24 junio 2007

¿ESTADOS UNIDOS SECULAR?: HACIA LAS ELECCIONES DEL 2008.

Que las religiones sean altamente influyentes desde el alba de los tiempos no debería ser sorpresa, pero en los tiempos racionales que corren, el que tenga un peso tan importante en la vida de muchas personas dentro de la democracia más importante del mundo, debería ser motivo de preocupación. El Ojo de la Eternidad echa un vistazo a la marea cristiana dentro de los Estados Unidos, a un año de las elecciones presidenciales.



[IMAGEN SUPERIOR: George W. Bush y el Papa Benedicto XVI: Frente a frente dos de los peores fundamentalistas de inicios del siglo XXI].

LA TRADICIÓN RELIGIOSA DE ESTADOS UNIDOS.

Desde antiguo, Estados Unidos ha tratado de vender la idea de que su patria es el baluarte de la democracia y de los derechos humanos. Así, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial fue presentada como una guerra contra el totalitarismo y el fascismo, en nombre de la libertad del mundo civilizado. Y sin embargo, resulta curioso constatar como en el seno mismo de los Estados Unidos, tienen importancia suprema los movimientos religiosos, y lejos de disminuir, esta influencia no hace sino aumentar de día en día.

La idea de un "Estados Unidos secular" arranca desde los tiempos de la Declaración de Independencia, cuando sus primeros líderes, hondamente inspirados en movimientos tales como la Ilustración y la Masonería, proclamaron entre otras cosas la libertad de religión. Sin embargo, esta visión de un Estados Unidos secular ha encontrado numerosos problemas. En realidad, desde antes que las ideas masónicas prendieran en los Estados Unidos, existía una profunda tradición religiosa que se ha mantenido en todas aquellas regiones más retrasadas del país, en particular en el Medio Oeste. Esta tradición arranca desde sus primeros colonos, que eran muy religiosos por una cuestión coyuntural. En la Inglaterra del siglo XVI, cuando fue proclamada la reforma, estalló la guerra civil entre los partidarios de una religión moderada (los anglicanos), y una rígidamente literalista de la Biblia (los puritanos). Como los anglicanos ganaron en Inglaterra, los puritanos debieron emigrar, y por eso las Trece Colonias, los futuros Estados Unidos, se llenaron de éstos. Cuando las ideas ilustradas y librepensadoras llegaron a Estados Unidos, se colocaron sobre las anteriores como un delicado sustrato. No es casualidad que el campesino estadounidense, alejado de estas novedades intelectuales, siguiera en su fuero interno siendo rígidamente puritano, mientras que las nuevas ideas tendieron a prender en las regiones más europeizantes de Estados Unidos (Nueva Inglaterra, por ejemplo), y que tengan lugar más bien en el ámbito intelectual.

Además, aunque pretenda pasar como una organización secular, la propia Masonería es en el fondo una iglesia rígidamente jerarquizada, con sus propios rituales y doctrinas, y por ende es una religión más. Como en el caso del comunismo, la Masonería trata de venderse como "más que una religión", pero lo hace con los mismos argumentos de cualquier religión: los demás tienen verdades parciales, y nosotros tenemos la verdad absoluta. Es decir, el secularismo en los Estados Unidos dejó de ser una ideología o un programa político, para transformarse en la religión minoritaria de una casta ilustrada igualmente minoritaria. El grueso de la población siguió siendo, en su fuero interno, protestante.

LA PATRIA DEL CREACIONISMO.

No es raro, por supuesto, que Estados Unidos sea la patria de origen de uno de los movimientos religiosos más regresivos de la actualidad, cual es el Creacionismo. Postula el Creacionismo que el mundo debe ser visto e interpretado a la luz del texto bíblico, de manera tan rígida como sea posible. Ambas posturas, el Creacionismo y la ciencia moderna, chocaron duramente en el llamado Juicio del Mono, en 1925, en el cual un profesor de escuela fue llevado a tribunales por atreverse a enseñar la doctrina del Darwinismo, a pesar de haber una ley que prohibía tal enseñanza por contradecir el dogma bíblico. Este oscuro baldón en la historia religiosa de los Estados Unidos, lejos de haberse terminado, continua adelante. En 2005, Kansas hizo noticia porque sus organismos institucionales decidieron, en aras de la democracia, que debía concederse igual tiempo de enseñanza a los creacionistas que a los darwinistas. Esto no fue sin resistencia, por supuesto, ya que incluso incentivó el crecimiento de un culto religioso satírico, la religión del Monstruo de Espagueti Volador. La gente de Kansas, con un criterio democrático llevado a rajatabla, olvidó, o tal vez nunca quiso saber, que la verdad científica lo es porque se basa en hechos empíricos y establecidos, y por lo tanto, no se basa en la mayoría de votos, porque si los hechos contradicen a lo que la mayoría piensa, la verdad científica que es (y por lo tanto, la que debería enseñarse) son los hechos impopulares, y no un credo que trata de obtener espacios aprovechando los resquicios de la democracia. Esto es, por supuesto, una nueva variante del viejo problema de la tolerancia de los intolerantes, de sobre qué hacer con aquellos quienes, aprovechándose de los mecanismos de la democracia, buscan llegar al poder para obtener la aniquilación de la misma e instaurar su propia dictadura.

En la década de 1980, el Creacionismo parecía derrotado en casi todos los frentes. Además, la religión se había tornado altamente impopular, debido a la seguidilla de escándalos que habían protagonizado varios telepredicadores. Sin embargo, con lo que nadie contaba es que estos líderes religiosos estaban bien conectados en las altas esferas. No sólo entre las masas estadounidenses había una propensión a creer en la verdad bíblica, sino también entre los poderosos de los Estados Unidos, algo que no es raro si se considera que, fiel a su antigua herencia puritana, Estados Unidos se ha visto siempre como la "Nueva Israel". No en balde, cuando John Smith escribió su Libro de Mormón, predicó que las Diez Tribus Perdidas de Israel habían llegado a América. Estos no fueron sólo los desvaríos de un individuo singular, sino que dicha creencia, de que Estados Unidos es heredera del Pueblo Elegido, es ampliamente compartida por grandes sectores de la ciudadanía.

Desde este punto de vista, no es raro que los cristianos de Estados Unidos hayan visto un gran rebote, y de haber estado sepultados en el fondo durante el gobierno de Ronald Reagan, hayan llegado a ascender tan alto, que a la vuelta de unos veinte años consiguieron elegir a su propio Presidente: George W. Bush.

EL GOBIERNO RELIGIOSO DE GEORGE W. BUSH.

Dejando aparte el tema del fraude electoral que encumbró a George W. Bush a la Casa Blanca, lo cierto es que su llegada tiene mucho que ver con la filiación de su padre con la CIA y con los grupos neoconservadores, y por supuesto con organizaciones masónicas como por ejemplo Skull & Bones. Por otra parte, el mismísimo George W. Bush es y se presenta a sí mismo como un cristiano renacido. Algún día hablaremos sobre la mentalidad de los fanáticos neoconversos, pero en general podemos señalar aquí que un neoconverso tenderá siempre a mostrar mayor fanatismo que los conversos de antigua data, porque ellos ya tienen los pergaminos que los acreditan como creyentes, mientras que los neoconversos deben borrar las huellas de su pasado pecador. De ahí la peculiar mentalidad de George W. Bush, que divide al mundo entre "nosotros y ellos", los "buenos y los malos", con una naturalidad tan pasmosa. Esta mentalidad no construye por sí misma un gobierno que pueda ser calificado de incompetente, pero sí que ayuda a socavar la autocrítica necesaria para cambiar de rumbo cuando las cosas van mal.

En George W. Bush es posible ver, llevado a su extremo, el cómo la religión, al ser un sistema totalizante de ver la realidad, puede reemplazar la ciencia y el raciocinio empírico, y en definitiva, suprime incluso la necesidad de pensar. Cuando Estados Unidos fue puesto bajo ataque por Al Qaeda, en vez de intentar resolver el problema multilateralmente, optó por atacar primero a Afganistán y luego a Irak. Lo importante aquí no es que lo haya hecho con o sin pruebas, o lo desastroso de sus resultados. Lo importante es que lo hizo en nombre no sólo de la Patria, sino también de Dios.

Sin embargo, como bien lo prueba la Biblia, a Dios le gustan los ganadores. Apenas las catastróficas políticas de George W. Bush empezaron a mostrar su fracaso, los neoconservadores empezaron a tomar distancia de él. Los neoconservadores hoy en día son más poderosos que nunca. Han llegado incluso al extremo de abrir un Museo de la Creación para defender al Creacionismo, y lo hicieron con un presupuesto bastante holgado. Pero han dejado caer al antiguo favorito de Dios, quien no parece darse cuenta de que su propia gente lo está abandonando.

LAS ELECCIONES DEL 2008.

Se da entonces la paradoja de que, para las elecciones del 2008, Estados Unidos simplemente no reeditaría el gobierno de Bush y todos los candidatos se marginan de él. Sin embargo, en el fondo, los estadounidenses siguen siendo buenos cristianos, signifique lo que signifique eso, y se niegan a darle la espalda a la religión. Ningún candidato podría seguir adelante en su carrera a la Presidencia si rechazara a Dios. Hace apenas algo menos de medio siglo que asumió el primer Presidente de Estados Unidos no protestante de la Historia (John F. Kennedy en 1960, quien era católico), pero aún no le llega al turno a un judío, y menos a un musulmán. Y no será en 2008 que tal cosa sucederá. La única diferencia es que los demócratas, por su base de apoyo, pueden permitirse un poco más de prescindencia con respecto al tema, mientras que los republicanos, para seducir al ala dura de su partido, deben mantenerse duros en varios temas polémicos (aborto, eutanasia, experimentación con células madre, etcétera).

Podríamos decir que el tiempo habrá de decir qué sucederá. Sin embargo, el panorama se muestra monótonamente previsible al respecto. Durante un buen tiempo, debido al peculiar carácter de Estados Unidos y a la formación de sus habitantes en la Doctrina del Destino Manifiesto, Estados Unidos seguirá considerándose una nación mesiánica sobre la Tierra. Y podemos tener la seguridad de que su próximo Presidente, sea demócrata o republicano, no conseguirá quebrar tales convicciones, y lo más probable es que ni siquiera lo intente.