27 agosto 2006

PLUTÓN Y SU INFIERNO.

Esta semana, la Unión Astronómica Internacional hizo noticia al degradar a Plutón desde la categoría de "planeta". Pero probablemente poca gente, más allá de los círculos científicos o históricos, recordarán que Plutón le debe su nombre al dios romano de los infiernos. En El Ojo de la Eternidad hacemos un repaso sobre Plutón y su tenebroso inframundo...


[IMAGEN SUPERIOR: El rapto de Proserpina por Plutón. Este episodio clásico de la mitología griega sirvió de inspiración para Charles Le Brun, y François Girardon, para esculpir esta obra en Francia, entre 1677 y 1699].

LA HISTORIA DE PLUTÓN.
Los antiguos griegos denominaban indistintamente con el nombre de Hades, tanto a la morada de los muertos, como al dios que la regentaba. Según la mitología griega, Hades era el hermano de Zeus. En los primeros tiempos del universo griego, hubo una seguidilla de derrocamientos y golpes de estado entre los propios dioses. Finalmente consiguió entronizarse Zeus. Pero los gigantes no aceptaron esto, y decidieron sublevarse a su vez. La rebelión de los gigantes fue salvajemente aplastada, y desde entonces Zeus gobierna sin contrapeso. Para regir mejor el universo, Zeus decidió repartir la administración del mismo. Así, él mismo se reservó el Cielo, la mejor parte, dejándole a su hermano Poseidón (Neptuno) el dominio de los mares. Su hermano Hades se llevó la peor parte: se quedó con el infierno.
El reino de Hades, llamado también el Hades como dijimos, era frío, oscuro y triste. Su rey, por supuesto, no tenía un buen pasar, y vivía de manera solitaria y melancólica. De esta manera, decidió un día que iba a secuestrar a una chica del mundo exterior, a fin de hacerla su reina. La elegida fue Perséfone (que los romanos rebautizaron como Proserpina), una doncella que era hija de la diosa Ceres. Hades acechó a Perséfone y la secuestró limpiamente desde el campo.
Al conocerse las nuevas, Ceres enloqueció de dolor, y marchó por todo el mundo para buscarla, hasta enterarse de la horrorosa verdad: estaba en los infiernos, prisionera de Hades. Ceres acudió a Zeus y le pidió que le restituyera a su hija. Zeus accedió, con una condición: Perséfone debía haber permanecido en ayunas desde el secuestro. Sin embargo, en el intertanto, sin que Zeus o Ceres supieran, Perséfone había comido algunas pepitas del fruto de la granada. En consecuencia, Perséfone debía quedarse en los infiernos.
Pero el dolor y la insistencia de Ceres pudieron más. Nuevas negociaciones con Hades llevaron a una solución de compromiso: Perséfone se quedaría con su marido seis meses en el infierno, y volvería con su madre seis meses a la superficie terrestre.
Por supuesto que este mito se inventó para explicar algo de la naturaleza, en este caso la marcha de las estaciones. Los seis meses que Perséfone pasaba en el infierno, Ceres, que era diosa de la fertilidad y la agricultura, los lloraba, y por ende, el invierno bajaba al mundo. Pero luego, cuando Perséfone regresaba a la superficie terrestre, Ceres se alegraba, y entonces llegaba el verano.

LOS INFIERNOS GRECORROMANOS.
El infierno de la Mitología Griega era bien distinto al infierno actual cristiano. Sin embargo, deben tenerse presente dos cosas. En primer lugar, el concepto que griegos y romanos tenían del infierno evolucionó bastante a lo largo del tiempo. En segundo lugar, el infierno del Cristianismo está directamente inspirado en el infierno grecorromano, ya que la idea de infierno como un lugar de castigo era desconocida entre los judíos, quienes escribieron el Antiguo Testamento de la Biblia.
Para los griegos más primitivos, en la época de la Guerra de Troya y de Homero, el infierno era una de las tres regiones en que se repartía el mundo, y se correspondía con el inframundo por definición. Todos los muertos, sin distinción posible entre buenos y malos, iban a parar allí. El infierno no era así para los griegos un lugar de castigo como entre los cristianos, sino una simple morada para los muertos. Homero la describe en la Odisea, en el episodio en que Odiseo (Ulises) desciende hasta el infierno, como un lugar tétrico en donde vagan espectros cuya única ocupación es gemir y lamentarse por su vida de ultratumba. Cuando Odiseo trata de ofrecer un sacrificio de sangre para alimentar al espectro del profeta Tiresias y conseguir un augurio de éste, los muertos saltan en tal cantidad, que a duras penas Odiseo consigue escapar con vida del lance, con una apresurada y fiera retirada. No existía para estos griegos primitivos una vida futura bienaventurada. De ahí que los héroes homéricos se esforzaran tanto por ganar fama y reputación de héroes en vida: era la única manera de obtener un regusto de inmortalidad para sí mismos.
La puerta del infierno estaba custodiada por el Cancerbero, llamado también Cerbero a secas, un gigantesco perro de tres cabezas (o cien, según otras versiones). Su misión era impedir la salida de los muertos y la entrada de los vivos. Puede decir que cumplía su misión con eficiencia casi total, ya que muy pocos héroes consiguieron derrotarle: Orfeo lo amansó con su música sobrenatural, y Heracles (Hércules) lo venció con la fuerza bruta.
Las almas que pasaban por ahí, eran guiadas por Hermes (Mercurio), el mensajero de los dioses, quien las llevaba hasta el río Aqueronte. Sobre la misma navegaba Caronte, el barquero de los infiernos, que cobraba como tarifa un óbolo (una moneda de pequeño valor, una fracción de la dracma griega). De ahí que a los muertos griegos se les enterrara con un óbolo en la boca.
Con el paso del tiempo, los griegos comenzaron a pensar que la vida en el Hades era muy aburrida. Primero se dieron en imaginar que los grandes héroes eran escogidos por los dioses para pasar a integrar sus filas: a esto se lo llamó apoteosis. ¿Y qué pasaba con aquellos que habían sido buenos en vida, pero no héroes merecedores del favor divino? Pronto, los griegos pasaron a creer que en el mismo Hades existía un lugar llamado los Campos Elíseos, en donde estaban las almas de los bienaventurados.
En consecuencia, los griegos pasaron también a creer que existía un lugar de castigo: el Tártaro. Algunos castigos griegos eran bien imaginativos. A Tántalo se lo castigó hundiéndolo en agua hasta el cuello y poniendo a su disposición ramas de árboles frutales: pero se le inoculó hambre y sed devoradoras, y cada vez que Tántalo intentaba beber o comer, el agua bajaba mágicamente, y las ramas se apartaban. Sísifo, por su parte, fue condenado a hacer subir una roca hasta lo alto

EL LEGADO DEL INFIERNO GRIEGO.
Aunque hace mucho tiempo que la religión griega es cosa de cuentos de viejas, el legado posterior de éstos es bastante importante. Ya sabemos que el nombre de Plutón le fue asignado al que entre 1930 y 2006 fue considerado el "noveno planeta" (rebajado hoy en día a "planeta enano"). En 1978 se descubrió que Plutón tenía una luna, y a ésta se la llamó Caronte, como al barquero de los infiernos.
Por otra parte, ya hemos dicho que el infierno cristiano se inspiró directamente en el Hades, o mejor dicho en su dependencia más siniestra: el Tártaro. Hay aquí un matiz importante: como vimos, los griegos creían en varios infiernos, algo de lo cual queda reminiscente en el Credo, al decir que Cristo, después de morir, decscendió "a los infiernos", en plural, en vez de "al infierno" en singular, como debería ser según la visión cristiana del ultramundo.
En cuanto a los Campos Elíseos, su carácter de lugar feliz y sin preocupaciones fue adaptado rápidamente por los franceses, quienes construyeron un parque llamado precisamente los Campos Elíseos, en París.
Y eso, sin contar las innumerables referencias en historietas, videojuegos, etcétera. Puede decirse que el infierno (o infiernos) de griegos y romanos, sigue estando bien vivo en nuestra visión cultural.

20 agosto 2006

GAIA: LA RESURRECCIÓN DE LA DIOSA TIERRA.

Cuando parecía que las antiguas religiones matriarcales habían terminado por ceder terreno al patriarcado de dioses como Yahveh o Alá, en el mundo occidental volvió a levantar cabeza el culto a la Diosa Gaia, a la Madre Tierra. El adelanto vino con la Hipótesis Gaia, postulada por James Lovelock, que ha sido interpretada de una manera religiosa. El Ojo de la Eternidad echa un vistazo a lo que quizás podría ser la resurrección de la Gran Diosa Madre...


[IMAGEN SUPERIOR: "Altar de Gaia", pintura de Elsie Russell (1992)].

LA ANTIGUA DIOSA DE LA TIERRA.
Como hemos reseñado en varias oportunidades en El Ojo de la Eternidad, la primera gran religión fue la adoración de la comúnmente conocida como Gran Diosa Madre. La Diosa asumió históricamente muchas formas, pero una de las más populares era, y sigue siendo, la de Gaia, la diosa de la Tierra. En la Antigua Grecia, Gaia era adorada como la madre común de todos los seres. Dice la mitología griega, tal y como Hesíodo nos lo ha hecho llegar en su obra "Teogonía", que en el comienzo habían tres dioses: Gaia (la Tierra), el Caos, y Eros, la fuerza misteriosa que todo lo une y todo lo fertiliza. Por intermedio de la acción de Eros, Gaia se entregó entonces a una intensa actividad partenogénica, pariendo por sí misma (¡y sin necesidad de varón!) a diversos dioses y criaturas, hasta llenar el mundo con ellas. Luego, Gaia se unió a uno de sus hijos, Urano, el dios del Cielo, quien la violó sistemáticamente para terminar de engendrar al resto del mundo. Esto, hasta que Gaia se enojó y le pidió a uno de sus hijos/nietos, Cronos (el Saturno romano) que hiciera algo al respecto. Cronos fue directo y expedito: le cortó a su padre/hermano Urano el miembro viril, y lo arrojó lejos.
En general, la mitología griega clásica se acuerda bien poco de Gaia. Hay una buena razón para esto. Como hemos reseñado en otro artículo, el ascenso de las religiones patriarcales sumergió al Culto de la Diosa Madre, del cual Gaia era una encarnación, y a partir de entonces, las diosas pasaron a ocupar un papel de comparsas. Una muestra de esto se encuentra en el mito de Hércules. En una de sus tantas andanzas el héroe Hércules (hijo del dios patriarcal Zeus) se enfrenta al gigante Anteo, hijo de Gaia. Hércules descubre que Anteo es casi imbatible, porque cada vez que cae al suelo, al contacto con su madre Gaia recupera sus fuerzas. Por lo que Hércules lo alza en el aire y lo estrangula. He aquí una muestra de como los sacerdotes de las religiones patriarcales sutilmente intentaron poner a la venerable Gran Diosa como la villana de la historia.
Sin embargo, con el advenimiento de la religión patriarcal occidental por excelencia, el Cristianismo, ya no había espacio para el paganismo, y menos para Gaia. La gran figura femenina del Cristianismo, la Virgen María, poco tenía que ver con el culto de la Tierra, y de esta manera, Gaia entró en la penumbra. ¿Para siempre...?

LA CIENCIA RESUCITA A GAIA.
En la década de 1970, los científicos estaban preocupados por el tema de la existencia de vida en Marte. ¿Había acaso alguna manera de predecir si en Marte habían criaturas vivientes? Un científico que en ese entonces se dedicaba a la cacería de gases contaminantes en la atmósfera, James Lovelock, asumió el reto. Lovelock cayó en la cuenta de algo bien simple: la vida, al propagarse, tiende a modificar su entorno. Parece de perogrullo, pero en ese tiempo, el Darwinismo más ortodoxo proclamaba que las especies sólo debían adaptarse a los cambios ambientales o morir: nadie parecía pensar que quizás una forma de adaptarse a esos cambios ambientales era a su vez convertirse en una fuerza capaz de modelar el medio ambiente. Si en Marte existía vida, ésta tenía que haber cambiado de alguna manera su medio ambiente. Y para eso, ¿cómo cambiaba la vida terrestre su propio planeta...?
Lovelock apunta a que la química atmosférica de la Tierra es una aberración imposible. Los restantes planetas del sistema solar tienen atmósferas fuertemente oxidantes o reductoras, pero la terrestre es sólo débilmente oxidante. Si se dejara caminar sola a la atmósfera terrestre, sin vida alguna, el resultado final sería que el 71% de nitrógeno desaparecería reaccionando químicamente con el suelo y escurriéndose, mientras que el oxígeno acabaría reaccionando con cualquier cosa capaz de oxidarse (hierro, carbono, cualquier cosa) hasta desaparecer como un compuesto químico libre. La única manera de mantener una atmósfera inestable como la terrestre, es que alguien continuamente produzca y retire gases de ellas: ese alguien debe ser la vida terrestre. Lo que golpeó duramente a la comunidad científica en su época, es la idea de que esa vida terrestre pudiera hacerlo para garantizar su propia supervivencia.
¿Es entonces la Tierra un organismo vivo? Lovelock deja la pregunta en el aire: para él, el concepto de vida no es verdadero ni falso, es simplemente superfluo. Lovelock prefiere hablar de sistemas cibernéticos capaces de autorregularse. Un organismo vivo es un sistema capaz de autorregularse, y Gaia, de ser cierta su hipótesis, también es capaz de autorregularse a sí misma como un todo coherente. Aún así, no pocos malentendieron esto, y confundieron el concepto de homeostasis (la capacidad de los organismos vivos para autorregular sus propias condiciones) con el de organismo viviente propiamente tal. Y como Lovelock aceptó la sugestión de su amigo, el escritor William Golding, para llamar "Gaia" a su teoría, las acusaciones contra Lovelock de estar promoviendo ideas teológicas disfrazadas de ciencia arreciaron.

LA DIOSA NEW AGE.
Llegó la década de 1980, y con ella explotó el movimiento New Age. Como ha sucedido en otras ocasiones, el debate científico trascendió, se malentendió, y hubo quienes extrajeron una nueva religión de ello: el culto de Gaia. De esta manera, Gaia se transformó en la más importante de las diosas neopaganas adoradas en los círculos de la New Age.
Gaia era especialmente apta para esto: los científicos parecían haber probado que la Tierra era en verdad un organismo vivo (Lovelock jamás afirmó esto, por supuesto), y además, estaba la idea de recobrar a una diosa ancestral. Siendo decididamente antitecnológico, el movimiento New Age deseaba por supuesto regresar a las raíces culturales de la Humanidad, y al final del camino estaba el culto a la Tierra, llámese la Gaia de los griegos o la Pachamama de los antiguos pueblos andinos. De esta manera, el culto de Gaia prendió fuertemente, y surgieron varias sectas en torno de esta diosa resucitada.
Sin embargo, quienes desdeñan el éxito de Gaia como una chifladura propia de algunos New Age tejedores de ponchos, deberían mirar otra vez. Las religiones tienden a cambiar cuando lo hacen sus adoradores, y el mayor y más solapado cambio religioso que se está produciendo, es el retroceso de los dioses patriarcales y el advenimiento de las diosas, como correlato del crecimiento del poder femenino en el interior de las sociedades occidentales. Este movimiento fue presagiado ya en 1965 por Frank Herbert, quien en su novela "Dune" anunciaba que la exploración espacial iba a destruir a los antiguos dioses patriarcales, e iba a crear una religión del inmanentismo cósmico, encarnado como una especie de diosa del vacío estelar, y en "Dune", no por casualidad, la fuerza política más importante del universo era una cofradía de mujeres, las llamadas brujas Bene Gesserit. Gaia no es la única diosa que se ha puesto en la carrera por revitalizar el papel de las diosas. Hace poco, el éxito de "El Código Da Vinci" giraba en torno a la revalorización de María Magdalena como compañera de Jesús. Y dentro de la propia Iglesia Católica, hace tiempo que existe un fuerte movimiento mariano, que le otorga un poder cada vez mayor a la Virgen María. El éxito relativo de Gaia refleja una tendencia de los tiempos: después de unos tres o cuatro milenios a la penumbra de los dioses, quizás las diosas estén por tomarse una revancha fulminante. Después de eso, la historia de las religiones no volverá a ser lo mismo.

13 agosto 2006

EL MONSTRUO VOLADOR DE ESPAGUETI.

En una era cínica que se ríe de todo y de todos, tenía que surgir una religión que fuera completamente payasa. El Ojo de la Eternidad hace una crónica sobre el Pastafarismo, una pujante nueva religión que lucha por ganarse un cupo en la enseñanza de Estados Unidos, y cuyo dios es nada más y nada menos que... ¡El Monstruo Volador de Espagueti!


[IMAGEN SUPERIOR: El Monstruo Volador de Espagueti imparte la primera comunión a sus fieles. Esta parodia de "La última cena" de Leonardo da Vinci está tomado del sitio oficial de la religión del Pastafarismo].

HACIENDO DE LA RELIGIÓN UN SOBERANO PAYASEO.
Pareciera ser que todo aquello posible de ser planteado de forma seria, puede también ser ironizado de forma payasa. Y siendo la religión uno de los temas más serios posibles, también ha originado una cuantiosa cantidad de parodias. Sin embargo, habida cuenta del enorme poder que suelen tener en las sociedades organizadas quienes son detentadores de lo divino, o dicen serlo al menos, la sátira contra la religión puede conllevar enormes riesgos corporales, incluyendo la tortura o la pérdida de la vida.
Por eso, los blancos más seguros en materia religiosa, son aquellas religiones y credos que van en franco declive. En el siglo II d.C., el escritor grecosirio Luciano de Samósata las emprendió así contra la religión griega, que en esa época era apenas una sombra de sí misma. En sus "Diálogos de los dioses" y sus "Diálogos marinos" se reía a carcajadas de los dioses grecorromanos. Estas parodias difícilmente pueden ser comprendidas por el lector actual, salvo que tenga una buena formación histórica y conozca con cierto detalle los mitos griegos, pero para el que cumple esos requisitos, seguramente será una lectura hilarante. En el siglo XVIII, cuando el Cristianismo se batía en retirada ante la ciencia y la Iglesia Católica comenzaba a perder poder, surgieron también varias obras que criticaban a la religión. Entre los adalides de esta tendencia estaban Voltaire, y también C. A. Bürger, editor de una versión más o menos definitiva de "Las aventuras del Barón de Münchhausen". Por su parte mucho antes, en la España del siglo XVI, el anónimo autor del "Lazarillo de Tormes" se había atrevido a criticar a los clérigos tan ácidamente, que la obra cayó en el Indice de libros prohibidos por la Iglesia Católica.

EL MONSTRUO DEL ESPAGUETI VOLADOR.
El siglo XX resultó ser una marejada en donde se combinaron todas las tradiciones culturales del mundo en un único y ameboide sustrato cultural común. En medio de todo esto, las religiones establecidas perdieron bastante pie (lo están recuperando, pero eso es parte de otra historia). Por supuesto que uno de los grandes damnificados fue el Cristianismo. La Iglesia Católica trató de actualizarse en el Concilio Vaticano II, pero durante el Papado de Juan Pablo II hubo un movimiento contrarreformista que trató de regresar las cosas a como eran antes. En las otras ramas cristianas, hubo también francos retrocesos.
Pero de todas maneras, en Estados Unidos los movimientos cristianos siguen teniendo una fuerza notable. No en balde, Estados Unidos es la patria del Destino Manifiesto, filosofía que como detallamos en un posteo anterior de El Ojo de la Eternidad, se mezclan ideales judeocristianopuritanomasónicos para justificar de manera religiosa una actitud imperialista frente al mundo. Y dichos grupos conservadores consiguieron el poder suficiente para poner a cargo de todo a un "cristiano renacido", a George W. Bush. Una de las consecuencias de esto es el continuo entorpecimiento a las iniciativas científicas, y el apoyo decidido a grupos creacionistas, hasta el punto que los creacionistas luchan, basados en la Doctrina del Diseño Inteligente, por ocupar espacios iguales al Darwinismo en la enseñanza pública de los Estados Unidos.
En el año 2005, se supo que el Consejo de Educación del Estado de Kansas había aceptado formalmente que se dedicara tiempo igual a la enseñanza del Diseño Inteligente, y al Darwinismo. El especialista en computadoras Bobby Henderson se rebeló, y en carta abierta pidió que si se iba a equiparar la enseñanza de dogmas religiosos disfrazados de ciencia, con la ciencia verdadera, entonces todas las religiones debían tener igual oportunidad, y propuso la suya propia: el Pastafarismo.
El término "pastafari" es una parodia de "rastafari", por supuesto, pero en versión de pasta italiana, porque el dios propuesto por Henderson es el Monstruo Volador de Espagueti. La explicación del universo que proponen es simple: el universo fue creado por el Monstruo Volador de Espagueti, y toda la evidencia sobre el Evolucionismo fue plantada intencionalmente por dicho ser. La disminución de los piratas desde 1800 en adelante ha provocado el calentamiento global y el incremento de terremotos y huracanes, como lo prueban gráficos en que aparecen de manera correlacionada la disminución de los piratas y el aumento de la temperatura climática mundial (por eso los pastafaris se visten de piratas). Bobby Henderson es el profeta de la Primera Iglesia Unida del Monstruo Volador de Espagueti, y su símbolo es un tenedor. Todos estos elementos son una ácida sátira de diversos planteamientos cristianos y creacionistas, por supuesto.
Lo que Henderson no preveía, por supuesto, era que pronto la noticia pasaría a los blogs, y de ahí a los periódicos serios. Con lo que los pastafaris comenzaron a crecer en número.

¿Y POR QUÉ NO...?
Todo este asunto es, por supuesto, una profunda tomadura de pelo al Cristianismo en general, y al Creacionismo en particular. Sin embargo, lo grave de la cuestión es que demuestran crasamente la irracionalidad de la mayor parte de las religiones (o de todas). Los argumentos para demostrar la existencia del Monstruo Volador de Espagueti son, en el fondo, los mismos usados por teólogos serios y prominentes como Anselmo de Canterbury o Tomás de Aquino para tratar de probar la existencia de Dios. En el fondo, el Monstruo Volador de Espagueti es una gigantesca reducción al absurdo, llevar la lógica de los argumentos planteados sobre Dios hasta un extremo tal, que toda su irracionalidad quede de manifiesto. En efecto, si se trata de permitir el Creacionismo vía Diseño Inteligente al mismo nivel que el Darwinismo en las escuelas por un tema de enseñar a los alumnos una pluralidad de puntos de vista, no hay ninguna objeción lógica a permitir la entrada de los dogmas relativos al Monstruo Volador de Espagueti.
A las últimas, todo esto prueba igualmente el carácter poco democrático de los defensores del Creacionismo, y de los cristianos en general. ¿Debe una democracia tolerar a los intolerantes, a aquellos que de acceder al poder destruirían todo el orden democrático en conjunto, aunque esos intolerantes lo sean en nombre de una pretendida religión superior? ¿Tiene sentido usar como argumento la necesidad de puntos de vista plurales, para justificar el intento por imponer un único punto de vista...? ¿Tiene sentido tratar a la ciencia como una democracia...? Quizás el Monstruo Volador de Espagueti sea una burla o parodia, pero también funciona como una cruda manera de poner en escena diversos problemas que nuestras sociedades democráticas están teniendo hoy por hoy con las religiones institucionalizadas.

09 agosto 2006

UN AÑO.

Así pasa el tiempo. Hace exactamente un año, el 9 de agosto del 2005, partió este proyecto. En sus comienzos era algo bastante distinto, lo que es razonable, considerando que hubo cambios en las directrices, en el equipo, en las ideas rectoras... Pero El Ojo de la Eternidad ha seguido adelante, y ha cumplido su primer año en línea. Con quiebres, con cambios en la trayectoria, con períodos de posteo febril seguidos de largos silencios, pero siempre adelante, explicando algunos aspectos curiosos o poco conocidos de las religiones, y tratando de hacer entender los temas que, para algunos, pueden parecer esotéricos, o proporcionando la información faltante que en muchos casos no es mayormente difundida por presiones eclesiásticas o de otro tipo. Nuestro compromiso ha sido siempre con la objetividad y la imparcialidad, y seguiremos en nuestro segundo año. Para muestra de eso, basta con ver nuestra sección de enlaces: desde nuestra página se pueden encontrar los enlaces a los sitios oficiales religiosos, incluyendo al Vaticano mismo, y también a sitios que son críticos con respecto a la religión.
Y para festejar nuestro primer año, nada mejor que un artículo especial, que hacía tiempo veníamos preparando: un artículo sobre las pruebas de la existencia de Dios. Disfrútenlo, y nos vemos el segundo año en EODLE, El Ojo de la Eternidad.

LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS.

¿Existe verdaderamente Dios? Aunque en principio eso es asunto de fe, lo cierto es que decirle a otra persona que tenga fe en algo superior no siempre funciona. Si se pudieran encontrar los argumentos por los cuales se demostrara lógica y racionalmente la existencia de Dios, sería entonces posible convertir a cualquier persona a la religión propia. Sin embargo, ¿es esto factible? El Ojo de la Eternidad aborda el espinoso problema de probar la existencia de Dios.


[IMAGEN SUPERIOR: Dios en su trono, tal y como es visualizado en la Crónica de Nüremberg, uno de los primeros libros impresos, en el siglo XV].

EL PROBLEMA DE LA PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE DIOS.
Todas las personas que tienen fe en Dios, consideran su existencia como algo evidente por sí mismo, y por tanto, que no requiere prueba. Uno de los argumentos favoritos de los predicadores de puerta en puerta es la "sensación interna", el sentir dentro del corazón que Dios existe después de mucha oración, y le recomiendan a la otra persona que rece para que Dios le ilumine, de la misma manera en que le ha iluminado a ellos. ¿Cuántas veces no se ha escuchado decir a alguien que no cree en Dios, que éste debe probar que no existe? Y sin embargo, existen personas para quienes la existencia de Dios no es evidente, bien sea porque no crean derechamente (ateos) o porque suspendan su juicio al respecto (agnósticos). Y muchos de ellos, han llegado a esa conclusión después de haber rezado, y desarrollar la "sensación interna" de que la oración es inútil. Peor aún: hay gente que cree en Dios, pero no es el Dios de uno, y para peor, uno de los dos (o ambos) son monoteístas estrictos, de manera que existe o un Dios o el otro, pero no pueden existir ambos a la vez. Por ejemplo, el Dios cristiano que se expresa por una Santísima Trinidad (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es incompatible con el Alá rígidamente monoteísta de los musulmanes.
Por esa razón, la prueba por la mera fe no siempre es suficiente. Y eso ha llevado a muchos pensadores a tratar de encontrar la manera de probar la existencia de Dios no por la fe, que a fin de cuentas es un argumento emocional, sino por la razón, por argumentos lógicos tan impecables y razonables, que una vez conocidos, sea imposible dudar de la existencia de Dios. Por desgracia, en eso no les ha ido demasiado bien. La prueba está en que después de tanto tiempo, aún no existe una prueba tan satisfactoria que, de sólo mostrarla a cualquier persona, ésta se vuelva ipso facto un creyente. Pero muchas de esas pruebas están presentes en el lenguaje cotidiano de las personas, y por tanto, es bueno examinarlas con un poco más de detención.

EL ARGUMENTO ONTOLÓGICO.
La prueba ontológica es considerada la madre de todas las pruebas sobre la existencia de Dios. Inmanuel Kant consiguió probar en su tiempo que esta prueba condensaba en sí misma todas las otras pruebas clásicas de la existencia de Dios. Fue formulada en términos "modernos" por primera vez, por el teólogo inglés Anselmo de Canterbury, en el siglo XI. El argumento funciona más o menos así: existen cosas que son mejores que otras, y de esas cosas decimos que son más perfectas que las otras. Por tanto, tiene que existir algo que sea lo más perfecto de todo. Como Dios es la suprema perfección, y tiene que existir algo que sea supremamente perfecto, luego Dios existe.
A primera vista parece muy lógico, pero este argumento encierra una trampa: es un argumento circular. Este argumento parte de la idea de definir a Dios como la suprema perfección, para luego demostrar que Dios es la suprema perfección. De manera más grosera, puede resumirse en lo siguiente: Dios es lo más perfecto que existe, y como tiene que existir algo muy perfecto, Dios tiene que existir. Por supuesto que la idea de perfección es algo bastante relativo: para Hitler un mundo perfecto no hubiera incluido a los judíos, y para Simon Wiesenthal, los nazis también hubieran sido expurgados de dicho mundo perfecto. Por otra parte, abusa del hecho de que en nuestra tradición judeocristiana, existe en efecto una idea de que Dios es supremamente perfecto, todopoderoso y omnisciente, por lo que consigue pasar una idea intuitiva como un razonamiento lógico.
En beneficio de Anselmo, debemos decir que en su tiempo estaba de moda el realismo platónico. Esto es, la noción de que existe una realidad superior conformada por conceptos ideales, de la cual nuestro mundo terrestre es simplemente un reflejo. Por tanto, los conceptos no son sólo abstracciones destinadas a comunicar cosas, sino cosas que existen en verdad por sí mismas. De ahí que considerara que ideas como "Dios" y "perfección" fueran perfectamente tangibles. En un sistema así, el argumento de Anselmo tiene un cierto sentido, aunque no consigue eliminar otras objeciones (por ejemplo: ¿cómo sabemos que mi idea de "perfección" es LA idea de perfección por sí misma?).

LOS ARGUMENTOS DE "LO PRIMERO".
Hay dos argumentos estrechamente emparentados, que aluden a Dios como "lo primero". Una variante es la "Causa Primera", y el otro, el "Motor Inmóvil".
La causa primera dice que todo efecto tiene una causa. Si seguimos la línea de causalidad hasta su más remoto comienzo, encontraremos una "causa primera", que no es efecto de nada. Por tanto, esta causa incausada es Dios, que echó a andar el universo.
El motor inmóvil es similar. El universo entero está en movimiento, y para que haya movimiento, debe existir un motor. Por tanto, retrocediendo y retrocediendo, es posible alcanzar un motor que a su vez carezca de su propio motor. Este "Motor Inmóvil" es Dios.
Estos argumentos tienen su peso a la luz de la ciencia moderna, porque lo cierto es que los científicos no atinan aún a explicar cómo es posible que el universo exista. Antes del Big Bang, según la Teoría de la Relatividad, no pudo haber espacio y tiempo, porque estos dependen de la materia y la energía, y por tanto, antes de la creación de las mismas no podía existir nada, ni siquiera un "antes". Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente lógico, este argumento tampoco es convincente: no hay nada que, en principio, impida que la concatenación de causas y efectos hacia atrás se produzca hasta el infinito. De hecho, en la Antigua India y en la Antigua Grecia se concebía al universo como infinito en el espacio y en el tiempo, y nadie pensaba que hubiera un creador al comienzo de todo. Y en cuanto a la ciencia moderna, el que no haya conseguido explicar el Big Bang por ahora no es prueba de que el Big Bang carezca por completo de toda explicación.

OTROS ARGUMENTOS EMPARENTADOS.
Existe un argumento relacionado, que es el "argumento del diseño". Este es bastante popular entre las personas comunes, y dice más o menos así: el universo es tan complejo e intrincado, que no puede haberse hecho sólo, y por tanto, alguien tuvo que crearlo. Suena lógico e intuitivo, porque estamos acostumbrados a la idea de que los objetos complicados de nuestra tecnología sean fabricados por alguien. Y sin embargo, esta prueba se desmorona porque no hay razón alguna para desestimar lo contrario, que el universo pueda ser autocontenido, y por tanto, se haya creado a sí mismo (o mejor dicho, no tenga principio ni fin). Este argumento presupone un "deus ex machina", un Dios fuera de la maquinaria de la Creación, pero podríamos perfectamente argumentar que, siendo el universo todo lo que puede existir, no puede haber nadie "afuera" de él, o automáticamente, al interactuar con nuestro universo (aunque sea para crearlo), formaría parte de él. Lo que nos llevaría a preguntarnos: si lo complejo tiene que ser creado por alguien, ¿quién creó a alguien tan complejo y poderoso como el mismo Dios? ¿Otro Dios más poderoso? En el fondo, es el viejo truco ontológico de definir a Dios de una manera, para luego probar que Dios es de esa misma manera: en este caso no definimos a Dios como "suprema perfección", sino como "gran diseñador" (o "Gran Arquitecto", en términos masónicos), para luego decir que como existe la Creación, eso prueba al Gran Diseñador.
Un Argumento más débil es el llamado "argumento histórico". Dice que todos los pueblos de la Tierra creen en algo superior, y por tanto, ese algo superior debe existir. Por supuesto que eso no prueba nada, porque bien puede pasar que una mayoría de personas crean algo, y ese algo resulte en definitiva errado: durante mucho tiepmo, por ejemplo, la gente creía que la Tierra era plana, pero ahora existe una aplastante cantidad de evidencia según la cual la Tierra es redonda. El creer que la Tierra era plana no la hacía plana en los hechos.

EL ARGUMENTO MORAL.
Otro argumento clásico que supuestamente prueba la existencia de Dios es el llamado "argumento moral". Dice, muy sucintamente, que existe el bien y la justicia, bien de manera objetiva, o bien como una percepción subjetiva de algo que es deseable por nosotros. Por tanto, debe existir alguien supremo que nos permita definir esos valores, y ese alguien supremo probablemente sea Dios.
Este argumento tiene un montón de agujeros, y es raro que lo haya postulado Kant, como su propio argumento novedoso, después de destripar el argumento ontológico y sus variantes. Raro, porque lo cierto es que el argumento moral es también otra variante del argumento ontológico: define a Dios como suprema justicia o suprema bondad, y luego prueba que existe Dios porque dicha suprema justicia o suprema bondad existe. Y eso, concediendo que pueda existir algo así como la bondad suprema, algo que por ser de naturaleza ética, no puede ser probado por medios empíricos.
Eso no quita que este argumento sea bastante popular. En el fondo, es un refinamiento de la idea de que debe existir alguien supremo que compense a los buenos por sus padecimientos en el mundo, y castigue a los malos por sus crímenes. Pero eso no pasa de ser un noble anhelo, y por tanto, no es prueba de nada.

LA POSICIÓN DE LAS RELIGIONES.
Estos argumentos suelen aparecer en religiones muy desarrolladas, cuando la Teología se ha desarrollado su resto. La verdad es que estos argumentos lógicos impresionan bien poco a las religiones institucionalizadas. Para ellas, la existencia de Dios está suficientemente probada por el hecho de que Dios ha revelado a sus fieles sus textos sagrados en los que expresa su propia verdad. Esta noción es característica del pensamiento cristiano, al hablar de la Biblia como la Palabra de Dios, y por tanto, la existencia misma de la Biblia es considerada prueba suficiente de la existencia de Dios aunque, analizándola de manera rigurosa, queda bien claro que si hubo inspiración divina, ésta fue brutalmente tergiversada por quienes la recogieron, hasta el punto de hacer decir a Dios cosas contradictorias en numerosos pasajes. En donde la noción de texto revelado llega más lejos, es en la religión musulmana. Allí, el Corán no es sólo un libro, y no es sólo la Palabra de Alá, sino que además es una entidad con existencia eterna e inmutable, el llamado Corán Increado. Esta es la razón por la que el Corán sólo es sagrado en lengua árabe, y sólo puede ser traducido con fines de difusión y pedagogía, de la misma manera como la ley puede ser publicada por cualquiera, pero no tiene valor oficial si el Estado no otorga los permisos correspondientes a la editorial de turno (por cierto, con eso nos enteramos de que Alá habla árabe).
En cuanto a la Iglesia Católica, considera como pruebas oficiales de la existencia de Dios, aquellas propuestas por Tomás de Aquino en el siglo XIII. Estas eran, básicamente, la prueba ontológica, el argumento del diseño, la causa primera, y el motor primero. Como dijimos, en el siglo XVIII fueron sometidas a una demoledora crítica por Kant, pero la Iglesia nunca se ha dado por enterada de esto.

¿ES POSIBLE PROBAR LA EXISTENCIA DE DIOS?
Después de todo esto, uno podría buenamente preguntarse si es posible o no probar la existencia de Dios. La respuesta a ello probablemente sea negativa.
Si definimos a Dios como lo más grande, supremo y trascendente, como alguien infinito o inmanente, entonces Dios lo es todo. Probar la existencia de algo así es, por tanto, imposible desde el punto de vista lógico, toda vez que los argumentos lógicos requieren trabajar con elementos perfectamente definidos y acotados. Y los experimentos científicos, por su parte, requieren trabajar con modelos bien definidos, con variables controladas, y por tanto, no puede haber un experimento científico que considere al universo entero como una variable. Algo así sería como el mapa de cierto cuento de Borges, que a fuerza de ser tan detallado, terminó por ser del mismo tamaño que el territorio cartografiado.
La buena noticia para los creyentes es que, si esto es así, no sólo no puede probarse de manera lógica la existencia de Dios, sino que tampoco puede probarse de manera lógica su inexistencia. Por tanto, los ateos rigurosos que niegan la existencia de Dios también incurren en un error lógico. La razón es la siguiente: la falta de prueba de un hecho positivo, no significa automáticamente que queda probado el hecho negativo contrario. Por ejemplo, si no se puede probar más allá de toda duda razonable que alguien cometió un asesinato, de ello no se deduce automáticamente que dicha persona no ha cometido ese asesinato: puede ser simplemente que lo haya cometido, y luego haya sido muy hábil para esconder las pruebas.
Así, pues, la pura razón no puede probar a Dios, o negarlo, y la ciencia tiene graves dificultades para intentar algo así. Por tanto, la existencia de Dios sigue siendo ante todo, un asunto de fe.

06 agosto 2006

¿EXISTIÓ JESÚS...?

La existencia de Jesús de Nazaret como personaje histórico está tan sentada en la mentalidad popular, que cuesta salirse de ella para hacerse una cuestión vital: ¿cómo sabemos realmente que Jesús existió? ¿Son los Evangelios fuente de información histórica suficiente...? El Ojo de la Eternidad aborda la gran cuestión religiosa: ¿cómo sabemos que Jesús verdaderamente existió...?


[IMAGEN SUPERIOR: La crucifixión de Jesús, según la Crónica de Nüremberg, uno de los primeros libros impresos en Europa, en el siglo XV].

LA EVIDENCIA DE LA EXISTENCIA DE JESÚS.
¿Cómo sabemos que Jesús existió? Para la mayor parte de la gente, la respuesta se da por descontado: los Evangelios sinópticos (es decir, los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, que son los que constan en la Biblia canónica, concretamente en el Nuevo Testamento) dicen que existió y refieren su historia. Y esto sería suficiente.
El problema es que, en un análisis más serio, esto no resulta suficiente. Sucede que en los Evangelios se narran eventos de carácter sobrenatural, que tienen muy poco de históricos. ¿Qué diríamos de un texto histórico en donde Napoleón Bonaparte apareciera multiplicando los panes y los peces para alimentar a la Grande Armée en la Rusia de 1812? ¿O uno en donde Cristóbal Colón convirtiera el agua del mar en vino para aliviar los padecimientos de su tripulación? Diríamos que tales cosas son imposibles, porque Napoleón o Colón eran simples humanos, y un humano no puede hacer esas cosas. Pero se supone que Jesús no era humano, sino divino, y por eso hacía todo lo que dice en los Evangelios, ¿no? Pues bien, ¿cómo sabemos que hizo todo eso, a diferencia de Napoleón y Colón, que no podían obrar milagros? Pues porque los Evangelios lo dicen... O sea, se trata de un círculo vicioso: sabemos que Jesús existió porque lo dicen los Evangelios, y al mismo tiempo, los Evangelios son ciertos porque narran las peripecias de un hombre divino que sabemos que existió porque los Evangelios también lo dicen... Por ese camino también podríamos argumentar que Gandalf existió, porque en "El Señor de los Anillos" se recopilan sus verdaderos y ciertos milagros...
Entonces la pregunta de cómo sabemos si Jesús existió, no es tan simple de responder.

LAS DUDAS SOBRE JESÚS.
El problema con los Evangelios es que fueron escritos por gente allegada a Jesús, sus primeros seguidores. Como en esa época el Cristianismo era todavía una secta judía, los que se atrevían a ser cristianos la tenían difícil, y por tanto, serlo exigía una gran valentía personal. La misma que puede llevar a un cronista o un historiador a adulterar los hechos, pasando por sobre la verdad objetiva, para contarnos cosas que nunca ocurrieron del modo en que dichas cosas tuvieron en verdad lugar.
Durante siglos, la historicidad de los Evangelios estuvo completamente fuera de dudas. El enorme peso que tenía la Iglesia Católica impidió cualquier estudio crítico o historiográfico sobre éstos, y por tanto, las dudas personales que los historiadores pudieran cobijar, debieron quedar para su fuero interno. Después de todo, la Iglesia había mandado a la hoguera a Giordano Bruno en 1600 por atreverse a predicar la infinitud del universo, y contradecir así la historia de la Creación según el Génesis.
Todo esto cambió en el siglo XIX. Los hijos de la Ilustración y el Racionalismo decidieron que había llegado la hora de desembarazarse del lastre cultural de la Iglesia, a la que acusaban de fomentar la superstición y el oscurantismo. Se lanzaron a estudiar entonces los Evangelios, y lo que encontraron fue objeto de una gran sorpresa. Porque lo cierto es que los Evangelios, lejos de ser textos monolíticos e históricamente incuestionables, estaban llenos de errores, omisiones y contradicciones que no resistían un análisis lógico demasiado severo.
No entraremos en el detalle de estos errores, pero sí abordaremos una de sus consecuencias: se descubrió que la figura de Jesucristo había sido modelada según el mito del "héroe solar", el Sonnenmensch. De esta manera, Jesucristo pasa por un nacimiento virginal, sobrevive a un gran peligro apenas recién nacido, pasa algunos años de preparación, emprende su misión, cae en las garras del mal, muere y resucita, y vence definitivamente al mal. Como hemos mencionado antes en El Ojo de la Eternidad, este es el libreto sobre el cual se construyen muchos héroes míticos: Zeus, Osiris, y más modernamente, Luke Skywalker, Superman y Neo. De lo cual dedujeron que Jesucristo era una pura leyenda o invención, y que jamás existió.
Sin embargo, ¿era realmente posible que nunca hubiera existido Jesús de Nazaret...?

LAS PRUEBAS DE LA EXISTENCIA DE JESÚS.
En el fondo, los historiadores hipercríticos del siglo XIX cometieron el mismo error lógico que los cristianos, pero a la inversa: los cristianos decían que parte de los Evangelios eran creíbles, y luego, todos ellos tenían que ser ciertos, y los historiadores críticos, que parte de ellos eran falsos, y por tanto, todos ellos tenían que ser un embuste. Pero como suele suceder, la verdad parece estar en algún punto medio.
Como dijimos, los Evangelios son una fuente interesada. Quienes escribieron los Evangelios, no tenían intención de hacer historia, sino apología: no les interesaba referir la historia exacta de Jesús de Nazaret para hacer un estudio crítico sobre él, sino hacer propaganda de sus ideas para promover las ideas cristianas. Por tanto, si encontráramos fuentes no cristianas sobre Jesús, podríamos confiar en que éstas serían más fieles, por ser a su vez más imparciales.
Y lo cierto es que esas fuentes existen. Entre los judíos, el más destacado historiador del siglo I fue Flavio Josefo. Este escribió dos libros, las "Antigüedades de los judíos" y las "Guerras de los judíos", en las cuales menciona muy a la pasada la existencia de un profeta llamado Jesús, que hacía milagros en aquel tiempo. Y aún más allá, en el ámbito romano, los historiadores Tácito ("Anales") y Suetonio ("Vida de Calígula") mencionan la existencia de un líder religioso judío llamado Jesús.
Puede parecer sorprendente lo parco de dichas menciones. ¿No fue acaso Jesús un gran personaje, un hombre extraordinario? Para nosotros sí, porque fundó el Cristianismo, pero para ellos, Jesús debió haber sido otro judío más, como muchos líderes religiosos que hubo entre ese pueblo en aquel tiempo. Y los judíos no eran un pueblo muy importante en el Imperio Romano. Lo raro, en ese sentido, es que algún romano hubiera dedicado una obra entera sólo a Jesús.
Si asumimos entonces que existió un Jesús, y que fue un líder religioso judío, cobra más sentido entonces que los Evangelios describan a Jesús como un judío.
Claro que todo esto prueba la existencia real de un líder religioso judío llamado Jesús de Nazaret, que obró aproximadamente en torno del año 30, y que falleció de manera violenta. Por supuesto que no es prueba alguna de que Jesús haya realizado todos los milagros que se le atribuyen, y menos, que haya sido el Hijo de Dios. Pero al menos, los cristianos pueden irse a la cama algo más aliviados. Después de todo, Jesús existió, y si bien los documentos de la época no prueban su divinidad, tampoco son prueba en contrario, por lo que eso sigue, de momento, entregado a la fe y las convicciones personales de cada uno...