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15 abril 2007

UN UNIVERSO ETERNO E INCREADO.

Existen dos maneras de concebir al universo: como iniciado a partir de un momento único, sea la Creación o el Big Bang, o como eterno tanto en el tiempo como en el espacio. En la actualidad pareciera predominar la primera alternativa como explicación, por la herencia cristiana y científica de Occidente. Y sin embargo, no pocos pueblos se han inclinado por la segunda. El Ojo de la Eternidad hace un breve comentario sobre aquellas cosmologías que conciben al universo como un lugar sin fin...


[IMAGEN SUPERIOR: "Uroboros cósmico", ilustración de Nicolle Rager Füller que simboliza la evolución del universo como una serpiente que se muerde la cola. Este animal emblemático, el Uroboros, ha aparecido en distintas civilizaciones para mostrar a un universo eterno e increado, en donde todo cambia para regresar siempre a su origen].

LOS DOS POSIBLES UNIVERSOS.
Existen dos maneras posibles de concebir al universo. O bien éste nació en algún punto, o bien no lo hizo, y por tanto al no tener ningún comienzo, es infinito en el tiempo. En el primer caso, es obvio que no puede ser infinito en el espacio, porque llevaría una cantidad infinita de tiempo crear una cantidad infinita de espacio, y estamos partiendo de la premisa contraria. En el segundo caso, puede que sea infinito en el espacio, o bien puede que sea finito y autocontenido. ¿Cuál de estas tres opciones (universo con inicio, universo sin inicio e infinito, universo sin inicio y finito) es la correcta?
No es fácil decidirlo. Las primeras civilizaciones optaron muchas veces por creer que el universo era finito. Para ellos, su mundo visible se reducía a la tierra y el cielo, y por tanto el universo estaba limitado por la bóveda celeste hacia arriba, y el suelo, o el inframundo, hacia abajo. En cuanto a lo que hubiera más allá, generalmente era roca hasta el infinito hacia abajo, o un mar celestial o un fuego celestial hacia arriba, también hacia el infinito. Pero todo lo interesante pasaba en un ámbito circunscrito, cual era el mundo conocido.
Los científicos modernos empezaron a ver las cosas de manera distinta. En 1572 apareció una espectacular supernova en la constelación de Cassiopea, y el científico Tycho Brahe aprovechó para poner en duda el dogma de la inmutabilidad de los cielos. Pero fue Galileo Galilei quien, apuntando su telescopio hacia la Vía Láctea, descubrió que ésta era en realidad un racimo de estrellas, y por ende, no existía nada parecido a una bóveda celeste. Así comenzaba a abrirse el infinito.
En 1687, Isaac Newton publicó sus trabajos sobre la Teoría de la Gravedad, en su libro "Principios matemáticos de filosofía natural". Y con ello desató un grave problema: ¿es el universo finito o infinito? Si el universo es finito, toda la gravedad de la materia acumulada en él debería hacerlo colapsar. Y si es infinito, entonces deberían haber tantas estrellas, que el cielo entero sería un gigantesco horno sin ningún espacio en negro. Al problema de por qué la noche es oscura, se la llamó Paradoja de Olbers. Esto puso a los científicos en la pista de que quizás el universo no fuera infinito, después de todo.

EL UNIVERSO INFINITO.
Al arduo problema de decidir si el universo es infinito o no, muchas culturas respondieron tajantemente por la primera.
Los antiguos griegos, por ejemplo, creyeron inicialmente que el universo había sido creado a partir de los amores incestuosos de la diosa Gea (la Tierra) y su hijo y amante Urano (el cielo), que juntos habían engendrado a todos los dioses. Sin embargo, conforme avanzó el tiempo, muchos filósofos y científicos griegos que descreyeron progresivamente en estos mitos, llegaron a la conclusión de que el universo era probablemente infinito.
Algo parecido sucedió en la antigua India. Ellos creían inicialmente que el universo había sido creado a partir de los fragmentos del dios Brahma, convenientemente descuartizado para que sus restos formaran todo lo conocido, incluyendo a las distintas castas. Pero conforme pasó el tiempo, los pensadores de la tradición védica de la India llegaron a la conclusión contraria: el universo no sólo era eterno, sino que además, se encajaba dentro de dantescos ciclos de miles de millones de años. Creían así que pasado un kalpa, equivalente a 4.200 millones de años, la diosa Kali iniciaría su danza y el universo entero moriría incinerado, para recomenzar otra vez desde sus cenizas un nuevo universo, y así sucesivamente...

LA IGLESIA CATÓLICA CONTRA EL UNIVERSO ETERNO.
Los hebreos jamás llegaron a este grado de abstracción, y nunca superaron la creencia del universo creado por la voluntad de un dios. Quedó así escrito en el Génesis, el primer libro de la Biblia, y por tanto, esta creencia pasó a ser dogma oficial de la Iglesia Católica. Según ésta, basándose en la autoridad del Génesis, el universo fue creado "ex nihilo", es decir, de la nada, por la Palabra de Dios ("hágase la luz", y la luz se hizo...).
Además, la Iglesia Católica no podía desprenderse de esta creencia por un motivo adicional. Una de las tradicionales pruebas de la existencia de Dios es el argumento de la "Causa Primera" y del "Motor Inmóvil", y ambas presuponen un universo que tiene un inicio. En un universo infinito en el tiempo, no puede haber una "causa primera" porque esa causa primera tendría una causa anterior, y no puede haber un motor inmóvil, porque habría algo anterior que mueve a ese primer motor. Santo Tomás de Aquino, en el siglo XIII, importó estos argumentos de la filosofía de Aristóteles. Por cierto, el Aquinate tomó de Aristóteles tan solo lo que le convenía, porque el filósofo griego era más bien partidario de un universo eterno e increado, pero esto Santo Tomás lo desechó por contradecir al Génesis.
En el siglo XVI, cuando surgieron filósofos que volvieron a poner sobre el tapete la idea de un universo eterno e increado, la Iglesia Católica reaccionó con energía. Así, trataron de obligar a Giordano Bruno a retractarse de estas ideas, y cuando no lo lograron, lo quemaron en la hoguera en 1600.
En el siglo XIX, ambas concepciones chocaron una vez más. Un filósofo tan teleológico como Hegel, que concebía al universo entero marchando evolutivamente "hacia arriba", al encuentro con un ser superior que era el Absoluto, dejó la cuestión entreabierta. Por otra parte, por influencia de la filosofía de la India, Schopenhauer renegó de la idea de un universo en el que hubiera alguna clase de orden. Su discípulo Nietzsche, por su parte, popularizó la idea del "eterno retorno", noción según la cual el universo entero vuelve a repetirse de la misma manera, una y otra vez, en un ciclo sin un posible final... En todo esto había, por qué no decirlo, algo de rebeldía contra la Iglesia Católica. Se trataba así de postular una cosmología distinta a la cristiana, para ofrecer una alternativa aceptable.

¿FUE EL BIG BANG EL COMIENZO DE TODO...?
A inicios del siglo XX, los científicos parecían considerar al universo como eterno e increado, y por ende, estaban en problemas para resolver la Paradoja de Olbers. Hasta que de pronto, un cúmulo de evidencias empezó a juntarse en un mismo sentido: quizás el universo había tenido un origen, después de todo. El primer llamado de atención fue dado por Edwin Hubble, cosmólogo que en 1929, observando los espectros de las estrellas, descubrió que las más lejanas tendían a alejarse más rápido. Concluyó entonces que el universo no era estacionario, sino que se encontraba en plena expansión. Ahora bien, si se expandía, debía haber tenido algún origen. Por aquellos años un par de cosmólogos europeos plantearon la teoría del Big Bang o Gran Estallido, pero nadie les hizo caso.
En fecha tan reciente como 1963, se identificó por primera vez, gracias a los radiotelescopios, un ruido residual que parecía venir de todas partes del universo. Llegaron entonces a la conclusión de que dicho ruido residual era nada menos que un remanente del Big Bang, obteniendo así la primera prueba directa de que el universo tuvo un comienzo, después de todo.
Sin embargo, ése no es el fin de la historia. Según la Teoría de la Relatividad, el espacio y el tiempo no son absolutos, sino que están relacionados con la materia y la energía. Por tanto, al iniciarse el universo y comenzar a existir la materia y la energía, empezaron también a existir el tiempo y el espacio. Por ende, no cabe hablar de un "antes" del Big Bang o preguntarse por aquello, simplemente porque es imposible un "antes" del Big Bang. Por ende, los científicos siguen en la penumbra sobre cuál fue el gatillo que desencadenó al universo entero.
Además, han surgido con fuerza cada vez mayor varias teorías que postulan la existencia de múltiples universos paralelos, siendo por tanto nuestro Big Bang un acontecimiento único y localizado en un universo, el nuestro. Si existen esos otros universos paralelos, entonces la pregunta de si el todo que conocemos es eterno o si tuvo algún comienzo, debe necesariamente seguir abierta...

08 abril 2007

LA CRUZADA DE LAS RELIGIONES CONTRA EL SEXO.

Es una de las actividades más placenteras para el ser humano, y al mismo tiempo de las más pecaminosas. Las grandes religiones por lo general se han encargado de reglamentar la práctica de la sexualidad hasta sus más mínimos detalles, y consideran ésta como una especie de ofensa hacia Dios. El Ojo de la Eternidad explica el interés de las grandes religiones por proscribir el sexo en la vida de las personas.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: "Júpiter e Io", oleo pintado por Correggio en 1531. Pocas pinturas reflejan tan bien el mito de la doncella poseída por un dios como ésta. Los antiguos dioses griegos solían cometer toda clase de trapacerías sexuales, pero después vinieron otros griegos que miraron tales cosas con bastante repugnancia, por cuestiones de moralina].

EL LAZO ENTRE LA RELIGIÓN Y LA SEXUALIDAD.
Suena difícil para algunos que la religión y el sexo puedan ir unidos. Después de todo, se supone que la religión defiende valores como la pureza, la abstinencia, la castidad... Todo lo contrario a lo que significa disfrutar de una vida sexual relajada y cómoda. Y sin embargo, el lazo es más profundo de lo que pareciera.
Es una necesidad psicológica del ser humano el sentirse conectado o unido con algo que sea superior. Las razones de esto no son demasiado claras, pero probablemente tenga que ver con la protección que sólo un "algo" superior puede brindar. Ese algo superior era inicialmente la tribu, pero a medida que se fue desarrollando la vida civilizada, los predicadores de la religión fueron creando nuevos "algos" aún más superiores a los cuales sentirse acogido, incluyendo la "madre patria" y la "cofradía de quienes adoramos a un mismo dios". Es este algo superior, llámese tribu, patria o religión, lo que proporciona ese sentimiento de conexión y pertenencia que, a su vez, es una herramienta de supervivencia, ya que el conectado, el que pertenece a algo o a alguien, es también una persona protegida, que tiene una red social que lo va a apoyar en el momento de la desgracia.
La otra manera de buscar conexión, que se desarrolló en la vida civilizada, es la búsqueda de pareja. Durante el acto sexual, el cerebro libera una cantidad brutal de endorfinas, un neurotransmisor que opera como una droga, tranquilizando a la persona. Exactamente igual que una persona conectada a la tribu, a la patria o al dios. El conflicto está servido, por supuesto. Las religiones, en tanto explicaciones absolutas y totalizantes sobre la vida, buscan siempre inmiscuirse en todos los asuntos sociales, y en particular, eliminar o controlar toda posible amenaza contra su poder. Y esto incluye a aquellas experiencias que pueden proporcionar caminos alternativos a los de la fe: el sexo, particularmente.

EL SEXO EN LAS ANTIGUAS CULTURAS.
Las religiones más antiguas no reprobaban necesariamente el sexo. Esto tiene una explicación obvia. En el mundo antiguo, cada comunidad tenía su propia religión particular, y si un culto se ponía demasiado exigente con las prácticas sexuales, cabía la posibilidad de que sus fieles terminaran por migrar hacia una religión vecina. Es lo que pasaba con el Yavé bíblico, cuyo puritanismo sexual le abría espacio al culto más sexualizado de los baales, harto más atractivos para los campesinos hebreos.
De todas maneras, todas las religiones, incluso los pecaminosos cultos paganos antiguos que describe la Biblia, han tratado de canalizar la energía sexual dentro de la religión. De ahí que al sexo se le haya despojado de su matiz natural, y lo haya ritualizado densamente. El ritual más clásico, y que no fue un invento judeocristiano, sino muy anterior, es el matrimonio (al cual ya nos referimos en El Ojo de la Eternidad). Cuando las mujeres, por su capacidad de parir hijos, se convirtieron en moneda de cambio social entre patrimonios, debió inventarse una manera de asegurar un "derecho de propiedad" sobre este "medio de producción", de hijos en este caso, y ese derecho de propiedad fue el matrimonio, que fue primero un contrato, y luego un sacramento. Por supuesto que los sacerdotes, como garantes del orden social establecido, intervinieron y dotaron al matrimonio de un denso fundamento religioso.
Pero en las mujeres consagradas a los dioses, el parto de nuevos niños era un problema, ya que esos niños podrían eventualmente llegar a hacer reclamaciones patrimoniales contra el culto. Se inventó entonces el ritual de la "prostitución sagrada", en el cual la sacerdotisa vendía su cuerpo (convenientemente preparado con perfumes y aceites, claro está) a los clientes que pagaran una suma al templo. Si un hijo nacía, era consagrado al dios. Otros llegaron aún más lejos, ordenando el celibato absoluto de la sacerdotisa. Fue ése el caso de las vestales, sacerdotisas consagradas a la diosa Vesta en la antigua Roma, o de las "vírgenes del Sol" en el Imperio Inca. Esa es también la solución de la Iglesia Católica, al ordenar el celibato de las monjas (y los sacerdotes también, de paso). El antiguo Derecho Canónico llegaba a llamar "hijos de dañado ayuntamiento" a los que nacieran hijos de sacerdote o monja, y carecían de todo derecho, como ilegítimos o bastardos.
Incluso religiones consideradas clásicamente como permisivas en lo sexual, como el Hinduismo, miraron al sexo como algo que debía ser regulado, y puesto a disposición del encuentro con la divinidad. Esto llega al colmo en las variantes Tantra del Budismo, religión que por su parte también recomienda la abstinencia, o al menos la moderación sexual.

LA SEXUALIDAD EN EL MUNDO JUDEOCRISTIANO.
El primitivo culto de Yavé era bastante similar al de otras religiones llamadas comúnmente "dioses del trueno". Pero una serie de circunstancias hicieron cambiar el panorama. Durante el reinado de David y Salomón, fieles defensores de la ortodoxia de Yavé, los sacerdotes habían conocido días de esplendor, pero éstos se acabaron cuando el reino se partió a la muerte de Salomón. En respuesta, los sacerdotes dijeron que tal desgracia se remediaría cuando el pueblo volviera a la obediencia de Yavé, y por supuesto, de los "verdaderos" sacerdotes del "verdadero" Dios. Esto, porque los hebreos muchas veces se volvían hacia los baales, sexualmente menos puritanos, e incluso los propios reyes, para congraciarse con pueblos vecinos que podían ser potenciales enemigos, tomaban a dioses extranjeros como parte del culto. Y todo esto iba en desmedro, por supuesto, del poder de la casta sacerdotal dedicada a Yavé. Yavé se convirtió entonces en un dios celoso, que castiga la desobediencia hasta la tercera o cuarta generación, y una de las primeras víctimas de los celos de Yavé fue la sexualidad.
Esto no es raro. Entre gentes tan legalistas como los sacerdotes de Yavé, la idea de que hubiera sexo fuera del contrato matrimonial era indigna. Además, era una manera de diferenciarse de los cultos de la naturaleza de los baales, ya que en esa época, los sacerdotes estaban abocados a diseñar un Yavé trascendente sobre toda la Creación, dueño y señor de la historia. Y muy en particular, tenían en la mira a una diosa conspicua y evanescente, que en ese tiempo hacía sombra sobre Yavé: Aserah. Esta Aserah era una manifestación de la antigua Gran Diosa Madre, y se correspondía con la Astarté fenicia, la Arinna hitita y la Istar babilónica. Y su culto, como buen culto de la naturaleza, tenía un fuerte componente sexual. De esta manera, los sacerdotes de Yavé adoptaron el puritanismo sexual como una manera de diferenciarse de la competencia. El triunfo definitivo lo obtuvieron con Josías, rey de Judá entre 622 y 596 AC aproximadamente, quien mandó derribar todos los troncos sagrados dedicados al culto de Aserah.
Posteriormente, el Cristianismo heredó, y aún magnificó, todo este aspecto del puritanismo sexual. Al concebir el matrimonio como sacramento, incrementó la persecusión de las relaciones sexuales prematrimoniales o extramatrimoniales, con lo cual ayudó a crear un orden social más rígido y con los derechos patrimoniales bien marcados y delimitados, aunque con notable indulgencia hacia los pecados de la carne de los aristócratas, y en particular de los reyes. Además, descubrió que el celibato sacerdotal era un estupendo negocio, porque todos los bienes que heredaran los sacerdotes, al no tener éstos herederos, pasarían a engrosar las arcas eclesiásticas. El celibato sacerdotal partió siendo una recomendación, pasó después (en la época del Papa Alejandro III, en el siglo XII) a ser una medida disciplinaria, y en el siglo XVII se transformó en una cuestión de fe. Y así es como sigue.

¿Y AHORA...?
En general, la batalla de la religión contra la sexualidad puede considerarse perdida. El impulso sexual es demasiado fuerte como para ser anulado por una mera imposición cultural. Si no fuera así, la Humanidad habría dejado de reproducirse hasta la extinción, mucho antes de la llegada de los tiempos históricos. No sólo las grandes religiones han tenido que contemporizar con el impulso sexual, sino que además han tenido que hacer la vista gorda con los pecados carnales de reyes y poderosos, y eso cuando no son los propios sacerdotes quienes incurren en el pecado de lujuria. De ahí también que, periódicamente, resurjan cultos más permisivos con la sexualidad, entre ellos el neopaganismo y el Tantra. En tiempos más antiguos, los cultos de la naturaleza, de una marcada connotación sexual, encontraron concreción en el satanismo, cuyo ritual de adoración del macho cabrío respondía justamente a la búsqueda de un símbolo de fertilidad. No en balde, la Iglesia perseguía a las orgías satánicas por actos de concupiscencia carnal.
En ese sentido, la opción de reprimir la sexualidad es, en cierta medida, signo de una enfermedad mental. No es necesario llegar a los extremos patológicos de Orígenes de Alejandría (siglo III), que según cuenta una leyenda, siguiendo el mandato bíblico de que si tu ojo te escandaliza, debes sacártelo para entrar tuerto en el reino de los cielos, y no con buena vista el infierno, se castró a sí mismo, escandalizado de sus propios impulsos sexuales. Ni a los de Agustín de Hipona, que después de una vida de desenfrenada sexualidad de joven, se volvió tan puritano que consideró como pecaminoso incluso el sexo dentro del matrimonio (aunque necesario, para mantener a la raza humana). Ya hemos comentado que Benedicto XVI, en su primera encíclica, basó su tesis sobre el amor en dos profetas bíblicos tan enfermizos sexualmente como son Oseas y Ezequiel. Y mientras haya gente así, habrá mercado para las religiones que busquen limitar, restringir, y si es posible eliminar, la vida sexual de las personas.

11 marzo 2007

LA CREACIÓN SEGÚN LOS GRIEGOS.

La más frondosa de las mitologías antiguas hoy por hoy conocidas, es seguramente la de los griegos. Dentro de su cultura, desarrollaron un poderoso esquema mitológico, el cual se basó profundamente en los mitos preexistentes en la cultura de los pueblos indoeuropeos, pero a la vez tuvo algunos rasgos propios y originales. El Ojo de la Eternidad describe la historia del Génesis, tal y como los griegos la concibieron.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: "La caída de los titanes", pintura de Cornelio van Haarlem (1588). La guerra entre los dioses y los titanes fue uno de los episodios claves de la creación, tal y como la concebían los griegos].

LA CREACIÓN DE LOS MITOS GRIEGOS.
No todas las religiones han nacido como una suerte de revelación superior, como fue el caso de las religiones derivadas del tronco judeocristiano. Muchas religiones nacen a partir del intento por dar una explicación satisfactoria a una serie de cuestiones: ¿por qué cae la lluvia?, ¿hay alguien superior que cuide de los seres humanos?, ¿es justo el orden político que tenemos?, etcétera. La religión de los griegos nació un poco por la serie de agregaciones que poetas y cultos locales sucesivos fueron concibiendo. De esta manera, en los mitos griegos se entrelazan historia, leyenda, literatura, tradición y una pizca de curiosidad sobre el mundo.
Los griegos desarrollaron su propia versión de la gran pregunta: ¿de dónde vienen todas las cosas? Inicialmente, como lo prueban los testimonios arqueológicos, en Grecia, así como en otras partes, predominaba el Culto a la Gran Diosa Madre, bajo la forma de una serie de deidades femeninas locales que, cuando se produjo la unificación de éstas en un único panteón, no perdieron sus identidades individuales, aunque se metamorfosearon un tanto para acoplarse en un único tronco de historias, unas con otras. Así, las diosas Hera, Afrodita, Atenea, Perséfone, etcétera, que principiaron sus carreras como diosas individuales, se unieron en un solo gran culto "internacional".
Vinieron también las invasiones de los pueblos aqueos, de origen indoeuropeo, quienes crearon una serie de señoríos bárbaros de la guerra, que tuvieron su edad de oro entre los siglos XV y XI AC. Las historias y querellas de esos caudillos militares pasó también al grueso del acervo mítico griego, conformando la mayor parte de éste. Pero no fue sino hasta mucho después, cuando por culpa de los invasores dorios Grecia cayó en una profunda Edad Oscura, que los poetas, y en particular Hesíodo, comenzaron a darle coherencia a este acervo mítico griego. Hesíodo vivió en el siglo VIII AC y escribió un poema, la "Teogonía", en la que refiere (junto con otros poemas complementarios posteriores, a veces en varios siglos) la historia de la creación, según los griegos.

GEA Y URANO.
Siguiendo a Hesíodo, en un principio fue Gea, "la de ancho seno". Esta no es sino una representación de la vieja Diosa Madre, encarnada como Madre Tierra, así como un símbolo de la Tierra vacía y sin vida (imagen que también es recogida en otras tradiciones culturales, como por ejemplo el primer capítulo del Génesis). Pero existía también otra fuerza misteriosa, el Amor, encarnado en el dios Eros. Este Amor no es el amor romántico que Cupido se encargaba de propagar a flechazos, sino la atracción misteriosa que surge entre todas las cosas y las lleva a organizarse y surgir. De esta manera, Gea dio a luz a una serie de dioses, por sí misma y sin intervención de varón, por pura partenogénesis (la creación por partenogénesis es también un atributo de la antigua Diosa Madre).
Uno de los hijos de Gea fue Urano, el más antiguo de los dioses del cielo. Urano contrajo un matrimonio bastante edípico con Gea, y la fecundó sin darle descanso alguno, siguiendo así la labor de creación. El rastro de Urano lleva hasta un antiguo dios celeste que aparece también en la India (que fue invadida por los indoeuropeos al mismo tiempo que Grecia), bajo el nombre de Varuna. Tanto Urano como Varuna parecen haber sido grandes dioses antiguamente, pero en la época "clásica" de gestación de los mitos griegos y védicos, pasaron a un discreto segundo plano, eclipsado por otros dioses más carismáticos.
Cansada Gea de parir y parir sin descanso, le pidió ella a otro dios, hijo y nieto de ella al mismo tiempo, que detuviera a Urano. Este dios fue Cronos (el Saturno romano), dios del tiempo. Cronos castró a Urano, y de esta manera detuvo el proceso de creación, al tiempo que derrocó a su padre y se entronizó como rey del mundo.

EL IMPERIO DE ZEUS.
Temeroso de que un hijo suyo le derrocara, así como él había derrocado a su padre Urano, Cronos tomó la política de devorar a todos los hijos que le nacían. Esto es un simbolismo de como el tiempo devora a los días, meses y años, y hay un famoso cuadro de Goya ("Saturno devorando a sus hijos") que representa esta escena.
Pero Cibeles, esposa de Cronos, estaba cansada de esto, así es que cuando nació Zeus, le pasó a Cronos una piedra envuelta en pañales, la que éste devoró sin mayor trámite. Zeus fue escondido, y enviado a la isla de Creta, en donde la amamantó la cabra Amaltea. Una vez mayor, y mediante un engaño, Zeus consiguió que Cronos devolviera a los hijos que estaban en el vientre de su padre, y entre todos se rebelaron y lo derrocaron. Así, Zeus llegó a ser el amo y señor del Olimpo.
Pero quedaba aún una prueba más. Los titanes, otro linaje de dioses que no tenían nada que ver con Urano y Cronos, no querían verse regidos por los Olímpicos de Zeus. Así es que se rebelaron. La guerra de Zeus contra los titanes fue sangrienta, y el castigo de Zeus en contra de ellos fue durísimo. A Tifeo, por ejemplo, le arrojó encima el monte Etna, el cual desde entonces es un volcán. En cuanto a Atlas, por mencionar a otro, le condenó a cargar perpetuamente la bóveda celeste.
Luego de derrotar a los titanes, Zeus repartió el universo entre sus hermanos, reservándose para sí el cielo, dándole a Poseidón (Neptuno) el dominio de los mares, y a Hades (Plutón), el de los infiernos. Desde entonces, Zeus rige el mundo de manera absolutamente indisputada. O al menos así lo refieren los griegos.

EL ESQUEMA.
El mito de la creación griego sigue un esquema propio de muchos otros. Muchos pueblos se preguntaron cómo podía el universo funcionar de manera tan perfecta y ordenada, como si fuera un reloj. Y su respuesta era: al principio las cosas no eran así, sino que los dioses pusieron todo en su lugar. De esta manera, muchas cosmogonías refieren que una banda de dioses se enseñoreó del mundo, pero no sin librar sangrientas guerras contra dioses rivales. Entre los babilónicos el vencedor fue Marduk, que derrotó a la serpiente Tiamat y a su hijo Kingu. Entre los egipcios, Osiris se impuso no sin antes tener que habérselas con su hermano Set. Entre los germanos, Odín y los suyos debieron contender también con gigantes. Y en la Biblia hay también algún que otro rastro de esa lucha primordial, como por ejemplo el mito de la Serpiente del Paraíso, o las ocasionales referencias a monstruos marinos que podrían haberle disputado a Yahveh el dominio del mundo en tiempos remotos (por ejemplo Leviatán o Behemot).
Estas historias cumplen una doble función. Por un lado, son el sustituto de una explicación científica, para pueblos que carecen de toda ciencia. Y en segundo lugar, los reyes tienden a identificarse con lso dioses triunfadores, sirviendo por tanto como una manera de darle legitimidad al poder político imperante. Los mitos griegos también servían para legitimar a los pueblos. Numerosas ciudades estaban acogidas al culto de un determinado dios: Atenas, sin ir más lejos, estaba consagrada a Atenea, de quien recibía su nombre. Y, al contrario de la imagen racionalista que muchos tienen de los antiguos griegos, la impediedad era considerada por éstos como un crimen espantoso.
De esta manera, el mito griego de la creación sigue el patrón de tantas otras historias cosmogónicas ("cosmogonía" significa "nacimiento del orden universal", en griego), pero tienen a la vez un sabor peculiar, que les son muy propios.

11 febrero 2007

PERIPECIAS RELIGIOSAS DE LA UNIFICACIÓN CHINA.

Muchos miran a China como una especie de vasto territorio inmutable que desde el alba de los tiempos no hubiera cambiado nada hasta el día de hoy. Sin embargo, hasta llegar a la imposición de las clásicas doctrinas de Confucio, hubo una serie de peripecias en las que distintos señores chinos apostaron por varias filosofías y religiones. El Ojo de la Eternidad cuenta la portentosa historia de la primera unificación de China, desde el punto de vista de la religión.


[IMAGEN SUPERIOR: Estatua de Shi Huangti, primer emperador de una China unificada, en Saanxi, no lejos de donde está el famoso ejército de terracota a escala natural que éste mandó esculpir para su tumba. Shi Huangti fue el máximo representante del legalismo, una siniestra filosofía que fracasó víctima de su propio éxito].

LAS ESCUELAS FILOSÓFICAS CHINAS.
Durante su período de crecimiento como civilización, China fue gobernada por un ente político llamado el reino de los Chou, ya que éste fue el pueblo que lo fundó y gobernó. Sin embargo, hacia el año 771 AC, se produjo un violento quiebre, y el reino Chou se desintegró, dando paso así a dos períodos cuyos nombres son bastante decidores: Primavera y Otoño el primero (771 a 546 AC) y los Reinos Combatientes el segundo (546 a 221 AC). La trama común a ambos períodos, es el declive cada vez más imparable de Chou, la feudalización de sus territorios en beneficio de numerosos señores de la guerra locales, y el surgimiento de nuevas potencias militares, que al final del período, en número de siete, se repartían el mapa geopolítico de China, en desmedro de los principados centrales, meros peones en el juego político de los grandes.
En este clima de incertidumbre política y social, la religión china tradicional hizo crisis. Surgieron entonces varias escuelas filosóficas que entraron a disputarse el terreno. No en balde, a este período se le conoce en filosofía como las "cien escuelas".
La más famosa de ellas es el confucianismo. Fue predicada por Confucio, un filósofo del siglo V AC que subsistía como maestro, y que no fue demasiado escuchado en vida. Confucio predicaba el regreso a los viejos valores, la sujección de cada cual a su propio papel (el rey a ser buen rey, el señor a ser buen señor, el campesino a ser buen campesino, etcétera), con un fuerte énfasis en la ética.
Paralelamente surgió el taoísmo. Predicado por el legendario Lao Tsé, de cuya biografía nada se sabe, el taoísmo predicaba la existencia de un Tao o camino, que es completamente inasible a la razón, y que por ende sólo se puede expresar por medio de paradojas, y aprehender por medio de la intuición. El taoísmo es lo más cercano al misticismo que produjo la filosofía china en ese período.
Algo más tarde surgió el moismo. Predicado por un filósofo llamado Mozi, ponía todo su énfasis en la utilidad. Para Mozi, sólo lo que es útil es bueno. Sus partidarios llegaron incluso a adoctrinarse en artes marciales y salir a la calle, para defender causas justas.
Pero la que estaría destinada a tener mayor predominio en el curso de los acontecimientos venideros, sería el legalismo.

EL LEGALISMO.
A diferencia de los confucionistas, que tendían hacia la pedagogía, o los mozianos, que tendían hacia la militancia, o los taoístas que tendían hacia la contemplación, los legalistas tendían hacia la conservación del poder. El legalismo nació como una reacción contra el confucionismo y el taoísmo. Frente al primero, los legalistas opinaban que el mero ejemplo del buen soberano no bastaba para construir una sociedad ética, porque los actos del plebeyo, como egoístas e interesados que eran, no podían ser sino malignos. En cuanto al taoísmo, consideraban que el quietismo y la contemplación no podían llevar a ninguna parte, y sólo la acción podría salvar a la sociedad de sí misma.
El más destacado de los filósofos legalistas fue Han Feizi, quien reinterpretó por completo el "Tao Te King", el libro principal del taoísmo, hasta convertirlo en una defensa extrema de las leyes y la sociedad por sobre la libertad y el individuo. Han Feizi se apoya en numerosos ejemplos históricos de la antigua China para demostrar sus asertos, los cuales giran en torno a la idea de un sabio legislador que establece leyes en donde se describen escrupulosamente las recompensas y los castigos. No en balde, Han Feizi y sus seguidores han sido comparados con Nicolás Maquiavelo, a pesar de que presenta también varios puntos de contacto con la filosofía política de Platón (su sabio legislador se parece notablemente al rey filósofo del pensador griego).
No es raro que la filosofía legalista se haya abierto paso hacia el poder, ya que su meta era regular éste, al tiempo que convenía a los reyes apoyar una filosofía como aquella. El legalismo encontró su lugar preferentemente en Tsin, un principado al oeste de los Reinos Combatientes semibárbaro, debido a su distancia de los núcleos de civilización en China, y que era el límite del mundo civilizado por aquellos años, ya que más al oeste no habían sido hordas salvajes. Los reyes de Tsin utilizaron la filosofía legalista como un programa de gobierno para crear un estado eficiente y centralizado, y esto acarreará consecuencias.

EL IMPERIO DE TSIN SHI HUANGTI.
En el año 246 AC asumió en Tsin el rey Zheng. Este inició una violenta campaña de conquistas que culminó en 221 AC, cuando le asestó el golpe fatal al último de los Reinos Combatientes. De esta manera, Zhen se rebautizó como Shi Huangti ("Primer Emperador Universal"), puesto que en la antigua China, de verdad lo era.
Como Tsin Shi Huangti, éste inició una campaña de cambios sociales violentos. El mal de la guerra civil venía de una sociedad feudalizada en exceso, de manera que alteró el mapa administrativo, creando provincias artificiales que nada tenían que ver con la realidad histórica, para destruir las lealtades locales hacia cada señor. Al mismo tiempo, decidió que la historia universal partiría desde cero, y para eso ordenó la quema de todos los libros, en particular de aquellos que se oponían al legalismo, y muy en particular los clásicos de Confucio, que se salvaron sólo porque algunos confucianos leales y valientes escondieron ejemplares. Sólo los libros de agricultura y astrología debían sobrevivir, como conocimientos útiles para la nueva sociedad que aspiraba a construir Tsin Shi Huangti. Todo esto venía respaldado por un ideal filosófico que identificaba lo justo con aquello que el soberano sabio era capaz de imponer, y bastante sabio había demostrado ser Tsin Shi Huangti, en su propio concepto, si había conseguido nada menos que terminar con todas las guerras.
Desgraciadamente, el ideal político de Tsin Shi Huangti tenía un talón de aquiles, y éste era que se necesitaba de alguien fuerte para ser rey en tales condiciones. Tsin Shi Huangti falleció el año 210 AC, y su hijo no fue capaz de soportar la carga. China estalló espontáneamente en rebeliones, y se desintegró en una violenta guerra civil, que llevó a la instauración de la Dinastía Han el año 206 AC.

EL TRIUNFO DEL CONFUCIONISMO.
Han Liu Pang, el primero de los monarcas Han, retrocedió en las aspiraciones de Tsin Shi Huangti. A diferencia de su antecesor, no era el rey de un estado fronterizo más o menos desconectado de la realidad china, sino un antiguo campesino ennoblecido como soldado de fortuna, y por tanto, tenía mayor conciencia de la necesidad de respetar las costumbres y tradiciones, e influir sutilmente en ellas, que sacrificarlo todo en aras de una filosofía absolutista.
Es más: Han Liu Pang despreciaba con fuerza a los filósofos. Bajo su gobierno, las antiguas filosofías volvieron a ser restauradas, pero eso tenía que ver con el nuevo ambiente de libertad que se respiraba después de la opresión de Tsin Shi Huangti, no con el supuesto aprecio que el monarca chino pudiera sentir por éstas. Dice Sse Ma, el principal historiador chino del período, quien vivió aproximadamente un siglo después de Han Liu Pang, que éste tenía por costumbre, cada vez que veía a un filósofo confucionista en la calle con un gorrito puntiagudo que era su característica, de agarrar el sombrero, arrojarlo al suelo y orinarse sobre él.
A pesar de estas visibles muestras de desprecio, andando los años y a finales de su reinado, Han Liu Pang no tuvo más remedio que intentar un acercamiento a los confucianos. La escuela legalista, después de los excesos de Tsin Shi Huangti, había caído en el más profundo de los descréditos, en tanto que la escuela confucianista, con su énfasis en el regreso a los viejos valores y tradiciones, su fuerte componente ético, su conservadurismo y su inclinación hacia la pedagogía, se había tornado ideal para un nuevo fin politico: preparar a los funcionarios civiles de una nueva clase administradora que debía regir los destinos del imperio más grande que China había conocido hasta el minuto. En el censo del año 2 AC, el Imperio Han contabilizó 59 millones de habitantes, lo que era tanta población como todo el contemporáneo Imperio Romano, y era aproximadamente la cuarta parte de toda la población mundial en aquellos años. Un imperio tan grande requería un bien entrenado aparato administrativo, y la filosofía de Confucio era ideal para eso.
De esta manera los confucianos, postergados y desdeñados durante tantos años, encontraron por fin un lugar. Los Han crearon los exámenes anuales para la admisión de los funcionarios públicos al sistema estatal, y esto no se detuvo sino hasta la destrucción del Imperio Chino en la revolución de 1911, más de dos milenios después. Claro que el confucianismo, en el intertanto, había evolucionado, y se había integrado con uina religión foránea, el Budismo Mahayana. Pero eso es parte de otra historia.

07 enero 2007

TLACAELEL Y EL "DESTINO MANIFIESTO" AZTECA.

El que una religión sea utilizada para justificar la expansión militar de un imperio ha sucedido varias veces en la historia. Pero quizás nadie llevó esto a los extremos macabros de Tlacaelel, el medio hermano y "primer ministro" del emperador azteca Moctezuma I. El Ojo de la Eternidad refiere la reforma religiosa que impulsó Tlacaelel y sus tenebrosas consecuencias políticas, incluyendo la creación de la que probablemente calificaría como la religión más sangrienta de todos los tiempos.


[IMAGEN SUPERIOR: Reconstrucción del Templo Mayor de Tenochtitlán. Este fue, al mismo tiempo, la mayor muestra de poderío militar y político azteca, y la culminación de una religión que llevó a los aztecas a una de las más sangrientas guerras religiosas de todos los tiempos].

LOS AZTECAS.
Cuando se piensa en América Precolombina, la mente viaja inmediatamente hacia los "tres grandes": los mayas, los aztecas y los incas. Sin embargo, en la actualidad se sabe que la historia precolombina de América no es tan simple. Estas tres culturas, presentes en América a la llegada de los españoles, no fueron sino la última fase de desarrollo de frondosos linajes culturales, que llevaban existiendo en ese minuto entre dos y tres milenios, lo que equivale a la distancia que nos separa a nosotros de los tiempos de Cristo, e incluso de la Guerra de Troya.
Sin lugar a dudas, el rasgo más llamativo de la cultura azteca es su sangrienta religión. Y resulta aún más llamativo corroborar que ésta surgió a contrapelo de la tradición cultural mexicana de la época. Es cierto que entre los pueblos mexicanos existía una larga historia de obsesiones en torno a la idea de la muerte, como lo prueban los muchos relieves que nos han legado, pero ninguna otra cultura de la región llevó esta fijación morbosa hasta los límites genocidas de los aztecas.

EL PAPEL DE LOS AZTECAS.
Toda la región que se extiende entre lo que actualmente es México, Guatemala y Honduras, es conocida por los arqueólogos como Mesoamérica, y durante cerca de tres milenios fue la patria de una enorme cantidad de culturas, cuya irradiación cubrió toda Centroamérica por una parte, y se adentró hasta bien profundo en lo que actualmente es Estados Unidos, por la otra. La más antigua de estas culturas parece haber sido la de los olmecas, que surgió en la costa del Golfo de México. Cuando ésta se extinguió, dos ramas surgieron de la misma. En su tiempo se pensaba que ambas ramas habían corrido por separado, aunque ahora están probados los contactos entre ambas, pero en lo esencial, siguen siendo dos tradiciones culturales distintas, aunque con rasgos comunes. Una de ellas es el mundo maya, que surgió en la jungla de Chiapas y Guatemala. La otra es la cultura de los mexicas, que llegó a su máximo desarrollo en el Valle de Anahuac (donde actualmente está la Ciudad de México, y antaño patria de pueblos como Teotihuacán o los toltecas), y el Valle de Oaxaca, donde antiguamente estuvo el gran asentamiento zapoteca de Monte Albán, y floreció después la cultura mixteca.
La destrucción del Imperio Tolteca, hacia el siglo XIII, creó en el Valle de México un enorme vacío de poder, que generó cerca de dos siglos de guerras entre distintos reinos. El relativo triunfador fue una ciudad llamada Azcapotzalco. Pero la gloria de ésta sería efímera, ya que para ese tiempo un pueblo llamado los tenochas, se había instalado en las islas del Lago Texcoco (actualmente desecado, para dar paso a la Ciudad de México). Estos tenochas iniciaron su carrera política como mercenarios de Azcapotzalco, pero hacia el año 1430 aproximadamente, su rey Izcóatl se rebeló contra dicha ciudad, la arrasó, y proclamó la independencia. Nació así el Imperio Azteca ("aztecas" es el nombre que le darían los españoles a los tenochas, y significa "gente del país de Aztlán").
Si hemos de creer a las leyendas tenochas, o aztecas, éstos vinieron desde el norte. Formaron parte, pues, de las migraciones de pueblos chichimecas, tribus norteñas semicivilizadas que periódicamente se precipitaban sobre el Valle de México, cuando en éste no había ninguna autoridad capaz de contenerlos. Los tenochas, por tanto, no portaban consigo ninguna cultura propia, y asumieron en forma integral, aquella que recibieron desde Teotihuacán y los toltecas. Pero para la siniestra derivación de la misma, faltaba aún un poco más.

TLACAELEL Y LA REFORMA RELIGIOSA.
Hacia el año 1440, asumió el poder un rey llamado Moctezuma I (que no debe ser confundido con Moctezuma II, quien gobernó el Imperio Azteca en vísperas de la llegada de los españoles). Este Moctezuma I tenía un hermano llamado Tlacaelel, quien fue un verdadero ministro en las sombras. Desgraciadamente, los antecedentes sobre este Tlacaelel son mínimos: no podemos adjudicarle la autoría de ningún texto, político o literario, y las crónicas sobre su biografía personal son escasísimas. Sin embargo, tenemos a la vista la poderosa transformación que impulsó.
Hacia la época, el Imperio Azteca había heredado la hegemonía de Azcapotzalco, pero no era ni de lejos la poderosísima estructura política que llegaría a ser. Su cultura tampoco difería notablemente de la mexica. La manera que encontró Tlacaelel para fortalecer a los aztecas y convertirlo en un gran imperio, fue utilizar la religión. La política de Tlacaelel fue directa y brutal, y sus métodos fueron mortíferamente eficaces.
Lo primero que Tlacaelel hizo, fue rediseñar por completo el pasado azteca. Para eso, fraguó numerosas crónicas en las cuales los aztecas descendían del Imperio Tolteca, algo que según la evidencia moderna es una falsedad manifiesta. Como un Führer cualquiera, Tlacaelel ordenó sostener esto como una "historia oficial", impulsando la destrucción de todo texto que refiriera un origen diferente para los aztecas.
En este origen mítico, los aztecas llegaron desde una tierra lejana llamada Aztlán, guiados por el dios Huitzilopochtli. Esta migración, verdadera versión precolombina del Exodo, es una "prueba" de que los aztecas son un Pueblo Elegido. De esta manera queda establecida la relación entre Huitzilopochtli y los aztecas. A la sazón, el mencionado Huitzilopochtli no era hasta la fecha sino un dios menor, y fueron los aztecas quienes le otorgaron un rango supremo.
El rasgo más mortífero fue la creencia de que los dioses debían ser alimentados con sangre humana. La tradición del sacrificio humano y el culto de la muerte no eran desconocidos en Mesoamérica, pero la idea de una industria sistemática del sacrificio humano fue llevada por los aztecas hasta el máximo posible. Según esta innovación de Tlacaelel, si los aztecas dejaban de hacer sacrificios para los dioses, nada menos que el universo entero se acabaría. He aquí entonces la justificación para las guerras de conquista, la llamada "guerra florida": si los aztecas no hacían prisioneros, no habría sacrificios, y por tanto, el universo entero moriría.
El plan de Tlacaelel tuvo un éxito macabro. En medio siglo, los aztecas se convirtieron de un reino más, en los señores de todo México. Hacia 1486 o 1487, es decir, uno o dos años antes de la muerte de Tlacaelel, fue inagurado el famoso Templo Mayor de Tenochtitlán, y en éste se sacrificaron, según las crónicas, no menos de ¡60.000 personas! en tres o cuatro días. El escalofriante procedimiento de sacrificio industrial incluía tomar al prisionero vivo, rajarle el pecho con un afilado cuchillo de obsidiana y extraerle el corazón aún palpitante, para ofrecerlo a los dioses, así como su sangre, arrojando después el cuerpo escalinatas abajo, a la muchedumbre.
Pero también los aztecas se ganaron el odio eterno de los otros pueblos precolombinos. Cuando Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca, buena parte de su éxito se debió al apoyo de todos aquellos pueblos que odiaban a muerte a los aztecas.

¿EL ÚLTIMO DE LOS POLÍTICOS JIHADISTAS...?
Darle sanción religiosa a la alta política no es truco nuevo, y son legión las civilizaciones que adoran a sus reyes como dioses. Los reyes que utilizan la religión como herramienta política para consolidar su poderío también son varios, y entre ellos están Tutmosis I en Egipto, Pachacútec en el Imperio Inca, Suryavarman II en el Imperio Khmer, Akbar en la India, y un largo etcétera que quizás algún día refiramos. Una consecuencia lógica de esto es identificar a un pueblo con un "Pueblo Elegido" o una "Raza Elegida", y por tanto, justificar la guerra religiosa como "la voluntad de Dios". El listado de "guerras santas" cubre la Jihad de Mahoma y sus sucesores, las guerras de los Macabeos en el Judaísmo, las libradas por el zoroastriano Imperio Sasánida, las Cruzadas cristianas, la "guerra justa" de los españoles contra los "paganos" de América, las campañas de Aurenzgeb en la India del siglo XVIII, etcétera. Determinadas doctrinas geopolíticas que hacen énfasis en la condición de "nación especial" también pasan aceptablemente por guerras santas, y por tanto, deberíamos incluir la "sagrada misión del hombre blanco" de llevar la "civilización" al resto del mundo, en el Imperio Británico, o el intento por constuir un Lebesraum ("espacio vital") para el Tercer Reich. Las guerras libradas en nombre del Destino Manifiesto, con sus raíces protestantes y masónicas, también ingresan en esta categoría, y no es casualidad que la campaña actual para llevar la "libertad" y la "democracia" a Irak y a todo el Oriente Medio, sea llevada a cabo por un hombre tal "devoto" y "religioso" como el cristiano renacido George W. Bush.
Pero pocos pueblos han llevado esto hasta el extremo de los aztecas. En su cosmovisión, los aztecas no libraban la guerra sólo para el triunfo de la verdadera fe. Para ellos, se trataba nada menos que de la salvación del universo completo. Semejante megalomanía es única en toda la historia, y ni los judíos se atrevieron a llegar tan lejos: al menos ellos estimaban que habría un triunfo final para su causa, y además, históricamente ofrecieron la opción de convertirse a sus conquistados, sin sacrificios humanos de por medio. Es una lástima que no conozcamos más de la psicología o pensamiento político de Tlacaelel, porque este casi por completo desconocido político azteca es, sin lugar a dudas, para bien o para mal, uno de los más peculiares personajes históricos existentes jamás.

05 noviembre 2006

EL GNOSTICISMO: LA RELIGIÓN DE LA GENTE PERFECTA.

Aunque fue un movimiento religioso antiguo, sigue teniendo repercusiones en la actualidad. Sin ir demasiado lejos, la Trilogía de Mátrix ha tomado una enorme cantidad de planteamientos propios de este credo, que también ha inficcionado a la Masonería y a muchos místicos. ¿Por qué el Gnosticismo es tan atractivo? ¿Era tan solo una simple secta cristiana, o fue algo más que eso? El Ojo de la Eternidad ofrece algunas respuestas, adentrándose en el misterioso mundo de una fascinante religión antigua.


[IMAGEN SUPERIOR: Tumba en París con símbolos masónicos. Fotografía de Philip Gardiner. La Masonería ha extraído mucho de su simbolismo y rituales del antiguo pensamiento gnóstico].

EN TORNO AL GNOSTICISMO.
En general, seguir la huella de los movimientos místicos esotéricos es bastante difícil, debido a su propio carácter de esotéricos, esto es, de reservados para una pequeña congregación de fieles poseedores del "secreto". Así, las propias sectas esotéricas cuidan de que su material no se desparrame por el mundo, y por la otra, las religiones y creencias rivales, no tan fuertemente esotéricas, tienden a combatir las sectas esotéricas porque son una amenaza para su propio poder. Uno de los casos más importantes conocidos, es el del Gnosticismo.
En general, el Gnosticismo es muy mal conocido. Por una parte está la escasa documentación, la que muchas veces proviene de enemigos del Gnosticismo, y por ende, no es necesariamente la más imparcial que se podría obtener. Por la otra, el propio Gnosticismo no era una religión estructurada, sino una especie de movimiento espiritual, y los propios adláteres del Gnosticismo eran con frecuencia los peores enemigos entre sí. El Gnosticismo tenía muchos ribetes de misticismo, y era fácil caer en el síndrome de "mi misticismo es mejor que el tuyo", por lo que eran en general bastante desunidos. Cada gnóstico adaptaba el Gnosticismo a sus necesidades espirituales particulares, y de ahí que sea muy difícil no sólo hacer un retato acabado del Gnosticismo en sí, sino que incluso es complicado determinar qué pensadores, filósofos o místicos adscribirían al movimiento, y quienes no.

QUÉ ES EL GNOSTICISMO.
En general, la palabra "Gnosticismo" deriva del término griego "gnosis", que significa más o menos "conocimiento". Esto se debe a que los gnósticos alegaban tener una clase de conocimiento especial o peculiar, de carácter esotérico (o sea, reservado a su propia camarilla de elegidos), y que ese conocimiento los hacía superiores o mejores, espiritual y moralmente hablando, al resto de las personas.
Este carácter elitista del pensamiento gnóstico le llevó a desarrollarse más bien como una filosofía para unos pocos elegidos, que una religión de grandes masas. De ahí que los representantes más conspicuos del movimiento aparezcan muchas veces vinculados a la aristocracia. También esto le otorga al Gnosticismo un cierto sello racionalizante: los gnósticos pretendían que la religión popular era un conjunto de groseras supersticiones para las masas, las cuales eran incapaces de entender la revelación más alta, refinada y espiritual de los verdaderos maestros, que eran los gnósticos, y que habían alcanzado este conocimiento o gnosis precisamente por vías racionales (eso alegaban ellos, pero en verdad, las creencias gnósticas son un revoltijo de misticismo oriental bastante caótico).
Las doctrinas del Gnosticismo son bastante complejas, porque cada pensador gnóstico las interpretaba a su manera y acomodo. Pero en general, dos nociones son claves para entender a los gnósticos, en términos metafísicos. Una es la dicotomía que establecen entre la materia y el espíritu: para los gnósticos, la materia es mala y pecaminosa, y el espíritu es bueno y virtuoso. La segunda es la idea de que existe un principio supremo desde el cual emanan todas las cosas, y mientras más emanaciones hayan (es decir, emanaciones de emanaciones de emanaciones, menos "espiritual" y más "material" sean esas emanaciones), más pedestre y mundano es, y por ende, menos elevado. Por muy dispares que sean las doctrinas gnósticas, la mayor parte de ellas concuerdan al menos en esto, en mayor o menor grado.

LA TRADICIÓN GNÓSTICA.
Ambas ideas gnósticas en realidad no eran nuevas en el mundo antiguo. Es posible que la fuente más antigua de éstas sea la India, en donde la tradición de los vedas, que se desarrolló entre 1000 y 600 a.C., insistía en la dicotomía de materia y espíritu con un énfasis que sus homólogos egipcios y babilónicos nunca pusieron en sus doctrinas. Posteriormente, Buda y Mahavira, fundadores de las religiones "gemelas" del Budismo y el Jainismo, desarrollaron estas mismas ideas. En la India antigua, el principio supremo era Brahma, desde el cual emanaban los dioses, quienes a su vez creaban a los hombres. Los últimos pensadores védicos, y Buda y Mahavira, le dieron a estas creencias una connotación moral, desde donde nace la dicotomía entre "materia" y "espíritu".
De ser cierto que el Gnosticismo tuo su génesis en la India, entonces debió comunicarse a Occidente en los tiempos del Imperio Persa (556-333 a.C.), época en la que por sus carreteras estuvieron en contacto Oriente y Occidente. Pensadores como Pitágoras de Samos (siglo VI aC) y Platón (siglo IV aC) desarrollaron estas ideas en Grecia. De ambos, fue el último quien inspiró en mayor medida a los gnósticos posteriores. Ya en Platón existía la idea de que el verdadero conocimiento o iluminación era el conocimiento de las Ideas, que el mundo material eran puras apariencias, y los filósofos eran distintos (y superiores) a los simples mortales porque podían ver las Ideas en estado puro. Es decir, este filósofo era en realidad un místico.
A partir de entonces surgió un frondoso linaje de filósofos que mezclaron estas creencias platónicas con el misticismo de raigambre oriental, y en particular con los cultos de origen persa, como el Zoroastrismo, y su hijo grecorromano el Mitraísmo. Ambas religiones insistían en el choque de la luz contra las tinieblas, en la victoria final de la luz, y en la dicotomía entre el espíritu/luz y la materia/oscuridad. No es raro que el Cristianismo, como culto ecuménico y conciliador, prendiera tanto entre los esclavos, mientras que el Mitraísmo, que apoyaba nociones como la guerra santa de los "puros" o "perfectos" contra los no matríastas, agradara tanto a los soldados de las legiones romanas.
Precisamente son los pensadores cristianos una de las principales fuentes sobre el Gnosticismo. Pero en general, el Cristianismo mostró una actitud hostil hacia los gnósticos. Hubo gnósticos que trataron de introducir a Cristo en su complejo sistema de emanaciones, y esto, los cristianos más ortodoxos no lo aceptaron. De ahí que muchas veces se vea al Gnosticismo como una herejía del Cristianismo, lo que no es exacto, porque si bien había pensadores gnósticos que consideraban a Cristo como un gran guía moral, y acaso una criatura divina, no todos coincidían con esta perspectiva.
Aún así, el Gnosticismo influyó poderosamente en el Cristianismo. Orígenes, quien vivió en la Alejandría del siglo III dC, y fue uno de los primeros teólogos en traducir el lenguaje evangélico a la filosofía griega, fue discípulo de Ammonio Saccas, uno de los más importantes gnósticos, y su impronta (el espíritu es bueno y la carne es mala, el alma alcanza sucesivas etapas para reencontrarse con Dios...) se advierte con fuerza en San Agustín (siglo V dC) y muchos pensadores de la primera mitad de la Edad Media. La noción agustiniana de que "el cuerpo es la cárcel del alma", y que el alma sólo será libre cuando se libere del cuerpo, es de clara raigambre gnóstica. Aún el día de hoy, la Iglesia Católica ve con horror las pulsiones del cuerpo, en particular las de carácter sexual, y esto también es herencia del Gnosticismo.

EL DESTINO DEL GNOSTICISMO.
¿Por qué entonces el Cristianismo se volvió contra el Gnosticismo? Simplemente porque los gnósticos en el fondo eran iluminados que se veían a la par, e incluso por encima, de los cristianos. Los gnósticos consideraban que el Evangelio era la revelación para las masas, pero ellos eran los verdaderos iniciados. Y esto, los cristianos, que en esa época estaban desarrollando todo su aparato de autoridad terrenal (la Iglesia Católica, típicamente), no lo aceptaron. Tampoco ayudó que los gnósticos miraran a Cristo más o menos al mismo nivel de Mitra, Dionisos y otros cultos mistéricos de origen oriental.
Esto ayudó poderosamente a sellar la suerte del Gnosticismo. Cuando cayó el Imperio Romano, el Cristianismo fue la religión triunfante, y el Gnosticismo fue condenado como herético, perseguido, reprimido, y al final extirpado en su versión clásica. Además, al caer el Imperio Romano, la aristocracia pereció con éste, dando paso a un campesinado controlado por un puñado de señores de la guerra bárbaros y de obispos cristianos, y por ende, la principal clientela de los místicos gnósticos desapareció. Por otra parte, el Gnosticismo no tenía un cuerpo doctrinal claro, porque aparte de los puntos básicos (dualismo materia-espíritu y teoría de la emanación), los propios gnósticos discutían sobre quiénes eran los dioses creadores, cuál era el principio supremo, quiénes tenían derecho a ser considerados como grandes maestros y reveladores de la verdad suprema, etcétera.
Aún así, el atractivo aristocratizante del Gnosticismo hizo que sus ideas permanecieran en el tiempo, como una secta dedicada a convencer a la gente de élite que son moral e intelectualmente superiores a las masas iletradas. Las ideas del Gnosticismo permanecieron en el Maniqueísmo, una religión fundada por un predicador persa llamado Mani en el siglo III dC, y que mezclaba Cristianismo con Zoroastrismo. Desde allí pasaron a diversas sectas heréticas en el Imperio Bizantino, como los paulicianos y los bogomilos. Estos influyeron a su vez en el movimiento medieval occidental de los cátaros y los albigenses, quienes no por casualidad se llamaban a sí mismos los "perfectos". Y a su vez, las ideas de los cátaros inundaron toda la tradición esotérica posterior de Europa, siendo recogidas ampliamente por la Masonería, en el siglo XVIII. Incluso hoy en día, películas como "Mátrix" o "El Código Da Vinci" toman conceptos gnósticos como base ideológica alternativa a los postulados cristianos. En ese sentido, aunque el Gnosticismo clásico grecorromano esté bien sepultado, sus sucesores y epígonos siguen aún entre nosotros, y no parecen tener, de momento al menos, fecha de obsolecencia programada.

27 agosto 2006

PLUTÓN Y SU INFIERNO.

Esta semana, la Unión Astronómica Internacional hizo noticia al degradar a Plutón desde la categoría de "planeta". Pero probablemente poca gente, más allá de los círculos científicos o históricos, recordarán que Plutón le debe su nombre al dios romano de los infiernos. En El Ojo de la Eternidad hacemos un repaso sobre Plutón y su tenebroso inframundo...


[IMAGEN SUPERIOR: El rapto de Proserpina por Plutón. Este episodio clásico de la mitología griega sirvió de inspiración para Charles Le Brun, y François Girardon, para esculpir esta obra en Francia, entre 1677 y 1699].

LA HISTORIA DE PLUTÓN.
Los antiguos griegos denominaban indistintamente con el nombre de Hades, tanto a la morada de los muertos, como al dios que la regentaba. Según la mitología griega, Hades era el hermano de Zeus. En los primeros tiempos del universo griego, hubo una seguidilla de derrocamientos y golpes de estado entre los propios dioses. Finalmente consiguió entronizarse Zeus. Pero los gigantes no aceptaron esto, y decidieron sublevarse a su vez. La rebelión de los gigantes fue salvajemente aplastada, y desde entonces Zeus gobierna sin contrapeso. Para regir mejor el universo, Zeus decidió repartir la administración del mismo. Así, él mismo se reservó el Cielo, la mejor parte, dejándole a su hermano Poseidón (Neptuno) el dominio de los mares. Su hermano Hades se llevó la peor parte: se quedó con el infierno.
El reino de Hades, llamado también el Hades como dijimos, era frío, oscuro y triste. Su rey, por supuesto, no tenía un buen pasar, y vivía de manera solitaria y melancólica. De esta manera, decidió un día que iba a secuestrar a una chica del mundo exterior, a fin de hacerla su reina. La elegida fue Perséfone (que los romanos rebautizaron como Proserpina), una doncella que era hija de la diosa Ceres. Hades acechó a Perséfone y la secuestró limpiamente desde el campo.
Al conocerse las nuevas, Ceres enloqueció de dolor, y marchó por todo el mundo para buscarla, hasta enterarse de la horrorosa verdad: estaba en los infiernos, prisionera de Hades. Ceres acudió a Zeus y le pidió que le restituyera a su hija. Zeus accedió, con una condición: Perséfone debía haber permanecido en ayunas desde el secuestro. Sin embargo, en el intertanto, sin que Zeus o Ceres supieran, Perséfone había comido algunas pepitas del fruto de la granada. En consecuencia, Perséfone debía quedarse en los infiernos.
Pero el dolor y la insistencia de Ceres pudieron más. Nuevas negociaciones con Hades llevaron a una solución de compromiso: Perséfone se quedaría con su marido seis meses en el infierno, y volvería con su madre seis meses a la superficie terrestre.
Por supuesto que este mito se inventó para explicar algo de la naturaleza, en este caso la marcha de las estaciones. Los seis meses que Perséfone pasaba en el infierno, Ceres, que era diosa de la fertilidad y la agricultura, los lloraba, y por ende, el invierno bajaba al mundo. Pero luego, cuando Perséfone regresaba a la superficie terrestre, Ceres se alegraba, y entonces llegaba el verano.

LOS INFIERNOS GRECORROMANOS.
El infierno de la Mitología Griega era bien distinto al infierno actual cristiano. Sin embargo, deben tenerse presente dos cosas. En primer lugar, el concepto que griegos y romanos tenían del infierno evolucionó bastante a lo largo del tiempo. En segundo lugar, el infierno del Cristianismo está directamente inspirado en el infierno grecorromano, ya que la idea de infierno como un lugar de castigo era desconocida entre los judíos, quienes escribieron el Antiguo Testamento de la Biblia.
Para los griegos más primitivos, en la época de la Guerra de Troya y de Homero, el infierno era una de las tres regiones en que se repartía el mundo, y se correspondía con el inframundo por definición. Todos los muertos, sin distinción posible entre buenos y malos, iban a parar allí. El infierno no era así para los griegos un lugar de castigo como entre los cristianos, sino una simple morada para los muertos. Homero la describe en la Odisea, en el episodio en que Odiseo (Ulises) desciende hasta el infierno, como un lugar tétrico en donde vagan espectros cuya única ocupación es gemir y lamentarse por su vida de ultratumba. Cuando Odiseo trata de ofrecer un sacrificio de sangre para alimentar al espectro del profeta Tiresias y conseguir un augurio de éste, los muertos saltan en tal cantidad, que a duras penas Odiseo consigue escapar con vida del lance, con una apresurada y fiera retirada. No existía para estos griegos primitivos una vida futura bienaventurada. De ahí que los héroes homéricos se esforzaran tanto por ganar fama y reputación de héroes en vida: era la única manera de obtener un regusto de inmortalidad para sí mismos.
La puerta del infierno estaba custodiada por el Cancerbero, llamado también Cerbero a secas, un gigantesco perro de tres cabezas (o cien, según otras versiones). Su misión era impedir la salida de los muertos y la entrada de los vivos. Puede decir que cumplía su misión con eficiencia casi total, ya que muy pocos héroes consiguieron derrotarle: Orfeo lo amansó con su música sobrenatural, y Heracles (Hércules) lo venció con la fuerza bruta.
Las almas que pasaban por ahí, eran guiadas por Hermes (Mercurio), el mensajero de los dioses, quien las llevaba hasta el río Aqueronte. Sobre la misma navegaba Caronte, el barquero de los infiernos, que cobraba como tarifa un óbolo (una moneda de pequeño valor, una fracción de la dracma griega). De ahí que a los muertos griegos se les enterrara con un óbolo en la boca.
Con el paso del tiempo, los griegos comenzaron a pensar que la vida en el Hades era muy aburrida. Primero se dieron en imaginar que los grandes héroes eran escogidos por los dioses para pasar a integrar sus filas: a esto se lo llamó apoteosis. ¿Y qué pasaba con aquellos que habían sido buenos en vida, pero no héroes merecedores del favor divino? Pronto, los griegos pasaron a creer que en el mismo Hades existía un lugar llamado los Campos Elíseos, en donde estaban las almas de los bienaventurados.
En consecuencia, los griegos pasaron también a creer que existía un lugar de castigo: el Tártaro. Algunos castigos griegos eran bien imaginativos. A Tántalo se lo castigó hundiéndolo en agua hasta el cuello y poniendo a su disposición ramas de árboles frutales: pero se le inoculó hambre y sed devoradoras, y cada vez que Tántalo intentaba beber o comer, el agua bajaba mágicamente, y las ramas se apartaban. Sísifo, por su parte, fue condenado a hacer subir una roca hasta lo alto

EL LEGADO DEL INFIERNO GRIEGO.
Aunque hace mucho tiempo que la religión griega es cosa de cuentos de viejas, el legado posterior de éstos es bastante importante. Ya sabemos que el nombre de Plutón le fue asignado al que entre 1930 y 2006 fue considerado el "noveno planeta" (rebajado hoy en día a "planeta enano"). En 1978 se descubrió que Plutón tenía una luna, y a ésta se la llamó Caronte, como al barquero de los infiernos.
Por otra parte, ya hemos dicho que el infierno cristiano se inspiró directamente en el Hades, o mejor dicho en su dependencia más siniestra: el Tártaro. Hay aquí un matiz importante: como vimos, los griegos creían en varios infiernos, algo de lo cual queda reminiscente en el Credo, al decir que Cristo, después de morir, decscendió "a los infiernos", en plural, en vez de "al infierno" en singular, como debería ser según la visión cristiana del ultramundo.
En cuanto a los Campos Elíseos, su carácter de lugar feliz y sin preocupaciones fue adaptado rápidamente por los franceses, quienes construyeron un parque llamado precisamente los Campos Elíseos, en París.
Y eso, sin contar las innumerables referencias en historietas, videojuegos, etcétera. Puede decirse que el infierno (o infiernos) de griegos y romanos, sigue estando bien vivo en nuestra visión cultural.

20 agosto 2006

GAIA: LA RESURRECCIÓN DE LA DIOSA TIERRA.

Cuando parecía que las antiguas religiones matriarcales habían terminado por ceder terreno al patriarcado de dioses como Yahveh o Alá, en el mundo occidental volvió a levantar cabeza el culto a la Diosa Gaia, a la Madre Tierra. El adelanto vino con la Hipótesis Gaia, postulada por James Lovelock, que ha sido interpretada de una manera religiosa. El Ojo de la Eternidad echa un vistazo a lo que quizás podría ser la resurrección de la Gran Diosa Madre...


[IMAGEN SUPERIOR: "Altar de Gaia", pintura de Elsie Russell (1992)].

LA ANTIGUA DIOSA DE LA TIERRA.
Como hemos reseñado en varias oportunidades en El Ojo de la Eternidad, la primera gran religión fue la adoración de la comúnmente conocida como Gran Diosa Madre. La Diosa asumió históricamente muchas formas, pero una de las más populares era, y sigue siendo, la de Gaia, la diosa de la Tierra. En la Antigua Grecia, Gaia era adorada como la madre común de todos los seres. Dice la mitología griega, tal y como Hesíodo nos lo ha hecho llegar en su obra "Teogonía", que en el comienzo habían tres dioses: Gaia (la Tierra), el Caos, y Eros, la fuerza misteriosa que todo lo une y todo lo fertiliza. Por intermedio de la acción de Eros, Gaia se entregó entonces a una intensa actividad partenogénica, pariendo por sí misma (¡y sin necesidad de varón!) a diversos dioses y criaturas, hasta llenar el mundo con ellas. Luego, Gaia se unió a uno de sus hijos, Urano, el dios del Cielo, quien la violó sistemáticamente para terminar de engendrar al resto del mundo. Esto, hasta que Gaia se enojó y le pidió a uno de sus hijos/nietos, Cronos (el Saturno romano) que hiciera algo al respecto. Cronos fue directo y expedito: le cortó a su padre/hermano Urano el miembro viril, y lo arrojó lejos.
En general, la mitología griega clásica se acuerda bien poco de Gaia. Hay una buena razón para esto. Como hemos reseñado en otro artículo, el ascenso de las religiones patriarcales sumergió al Culto de la Diosa Madre, del cual Gaia era una encarnación, y a partir de entonces, las diosas pasaron a ocupar un papel de comparsas. Una muestra de esto se encuentra en el mito de Hércules. En una de sus tantas andanzas el héroe Hércules (hijo del dios patriarcal Zeus) se enfrenta al gigante Anteo, hijo de Gaia. Hércules descubre que Anteo es casi imbatible, porque cada vez que cae al suelo, al contacto con su madre Gaia recupera sus fuerzas. Por lo que Hércules lo alza en el aire y lo estrangula. He aquí una muestra de como los sacerdotes de las religiones patriarcales sutilmente intentaron poner a la venerable Gran Diosa como la villana de la historia.
Sin embargo, con el advenimiento de la religión patriarcal occidental por excelencia, el Cristianismo, ya no había espacio para el paganismo, y menos para Gaia. La gran figura femenina del Cristianismo, la Virgen María, poco tenía que ver con el culto de la Tierra, y de esta manera, Gaia entró en la penumbra. ¿Para siempre...?

LA CIENCIA RESUCITA A GAIA.
En la década de 1970, los científicos estaban preocupados por el tema de la existencia de vida en Marte. ¿Había acaso alguna manera de predecir si en Marte habían criaturas vivientes? Un científico que en ese entonces se dedicaba a la cacería de gases contaminantes en la atmósfera, James Lovelock, asumió el reto. Lovelock cayó en la cuenta de algo bien simple: la vida, al propagarse, tiende a modificar su entorno. Parece de perogrullo, pero en ese tiempo, el Darwinismo más ortodoxo proclamaba que las especies sólo debían adaptarse a los cambios ambientales o morir: nadie parecía pensar que quizás una forma de adaptarse a esos cambios ambientales era a su vez convertirse en una fuerza capaz de modelar el medio ambiente. Si en Marte existía vida, ésta tenía que haber cambiado de alguna manera su medio ambiente. Y para eso, ¿cómo cambiaba la vida terrestre su propio planeta...?
Lovelock apunta a que la química atmosférica de la Tierra es una aberración imposible. Los restantes planetas del sistema solar tienen atmósferas fuertemente oxidantes o reductoras, pero la terrestre es sólo débilmente oxidante. Si se dejara caminar sola a la atmósfera terrestre, sin vida alguna, el resultado final sería que el 71% de nitrógeno desaparecería reaccionando químicamente con el suelo y escurriéndose, mientras que el oxígeno acabaría reaccionando con cualquier cosa capaz de oxidarse (hierro, carbono, cualquier cosa) hasta desaparecer como un compuesto químico libre. La única manera de mantener una atmósfera inestable como la terrestre, es que alguien continuamente produzca y retire gases de ellas: ese alguien debe ser la vida terrestre. Lo que golpeó duramente a la comunidad científica en su época, es la idea de que esa vida terrestre pudiera hacerlo para garantizar su propia supervivencia.
¿Es entonces la Tierra un organismo vivo? Lovelock deja la pregunta en el aire: para él, el concepto de vida no es verdadero ni falso, es simplemente superfluo. Lovelock prefiere hablar de sistemas cibernéticos capaces de autorregularse. Un organismo vivo es un sistema capaz de autorregularse, y Gaia, de ser cierta su hipótesis, también es capaz de autorregularse a sí misma como un todo coherente. Aún así, no pocos malentendieron esto, y confundieron el concepto de homeostasis (la capacidad de los organismos vivos para autorregular sus propias condiciones) con el de organismo viviente propiamente tal. Y como Lovelock aceptó la sugestión de su amigo, el escritor William Golding, para llamar "Gaia" a su teoría, las acusaciones contra Lovelock de estar promoviendo ideas teológicas disfrazadas de ciencia arreciaron.

LA DIOSA NEW AGE.
Llegó la década de 1980, y con ella explotó el movimiento New Age. Como ha sucedido en otras ocasiones, el debate científico trascendió, se malentendió, y hubo quienes extrajeron una nueva religión de ello: el culto de Gaia. De esta manera, Gaia se transformó en la más importante de las diosas neopaganas adoradas en los círculos de la New Age.
Gaia era especialmente apta para esto: los científicos parecían haber probado que la Tierra era en verdad un organismo vivo (Lovelock jamás afirmó esto, por supuesto), y además, estaba la idea de recobrar a una diosa ancestral. Siendo decididamente antitecnológico, el movimiento New Age deseaba por supuesto regresar a las raíces culturales de la Humanidad, y al final del camino estaba el culto a la Tierra, llámese la Gaia de los griegos o la Pachamama de los antiguos pueblos andinos. De esta manera, el culto de Gaia prendió fuertemente, y surgieron varias sectas en torno de esta diosa resucitada.
Sin embargo, quienes desdeñan el éxito de Gaia como una chifladura propia de algunos New Age tejedores de ponchos, deberían mirar otra vez. Las religiones tienden a cambiar cuando lo hacen sus adoradores, y el mayor y más solapado cambio religioso que se está produciendo, es el retroceso de los dioses patriarcales y el advenimiento de las diosas, como correlato del crecimiento del poder femenino en el interior de las sociedades occidentales. Este movimiento fue presagiado ya en 1965 por Frank Herbert, quien en su novela "Dune" anunciaba que la exploración espacial iba a destruir a los antiguos dioses patriarcales, e iba a crear una religión del inmanentismo cósmico, encarnado como una especie de diosa del vacío estelar, y en "Dune", no por casualidad, la fuerza política más importante del universo era una cofradía de mujeres, las llamadas brujas Bene Gesserit. Gaia no es la única diosa que se ha puesto en la carrera por revitalizar el papel de las diosas. Hace poco, el éxito de "El Código Da Vinci" giraba en torno a la revalorización de María Magdalena como compañera de Jesús. Y dentro de la propia Iglesia Católica, hace tiempo que existe un fuerte movimiento mariano, que le otorga un poder cada vez mayor a la Virgen María. El éxito relativo de Gaia refleja una tendencia de los tiempos: después de unos tres o cuatro milenios a la penumbra de los dioses, quizás las diosas estén por tomarse una revancha fulminante. Después de eso, la historia de las religiones no volverá a ser lo mismo.

26 marzo 2006

OSIRIS.

Uno de los más interesantes ciclos míticos antiguos, se refiere al dios Osiris, encarnación egipcia por excelencia del héroe que muere y resucita para salvación de la Humanidad. El Ojo de la Eternidad hace un repaso por uno de los primeros mitos del Redentor en la historia humana.

SEGUIMOS CON PROBLEMAS CON BLOGGER, ASÍ ES QUE SEGUIMOS POSTEANDO SIN IMÁGENES. HASTA LA PRÓXIMA, POR LO MENOS.

LA LEYENDA DE OSIRIS.
Para quienes conozcan el nombre de Osiris sólo por "El último vuelo del Osiris" de "Animatrix", es bueno hacer un repaso de la leyenda en torno a este dios egipcio.
El mito egipcio de Osiris refiere como, antes de la historia propiamente tal, Osiris sucedió a su padre Geb en el trono del Bajo Egipto. Allí conquistó al Alto Egipto y unificó por tanto Egipto, a la par que enseñó la metalurgia y las artes místicas. Le asesoraban su esposa Isis, la hechicera encarnación de la sabiduría, el dios civilizador Tot, y los dioses Anubis y Upuat. Durante 28 años de reinado, Osiris convirtió a Egipto en un país próspero y civilizado, una verdadera edad de oro.
Todo esto despertó el odio, el recelo y la envidia de Set, hermano de Osiris, quien era el dios del desierto, la sequedad, y en definitiva, de la muerte. O sea, Set representaba justamente todos los valores opuestos a Osiris. Durante una fiesta, Set le tendió una emboscada a su hermano. Ofreció a los presentes un bello sarcófago como regalo, diciendo que sería para quien le quedara. Cuando Osiris ingresó al sarcófago, irrumpieron 72 conjurados que acompañaban a Set, lo cerraron con Osiris adentro, y se lo llevaron, arrojándolo al Río Nilo.
Desconsolada, la diosa Isis persiguió el destino del sarcófago hasta Biblos, en Fenicia. Allí consiguió recobrarlo. Furioso porque sus planes no habían salido todo lo bien que esperaba, Osiris se apoderó del cuerpo de Osiris y lo repartió en pedazos. Isis, pacientemente, fue buscando los pedazos uno a uno, recuperándolos todos, salvo los genitales, que habían servido de banquete a un pez. Isis no se arredró por ello: resucitó a Osiris por medio de artes mágicas, creando un cuerpo eterno e inmortal, un zert, es decir, la primera momia. Por medio de más magia, se embarazó de su marido, y dio a luz a Horus.
Cuando llegó a la edad de la madurez, Horus capitaneó las fuerzas de su padre, y se rebeló en contra de Set. En la batalla subsiguiente, las hordas de Set fueron derrotadas, su líder fue apresado, y llevado a juicio delante del tribunal de Tot, quien lo condenó sin más. De este modo, Horus, hijo y heredero de Osiris, quedó entronizado como rey de Egipto.
En cuanto a su padre, seguía vivo, pero en el mundo de los inmortales, en donde ha quedado instaurado como juez supremo. Allí, en su propio tribunal, juzga y pesa las almas de los difuntos sobre una balanza, poniendo su corazón en un plato de la misma, y una pluma (símbolo de la verdad) en la otra. Si pesan iguales, el difunto ingresa a la bienaventuranza de Osiris. Si el corazón pesa más que la pluma, aquejado por el peso de la mentira y la falsedad, entonces el difunto era destinado a un monstruoso cocodrilo que se lo devoraría. Tal es el llamado "Juicio de Osiris".

EL SIGNIFICADO DEL MITO DE OSIRIS.
El Mito de Osiris tuvo y tiene una vitalidad extraordinaria, porque admite una buena cantidad de lecturas. La más obvia de ellas es un relato mitológico lleno de acción y aventuras, como otros muchos antes y después en la historia. Pero hay otros niveles.
Un segundo nivel es el mito político. Es decir, la historia de Osiris es reflejo de las convulsiones políticas y sociales del Egipto antiguo. En el Egipto Antiguo, la unificación fue producto no del Delta, el Bajo Egipto, sino del Alto Egipto, al revés de lo planteado por el mito de Osiris. El culto de Osiris principió en el Bajo Egipto, y de ahí que se asocie su "edad de oro" al Bajo Egipto, precisamente. Es decir, hay un sutil rapapolvo al poderío del Alto Egipto, insultándolos delicadamente al tratarlos de "usurpadores". Es de recordar que el Alto Egipto, para legitimar su poder, adoptó como emblema el halcón, es decir, al dios Horus.
Pero hay una tercera lectura, que es la más interesante. Osiris es uno de los primeros héroes solares conocidos, un dios que es muerto por el mal (Set), y resucitado por el amor de la Gran Diosa Madre, papel que desempeña en este caso la diosa Isis. El ritual de Osiris estaba conscientemente dirigido a enfatizar este aspecto: sus 70 días de muerto coincidían con los 70 días que la estrella Sotis (Sirio) desaparece en el cielo. La reaparición de Sotis, coincidente con la resurrección de Osiris, marcaba también el inicio de las inundaciones del Río Nilo, que traen la fertilidad a Egipto.

EL DESTINO DE LA RELIGIÓN DE OSIRIS.
El origen del culto a Osiris es desconocido. Una tesis sostiene que Osiris es una versión egipcia de un dios procedente de Asia, lo que lo emparentaría con el Tammuz babilónico y el Adonis cananeo. Otra tesis sostiene que Osiris es un desarrollo religioso netamente egipcio. Sea como sea, Osiris calzó bastante mal con la mitología egipcia, y cuando lo hizo, fue de manera harto forzada.
El mito de enlace entre Osiris y el resto de los dioses, fue una operación política de los sacerdotes del Reino Medio egipcio (hacia 2000-1750 aC). El gran dios faraónico Ra, el dios solar, habría sido emboscado por Isis, quien le habría engañado y extorsionado para hacerle decir su nombre secreto. Desde entonces la diosa Isis (ahora malvada, y no benefactora) habría obtenido un poder supremo. En consecuencia, Ra habría tenido que compartir su poderío con Osiris. De este modo, Horus pasa a simbolizar el Sol Naciente (del amanecer), Ra el Sol Triunfante (del mediodía), y Osiris el Sol Muriente (del ocaso). Una incómoda componenda política, que no alcanza en verdad a empañar la belleza de uno de los primeros mitos históricos conocidos.

12 febrero 2006

LOS EMPERADORES SOLARES.

Que la religión no es inocente de haber sido utilizada muchas veces para fines políticos, es algo que a estas alturas del partido nadie podría poner en duda. Quizás el ejemplo más obvio sean los reyes y Emperadores que se han divinizado a sí mismos, dándose el tratamiento de "Hijos del Sol". El Ojo de la Eternidad hace un breve repaso de varios pueblos que se han dado a sí mismos dicho tratamiento.



[IMAGEN SUPERIOR: Emperador Constantino el Grande (313-337). Bajo su gobierno el Cristianismo obtuvo manga ancha dentro del Imperio Romano].

EL DIOS SOL.
Que sin el Sol, la vida sobre la Tierra sería imposible, es algo que para las más remotas civilizaciones era ya evidente. Bastaba que el Sol empezara a desaparecer y los días se hicieran más cortos, para que un gélido invierno se aposentara sobre la tierra. El temor a que el sol se fuera definitivamente de paseo, hizo que los pueblos antiguos inventaran una serie de rituales para "amarrarlo", coincidentes con el solsticio de invierno, el día más corto del año, y que ha dado origen, entre otras cosas, a nuestra moderna Navidad (fiesta que coincide con el solsticio de verano austral, pero como la inventaron en el hemisferio norte, cuenta también como fiesta de solsticio de invierno). De esta manera, el ciclo solar de las estaciones permitió inventar el concepto de año calendario.
No es raro entonces que el Sol haya sido mitificado como un importantísimo dios desde el comienzo de los tiempos. El dios solar fue un arma efectivísima en manos de los sacerdotes para combatir a la diosa progenitora que, en el comienzo de los tiempos, era la Gran Diosa a la que se rendía culto y adoración (tema que ya tratamos en EODLE).
Y tampoco es raro que, andando el tiempo, los diversos príncipes y emperadores hayan intentado identificarse con el sol radiante, para de esa manera, divinizarse, lo que constituía una poderosa arma propagandística. He aquí un repaso de los más peregrinos reyes y emperadores solares, aquellos que se identificaron con el Sol.

LOS EMPERADORES SOLARES ROMANOS.
Los Emperadores por antonomasia, son aquellos del Imperio Romano, quienes, entre otras cosas, inventaron la propia palabra "emperador". Ya en tiempos de Julio César se hablaba de que los Emperadores eran divinos, o por lo menos, "divinizables". Nerón, el loquito que incendió Roma, se identificaba con Apolo, el dios del Sol de los antiguos griegos, hasta el punto de dar recitales de cítara (el instrumento de Apolo) en la ciudad sagrada de Apolo, Delfos.
Pero fue en el siglo III, cuando la chifladura de los Emperadores con el Sol cobró vuelo. A inicios de dicho siglo, el emperador sirio Heliogábalo introdujo el dios solar de Emesa (Siria), como pretexto para una serie de depravadas orgías, que terminaron cansando a sus soldados, quienes le mataron en 221. Tenía 18 años. Pero la idea de ser un "dios sol" prendió, y uno de sus sucesores, Aureliano (270-275), la consideró muy en serio. Tanto, que como símbolo de la majestad imperial introdujo el culto al Sol Invictus, ordenando construirle un templo en Roma (con los fondos saqueados a la ciudad de Palmira, recientemente conquistada) El culto al Sol Invictus fue la religión semioficial del Imperio Romano hasta el siglo IV, época en la cual Teodosio II declaró (en 392) que el Cristianismo sería la religión oficial de Roma.
¿Y es el fin de la historia? Pues no. Muchos de los atributos del Jesucristo mítico están tomados de la iconografía de dos competidores solares, el persa Mitra por un lado, y el sirio Sol Invictus por el otro. Baste decir que la aureola o nimbo que se usa dentro de la Iglesia Católica para representar a los santos en la iconografía pictórica, procede del nimbo solar con que se retrataba a los emperadores romanos, en su calidad de "dioses solares" encarnados sobre la Tierra, y que por cierto, tiene un origen aún más antiguo, tanto que puede rastreárselo nada menos que a Naram Sim, un caudillo acadio (es decir, de Mesopotamia) que vivió hace la friolera de cuatro milenios.

OTROS PINTORESCOS EMPERADORES SOLARES.
En el mundo antiguo, por no salirse de ahí, otro clásico Emperador solar es el Faraón. En efecto, se consideraba la encarnación viviente del dios Horus, y por tanto, su atributo pictográfico era el halcón, símbolo de dicho dios. Horus era, en la mitología egipcia, el hijo del Sol.
Volviendo a Mesopotamia, el rey babilónico Hamurabi (hacia 1950 a.C.) mostró pretensiones algo más modestas. No parece haberse pretendido un Emperador solar, sino que se conformó con ser "aconsejado" sabiamente por el mismísimo Shamash, el dios del sol babilónico... Algo que todavía hoy se puede ver, en la famosa Estela de Hamurabi que contiene su famoso código, que en su parte superior representa la escena de Shamash pasándole a Hamurabi las disposiciones del mismo.
También los japoneses consideran que su Emperador, el Mikado, es descendiente directo de la diosa solar Amaterasu, y por tanto, es él mismo el Sol. O por lo menos lo era hasta 1945. Ya hemos tratado en EODLE extensamente sobre el particular, así es que no nos repetiremos.
América tampoco fue inmune a la epidemia de los reyes solares. Así, el Sapa Inca, soberano absoluto del Imperio Inca, era también considerado el dios solar. Parece ser que el rey Pachacuti o Pachacútec (según la grafía), convocó a una gran reunión imperial en su templo de Coricancha, a fin de que los sacerdotes de las diversas religiones del Imperio se "pusieran de acuerdo" en ciertos aspectos teológicos que permitieran construir un panteón imperial único, con el Sapa Inca a la cabeza por supuesto, y en donde todos los dioses regionales pudieran encajar con relativa soltura. El resultado de todo esto fue que al Sapa Inca empezó a considerárselo la manifestación terrestre de Viracocha, el dios solar.

EL REY SOL.
Y para el último hemos reservado el ejemplo más pintoresco de la historia occidental: Luis XIV de Francia, el Rey Sol. De niño, este monarca fue profundamente impactado por la Fronda, una violenta rebelión de la nobleza que fue fieramente reprimida por el Cardenal Mazarino. Cuando Mazarino falleció, Luis XIV tomó personalmente en sus riendas el gobierno, y se dedicó a que algo como eso jamás volviera a pasar. Aprovechando que los cortesanos adulones le habían apodado "El Rey Sol", debido a que cuando tenía 15 años había interpretado dicho papel en un ballet ante toda la corte, adoptó dicho rol. Como Nerón 1600 años antes, se identificó con Apolo. El Palacio de Versalles, su mayor obra propagandística, está trufado de dichos motivos artísticos.
Y no se crea que con el fin de la monarquía absoluta, termina ahí la cosa. Dentro de la ideología del Nazismo Esotérico, ocupa un destacado papel el mito del "sol negro", que tiene que ver con numerosas tradiciones indoeuropeas antiguas... Pero eso quizás sea tema para algún futuro artículo de EODLE.