06 abril 2006

LA RELIGIÓN DEL DESTINO MANIFIESTO.

Durante la administración presidencial de George W. Bush, hemos visto una gran ofensiva de grupos fundamentalistas cristianos, que hablan de su misión de llevar la democracia al mundo con un carácter mesiánico que les hacen muy impopulares en el resto de la Tierra. Y ellos parecen no darse cuenta. Esto es porque la doctrina del Destino Manifiesto, como se la llama, tiene bien poco que ver con la democracia, y sus raíces están en un hito tan alejado mentalmente como lo es la religión rabínica judía. El Ojo de la Eternidad rastrea las raíces religiosas de la doctrina del Destino Manifiesto, y explica lo que para muchos no tiene explicación.

[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Pintura del siglo XIX que muestra al Destino Manifiesto como una ninfa protegiendo a los emigrantes de Estados Unidos].

LA DOCTRINA DEL DESTINO MANIFIESTO.
Uno de los pilares de la política de Estados Unidos es la llamada "doctrina del Destino Manifiesto" (Manifest Destiny). A lo largo de sus dos siglos y fracción de vida independiente, los Estados Unidos de América la han aplicado indiscriminadamente. Oficialmente, "para la platea", los Estados Unidos son una nación atea y racionalista, en donde la democracia ha conseguido imponerse sobre el oscurantismo de los dogmas y la religión. Muchos de quienes defienden la separación entre Iglesia y Estado, en los Estados Unidos, lo hacen recurriendo a ese espíritu laico que supuestamente anima a dicha nación (por ejemplo, en la polémica por la enseñanza del Creacionismo en las escuelas públicas de Estados Unidos). Y sin embargo, en un análisis algo más acabado, resulta que el Destino Manifiesto opera no como un principio laico, sino como una verdadera "religión civil", muy parecida al credo político que profesaba el antiguo Imperio Romano, del que por otra parte, los estadounidenses son admiradores más o menos confesos.

EL PRIMER PILAR: LOS PURITANOS.
La construcción del ideario del Destino Manifiesto es producto de una serie de fenómenos históricos que operaron de manera más o menos separada, pero que al coincidir en Estados Unidos, tuvieron ese inesperado efecto.
Los primeros habitantes de Estados Unidos eran fugitivos de Inglaterra, muchos de los cuales se refugiaron en el Nuevo Mundo para poder profesar libremente su fe. En el siglo XVI, Martín Lutero había abierto los fuegos contra la Iglesia Católica, reinterpretando el Cristianismo de una manera en muchos aspectos judaizante (materia sobre la que estamos preparando un posteo en El Ojo de la Eternidad). Una de las ramas doctrinarias del movimiento reformista, el Calvinismo, se propagó por toda Europa bajo distintos ropajes, e influyó definitivamente en el movimiento de los puritanos ingleses, seguidosres rígidos y literalistas de la Biblia. Por otra parte, en el mismo siglo XVI, y siguiendo el ejemplo de los principes protestantes alemanes, la corona inglesa (el famoso Enrique VIII, por más señas), se separó de Roma, creando la Iglesia Anglicana. La gran innovación de los anglicanos era simplemente ser una especie de "Iglesia Católica en versión nacionalista inglesa", ya que en aspectos de dogma y doctrina, no hay gran diferencia entre ambas. De esta manera estallaron cruentas guerras civiles, entre los siglos XVI y XVII, a tres bandas: católicos, anglicanos y puritanos.
Los ganadores finales fueron los anglicanos, y los puritanos tuvieron que emigrar al Nuevo Mundo, a las florecientes Trece Colonias, llevándose su visión rígida y literalizante del Antiguo Testamento. Por lo que los primeros habitantes europeos de Estados Unidos fueron, en general, individuos que veían a las Trece Colonias como "la nueva Tierra Prometida", y a ellos mismos como un nuevo "Pueblo Elegido".

EL SEGUNDO PILAR: LA MASONERÍA.
En el siglo XVIII surgió en Europa el movimiento masónico. En Estados Unidos prendió rápido, y muchos connotados prohombres de la época (Benjamin Franklin, Thomas Jefferson, George Washington, entre otros) fueron francmasones.
Entre los ideales masónicos está la estratificación de la sociedad en niveles: los masones, que son los iluminados poseedores de la verdad filosófica, son también los "puros y perfectos", o por lo menos, como viven (según ellos) a la luz de la Razón, lo son en mayor medida que los demás. Por tanto, los masones eran admiradores no de la democracia abierta, sino de un sistema republicano en donde gobernaran "los virtuosos". A la hora de diseñar a Estados Unidos como nación independiente, buscaron inspiración, no por nada, en la República romana, desde la que incluso tomaron el emblema del águila como símbolo nacional. La Constitución Federal de Estados Unidos, por su parte, es un intento deliberado por reproducir el antiguo sistema federal romano republicano (antes del totalitarismo del Imperio Romano).
Estados Unidos es así una nación masónica, LA nación masónica por excelencia. Aquí nace la idea de que Estados Unidos es el baluarte o reserva moral del mundo. Esta noción entró en resonancia con la de que Estados Unidos es el Pueblo Elegido del Antiguo Testamento, potenciándose mutuamente. El Destino Manifiesto estaba a la vuelta de la esquina.

EL TERCER PILAR: EL ÉXITO MILITAR DE ESTADOS UNIDOS.
"El cumplimiento de nuestro Destino Manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha sido asignado por la Providencia, para el desarrollo del gran experimento de libertad y autogobierno. Es un derecho como el que tiene un árbol de obtener el aire y la tierra necesarios para el pleno crecimiento de sus capacidades y el crecimiento que tiene como destino". Con estas palabras escritas en 1845, el periodista John O'Sullivan saludaba la nueva doctrina, mezcla de los idearios antes mencionados.
Los estadounidenses creían firmemente en estos conceptos, y empezaron a obtener una serie de éxitos militares que, en su mentalidad, confirmaban tales asertos: su guerra con los pieles rojas (terminada en 1890), con México (1848-1849), con Cuba (1898), sus intervenciones militares en América Latina, y la Primera y Segunda Guerra Mundiales. En cada ocasión, los gobiernos estadounidenses, y también su pueblo, justificó tales empresas como verdaderas cruzadas contra un enemigo no sólo político, sino también religioso, porque pasaban a ser "el Mal".
En ese sentido, las políticas de George W. Bush, su lenguaje y sus discursos, y la manera desembozada en que lleva a cabo el sueño imperial estadounidense, no son ni con mucho un fenómeno esporádico y puntual. La doctrina nacionalista estadounidense es algo que tiene profundas raíces religiosas, nada menos que en el Antiguo Testamento (por vía de los puritanos) y en la filosofía gnóstica grecorromana (por vía de la Masonería).

No hay comentarios.: