LA HOGUERA DE LA INTOLERANCIA.
Una de las acusaciones más recurrentes contra las religiones, es que fomentan la ignorancia y el fanatismo. Muchas de las peores atrocidades que el género humano ha cometido, han sido hechas en nombre de la religión. ¿Es acaso mera coincidencia que haya fanáticos religiosos, así como también los hay nacionalistas, racistas o de otra clase? ¿O hay algo dentro de la propia religión que puede provocar el fanatismo? ¿Hay religiones más fanáticas que otras? El Ojo de la Eternidad intenta contestar a estas difíciles cuestiones.
[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Grabado que representa una de las tantas torturas creativas de la Inquisición. La actitud mental de la Inquisición no estaba demasiado alejada de las actuales protestas islámicas contra unas caricaturas danesas, algo que debería avergonzar a musulmanes y cristianos].
LA INTOLERANCIA EN LAS RELIGIONES.
En fecha reciente, las manifestaciones del mundo islámico en contra de Occidente, detonadas por una serie de caricaturas irreverentes hacia Mahoma, han abierto el enésimo episodio de intolerancia religiosa en la Historia. A nivel nacional en Chile, en estos días la banda Deicide hace noticia por la alianza entre autoridades retrógradas y grupos fundamentalistas cristianos, para impedirle el recital organizado para el próximo Martes en Quilpué. Aparte de musulmanes y cristianos, son varias las religiones que llevan adscritas consigo el germen de la misma. ¿Tiene que ser la religión necesariamente algo fanático o fundamentalista? Quizás no. Pero quizás también haya dentro de ella algo que predisponga al fanatismo.
Los más obvios candidatos son los musulmanes. Es bien sabido que Mahoma tenía una mentalidad militarista, y sus sucesores no siempre han sabido apartarse de ella. Ejemplos actuales hay muchos, incluyendo la Jihad declarada por personajes como el fallecido Ayatollah Jomeini, o el desaparecido Osama Bin Laden. Pero rastreando la historia, es posible encontrar una enorme cantidad de movimientos religiosos musulmanes guiados por la necesidad de aniquilar al infiel. Estaba el Viejo de la Montaña en el siglo XII, por ejemplo, quien enviaba asesinos a sus enemigos, reclutando a sus sicarios por medios religiosos. O la ciega polémica religiosa que causó innumerables tropiezos, e incluso la guerra civil, dentro del Califato Abasida, en el siglo IX, entre los sunitas tradicionales, y la secta de los mutazilíes, quienes propendían a una visión más distendida de la religión. O las campañas emprendidas por los musulmanes mogoles de la India en el siglo XVIII (en particular el Emperador Aurangzeb), contra los hindúes y los sijs. O las campañas de los almorávides, en el Africa del siglo XI, que los llevaron a tomar por asalto a España.
Pero sus enemigos seculares, los cristianos, tampoco están libres de polvo y paja. Según los Evangelios, Cristo dijo: "Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué premio merecen? ¿no obran así también los pecadores?" [Mateo 5:43-46]. Durante siglos, la religión oficial del Imperio Romano los persiguió, pero cuando el Cristianismo fue tolerado primero, y se convirtió en religión oficial después (en 313 y 395 d.C., respectivamente), usaron de su nueva libertad no para dar ejemplo de caridad con los paganos, sino para perseguirlos con saña. Hacer el listado de crímenes cristianos motivados por la intolerancia sería interminable: el asesinato de la matemática Hipatia (415 d.C.), la ejecución de los católicos en España por los arrianos (585 d.C.), la conversión forzada por las armas de los paganos sajones por Carlomagno (774-804 d.C.), las Cruzadas (1099-1292 d.C.), la destrucción del sur de Francia para extirpar la herejía de los cátaros (1209-1244 d.C.), la persecusión de las brujas, la evangelización a sangre y fuego de América, y un largo etcétera.
Entre los crímenes tanto de musulmanes como de cristianos, está la intolerancia a los judíos (más marcada en los segundos que en los primeros, en todo caso). Pero los judíos tampoco han sido inocentes del todo. En las pocas ocasiones en que han existido estados de confesionalidad judía, éstos se han hecho culpables de intolerancia religiosa contra sus vecinos: así, Judas Macabeo intentó la conversión forzada de los edomitas [ver el capítulo 10 del Libro Segundo de Macabeos], y en la actualidad, los judíos atacan inmisericordemente a los palestinos en Israel. Aunque debe decirse en su favor que hay un tercer ejemplo de reino judío, el Imperio Jázaro, que dominó el sur de Rusia entre los siglos VII y IX, que no parece tener historial de conversiones religiosas forzadas.
Y si creían que las religiones orientales podían tirar la primera piedra, no es así. El Shintoísmo proveyó durante años de una armazón espiritual que sirvió a las mil maravillas para reforzar el nacionalismo japonés, lo que llevó finalmente a la Segunda Guerra Mundial. En la India, por su parte, los sijs se convirtieron en una secta militante, que intentaron la guerra santa (y la perdieron) en el siglo XIX... pero en el siglo XX no tuvieron empacho en asesinar a la Primera Ministro Indira Gandhi (en venganza, a su vez, porque ella, quien profesaba el Hinduismo, había mandado cerrar los templos sijs).
EL GERMEN DE LA INTOLERANCIA.
Resulta curioso observar que las primeras religiones conocidas no eran precisamente intolerantes, sino todo lo contrario. La mayor parte de los pueblos de la Antigüedad remota creían que existían muchos dioses, y no tenían mayores complejos en hacerle lugar en un panteón a un diosecillo más. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, está probado que el panteón mitológico nació por agregación de varios dioses locales, unificados todos en una mitología más o menos coherente en tiempos del Reino Medio. En Mesopotamia ocurrió el mismo proceso, pero de manera algo más espontánea. Ocurrió un poco como en la actualidad sucede con los superhéroes: primero las historietas de Superman y Batman corrían por sus propios carriles, pero luego se fueron cruzando hasta construir el denso entramado del Universo DC. Lo mismo ocurrió con su rival, Marvel Comics, uniendo las historietas del Hombre Araña, los Hombres X, y otras franquicias de la casa.
El primer germen de intolerancia que podemos detectar, viene de parte de los hebreos. Ellos eran un pueblo de pastores que, instalados después del Exodo, se dedicaron a la agricultura. Los defensores de la religión tradicional en torno al dios Yahveh emprendieron entonces la guerra contra los baales, los falsos dioses, que giraban en torno a los ritos agrícolas de la fertilidad. Por diversas razones sociopolíticas, esta animosidad creció tanto, que Yahveh se terminó transformando no sólo en un dios más, sino también en "el único Dios", el "Dios Celoso", que está pronto a castigar la desviación hacia la idolatría. Yahveh no admitía conformar un panteón alrededor suyo, ni él plegarse a ninguno. De este modo, hay una asociación muy estrecha entre monoteísmo e intolerancia: todas las religiones del tronco hebreo (el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, y por contagio del Judaísmo, también el Zoroastrismo persa) desarrollaron dicha virulenta manera de entender las relaciones interreligiosas.
Eso nos da una clave para explicar algo que queda fuera, cuál es, la intolerancia en otras religiones que nada tienen que ver con el judeocristianismo (el Shintoísmo, el Sijismo, etc.). Las antiguas religiones politeístas consideraban a los dioses como una suerte de emanaciones de una realidad cósmica fundamental, y anterior a ella. Le daban distintos nombres: Destino (los griegos), Ma'at (los egipcios), Brahma (los hindúes), etcétera. Por ende, las verdades están repartidas entre todos aquellos quienes pueblan el universo, y nadie tiene derecho a proclamarse señor de la verdad absoluta. En cambio, las religiones monoteístas sostienen que Dios es todo el universo, o trasciende a él, y por tanto, todas las verdades están en él. En consecuencia, sus fieles, por el solo hecho de ser sus fieles, están en posesión de verdades absolutas y totalizantes. Un fenómeno que se refleja también en la devastadora relación de la religión con la ciencia: en el mundo cristiano la ciencia sólo pudo nacer a contrapelo de la Iglesia Católica, y en el musulmán, el primitivo destello científico del Califato Abasida (siglos VIII a XIII) fue anulado por el poder creciente de Islam, tibiamente adorado en dicho Califato, pero muy fuerte después de su caída. Pero en principio, la adoración de un principio básico y fundamental tiende a dichos resultados, y he ahí la explicación de otros fundamentalismos, como el nacionalismo y o el racismo.
En cuanto a las religiones oficiales de los Estados, tienen un motivo adicional para ser intolerantes: la religión se transforma en un arma para mantener la cohesión política del mismo, de modo que perseguir a las religiones disidentes es una cuestión de estado y no sólo un "capricho" cultural. Algo de dichas políticas pudimos esbozar al hablar de los "Emperadores solares", y quizás en EODLE profundicemos un poco más en el asunto, más adelante.
LA INTOLERANCIA EN LAS RELIGIONES.
En fecha reciente, las manifestaciones del mundo islámico en contra de Occidente, detonadas por una serie de caricaturas irreverentes hacia Mahoma, han abierto el enésimo episodio de intolerancia religiosa en la Historia. A nivel nacional en Chile, en estos días la banda Deicide hace noticia por la alianza entre autoridades retrógradas y grupos fundamentalistas cristianos, para impedirle el recital organizado para el próximo Martes en Quilpué. Aparte de musulmanes y cristianos, son varias las religiones que llevan adscritas consigo el germen de la misma. ¿Tiene que ser la religión necesariamente algo fanático o fundamentalista? Quizás no. Pero quizás también haya dentro de ella algo que predisponga al fanatismo.
Los más obvios candidatos son los musulmanes. Es bien sabido que Mahoma tenía una mentalidad militarista, y sus sucesores no siempre han sabido apartarse de ella. Ejemplos actuales hay muchos, incluyendo la Jihad declarada por personajes como el fallecido Ayatollah Jomeini, o el desaparecido Osama Bin Laden. Pero rastreando la historia, es posible encontrar una enorme cantidad de movimientos religiosos musulmanes guiados por la necesidad de aniquilar al infiel. Estaba el Viejo de la Montaña en el siglo XII, por ejemplo, quien enviaba asesinos a sus enemigos, reclutando a sus sicarios por medios religiosos. O la ciega polémica religiosa que causó innumerables tropiezos, e incluso la guerra civil, dentro del Califato Abasida, en el siglo IX, entre los sunitas tradicionales, y la secta de los mutazilíes, quienes propendían a una visión más distendida de la religión. O las campañas emprendidas por los musulmanes mogoles de la India en el siglo XVIII (en particular el Emperador Aurangzeb), contra los hindúes y los sijs. O las campañas de los almorávides, en el Africa del siglo XI, que los llevaron a tomar por asalto a España.
Pero sus enemigos seculares, los cristianos, tampoco están libres de polvo y paja. Según los Evangelios, Cristo dijo: "Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores. Así serán hijos de su Padre que está en los cielos. El hace brillar el sol sobre malos y buenos, y caer la lluvia sobre justos y pecadores. Porque si ustedes aman a los que los aman, ¿qué premio merecen? ¿no obran así también los pecadores?" [Mateo 5:43-46]. Durante siglos, la religión oficial del Imperio Romano los persiguió, pero cuando el Cristianismo fue tolerado primero, y se convirtió en religión oficial después (en 313 y 395 d.C., respectivamente), usaron de su nueva libertad no para dar ejemplo de caridad con los paganos, sino para perseguirlos con saña. Hacer el listado de crímenes cristianos motivados por la intolerancia sería interminable: el asesinato de la matemática Hipatia (415 d.C.), la ejecución de los católicos en España por los arrianos (585 d.C.), la conversión forzada por las armas de los paganos sajones por Carlomagno (774-804 d.C.), las Cruzadas (1099-1292 d.C.), la destrucción del sur de Francia para extirpar la herejía de los cátaros (1209-1244 d.C.), la persecusión de las brujas, la evangelización a sangre y fuego de América, y un largo etcétera.
Entre los crímenes tanto de musulmanes como de cristianos, está la intolerancia a los judíos (más marcada en los segundos que en los primeros, en todo caso). Pero los judíos tampoco han sido inocentes del todo. En las pocas ocasiones en que han existido estados de confesionalidad judía, éstos se han hecho culpables de intolerancia religiosa contra sus vecinos: así, Judas Macabeo intentó la conversión forzada de los edomitas [ver el capítulo 10 del Libro Segundo de Macabeos], y en la actualidad, los judíos atacan inmisericordemente a los palestinos en Israel. Aunque debe decirse en su favor que hay un tercer ejemplo de reino judío, el Imperio Jázaro, que dominó el sur de Rusia entre los siglos VII y IX, que no parece tener historial de conversiones religiosas forzadas.
Y si creían que las religiones orientales podían tirar la primera piedra, no es así. El Shintoísmo proveyó durante años de una armazón espiritual que sirvió a las mil maravillas para reforzar el nacionalismo japonés, lo que llevó finalmente a la Segunda Guerra Mundial. En la India, por su parte, los sijs se convirtieron en una secta militante, que intentaron la guerra santa (y la perdieron) en el siglo XIX... pero en el siglo XX no tuvieron empacho en asesinar a la Primera Ministro Indira Gandhi (en venganza, a su vez, porque ella, quien profesaba el Hinduismo, había mandado cerrar los templos sijs).
EL GERMEN DE LA INTOLERANCIA.
Resulta curioso observar que las primeras religiones conocidas no eran precisamente intolerantes, sino todo lo contrario. La mayor parte de los pueblos de la Antigüedad remota creían que existían muchos dioses, y no tenían mayores complejos en hacerle lugar en un panteón a un diosecillo más. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, está probado que el panteón mitológico nació por agregación de varios dioses locales, unificados todos en una mitología más o menos coherente en tiempos del Reino Medio. En Mesopotamia ocurrió el mismo proceso, pero de manera algo más espontánea. Ocurrió un poco como en la actualidad sucede con los superhéroes: primero las historietas de Superman y Batman corrían por sus propios carriles, pero luego se fueron cruzando hasta construir el denso entramado del Universo DC. Lo mismo ocurrió con su rival, Marvel Comics, uniendo las historietas del Hombre Araña, los Hombres X, y otras franquicias de la casa.
El primer germen de intolerancia que podemos detectar, viene de parte de los hebreos. Ellos eran un pueblo de pastores que, instalados después del Exodo, se dedicaron a la agricultura. Los defensores de la religión tradicional en torno al dios Yahveh emprendieron entonces la guerra contra los baales, los falsos dioses, que giraban en torno a los ritos agrícolas de la fertilidad. Por diversas razones sociopolíticas, esta animosidad creció tanto, que Yahveh se terminó transformando no sólo en un dios más, sino también en "el único Dios", el "Dios Celoso", que está pronto a castigar la desviación hacia la idolatría. Yahveh no admitía conformar un panteón alrededor suyo, ni él plegarse a ninguno. De este modo, hay una asociación muy estrecha entre monoteísmo e intolerancia: todas las religiones del tronco hebreo (el Judaísmo, el Cristianismo y el Islamismo, y por contagio del Judaísmo, también el Zoroastrismo persa) desarrollaron dicha virulenta manera de entender las relaciones interreligiosas.
Eso nos da una clave para explicar algo que queda fuera, cuál es, la intolerancia en otras religiones que nada tienen que ver con el judeocristianismo (el Shintoísmo, el Sijismo, etc.). Las antiguas religiones politeístas consideraban a los dioses como una suerte de emanaciones de una realidad cósmica fundamental, y anterior a ella. Le daban distintos nombres: Destino (los griegos), Ma'at (los egipcios), Brahma (los hindúes), etcétera. Por ende, las verdades están repartidas entre todos aquellos quienes pueblan el universo, y nadie tiene derecho a proclamarse señor de la verdad absoluta. En cambio, las religiones monoteístas sostienen que Dios es todo el universo, o trasciende a él, y por tanto, todas las verdades están en él. En consecuencia, sus fieles, por el solo hecho de ser sus fieles, están en posesión de verdades absolutas y totalizantes. Un fenómeno que se refleja también en la devastadora relación de la religión con la ciencia: en el mundo cristiano la ciencia sólo pudo nacer a contrapelo de la Iglesia Católica, y en el musulmán, el primitivo destello científico del Califato Abasida (siglos VIII a XIII) fue anulado por el poder creciente de Islam, tibiamente adorado en dicho Califato, pero muy fuerte después de su caída. Pero en principio, la adoración de un principio básico y fundamental tiende a dichos resultados, y he ahí la explicación de otros fundamentalismos, como el nacionalismo y o el racismo.
En cuanto a las religiones oficiales de los Estados, tienen un motivo adicional para ser intolerantes: la religión se transforma en un arma para mantener la cohesión política del mismo, de modo que perseguir a las religiones disidentes es una cuestión de estado y no sólo un "capricho" cultural. Algo de dichas políticas pudimos esbozar al hablar de los "Emperadores solares", y quizás en EODLE profundicemos un poco más en el asunto, más adelante.
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