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12 noviembre 2006

DIOS Y LA CIENCIA.

¿Choca Dios contra la ciencia? ¿Hay lugar en el universo para que ambos puedan existir? El problema es bastante complicado, porque enfrenta las convicciones religiosas de las personas con los hechos del mundo exterior. El Ojo de la Eternidad aborda un espinoso problema que sacude a la sociedad occidental actual hasta sus mismísimos cimientos.


[IMAGEN SUPERIOR: La filosofía descubriendo la naturaleza y sus leyes. Grabado de François Peyrard, publicado en París el año 1803. Durante la oleada racionalista del siglo XVIII, los ilustrados combatieron a la religión, entre otras razones, por promover la superstición y la ignorancia, contraponiendo a ella el dominio de la llamada "filosofía natural"].

LA TENSA RELACIÓN ENTRE DIOS Y LA CIENCIA.
En general, las relaciones históricas entre la ciencia y la fe han sido malas. Cada nuevo avance científico ha sido, a lo menos, mirado con sospechas por las religiones. El Cristianismo exhibe varios ejemplos de castigos contra científicos, incluyendo a Hipatia, Rogerio Bacon, Giordano Bruno, Galileo Galilei, Andreas Vesalio, etcétera. Pero acusar al Cristianismo en exclusividad sería una injusticia. Los musulmanes también se llevan lo suyo, encabezando la lista el califa Omar, que al conquistar Egipto en el año 640, mandó quemar lo que quedaba de la Biblioteca de Alejandría, con el argumento de que si esos libros estaban en contra del Corán, eran perniciosos, y si estaban de acuerdo con él, eran superfluos. Un par de siglos después, cuando una escuela filosófica llamada de los mutazilíes intentó promover una lectura más racionalista del Corán, fueron recibidos con intensa hostilidad, e incluso esta disputa fue aprovechada por bandos políticos en pugna para desatar una violenta guerra civil en el Califato Abasida, y en su capital Bagdad (siglo IX).
Lo irónico del caso es que esto no siempre fue así. Es sabido y reconocido que los primeros científicos fueron los sacerdotes. Fueron ellos quienes desarrollaron la medicina, las matemáticas y la astronomía, incluyendo por supuesto la fijación de los primeros calendarios. Sin embargo, mirando con más detalle, la paradoja desaparece. Estos avances fueron permitidos y fomentados por los sacerdotes como una herramienta para mantener su poder sobre las masas. Saber de medicina era una manera segura de extorsionar a la gente a través de su salud. Las matemáticas fueron desarrolladas para actividades en principio bastante pedestres, como llevar la contabilidad de los templos (quienes, con las ofrendas que recibían, fueron históricamente los primeros bancos) y practicar la agrimensura (medición de la tierra y deslindes de propiedades). Fue cuando los avances científicos se secularizaron, y apareció el investigador laico, el momento en que la religión empezó a manifestar sus suspicacias. Pitágoras de Samos, por ejemplo, en la Italia del siglo VI aC, tenía una escuela de filosofía que entre su arsenal de secretos místicos, estaban varios avances matemáticos, incluyendo el conocimiento del Teorema de Pitágoras, el de los cinco poliedros perfectos (el tetraedro, el cubo, el octaedro, el dodecaedro y el icosaedro), y el carácter irracional del número que es la raíz cuadrada de 2. Uno de sus discípulos, un tal Hipaso, se le ocurrió revelar estos secretos a los no iniciados, y tiempo después falleció, ahogado en un naufragio, en condiciones un tanto sospechosas.

EL CRISTIANISMO FRENTE A LA NATURALEZA.
El Cristianismo es una religión anticientífica desde la vena. Esto se debe a que adopta una actitud dualista, de raigambre platónica, frente al mundo. Para el Cristianismo, el cuerpo es simplemente la cárcel del alma, y conocer cosas sobre el mundo es inoficioso, toda vez que importa más la vida eterna que la presente. Así, cualquier avance científico es problemático, ya que puede incitar a la tentación de dejarse llevar por una vida terrena más cómoda, en vez de prepararse para la siguiente. En esto hay, por supuesto, un móvil de poder: la Iglesia Católica no tiene nada que hacer en la vida terrenal, y sí mucho en la ultraterrena, por lo que le conviene que toda la atención de la gente esté enfocada en esa dirección.
El problema es que todas estas ideas están apoyadas por una serie de tradiciones que el tiempo se ha encargado de demostrar que no tienen asidero científico, o que al menos, no han sido demostradas. Nunca se ha conseguido evidencia, por ejemplo, en torno a los milagros de Jesús, ni tampoco hay prueba alguna de que éste haya resucitado alguna vez. El Dogma de la Transubstanciación, según la cual la hostia y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesús, se basaba en una ciencia aristotélica hace rato arrumbada por la moderna Teoría Atómica. El relato de la Creación según el Génesis ha sido incesantemente bombardeado por paleontólogos, geólogos y biológos, quienes han probado que el relato bíblico al respecto es substancialmente falso. El Darwinismo y la evidencia creciente sobre la evolución humana, a su vez, han hecho peligrar la noción de que el ser humano es especial porque a diferencia de los animales, tiene un alma, ya que cabe preguntarse en qué minuto, o con qué especie antecesora de la humana, apareció el alma. Por cierto, no hay evidencia fisiológica de que exista un alma inmortal, y por el contrario, lo que llamamos "conciencia" parece ser simplemente una serie de estados químicos a nivel de la mente, que ahora somos capaces de alterar con psicofármacos. Diversos episodios considerados sobrenaturales, como el oir voces de ángeles o del mismísimo Dios, hablar en lenguas, o las posesiones demoníacas, se explican en la actualidad por medio de fenómenos psíquicos bien conocidos y estudiados, tales como la histeria, las neurosis de conversión, o incluso las psicosis. En ese sentido, lejos de validar las creencias cristianas, la ciencia ha ido demoliendo progresivamente éstas.
No es raro entonces que la Iglesia Católica en particular, y el Cristianismo en general, haya reaccionado con tanto vigor contra la ciencia. En la Edad Media prohibió las disecciones, obligando a los estudiantes de medicina a estudiar por los manuales de Galeno, que, como probó Andreas Vesalio en el siglo XVI, estaban plagados de errores. El propio Vesalio fue condenado a muerte por la Inquisición, y salvó su vida en el último minuto gracias a que su poderoso protector, el rey Felipe II de España, le conmutó la pena por la peregrinación a Jerusalén (de todos modos, murió en el camino). En 1634 condenó al astrónomo Galileo Galilei a no defender la Teoría Heliocéntrica, y a arresto domiciliario de por vida, y este escarmiento fue tan ejemplarizador, que a partir de entonces todos los países bajo la férula de la Iglesia Católica se fueron quedando atrasados en lo científico, en beneficio de los países protestantes, en donde había mayor libertad intelectual y académica para investigar. En el siglo XIX, se opuso con vehemencia a la Teoría de la Evolución de las Especies, y sólo después de medio siglo aceptó que quizás el hombre sí estuviera emparentado con el mono. Pero en el campo protestante, las cosas no fueron mejor. En 1925, en el célebre "Juicio del Mono", un profesor fue condenado por violar una ley de Tennessee que prohibía la enseñanza de la Evolución. Incluso en la actualidad, grupos bíblicos han conseguido que en Kansas se enseñe el Diseño Inteligente (o sea, el Creacionismo) como alternativa al Darwinismo, a pesar del carácter ampliamente científico de las ideas darwinianas, y religioso del Diseño Inteligente. Es conocido también el dilema ético planteado por los Testigos de Jehová, quienes por sus convicciones religiosas basadas en una interpretación literalista a ultranza de la Biblia, prohiben las transfusiones de sangre entre sus propios fieles, incluso para salvarles la vida.
Y aún hoy, la Iglesia Católica y los grupos religiosos de Estados Unidos condenan la investigación científica con células madre, con argumentos pretendidamente éticos, que en última instancia son de carácter religioso.

LOS CIENTÍFICOS FRENTE AL PROBLEMA DE DIOS.
Se dice que en una ocasión, Napoleón Bonaparte le preguntó a Pierre-Simon Laplace, uno de los más connotados astrónomos de su tiempo, porque no hablaba de Dios en sus teorías, a lo que Laplace habría respondido: "Sire, jamás he necesitado de una hipótesis semejante". Más modernamente, Stephen Hawking ha mantenido posturas similares. Y lo cierto es que muchos científicos han prescindido por completo de Dios en sus investigaciones. Albert Einstein, sin ir demasiado lejos, era agnóstico (a pesar de provenir de una familia judía), y Charles Darwin podía ser calificado de cristiano más bien tibio. Carl Sagan lo expuso de manera bien cruda: si tienes un hijo enfermo puedes rezar o puedes darle una medicina, y quizás para salvarlo, lo mejor sería aplicar la ciencia.
Pero por otra parte, hay muchos científicos convencidos de que quizás Dios podría estar rondando allá afuera. Stephen Jay Gould escribió alguna vez que quizás haya espacio para la ciencia y la fe.
Y yendo más atrás, hubo científicos como Isaac Newton, quienes estaban convencidos en grado sumo de que al descifrar los misterios de la naturaleza, estaban en verdad penetrando en la mismísima mente del Creador del Universo.
Lo cierto es que los científicos han conseguido explicar muchos misterios de la naturaleza, pero aún quedan muchos otros por resolver. Y lo que no se sabe, simplemente no se sabe: pudiera ser que el camino no tuviera un final, o que no pudiéramos saber de ninguna manera si hay un final, o que Dios estuviera parado al final. No hay manera de saberlo, hasta que se sepa.

LA VISIÓN DE LA CIENCIA Y LA VISIÓN RELIGIOSA.
En última instancia, el conflicto entre ciencia y religión es parte de una guerra más amplia, entre la razón y la fe. La razón exige pruebas para dar algo por conocido, en tanto que la fe "conoce" algo sin prueba alguna. Parafraseando una expresión de Tertuliano, San Agustín decía que "creo porque es absurdo". Ahora bien, esto no es un verdadero conocimiento: puede que el creyente crea algo y acierte, pero eso no lo hace un conocimiento sino una casualidad. En ese sentido, si aparece un cadáver muerto a balazos, la razón exige interrogar a los testigos y examinar el arma homicida antes de dar con el culpable, mientras que a la fe le basta simplemente con apostar por la corazonada, y confiar que esa corazonada sea correcta, y que la persona que cree es el asesino, en verdad lo sea.
Esto tiene que ver con una profunda diferencia de método entre la ciencia y la religión. Siendo la religión una cuestión de fe, puede darse el lujo de saltar de lo particular a lo total, y ofrecer una visión totalizante de la naturaleza. Así, a partir de una serie de axiomas básicos, deduce todo el orden natural. La ciencia no puede proceder así: la ciencia necesita tomar casos particulares y, a través de la formulación de hipótesis y la experimentación sobre dichos casos particulares, inferir la ley que los explique ordenadamente. La religión procede así de lo general a lo particular, y la ciencia de lo particular a lo general.
Esta idea tan simple, alguien como Benedicto XVI se muestra incapaz de entenderla, como lo demostró en su Discurso de Ratisbona del 12 de Septiembre pasado, infaustamente célebre por haber ofendido a los musulmanes. En ese discurso dijo: "Tendremos éxito en hacerlo [en sobrepasar los peligros de la modernidad] sólo si la razón y la fe se reunen en una nueva vía, si nosotros sobrepasamos la autoimpuesta limitación de la razón a lo empíricamente verificable". Reunir a la razón y a la fe en una misma vía es imposible porque allí donde se sabe algo teniendo hechos y pruebas, no se requiere fe, y lo que se sabe por vía de fe, en realidad no se sabe de manera alguna (pasen San Agustín o Tomás de Aquino). Por ende, no hay ninguna autoimpuesta limitación de la razón a lo empíricamente verificable, sino que esto es lo único que en verdad cabe investigar, es decir, aquello que de verdad puede ser verificado. Y después remacha: "una razón que es sorda a lo divino y que relega a la religión al reino de las subculturas es incapaz de ingresar en el diálogo de las culturas". Esto significa establecerle a la razón el requisito de aceptar a lo divino, que es uno de los habitantes metafísicos tradicionales que nunca han podido ser probados, y por ende, verdaderamente conocidos. Y a mayor abundamiento: "la moderna razón científica simplemente tiene que aceptar la estructura racional de la materia y la correspondencia entre nuestro espíritu y las estructuras racionales de la naturaleza prevalecientes como algo dado". La ciencia no tiene en principio que aceptar nada que no venga de la experimentación, porque de lo contrario caería en el "conocimiento por la fe", que como hemos insistido, no es conocimiento en absoluto. Y ya no hablemos del espíritu, sobre cuya existencia no hay evidencia alguna.
De este modo, mientras Benedicto XVI no mire las cosas de manera más lógica y racional, no hay esperanza alguna de que la Iglesia Católica se reconcilie con la ciencia. Y lo mismo vale para toda clase de grupos fundamentalistas, cristianos o no cristianos. Pero esto implicaría que ellos tendrían que renunciar a los jugosos dividendos sociales que les entrega el ser conocedores o pretendidos conocedores de una verdad absoluta.

20 agosto 2006

GAIA: LA RESURRECCIÓN DE LA DIOSA TIERRA.

Cuando parecía que las antiguas religiones matriarcales habían terminado por ceder terreno al patriarcado de dioses como Yahveh o Alá, en el mundo occidental volvió a levantar cabeza el culto a la Diosa Gaia, a la Madre Tierra. El adelanto vino con la Hipótesis Gaia, postulada por James Lovelock, que ha sido interpretada de una manera religiosa. El Ojo de la Eternidad echa un vistazo a lo que quizás podría ser la resurrección de la Gran Diosa Madre...


[IMAGEN SUPERIOR: "Altar de Gaia", pintura de Elsie Russell (1992)].

LA ANTIGUA DIOSA DE LA TIERRA.
Como hemos reseñado en varias oportunidades en El Ojo de la Eternidad, la primera gran religión fue la adoración de la comúnmente conocida como Gran Diosa Madre. La Diosa asumió históricamente muchas formas, pero una de las más populares era, y sigue siendo, la de Gaia, la diosa de la Tierra. En la Antigua Grecia, Gaia era adorada como la madre común de todos los seres. Dice la mitología griega, tal y como Hesíodo nos lo ha hecho llegar en su obra "Teogonía", que en el comienzo habían tres dioses: Gaia (la Tierra), el Caos, y Eros, la fuerza misteriosa que todo lo une y todo lo fertiliza. Por intermedio de la acción de Eros, Gaia se entregó entonces a una intensa actividad partenogénica, pariendo por sí misma (¡y sin necesidad de varón!) a diversos dioses y criaturas, hasta llenar el mundo con ellas. Luego, Gaia se unió a uno de sus hijos, Urano, el dios del Cielo, quien la violó sistemáticamente para terminar de engendrar al resto del mundo. Esto, hasta que Gaia se enojó y le pidió a uno de sus hijos/nietos, Cronos (el Saturno romano) que hiciera algo al respecto. Cronos fue directo y expedito: le cortó a su padre/hermano Urano el miembro viril, y lo arrojó lejos.
En general, la mitología griega clásica se acuerda bien poco de Gaia. Hay una buena razón para esto. Como hemos reseñado en otro artículo, el ascenso de las religiones patriarcales sumergió al Culto de la Diosa Madre, del cual Gaia era una encarnación, y a partir de entonces, las diosas pasaron a ocupar un papel de comparsas. Una muestra de esto se encuentra en el mito de Hércules. En una de sus tantas andanzas el héroe Hércules (hijo del dios patriarcal Zeus) se enfrenta al gigante Anteo, hijo de Gaia. Hércules descubre que Anteo es casi imbatible, porque cada vez que cae al suelo, al contacto con su madre Gaia recupera sus fuerzas. Por lo que Hércules lo alza en el aire y lo estrangula. He aquí una muestra de como los sacerdotes de las religiones patriarcales sutilmente intentaron poner a la venerable Gran Diosa como la villana de la historia.
Sin embargo, con el advenimiento de la religión patriarcal occidental por excelencia, el Cristianismo, ya no había espacio para el paganismo, y menos para Gaia. La gran figura femenina del Cristianismo, la Virgen María, poco tenía que ver con el culto de la Tierra, y de esta manera, Gaia entró en la penumbra. ¿Para siempre...?

LA CIENCIA RESUCITA A GAIA.
En la década de 1970, los científicos estaban preocupados por el tema de la existencia de vida en Marte. ¿Había acaso alguna manera de predecir si en Marte habían criaturas vivientes? Un científico que en ese entonces se dedicaba a la cacería de gases contaminantes en la atmósfera, James Lovelock, asumió el reto. Lovelock cayó en la cuenta de algo bien simple: la vida, al propagarse, tiende a modificar su entorno. Parece de perogrullo, pero en ese tiempo, el Darwinismo más ortodoxo proclamaba que las especies sólo debían adaptarse a los cambios ambientales o morir: nadie parecía pensar que quizás una forma de adaptarse a esos cambios ambientales era a su vez convertirse en una fuerza capaz de modelar el medio ambiente. Si en Marte existía vida, ésta tenía que haber cambiado de alguna manera su medio ambiente. Y para eso, ¿cómo cambiaba la vida terrestre su propio planeta...?
Lovelock apunta a que la química atmosférica de la Tierra es una aberración imposible. Los restantes planetas del sistema solar tienen atmósferas fuertemente oxidantes o reductoras, pero la terrestre es sólo débilmente oxidante. Si se dejara caminar sola a la atmósfera terrestre, sin vida alguna, el resultado final sería que el 71% de nitrógeno desaparecería reaccionando químicamente con el suelo y escurriéndose, mientras que el oxígeno acabaría reaccionando con cualquier cosa capaz de oxidarse (hierro, carbono, cualquier cosa) hasta desaparecer como un compuesto químico libre. La única manera de mantener una atmósfera inestable como la terrestre, es que alguien continuamente produzca y retire gases de ellas: ese alguien debe ser la vida terrestre. Lo que golpeó duramente a la comunidad científica en su época, es la idea de que esa vida terrestre pudiera hacerlo para garantizar su propia supervivencia.
¿Es entonces la Tierra un organismo vivo? Lovelock deja la pregunta en el aire: para él, el concepto de vida no es verdadero ni falso, es simplemente superfluo. Lovelock prefiere hablar de sistemas cibernéticos capaces de autorregularse. Un organismo vivo es un sistema capaz de autorregularse, y Gaia, de ser cierta su hipótesis, también es capaz de autorregularse a sí misma como un todo coherente. Aún así, no pocos malentendieron esto, y confundieron el concepto de homeostasis (la capacidad de los organismos vivos para autorregular sus propias condiciones) con el de organismo viviente propiamente tal. Y como Lovelock aceptó la sugestión de su amigo, el escritor William Golding, para llamar "Gaia" a su teoría, las acusaciones contra Lovelock de estar promoviendo ideas teológicas disfrazadas de ciencia arreciaron.

LA DIOSA NEW AGE.
Llegó la década de 1980, y con ella explotó el movimiento New Age. Como ha sucedido en otras ocasiones, el debate científico trascendió, se malentendió, y hubo quienes extrajeron una nueva religión de ello: el culto de Gaia. De esta manera, Gaia se transformó en la más importante de las diosas neopaganas adoradas en los círculos de la New Age.
Gaia era especialmente apta para esto: los científicos parecían haber probado que la Tierra era en verdad un organismo vivo (Lovelock jamás afirmó esto, por supuesto), y además, estaba la idea de recobrar a una diosa ancestral. Siendo decididamente antitecnológico, el movimiento New Age deseaba por supuesto regresar a las raíces culturales de la Humanidad, y al final del camino estaba el culto a la Tierra, llámese la Gaia de los griegos o la Pachamama de los antiguos pueblos andinos. De esta manera, el culto de Gaia prendió fuertemente, y surgieron varias sectas en torno de esta diosa resucitada.
Sin embargo, quienes desdeñan el éxito de Gaia como una chifladura propia de algunos New Age tejedores de ponchos, deberían mirar otra vez. Las religiones tienden a cambiar cuando lo hacen sus adoradores, y el mayor y más solapado cambio religioso que se está produciendo, es el retroceso de los dioses patriarcales y el advenimiento de las diosas, como correlato del crecimiento del poder femenino en el interior de las sociedades occidentales. Este movimiento fue presagiado ya en 1965 por Frank Herbert, quien en su novela "Dune" anunciaba que la exploración espacial iba a destruir a los antiguos dioses patriarcales, e iba a crear una religión del inmanentismo cósmico, encarnado como una especie de diosa del vacío estelar, y en "Dune", no por casualidad, la fuerza política más importante del universo era una cofradía de mujeres, las llamadas brujas Bene Gesserit. Gaia no es la única diosa que se ha puesto en la carrera por revitalizar el papel de las diosas. Hace poco, el éxito de "El Código Da Vinci" giraba en torno a la revalorización de María Magdalena como compañera de Jesús. Y dentro de la propia Iglesia Católica, hace tiempo que existe un fuerte movimiento mariano, que le otorga un poder cada vez mayor a la Virgen María. El éxito relativo de Gaia refleja una tendencia de los tiempos: después de unos tres o cuatro milenios a la penumbra de los dioses, quizás las diosas estén por tomarse una revancha fulminante. Después de eso, la historia de las religiones no volverá a ser lo mismo.

13 agosto 2006

EL MONSTRUO VOLADOR DE ESPAGUETI.

En una era cínica que se ríe de todo y de todos, tenía que surgir una religión que fuera completamente payasa. El Ojo de la Eternidad hace una crónica sobre el Pastafarismo, una pujante nueva religión que lucha por ganarse un cupo en la enseñanza de Estados Unidos, y cuyo dios es nada más y nada menos que... ¡El Monstruo Volador de Espagueti!


[IMAGEN SUPERIOR: El Monstruo Volador de Espagueti imparte la primera comunión a sus fieles. Esta parodia de "La última cena" de Leonardo da Vinci está tomado del sitio oficial de la religión del Pastafarismo].

HACIENDO DE LA RELIGIÓN UN SOBERANO PAYASEO.
Pareciera ser que todo aquello posible de ser planteado de forma seria, puede también ser ironizado de forma payasa. Y siendo la religión uno de los temas más serios posibles, también ha originado una cuantiosa cantidad de parodias. Sin embargo, habida cuenta del enorme poder que suelen tener en las sociedades organizadas quienes son detentadores de lo divino, o dicen serlo al menos, la sátira contra la religión puede conllevar enormes riesgos corporales, incluyendo la tortura o la pérdida de la vida.
Por eso, los blancos más seguros en materia religiosa, son aquellas religiones y credos que van en franco declive. En el siglo II d.C., el escritor grecosirio Luciano de Samósata las emprendió así contra la religión griega, que en esa época era apenas una sombra de sí misma. En sus "Diálogos de los dioses" y sus "Diálogos marinos" se reía a carcajadas de los dioses grecorromanos. Estas parodias difícilmente pueden ser comprendidas por el lector actual, salvo que tenga una buena formación histórica y conozca con cierto detalle los mitos griegos, pero para el que cumple esos requisitos, seguramente será una lectura hilarante. En el siglo XVIII, cuando el Cristianismo se batía en retirada ante la ciencia y la Iglesia Católica comenzaba a perder poder, surgieron también varias obras que criticaban a la religión. Entre los adalides de esta tendencia estaban Voltaire, y también C. A. Bürger, editor de una versión más o menos definitiva de "Las aventuras del Barón de Münchhausen". Por su parte mucho antes, en la España del siglo XVI, el anónimo autor del "Lazarillo de Tormes" se había atrevido a criticar a los clérigos tan ácidamente, que la obra cayó en el Indice de libros prohibidos por la Iglesia Católica.

EL MONSTRUO DEL ESPAGUETI VOLADOR.
El siglo XX resultó ser una marejada en donde se combinaron todas las tradiciones culturales del mundo en un único y ameboide sustrato cultural común. En medio de todo esto, las religiones establecidas perdieron bastante pie (lo están recuperando, pero eso es parte de otra historia). Por supuesto que uno de los grandes damnificados fue el Cristianismo. La Iglesia Católica trató de actualizarse en el Concilio Vaticano II, pero durante el Papado de Juan Pablo II hubo un movimiento contrarreformista que trató de regresar las cosas a como eran antes. En las otras ramas cristianas, hubo también francos retrocesos.
Pero de todas maneras, en Estados Unidos los movimientos cristianos siguen teniendo una fuerza notable. No en balde, Estados Unidos es la patria del Destino Manifiesto, filosofía que como detallamos en un posteo anterior de El Ojo de la Eternidad, se mezclan ideales judeocristianopuritanomasónicos para justificar de manera religiosa una actitud imperialista frente al mundo. Y dichos grupos conservadores consiguieron el poder suficiente para poner a cargo de todo a un "cristiano renacido", a George W. Bush. Una de las consecuencias de esto es el continuo entorpecimiento a las iniciativas científicas, y el apoyo decidido a grupos creacionistas, hasta el punto que los creacionistas luchan, basados en la Doctrina del Diseño Inteligente, por ocupar espacios iguales al Darwinismo en la enseñanza pública de los Estados Unidos.
En el año 2005, se supo que el Consejo de Educación del Estado de Kansas había aceptado formalmente que se dedicara tiempo igual a la enseñanza del Diseño Inteligente, y al Darwinismo. El especialista en computadoras Bobby Henderson se rebeló, y en carta abierta pidió que si se iba a equiparar la enseñanza de dogmas religiosos disfrazados de ciencia, con la ciencia verdadera, entonces todas las religiones debían tener igual oportunidad, y propuso la suya propia: el Pastafarismo.
El término "pastafari" es una parodia de "rastafari", por supuesto, pero en versión de pasta italiana, porque el dios propuesto por Henderson es el Monstruo Volador de Espagueti. La explicación del universo que proponen es simple: el universo fue creado por el Monstruo Volador de Espagueti, y toda la evidencia sobre el Evolucionismo fue plantada intencionalmente por dicho ser. La disminución de los piratas desde 1800 en adelante ha provocado el calentamiento global y el incremento de terremotos y huracanes, como lo prueban gráficos en que aparecen de manera correlacionada la disminución de los piratas y el aumento de la temperatura climática mundial (por eso los pastafaris se visten de piratas). Bobby Henderson es el profeta de la Primera Iglesia Unida del Monstruo Volador de Espagueti, y su símbolo es un tenedor. Todos estos elementos son una ácida sátira de diversos planteamientos cristianos y creacionistas, por supuesto.
Lo que Henderson no preveía, por supuesto, era que pronto la noticia pasaría a los blogs, y de ahí a los periódicos serios. Con lo que los pastafaris comenzaron a crecer en número.

¿Y POR QUÉ NO...?
Todo este asunto es, por supuesto, una profunda tomadura de pelo al Cristianismo en general, y al Creacionismo en particular. Sin embargo, lo grave de la cuestión es que demuestran crasamente la irracionalidad de la mayor parte de las religiones (o de todas). Los argumentos para demostrar la existencia del Monstruo Volador de Espagueti son, en el fondo, los mismos usados por teólogos serios y prominentes como Anselmo de Canterbury o Tomás de Aquino para tratar de probar la existencia de Dios. En el fondo, el Monstruo Volador de Espagueti es una gigantesca reducción al absurdo, llevar la lógica de los argumentos planteados sobre Dios hasta un extremo tal, que toda su irracionalidad quede de manifiesto. En efecto, si se trata de permitir el Creacionismo vía Diseño Inteligente al mismo nivel que el Darwinismo en las escuelas por un tema de enseñar a los alumnos una pluralidad de puntos de vista, no hay ninguna objeción lógica a permitir la entrada de los dogmas relativos al Monstruo Volador de Espagueti.
A las últimas, todo esto prueba igualmente el carácter poco democrático de los defensores del Creacionismo, y de los cristianos en general. ¿Debe una democracia tolerar a los intolerantes, a aquellos que de acceder al poder destruirían todo el orden democrático en conjunto, aunque esos intolerantes lo sean en nombre de una pretendida religión superior? ¿Tiene sentido usar como argumento la necesidad de puntos de vista plurales, para justificar el intento por imponer un único punto de vista...? ¿Tiene sentido tratar a la ciencia como una democracia...? Quizás el Monstruo Volador de Espagueti sea una burla o parodia, pero también funciona como una cruda manera de poner en escena diversos problemas que nuestras sociedades democráticas están teniendo hoy por hoy con las religiones institucionalizadas.

09 agosto 2006

LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS.

¿Existe verdaderamente Dios? Aunque en principio eso es asunto de fe, lo cierto es que decirle a otra persona que tenga fe en algo superior no siempre funciona. Si se pudieran encontrar los argumentos por los cuales se demostrara lógica y racionalmente la existencia de Dios, sería entonces posible convertir a cualquier persona a la religión propia. Sin embargo, ¿es esto factible? El Ojo de la Eternidad aborda el espinoso problema de probar la existencia de Dios.


[IMAGEN SUPERIOR: Dios en su trono, tal y como es visualizado en la Crónica de Nüremberg, uno de los primeros libros impresos, en el siglo XV].

EL PROBLEMA DE LA PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
Todas las personas que tienen fe en Dios, consideran su existencia como algo evidente por sí mismo, y por tanto, que no requiere prueba. Uno de los argumentos favoritos de los predicadores de puerta en puerta es la "sensación interna", el sentir dentro del corazón que Dios existe después de mucha oración, y le recomiendan a la otra persona que rece para que Dios le ilumine, de la misma manera en que le ha iluminado a ellos. ¿Cuántas veces no se ha escuchado decir a alguien que no cree en Dios, que éste debe probar que no existe? Y sin embargo, existen personas para quienes la existencia de Dios no es evidente, bien sea porque no crean derechamente (ateos) o porque suspendan su juicio al respecto (agnósticos). Y muchos de ellos, han llegado a esa conclusión después de haber rezado, y desarrollar la "sensación interna" de que la oración es inútil. Peor aún: hay gente que cree en Dios, pero no es el Dios de uno, y para peor, uno de los dos (o ambos) son monoteístas estrictos, de manera que existe o un Dios o el otro, pero no pueden existir ambos a la vez. Por ejemplo, el Dios cristiano que se expresa por una Santísima Trinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es incompatible con el Alá rígidamente monoteísta de los musulmanes.
Por esa razón, la prueba por la mera fe no siempre es suficiente. Y eso ha llevado a muchos pensadores a tratar de encontrar la manera de probar la existencia de Dios no por la fe, que a fin de cuentas es un argumento emocional, sino por la razón, por argumentos lógicos tan impecables y razonables, que una vez conocidos, sea imposible dudar de la existencia de Dios. Por desgracia, en eso no les ha ido demasiado bien. La prueba está en que después de tanto tiempo, aún no existe una prueba tan satisfactoria que, de sólo mostrarla a cualquier persona, ésta se vuelva ipso facto un creyente. Pero muchas de esas pruebas están presentes en el lenguaje cotidiano de las personas, y por tanto, es bueno examinarlas con un poco más de detención.

EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO.
La prueba ontológica es considerada la madre de todas las pruebas sobre la existencia de Dios. Inmanuel Kant consiguió probar en su tiempo que esta prueba condensaba en sí misma todas las otras pruebas clásicas de la existencia de Dios. Fue formulada en términos "modernos" por primera vez, por el teólogo inglés Anselmo de Canterbury, en el siglo XI. El argumento funciona más o menos así: existen cosas que son mejores que otras, y de esas cosas decimos que son más perfectas que las otras. Por tanto, tiene que existir algo que sea lo más perfecto de todo. Como Dios es la suprema perfección, y tiene que existir algo que sea supremamente perfecto, luego Dios existe.
A primera vista parece muy lógico, pero este argumento encierra una trampa: es un argumento circular. Este argumento parte de la idea de definir a Dios como la suprema perfección, para luego demostrar que Dios es la suprema perfección. De manera más grosera, puede resumirse en lo siguiente: Dios es lo más perfecto que existe, y como tiene que existir algo muy perfecto, Dios tiene que existir. Por supuesto que la idea de perfección es algo bastante relativo: para Hitler un mundo perfecto no hubiera incluido a los judíos, y para Simon Wiesenthal, los nazis también hubieran sido expurgados de dicho mundo perfecto. Por otra parte, abusa del hecho de que en nuestra tradición judeocristiana, existe en efecto una idea de que Dios es supremamente perfecto, todopoderoso y omnisciente, por lo que consigue pasar una idea intuitiva como un razonamiento lógico.
En beneficio de Anselmo, debemos decir que en su tiempo estaba de moda el realismo platónico. Esto es, la noción de que existe una realidad superior conformada por conceptos ideales, de la cual nuestro mundo terrestre es simplemente un reflejo. Por tanto, los conceptos no son sólo abstracciones destinadas a comunicar cosas, sino cosas que existen en verdad por sí mismas. De ahí que considerara que ideas como "Dios" y "perfección" fueran perfectamente tangibles. En un sistema así, el argumento de Anselmo tiene un cierto sentido, aunque no consigue eliminar otras objeciones (por ejemplo: ¿cómo sabemos que mi idea de "perfección" es LA idea de perfección por sí misma?).

LOS ARGUMENTOS DE "LO PRIMERO".
Hay dos argumentos estrechamente emparentados, que aluden a Dios como "lo primero". Una variante es la "Causa Primera", y el otro, el "Motor Inmóvil".
La causa primera dice que todo efecto tiene una causa. Si seguimos la línea de causalidad hasta su más remoto comienzo, encontraremos una "causa primera", que no es efecto de nada. Por tanto, esta causa incausada es Dios, que echó a andar el universo.
El motor inmóvil es similar. El universo entero está en movimiento, y para que haya movimiento, debe existir un motor. Por tanto, retrocediendo y retrocediendo, es posible alcanzar un motor que a su vez carezca de su propio motor. Este "Motor Inmóvil" es Dios.
Estos argumentos tienen su peso a la luz de la ciencia moderna, porque lo cierto es que los científicos no atinan aún a explicar cómo es posible que el universo exista. Antes del Big Bang, según la Teoría de la Relatividad, no pudo haber espacio y tiempo, porque estos dependen de la materia y la energía, y por tanto, antes de la creación de las mismas no podía existir nada, ni siquiera un "antes". Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente lógico, este argumento tampoco es convincente: no hay nada que, en principio, impida que la concatenación de causas y efectos hacia atrás se produzca hasta el infinito. De hecho, en la Antigua India y en la Antigua Grecia se concebía al universo como infinito en el espacio y en el tiempo, y nadie pensaba que hubiera un creador al comienzo de todo. Y en cuanto a la ciencia moderna, el que no haya conseguido explicar el Big Bang por ahora no es prueba de que el Big Bang carezca por completo de toda explicación.

OTROS ARGUMENTOS EMPARENTADOS.
Existe un argumento relacionado, que es el "argumento del diseño". Este es bastante popular entre las personas comunes, y dice más o menos así: el universo es tan complejo e intrincado, que no puede haberse hecho sólo, y por tanto, alguien tuvo que crearlo. Suena lógico e intuitivo, porque estamos acostumbrados a la idea de que los objetos complicados de nuestra tecnología sean fabricados por alguien. Y sin embargo, esta prueba se desmorona porque no hay razón alguna para desestimar lo contrario, que el universo pueda ser autocontenido, y por tanto, se haya creado a sí mismo (o mejor dicho, no tenga principio ni fin). Este argumento presupone un "deus ex machina", un Dios fuera de la maquinaria de la Creación, pero podríamos perfectamente argumentar que, siendo el universo todo lo que puede existir, no puede haber nadie "afuera" de él, o automáticamente, al interactuar con nuestro universo (aunque sea para crearlo), formaría parte de él. Lo que nos llevaría a preguntarnos: si lo complejo tiene que ser creado por alguien, ¿quién creó a alguien tan complejo y poderoso como el mismo Dios? ¿Otro Dios más poderoso? En el fondo, es el viejo truco ontológico de definir a Dios de una manera, para luego probar que Dios es de esa misma manera: en este caso no definimos a Dios como "suprema perfección", sino como "gran diseñador" (o "Gran Arquitecto", en términos masónicos), para luego decir que como existe la Creación, eso prueba al Gran Diseñador.
Un Argumento más débil es el llamado "argumento histórico". Dice que todos los pueblos de la Tierra creen en algo superior, y por tanto, ese algo superior debe existir. Por supuesto que eso no prueba nada, porque bien puede pasar que una mayoría de personas crean algo, y ese algo resulte en definitiva errado: durante mucho tiepmo, por ejemplo, la gente creía que la Tierra era plana, pero ahora existe una aplastante cantidad de evidencia según la cual la Tierra es redonda. El creer que la Tierra era plana no la hacía plana en los hechos.

EL ARGUMENTO MORAL.
Otro argumento clásico que supuestamente prueba la existencia de Dios es el llamado "argumento moral". Dice, muy sucintamente, que existe el bien y la justicia, bien de manera objetiva, o bien como una percepción subjetiva de algo que es deseable por nosotros. Por tanto, debe existir alguien supremo que nos permita definir esos valores, y ese alguien supremo probablemente sea Dios.
Este argumento tiene un montón de agujeros, y es raro que lo haya postulado Kant, como su propio argumento novedoso, después de destripar el argumento ontológico y sus variantes. Raro, porque lo cierto es que el argumento moral es también otra variante del argumento ontológico: define a Dios como suprema justicia o suprema bondad, y luego prueba que existe Dios porque dicha suprema justicia o suprema bondad existe. Y eso, concediendo que pueda existir algo así como la bondad suprema, algo que por ser de naturaleza ética, no puede ser probado por medios empíricos.
Eso no quita que este argumento sea bastante popular. En el fondo, es un refinamiento de la idea de que debe existir alguien supremo que compense a los buenos por sus padecimientos en el mundo, y castigue a los malos por sus crímenes. Pero eso no pasa de ser un noble anhelo, y por tanto, no es prueba de nada.

LA POSICIÓN DE LAS RELIGIONES.
Estos argumentos suelen aparecer en religiones muy desarrolladas, cuando la Teología se ha desarrollado su resto. La verdad es que estos argumentos lógicos impresionan bien poco a las religiones institucionalizadas. Para ellas, la existencia de Dios está suficientemente probada por el hecho de que Dios ha revelado a sus fieles sus textos sagrados en los que expresa su propia verdad. Esta noción es característica del pensamiento cristiano, al hablar de la Biblia como la Palabra de Dios, y por tanto, la existencia misma de la Biblia es considerada prueba suficiente de la existencia de Dios aunque, analizándola de manera rigurosa, queda bien claro que si hubo inspiración divina, ésta fue brutalmente tergiversada por quienes la recogieron, hasta el punto de hacer decir a Dios cosas contradictorias en numerosos pasajes. En donde la noción de texto revelado llega más lejos, es en la religión musulmana. Allí, el Corán no es sólo un libro, y no es sólo la Palabra de Alá, sino que además es una entidad con existencia eterna e inmutable, el llamado Corán Increado. Esta es la razón por la que el Corán sólo es sagrado en lengua árabe, y sólo puede ser traducido con fines de difusión y pedagogía, de la misma manera como la ley puede ser publicada por cualquiera, pero no tiene valor oficial si el Estado no otorga los permisos correspondientes a la editorial de turno (por cierto, con eso nos enteramos de que Alá habla árabe).
En cuanto a la Iglesia Católica, considera como pruebas oficiales de la existencia de Dios, aquellas propuestas por Tomás de Aquino en el siglo XIII. Estas eran, básicamente, la prueba ontológica, el argumento del diseño, la causa primera, y el motor primero. Como dijimos, en el siglo XVIII fueron sometidas a una demoledora crítica por Kant, pero la Iglesia nunca se ha dado por enterada de esto.

¿ES POSIBLE PROBAR LA EXISTENCIA DE DIOS?
Después de todo esto, uno podría buenamente preguntarse si es posible o no probar la existencia de Dios. La respuesta a ello probablemente sea negativa.
Si definimos a Dios como lo más grande, supremo y trascendente, como alguien infinito o inmanente, entonces Dios lo es todo. Probar la existencia de algo así es, por tanto, imposible desde el punto de vista lógico, toda vez que los argumentos lógicos requieren trabajar con elementos perfectamente definidos y acotados. Y los experimentos científicos, por su parte, requieren trabajar con modelos bien definidos, con variables controladas, y por tanto, no puede haber un experimento científico que considere al universo entero como una variable. Algo así sería como el mapa de cierto cuento de Borges, que a fuerza de ser tan detallado, terminó por ser del mismo tamaño que el territorio cartografiado.
La buena noticia para los creyentes es que, si esto es así, no sólo no puede probarse de manera lógica la existencia de Dios, sino que tampoco puede probarse de manera lógica su inexistencia. Por tanto, los ateos rigurosos que niegan la existencia de Dios también incurren en un error lógico. La razón es la siguiente: la falta de prueba de un hecho positivo, no significa automáticamente que queda probado el hecho negativo contrario. Por ejemplo, si no se puede probar más allá de toda duda razonable que alguien cometió un asesinato, de ello no se deduce automáticamente que dicha persona no ha cometido ese asesinato: puede ser simplemente que lo haya cometido, y luego haya sido muy hábil para esconder las pruebas.
Así, pues, la pura razón no puede probar a Dios, o negarlo, y la ciencia tiene graves dificultades para intentar algo así. Por tanto, la existencia de Dios sigue siendo ante todo, un asunto de fe.