18 junio 2006

LA RELIGIÓN SEGÚN EL CÓDIGO DA VINCI.

El libro "El código da Vinci" ha resultado ser un éxito superventas a nivel mundial, y ha inspirado una seguidilla de numerosos análisis de todo tipo. Ahora que se ha aposentado algo el polvo sobre su rápida fama, El Ojo de la Eternidad explica algunas claves sobre las ideas religiosas vertidas en la novela y película de "El código da Vinci", poniéndolas en su respectivo contexto.


[IMAGEN SUPERIOR: "La última cena", de Leonardo da Vinci. En "El Código Da Vinci" se dice que la imagen de Juan es en verdad una mujer, María Magdalena, la esposa de Jesús].

ADVERTENCIA: Ya que este posteo trata sobre aspectos de fondo de la novela y de la película, nos hemos visto obligados a hacer referencias a la trama de la misma. Si usted no la ha leído, y planea leerla o ver la película, quizás prefiera pasar por alto el presente artículo.

EL REVUELO PROVOCADO POR EL "CÓDIGO DA VINCI".
La historia es bastante simple. Un día, viendo lo mal que los escritores de best-sellers al uso hacen su trabajo, Dan Brown decidió que también podía hacerlo él. Y lo hizo. Escribió un par de libros ("Fortaleza digital" y "Angeles y demonios"), antes de llenarse los bolsillos de dinero con su superéxito mundial de ventas, "El Código da Vinci". En sentido estricto, "El Código da Vinci" es una segunda parte, porque el personaje de Robert Langdon había aparecido previamente en "Angeles y demonios". Pero en esa novela, la trama giraba en torno a teorías físicas relacionadas con aspectos esotéricos, algo que en "El Código da Vinci" es reemplazado por esoterismo puro y duro.
Gran parte del éxito no se debe al nivel de la novela, por supuesto. Se ha repetido en numerosas ocasiones la mala calidad literaria de la misma, y de su trama. Pasó que "El Código da Vinci" era la obra que los tiempos estaban esperando. En los albores del siglo XXI, después de la autocomplaciente década de 1990 y el derrumbe moral que significó, tanto para occidentales como no occidentales, el simbólico atentado contra las Torres Gemelas, las religiones y los fundamentalismos han hecho su agosto: talibanes, George W. Bush, Benedicto XVI, etcétera.
También es una prueba de que el conocimiento esotérico, aún el más escondido, está bien al alcance de la mano. En el siglo XVIII, Mozart desató la ira de los masones con su ópera "La flauta mágica", proque revelaba aspectos del esoterismo masónico. Algo así, hoy en día, es virtualmente imposible, ya que basta teclar "Masonería" en Google para obtener cuantiosa información sobre la misma y sus creencias. (incluso en El Ojo de la Eternidad posteamos un artículo sobre la misma en Enero pasado). Lo mismo ocurre con otras ramas del pensamiento esotérico, como por ejemplo la ariosofía, antaño patrimonio de sociedades secretas iniciáticas como Ultima Thule o la Logia del Sol Negro, pero hoy en día difundido a los cuatro vientos, también por obra y gracia de la red. Es decir, vivimos el paraíso ideal para los cazadores de esoterismo. En ese sentido, buena o mala, la novela de Dan Brown no es sino otra cosa que el signo de los tiempos que actualmente corren.

JESÚS Y MARÍA MAGDALENA.
El grueso de la obra descansa sobre la búsqueda del Santo Grial, que según la novela es nada menos que la descendencia real de Jesús. El concepto básico es que Jesús contrajo matrimonio con María Magdalena, la que no era una prostituta sino una mujer de sangre real, y de este matrimonio nació descendencia, la que se escondió en Francia y dio origen al linaje de los Merovingios, y a través de ellos, a una dinastía real y mesiánica que perduraría hasta el día de hoy. Todo eso, celosamente vigilado por el Priorato de Sión.
Desde luego que el revuelo más grande se ha armado por el intento de "humanizar" la figura de Jesús. Revuelo que sólo ha impresionado a las masas, porque para los más enterados, desde el siglo XVIII existe una copiosísima literatura de investigación que ha reconstruido prácticamente desde sus cimientos la historia de Jesús, dándonos un punto de vista muy diferente al defendido por la Iglesia Católica. Así, hoy en día sabemos que la figura de Jesús de Nazaret, Jesucristo, fue diseñada por hábiles creadores de mitos en las tinieblas de la historia para darle la fisonomía de un Sonnenmensch, un héroe solar, y de esa manera hacerle pasar como divino frente a las másas paganas a las que trataban de convencer.
El creer en un Jesús humano y sin rasgos de divinidad, es algo también muy antiguo. Para los judíos, el mesías, esto es, el hombre que iba a cambiar el curso de la historia por gracia de Yahveh, era apenas un simple ser humano. Creer en un mesías "hijo de Dios" es para los judíos una herejía, puesto que viola el monoteísmo estricto de dicha fe. Los primeros cristianos, al provenir del ámbito judío, compartían esta creencia. Durante siglos hubo conflictos entre los cristianos de origen judaizante, y los de origen gentil, ya que éstos úiltimos, habituados a los relatos y sagas paganas de dioses que vienen desde lo alto a salvar a la Humanidad,no tenían reparos, y hasta les parecía mejor, un Jesús que fuera al mismo tiempo hombre y dios. Al final, los "divinizantes" ganaron la partida, en el Conclio de Nicea (mencionado tanto en la nvoela como en la película), el año 325, aunque no sin ruda oposición posterior.
También de ahí arranca la concepción de Jesús como un soltero y célibe, algo que no tiene la menor base histórica. Si hemos de creer a los Evangelios, Jesús fue un judío respetuosísimo con la ley, y la ley judía obligaba a todos los judíos al matrimonio. De ahí que cobren tanta importancia, dentro de la mitología de Jesús, dos presencias femeninas: la madre, la Virgen María, descendiente de la Gran Diosa Madre ancestral, y por otra María Magdalena, una mujer que en los Evangelios no tiene la menor significación, pero que en el decurso de los siglos ha visto su figura agrandarse entre las sombras.

EL LINAJE.
Cuando en el siglo XIX el criticismo histórico echó abajo la visión tradicional cristiana sobre Jesús, nacieron nuevas visiones sobre éste. Como lo que estaba de moda era el nacionalismo, hubo entonces numerosos intentos de vincular a Jesús con las tradiciones nacionalistas de cada nación europea. De esta manera, cobraron auge las historias medievales que vinculaban a Cristo con el Rey Arturo (en Inglaterra), o con el linaje de los Merovingios (en Francia), o con la tradición ariosófica germánica (en Alemania). Lo que hizo Dan Brown fue simplemente elegir la versión francesa del mito, y utilizarla como "la verdad" en su propia novela.
La verdad de las cosas es que entre los Merovingios y Jesús existe tanta distancia como la que podría haber entre un cocodrilo y una secuoya. Los francos eran tribus germánicas procedentes desde más allá del Río Rin. Cuando invadieron el Imperio Romano, se instalaron en la Galia, actual Francia, crando un reino a la usanza de la época, esto es, intensamente guerrero y bárbaro. Los padres de los merovingios eran simplemente hordas bárbaras que se hunden en la historia, no descendientes de la semilla de Jesús.
La falsificación de un linaje es una práctica antigua, y no sólo entre los cristianos. El objetivo es darse un aire de respetabilidad, haciéndose heredero de una gran tradición, escondiendo así a los ancestros incómodamente vulgares que se puedean tener. Entre los paganos era práctica habitual, como lo prueba el que Atenas se datara a sí misma hasta los tiempos de Cécrope, en el año 1700 a.C., o que el Faraón se considerara a sí mismo nada menos que descendiente del dios Sol. Los cristianos también incurrieron en esto, al falsificar dos sendas genealogías de Jesús en los Evangelios. Después, la falsificación de "linajes apostólicos" se volvió recurrente, cuando se crearon listas de obispos para las principales ciudades que, sosepechosamente, arrancaban todas ellas de algún apóstol de Jesús, que difícilmente podría haber alcanzado tales tierras en tan poco tiempo. Dicha práctica era imitación de la propia de los filósofos, que también construyeron "cadenas de tradición" de un filósofo a otro (un filósofo enseñó a otro, que a su vez enseñó a otro, etcétera). En ese sentido, entroncar a los merovingios con Jesús y María Magdalena no pasa de ser un simple mito, sin el menor asidero en la realidad, no más creíble que la historia de José de Arimatea huyendo de Palestina y llevando la copa de la última cena de Cristo a Inglaterra.
Y lo mismo vale para el Priorato de Sión. A pesar de que sus primeros testimonios arrancan de mediados del siglo XX, ellos insisten ser depositarios de una tradición mucho más antigua, de la que son rectos descendientes. Otro tanto hizo en su minuto la Masonería, que porfiadamente insistió durante mucho tiempo en tener sus raíces en la Palestina del Rey Salomón, a pesar de que sus estatutos actuales fueron recién creados en 1717. Como puede verse, las sociedades secretas tampoco son inmunes a esta tentación de hacer más respetable el pasado falsificándolo para ganar antigüedad, prestigio y legitimidad.

¿ES PARA TANTO...?
Uno de los puntos atractivos de la novela es la motivación del villano para acallar determinados conocimientos: el oscurantismo. Es cierto que la Iglesia Católica se ha mostrado tradicionalmente despiadada en silenciar a quienes osan criticarla exponiendo hechos que contradicen su visión del mundo y su manera de describir los acontecimientos, pero quizás esto sea una sobrerreacción.
Lo cierto es que a pesar de sus numerosos errores científicos, la Iglesia Católica sigue victoriosamente en pie. Ni el descubrimiento de que la Tierra gira alrededor del Sol, ni el de la evolución de las especies, ha podido conmover sus cimientos, a pesar de que en su tiempo se pensaba que venía un acabo de mundo porque la gente iba a entender las cosas de manera distinta a la Iglesia. Desde siempre, y en la actualidad aún más, los historiadores y científicos saben que Jesús de Nazaret tuvo que haber sido alguien muy distinto a la imagen mesiánica que la Iglesia Católica ha forjado en torno suyo, pero ese conocimiento tampoco amenaza a la Iglesia, por mucho que ella se esfuerce por borrar dichos trabajos y tratar de silenciarlos por métodos sutiles.
Lo cierto es que la gente en general necesita alguna certidumbre a la que amarrarse. No pocas personas se convencen de algo, no porque sea razonable, sino porque quien lo dice, lo hace con enorme y profunda convicción. Este es el caldo de cultivo en donde germinan los fanatismos de toda clase, el fanatismo católico incluido. Estas gentes, aunque tengan la evidencia de que la historia de Jesús fue eminentemente distinta a la predicada por la Iglesia, no van a cesar de obedecerla, porque van a desestimar lo que ellas digan. En último término, dirán que quien era Jesús no afecta para nada a su mensaje. Y en eso tienen razón. No porque Jesús haya sido soltero o casado, o haya tenido descendencia o no, cambian sus enseñanzas, y la razón o sinrazón que puedan haber en ellas. Se supone que aquello de "amar al prójimo como a ti mismo" funciona porque tal es la voluntad de Dios o porque simplemente es lo bueno, no porque lo proclamó alguien que fuera casado o soltero. En ese sentido, "El código Da Vinci" magnifica las consecuencias que tendría un descubrimiento, una receta que funciona muy bien en el thriller, pero en la vida real no tiene mayor asidero.

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