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13 mayo 2007

MARX Y EL COMUNISMO: LA RELIGIÓN PARA ACABAR CON TODAS LAS RELIGIONES.

Debido a su proyección posterior, Karl Marx es sin duda uno de los más importantes filósofos de Occidente. En él se inspiró Lenin y los bolcheviques para tratar de crear una nueva sociedad. Los comunistas se declaraban oficialmente ateos, porque según ellos, la religión era un instrumento de la clase dominante para oprimir al proletariado. Y sin embargo, el comunismo bebe de las arcanas corrientes de la religión judeocristiana. El Ojo de la Eternidad viaja al corazón de la antigua Unión Soviética para descifrar las claves religiosas del comunismo.


[IMAGEN SUPERIOR: Afiche con la figura de Vladimir Lenin, fundador de la Unión Soviética. Aunque la antigua URSS era oficialmente atea, el comunismo fue enormemente proclive al "culto de la personalidad"].

EL SUSTRATO DE MARX.
Aunque el comunismo se transformó en un proyecto político viable durante la Revolución Rusa, en 1917, los antecedentes más remotos deben ser rastreados hasta Karl Marx, un economista y filósofo alemán de ascendencia judía, que vivió en el siglo XIX. Marx tuvo una activa participación en política, pero a raíz de la Revolución de 1848, que prendió en toda Europa y fue una maraña de reivindicaciones nacionalistas y sociales, y que finalmente fracasó, debió exiliarse en Londres. Allí escribió su obra clave, "El capital". Aunque es una obra filosófica y económica mediocre, en definitiva "El capital" le dio sustento a algunas ideas socialistas un tanto desperdigadas, dándoles al mismo tiempo un sólido fundamento religioso, revestido con las apariencias de una investigación científica. Es decir, tenía todo lo necesario para convencer a una sociedad como la del siglo XIX, anhelante de religión debido al enorme descrédito en que había caído la Iglesia Católica, pero demasiado racional como no confiar en otra cosa que no fuera la ciencia.
En apretada síntesis, Marx expone una teoría de la historia que se basa en la noción de superestructura económica. En la época estaba de boga el idealismo de Hegel, según el cual la historia evoluciona hacia el final de los tiempos, al encuentro del Absoluto, por medio de un proceso dialéctico en que una fase histórica derriba a la anterior y evoluciona "un peldaño hacia adelante". Marx tomó estos conceptos hegelianos, pero abandonó su idealismo, y decidió centrarse en la Economía, con la esperanza de encontrar base para sus postulados en el discurso científico. Dio así con la mentada superestructura económica. Según Marx, no son las ideas las que evolucionan, sino las superestructuras económicas. O mejor dicho, las ideas avanzan porque lo hace la economía. Por eso, al Marxismo se lo llama "materialismo dialéctico": materialismo como opuesto a "idealismo" (las ideas filosóficas son anteriores a la materia) y dialéctico porque rescata la vieja dialéctica hegeliana.
La superestructura económica es, en definitiva, la manera en que se organizan los medios de producción. Sucede que los propietarios de los medios de producción siempre intentan abusar de los trabajadores, y de ahí las sucesivas sociedades esclavistas, feudal e industrial moderna. Cada fase económica genera sus propias contradicciones que prepararán su derribo, para la llegada de la fase siguiente. He aquí entonces el elemento dialéctico. Quedan entonces dos opciones: sostener que eso seguirá así hasta el infinito, o bien que parará en alguna parte. Y aquí, Marx da el gran salto.

LA ÉTICA MARXISTA.
Marx sigue una jugada filosóficamente tramposa para solucionar este embrollo. Sostiene que la ganancia generada por el capital ("plusvalía" o mayor valor de los bienes usados para producir) le pertenece a los trabajadores, porque es el fruto de su trabajo, pero al quedársela la empresa, ésta le roba a los trabajadores. Suena lógico, de no ser porque esconde una falacia, una de las más viejas de todas: la falacia naturalista. Simplemente, Marx ha dado el gran salto desde lo que es hasta lo que debe ser. Una cosa es que la empresa genere mayor valor sobre los productos que manufactura. Otra distinta, que eso sea éticamente condenable. Lo primero pertenece al dominio de la ciencia, de lo que es. Lo segundo, al dominio de la ética, de lo que debería ser. Y como lo que debe ser es la especialidad de las religiones, estamos a un paso de la religión.
Sostiene Marx que el final del proceso histórico se producirá cuando desaparezcan las clases sociales. Para eso, primero el proletariado debe imponerse a los dueños del capital, por medio de una revolución, y generar la dictadura del proletariado. Una vez que estén igualadas todas las clases sociales, vendrá el paraíso comunista, se detendrá la Historia, y la sociedad será por fin feliz.
Todo lo cual suena, por supuesto, a religión.

LA FUENTE JUDEOCRISTIANA DEL MARXISMO.
Una somera comparación entre el marxismo y el judeocristianismo deja bien en claro que el primero no es más que una versión del segundo, descafeinada y con un fuerte contenido economicista. O sea, es una especie de cristianismo agnóstico y economicista.
En primer lugar, tanto el judeocristianismo como el marxismo sostienen una visión teleológica de la historia: la historia no se queda quieta ni da vueltas sin sentido, sino que se dirige hacia alguna parte. En segundo lugar, ambos tienen una fuerte base ética de condena contra los ricos y bendición para los pobres (en teoría, al menos). En tercer lugar, ambos sostienen la llegada de una violenta revolución final, llámese Juicio Final o dictadura del proletariado, como fase previa antes del advenimiento de un Paraíso Terrenal que representa el final de la historia. En cuarto lugar, aunque no existe Dios en el pensamiento marxista, es sintomático que aparece una fuerza natural de poder incontrarrestable, la "necesidad histórica", que al igual que Dios, es todopoderosa y dirige a las personas hacia sus fines, lo quieran o no.
¿Cómo llegó esta semilla de judeocristianismo hasta el marxismo? Como ya señalamos, Marx era de familia judía, y eso puede ser una influencia. Sin embargo, también Marx tomó muchos conceptos y nociones de la filosofía de su antecesor Hegel, quien antes de ser filosófo... estudió Teología. Todo se conecta. A su vez, Hegel fue filósofo de la primera generación posterior a la Revolución Francesa. Es decir, Hegel tuvo que afrontar el reto filosófico de crear toda una nueva escuela de pensamiento que pueda reemplazar al cristianismo, bruscamente desacreditado después de los eventos de 1789.

LA SUERTE POSTERIOR DEL MARXISMO.
La verdad es que de no ser por la casualidad, el marxismo hubiera quedado en el cajón de sastre de las filosofías curiosas del siglo XIX. En la época de Marx, existía un agudo problema social de concentración de la riqueza en un puñado de industriales, a costa de extensos sectores de obreros. El socialismo no lo inventó Marx, sino algunos pensadores anteriores a quienes Marx llamó "utópicos" para desprestigiarlos. Tampoco el "socialismo científico" de Marx fue el último, porque vinieron otras escuelas de pensamiento de carácter socialista, incluyendo la llamada "Doctrina Social de la Iglesia" o el "socialismo fabiano" a la inglesa. Las Internacionales de obreros tomaron forma bajo el pensamiento de Marx, pero pronto se separó en una Internacional Socialista y una Anarquista. Incluso el nombre de "comunismo" nada tiene que ver con Marx o con la comunidad de bienes que debería predicar el comunismo, sino con la Comuna de París, una violenta sublevación popular que se produjo en dicha ciudad el año 1871, como respuesta a la desastrosa guerra de Francia contra Alemania (esta Comuna, dicho sea de paso, fue violentamente aplastada después de una cortísima vida).
Pero el marxismo tomó cuerpo en el Imperio Ruso, siendo adoptado por los bolcheviques bajo el nombre de comunismo. A diferencia de Occidente, en donde los ideales de la Revolución Francesa impulsaban a la democracia, en Rusia existía una fuerte vena autoritaria, y esto favoreció los planes comunistas. Así, el comunismo se hizo del poder, liquidó al Imperio Ruso, creó en su lugar a la Unión Soviética (1917), y después trató de difundir el comunismo como un dogma a lo largo y ancho del globo.
Porque eso era, en definitiva, el comunismo: un dogma de fe. Dogma de fe basado en la creencia de la filosofía de Karl Marx, y el autoconvencimiento de que la Unión Soviética era la dictadura del proletariado. Si hubieran tenido conciencia de que el comunismo era en verdad otra religión, hubieran debido recelar de éste como recelaba Marx de todas las religiones, motejándolas de "opio del pueblo". Sólo así se explica la terquedad de la Unión Soviética en seguir políticas económicas que, según análisis más avanzados, recientes y perspicaces que los de Marx, estaban condenadas al fracaso. El resto es historia. Por ahora al menos.

06 mayo 2007

LA RELIGIÓN DETRÁS DE MÁTRIX.

Uno de los más importantes hitos fílmicos de los últimos años es la película "Mátrix", que dio origen a dos secuelas, un puñado de cortos animados, videojuegos, y mercadishing diverso, además de popularizar definitivamente el concepto de "cyberpunk". Parte importante de la popularidad del filme devenía también de ser una película "profunda", en el sentido de filosofía y religión. El Ojo de la Eternidad se dedica a explicar las claves religiosas y filosóficas detrás de la creación de los hermanos Wachowski.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Afiche de la película "Mátrix"].

LA IRRUPCIÓN DE MÁTRIX.
Para finales del siglo XX, la idea de un ciberespacio en donde estuvieran conectados hombres y máquinas era algo corriente en los círculos de la ciencia ficción, al menos desde la novela "Neuromante" de William Gibson (1984), pero para el mainstream seguía siendo algo fundamentalmente raro. De esta manera, aunque los hermanos Wachowski tenían hace años el concepto de "Mátrix", no consiguieron financiamiento para llevarla al cine hasta conseguir un éxito anterior, que convenciera a los estudios Warner de invertir en un proyecto que para los productores de la época sonaba como algo raro, por decir lo mínimo.
"Mátrix" tuvo éxito fundamentalmente porque contribuyó a popularizar conceptos que existían desde mucho antes, cuales eran la realidad virtual o la fusión entre hombre y máquina, y además conectó bien con el sentimiento de cambio de siglo, de que cosas grandes venían, quizás el fin del mundo, y por tanto, había llegado la hora de replantearse los viejos problemas filosóficos de siempre: ¿qué es el hombre?, ¿tiene la existencia algún sentido?, ¿tenemos libre albeldrío?, ¿y si el mundo fuera una ilusión? Lo cierto es que estas cuestiones, lejos de ser novedosas, habían sido explotadas ya hasta la saciedad antes. Lo que hizo "Mátrix" fue actualizarlas a un lenguaje cyberpunk. A continuación exploraremos cuáles son estas fuentes.

LA HISTORIA.
Videojuegos y material aparte, el núcleo duro de la mitología Mátrix lo conforman tres películas: "Mátrix", "Mátrix recargado" y "Mátrix revolutions". No es éste el lugar para pronunciarse sobre su calidad en cuanto filmes, ni para explicar las circunstancias de cada una, pero sí conviene hacer un esbozo de la trama general, en particular porque al ser concebidas la segunda y tercera con independencia de la primera, y francamente para aprovechar el negocio y convertirlo en franquicia, presentan algunas incoherencias desde el punto de vista mítico, que es necesario explicar.
El protagonista, Thomas Anderson, es un aburrido empleado de oficina que tiene una segunda vida como Neo, un avezadísimo hacker que es un día secuestrado por unos hombres de negro comandados por el Señor Smith. Pronto, Neo aprende que estos hombres de negro tienen la misteriosa capacidad de torcer la realidad. Es rescatado por dos agentes enemigos de los primeros, llamados Morfeo y Trinity, quienes le explican que nuestra realidad no es tal, sino una ilusión generada por una supercomputadora en un futuro postapocalíptico. Morfeo y Trinity convencen a Neo para saltar a la otra realidad, convencidos de que Neo es el Elegido, que según una antigua profecía deberá librar a los seres humanos del dominio de las máquinas. Neo descubre que, en efecto, dentro de la Mátrix, la ilusión creada por la supercomputadora, tiene grandes poderes, pero esto lo lleva a encontrarse con otros entes, como por ejemplo el Oráculo, el Merovingio o el Arquitecto, aprendiendo de ellos sucesivas revelaciones sobre el mundo en que vive. Finalmente, la supercomputadora emprende el asalto decisivo contra Sion, la última ciudad libre de los humanos, razón por la cual Neo tendrá que jugarse el todo por el todo, sacrificando incluso su vida, para derrotar a las máquinas. El resultado final del sacrificio de Neo es la restauración del balance, ya que el peor de los males, el descontrolado agente Smith, es destruido junto con él, mientras que las dos principales fuerzas del universo de Mátrix, el Oráculo y el Arquitecto, regresan a un incómodo equilibrio, a la espera de volver a medir fuerzas otra vez.
En este apretado resumen no hemos podido dar cuenta de algunas incoherencias varias de la trama, pero sí salta a la vista algo fundamental. La principal inspiración de Mátrix no es la teología cristiana, ni tampoco como muchos sugieren la filosofía oriental (Hinduismo, Mahayana), sino una antigua tradición religiosa llamada Gnosticismo.

EL GNOSTICISMO CYBERPUNK.
Antiguamente, en la época del Imperio Romano, hubo un período inusitado de paz y tranquilidad política y militar, que permitieron el libre intercambio de ideas filosóficas y religiosas desde Roma hasta la India. El fruto más representativo de este flujo de ideas fue el Gnosticismo. A pesar de que hemos hablado de éste en El Ojo de la Eternidad, es bueno hacer un repaso. El Gnosticismo predica la existencia de múltiples emanaciones, desde una realidad suprema, hasta la materia pedestre, y cada realidad más cercana a esa realidad suprema es progresivamente más "buena" o "pura" que las más alejadas y terrestres. Los detalles del mapa varían notablemente porque los gnósticos no fundaron una iglesia, sino que introducían elementos a discreción, según sintieran predilección por el Cristianismo, el Judaísmo, el Mahayana, el Mitraísmo o la Filosofía Griega.
Esta idea está bien presente en Mátrix. Que el universo real es una ilusión, es una idea que los gnósticos importaron desde Oriente. Que por sobre esa ilusión hay una serie de dioses y demonios, también. En Mátrix hay varios niveles de realidad, incluyendo un "infierno cristiano" inserto bajo el ropaje del Merovingio. Este personaje, de reminiscencias de un pueblo tan "hereje" como es el de los franceses, tiene una esposa que se llama Perséfone, igual que la esposa del dios infernal Hades en la Mitología Griega.
Frente a la cuestión de si existe un Satán o no, este rol está repartido en dos: el Agente Smith por un lado, y el Merovingio por la otra. Esto no parece tener base teológica o mitológica alguna, sino que representa una mera contradicción entre la primera película y sus dos secuelas, porque no hay alusión alguna al Merovingio en la primera, y en las secuelas, el Agente Smith varía profundamente su rol, de ser un villano puro y simple, a ser una verdadera némesis de toda la creación cibernética. He aquí entonces una de las inconsistencias más profundas de la película, ya que el Merovingio presenta todas las características del Satán cristiano, incluyendo el ser presentado como uno de los primeros "habitantes" de Mátrix, además de un infierno personal diseñado como una versión moderna del descrito por Dante Alighieri o John Milton. Sin embargo, el Merovingio no se caracteriza por ser el opuesto del villano, como Satán lo es de Cristo, sino por poseer información clave y privilegiada sobre la creación. Es decir, el Merovingio no se parece al Satán "adversario" del cristianismo, sino al Satán "portador de la luz" del gnosticismo y ciertas sectas masónicas y satánicas modernas.
La función de ser el antagonista y el destructor de mundos, propia del Satán cristiano, no le cabe sin embargo al Merovingio, sino al Agente Smith. En ese sentido, el Agente Smith puede ser perfectamente identificado como descendiente de criaturas bestiales de enorme poder destructivo, como el Tifón de la Titanomaquia griega, la serpiente Tiamat de la Mitología Babilónica, el dios Set del mito de Osiris, el Leviatán del Antiguo Testamento, o la Bestia del Apocalipsis. La función de todos ellos es portar el caos y la destrucción, al revés del héroe, cuya misión es llevar o restaurar el orden del universo, y por tanto no es el Merovingio el verdadero Satán, en el sentido que el cristianismo le asigna a este personaje, sino el Agente Smith.
El Arquitecto, por su parte, es una clarísima alusión al Gran Arquitecto del Universo, el dios abstracto y filosófico predicado por la Masonería. Al igual que éste, el Arquitecto es hiperracional y ve todo en función de la lógica. Pero curiosamente, a través de su peculiar relación con el Oráculo, resalta su condición de "dios masculino" y de Señor de la Creación, muy en consonancia con el rol del Yavé bíblico como "Adonai" ("Señor"). Así, el Arquitecto es también un portador de destrucción, al igual como el Yavé bíblico es el "Señor de los Ejércitos". Lo dejaremos hasta aquí por ser un poco largo de explicar, pero para el interesado en profundizar sobre esta peculiar manera de ver a Dios, le recomendamos leer el primer capítulo del Libro de Job, que describe a Dios no como el señor tribal cercano a su pueblo que vemos en el Génesis o el Exodo, que habla cara a cara con Abraham y Moisés, sino como un Emperador de todo lo Creado, rodeado de una nube de cortesanos, absolutamente inaccesible, y que no actúa personalmente, sino que lo hace a través de agentes que obran según su voluntad. Quedará pendiente explorar la relación de esta visión de Dios en la Biblia (el llamado "Anciano de los Días") con el Gran Arquitecto del Universo, para un futuro artículo de El Ojo de la Eternidad.
El Oráculo, por su parte, es una abstracción de la deidad femenina genérica antigua, la Gran Diosa Madre, y sirve de guía al protagonista del mismo modo en que Beatriz guía a Dante por el Paraíso, en la "Divina Comedia". En última instancia, la propia idea de la Matrix ("matriz", en inglés, que puede bien interpretarse en el sentido de "útero") insinua la idea de un eterno femenino que envuelve la totalidad de la realidad, igual como otras diosas femeninas lo hacían en religiones antiguas. En el Antiguo Egipto esto es muy gráfico, gracias a la diosa de la justicia, Ma'at, o a la diosa del cielo, Nut, y algún resabio queda de eso en el cristianismo, en la imagen de la Virgen María cuidando a sus fieles desde el cielo.

EL ELEGIDO.
Por supuesto que una trama de redención no tiene sentido sin un redentor, y Neo cumple este papel. Sin embargo, a pesar de ser un clásico "héroe solar" o Sonnenmensch, y presentar varios de los rasgos propios de éstos, el ambiente gnóstico impone algunos matices. El principal de ellos es la idea del eterno aprendizaje y sucesivas purificaciones que Neo debe afrontar, lo que emparenta al personaje con los rituales propios de la Masonería que, por supuesto, son heredados directamente del antiguo Gnosticismo, como hemos dicho ya en El Ojo de la Eternidad.
Para empezar, dentro del "mundo real" (la Mátrix, deberíamos decir) aparece Neo como un héroe de nacimiento virginal, ya que no se muestra o hace alusión en ningún minuto a su madre, su padre o su familia. Su familia es "celeste", ya que la componen las presencias "superiores" de Morfeo y Trinity, como "padre" y "madre", con quienes entabla una relación de tríada familiar divina, pero también un aprendizaje iniciático con un Maestro (Morfeo), un Vigilante (Trinity) y un Aprendiz (Neo).
Pero a su vez, al llegar a ese nivel superior, Neo descubre niveles todavía superiores, y esta familia celeste pasa a ocupar el lugar de familia terrestre (con Neo como héroe de nacimiento virginal otra vez, puesto que no tiene vínculos de sangre con Morfeo o Trinity), y adquiere una nueva familia celeste, conformada por el Arquitecto como padre y el Oráculo como madre, algo bien evidente en la escena final que cierra la trilogía (ahora el Arquitecto pasa a ser el Maestro, el Oráculo toma el rol de Vigilante, y Neo sigue siendo el Aprendiz).
Esta estructura en tríada es característica de muchos dioses orientales, como hemos dicho, y Jesucristo no escapa a ella, ya que presenta dos tríadas, al igual que Neo, una terrena (José, María y Jesús) y una celeste (Padre, Hijo, Espíritu Santo).
También es bien visible la relación ambigua que el héroe sostiene con los personajes femeninos, que son a su vez madre y amante del protagonista, lo que es algo propio del héroe solar, como evolución que es del Dios Muriente al servicio de una Gran Diosa Madre, como hemos explicado latamente en posteos anteriores. Con Trinity, ella obra como madre al darle la vida simbólicamente, pero también como amante (aunque, y esto es algo que rompe con la continuidad mítica, muere ella en vez del héroe, que resulta transfigurado en algo superior). Con el Oráculo, la relación de madre a hijo es bien clara, mientras que la relación de amante es mucho más sutil, y está sublimada a través del servicio que Neo le presta al Oráculo, a la manera del caballero andante que corre peligros diversos por ganar y ser merecedor del amor de su dama.
Y en definitiva, el sacrificio del héroe solar lleva a la restauración del orden cósmico que de alguna manera ha sido roto. En este caso sí conviene traer a colación al Hinduismo, ya que éste es el argumento exacto del Ramayana, poema épico hindú que parte con la rebelión del demonio Ravana contra los dioses, y la encarnación del dios Visnú en el príncipe Rama, encarnación que le permitirá vencer a Ravana y restaurar el status quo.
En ese sentido, "Mátrix" perpetua en ropaje moderno y computacional todos aquellos tópicos que ya eran viejos en las religiones cuando advino el Gnosticismo, en tiempos del Imperio Romano, y como predeciblemente seguirá ocurriendo, en tanto el ser humano siga siendo lo que es, y por tanto siga necesitando de religiones para creer y seguir adelante.

15 abril 2007

UN UNIVERSO ETERNO E INCREADO.

Existen dos maneras de concebir al universo: como iniciado a partir de un momento único, sea la Creación o el Big Bang, o como eterno tanto en el tiempo como en el espacio. En la actualidad pareciera predominar la primera alternativa como explicación, por la herencia cristiana y científica de Occidente. Y sin embargo, no pocos pueblos se han inclinado por la segunda. El Ojo de la Eternidad hace un breve comentario sobre aquellas cosmologías que conciben al universo como un lugar sin fin...


[IMAGEN SUPERIOR: "Uroboros cósmico", ilustración de Nicolle Rager Füller que simboliza la evolución del universo como una serpiente que se muerde la cola. Este animal emblemático, el Uroboros, ha aparecido en distintas civilizaciones para mostrar a un universo eterno e increado, en donde todo cambia para regresar siempre a su origen].

LOS DOS POSIBLES UNIVERSOS.
Existen dos maneras posibles de concebir al universo. O bien éste nació en algún punto, o bien no lo hizo, y por tanto al no tener ningún comienzo, es infinito en el tiempo. En el primer caso, es obvio que no puede ser infinito en el espacio, porque llevaría una cantidad infinita de tiempo crear una cantidad infinita de espacio, y estamos partiendo de la premisa contraria. En el segundo caso, puede que sea infinito en el espacio, o bien puede que sea finito y autocontenido. ¿Cuál de estas tres opciones (universo con inicio, universo sin inicio e infinito, universo sin inicio y finito) es la correcta?
No es fácil decidirlo. Las primeras civilizaciones optaron muchas veces por creer que el universo era finito. Para ellos, su mundo visible se reducía a la tierra y el cielo, y por tanto el universo estaba limitado por la bóveda celeste hacia arriba, y el suelo, o el inframundo, hacia abajo. En cuanto a lo que hubiera más allá, generalmente era roca hasta el infinito hacia abajo, o un mar celestial o un fuego celestial hacia arriba, también hacia el infinito. Pero todo lo interesante pasaba en un ámbito circunscrito, cual era el mundo conocido.
Los científicos modernos empezaron a ver las cosas de manera distinta. En 1572 apareció una espectacular supernova en la constelación de Cassiopea, y el científico Tycho Brahe aprovechó para poner en duda el dogma de la inmutabilidad de los cielos. Pero fue Galileo Galilei quien, apuntando su telescopio hacia la Vía Láctea, descubrió que ésta era en realidad un racimo de estrellas, y por ende, no existía nada parecido a una bóveda celeste. Así comenzaba a abrirse el infinito.
En 1687, Isaac Newton publicó sus trabajos sobre la Teoría de la Gravedad, en su libro "Principios matemáticos de filosofía natural". Y con ello desató un grave problema: ¿es el universo finito o infinito? Si el universo es finito, toda la gravedad de la materia acumulada en él debería hacerlo colapsar. Y si es infinito, entonces deberían haber tantas estrellas, que el cielo entero sería un gigantesco horno sin ningún espacio en negro. Al problema de por qué la noche es oscura, se la llamó Paradoja de Olbers. Esto puso a los científicos en la pista de que quizás el universo no fuera infinito, después de todo.

EL UNIVERSO INFINITO.
Al arduo problema de decidir si el universo es infinito o no, muchas culturas respondieron tajantemente por la primera.
Los antiguos griegos, por ejemplo, creyeron inicialmente que el universo había sido creado a partir de los amores incestuosos de la diosa Gea (la Tierra) y su hijo y amante Urano (el cielo), que juntos habían engendrado a todos los dioses. Sin embargo, conforme avanzó el tiempo, muchos filósofos y científicos griegos que descreyeron progresivamente en estos mitos, llegaron a la conclusión de que el universo era probablemente infinito.
Algo parecido sucedió en la antigua India. Ellos creían inicialmente que el universo había sido creado a partir de los fragmentos del dios Brahma, convenientemente descuartizado para que sus restos formaran todo lo conocido, incluyendo a las distintas castas. Pero conforme pasó el tiempo, los pensadores de la tradición védica de la India llegaron a la conclusión contraria: el universo no sólo era eterno, sino que además, se encajaba dentro de dantescos ciclos de miles de millones de años. Creían así que pasado un kalpa, equivalente a 4.200 millones de años, la diosa Kali iniciaría su danza y el universo entero moriría incinerado, para recomenzar otra vez desde sus cenizas un nuevo universo, y así sucesivamente...

LA IGLESIA CATÓLICA CONTRA EL UNIVERSO ETERNO.
Los hebreos jamás llegaron a este grado de abstracción, y nunca superaron la creencia del universo creado por la voluntad de un dios. Quedó así escrito en el Génesis, el primer libro de la Biblia, y por tanto, esta creencia pasó a ser dogma oficial de la Iglesia Católica. Según ésta, basándose en la autoridad del Génesis, el universo fue creado "ex nihilo", es decir, de la nada, por la Palabra de Dios ("hágase la luz", y la luz se hizo...).
Además, la Iglesia Católica no podía desprenderse de esta creencia por un motivo adicional. Una de las tradicionales pruebas de la existencia de Dios es el argumento de la "Causa Primera" y del "Motor Inmóvil", y ambas presuponen un universo que tiene un inicio. En un universo infinito en el tiempo, no puede haber una "causa primera" porque esa causa primera tendría una causa anterior, y no puede haber un motor inmóvil, porque habría algo anterior que mueve a ese primer motor. Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, importó estos argumentos de la filosofía de Aristóteles. Por cierto, el Aquinate tomó de Aristóteles tan solo lo que le convenía, porque el filósofo griego era más bien partidario de un universo eterno e increado, pero esto Santo Tomás lo desechó por contradecir al Génesis.
En el siglo XVI, cuando surgieron filósofos que volvieron a poner sobre el tapete la idea de un universo eterno e increado, la Iglesia Católica reaccionó con energía. Así, trataron de obligar a Giordano Bruno a retractarse de estas ideas, y cuando no lo lograron, lo quemaron en la hoguera en 1600.
En el siglo XIX, ambas concepciones chocaron una vez más. Un filósofo tan teleológico como Hegel, que concebía al universo entero marchando evolutivamente "hacia arriba", al encuentro con un ser superior que era el Absoluto, dejó la cuestión entreabierta. Por otra parte, por influencia de la filosofía de la India, Schopenhauer renegó de la idea de un universo en el que hubiera alguna clase de orden. Su discípulo Nietzsche, por su parte, popularizó la idea del "eterno retorno", noción según la cual el universo entero vuelve a repetirse de la misma manera, una y otra vez, en un ciclo sin un posible final... En todo esto había, por qué no decirlo, algo de rebeldía contra la Iglesia Católica. Se trataba así de postular una cosmología distinta a la cristiana, para ofrecer una alternativa aceptable.

¿FUE EL BIG BANG EL COMIENZO DE TODO...?
A inicios del siglo XX, los científicos parecían considerar al universo como eterno e increado, y por ende, estaban en problemas para resolver la Paradoja de Olbers. Hasta que de pronto, un cúmulo de evidencias empezó a juntarse en un mismo sentido: quizás el universo había tenido un origen, después de todo. El primer llamado de atención fue dado por Edwin Hubble, cosmólogo que en 1929, observando los espectros de las estrellas, descubrió que las más lejanas tendían a alejarse más rápido. Concluyó entonces que el universo no era estacionario, sino que se encontraba en plena expansión. Ahora bien, si se expandía, debía haber tenido algún origen. Por aquellos años un par de cosmólogos europeos plantearon la teoría del Big Bang o Gran Estallido, pero nadie les hizo caso.
En fecha tan reciente como 1963, se identificó por primera vez, gracias a los radiotelescopios, un ruido residual que parecía venir de todas partes del universo. Llegaron entonces a la conclusión de que dicho ruido residual era nada menos que un remanente del Big Bang, obteniendo así la primera prueba directa de que el universo tuvo un comienzo, después de todo.
Sin embargo, ése no es el fin de la historia. Según la Teoría de la Relatividad, el espacio y el tiempo no son absolutos, sino que están relacionados con la materia y la energía. Por tanto, al iniciarse el universo y comenzar a existir la materia y la energía, empezaron también a existir el tiempo y el espacio. Por ende, no cabe hablar de un "antes" del Big Bang o preguntarse por aquello, simplemente porque es imposible un "antes" del Big Bang. Por ende, los científicos siguen en la penumbra sobre cuál fue el gatillo que desencadenó al universo entero.
Además, han surgido con fuerza cada vez mayor varias teorías que postulan la existencia de múltiples universos paralelos, siendo por tanto nuestro Big Bang un acontecimiento único y localizado en un universo, el nuestro. Si existen esos otros universos paralelos, entonces la pregunta de si el todo que conocemos es eterno o si tuvo algún comienzo, debe necesariamente seguir abierta...

04 marzo 2007

PRINCIPIO ANTRÓPICO: EL UNIVERSO ES PARA QUIENES LO HABITAMOS.

Pareciera ser que en su implacable marcha por arrancarle secretos a la naturaleza, la ciencia ha ido degradando cada vez más la posición del ser humano en el universo, hasta arrojarlo a un miserable arrabal galáctico. ¿Será éste el final de la historia? ¿O acaso permite la ciencia pensar que el ser humano ocupa una posición privilegiada en el universo? El Ojo de la Eternidad explora el principio antrópico, aquella idea científica y filosófica de que el universo entero es como es, porque de otra manera el ser humano no podría existir...


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: "Esferas cósmicas del tiempo", ilustración de Nicolle Rager Füller. Desde antiguo, la cuestión de qué o quién es el centro del universo, ha atravesado todo el debate científico y filosófico].

LA DECADENCIA DE LA POSICIÓN HUMANA EN EL COSMOS.
La mayoría de los pueblos primitivos la tenían fácil, a la hora de confeccionar un universo que se ajustara a lo que ellos observaban. Las cosmologías primitivas tienden a parecerse unas con otras casi como si de espejos se trataran. Todas ellas incluyen una especie de "región central" en donde habita el ser humano: por encima está el mundo celeste, en el cual moran los dioses, o bien los espíritus de los ancestros, o bien ambos. Por debajo está el inframundo, que suele ser el lugar de los demonios y los monstruos. Y siempre la civilización que concebía esta manera de ver el mundo, estaba en el centro geográfico de todo. La Tierra solía ser concebida como un cuerpo plano, pero cuando daban el salto a una concepción esférica de la misma, todo seguía igual, con la salvedad de considerar a la Tierra el centro del universo, el inframundo como coincidente con el centro de la Tierra, y el mundo celestial como una esfera que rodeaba por completo a la Tierra y no la tocaba en ningún punto. Las cosmologías más avanzadas generalmente eran versiones refinadas de este esquema. Así, los griegos concebían al universo como fragmentado en una zona central con mares y tierras, una zona celestial en donde circulaban los dioses, y un inframundo llamado el Hades. Los hebreos concebían al mundo superior como un océano celeste separado de los océanos terrestres, y al inframundo lo llamaban Scheol, la morada de los muertos, que estaba rodeada por los "pilares de la Tierra". La Iglesia Católica suscribió, fiel al astrónomo Claudio Ptolomeo (siglo II DC) una visión de la Tierra esférica, pero ubicada en el centro del universo, con el infierno y Satanás en el centro, por ser el lugar más alejado de todo. En todas estas cosmologías, destaca el importantísimo papel humano, por quien, a fin de cuentas, todo fue hecho.
Y sin embargo, la ciencia posterior al siglo XVI complicó las cosas para el orgullo humano. En esa época, Nicolás Copérnico ubicó al Sol en el centro del universo. En el siglo XVIII, el astrónomo británico William Herschell destruyó para siempre la idea de un territorio celestial, cuando creó el primer (imperfecto, de todas maneras) mapa de la Vía Láctea. En el siglo XIX, Charles Darwin probó que el ser humano estaba emparentado con el resto de los animales. A comienzos del siglo XX, los descubrimientos de una serie de cosmólogos desterró a la Humanidad del centro de la Vía Láctea, luego probó que la Vía Láctea no era la única galaxia, y finalmente, que no cabía hablar de un punto central en el universo. ¿Es que acaso entonces el ser humano es una pura casualidad cósmica...? ¿No podría ser que, después de todo, el universo entero podría existir sólo para cobijarle como especie?

EL SURGIMIENTO DEL PRINCIPIO ANTRÓPICO.
Muchos científicos han llamado la atención sobre la extraordinaria sintonía que muestran las leyes naturales con la vida en el cosmos. Así, por ejemplo, la fuerza de gravedad es inversamente proporcional al cuadrado de las distancias. ¿Qué pasaría si esta proporción fuera "inversamente proporcional al cubo de las distancias", o a alguna potencia superior? Tendríamos entonces una fuerza de gravedad más débil, en la que quizás las estrellas no pudieran condensarse a partir de las nubes de gas primigenias, o bien que no pudieran generar presión suficiente para encender los hornos termonucleares que las alimentan, o bien que sólo pudieran generar a su alrededor campos de asteroides incapaces de condensarse como planetas, o bien si fueran capaces de generar planetas, éstos perderían sus atmósferas en épocas tempranas de su evolución. Otro ejemplo podría ser las ecuaciones einstenianas de dilatación del tiempo. Los llamados muones, o partículas mu, son uno de los componentes principales de la radiación espacial que cae a la Tierra. Ahora bien, un muón tiene una vida media extraordinariamente corta, y si no fuera porque el tiempo relativo de ese muón se dilata (o mejor dicho, el espacio que debe recorrer se contrae de manera correlativa), nunca alcanzaría la superficie terrestre. Y esto tendría graves efectos en la vida terrestre, ya que un índice menor de radiación cósmica bajaría la tasa de mutaciones genéticas, y por ende, uno de los principales mecanismos evolutivos de la vida sobre la Tierra quedaría enormemente retardado, o quizás anulado.
Por todo ello, no pocos científicos han aventurado que quizás el surgimiento de la vida terrestre, y acaso la inteligencia humana, no son algo casual o afortunado, sino que el universo entero está estructurado de una manera tal, que necesariamente debía surgir al menos la vida, y quizás ambas. A esto se lo llama "principio antrópico": la idea de que el orden del universo no es una casualidad, sino que está de alguna manera sintonizado para que la vida necesariamente surja en éste.

EL DEBATE ANTRÓPICO.
No todos los científicos aceptan esta idea, y muchos de ellos la critican ácidamente. La crítica más dura es considerar al principio antrópico como una tautología, como un razonamiento circular en el cual se toma la conclusión a probar como parte de la prueba misma. El argumento antrópico sería, por tanto, el siguiente: los seres humanos existimos. Para que existamos, se necesita un universo con leyes físicas y químicas sumamente ajustado o sintonizado. Ese universo existe, luego, necesariamente el universo debía tener esa clase de leyes físicas y químicas. En realidad, no hay razón para pensar que no puedan existir tipos o modelos de universo distintos al que conocemos, con otro juego de leyes físicas y químicas, y en el cual no pueda existir la vida inteligente de ninguna manera. En esos universos alternativos, no habría entonces nadie para preguntarse: "¿por qué el universo que observo es como lo observo?".
Por supuesto que existen distintas variaciones para el principio antrópico. La variante más débil pone énfasis en la sintonía entre las leyes naturales y la vida e inteligencia humana, algo que ya hemos observado, y que en el fondo no deja de ser una perogrullada, o acaso un llamado de atención a nuestro intelecto. La variante más fuerte, por el contrario, sostiene que el universo entero estaba predeterminado para el surgimiento de la vida y la inteligencia, y que éstas son una especie de necesidad cósmica, tan inevitables como el ciclo del día y de la noche. Esta variante es, por supuesto, la más arriesgada y complicada de defender.
La evidencia científica, por cierto, pareciera apuntar a que la inteligencia racional no es un paso necesario en la evolución. Así, por ejemplo, de los dos grandes troncos evolutivos animales que colonizaron la tierra firme, sólo uno, el de los vertebrados, desarrolló la inteligencia (el otro tronco son los artrópodos, es decir, insectos, arácnidos y miriápodos). Y cuando comenzó la evolución de los mamíferos, éstos quedaron aislados en dos grandes continentes, Laurasia al norte y Gondwana al sur, desarrollándose los placentarios en el primero, y los marsupiales en el segundo. Ahora bien, a pesar de que existen equivalentes marsupiales para casi todos los tipos de placentarios conocidos, nunca surgió ningún equivalente marsupial para el Homo Sapiens. Esto prueba que la inteligencia no es un fenómeno inevitable.

LA RAÍZ DEL PRINCIPIO ANTRÓPICO.
En el fondo, y de manera no demasiado sorprendente, la raíz del principio antrópico, al menos en su versión fuerte o dura, no es científica sino religiosa. Y es que el principio antrópico no es más que una reformulación, en términos de lenguaje científico, de una antiquísima y popular idea teológica: el argumento del diseño. Este es uno de los argumentos clásicos para probar la existencia de Dios, y consiste en considerar que el orden natural de las cosas es tan perfecto, que no pudo haber surgido por azar, sino que debió necesariamente haberlo creado alguien. La manera de refutar el argumento del diseño es parecida a la refutación del principio antrópico, o del Diseño Inteligente: el argumento del diseño pretende probar la existencia de un diseñador por la existencia de un diseño que no podemos explicar, y luego invierte dolosamente la carga de la prueba para que quienes niegan el argumento del diseño, tengan que probar la inexistencia de una relación. La ventaja del principio antrópico, y la razón por la que aparece como tan respetable, es que no se requiere creer en Dios, ya que se puede ser panteísta e incluso ateo, y postular aún así que el universo es como es, por una especie de necesidad suprema, como la serpiente que se muerde la cola. Pero eso no hace verdadero al principio antrópico. Simplemente llena el anhelo de las gentes que quieren ver al ser humano otra vez en una posición de privilegio. Y no hay mucho de científico en eso.

11 febrero 2007

PERIPECIAS RELIGIOSAS DE LA UNIFICACIÓN CHINA.

Muchos miran a China como una especie de vasto territorio inmutable que desde el alba de los tiempos no hubiera cambiado nada hasta el día de hoy. Sin embargo, hasta llegar a la imposición de las clásicas doctrinas de Confucio, hubo una serie de peripecias en las que distintos señores chinos apostaron por varias filosofías y religiones. El Ojo de la Eternidad cuenta la portentosa historia de la primera unificación de China, desde el punto de vista de la religión.


[IMAGEN SUPERIOR: Estatua de Shi Huangti, primer emperador de una China unificada, en Saanxi, no lejos de donde está el famoso ejército de terracota a escala natural que éste mandó esculpir para su tumba. Shi Huangti fue el máximo representante del legalismo, una siniestra filosofía que fracasó víctima de su propio éxito].

LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS CHINAS.
Durante su período de crecimiento como civilización, China fue gobernada por un ente político llamado el reino de los Chou, ya que éste fue el pueblo que lo fundó y gobernó. Sin embargo, hacia el año 771 AC, se produjo un violento quiebre, y el reino Chou se desintegró, dando paso así a dos períodos cuyos nombres son bastante decidores: Primavera y Otoño el primero (771 a 546 AC) y los Reinos Combatientes el segundo (546 a 221 AC). La trama común a ambos períodos, es el declive cada vez más imparable de Chou, la feudalización de sus territorios en beneficio de numerosos señores de la guerra locales, y el surgimiento de nuevas potencias militares, que al final del período, en número de siete, se repartían el mapa geopolítico de China, en desmedro de los principados centrales, meros peones en el juego político de los grandes.
En este clima de incertidumbre política y social, la religión china tradicional hizo crisis. Surgieron entonces varias escuelas filosóficas que entraron a disputarse el terreno. No en balde, a este período se le conoce en filosofía como las "cien escuelas".
La más famosa de ellas es el confucianismo. Fue predicada por Confucio, un filósofo del siglo V AC que subsistía como maestro, y que no fue demasiado escuchado en vida. Confucio predicaba el regreso a los viejos valores, la sujección de cada cual a su propio papel (el rey a ser buen rey, el señor a ser buen señor, el campesino a ser buen campesino, etcétera), con un fuerte énfasis en la ética.
Paralelamente surgió el taoísmo. Predicado por el legendario Lao Tsé, de cuya biografía nada se sabe, el taoísmo predicaba la existencia de un Tao o camino, que es completamente inasible a la razón, y que por ende sólo se puede expresar por medio de paradojas, y aprehender por medio de la intuición. El taoísmo es lo más cercano al misticismo que produjo la filosofía china en ese período.
Algo más tarde surgió el moismo. Predicado por un filósofo llamado Mozi, ponía todo su énfasis en la utilidad. Para Mozi, sólo lo que es útil es bueno. Sus partidarios llegaron incluso a adoctrinarse en artes marciales y salir a la calle, para defender causas justas.
Pero la que estaría destinada a tener mayor predominio en el curso de los acontecimientos venideros, sería el legalismo.

EL LEGALISMO.
A diferencia de los confucionistas, que tendían hacia la pedagogía, o los mozianos, que tendían hacia la militancia, o los taoístas que tendían hacia la contemplación, los legalistas tendían hacia la conservación del poder. El legalismo nació como una reacción contra el confucionismo y el taoísmo. Frente al primero, los legalistas opinaban que el mero ejemplo del buen soberano no bastaba para construir una sociedad ética, porque los actos del plebeyo, como egoístas e interesados que eran, no podían ser sino malignos. En cuanto al taoísmo, consideraban que el quietismo y la contemplación no podían llevar a ninguna parte, y sólo la acción podría salvar a la sociedad de sí misma.
El más destacado de los filósofos legalistas fue Han Feizi, quien reinterpretó por completo el "Tao Te King", el libro principal del taoísmo, hasta convertirlo en una defensa extrema de las leyes y la sociedad por sobre la libertad y el individuo. Han Feizi se apoya en numerosos ejemplos históricos de la antigua China para demostrar sus asertos, los cuales giran en torno a la idea de un sabio legislador que establece leyes en donde se describen escrupulosamente las recompensas y los castigos. No en balde, Han Feizi y sus seguidores han sido comparados con Nicolás Maquiavelo, a pesar de que presenta también varios puntos de contacto con la filosofía política de Platón (su sabio legislador se parece notablemente al rey filósofo del pensador griego).
No es raro que la filosofía legalista se haya abierto paso hacia el poder, ya que su meta era regular éste, al tiempo que convenía a los reyes apoyar una filosofía como aquella. El legalismo encontró su lugar preferentemente en Tsin, un principado al oeste de los Reinos Combatientes semibárbaro, debido a su distancia de los núcleos de civilización en China, y que era el límite del mundo civilizado por aquellos años, ya que más al oeste no habían sido hordas salvajes. Los reyes de Tsin utilizaron la filosofía legalista como un programa de gobierno para crear un estado eficiente y centralizado, y esto acarreará consecuencias.

EL IMPERIO DE TSIN SHI HUANGTI.
En el año 246 AC asumió en Tsin el rey Zheng. Este inició una violenta campaña de conquistas que culminó en 221 AC, cuando le asestó el golpe fatal al último de los Reinos Combatientes. De esta manera, Zhen se rebautizó como Shi Huangti ("Primer Emperador Universal"), puesto que en la antigua China, de verdad lo era.
Como Tsin Shi Huangti, éste inició una campaña de cambios sociales violentos. El mal de la guerra civil venía de una sociedad feudalizada en exceso, de manera que alteró el mapa administrativo, creando provincias artificiales que nada tenían que ver con la realidad histórica, para destruir las lealtades locales hacia cada señor. Al mismo tiempo, decidió que la historia universal partiría desde cero, y para eso ordenó la quema de todos los libros, en particular de aquellos que se oponían al legalismo, y muy en particular los clásicos de Confucio, que se salvaron sólo porque algunos confucianos leales y valientes escondieron ejemplares. Sólo los libros de agricultura y astrología debían sobrevivir, como conocimientos útiles para la nueva sociedad que aspiraba a construir Tsin Shi Huangti. Todo esto venía respaldado por un ideal filosófico que identificaba lo justo con aquello que el soberano sabio era capaz de imponer, y bastante sabio había demostrado ser Tsin Shi Huangti, en su propio concepto, si había conseguido nada menos que terminar con todas las guerras.
Desgraciadamente, el ideal político de Tsin Shi Huangti tenía un talón de aquiles, y éste era que se necesitaba de alguien fuerte para ser rey en tales condiciones. Tsin Shi Huangti falleció el año 210 AC, y su hijo no fue capaz de soportar la carga. China estalló espontáneamente en rebeliones, y se desintegró en una violenta guerra civil, que llevó a la instauración de la Dinastía Han el año 206 AC.

EL TRIUNFO DEL CONFUCIONISMO.
Han Liu Pang, el primero de los monarcas Han, retrocedió en las aspiraciones de Tsin Shi Huangti. A diferencia de su antecesor, no era el rey de un estado fronterizo más o menos desconectado de la realidad china, sino un antiguo campesino ennoblecido como soldado de fortuna, y por tanto, tenía mayor conciencia de la necesidad de respetar las costumbres y tradiciones, e influir sutilmente en ellas, que sacrificarlo todo en aras de una filosofía absolutista.
Es más: Han Liu Pang despreciaba con fuerza a los filósofos. Bajo su gobierno, las antiguas filosofías volvieron a ser restauradas, pero eso tenía que ver con el nuevo ambiente de libertad que se respiraba después de la opresión de Tsin Shi Huangti, no con el supuesto aprecio que el monarca chino pudiera sentir por éstas. Dice Sse Ma, el principal historiador chino del período, quien vivió aproximadamente un siglo después de Han Liu Pang, que éste tenía por costumbre, cada vez que veía a un filósofo confucionista en la calle con un gorrito puntiagudo que era su característica, de agarrar el sombrero, arrojarlo al suelo y orinarse sobre él.
A pesar de estas visibles muestras de desprecio, andando los años y a finales de su reinado, Han Liu Pang no tuvo más remedio que intentar un acercamiento a los confucianos. La escuela legalista, después de los excesos de Tsin Shi Huangti, había caído en el más profundo de los descréditos, en tanto que la escuela confucianista, con su énfasis en el regreso a los viejos valores y tradiciones, su fuerte componente ético, su conservadurismo y su inclinación hacia la pedagogía, se había tornado ideal para un nuevo fin politico: preparar a los funcionarios civiles de una nueva clase administradora que debía regir los destinos del imperio más grande que China había conocido hasta el minuto. En el censo del año 2 AC, el Imperio Han contabilizó 59 millones de habitantes, lo que era tanta población como todo el contemporáneo Imperio Romano, y era aproximadamente la cuarta parte de toda la población mundial en aquellos años. Un imperio tan grande requería un bien entrenado aparato administrativo, y la filosofía de Confucio era ideal para eso.
De esta manera los confucianos, postergados y desdeñados durante tantos años, encontraron por fin un lugar. Los Han crearon los exámenes anuales para la admisión de los funcionarios públicos al sistema estatal, y esto no se detuvo sino hasta la destrucción del Imperio Chino en la revolución de 1911, más de dos milenios después. Claro que el confucianismo, en el intertanto, había evolucionado, y se había integrado con uina religión foránea, el Budismo Mahayana. Pero eso es parte de otra historia.

05 noviembre 2006

EL GNOSTICISMO: LA RELIGIÓN DE LA GENTE PERFECTA.

Aunque fue un movimiento religioso antiguo, sigue teniendo repercusiones en la actualidad. Sin ir demasiado lejos, la Trilogía de Mátrix ha tomado una enorme cantidad de planteamientos propios de este credo, que también ha inficcionado a la Masonería y a muchos místicos. ¿Por qué el Gnosticismo es tan atractivo? ¿Era tan solo una simple secta cristiana, o fue algo más que eso? El Ojo de la Eternidad ofrece algunas respuestas, adentrándose en el misterioso mundo de una fascinante religión antigua.


[IMAGEN SUPERIOR: Tumba en París con símbolos masónicos. Fotografía de Philip Gardiner. La Masonería ha extraído mucho de su simbolismo y rituales del antiguo pensamiento gnóstico].

EN TORNO AL GNOSTICISMO.
En general, seguir la huella de los movimientos místicos esotéricos es bastante difícil, debido a su propio carácter de esotéricos, esto es, de reservados para una pequeña congregación de fieles poseedores del "secreto". Así, las propias sectas esotéricas cuidan de que su material no se desparrame por el mundo, y por la otra, las religiones y creencias rivales, no tan fuertemente esotéricas, tienden a combatir las sectas esotéricas porque son una amenaza para su propio poder. Uno de los casos más importantes conocidos, es el del Gnosticismo.
En general, el Gnosticismo es muy mal conocido. Por una parte está la escasa documentación, la que muchas veces proviene de enemigos del Gnosticismo, y por ende, no es necesariamente la más imparcial que se podría obtener. Por la otra, el propio Gnosticismo no era una religión estructurada, sino una especie de movimiento espiritual, y los propios adláteres del Gnosticismo eran con frecuencia los peores enemigos entre sí. El Gnosticismo tenía muchos ribetes de misticismo, y era fácil caer en el síndrome de "mi misticismo es mejor que el tuyo", por lo que eran en general bastante desunidos. Cada gnóstico adaptaba el Gnosticismo a sus necesidades espirituales particulares, y de ahí que sea muy difícil no sólo hacer un retato acabado del Gnosticismo en sí, sino que incluso es complicado determinar qué pensadores, filósofos o místicos adscribirían al movimiento, y quienes no.

QUÉ ES EL GNOSTICISMO.
En general, la palabra "Gnosticismo" deriva del término griego "gnosis", que significa más o menos "conocimiento". Esto se debe a que los gnósticos alegaban tener una clase de conocimiento especial o peculiar, de carácter esotérico (o sea, reservado a su propia camarilla de elegidos), y que ese conocimiento los hacía superiores o mejores, espiritual y moralmente hablando, al resto de las personas.
Este carácter elitista del pensamiento gnóstico le llevó a desarrollarse más bien como una filosofía para unos pocos elegidos, que una religión de grandes masas. De ahí que los representantes más conspicuos del movimiento aparezcan muchas veces vinculados a la aristocracia. También esto le otorga al Gnosticismo un cierto sello racionalizante: los gnósticos pretendían que la religión popular era un conjunto de groseras supersticiones para las masas, las cuales eran incapaces de entender la revelación más alta, refinada y espiritual de los verdaderos maestros, que eran los gnósticos, y que habían alcanzado este conocimiento o gnosis precisamente por vías racionales (eso alegaban ellos, pero en verdad, las creencias gnósticas son un revoltijo de misticismo oriental bastante caótico).
Las doctrinas del Gnosticismo son bastante complejas, porque cada pensador gnóstico las interpretaba a su manera y acomodo. Pero en general, dos nociones son claves para entender a los gnósticos, en términos metafísicos. Una es la dicotomía que establecen entre la materia y el espíritu: para los gnósticos, la materia es mala y pecaminosa, y el espíritu es bueno y virtuoso. La segunda es la idea de que existe un principio supremo desde el cual emanan todas las cosas, y mientras más emanaciones hayan (es decir, emanaciones de emanaciones de emanaciones, menos "espiritual" y más "material" sean esas emanaciones), más pedestre y mundano es, y por ende, menos elevado. Por muy dispares que sean las doctrinas gnósticas, la mayor parte de ellas concuerdan al menos en esto, en mayor o menor grado.

LA TRADICIÓN GNÓSTICA.
Ambas ideas gnósticas en realidad no eran nuevas en el mundo antiguo. Es posible que la fuente más antigua de éstas sea la India, en donde la tradición de los vedas, que se desarrolló entre 1000 y 600 a.C., insistía en la dicotomía de materia y espíritu con un énfasis que sus homólogos egipcios y babilónicos nunca pusieron en sus doctrinas. Posteriormente, Buda y Mahavira, fundadores de las religiones "gemelas" del Budismo y el Jainismo, desarrollaron estas mismas ideas. En la India antigua, el principio supremo era Brahma, desde el cual emanaban los dioses, quienes a su vez creaban a los hombres. Los últimos pensadores védicos, y Buda y Mahavira, le dieron a estas creencias una connotación moral, desde donde nace la dicotomía entre "materia" y "espíritu".
De ser cierto que el Gnosticismo tuo su génesis en la India, entonces debió comunicarse a Occidente en los tiempos del Imperio Persa (556-333 a.C.), época en la que por sus carreteras estuvieron en contacto Oriente y Occidente. Pensadores como Pitágoras de Samos (siglo VI aC) y Platón (siglo IV aC) desarrollaron estas ideas en Grecia. De ambos, fue el último quien inspiró en mayor medida a los gnósticos posteriores. Ya en Platón existía la idea de que el verdadero conocimiento o iluminación era el conocimiento de las Ideas, que el mundo material eran puras apariencias, y los filósofos eran distintos (y superiores) a los simples mortales porque podían ver las Ideas en estado puro. Es decir, este filósofo era en realidad un místico.
A partir de entonces surgió un frondoso linaje de filósofos que mezclaron estas creencias platónicas con el misticismo de raigambre oriental, y en particular con los cultos de origen persa, como el Zoroastrismo, y su hijo grecorromano el Mitraísmo. Ambas religiones insistían en el choque de la luz contra las tinieblas, en la victoria final de la luz, y en la dicotomía entre el espíritu/luz y la materia/oscuridad. No es raro que el Cristianismo, como culto ecuménico y conciliador, prendiera tanto entre los esclavos, mientras que el Mitraísmo, que apoyaba nociones como la guerra santa de los "puros" o "perfectos" contra los no matríastas, agradara tanto a los soldados de las legiones romanas.
Precisamente son los pensadores cristianos una de las principales fuentes sobre el Gnosticismo. Pero en general, el Cristianismo mostró una actitud hostil hacia los gnósticos. Hubo gnósticos que trataron de introducir a Cristo en su complejo sistema de emanaciones, y esto, los cristianos más ortodoxos no lo aceptaron. De ahí que muchas veces se vea al Gnosticismo como una herejía del Cristianismo, lo que no es exacto, porque si bien había pensadores gnósticos que consideraban a Cristo como un gran guía moral, y acaso una criatura divina, no todos coincidían con esta perspectiva.
Aún así, el Gnosticismo influyó poderosamente en el Cristianismo. Orígenes, quien vivió en la Alejandría del siglo III dC, y fue uno de los primeros teólogos en traducir el lenguaje evangélico a la filosofía griega, fue discípulo de Ammonio Saccas, uno de los más importantes gnósticos, y su impronta (el espíritu es bueno y la carne es mala, el alma alcanza sucesivas etapas para reencontrarse con Dios...) se advierte con fuerza en San Agustín (siglo V dC) y muchos pensadores de la primera mitad de la Edad Media. La noción agustiniana de que "el cuerpo es la cárcel del alma", y que el alma sólo será libre cuando se libere del cuerpo, es de clara raigambre gnóstica. Aún el día de hoy, la Iglesia Católica ve con horror las pulsiones del cuerpo, en particular las de carácter sexual, y esto también es herencia del Gnosticismo.

EL DESTINO DEL GNOSTICISMO.
¿Por qué entonces el Cristianismo se volvió contra el Gnosticismo? Simplemente porque los gnósticos en el fondo eran iluminados que se veían a la par, e incluso por encima, de los cristianos. Los gnósticos consideraban que el Evangelio era la revelación para las masas, pero ellos eran los verdaderos iniciados. Y esto, los cristianos, que en esa época estaban desarrollando todo su aparato de autoridad terrenal (la Iglesia Católica, típicamente), no lo aceptaron. Tampoco ayudó que los gnósticos miraran a Cristo más o menos al mismo nivel de Mitra, Dionisos y otros cultos mistéricos de origen oriental.
Esto ayudó poderosamente a sellar la suerte del Gnosticismo. Cuando cayó el Imperio Romano, el Cristianismo fue la religión triunfante, y el Gnosticismo fue condenado como herético, perseguido, reprimido, y al final extirpado en su versión clásica. Además, al caer el Imperio Romano, la aristocracia pereció con éste, dando paso a un campesinado controlado por un puñado de señores de la guerra bárbaros y de obispos cristianos, y por ende, la principal clientela de los místicos gnósticos desapareció. Por otra parte, el Gnosticismo no tenía un cuerpo doctrinal claro, porque aparte de los puntos básicos (dualismo materia-espíritu y teoría de la emanación), los propios gnósticos discutían sobre quiénes eran los dioses creadores, cuál era el principio supremo, quiénes tenían derecho a ser considerados como grandes maestros y reveladores de la verdad suprema, etcétera.
Aún así, el atractivo aristocratizante del Gnosticismo hizo que sus ideas permanecieran en el tiempo, como una secta dedicada a convencer a la gente de élite que son moral e intelectualmente superiores a las masas iletradas. Las ideas del Gnosticismo permanecieron en el Maniqueísmo, una religión fundada por un predicador persa llamado Mani en el siglo III dC, y que mezclaba Cristianismo con Zoroastrismo. Desde allí pasaron a diversas sectas heréticas en el Imperio Bizantino, como los paulicianos y los bogomilos. Estos influyeron a su vez en el movimiento medieval occidental de los cátaros y los albigenses, quienes no por casualidad se llamaban a sí mismos los "perfectos". Y a su vez, las ideas de los cátaros inundaron toda la tradición esotérica posterior de Europa, siendo recogidas ampliamente por la Masonería, en el siglo XVIII. Incluso hoy en día, películas como "Mátrix" o "El Código Da Vinci" toman conceptos gnósticos como base ideológica alternativa a los postulados cristianos. En ese sentido, aunque el Gnosticismo clásico grecorromano esté bien sepultado, sus sucesores y epígonos siguen aún entre nosotros, y no parecen tener, de momento al menos, fecha de obsolecencia programada.

01 octubre 2006

ESCEPTICISMO: CREO QUE NO DEBO CREER EN NADA.

La mayor parte de las filosofías han sido "creyentes", en el sentido de creer en alguna clase de principio que inunda todas las cosas, tal y como el Ser, la Substancia, etcétera. Lo mismo que las religiones. Pero hay de tarde en tarde algún que otro filósofo que se plantea el camino contrario, el del escepticismo. Hacer crítica de la religión implica, en cierta medida, ser un escéptico. Sin embargo, ¿es el escepticismo radical un camino? El Ojo de la Eternidad echa un vistazo al otro lado de la barricada, en la trinchera de los escépticos radicales.


[IMAGEN SUPERIOR: Fractal. Las matemáticas de los fractales han ayudado a descubrir todo un nuevo universo de posibilidades e iteraciones, creando toda una nueva visión del mundo, en la que el determinismo desaparece y todo se vuelve caótico, probabilístico e indeterminado].

¿CREER O SER ESCÉPTICO?
En varios artículos de El Ojo de la Eternidad hemos apuntado el hecho de que la gente cree en determinadas historias sobre la religión, no porque éstas sean ciertas, sino porque son la versión oficial. En ese sentido, los ateos e iconoclastas sostienen que creer y tener fe es una actitud en principio tonta.
Sin embargo, al ingresar por el camino del cuestionamiento, surge una pregunta meridiana: ¿es posible llegar a conocerlo todo? Las religiones apuestan por la negativa, debido a que para ellas, sólo una criatura divina y celeste podría llegar a saberlo absolutamente todo sobre los mortales. Esta cualidad es la llamada omnisciencia, y es uno de los tres atributos que Tomás de Aquino predicaba sobre Dios (los otros dos son la omnipotencia y la omnipresencia). El pecado por excelencia en la Biblia es el conocimiento: en el Génesis, la Serpiente tienta a Adán y Eva con la posibilidad de saberlo todo, diciéndoles "y seréis como dioses"...
Pero las filosofías, en su labor de derrumbe de las religiones, se han puesto a cuestionar repetidas veces este axioma. Y en la mayor parte de los casos, han terminado respondiendo afirmativamente a la cuestión. Según la mayor parte de los filósofos, sí es posible llegar a conocer la totalidad de las cosas, por la vía de la razón.
Y sin embargo, hay un reducto de filósofos, apenas un puñado de ellos, que han optado por el camino nihilista. Ellos han decidido no creer. Ellos son los escépticos radicales. Esta es su historia.

LAS ANDANZAS DE PIRRÓN Y SUS SUCESORES.
El escéptico radical más representativo de todos es, probablemente, Pirrón de Elis. Vivió en la Grecia del siglo III aC. Haciendo un poco de historia, Sócrates falleció en 399 aC, ejecutado por la ciudad de Atenas, víctima del delito de impiedad. Sócrates había hecho profesión del hábito de cuestionarlo todo, y así, sus diferentes discípulos crearon un amplio abanico de filosofías distintas. El más famoso es Platón, desde luego, pero también estuvo Antístenes, padre de los cínicos. Algo más tarde devinieron los estoicos y epicúreos.
Ante esta profusión de filosofías, surgieron quienes pensaban que todo aquello era una pérdida de tiempo. Entre ellos estuvo Pirrón. Ante los escasos avances de los filósofos oficiales, Pirrón se cuestionó si era posible llegar a conocer las cosas. Para Pirrón era sensato preguntarse, antes de cuál es la verdadera naturaleza de las cosas, si es posible llegar a conocer éstas (muchos siglos después, Kant se preguntará lo mismo desde otro ángulo, pero llegará a conclusiones distintas a las de Pirrón).
Ante esa pregunta, Pirrón se inclina por la negativa. Pirrón se dedicó a criticar extensivamente los dogmas de las filosofías vecinas, pero él mismo trató de no llegar a dogma alguno. El objetivo de Pirrón era conseguir la epojé, una suerte de desasimiento de los dogmas, para poder pensar en forma abierta y crítica. La epojé era una especie de nirvana final para el filósofo, porque podía dejar de hacerse preguntas, y pasar a vivir cómodamente la vida sin mayores angustias existenciales.
Todo esto parece sensato, pero el problema es que Pirrón llevó su actitud demasiado lejos. Creía que nada podía ser pensado, incluso que las cosas no podían ser investigadas. Llegó a considerar que el mundo en sí mismo no existía, porque nada existía que fuera bueno o malo. De esta manera, sin sus amigos de buen seguro hubiera muerto atropellado o de otra manera peor, porque no se apartaba del paso de los carros, convencido como estaba de que ninguna cosa buena o mala puede salir de ahí.

GRADOS DE ESCEPTICISMO.
Pirrón es un grado superlativo de lo que podríamos llamar escepticismo radical. En términos meramente explicativos, podemos decir que existen dos tipos de escepticismo. Uno de ellos, el más corriente, sería el escepticismo moderado propio de aquellos quienes interrogan sanamente al mundo en vez de creer en las verdades propagadas por Papas, Ayatolas o Filósofos. Pero esta clase de escepticismo, que es el propio de los científicos, no conformaba a Pirrón. Pirrón quería la llave para entenderse y reconciliarse con el mundo, y de esa manera no sufrir zozobra alguna por las cosas que pasaran allá afuera, aunque eso que pasara allá afuera fuera un carro a punto de atropellarlo. Por ende, abrazó el escepticismo radical, según el cual no sólo no conocemos todas las cosas, sino que la totalidad de las cosas es por naturaleza incognoscible.
Por desgracia, esta manera de ser escéptico es en sí misma ilógica. Si yo digo que la realidad es incognoscible, en principio estoy conociendo algo de la realidad misma: su carácter de incognoscible, precisamente. Por ende, deja de ser incognoscible. El escepticismo radical deriva, pues, en una paradoja.
No es raro entonces que las filosofías derivadas de la exploración de los límites de aquello que puede ser conocido por el hombre, desemboquen no en el escepticismo, sino en el dogmatismo. Platón se preguntaba si el conocimiento mental es superior al conocimiento de los sentidos, y desembocó en el realismo platónico que lae caracteriza, acuñando la Teoría de las Ideas. Siglos después, Descartes ponía en duda a todo el universo, pero después de desarrollar el solipsismo, sacaba a Dios y el mundo de la manga, y todo volvía a ser como antes. Algo después, Kant también se preguntó sobre el conocimeinto humano para establecer una filosofía no dogmática, y acabó creyendo en el fenómeno y en el númeno (sobre esto publicamos un posteo en El Ojo de la Eternidad). Y el propio Pirrón, a su manera, era un dogmático: postular que el universo es incognoscible, sin tener un conocimiento cabal del universo mismo, es en sí mismo un dogma puesto antes de la experiencia teórica (¿y si de verdad pudiéramos llegar a conocerlo todo...?).

EL ESCEPTICISMO Y LA RELIGIÓN.
Muchas veces, los escépticos han cargado contra la religión institucionalizada, a la cual han acusado precisamente de dogmática. Como hemos dicho antes, esta acusación es cierta. Las religiones, aún más que las filosofías, tienden a crear explicaciones totalizantes sobre el universo y su funcionamiento, incluyendo un completo código moral que se ajusta a la naturaleza de las cosas, tal y como Dios las ha creado. Y como ningún líder religioso, o teólogo, ha conseguido descifrar la totalidad de las cosas con pruebas irrefutables, entonces no le queda más remedio que el dogma.
Uno de los dogmas clásicos de toda religión, es que Dios existe (o los dioses, en el caso de las religiones politeístas). Y sin embargo, los escépticos se han divertido una y otra vez tratando de probar la existencia de Dios, o bien derribando estas pruebas. Anselmo de Canterbury, con su clásica prueba ontológica, creyó haber dado con el meollo de la cuestión, pero Kant probó definitivamente que Anselmo no tenía en verdad ninguna prueba entre las manos. A Kant le llamaron, y no en balde, "el verdugo de Dios".
De ahí que no poca gente haya tratado de atacar a la religión con un escepticismo radical, como el de Pirrón. Y ahí han tropezado. En el problema de la existencia de Dios, muchos han declarado que tal cosa es en definitiva incognoscible. Y con ello, han abrazado un escepticismo radical que cae en la misma paradoja de Pirrón: decir de un problema que tiene una solución imposible de conocer, implica conocer algo de antemano. Incluso los matemáticos, cuando supuestamente demuestran la imposibilidad de algo, deben andarse con tiento: después de todo, las matemáticas son en muchos sentidos un conjunto de axiomas preestablecidos, no siempre autoevidentes, y cambiando los axiomas, los resultados matemáticos cambian por completo, como lo aprendieron de una manera dolorosa los geómetras del siglo XIX, quienes inventaron toda clase de nuevas geometrías no euclidianas negando el famoso quinto postulado de Euclides (por dos puntos pasa una, y sólo una recta), después de haberse gastado 2000 años tratando de demostrarlo.
¿Es saludable entonces ser escéptico? Probablemente sí. ¿Es inteligente ser un escéptico radical? Probablemente no.

03 septiembre 2006

LA BELLA ILUSIÓN DEL REALISMO PLATÓNICO.

La semana pasada posteábamos algo sobre el dios griego Plutón y su infierno, a propósito del revuelo levantado por la "defenestración" que los astrónomos han hecho con el hasta hace menos de un mes era el "noveno planeta". No mucha gente entendió la noticia, y no pocos han discutido acaloradamente sobre si Plutón es o no un planeta, y qué consecuencias trae eso... Un resabio del fenómeno conocido como "realismo platónico", y que es una de las más persistentes ilusiones del pensamiento filosófico. El Ojo de la Eternidad hace un par de explicaciones sobre esta primitiva filosofía que se niega a morir.


[IMAGEN SUPERIOR: Platón, filósofo griego que vivió entre aprox. 415 a.C., y 347 a.C. El pensamiento platónico es una de las primeras formulaciones completas de lo que después será conocido como el "realismo platónico" por antonomasia].

LAS COSAS Y SU NOMBRE.
Una de las más viejas preguntas filosóficas versa sobre el nombre de las cosas. Puede enunciarse así: "las cosas, ¿son lo que su nombre dicen que son, o son independientes de sus nombres?". O puede enunciarse de otra manera: "¿hay alguna clase de relación íntima entre las cosas y su nombre, o los nombres son simples etiquetas que ponemos a los objetos del mundo?". La respuesta puede parecer bastante obvia: podemos llamar a las cosas de distintas maneras, y eso no cambiará a las cosas en sí mismas. Como se afirma a veces, una rosa podría llamarse de otra manera, y aún así seguiría oliendo como una rosa. Y sin embargo...
Uno de los más arduos debates en la historia filosófica es el que han emprendido dos tiendas intelectuales separadas, en torno al problema de los conceptos. Volvamos a la pregunta de si los nombres y conceptos son "simples etiquetas" o si son las cosas en sí mismas. En una primera aproximación, digamos que la primera veta de pensamiento suele conocerse como "nominalismo", y la segunda, como "realismo", y con un sello un poco más crítico y, por qué no decirlo, algo irónico, como "realismo platónico", porque Platón es el expositor más acabado de esta corriente de pensamiento.
El que Platón haya sido el primero en plantear las tesis del realismo platónico, no lo convierte en su más antiguo exponente, pero vale la pena echarle un vistazo a sus teorías para explicar esto. Según Platón, nuestro mundo material era en realidad el reflejo de un mundo superior, que llamaba el Mundo de las Ideas. En él habitaban las Ideas, que eran las versiones perfectas de las cosas imperfectas de nuestro mundo. Por ejemplo la silla en que usted está presumiblemente sentado, es una silla particular que "captura" o "aprehende" de manera imperfecta los atributos de una Idea perfecta, que no existe en nuestro mundo material, que refleja a la "silla perfecta": ésa es la "Idea de silla". La consecuencia lógica es que los conceptos no son simples etiquetas, sino que además, reflejan una característica del objeto mismo: así, el nombre lógico de una silla es "silla", porque eso responde a la relación que existe entre la silla particular, y la "Silla Ideal" que está en el Mundo de las Ideas.
Muchos han criticado las ideas de Platón, calificándolas de delirios místicos. Platón no parece haber creído en los dioses, pero sus Ideas tienen muchos rasgos y atributos que usualmente se le otorgan a la Divinidad, incluyendo la noción de "perfección". Lo irónico es que entre las religiones, las ideas de "realismo platónico" campean a sus anchas.

LA CREACIÓN A TRAVÉS DE LA PALABRA.
Una fuente fértil de realismo platónico son las grandes religiones. Como hemos repetido hasta decir basta en este blog, la primera religión fue aquella de la Gran Diosa Madre, por una razón bien lógica: sólo una diosa mujer podría crear un universo, "parirlo", por decirlo de alguna manera. Un dios varón no puede engendrar. Esto, los sacerdotes de las religiones patriarcales subsiguientes lo suplieron por un mecanismo de creación divino puramente intelectual: a través de la palabra.
El relato del Génesis es un estupendo ejemplo de esto. Dios dice: "hágase la luz", y al decir estas palabras, la luz es creada. Más adelante en la Biblia, Dios oculta permanentemente su propio nombre. Cuando ocurre el incidente de la zarza ardiente en el Exodo, y Moisés le pregunta a Dios su nombre, él le responde evasivamente "Yo soy el que soy". Andando el tiempo, los cabalistas judíos hicieron industria de las matemáticas de las permutaciones con los textos de la Torah (el Antiguo Testamento), para descifrar el nombre secreto de Dios. Este deporte no ha cedido, y hasta el día de hoy hay esfuerzos por descifrar el "código secreto de la Biblia", incluso con afanes de vender libros entre las gentes desprevenidas. De aquí beben leyendas como la del golem, que narra como un cabalista judío usa el nombre secreto de Dios para dar vida a una criatura de barro.
La idea subyacente es realismo platónico puro: quien conozca el nombre verdadero de Dios, podrá utilizar los atributos del mismísimo Dios. Esta idea velada en la tradición judía, aparece crudamente en la Mitología Egipcia. En ella, la diosa Isis le tiende una trampa al dios solar Ra, haciendo que le muerda una serpiente. La única manera de librar a Ra de la muerte, según Isis, es que Ra le comunique a ésta su propio nombre secreto, para que Isis lo use en una hechicería que salvará la vida de Ra. Puesto entre la espada y la pared, Ra revela su nombre secreto, e Isis le salva la vida, pero a partir de entonces, Ra vivirá sometido a una especie de semiesclavitud respecto a Isis, porque ella posee su nombre secreto.
Una consecuencia de este dogma, es la noción de "lengua sagrada", en la que Dios transmite su revelación. La Iglesia Católica consideró que la Biblia oficial era aquella en latíon, los musulmanes aún hoy sostienen que el Corán sólo puede expresarse válidamente en árabe, y para la Antigua India, el sánscrito pasó a ser el idioma religioso por excelencia. Y es que traducir un texto sagrado de un idioma a otro, significa hacer perder las palabras su significación mágica o mística. Y esto es, también, puro realismo platónico.

LA QUERELLA DE LOS UNIVERSALES.
El Cristianismo bebió profusamente de las teorías platónicas, porque encajaban a las mil maravillas con sus propias ideas. Así, el Verbo de Dios ("hágase la luz") fue más o menos identificado con las Ideas de Platón, por San Agustín en su libro "La ciudad de Dios" (terminado hacia el año 426). De este modo, según la temprana Teología medieval, los nombres y las palabras son más que meras etiquetas: son la herramienta que Dios utiliza para crear el universo, y además establecen una especie de estructura del universo. La clave está en que Dios ha definido no sólo lo que es una silla o una mesa, sino ideas más etéreas como "bien" o "justicia". De ahí arranca una noción muy cara a la Teología cristiana, cual es la de "derecho natural". Todavía hoy, cuando Benedicto XVI pontifica contra los homosexuales o la anticoncepción en nombre de un derecho natural y de una noción suprema de bien, hay resabios de realismo platónico.
Sin embargo, durante la Edad Media, hubo teólogos que se preguntaron si todo esto era realmente así. ¿Y si los nombres son, en verdad, puras etiquetas y nada más? Los teólogos católicos más conservadores pusieron el grito en el cielo, porque esto significaba implícitamente cuestionar las bases mismas del poder social de la Iglesia Católica. En efecto, parte del poder de la Iglesia estribaba en que, basándose en conocer el significado exacto de las palabras de Dios, podía ordenar hacer o no hacer cosas. No es raro que un ultraconservador como el predicador Bernardo de Claraval, haya atacado tan duramente a un realita moderado como Pedro Abelardo, en una dura contienda filosófica en el siglo XII, y que ésta haya sido seguida por acusaciones de herejía en contra de Abelardo, ya que sus ideas no sólo eran un ejercicio intelectual, sino que implícitamente cuestionaban las bases de poder de la Iglesia.

¿Y TODO ESTO PARA QUÉ?
En un somero análisis, el realismo platónico se revela como una idiotez. En principio, las palabras son simples herramientas de comunicación: las personas ponemos nombres a las cosas para poder comunicar ideas sobre ellas. Así, llamamos "grande" a algo de un tamaño imponente, y "silla" a un adminículo de madera con patas que sirve para sentarse, para poder comunicarle a otro nuestra impresión de que "estás sentado en una silla grande". Pero si convenimos que a las cosas de tamaño imponente las llamaremos "tirrufini", y a los adminículos de madera con patas que sirven para sentarse los llamaremos "blikena", entonces podemos decir que "estás sentado en una blikena tirrufini" para decir exactamente lo mismo, sin que hayan consecuencias visibles. De hecho, esta es la base de la posibilidad de traducir frases de un idioma a otro. Así, "estás sentado en una silla grande" puede pasar al inglés como "you are sitting in a big chair", y su sentido no se pierde.
¿Por qué entonces sostener algo tan improbable como decir que las palabras están indisolublemente pegadas a las cosas, y que desnaturalizamos las cosas si las llamamos de manera diferente? La respuesta simple es: por poder. Si aceptamos las tesis del realismo platónico, entonces quien tenga la facultad de definir una palabra con un significado exacto e irrebatible, tiene un enorme poder social entre las manos. De ahí el empeño de los funcionarios gubernamentales en crear una "neolengua" en donde palabras como "democracia" o "derechos humanos" no existan, en la novela "1984", de George Orwell. De ahí también que el realismo platónico campee a sus anchas entre filósofos y teólogos. La función, tanto de la Filosofía como de la Teología, es crear visiones totalizantes y fundamentalistas sobre todos los aspectos de la existencia, y un buen atajo para ello es definir las palabras de una manera perpetua e inamovible. Si se deja a la gente llamar a las cosas según su antojo, entonces puede que éstas opten por usar su libertad discrepando con el teólogo o el filósofo de rigor, y esto es un ataque directo contra su autoridad intelectual. Y también entre la intelectualidad existe la ambición de poder.
Esto explica también el misterio del enconado debate sobre si se define a Plutón o no como un planeta. Es obvio que Plutón seguirá orbitando alrededor del Sol durante millones de años, sea que se lo llame planeta o no. Por comodidad, los científicos de la Unión Astronómica Internacional decidieron crear una definición operativa de "planeta". Es simplemente definir una etiqueta, pero mucha gente vio esto coma la manera del realismo platónico, y pensó quizás que acaso querían suprimir a Plutón, o despojarlo de alguna característica esencial del mismo. Una muestra más de que el pensamiento realismo platónico está más difundido de lo que a primera vista se cree.

16 julio 2006

¿ES LA REALIDAD REAL?

La pregunta "¿qué es la realidad?" ha hecho correr ríos de tinta. A pesar de que lo obvio es que sólo "son" las "cosas que son", no pocos filósofos han escrito sendos tratados sobre la esencia misma de la realidad. Los científicos, por su parte, cada vez más desconcertados con el mundo atómico, se hacen el mismo cuestionamiento. Y para colmo, ha surgido toda una nueva generación de películas que hacen de Internet el pretexto para cuestionarse si la realidad en que vivimos es la "realidad real" o es un simple montaje construido por una conspiración, o acaso simplemente somos prisioneros de nuestas mentes... El Ojo de la Eternidad aborda un tema que para los filósofos es más candente que nunca.


[IMAGEN SUPERIOR: "Alto y bajo", de Escher. Este artista se hizo una carrera jugando con las paradojas de la percepción, y plantea desde el punto de vista plástico un inquietante problema: ¿es la realidad algo objetivo en el exterior, o más bien la "realidad" es sólo lo que percibimos con los sentidos?].

EL PROBLEMA DE LA REALIDAD.
¿Es la realidad real? ¿Por qué las cosas son? Esta pregunta ha rondado en los pasillos de la intelectualidad humana desde que la civilización es civilización, si es que no desde que el mundo es mundo. Muchos teóricos en materia filosófica, teológica, científica, y ahora más modernamente informática, se han metido en los vericuetos de determinar qué es lo que existe allá afuera, y si el mundo es en realidad algo que existe, o bien una mera construcción psicológica de nuestros sentidos y nuestra mente.
Los dos caminos más simples son, por supuesto, afirmar uno de los extremos. Los científicos mecanicistas del siglo XIX, por ejemplo, veían al universo como un gigantesco reloj mecánico, y sostenían que nuestra ignorancia provenía del hecho de no conocer ciertos engranajes de ese mecanismo... pero que llegaríamos a conocerlos todos algún día. Sin embargo, después de la Teoría de la Relatividad (todo movimiento es relativo al punto de observación) y la Mecánica Cuántica (no se puede conocer al mismo tiempo el movimiento y la posición de una partícula), ya no están tan seguros.
La otra postura radical es negar la realidad. Descartes, en el siglo XVII, con su célebre "duda metódica", descartaba el universo entero y luego, a partir del hecho de su propia autoconciencia, postulaba "cogito, ergo sum" ("pienso, luego existo"). O sea, él infería su propia existencia a partir de que él pensaba. Esta posición, llamada solipsismo, es considerada la más indefendible e inatacable de todas las posiciones filosóficas posibles, porque como todo el universo es una construcción mental personal, cualquier ataque o defensa es algo, en última instancia, imaginario, e imposible de probar.
En medio han estado otros filósofos que han planteado algunas cuestiones y respuesta peregrinas. En la Antigua Grecia, Parménides planteaba lo suyo de la siguiente manera: el Ser es, y el No-Ser no es, no puede existir porque no es. El ser no puede dejar de existir, porque entonces pasaría a "no ser", y eso es lógicamente imposible. Tampoco puede haber comenzado a existir, porque lo que no es, no puede llega a ser. En consecuencia, Parménides negaba el cambio como una mera ilusión de los sentidos, ya que el cambio implica que algo deja de ser una cosa para pasar a ser otra. Estas simples operaciones intelectuales le seguirán pareciendo buena idea a Martin Heidegger, filósofo alemán del Tercer Reich, quien distinguía entre el "Ser" y los "entes". Los entes son las cosas individuales, y el Ser (Dasein), los que las hace llegar a ser. Por desgracia, su gruesa obra "El ser y el tiempo" no hace mayores avances, con lo que 2500 años después, Parménides seguía imbatido.

LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA.
En general, los científicos no se han cuestionado demasiado el tema de la "realidad de la realidad", por una razón práctica: la buena ciencia exige atención a los hechos individuales, y construye a partir de estos casos particulares sus leyes generales. Al buen científico no le preocupa la esencia de la caída de la manzana, sino que de los casos individuales de caídas de manzana puede extraerse una Ley de la Gravedad según la cual las manzanas caen con una aceleración constante de 9,8 metros partidos por segundo al cuadrado ("considere el roce como despreciable").
Sin embargo, desde la imposición de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, las cosas han cambiado. Hasta ese entonces el poste de amarre había sido el espacio absoluto y el tiempo absoluto postulados por Newton en su Teoría de la Gravedad. Sin embargo, de pronto ambas disciplinas enseñaron que el universo no era determinista en absoluto. El propio Einstein, enojado con la Mecánica Cuántica, había dicho que Dios no juega a los dados, pero años después, Stephen Hawking retrucó que Dios no sólo juega a los dados, sino que además los arroja allí donde no podamos verlos.
Según la Teoría de la Relatividad, la medición del espacio y del tiempo es relativa al punto de observación. Por ejemplo, una persona embarcada en nave espacial acelerada a una velocidad próxima a la de la luz, sentiría que el universo entero se acelera porque su propio tiempo se dilata. Un observador externo de esa misma nave, por el contrario, vería a la nave hacerse más lenta porque el espacio de la misma se contraería. ¿Cuál de las dos es verdadera? Ambas: la dilatación del tiempo es el correlato de la contracción del espacio.
La Mecánica Cuántica, por su parte, ha ido develando un mundo subatómico cada vez más complejo, desconcertante, y por qué no decirlo, contraintuitivo. A comienzos del siglo XX se pensaba que los electrones en órbita atómica se comportaban como los planetas en un sistema estelar. Pero después, al observarse que las partículas pueden comportarse como tales, y también como ondas, se llegó a la conclusión de que no podía conocerse al mismo tiempo la posición de un electrón (o sea, medirlo como partícula) y al mismo tiempo su velocidad (o sea, medirlo como onda). Además, en los modelos subatómicos empezó a aparecer una frondosa jungla de partículas subatómicas virtuales, cuya existencia sólo tenía sentido en los modelos matemáticos, sin correlatos reales observables. Los quarks, componentes de partículas pesadas como protones y neutrones, se llevaron la palma: sólo pueden existir agrupados en racimos dentro de una partícula, pero no pueden existir en forma individual. De esa densa niebla subatómica en donde muy poco puede ser medido con precisión, emerge nuestro sólido y viejo mundo.
Peor aún: en los últimos años el desarrollo de las matemáticas fractales y las del caos han creado una convicción de que el universo es, en el mejor de los casos, meramente probabilístico. No podemos saber si una tormenta estallará o no, sino que conocemos una cierta probabilidad de cómo evolucionará. Y si no podemos llegar a tener una razonable certeza sobre un acontecimiento futuro, ¿qué tan seguros podemos estar de que ese acontecimiento es en verdad "real", de que no es una especie de cálculo matemático sin correlato en el mundo empírico...?
Esta cuestión ha puesto a muchos científicos de cabeza. ¿Son los modelos científicos y matemáticos "la realidad"? ¿O es un mero apoyo, quizás una simple muleta, pero sin mayor asidero en el mundo físico? En su tiempo, la Teoría Geocéntrica, con sus epiciclos y deferentes explicaba muy bien la realidad... hasta que las observaciones con el telescopio la hicieron saltar po los aires. La Teoría Geocéntrica no era "la realidad", pero ¿quién nos asegura que la Teoría Heliocéntrica actual lo sea? De hecho, según la Teoría de la Relatividad, las órbitas planetarias en realidad serían un movimiento rectilíneo: es el espacio curvado por la gravedad del Sol el que hace parecer esas órbitas como círculos cerrados en sí mismos...

LOS CUESTIONAMIENTOS RELIGIOSOS.
Frente a esto, las religiones han postulado muchas respuestas distintas. El Cristianismo no se hace mayores cuestionamientos sobre la naturaleza de la realidad. Sin embargo, algunos teólogos han llegado hasta este tema por el problema de la omnipotencia divina. O sea, si Dios es todopoderoso... ¿pudo haber hecho las cosas diferentes?, ¿pudo haber creado un universo con, digamos, menos mal y más bien? Algunos teólogos extremos como Guillermo de Ockham, en el siglo XIV, se han ido por la afirmativa (Dios puede crear otro universo distinto si quiere, y si hay alguna razón por la que creó éste, sólo Dios la sabe). Sin embargo, éstos son casos raros, porque cuestionan la bondad innata de Dios. La mayoría ha buscado un cierto equilibrio entre la bondad y la omnipotencia divina, y en esto de establecerle limitaciones a la capacidad creadora de Dios, han postulado implícitamente una realidad que pareciera querer trascender al mismísimo Dios. Y estos cuestionamientos no son propios sólo del Cristianismo; también el Islam ha debido lidiar sus propias batallas al respecto, entre sus propios teólogos.
Las religiones del tronco índico, como el Budismo Mahayana o el Hinduismo, son quienes han llegado más lejos en el planteamiento de este problema. Para estos pensadores, el universo entero es infinito en el tiempo y en el espacio, y hay una realidad suprema e inmanente que lo trasciende todo, incluyendo a los mismísimos dioses. El "ser" es una simple ilusión, y la meta en la vida es liberarse del ser y su red de ilusiones para adentrarse en la pasividad suprema del Nirvana. En este contexto, preocuparse por la naturaleza de la realidad carece de todo sentido, ya que el propio ser humano nunca llegará a aprehender ésta como tal, y cuando lo logre, ya no será un ser humano, y ni siquiera un "algo" con existencia particular, hundido como estará en el Nirvana.