afuera, mientras tanto, se desata una invasión extraterrestre en masa contra la Humanidad. El reverendo está solo, literalmente solo, porque Dios se ha portado mal con él. Pero al final, descubrirá que todo es en realidad parte de un plan mayor, que todo se concatena para obtener el mejor resultado posible.
Más allá de lo discutible de la moraleja, esta película cumple bien con el apartado intelectual. El título puede referirse a las señales que aparecen en el campo, pero también se refieren a las señales que Dios, o esa inteligencia suprema, envía a los seres humanos para que éstos obren de acuerdo al plan divino. Una vez más, el hacer una película de género (de invasores extraterrestres, en este caso) es un pretexto para mostrar algo bien diferente. Lo que importa a Shyamalan no es graficar la destrucción causada por los alienígenas o el valor de los humanos al ponerle coto a los bichos del espacio exterior, sino las dudas y vacilaciones de un personaje puesto en una situación límite, y que por ende se cuestiona, y de manera muy legítima, si Dios se ha portado bien con él, o acaso si existe un Dios allá arriba.
En la siguiente película, "La aldea" ["The Village"], los aspectos religiosos y metafísicos aparecen más difuminados. Se trata de una comunidad que vive aislada del mundo, y que debe contender con los monstruos del bosque que rodea al pueblo. Sin embargo, cuando por fuerza uno de los protagonistas debe salir al exterior, descubre la horrible verdad: el tranquilo pueblo decimonónico es en realidad una prisión en donde sus fundadores se han aislado deliberadamente del mundo moderno, y han condenado a su descendencia a permanecer en un estilo de vida apartado del mundo. La comunidad de "La aldea" es una metáfora de muchas cosas: del peso irracional de la tradición, de como las mentiras de los políticos y los poderosos terminan por enajenar a las personas de su propia realidad, y del papel de la superstición y el miedo irracional a lo desconocido como mecanismo de control político. No es exactamente una película sobre religión, pero algunas de sus conclusiones son muy aplicables a lo que está ocurriendo en el mundo exterior, en donde, en una gran aldea global, hombres como George W. Bush y Benedicto XVI mienten todo el tiempo en nombre de Dios y la religión, para conservar y acrecentar su propio poder.
Y llegamos finalmente a la película más reciente de Shyamalan, "La dama en el agua" ["Lady in the water"]. Aquí, Shyamalan se aparta definitivamente de su receta clásica de filme de suspenso con final sorpresivo, para ahondar en la mecánica de los cuentos de hadas. "La dama en el agua" es un cuento de hadas perfectamente ortodoxo, y con una enorme carga numinosa, de miedo ancestral a una naturaleza que puede ser tanto amigable como terrorífica, sólo que ambientado en un lugar tan canónico de nuestro tiempo como es un edificio de departamentos. Otra vez el elemento religioso aparece muy difuminado, pero revienta por las costuras, en el tratamiento de las criaturas fantásticas que aparecen, y que libran una batalla de cuyo destino depende nada menos que la redención completa de la Humanidad.

UN CINEASTA PARA COMIENZOS DEL SIGLO XXI.
Las preocupaciones y temas recurrentes de Shyamalan son muy propias de inicios del siglo XXI, y por ende, es uno de los cineastas que mejor retratan nuestro momento presente. Una de las razones por las que Shyamalan es un cineasta muy resistido, es que pertenece al selecto grupo de directores que, como antaño Andrei Tarkovski o David Lynch, toman los géneros fílmicos como un pretexto para mostrar preocupaciones bien diferentes, haciendo uso de las convenciones del género de una manera desusada, precisamente para romper los códigos habituales y crear una sensación de incertidumbre que permita verter de mejor manera el mensaje. Lo desasosegante de Shyamalan es que éste no ofrece respuestas, sino que se limita a contar una historia, y es el propio espectador el que debe rellenar los vacíos metafísicos que van quedando.
En ese sentido, Shyamalan es un cineasta de esta época. "El sexto sentido" estaba a caballo del giro emprendido por la Humanidad a comienzos del siglo XXI, que llevó al crecimiento de la religiosidad mundial, y en ese sentido presenta aún elementos propios del siglo XX, incluyendo la inclusión del "hombre alienado" que era tan caro a la izquierda intelectual del XX. "El protegido" aborda el cine de superhéroes, justamente en un tiempo en que éste estaba poniéndose una vez más de moda, lo hacía por la necesidad que experimentó el mundo occidental de salvadores mesiánicos, y lo hace desde una óptica enormemente crítica y corrosiva, razón quizás por la que no siempre es clasificado dentro de un género en el que por lo general el bien y el mal están perfectamente claros. "Señales" toma el tema de la invasión alienígena desde un ángulo deliberadamente lejano, y pone bien a prueba el viejo mito del Plan Divino para la Humanidad. "La aldea" llegó al cine justo en la época en que comenzaban a descubrirse las barbaridades de George W. Bush y su gente, quienes en nombre de su propia fe personal emprendieron una cruzada religiosa enmascarada de guerra contra el terrorismo en el Medio Oriente. Y "La dama en el agua" aborda el cuento de hadas, justo cuando éste ha experimentado un nuevo repunte con filmes como "El Señor de los Anillos", "La revancha del Sith" o "Superman regresa". En ese sentido, Shyamalan es uno de los testigos privilegiados de nuestro tiempo, y la posteridad haría bien en dedicarle un buen espacio al análisis de sus películas, para entender los tiempos que actualmente estamos viviendo.

15 octubre 2006

CONSTITUCIONALISMO Y RELIGIÓN.

La piedra de toque de cualquier sistema político democrático actual, es el Constitucionalismo, entendido como el apego del Gobierno y la sociedad civil a un conjunto de normas fundamentales que salvaguardan los derechos de las personas, y garantizan la participación ciudadana de la mayor parte de éstas. Pero el principio constitucional es resistido por varias grandes religiones, y esto no es casual. El Ojo de la Eternidad explica un poco la compleja relación entre la religión y los valores constitucionales de las democracias occidentales.


[IMAGEN SUPERIOR: George Washington preside la firma de la Constitución de los Estados Unidos de 1787. Esta fue la primera Constitución moderna escrita, es modelo de todas las siguientes, y está inspirada en la más rancia tradición liberal].

LA RELIGIÓN Y LOS GOBIERNOS.
Desde siempre, la relación entre la religión y el poder establecido ha sido bastante compleja. Puede decirse que, en general, ésta principió en los más lejanos tiempos históricos. Es sabido que los primeros gobernantes propiamente tales fueron los templos y sus sacerdotes. Ellos fueron los primeros que amasaron grandes fortunas, por vía de la acumulación de ofrendas de los fieles. La escritura fue un invento de los templos, diseñados primeramente para llevar la contabilidad de los mismos, sin ir demasiado lejos. Andando el tiempo surgió la burocracia gubernamental y las fuerzas armadas, pero éstas nunca han conseguido zafarse del todo de la influencia de los sacerdotes, quienes por medio del terror a lo divino, y por lo tanto gracias a su ascendiente sobre las masas incultas, han persistido como mecanismo de legitimación del poder establecido. La ecuación "sacerdotes más militares" se ha transformado así en el más productivo y longevo sistema político, y se ha traducido en los más variados despotismos históricos. De tarde en tarde, como mecanismo de rebelión, surgen religiones heréticas o contrarias al sistema, pero si ellas llegan a triunfar, pasan a ser ellas mismas opresoras, de la misma manera en que las religiones anteriores lo eran. El ejemplo más claro es el Cristianismo, que suplantó al Paganismo en el Imperio Romano, pero hay otros: el Islam suplantando a los antiguos cultos preislámicos politeístas, el Zoroastrismo imponiéndose en el Imperio Persa, la Iglesia Católica reemplazando al culto de los dioses precolombinos en México y Perú, el Budismo reemplazando al primitivo paganismo japonés, etcétera.
En ese sentido, la idea o noción de democracia, que germinó en Occidente a partir del siglo XVIII, encontró como enemigo lógico y natural, a la vieja aristocracia, y también a la religión establecida. La democracia defendida por el Tercer Estado (el pueblo llano), era atacada por los otros dos Estados, la nobleza y el clero, como invento del demonio. Y la Iglesia Católica nunca se ha resignado a perder el poder que durante el Absolutismo, y en los quince siglos anteriores, ha manifestado tan abiertamente. Se opuso así a los matrimonios civiles, a los registros civiles, a los cementerios laicos, al divorcio, al desarrollo científico, y modernamente sigue haciéndole la guerra a la investigación con células madres, a la revisión de sus estatutos tributarios privilegiados, a la educación sexual, etcétera. Y nunca jamás ha casado demasiado bien con la doctrina de los derechos humanos.

CONSTITUCIONALISMO Y DERECHOS HUMANOS.
El pensamiento democrático de la Ilustración parte de la noción de dignidad humana. La idea básica es que el ser humano tiene derechos naturales, y estos derechos son inalienables e imprescriptibles, debido a que emanan de la naturaleza misma del ser humano. Dicho de manera un tanto caricaturesca, el ser humano tendría derecho a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad, de la misma manera en que tiene un bazo, un riñón o un apéndice. La consecuencia es que todos los seres humanos son iguales entre sí, y que sus derechos deben ser defendidos a toda costa.
La manera de hacerlo, en el siglo XVIII (e incluso hoy) era clara. Frente a los derechos de las personas estaban los privilegios de los poderosos, que al ser usados de manera abusiva, atentaban contra los derechos mismos de las personas, y por lo tanto, eran innaturales, y debían ser combatidos como tales. Por tanto, para suprimir esos privilegios, era necesario que todas las personas quedaran sometidas al imperio de la ley, de una sola ley válida y vigente para todos. Y para asegurarse de que los poderes públicos no hicieran leyes que sólo convinieran a ellos, les fijaron un límite: las Constituciones. En la Constitución, estarían especificadas las reglas más básicas del juego político. Y como parte de esas reglas básicas, estaría el catálogo de derechos fundamentales que las personas deberían respetar.
Por supuesto que esto incidió fuertemente en la manera de entender el funcionamiento de la religión en la sociedad. El derecho más básico al respecto es la libertad de religión, de creencias y de culto. Este es el derecho de las personas a creer en una religión o en otra, a elegir cambiar de religión, a descreer de todas las religiones en general (relacionándose directamente con Dios, negándolo, o haciendo profesión de agnosticismo), y a manifestarlas mediante determinados rituales. La evolución de este derecho ha sido, cuando menos, curiosa. Nació como una reacción contra el monopolio que la Iglesia Católica detentaba en materias religiosas, pero a medida que la Iglesia Católica ha ido perdiendo cuotas de poder, no pocas veces son los propios católicos los que han invocado este derecho, para defender sus propias creencias. En Chile tenemos algunos ejemplos desafortunados, y el último (hasta ahora) es el de la píldora del día después.
Pero no es el único derecho importante, en materia religiosa. Aparte de derechos con cierto tinte religioso, como el derecho a la vida y la igualdad ante la ley, es importante la libertad de expresión. Una de las más importantes instituciones represoras de la Iglesia Católica fue la censura eclesiástica, e incluso llegó a elaborar un catálogo de libros prohibidos, el célebre Index. La prohibición, o al menos la limitación de la censura, permitió la libre difusión de textos que criticaban y atacaban a la religión establecida. Sin esta libertad, usted no podría estar leyendo El Ojo de la Eternidad, y en su reemplazo tendría un blog apologético sobre la Iglesia Católica (o sobre la religión que fuera predominante).
Otro derecho conflictivo con la religión es la libertad de enseñanza. Desde siempre las religiones han intentado restringir la educación, para que los jóvenes no se expongan a ideas potencialmente destructoras de la religión. Lo irónico es que esta libertad, en principio usada para evitar la intromisión de los cristianos en la enseñanza de las personas, ha sido usada para justamente el propósito inverso, y así en la actualidad en Estados Unidos los educadores públicos deben enseñar la historia de la Tierra según el punto de vista darwinista, y también según el punto de vista creacionista, sin importar que el Creacionismo, o su sucesor el Diseño Inteligente, no tienen en realidad nada de verdad científica, y no pasan de ser dogmas espúreos sin el menor fundamento racional.
Después de lo anterior, cabe hacerse una pregunta interesante: ¿es coincidencia que el constitucionalismo y la religión no se lleven, o hay algo dentro del constitucionalismo que las religiones establecidas deben resistir con todas sus fuerzas, si no quieren desdibujarse?

LAS RELIGIONES CONTRA LAS CONSTITUCIONES.
A pesar de experimentos como la Constitución Soviética de 1937 y otras constituciones que regulan Estados totalitarios o fundamentalistas, lo cierto es que el constitucionalismo más genuino es aquel de las naciones democráticas. En efecto, una Constitución que no protege las libertades de las personas y no garantiza un régimen democrático, puede ser una constitución desde el punto de vista formal, pero en realidad es superflua, porque no cumple con su función más característica: servir como límite de los poderes públicos.
En ese sentido, si el poder público es detentado por una religión, la Constitución pasa a ser un estorbo, o al menos, las ideas liberales que ella debería contener. De ahí que la Iglesia Católica trate por todos los medios de injertar normas especiales a su favor dentro de todas las constituciones, y que muchas de ellas tengan engendros extraños, tales como exenciones y franquicias tributarias a favor de los credos religiosos que se atengan a la ley. Estas normas no son democráticas, por supuesto, ya que atentan contra los derechos de los agnósticos y los ateos (¿por qué alguien que no cree en Dios debería subvencionar, pagando los impuestos que la iglesia constituida esquiva vía exención tributaria, a una institución que predica exactamente lo contrario, que Dios existe y es de tal o cual manera?).
Quizás el caso más grosero de abuso del constitucionalismo, lo sea el Código de Derecho Canónico, que sirve de constitución suprema para el Estado del Vaticano. Y esto no es una casualidad.
La Iglesia Católica no es, por supuesto, la única que tiene una relación tirante con las constituciones. Otro ejemplo paradigmático son los Estados musulmanes. En varios de ellos se ha elevado a rango legal la mismísima Shariah, el cuerpo de comentarios que se ha ido acumulando en torno al Corán, el libro sagrado musulmán. La idea de democracia es, en general para los musulmanes, algo intrínsecamente extraño, y no es raro que los musulmanes más fanáticos resistan con uñas y dientes las ideas de cuño occidental sobre democracia o derechos humanos. En Japón, la religión tradicional del Shintoísmo, más o menos desprestigiada desde la Segunda Guerra Mundial, por estar asociado al imperialismo japonés, ha tenido sus problemas con la Constitución de 1947, que es de carácter occidentalizante. Uno de estos nacionalistas recalcitrantes que se han llevado mal con el sistema político de corte occidental, fue Yukio Mishima, quien en 1970 se hizo el harakiri en protesta por lo que consideraba un deshonroso y vergonzoso sometimiento de Japón a Occidente.
El problema es que dentro de una democracia, debería en principio permitirse todas las opiniones. Pero esto lleva al problema de determinar qué hacer con las opiniones que se pronuncian contra esa democracia, y que de buena gana la suprimirían si llegaran al poder: este es el problema de la tolerancia de los intolerantes. Y las religiones en general, al proponer visiones totalizantes de la existencia humana, generalmente no son entusiastas de transar sus propios valores y principios, y por tanto, tienden a ser más bien reluctantes respecto a la democracia. De hecho, una de las principales acusaciones que las religiones, y la Iglesia Católica la primera, suelen hacer contra el liberalismo, es exhibir un carácter totalitario, en donde los valores liberales deberían imponerse sin contrapeso posible. Y, bien mirada, esta crítica no es en realidad tan injusta como podría parecer. Existe al menos un caso bien conocido de lo que podríamos llamar "Liberalismo en el nombre de Dios", y ése es la Doctrina del Destino Manifiesto, que rige a los Estados Unidos.

LA GENEALOGÍA DE LOS DERECHOS HUMANOS.
Una de las grandes ironías de la historia, es que el constitucionalismo y los derechos humanos resultan ser una doctrina tan totalitaria como las religiones a las que supuestamente pretende combatir. El principio básico, el de que todos los seres humanos son iguales en dignidad y derechos, es en realidad un dogma propio del deber ser, disfrazado de postulado ontológico. Dicho en sencillo: detrás del concepto de "naturaleza humana" y "derechos naturales", se esconde en realidad la vieja Regla de Oro: haz a los demás lo que quieres que los demás te hagan a ti. Y esto no tiene nada que ver con la naturaleza de nada, sino con una opción ética o moral, que dice más o menos del siguiente modo: es saludable tratar bien a los demás, para que los demás te traten bien.
¿No huele esto un poco a Cristianismo? En cierta medida, así es. Considerando que el liberalismo y el constitucionalismo nacieron en buena medida como una reacción contra el Cristianismo, es una de las grandes ironías de la Historia que su contenido ético sea, en gran medida, cristiano. El Cristianismo había planteado desde mucho antes que los seres humanos son todos iguales entre sí: la diferencia está en el fundamento, puesto que el liberalismo habla de la "naturaleza humana", mientras que el Cristianismo lo atribuye al hecho de que todos los seres humanos son hijos de Dios. A la vez, el catálogo de derechos humanos clásicos liberales es más o menos el mismo que el catálogo de derechos que la Iglesia Católica reconocía, incluso el derecho a la vida, a la seguridad individual, etcétera. Tales derechos (aunque la Iglesia no los llame de tal manera) informaron instituciones medievales como la Paz de Dios o la Tregua de Dios, creadas para morigerar el estado permanente de guerra que existía durante el Feudalismo. También estos problemas estuvieron en la base de clásicos debates sobre la condición humana, como por ejemplo las Polémicas de Indias, libradas en el siglo XVI, y en las cuales la Iglesia Católica se preguntó si los indígenas americanos eran seres humanos y tenían los mismos derechos que los europeos (y se decantaron por la afirmativa, aunque tratándolos como "relativamente incapaces").
La deuda del liberalismo y el constitucionalismo clásicos con respecto al Cristianismo, es tanto más visible si se comparan otros movimientos que también, en cierta medida, son reacciones contra esta religión. Un siglo después de la Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa, Friedrich Nietzsche criticaba abiertamente la moral cristiana, calificándola de "moral de los débiles", e impuso nuevas visiones morales que inspiraron abiertamente al Nazismo y al Tercer Reich, ideología ésta que negaba absolutamente el dogma fundamental del constitucionalismo, cual es la igualdad entre todas las personas. En ese sentido, pese a ser una reacción contra el Cristianismo, el liberalismo clásico que encontró su vertiente política en el constitucionalismo, le debe más a esta religión de lo que buenamente quisieran admitir. En ese sentido, no es exagerado afirmar que la Teoría de los Derechos Humanos es, en cierta medida, una ética cristiana en versión laica.