03 septiembre 2006

LA BELLA ILUSIÓN DEL REALISMO PLATÓNICO.

La semana pasada posteábamos algo sobre el dios griego Plutón y su infierno, a propósito del revuelo levantado por la "defenestración" que los astrónomos han hecho con el hasta hace menos de un mes era el "noveno planeta". No mucha gente entendió la noticia, y no pocos han discutido acaloradamente sobre si Plutón es o no un planeta, y qué consecuencias trae eso... Un resabio del fenómeno conocido como "realismo platónico", y que es una de las más persistentes ilusiones del pensamiento filosófico. El Ojo de la Eternidad hace un par de explicaciones sobre esta primitiva filosofía que se niega a morir.


[IMAGEN SUPERIOR: Platón, filósofo griego que vivió entre aprox. 415 a.C., y 347 a.C. El pensamiento platónico es una de las primeras formulaciones completas de lo que después será conocido como el "realismo platónico" por antonomasia].

LAS COSAS Y SU NOMBRE.
Una de las más viejas preguntas filosóficas versa sobre el nombre de las cosas. Puede enunciarse así: "las cosas, ¿son lo que su nombre dicen que son, o son independientes de sus nombres?". O puede enunciarse de otra manera: "¿hay alguna clase de relación íntima entre las cosas y su nombre, o los nombres son simples etiquetas que ponemos a los objetos del mundo?". La respuesta puede parecer bastante obvia: podemos llamar a las cosas de distintas maneras, y eso no cambiará a las cosas en sí mismas. Como se afirma a veces, una rosa podría llamarse de otra manera, y aún así seguiría oliendo como una rosa. Y sin embargo...
Uno de los más arduos debates en la historia filosófica es el que han emprendido dos tiendas intelectuales separadas, en torno al problema de los conceptos. Volvamos a la pregunta de si los nombres y conceptos son "simples etiquetas" o si son las cosas en sí mismas. En una primera aproximación, digamos que la primera veta de pensamiento suele conocerse como "nominalismo", y la segunda, como "realismo", y con un sello un poco más crítico y, por qué no decirlo, algo irónico, como "realismo platónico", porque Platón es el expositor más acabado de esta corriente de pensamiento.
El que Platón haya sido el primero en plantear las tesis del realismo platónico, no lo convierte en su más antiguo exponente, pero vale la pena echarle un vistazo a sus teorías para explicar esto. Según Platón, nuestro mundo material era en realidad el reflejo de un mundo superior, que llamaba el Mundo de las Ideas. En él habitaban las Ideas, que eran las versiones perfectas de las cosas imperfectas de nuestro mundo. Por ejemplo la silla en que usted está presumiblemente sentado, es una silla particular que "captura" o "aprehende" de manera imperfecta los atributos de una Idea perfecta, que no existe en nuestro mundo material, que refleja a la "silla perfecta": ésa es la "Idea de silla". La consecuencia lógica es que los conceptos no son simples etiquetas, sino que además, reflejan una característica del objeto mismo: así, el nombre lógico de una silla es "silla", porque eso responde a la relación que existe entre la silla particular, y la "Silla Ideal" que está en el Mundo de las Ideas.
Muchos han criticado las ideas de Platón, calificándolas de delirios místicos. Platón no parece haber creído en los dioses, pero sus Ideas tienen muchos rasgos y atributos que usualmente se le otorgan a la Divinidad, incluyendo la noción de "perfección". Lo irónico es que entre las religiones, las ideas de "realismo platónico" campean a sus anchas.

LA CREACIÓN A TRAVÉS DE LA PALABRA.
Una fuente fértil de realismo platónico son las grandes religiones. Como hemos repetido hasta decir basta en este blog, la primera religión fue aquella de la Gran Diosa Madre, por una razón bien lógica: sólo una diosa mujer podría crear un universo, "parirlo", por decirlo de alguna manera. Un dios varón no puede engendrar. Esto, los sacerdotes de las religiones patriarcales subsiguientes lo suplieron por un mecanismo de creación divino puramente intelectual: a través de la palabra.
El relato del Génesis es un estupendo ejemplo de esto. Dios dice: "hágase la luz", y al decir estas palabras, la luz es creada. Más adelante en la Biblia, Dios oculta permanentemente su propio nombre. Cuando ocurre el incidente de la zarza ardiente en el Exodo, y Moisés le pregunta a Dios su nombre, él le responde evasivamente "Yo soy el que soy". Andando el tiempo, los cabalistas judíos hicieron industria de las matemáticas de las permutaciones con los textos de la Torah (el Antiguo Testamento), para descifrar el nombre secreto de Dios. Este deporte no ha cedido, y hasta el día de hoy hay esfuerzos por descifrar el "código secreto de la Biblia", incluso con afanes de vender libros entre las gentes desprevenidas. De aquí beben leyendas como la del golem, que narra como un cabalista judío usa el nombre secreto de Dios para dar vida a una criatura de barro.
La idea subyacente es realismo platónico puro: quien conozca el nombre verdadero de Dios, podrá utilizar los atributos del mismísimo Dios. Esta idea velada en la tradición judía, aparece crudamente en la Mitología Egipcia. En ella, la diosa Isis le tiende una trampa al dios solar Ra, haciendo que le muerda una serpiente. La única manera de librar a Ra de la muerte, según Isis, es que Ra le comunique a ésta su propio nombre secreto, para que Isis lo use en una hechicería que salvará la vida de Ra. Puesto entre la espada y la pared, Ra revela su nombre secreto, e Isis le salva la vida, pero a partir de entonces, Ra vivirá sometido a una especie de semiesclavitud respecto a Isis, porque ella posee su nombre secreto.
Una consecuencia de este dogma, es la noción de "lengua sagrada", en la que Dios transmite su revelación. La Iglesia Católica consideró que la Biblia oficial era aquella en latíon, los musulmanes aún hoy sostienen que el Corán sólo puede expresarse válidamente en árabe, y para la Antigua India, el sánscrito pasó a ser el idioma religioso por excelencia. Y es que traducir un texto sagrado de un idioma a otro, significa hacer perder las palabras su significación mágica o mística. Y esto es, también, puro realismo platónico.

LA QUERELLA DE LOS UNIVERSALES.
El Cristianismo bebió profusamente de las teorías platónicas, porque encajaban a las mil maravillas con sus propias ideas. Así, el Verbo de Dios ("hágase la luz") fue más o menos identificado con las Ideas de Platón, por San Agustín en su libro "La ciudad de Dios" (terminado hacia el año 426). De este modo, según la temprana Teología medieval, los nombres y las palabras son más que meras etiquetas: son la herramienta que Dios utiliza para crear el universo, y además establecen una especie de estructura del universo. La clave está en que Dios ha definido no sólo lo que es una silla o una mesa, sino ideas más etéreas como "bien" o "justicia". De ahí arranca una noción muy cara a la Teología cristiana, cual es la de "derecho natural". Todavía hoy, cuando Benedicto XVI pontifica contra los homosexuales o la anticoncepción en nombre de un derecho natural y de una noción suprema de bien, hay resabios de realismo platónico.
Sin embargo, durante la Edad Media, hubo teólogos que se preguntaron si todo esto era realmente así. ¿Y si los nombres son, en verdad, puras etiquetas y nada más? Los teólogos católicos más conservadores pusieron el grito en el cielo, porque esto significaba implícitamente cuestionar las bases mismas del poder social de la Iglesia Católica. En efecto, parte del poder de la Iglesia estribaba en que, basándose en conocer el significado exacto de las palabras de Dios, podía ordenar hacer o no hacer cosas. No es raro que un ultraconservador como el predicador Bernardo de Claraval, haya atacado tan duramente a un realita moderado como Pedro Abelardo, en una dura contienda filosófica en el siglo XII, y que ésta haya sido seguida por acusaciones de herejía en contra de Abelardo, ya que sus ideas no sólo eran un ejercicio intelectual, sino que implícitamente cuestionaban las bases de poder de la Iglesia.

¿Y TODO ESTO PARA QUÉ?
En un somero análisis, el realismo platónico se revela como una idiotez. En principio, las palabras son simples herramientas de comunicación: las personas ponemos nombres a las cosas para poder comunicar ideas sobre ellas. Así, llamamos "grande" a algo de un tamaño imponente, y "silla" a un adminículo de madera con patas que sirve para sentarse, para poder comunicarle a otro nuestra impresión de que "estás sentado en una silla grande". Pero si convenimos que a las cosas de tamaño imponente las llamaremos "tirrufini", y a los adminículos de madera con patas que sirven para sentarse los llamaremos "blikena", entonces podemos decir que "estás sentado en una blikena tirrufini" para decir exactamente lo mismo, sin que hayan consecuencias visibles. De hecho, esta es la base de la posibilidad de traducir frases de un idioma a otro. Así, "estás sentado en una silla grande" puede pasar al inglés como "you are sitting in a big chair", y su sentido no se pierde.
¿Por qué entonces sostener algo tan improbable como decir que las palabras están indisolublemente pegadas a las cosas, y que desnaturalizamos las cosas si las llamamos de manera diferente? La respuesta simple es: por poder. Si aceptamos las tesis del realismo platónico, entonces quien tenga la facultad de definir una palabra con un significado exacto e irrebatible, tiene un enorme poder social entre las manos. De ahí el empeño de los funcionarios gubernamentales en crear una "neolengua" en donde palabras como "democracia" o "derechos humanos" no existan, en la novela "1984", de George Orwell. De ahí también que el realismo platónico campee a sus anchas entre filósofos y teólogos. La función, tanto de la Filosofía como de la Teología, es crear visiones totalizantes y fundamentalistas sobre todos los aspectos de la existencia, y un buen atajo para ello es definir las palabras de una manera perpetua e inamovible. Si se deja a la gente llamar a las cosas según su antojo, entonces puede que éstas opten por usar su libertad discrepando con el teólogo o el filósofo de rigor, y esto es un ataque directo contra su autoridad intelectual. Y también entre la intelectualidad existe la ambición de poder.
Esto explica también el misterio del enconado debate sobre si se define a Plutón o no como un planeta. Es obvio que Plutón seguirá orbitando alrededor del Sol durante millones de años, sea que se lo llame planeta o no. Por comodidad, los científicos de la Unión Astronómica Internacional decidieron crear una definición operativa de "planeta". Es simplemente definir una etiqueta, pero mucha gente vio esto coma la manera del realismo platónico, y pensó quizás que acaso querían suprimir a Plutón, o despojarlo de alguna característica esencial del mismo. Una muestra más de que el pensamiento realismo platónico está más difundido de lo que a primera vista se cree.

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