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21 enero 2007

OSEAS Y EZEQUIEL.

Hace un año atrás, cuando salió la encíclica "Deus caritas est" de Benedicto XVI, señalamos que los profetas más citados en ella fueron Oseas y Ezequiel, y destacamos su visión perversa del sentimiento amoroso. Y quedó pendiente la explicación de esto. ¿Fueron verdaderamente Oseas y Ezequiel profetas de Dios? ¿O por el contrario, fueron personalidades psicológicamente anormales que consiguieron hacer pasar su palabra como la de Dios? El Ojo de la Eternidad analiza a dos controvertidos profetas bíblicos, para determinar la verdad detrás de ellos.


[IMAGEN SUPERIOR: Ilustración de Julius Schnorr para el pasaje de Ezequiel 1:26, en el cual se aparece Yahveh a Ezequiel para llamarlo a su misión profética].

LOS PROFETAS DE LA BIBLIA.
Desde siempre el ser humano ha sentido la necesidad de conocer el futuro, y los hebreos no fueron la excepción. En tiempos véterotestamentarios, los profetas fueron una verdadera institución. Lejos de ser personas enclaustradas en la vida espiritual, estos profetas muchas veces se metían en asuntos de alta política, y eran una fuerza social de temer. Lo que les daba su poder era el supuesto contacto que tenían con Yahveh, el haber sido supuestamente elegidos por éste para ser sus mensajeros. Y sin embargo, muchas veces se ha expresado dudas sobre la verdadera capacidad profética de estos hombres. En primer lugar, muchas de sus profecías son condicionales ("SI no se convierten...", "SI no se arrepienten..."), lo que deja bastante malparada a la omnisciencia divina. En segundo lugar, la exactitud de muchas profecías ha llevado a los investigadores a la conclusión obvia de que muchas de ellas fueron redactadas después de los eventos transcurridos, achacándoselas a los profetas más viejos. En la actualidad, siguiendo las diferencias de estilo y referencias internas, se sabe que muchos libros "unitarios" de la Biblia han sido escritos por dos y hasta tres personas, siendo Isaías el ejemplo más claro de ello (los capítulos 1 a 39 son de Isaías, pero desde el 40 al 54 son de un autor anónimo llamado convencionalmente el Segundo Isaías o Deuteroisaías, y los capítulos 55 a 66 de un Tercer Isaías o Tritoisaías).
Entonces, ¿qué credenciales pueden tener los profetas bíblicos para hablar en nombre de Dios? Quizás la respuesta más simple sea: probablemente no eran personas con la psique en todos sus cabales.

OSEAS.
El profeta Oseas predicó en el siglo VIII aC. Le tocó vivir los días finales del Reino de Samaria, y profetizó insistentemente su ruina. Sin embargo, en esto Oseas no decía nada nuevo, que una persona normal y corriente no fuera capaz de darse cuenta en ese tiempo, como lo sabemos por la lectura comparada del Segundo Libro de Reyes.
Lo realmente novedoso en Oseas es plantear esto a través de la metáfora del matrimonio: Israel ha sido como una esposa infiel, y por eso Yahveh perderá a Israel, así como el esposo engañado repudia a la esposa infiel.
El elemento significativo, y que hace dudar de la estabilidad mental de Oseas, es la manera por la cual llegó a esta metáfora: "Cuando Yahveh comenzó a hablar por medio de Oseas, le dijo al profeta: Anda y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yahveh" (Oseas 1:2). El capítulo 2 íntegro es el discurso de Oseas a su mujer, para repudiarla por ser una prostituta. Y después, Yahveh ordena a Oseas abuenarse con su esposa prostituta (Oseas 3:1).
Si eliminamos a Yahveh y lo consideramos como un mero resorte psicológico, así como Homero utiliza a los dioses griegos como una metáfora del comportamiento psicológico de sus héroes, queda un cuadro harto deprimente. Resulta que Oseas se ha casado con una prostituta, a sabiendas de lo que era, y después la repudia por ser tal, sólo para regresar con ella. Y de todo esto no se responsabiliza a sí mismo, sino a Dios. Al revés: hace pasar todo esto como un mandato divino para representar la "prostitución" de Israel frente a Dios, con lo que él mismo se coloca en el papel de un dios traicionado. Es probable que si un psiquiatra de hoy en día se topara con un paciente así en la consulta, no le quedara otro remedio que diagnosticar una psicosis con componentes mesiánicos, o alguna afección mental similar.

EZEQUIEL.
Ezequiel es considerado un profeta "complicado", ya que su obra está llena de alegorías y metáforas diversas. En realidad, no está claro quien escribió el libro de Ezequiel, en particular considerando que el capítulo 24 parece cerrar el libro, y todo lo posterior (capítulos 25 a 48) podría ser un añadido posterior, escrito por alguien que tratara de imitar conscientemente el estilo de Ezequiel.
Ezequiel sigue más o menos el mismo patrón que Oseas, aunque sin el componente mórbido de una relación sadomasoquista con una prostituta. Sin embargo, en Ezequiel son mucho más vívidas y poderosas las visiones. Mucho de la fuerza literaria de Ezequiel viene de la descripción de estas visiones.
La megalomanía de Ezequiel queda de manifiesto en una enorme cantidad de pasajes. Casi a cada rato, Ezequiel habla de como es "arrebatado" por la fuerza divina, con la falsa humildad propia de los iluminados. Esta falsa humildad se muestra como lo que es en el capítulo 3, cuando Yahveh dice a Ezequiel: "Hijo de hombre, te he puesto como centinela de la casa de Israel, así que estarás atento a las sentencias que salgan de mi boca, y los aconsejarás de mi parte. Cuando yo diga al impío: 'Morirás', si tú no lo reprendes ni le adviertes que deje su conducta perversa para que pueda vivir, él morirá por su maldad, pero a ti te pediré cuenta de su vida" (Ezequiel 3:17-18). Esta "casa de Israel", por cierto, Ezequiel no pierde tiempo en aprovechar la metáfora de Oseas, que compara a dicho pueblo con una prostituta, aunque parece ser que en este caso se trata sólo de una figura literaria tomada en préstamo (Ezequiel 16 y 23).
Aún así, no puede decirse de Ezequiel que fuera una persona afectuosa. Así, al morir su esposa, Ezequiel tuvo la reacción propia de una persona sin emociones (Ezequiel 24:15-27).
Se ha argumentado que Ezequiel, o al menos la persona que protagoniza el Libro de Ezequiel, sería un epiléptico. Algunas formas de epilepsia parecen cuadrar bien en la sintomatología descrita. Las visiones forman parte de un cuadro epiléptico, pero también los delirios mesiánicos, y también otros síntomas más sutiles, como por ejemplo la hipergrafía o manía de escribir (algo que contribuiría al extremado detalle en la descripción de sus visiones, y a su tendencia a reiterar ideas). Otro rasgo propio de muchos epilépticos, y que Ezequiel también presenta, es el mutismo. Llevado a una forma extrema, conduce a la mudez, algo que Ezequiel en efecto padeció (Ezequiel 3:22-27), pero por otra parte, Ezequiel no parece en ningún minuto sostener una conversación normal, alternando los silencios con discursos que Ezequiel mismo no siente como propios, sino procedentes de otra parte (de Yahveh). Y eso, a pesar de que su conducta invitaba a interrogarle: se tragó un libro (Ezequiel 3:1-2), se puso a jugar como un niño pequeño con soldaditos de juguete (Ezequiel 4:1-3), se puso a apilar leña y cocinar de manera aparatosa (Ezequiel 24:1-14), etcétera. Otro rasgo propio de los epilépticos es la extraordinaria meticulosidad que ponen en todo lo que hacen, y que los lleva muchas veces a ser excelentes organizadores, y Ezequiel en efecto es muy meticuloso con su dieta (Ezequiel 4:10-12), por no hablar de sus descripciones, llenas de dimensiones y medidas.

DEJARSE GUIAR POR LOS PROFETAS.
La fuerza de sus convicciones, nacida de una alteración psicológica, hace a los profetas personalidades muy fuertes, y eso lo saben bien quienes han tenido que lidiar con mesías autoproclamados de todo tipo. De ahí que personalidades tan evidentemente anormales como Oseas o Ezequiel hayan pasado a ser modelos de "santos varones", en vez de ser tomados como lo que con toda probabilidad fueron, es decir, seres mentalmente insanos y con concepciones desviadas sobre muchas cosas. Por eso resulta paradojal que el sadomasoquismo de Oseas y la megalomanía de Ezequiel sean tomados por Benedicto XVI como modelos para explicar el significado del amor, en "Deus caritas est".
Pero no se agota ahí. En la actualidad, las personas con comportamientos psicológicos anormales reciben tratamiento psiquiátrico, pero muchos que consideran a esas personas como verdaderamente inspiradas por Dios, persisten en seguirlos y tomarlos como guía. Ezequiel en particular, gracias a sus visiones, es frecuentemente citado tanto por quienes esperan el Apocalipsis, como por fanáticos de la teoría "ángeles ayer, extraterrestres hoy". A veces la gente no se resigna a lo más obvio y lógico, y hambrienta de darle un significado a sus vidas, caen en la trampa. Y el único remedio para evitar ésta es, simplemente, el sentido común.

24 diciembre 2006

EL NACIMIENTO DE JESÚS.

Casi no conocemos antecedentes biográficos sobre Jesús de Nazaret. Sobre su nacimiento, que es recordado en la fiesta de Navidad, no se sabe absolutamente nada, y las historias sobre este hito están trufadas de manipulaciones. ¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de Diciembre? ¿Es verdadero el relato bíblico sobre el nacimiento de Jesús? Y si no es así, ¿por qué los evangelistas se tomaron la molestia de falsificarlo? El Ojo de la Eternidad explora los misterios en torno al nacimiento de Cristo, el mismísimo epicentro de una cronología que se mide por años "antes de Cristo" y "después de Cristo".


[IMAGEN SUPERIOR: "La Sagrada Familia con Santa Ana", pintura de Peter Paul Rubens, realizada aproximadamente entre 1626 y 1630. Ana es, según la tradición bíblica, la madre de María, y por tanto, abuela de Jesús. El tema de la Sagrada Familia ha sido muy socorrido en pintura, con motivos pietistas, y además, por dar la ocasión de representar a una familia en actitud tranquila y serena].

EL JESÚS QUE FUE Y EL JESÚS QUE CONOCEMOS.
Como hemos insistido varias veces en El Ojo de la Eternidad, sobre el Jesús histórico es poco y nada lo que se sabe, hasta el punto que una escuela de historiadores positivistas a ultranza llegaron a dictaminar que Jesús nunca había existido en realidad, sino que era una invención de los primeros cristianos. En la actualidad se piensa que Jesús de Nazaret sí existió en verdad, aunque su vida tuvo que haber sido por fuerza, dadda la época y la cultura de su entorno, bastante diferente a cómo la refieren los Evangelios, o cómo los cristianos tratan de hacerla aparecer.
Una de las historias que más dudas siembran sobre Jesús, es la de su nacimiento milagroso. Los datos sobre el particular ya ni siquiera son mínimos, es que ni siquiera existen, y por tanto, no hay nada que corrobore el testimonio de Mateo y Lucas, los dos evangelistas que recogen la historia (sintomáticamente, ni Marcos ni Juan se refieren al particular). Pero esto no es inconveniente para que los investigadores, escudriñando una y otra vez los textos bíblicos y comparándolos con nuestros conocimientos históricos, geográficos, mitológicos y sociales, hayan podido llegar a algunas extrañas conclusiones sobre el particular.

LA FECHA Y EL LUGAR DE NACIMIENTO.
Para empezar, no hay seguridad ni de la fecha, ni del lugar de nacimiento de Jesús. Todos los relatos bíblicos señalan que Jesús procedía de Nazaret, por lo que su nacimiento en Belén es una pequeña aberración, en una época con escasa movilidad geográfica. Para esto hay dos opciones: la familia de Jesús era de Belén y se movió a Nazaret, o la familia siempre fue de Nazaret, y nació en Belén por circunstancias extraordinarias.
Mateo parece inclinarse por la primera alternativa. Cuando refiere el regreso desde Egipto, señala que prefiere no regresar a Judea, sino marchar a Galilea, a la ciudad de Nazaret, para escapar de Arquelao, el hijo de Herodes [Mateo 2:22]. Además, Mateo se empeña en demostrar una genealogía davídiva para Jesús [Mateo 1:1-17], y localizándolo en Belén, el hogar ancestral del rey David [1-Samuel:16-1]. Pero para todos era evidente que Jesús era no judío de Judea, sino galileo, por lo que tenía que darle explicación a esto.
Lucas, por su parte, se inclina por la segunda. Plantea sin ambages que la ciudad familiar de Jesús era Nazaret [Lucas 2:1-5], y achaca el nacimiento en Belén a una orden imperial, cumplida a través del censo de Quirino.
O sea, Mateo dice que Jesús era de Belén, y creció en Nazaret por razones políticas. Y Lucas, que siempre fue de Nazaret, y su nacimiento en Belén fue puramente accidental.
Todo esto tiene su motivo, por supuesto. En la época de Jesús, los galileos eran "judíos nuevos", ya que sólo hacía algo más de un siglo que habían sido incorporados a la judería, después de que Galilea fuera conquistada por los reyes Macabeos. En ese sentido, que Jesús fuera de Galilea y no de Judea, era una especie de descrédito, ya que no era "judío antiguo". El hacerlo nacer en Belén, nada menos que la ciudad del rey David, era clave entonces para hacer a Jesús un poco más respetable, a los ojos judíos.
El problema es que ambas historias son espúreas. Mateo justifica el viaje Belén-Egipto-Nazaret por la persecusión de Herodes, la famosísima Matanza de los Inocentes, pero por muy manchadas que tuviera Herodes las manos con sangre, lo cierto es que no hay testimonios históricos contemporáneos de tal evento. Ni siquiera lo registra Flavio Josefo, el historiador judío que describió en varios tomos, con minuciosidad maníaca, los sucesos del mundo hebreo de aquel tiempo. En cuanto al censo de Quirino, si bien éste es histórico (Flavio Josefo lo registra), no lo es en cambio la orden de que cada uno se empadronara en su propio lugar de nacimiento, lo que hubiera originado unos cuantos problemas para todos aquellos viajantes, como comerciantes y caravaneros, que hubieran debido dirigirse a sus lugares de nacimiento. En vez de ello, hubiera bastado con preguntarles directamente. Por lo tanto, ambas historias carecen de base real, en lo que a justificar el nacimiento de Jesús en Belén se refiere. Por lo que el lugar del nacimiento de Jesús, suponiendo que no haya sido en verdad Nazaret y que los evangelistas hayan querido ocultarlo, es una incógnita.
En cuanto al tiempo, es otro enigma. Herodes el Grande, padre de Arquelao, murió en 4 ¡antes de Cristo! Y el censo de Quirino, por su parte, fue en 5 después de Cristo. Suponiendo que ambas historias tuvieran alguna relación con el nacimiento de Cristo, cosa que es dudosa, aún quedarían al menos unos diez años entre una fecha posible y otra.

EL PESEBRE, EL PORTAL Y OTRAS COSAS RELACIONADAS.
Cayéndose ambos relatos evangélicos por la base, es poco lo que queda. Los evangelios apócrifos, en realidad, no aportan mucho más de interés histórico. Algunos de ellos, en verdad, no son sino cuentos piadosos sobre el evento. Pero no por ello deben ser menospreciados. Historias como el "Protoevangelio de Santiago" son claros antecedentes de muchas tradiciones navideñas, incluyendo la presencia de los animales en el pesebre, entre otras cosas.
La iconografía tradicional incluye reyes magos, pastores, estrellas, animales, etcétera. Si ni siquiera los cronistas evangélicos conocían bien claramente la historia de Jesús (o acaso conociéndola, decidieron alterarla), ¿de dónde salió entonces todo esto?
La respuesta es: de la mitología. No se debe olvidar que en esa época, el Medio Oriente era un gigantesco caldo de cultivo de cultos, ideas, mitos y religiones, debido a la omnipresencia del Imperio Romano, que aseguraba el contacto pacífico entre numerosas culturas y tradiciones diferentes. El asociar a los grandes personajes con estrellas es cosa vieja, y casi al mismo tiempo del nacimiento de Jesús, el poeta romano Ovidio, de manera completamente independiente, afirmaba que Julio César, al morir, se había transformado en una estrella. La base mitológica para afirmar la existencia de una Estrella de Belén estaba ahí, entonces.
El retrato del nacimiento de Jesús, por su parte, reproduce varios motivos propios del Sonnenmensch, del héroe solar cuya función mítica es redimir a la Humanidad. Así, está presente el nacimiento virginal y por intervención divina, prueba de la calidad divina, o al menos sobrehumana, del héroe, que es común a Cristo, Rama, Buda, Perseo, Isaac y Sansón. También está la persecusión por parte de un poder maligno, que en el caso de Cristo es Herodes, y que es común a Moisés, Sargón, Ciro, Rómulo y Remo, Perseo, etcétera. La presencia de hadas o protectores, tales como la loba de Rómulo y Remo, o los pastores que salvan a Ciro, también aparece, aquí emblematizado por los Reyes Magos. Es decir, el nacimiento de Jesús ha sido diseñado conforme a una densa labor de ingeniería mitológica.

¿POR QUÉ TODO ESTO?
De manera que sobre el nacimiento de Jesús no hay datos históricos concretos, y en reemplazo, los Evangelios han tejido una trama que han permitido configurar a Cristo como un Sonnenmensch. Esto era tan evidente incluso para los mismos contemporáneos de los evangelistas, que algunos maliciosos no tardaron en inventar la pintoresca leyenda (nunca comprobada como histórica, por cierto), de que la leyenda del embarazo virginal de María pretendía encubrir en verdad que ella había sido violada por un centurión romano llamado Pantera, y que por ende, Jesús era un mestizo, hijo de romano y de judía. Pasando estas curiosas tradiciones, ¿cuál es la razón que movió a los evangelistas a inventarse todo un relato fantástico sobre el nacimiento de Jesús?
Lo primero que debe tenerse en cuenta, es quién redactó los Evangelios, para qué, y para quién. Los evangelistas no eran cronistas históricos ni pretendían serlo, a la manera como lo era su contemporáneo Flavio Josefo. Su intención era, principalmente, hacer propaganda de las nacientes ideas asociadas al Cristianismo. La mentalidad de la época podía aceptar esto, con la misma tranquilidad con la cual se acepta hoy por hoy que la publicidad de los detergentes mienta sobre su propio producto ("¡el mejor detergente del mercado, lava más blanco que cualquier otro!"). En esa época, el mundo grecorromano era un gran caldero de religiones entremezcladas que luchaban fieramente por ganar prosélitos, a veces riñéndose y a veces entremezclándose unas con otras. De ahí que la necesidad de obtener publicidad fuera tan angustiantemente vital. Nada había de malo, para la mentalidad de la época, en inventarse que el profeta particular de uno fuera en realidad un héroe solar. En verdad, si no lo hubieran hecho, nadie hubiera hecho caso de un predicador con tan pocas "credenciales divinas". Entonces, como ahora, la gente se deja convencer más por argumentos emocionales que por el peso de la razón. Las ideas del Cristianismo quizás fueran o no magníficas, pero serían seguramente un fracaso si no iban envueltas en los colores alegres y vivaces de un héroe solar que las defendiera, así como en publicidad un producto tiene más aceptación cuando es promovido por una modelo o un futbolista, que por una persona común y corriente.
De ahí que los evangelistas, para ocultar su ignorancia, o acaso para limar los aspectos menos confesables de su héroe, se decidieran, con perfecto espíritu de publicidad del siglo XX, a transformar al Jesús histórico, que con toda probabilidad tuvo un nacimiento normal como cualquier otro hijo de vecino, en un festival de prodigios y tradiciones varias.

26 noviembre 2006

EL ÉXODO.

Lo que actualmente llamamos "La Biblia" en términos de un solo libro, es la recopilación de una multitud de escritos, de toda clase de escritores. El moderno análisis crítico, en combinación con el trabajo arqueológico, ha ido mostrando que muchos sucesos descritos en la Biblia fueron reales, aunque en muchos casos, no literales según el texto bíblico. El Ojo de la Eternidad revisa la historia del Exodo de los israelitas a la Tierra Prometida, y detalla lo que los arqueólogos e historiadores modernos han encontrado: que la verdad sobre dicha emigración es bastante diferente a la narrada por la Biblia...


[IMAGEN SUPERIOR: "Der betende Moses mit Aaron und Hur auf der Berge Horeb". Pintura de Joseph von Führich, pintor religioso alemán del siglo XIX, que representa un episodio del Exodo, en el cual Yavé anuncia la muerte de Aarón (Números 20:22-29)].

¿OCURRIÓ EL ÉXODO...?
Durante muchos siglos, el relato sobre la Antigüedad anterior a los griegos y romanos se basaba fundamentalmente en la Biblia. En esto pesaba la autoridad del Cristianismo, por supuesto, pero también había una abismal falta de conocimientos sobre dichos mundos, ya que los idiomas antiguos no se conservaban, y además, no existían excavaciones arqueológicas en forma. En el siglo XIX, como consecuencia de la oleada racionalista de la centuria anterior, la Biblia fue puesta sistemáticamente en duda, y no pocos sostuvieron que no debía hacérsele mayor caso, porque después de todo, no era sino un conjunto de espléndidas mentiras inventadas por los monjes y sacerdotes para mantener al pueblo oprimido e ignorante.
Las cosas no resultaron ser tan sencillas, por supuesto. La arqueología de los siglos XIX y XX sacó una vez más a la luz del día a un montón de civilizaciones olvidadas, como Egipto, Mesopotamia o los hititas, y se descubrió entonces que muchos relatos bíblicos eran en realidad remembranzas de antiguos sucesos históricos, pasados por el tamiz de la memoria histórica de los cronistas. O sea, la Biblia no era un puñado de mentiras, pero tampoco era una guía infalible sobre el mundo antiguo. Era, ni más ni menos, que una versión, respetable, pero versión a fin de cuentas, de la historia antigua.
Esto no debería resultar una sorpresa. Después de todo, entre otras cosas, la Biblia es el relato de la historia de los hebreos, pero escrita por los propios hebreos, y por tanto, en ese sentido es bastante sospechosa de parcialidad.
Uno de los ejemplos clásicos de esto es el Exodo. En los tiempos que la Biblia era la única referencia histórica seria sobre el mundo antiguo más remoto, el Exodo era aceptado por los historiadores como un suceso histórico a carta cabal. Hoy en día sabemos que el relato bíblico tiene correlación con las crónicas de otros pueblos, pero puesto en esa perspectiva, nuestra actual imagen de dicho hito es bien diversa.

EL RELATO BÍBLICO SOBRE EL ÉXODO.
La memoria bíblica del Exodo se conserva en dos grandes fuentes: el libro del Exodo propiamente tal, por una parte, y el libro de Números, por la otra. Ambos integran el Pentateuco, los cinco primeros libros de la Biblia (que son: Génesis, Exodo, Levítico, Números y Deuteronomio), y que la tradición atribuyó históricamente a Moisés. Hoy en día sabemos que esto no es así. La mayor parte del Pentateuco fue escrita por dos autores, conocidos como el Yavista y el Eloísta, cuyas historias fueron mezcladas y comentadas por un tercer autor, conocido usualmente como la Fuente Sacerdotal, porque su marca está en los pasajes con comentarios de doctrina y ritual. El Deuteronomio, por su parte, parece haber sido añadido íntegramente en el siglo VII aC, por obra de Josías, o al menos eso podría dar a entender una lectura critica del Segundo Libro de Reyes (2-Reyes 22).
Parece ser que los anónimos autores apodados Yavista y Eloísta, llamados así por su manera de referirse a Dios (Yavé uno, Elohim el otro), condensaron en sus textos una serie de antiguas tradiciones hebreas. Por tanto, el relato bíblico no es una crónica histórica rigurosa, sino un compendio de leyendas y tradiciones antiguas.
La narración del Exodo, según estas fuentes, es la siguiente. Los hebreos llegaron a Egipto en tiempos de José, biznieto de Abraham que llegó a ser visir de Egipto. Allí se multiplicaron, y un nuevo faraón (¡cuyo nombre la Biblia no menciona!), considerándolos una amenaza, los sometió a esclavitud. Gimieron los hebreos a Yavé, y éste los escuchó. Mandó entonces llamar a un refugiado hebreo llamado Moisés, desde las tierras de Madián, a través de una zarza ardiendo. Luego de una serie de plagas, Moisés extrajo a su pueblo de Egipto. Emprendió entonces una peregrinación de 40 años por el desierto, plagada de incidentes milagrosos, a través de los cuales Yavé fue guiando a su pueblo, y que los llevó finalmente hasta la Tierra Prometida.
El faraón que tradicionalmente se asocia al Exodo es Ramsés II, derivado de una interpretación errática de Números 33:3, que menciona una ciudad con ese nombre como punto de partida del Exodo. Por tanto, el Exodo debió ocurrir entre los años 1280 y 1200 aC.
El problema es que la evidencia histórica sobre el Exodo es virtualmente nula. Es decir, simplemente no hay evidencia del paso de un pueblo migratorio en ese tiempo. Por otra parte, Ramsés II no murió ahogado en el Mar Rojo, como habría que deducir de Exodo 14:28-29, y de hecho, no hay registro de que algún Faraón haya perecido así. El relato bíblico sobre el Exodo es, por tanto, no fidedigno. Pero esto no quiere decir que algo parecido al Exodo no haya sucedido nunca, en ese tiempo o en otro. ¿Desde dónde nació la leyenda...?

EL RELATO DE LA CONTRAPARTE.
Las fuentes egipcias no consignan ningún Exodo, tal y como la Biblia lo describe. Pero sí muestran dos sucesos históricos de enfrentamiento con pueblos asiáticos, que podrían proporcionar ambiente a la historia.
La primera de ella es la invasión de los hicsos. Hacia el siglo XVI aC (es decir, unos 300 años antes de la fecha tradicional del Exodo), un pueblo armado con carros y caballos invadió Egipto. El carro como arma de combate era desconocido en Egipto, y por tanto, los hicsos obtuvieron un fácil triunfo, y dominaron el país durante aproximadamente cien años. Pero los egipcios aprendieron rápido, impulsaron un violento contraataque, y no sólo expulsaron a los hicsos, sino que también conquistaron Palestina y Siria.
El segundo episodio fue la violenta guerra que los egipcios sostuvieron con un poderoso imperio del norte, los hititas. Hacia el siglo XIV aC (es decir, el siglo antes de Ramsés II) gobernó en el Imperio Hitita (actualmente Turquía) un rey llamado Shubiluliuma. Este Shubiluliuma inaguró una larga serie de conquistas que puso en violento compromiso el dominio egipcio sobre la región. Fue precisamente Ramsés II quien, hacia el año 1280 aC, pactó un tratado definitivo de fronteras con el rey hitita Muwatallis. Este pacto sancionaba una situación de hecho, en la que muchos pueblos palestinos obtuvieron la independencia, o al menos la autonomía, con respecto a las guarniciones egipcias.
Hacia el año 1190 aC, Egipto y Hatti fueron invadidos por pueblos procedentes del oeste. Los egipcios los llamaron "Pueblos del Mar", debido a que tal era su procedencia, y así ha quedado asentado en los libros de historia desde entonces. Parece que en esta marea invasora aparecieron en Palestina los filisteos, enemigos tradicionales de los hebreos.
¿Mencionan los egipcios a los hebreos en alguna parte? Directamente no. Pero hay una referencia bastante sugestiva en la palabra egipcia "japiru" o "habiri". Esta es usada para describir a los nómadas incursores de la frontera egipcia con el desierto árabe, y también para describir a los pobres y asalariados en el propio Egipto. Aparte de su parecido fonético con la palabra "hebreo", en el relato del Exodo se puede ver claramente que los hebreos ocuparon ambos roles: como trabajadores en Egipto (Exodo 1:11-12) y como invasores desde el este de Palestina (Números 21, 32 y 33).
Uno puede preguntarse por qué el Exodo poco dice sobre los egipcios, y casi nada de los hititas (se refiere a ellos como "heteos", de manera tan subliminal que los arqueólogos pensaban que eran una tribu más, y no la cabeza de un poderoso imperio militar capaz de pararse frente a Egipto). Pero no debe olvidarse que los cronistas bíblicos no eran historiadores, sino que pretendían reunir un conjunto de leyendas y tradiciones sobre los hebreos. Lo que fuera la suerte de otros pueblos diversos, les tenía mayormente sin cuidado.

ENCAJANDO LA EVIDENCIA.
Frente a esto, muchos han planteado que el Exodo no habría ocurrido, sino que todo se trataría de un relato mítico destinado a justificar la conquista, por parte de los hebreos, de un dominio anteriormente egipcio o hitita. Una vez más, las cosas no son tan sencillas. La propia Biblia entrega evidencia decisiva de que hubo algún movimiento desde Egipto hacia los hebreos, y esta evidencia está en los nombres de diversos protagonistas del Exodo, como por ejemplo Hofni o el propio Moisés, que no son hebreos sino egipcios. Y no hay en realidad razón para controvertir esto como una falsificación histórica.
Se han sugerido varias posibilidades al respecto. Una de ellas es que la migración de los hebreos sucedió, pero no en la época de Ramsés II, sino en tiempos de la expulsión de los hicsos (o sea, hacia el año 1550 aC, unos 300 años antes de la fecha tradicional). Otra posibilidad es que se trate del relato más o menos mistificado de la conquista hebrea de Palestina, desde el desierto de Arabia, y esto podría haber sucedido cuando el gobierno egipcio declinó en la región. Ya que la Biblia no reporta ninguna época en la que los hebreos hayan estado en Palestina sin sus incómodos vecinos los filisteos, la fecha aproximada de estos eventos debió haber sido hacia 1190 aC, cuando la invasión de los Pueblos del Mar abatió el dominio egipcio sobre Palestina, y a su vez, esto permitió la instalación de los filisteos en las llanuras costeras palestinas.
Otra posibilidad más simple, es que lisa y llanamente los cronistas bíblicos tomaron diversas tradiciones mezcladas como un todo, armando una historia orgánica y coherente con elementos que, en su origen, no estaban ni de cerca relacionados. Así, el relato bíblico del Exodo estaría compuesto por dos historias independientes. Una de ellas sería la salida de Egipto, vista desde el punto de vista hebreo como un triunfo sobre los egipcios opresores, en vez de lo que verdaderamente fue, una vergonzosa huida desde territorio egipcio junto con la marea de los hicsos. El segundo relato sería la conquista de Palestina, en tiempos de los Pueblos del Mar. Ambos sucesos históricos están separados por aproximadamente 350 a 400 años, pero en la lejanía de la memoria histórica, los cronistas hebreos los habrían mezclado en un sólo gran relato épico. Es de recordar que el florecimiento de la cultura hebrea se produjo entre los años 950 y 650 aC, lo que sitúa a los cronistas bíblicos a lo menos 250 años (¡un cuarto de milenio!) después de la conquista de Palestina. Y en ese tiempo intermedio no hubo cultura ni civilización, sino desórdenes y guerras, como lo recuerda el libro de los Jueces, por lo que cualquier crónica histórica se habría perdido, y se habría transformado en una confusa narración legendaria.
Por lo mismo, es posible afirmar que el relato del Exodo, tal y como lo refiere la Biblia, tiene una base histórica cierta, pero ésta es, en realidad, bastante diferente a cómo la narra el cronista bíblico (o mejor dicho, los cronistas bíblicos en plural).

26 febrero 2006

DARWIN Y EL EVOLUCIONISMO: UNA MALA NOTICIA PARA EL CRISTIANISMO.

La aparición en 1859 del libro "El origen de las especies", de Charles Darwin, fue una verdadera bomba de relojería instalada en la confortable visión del universo biológico que tenían los cristianos. A primera vista, las afirmaciones hechas en dicho libro eran una contradicción flagrante con el relato del Génesis, y peor aún, cuestionaban muy en particular la condición especial del ser humano en cuanto criatura dilecta de Dios. Los cristianos hicieron varios esfuerzos para atacarle, para adaptarlo, para ignorarlo, con los más diversos resultados. El Ojo de la Eternidad hace un breve repaso por el especial punto de vista adoptado por la religión sobre el Darwinismo, y sus intentos por neutralizarlo y/o eliminarlo.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Charles Darwin (1809-1882) en su ancianidad. Después de este venerable viejito, nada en la vida religiosa ha vuelto a ser igual].

EL ESTALLIDO DEL DARWINISMO.
Al contrario de lo que se sostiene corrientemente, las revoluciones germinan lentamente, aunque estallen de súbito. El Darwinismo no fue la excepción. Las ideas evolucionistas comenzaron a circular en el ambiente científico de Europa ya a finales del siglo XVIII. A comienzos del XIX, el biólogo Lamarck esbozó una completa teoría evolutiva, muy popular en aquellos años, aunque adolecía de un defecto fundamental: se basaba en la premisa de que los caracteres adquiridos se heredan, algo que hoy en día sabemos no es así (lo que se hereda es el material genético, y los caracteres adquiridos, como por ejemplo cortarle la cola a un ratón, no influyen en el material genético).
La gran revolución que llevó a cabo Darwin, no fue el Evolucionismo, sino el haberlo explicado convincentemente, a través del mecanismo de la selección natural de las especies. Hoy en día se sabe que no es la única manera en que las criaturas evolucionan (por ejemplo, otro mecanismo de evolución es el intercambio de material genético entre unicelulares), pero sí es la más importante de todas. La innovación darwiniana consistió en introducir criterios económicos a la Biología, hasta el punto de que alguien dijo que el Darwinismo era más Economía que Biología.
Cuando Darwin publicó "El origen de las especies", en 1859, dejó explícitamente fuera el tema de la evolución humana. Sabía que con ello se acarrearía las iras de los cristianos, para quienes aún el relato de la Creación según el Génesis debía ser leído de manera literal. De todas maneras, hubo una enorme cantidad de incidentes. Se ridiculizó a Darwin, retratándolo como un mono con su cara. Alguien le preguntó a un destacado evolucionista: ¿usted desciende del mono por parte de su abuelito o su abuelita? Una señora de la alta sociedad dijo algo así como: "Ojalá que no descendamos del mono, pero si es así, espero que no se sepa". En 1871, Darwin añadió la pieza final, publicando el libro "La descendencia del hombre". Con ello, la revolución darwinista quedaba consumada... y empezaban los problemas.

LOS SIMPÁTICOS FILÓSOFOS EVOLUCIONISTAS.
El Darwinismo hizo furor entre los filósofos, quienes desde el siglo XVII estaban interesados en encontrar nuevas maneras de explicar el mundo, sin tener que recurrir a los principios bíblicos. Quien llevó más lejos los planteamientos darwinianos en Filosofía fue Herbert Spencer, un hombre enormemente popular en la Inglaterra del siglo XIX. Spencer postulaba que la evolución natural había proseguido en una evolución social, la del ser humano. Toda evolución, según Spencer, tendía "hacia arriba", a crear especies cada vez mejores. Las ideas de Spencer alimentaron muy bien el ego británico, porque éstas podían interpretarse (y de hecho, ése era más o menos su sentido), de modo tal que proclamaban que el británico de mediados del siglo XIX era miembro de la "raza superior", y por tanto, estaba destinado a civilizar al resto del mundo. Esa idea no era propia de Spencer, pero él le había dado un "adecuado" fundamento filosófico. Spencer inventó algunos términos populares, como "supervivencia del más apto" (frase que erróneamente se le adjudica a Darwin, así como a Maquiavelo se le achaca el erróneo "el fin justifica los medios"), o "Darwinismo social", para referirse a una ética en particular: aquella de que en la sociedad había que dejar abierto el campo al funcionamiento de las leyes evolutivas, para que los más adaptados sobrevivieran, y los menos adaptados desaparecieran, y así la sociedad se hiciera cada vez mejor. Huelga decir que esta ética se avenía muy bien al liberalismo clásico británico, y fue muy popular entre la burguesía industrial, quienes eran justamente los que menos riesgo corrían de ser despachados por las fuerzas darwinianas (a diferencia de los grupos obreros, que preferíñan éticas más vinculadas al por ese entonces floreciente socialismo).
Spencer tuvo un sucesor en la figura del filósofo francés Henri Bergson, ya a comienzos del siglo XX. Bergson planteaba que todo lo vivo, y aún lo inerte en menor grado, estaba habitado por un "élan vital", que llevaba a las cosas a evolucionar desde la más grosera materialidad, a la más alta espiritualidad. El Vitalismo fue popular en el período entre guerras, e incluso Bergson inspiró a otros filósofos, como el renombrado historiador Arnold J. Toynbee, pero en general, fue una doctrina que quedó en el camino, por sus obvias falencias derivadas de su misticismo disfrazado en ropaje filosófico.

LOS CRISTIANOS Y EL DARWINISMO.
Frente a esta arremetida, el Cristianismo tenía que hacer algo. El reaccionario Papa Pío IX se opuso con todas sus fuerzas al Darwinismo, pero sus sucesores, aplastados por la evidencia, tuvieron que claudicar. En 1902, el Vaticano señaló finalmente que no tenía tanta importancia si el hombre había sido creado por aminoácidos o por barro de Mesopotamia, como que tenía un alma inmortal inspirada por Dios.
Esto no significa que dentro del Catolicismo no hayan surgido movimientos para asimilar el Darwinismo. El intento más serio que se emprendió, lo protagonizó Teilhard de Chardin. Este hombre era al mismo tiempo teólogo y paleontólogo, y no de los más despreciables: en su envidiable currículum tiene a su haber el hallazgo del Sinántropo, el mítico "hombre mono de Pekín", en 1925. Chardin postulaba algo parecido a Bergson, pero en versión cristiana: la evolución es un hecho, y las especies cambian, pero no lo hacen al azar, sino que tienden irresistiblemente hacia un mayor grado de perfección. Al final, toda la evolución acabará en el Punto Omega, que se identifica con Cristo, que es el final de la Evolución. Huelga decir que estos aspectos místicos de Chardin han sido un tanto resistidos por la comunidad científica en general, por más que su trabajo paleontológico sea enormemente respetado.
Otros cristianos, en cambio, se negaron a aceptar el Darwinismo en redondo. A comienzos del siglo XX, cobraron fuerza los movimientos creacionistas. Su bandera de lucha era una lectura rígida y dogmática del Génesis. En 1925, en Tennessee (Estados Unidos), consiguieron llevar a juicio a un profesor, de apellido Scoopes, por enseñar el Darwinismo, y lo condenaron; este triste episodio de la historia de la religión es llamado "el juicio del mono". Pero, ante la animadversión generada por estos fanáticos religiosos, en la década de 1980 surgió un nuevo movimiento, que intentaba renovar el Creacionismo. Se le llamó la Teoría del Diseño Inteligente, y aceptando las premisas del Darwinismo, sostenía que había cosas imposibles de explicar científicamente, y que por tanto, llevaban a la conclusión de que existía un dios creador detrás de todo. El Diseño Inteligente tiene dos falencias: una, a nivel de hechos, que juega con evidencia trucada, y dos, a nivel lógico, el que algo no pueda explicarse lógica o racionalmente no presupone de ninguna manera la existencia de un Dios (tampoco la niega, en realidad), sino que sólo presupone lo obvio: carecemos de datos para pronunciarnos sobre la cuestión, la que queda pendiente hasta que surjan nuevas investigaciones.

ALGUNAS IRONÍAS.
Lo irónico del caso es que el Cristianismo es, en un cierto sentido, una religión evolucionista. Todas las primeras religiones del mundo concebían a éste como un movimiento cíclico, derivado de la observación de los ciclos anuales vinculados a la agricultura. El Judaísmo fue la primera religión que rompió con esto, al sostener que el universo en verdad progresaba de acuerdo a los designios de un misterioso Plan Divino, que Yahveh ejecutaba escrupulosamente. Esta noción teleológica de que el universo tuvo un origen, y tendrá un destino final, la integró el Cristianismo dentro de su propio legado. El Cristianismo también postula una cierta evolución, al considerar a Cristo como un punto de inflexión dentro del Plan Divino. Lo mismo vale para varias filosofías "evolucionistas", incluso aquellas anteriores a Darwin. A comienzos del siglo XIX, el filósofo alemán Hegel postulaba que el universo entero evolucionaba para alcanzar un estado definitivo, el Absoluto. No en balde, antes de dedicarse a la Filosofía, Hegel había sido alumno en un seminario para curas, lo que explica el regusto teológico de sus argumentos...
En ese sentido, la Teoría de la Evolución de las Especies es la consecuencia natural que era de esperarse, cuando un científico agnóstico, pero formado en una atmósfera cultural inundada de Cristianismo, se pone a investigar sobre la naturaleza de la vida y se encuentra con algunas respuestas. En definitiva, por tanto, los grupos cristianos temen al Evolucionismo no porque sea algo intrínsecamente extraño a su religión, sino por el contrario, porque comparte un germen ideológico común, pero explica mucho mejor cosas que el Cristianismo no ha sabido explicar acertadamente. En definitiva, por tanto, la lucha contra el Evolucionismo no es más que el miedo de los fanáticos fundamentalistas a perder su propio poder, obtenido sobre la base de un supuesto conocimiento de algunas verdades supuestamente reveladas desde lo alto, y que la ciencia puede demostrar que son mortalmente erróneas.

22 enero 2006

LA PROFECÍA.

A lo largo de los siglos, el conocimiento del futuro ha sido siempre una mercancía valiosa. El papel que hoy en día juegan futurólogos, prospectivistas, economistas y analistas estratégicos, otrora lo jugaron los profetas, hombres con capacidad de sintonizar con lo divino y arrancar desde allí jirones o retazos de los eventos futuros. Sus servicios fueron muy cotizados, pero ¿es realmente posible descubrir el futuro? El Ojo de la Eternidad explica los trucos detrás de la capacidad profética, así como de afamados videntes.


[IMAGEN SUPERIOR: Grabado que representa al profeta Jeremías, durante la toma de Jerusalén].

EL ROL DE LOS PROFETAS.
Desde siempre, la información ha sido vital en los grandes asuntos, para mantener en funcionamiento grandes imperios, y también en los pequeños negocios particulares de cada día. Obtenerla por cualquier fuente es siempre algo preciado. De este modo ha surgido un próspero mercado de gentes que se dicen inspiradas para ver y penetrar en los velos del tiempo, escrutando el futuro... a veces gratis, y otras tantas por un precio que será de seguro módico, habida cuenta de la importancia de la información que podrían proporcionar.
Todas las culturas han conocido gentes capaces de ver el futuro. De esta manera encontramos chamanes, profetas, videntes, oráculos, arúspices, sibilas, adivinos, tarotistas, clarividentes, y un largo etcétera de ocupaciones varias empeñadas en descifrar los misterios del futuro. Sus métodos varían muchas veces, y su rol social también tiende a ser variable, desde aquellas culturas que valoran estas técnicas en mucho, hasta aquellas en donde los profetas son perseguidos, e incluso exterminados.

¿QUÉ ES UNA PROFECÍA?
Técnicamente, una profecía es una predicción que se hace sobre eventos futuros, obtenida por medios sobrenaturales. Es decir, no cuenta como profecía aquella que se hace siguiendo caminos de la predicción racional y científica, como por ejemplo determinar a través de leyes científicas cual será la velocidad terminal de caída de un cuerpo, en caso de que llegáramos a soltarlo sin apoyo alguno. Tampoco cuentan como profecías las hechas por los economistas siguiendo las leyes económicas, aunque éstas muchas veces son tan contradictorias entre especialista y especialista, y tan alambicado el lenguaje que usan, que no pocas veces se ha dicho que los economistas tienen mucho de profetas de los tiempos modernos.
Pero estos medios sobrenaturales no están disponibles para cualquiera. De esta manera surgen los especialistas de la profecía, los profetas, quienes son capaces de contactar con lo divino y lo sagrado, para informarse por su través de lo que vendrá en el futuro. Muchas veces, estos especialistas recurren a un elaborado ritual, como una manera de buscar inspiración. En dichos rituales entran el uso de hierbas psicotrópicas o alucinógenas, o bien la utilización de herramientas que supuestamente canalizan los poderes místicos (cartas, dados, etcétera), dando origen a técnicas predictivas tales como la astrología, la quiromancia (por las líneas de la mano), la cartomancia, etcétera.
Al respecto, la Iglesia Católica distingue entre verdadera y falsa profecía. La verdadera profecía es inspirada por Dios, y se distingue por dos elementos: en primer lugar es exacta y habrá de cumplirse en todos sus términos, y en segundo lugar es directa, sin mediación ninguna de instrumentos ajenos (las mencionadas cartas, líneas de la mano, etcétera), por pura y simple inspiración. La profecía falsa, por el contrario, es inspirada por el Demonio, no necesariamente es exacta (por lo general incluso es engañosa), y se lleva a cabo por medios mágicos como lectura de cartas o de líneas de la mano, elaboración de horóscopos y cartas astrales, observación de fenómenos de la naturaleza como el vuelo de las aves, etcétera. Por supuesto que esta discriminación le permite a la Iglesia Católica descalificar a todas aquellas profecías que no son convenientes para sus intereses, como producidas por el Demonio, y las que sí lo son, como inspiradas por Dios. La Iglesia siempre se ha sentido un tanto incómoda con los profetas inspirados por Dios, ya que sostiene oficialmente que la profecía se ha acabado con el Nuevo Testamento, con el cual la Revelación de Dios estaría completa, haciendo de esta manera superflua toda profecía posterior. Lo que no impide que de tanto en tanto surjan profetas dentro de su propio seno, como los célebres pastorcillos de Fátima, por ejemplo.

LOS SECRETOS DE LOS PROFETAS.
Todos hemos oído hablar de profetas que son exitosos realizando profecías. Jeanne Dixon se hizo famosa pronosticando el asesinato de John Kennedy, por ejemplo, mientras que hasta el día se considera a Nostradamus como uno de los más acertados profetas de todos los tiempos. Y eso por no hablar de los profetas de la Biblia, que también se apuntan varias profecías con perfecto cumplimiento posterior, de creer a las Sagradas Escrituras. ¿Cómo lo hacen?
Existen varios trucos que usan los profetas para pasar sus profecías como exitosas. La más recurrida es el lenguaje oracular. Es decir, el profeta habla no en términos claros y diáfanos, sino lo suficientemente difusos y vagos como para que su profecía pueda interpretarse de varias maneras. Es famoso el ejemplo de la profecía que formuló la pitonisa del Oráculo de Delfos a Alejandro Magno, diciéndole: "Irás. Volverás. Nunca en la guerra perecerás". Cuando después falleció en Babilonia, a 2000 kilómetros de distancia de su hogar, y trece años después de salir del mismo, el Oráculo de Delfos se defendió diciendo que había afirmado: "Irás. ¿Volverás? ¡Nunca! En la guerra perecerás". Otro ejemplo muy claro de profecía formulada en términos confusos y poco explícitos es Nostradamus, cuyo lenguaje cargado de simbolismo ha permitido a sus fieles lectores interpretar sus profecías de muchas maneras distintas. Sintomáticamente, no se ha dado el caso de que se entienda el sentido cabal y exacto de una profecía de Nostradamus ANTES de que se produzca el evento crucial que supuestamente profetiza.
Otra técnica usada por los profetas es seguir la corriente al consultante y profetizarle lo que éste quiere oir. Es decir, a un general que vaya a librar una batalla se le profetiza que tendrá éxito en la misma, pero en términos ambiguos, para cubrirse en caso de un resultado nefasto, o a un pueblo oprimido se le profetiza su pronta liberación, como ocurre con muchas llamadas "profecías de consolación" en la Biblia. En cuanto a profecías del primer tipo, el Oráculo de Delfos hizo otro tanto con el rey Creso, quien en vísperas de la guerra contra los persas, habría preguntado por mensajeros si tendría éxito en la batalla. El Oráculo respondió: "si cruzas el Río Halys, destruirás un gran imperio". Al fina, el imperio destruido fue el propio de Creso, ya que éste perdió estrepitosamente. A nivel cotidiano también es recurrente que los tarotistas, consultados por sus clientes, profeticen que las cartas anuncian un nuevo amor, próxima solvencia económica, etcétera, todas noticias sumamente agradables de escuchar para cualquiera, aunque no tengan fundamento realista alguno.
También en materia de profecías existe la vieja técnica del autobombo, resaltando los éxitos y disimulando los fracasos. La mencionada Jeanne Dixon, famosa por su profecía del asesinato de Kennedy, por ejemplo, tiene también a su haber un sinfín de profecías fallidas, pero ella se cuida muy bien de divulgar estos casos en donde sus habilidades proféticas fallaron.
Y existe también la técnica de escribir la profecía a posteriori, una vez que los acontecimientos se han producido. En opinión de los expertos bíblicos, ésta es la razón por la cual muchas profecías del Antiguo Testamento aparecen como sorprendentemente exactas. La impostura se descubre en particular por los análisis gramaticales de los textos, que revelan las interpolaciones hechas por manos que no son las redactoras de los textos originales.

¿SON TODOS LOS PROFETAS UNOS CHARLATANES?
Visto de esta manera, parecería que todos los profetas son en realidad unos charlatanes que buscan aprovechar la credulidad de las personas para ganarse unos pesos, o bien fama y reputación, etcétera. ¿Es siempre esto así?
La respuesta es negativa. El móvil psicológico que induce a alguien a formular profecías no siempre es el lucro personal, aunque éste sea primario en muchos lectores de cartas, o en la gente que redacta horóscopos para la prensa escrita, o personalizados para los famosos. En no pocos casos hay gente que es humillada, perseguida e incluso asesinada por formular profecías que no son de gusto del monarca reinante. Muchas parábolas de Jesús, en los Evangelios, giran sobre el tema de que los judíos han matado profetas inspirados por Dios, y por tanto, no hay razón para que no vayan a hacer lo mismo con el Cristo. En este caso, el resorte psicológico es claramente otro, quizás la búsqueda de notoriedad, o la sensación de poder que involucra sentirse llamado especialmente.
En ese sentido, la actividad profética se conecta con las visiones inspiradas por Dios. La moderna Psiquiatría se encuentra hace tiempo en condiciones de explicar el fenómeno de las visiones proféticas, como una peculiaridad psicológica propia de ciertas personas, y han acuñado el término "neurosis de conversión" para explicarlas. Una neurosis de conversión es básicamente la sicosomatización de procesos neuróticos al interior de la persona, y está detrás de fenómenos religiosos tan variopintos como las visiones proféticas, las posesiones demoníacas, las conversiones súbitas, los dones o carismas ("hablar en lenguas"), etcétera. En resumen, muchas veces las visiones proféticas son síntomas de desequilibrio mental. Algunas veces, este desequilibrio mental encuentra concreción en cauces "institucionales", como ocurre cuando ocasionalmente algún sacerdote reclama haber tenido visiones proféticas dentro de la Iglesia Católica, pero en otras tantas, han generado "falsos profetas" que han creado sectas y llevado a la destrucción de sus miembros... Pero eso será tema para algún artículo futuro de EODLE.

21 septiembre 2005

EL VICIO DE ONÁN

En algunos libros de vieja raigambre todavía puede encontrarse la palabra “onanismo” como sinónimo de “masturbación”, e incluso se recurre a floridas metáforas como hablar del “pecado de Onán” o del “vicio de Onán”. Expresiones todas destinadas a quedarse en los libros de historia, como reliquias de tiempos más literarios, ante el auge de giros populares como “corrérsela”, y similares.

Pero entremos en materia. No mucha gente sabe que la identificación entre onanismo y masturbación viene de la Biblia, de un personaje bíblico llamado Onán, que supuestamente se masturbaba. O al menos así es como se enseñaba. Pero, ¿es esto así? Repasemos lo que dice la Biblia al respecto:

Judá tomó para su primogénito, Er, una mujer llamada Tamar. Pero Er no le gustó a Yavé, quién le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: «Toma la esposa de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado, tratando de darle descendencia». Onán sabía que aquella descendencia no sería suya. Cuando le tocó tener relaciones con su cuñada derramó en tierra para no darle un hijo a su hermano. Esto fue mal visto por Yavé, quién también le quitó la vida.
[Génesis 38:6-10].

Saltan a la vista varias cosas del texto. En primer lugar, es una historia con moralina. En este caso la moraleja es: “Yavé tu dios adora el levirato, así es que no lo desobedezcas”. El levirato era una antigua costumbre según la cual si alguien moría y dejaba una viuda, el hermano del muerto tenía que contraer matrimonio con la viuda (es decir con su cuñada). Esto es lo que hizo Onán, como hermano del difunto Er, casándose con Tamar, la viuda. La costumbre del levirato se explica porque de esta manera el patrimonio se conserva dentro de la familia, porque se consideraba a la mujer como objeto propiedad del varón.

Pero vamos al aspecto más sórdido de la historia. El Génesis es claro y habla de que su conducta sexual tenía motivo cuando Onán tenía relaciones con su cuñada. Es decir, no se trata de una masturbación, o al menos, no de una masturbación en solitario. En segundo lugar, derramaba en tierra, es decir, no consumaba la cópula eyaculando dentro de la mujer. La consecuencia lógica es: ¡Onán no estaba masturbándose, sino practicando el coitus interruptus!

Así es que la próxima vez que vea algún texto antiguo refiriéndose al onanismo o la práctica de Onán, ya sabe que está hablando de la masturbación, pero lo hace porque el tipo en cuestión no se ha molestado en leer la Biblia, ha adoptado el uso común de la palabra, y por tanto, ha incurrido en un error de bulto, en lo que a sexología se refiere.

10 agosto 2005

LA BIBLIA SEGÚN GUSTAVO DORÉ

Gustavo Doré es uno de los más famosos grabadores del siglo XIX. Sus grabados ilustran obras de Dante Alighieri, Miguel de Cervantes, John Milton, William Blake... Y la Biblia, por supuesto. Aquí va una pequeña selección.


La historia de la Torre de Babel es harto conocida. Esta es la visión de Doré sobre esos simpáticos paganos dando saltos alrededor de la obra arquitectónica que los llenaba de orgullo.


El Diluvio Universal. Todos quienes han pintado o grabado la escena, se han solazado de lo lindo mostrando a los pobres desgraciados pecadores mientras se ahogan. ¿Quién dice que la televisión de hoy en día inventó el sadismo?


La muerte. De los Cuatro Jinetes del Apocalipsis, éste es el más huesudo de todos, algo que Doré sabía bien, parece ser.


Un poco de contubernio bíblico. Como Abraham era estéril, su esposa Sarah le mandó a su esclava Agar de cortesía, para que tuviera descendientes (ésas eran esposas, no como ahora). Pero como Agar se puso cada vez más insolente, pues Abraham tuvo que echarla de una. La escena es aún más triste, si se recuerda que en esa época no existía el juicio por alimentos.


En esta, vemos como Caín acaba de asesinar a Abel, que yace fiambre en el suelo. Así es como lo narra el Génesis, poco después de que echaran a los padres de ambos a patadas del Paraíso.

Más adelante trataremos de tener otras ilustraciones fresquitas, sobre los temas que trata EL OJO DE LA ETERNIDAD, por supuesto (el de Doré, en este caso).

09 agosto 2005

LA CREACIÓN SEGÚN LA BIBLIA (GÉNESIS, CAPÍTULOS 1-3)

Nota introductoria.

Los primeros tres capítulos del Génesis son uno de los más hermosos textos literarios de todos los tiempos. La cosmogonía que se describe en ellos se basa en viejos mitos mesopotámicos, adaptados a la mentalidad judía. Sus autores fueron al menos tres fuentes distintas, identificadas con los nombres de Yahvista, Eloísta y Fuente Sacerdotal, ya que no se sabe mucho más de ellos. Los títulos señalan el capítulo correspondiente del Génesis. Los números entre paréntesis señalan los versículos respectivos.

Capítulo 1.

(1) Al Principio Dios creó el cielo y la tierra. (2) La tierra estaba desierta y sin nada. (3) Las tinieblas cubrían los abismos mientras el espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas.

(4) Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz. Dios vio que la luz era buena y la separó de las tinieblas. (5) Dios llamó a la luz “Día” y a las tinieblas “Noche”. Y atardeció y amaneció el día Primero.

(6) Dijo Dios: «Haya un firmamento en medio de las aguas y que separe a unas aguas de otras». (7) Hizo Dios entonces el firmamento separando a unas aguas de otras, las que estaban encima del firmamento de las que estaban debajo de él.

(8) Y así sucedió. Y atardeció y amaneció el día Segundo.

(9) Dijo Dios: «Júntense las aguas de debajo de los cielos en un solo lugar y aparezca el suelo seco». Y así fue.

(10) Dios llamó al suelo seco “Tierra” y a la masa de agua “Mares”. Y vio Dios que todo era bueno.

(11) Dijo Dios: «Produzca la tierra pasto y hierbas que den semilla y árboles frutales que den sobre la tierra fruto con su semilla adentro». Y así fue. (12) La tierra produjo pasto y hierbas que dan semillas y árboles frutales que dan fruto con su semilla adentro según la especie de cada uno. Y vio Dios que esto era bueno. (13) Y atardeció y amaneció el día Tercero.

(14) Dijo Dios: «Haya lámparas en el cielo que separen el día de la noche. Sirvan de signos para distinguir tanto las estaciones como los días y los años.

(15) Y que brillen en el firmamento para iluminar la tierra» Y así fue. (16) Hizo, pues, Dios dos grandes lámparas, una grande para presidir el día y otra más chica para presidir la noche; también hizo las estrellas. (17) Yavé las colocó en lo alto de los cielos para alumbrar la tierra, para mandar al día y separar la luz de las tinieblas. (18) Y vio Dios que esto era bueno. (19) Y atardeció y amaneció el día Cuarto.

(20) Dijo Dios: «Llénense las aguas de seres vivientes y revoloteen aves sobre la tierra y bajo el firmamento». (21) Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todos los seres que viven en el agua y todas las aves. Y vio Dios que estaba bien. (22) Los bendijo Dios, diciendo: «Crezcan, multiplíquense y llenen las aguas del mar, y multiplíquense asimismo las aves en la tierra». (23) Y atardeció y amaneció el día Quinto.

(24) Dijo Dios: «Produzca la tierra animales vivientes, de diferentes especies, bestias, reptiles y animales salvajes». Y así fue. E hizo Dios las distintas clases de animales salvajes, de bestias y de reptiles. (25) Y vio Dios que esto era bueno.

(26) Dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Que mande a los peces del mar y a las aves del cielo, a las bestias, a las fieras salvajes y a los reptiles que se arrastran por el suelo».

(27) Y creó Dios al hombre a su imagen.

A imagen de Dios lo creó.

Macho y hembra los creó.

(28) Dios los bendijo, diciéndoles: «Sean fecundos y multiplíquense. Llenen la tierra y sométanla. Manden a los peces del mar, a las aves del cielo y a cuanto animal viva en la tierra».

(29) Dijo Dios: «Yo les entrego, para que ustedes se alimenten, toda clase de hierbas, de semilla y toda clase de árboles frutales. A los animales salvajes, a las aves de los cielos y a cuanto ser viviente se mueve en la tierra, les doy para que coman pasto verde». Y así fue. Vio Dios que todo cuanto había hecho era mu bueno. Y atardeció y amaneció el día Sexto.

Capítulo 2.

(1) Así fueron hechos el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos. (2) Dios terminó su trabajo el Séptimo día y descansó en este día de todo lo que había hecho. (3) Bendijo Dios este Séptimo día y lo hizo santo porque ese día El descansó de todo su trabajo de creación.

(4) Este es el origen del cielo y de la tierra cuando fueron creados.

(5) El día en que Yavé Dios hizo la tierra y los cielos, no había sobre la tierra arbusto ni ninguna planta silvestre había brotado, pues Yavé Dios no había hecho llover todavía sobre ella, ni existía el hombre para cultivar el suelo.

(6) Sin embargo, brotó desde la tierra un manantial y regó toda su superficie.

(7) Entonces, Yavé formó al hombre con polvo de la tierra, y sopló en sus narices aliento de vida, y lo hizo un ser viviente. (8) Luego, Yavé plantó un jardín en un lugar del Oriente llamado Edén; allí colocó al hombre que había formado. (9) Yavé hizo brotar del suelo toda clase de árboles agradables a la vista y buenos para comer. Y puso en medio el árbol de la Vida y el árbol de la Ciencia del bien y del mal.

(10) Del Edén salía un río que lo regaba y se dividía en cuatro brazos. (11) El primero se llamaba Pisón, y es el que rodea la tierra de Evila, (12) donde hay oro fino, piedras preciosas y aromas.

(13) El segundo río se llamaba Guijón y es el que rodea la tierra de Cus. (14) El tercer río se llama Tigris, y es el que corre al oriente de Asiria. Y el cuarto río es el Eufrates. (15) Yavé tomó, pues, al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. (16) Y Dios le dio esta orden al hombre: «Puedes comer de cualquier árbol que haya en el jardín, (17) menos del árbol de la ciencia del bien y del mal; porque el día que comas de él, morirás sin remedio».

(18) Después dijo Yavé: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré, pues, un ser semejante a él para que le ayude».

(19) Yavé entonces formó de la tierra todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para que les pusiera nombre. Y cada ser viviente había de llamarse como el hombre lo había llamado.

(20) El hombre puso nombre a todos los animales, a las aves del cielo y a las fiersa salvajes. Pero no se encontró en ellos un ser semejante a él para que lo ayudara. (21) Entonces Yavé hizo caer en un profundo sueño al hombre y éste se durmió. Y le sacó una de sus costillas, tapando el hueco con carne. (22) De la costilla que Yavé había sacado al hombre, formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces el hombre exclamó:

(23) Esta sí que es hueso de mis huesos

y carne de mi carne.

Esta será llamada varona

porque del varón ha sido tomada.

(24) Por eso el hombre deja a sus padres para unirse a una mujer y formar con ella un solo ser.

(25) Los dos estaban desnudos, hombre y mujer, pero no por eso se avergonzaban.

Capítulo 3.

(1) La serpiente era la más astuta de todos los animales del campo que Yavé había hecho, y dijo a la mujer: «¿Es cierto que Dios les ha dicho: No coman de ninguno de los árboles del jardín?». (2) La mujer respondió: «Podemos comer de los frutos de los árboles del jardín, (3) menos del fruto del árbol que está en medio del jardín, pues Dios nos ha dicho: No coman de él ni lo toquen siquiera, porque si lo hacen, morirán».

(4) La serpiente replicó: «De ninguna manera morirán. (5) Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como dioses y conocerán el bien y el mal».

(6) La mujer vio que el árbol era apetitoso, que atraía la vista y que era muy bueno. Tomó de su fruto y comió y se lo pasó enseguida a su marido, que andaba con ella, quien también comió.

(7) Entonces se les abrieron los ojos y se dieron cuenta que estaban desnudos y se hicieron unos taparrabos cosiendo unas hojas de higuera.

(8) Oyeron después los pasos de Yavé que se paseaba por el jardín, a la hora de la brisa de la tarde. El hombre y su mujer se escondieron para que Dios no los viera, entre los árboles del jardín. (9) Yavé Dios llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde estás?». (10) Este contestó: «Oí tu voz en el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo, por eso me escondí». (11) Yavé replicó: «¿Quién te ha hecho ver que estabas desnudo? ¿Has comido acaso del árbol que te prohibí?» (12) El hombre respondió: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí».

(13) Yavé dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?», y la mujer respondió: «La serpiente me ha engañado y comí».

(14) Entonces Yavé Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo».

Andarás arrastrándote, y comerás tierra todos los días de tu vida.

(15) Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya, ésta te pisará la cabeza mientras tu te abalanzarás sobre su talón.

(16) A la mujer le dijo:

«Multiplicaré tus sufrimientos en los embarazos. Con dolor darás a luz a tus hijos, necesitarás de tu marido, y él te dominará».

(17) Al hombre le dijo:

«Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que Yo te había prohibido comer: Maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga sacarás de ella tu alimento por todos los días de tu vida. (18) Espinas y cardos te dará, y comerás la hierba del campo.

(19) Con el sudor de tu frente comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste sacado. Porque eres polvo y al polvo volverás».

(20) El hombre llamó a su mujer «Eva», por ser la madre de todo viviente. (21) Yavé Dios hizo para el hombre y la mujer túnicas de piel y los vistió. (22) Después dijo: «He aquí que el hombre ha venido a ser como uno de nosotros, pues se hizo juez de lo que es bueno y malo. No vaya ahora a alargar su mano y tome también del árbol de la vida. Pues al comer de este árbol viviría para siempre».

(23) Por ello lo echó de la tierra del Edén, para que trabajara la tierra de donde había sido formado. (24) Y habiendo expulsado al hombre, puso querubines, al oriente del jardín del Edén, y la llama de la espada de fuego vibrante, para guardar el camino del Arbol de la Vida.