28 enero 2007

EL JUICIO CONTRA GALILEO GALILEI.

Uno de los más famosos y emblemáticos momentos de la historia religiosa de todos los tiempos, es el juicio seguido por la Iglesia Católica contra Galileo Galilei. Consagrado por años como una rebelión intelectual del pensamiento libre contra el escolasticismo y el dogmatismo de la Iglesia Católica, se ha construido toda una mitología en torno a dicho juicio. Y sin embargo, no todo es como lo pinta la tradición. El Ojo de la Eternidad refiere los entretelones de uno de los episodios más polémicos en la historia científica y eclesiástica.


[IMAGEN SUPERIOR: El juicio contra Galileo Galilei. Ante la Santa Inquisición debió retractarse de sus afirmaciones].

LA LEYENDA DE GALILEO CONTRA EL OSCURANTISMO.
El juicio a Galileo Galilei, celebrado en el año 1633, ha pasado a la historia de la religión como un baldón o infamia de la Iglesia Católica. Galileo ha sido considerado como el defensor del secularismo frente a una Iglesia Católica completamente inflexible y terca en sus afirmaciones. De esta manera, el juicio tiene por sí mismo un valor mítico que supera a los hechos históricos.
Y sin embargo, los hechos históricos son, como de costumbre, un poco más complicados de lo que parece a simple vista. Decir que la Iglesia Católica obró en el vacío y tronando desde lo alto es en realidad una exageración, y por otra parte, también Galileo se extralimitó en la defensa de un modelo heliocéntrico que, contra la creencia generalizada de las gentes en la actualidad, no estaba ni de lejos perfectamente probado en ese tiempo.

LA VISIÓN OFICIAL DEL UNIVERSO SEGÚN LA IGLESIA CATÓLICA.
Durante la Edad Media, la Iglesia Católica había asumido una actitud bastante reacia a la ciencia. Por definición, la ciencia busca interrogar a la naturaleza mediante la experimentación, y por tanto no se fundamenta en verdades sagradas o absolutas. Por ende, la religión miró desde siempre el desarrollo científico con sospechas. Ya en 1292, la Iglesia llevó a juicio al sacerdote Roger Bacon, por sus incipientes experimentos científicos.
Pero como la Biblia no era especialmente informativa sobre la estructura del mundo, la Iglesia Católica se apoyó en una serie de textos griegos que parecían concordar con la visión bíblica del mundo. En Astronomía, el texto clave era el "Almagesto" de Claudio Ptolomeo, un matemático griego que vivió en Egipto en el siglo II dC. Llevando la contraria a otros griegos como Aristarco o Pitágoras, por ejemplo, Ptolomeo sostenía que la Tierra era el centro del universo, y todos los otros cuerpos celestes, incluyendo al Sol, giraban en su torno. Esto se encuentra en consonancia con la Biblia, concretamente con Josué 10:12-14, ya que se señala que Yahveh detuvo el Sol sobre el valle de Gabaón. Además, el que Dios cree primero el firmamento primero y el Sol después (Génesis 1:6-8 y Génesis 1:14-19) parece presuponer un Sol subordinado a la Tierra, en particular porque Génesis 1:7 presupone no un cielo vacío y abierto hasta el infinito, sino una especie de gigantesco océano de aguas, más allá de la bóveda celeste rellena de aire, en donde están los cuerpos celestes.
El problema que ya habían detectado los antiguos griegos, es que los planetas no se mueven de la manera en que deberían, si el universo fuera de esa manera. Concretamente, los planetas hacen unos rizos muy extraños en el cielo. Para explicar esto, los astrónomos tuvieron que desarrollar un complicado sistema de órbitas que se mueven en círculos dentro de círculos, llamados epiciclos y deferentes, para salvaguardar el principio de que los planetas, por ser cuerpos celestiales y por ende perfectos, no podían moverse de otra manera que no fueran en círculos, que a juicio de los filósofos y teólogos era la figura perfecta. Y más de alguien empezó a preguntarse si no habría una manera más simple de entender el mundo.

IRRUMPE EL MODELO HELIOCÉNTRICO.
En el siglo XVI, un médico polaco llamado Nicolás Copérnico se dedicó a hacer una serie de observaciones, y publicó un libro destinado a hacer revolución: postulaba que no era la Tierra, sino el Sol, el centro del universo. Consciente de que aquello podía ofender a la Iglesia Católica, esperó décadas antes de publicar sus ideas, y cuando el libro vio la luz en 1543, Copérnico estaba ya en su lecho de muerte, a la edad de 70 años.
Pero las nuevas ideas no ofendieron a la Iglesia, al menos en principio. Copérnico presentaba su modelo como un simple artificio matemático para facilitar los cálculos astronómicos, y no como una verdad sobre la estructura del cielo. Esto tranquilizaba a las mentes católicas. Incluso Tycho Brahe, observando una supernova en el año 1572, pudo poner en tela de juicio el dogma de la inmutabilidad de los cielos sin problemas, aunque trabajaba para el cristianísimo Emperador de Alemania. Pero el panorama se puso más oscuro cuando un filósofo llamado Giordano Bruno, aprovechando las últimas ideas astronómicas de su tiempo, dijo que el universo quizás era infinito en el tiempo y en el espacio. Como esta idea contradecía el dogma de la creación ex nihilo (de la nada) que postula el Génesis, Bruno fue juzgado por la Inquisición, y finalmente quemado en la hoguera en 1600.
Algo más tarde, la disputa se tornó más espesa. En 1610, el astrónomo Galileo Galilei, a la sazón el científico oficial de la corte del Gran Duque de Toscana, dirigía por primera vez un telescopio al cielo. Entre sus hallazgos estaban las fases de la Luna y de Venus, así como las manchas solares y los cráteres lunares. Galileo se convenció entonces de que el modelo heliocéntrico era correcto, y lo defendió como una verdad de hecho en un escrito que fue finalmente condenado por la Inquisición en 1616. Contra la convicción popular, la verdad de las cosas es que en ese entonces toda la prueba acumulada sobre el modelo heliocéntrico era meramente circunstancial. La primera prueba empírica irrefutable sobre el heliocentrismo se obtendría recién a comienzos del siglo XVIII, esto es, unos ochenta años después de la muerte de Galileo, cuando se realizaran observaciones en Júpiter tendientes a descubrir un tema tangencial, cual era el valor de la velocidad de la luz.

GALILEO CONTRA LA INQUISICIÓN.
La verdad de las cosas es que Galileo eligió una mala época para defender el modelo heliocéntrico. La Iglesia de comienzos del siglo XVII se había visto profundamente influida por el espiritualismo y el ultramundanismo propios del Concilio de Trento (1545-1563), que a su vez era respuesta a la Reforma Protestante que Martín Lutero había iniciado en 1517. La Iglesia Católica de la segunda mitad del siglo XVI, y el siglo XVII, buscaba así reafirmar la ortodoxia a rajatabla, como una manera de lidiar con los rebeldes cismáticos del norte que acusaban a la Iglesia Católica de no ser lo suficiemente fieles a las Sagradas Escrituras, algo que entonces y ahora es en realidad cierto. No por casualidad, tanto Copérnico como Brahe provenían de países lejanos a la férula pontificia, ya que eran polaco uno y alemán el otro. Para colmo, en 1618 había estallado la Guerra de los Treinta Años, en la que el católico Emperador de Alemania trataba de aplastar a los rebeldes príncipes protestantes. La guerra pronto se embrolló hasta el punto que el Papado tuvo que elegir entre dos facciones igualmente católicas, la Francia del Cardenal Richelieu o el Sacro Imperio Romano Germánico. En ese clima, para la Iglesia defender la ortodoxia católica no era sólo cuestión doctrinal, sino incluso de supervivencia política.
Todas estas consideraciones pesaron a la hora de tratar con Galileo Galilei. Cuando se le prohibió defender el sistema heliocéntrico en 1616, Galileo aceptó sumisamente, pero las cosas cambiaron en 1623, porque un antiguo amigo llamado Maffeo Barberini fue elegido como Papa Urbano VIII. Urbano VIII tenía una visión moderna de las cosas, y descreía un tanto de la tradición, pero "visión moderna" significaba también cálculo maquiavélico, y si eso significaba sacrificar a un amigo para salvar la posición política de la Iglesia en el complicado mapa diplomático internacional del minuto, iba a hacerlo sin vacilar.
Pero Galileo, ajeno a consideraciones políticas, tomó el nombramiento de Urbano VIII como una buena noticia, y escribió un diálogo llamado "Diálogo sobre los dos principales sistemas del mundo". En él se presentaba a un interlocutor que defendía el sistema geocéntrico de Ptolomeo, y a otro que defendía el sistema heliocéntrico de Copérnico. Con esto se pretendía argumentar que el sistema heliocéntrico era presentado sólo como hipótesis, pero en verdad, era una defensa desembozada del Heliocentrismo. No costó mucho que los sacerdotes convencieran a Urbano VIII de que Galileo había abusado indignamente de la confianza de su antiguo amigo, y entonces la Inquisición citó a Galileo a Roma. El Gran Duque de Toscana, protector de Galileo, estaba en una posición comprometida, y no pudo defenderlo, por lo que Galileo no tuvo más remedio que acudir ante el tribunal.
Contra la leyenda popular, no hay evidencia alguna de que Galileo Galilei haya sido torturado, aunque sí estuvo en prisión. El procedimiento inquisitorial era simple. Si el acusado abjuraba, se le condenaba como pecador, pero podría conservar la vida. Si negaba, tendría que probar su inocencia, algo bien difícil cuando la Inquisición ya de alguna manera había tomado una decisión sobre su culpabilidad, y si la Inquisición condenaba, el castigo sería la hoguera. Galileo sabía que iba en serio: después de todo, habían quemado a Giordano Bruno por razones más o menos similares. Por lo que en ese año 1634, Galileo se decidió a abjurar. Dice la leyenda que Galileo murmuró: "E par si muove" ("y sin embargo se mueve"), refiriéndose a la Tierra, pero no hay evidencia de esto.
Galileo fue condenado a prisión en los calabozos de la Inquisición a discreción de ésta, pero esto se transformó después en arresto domiciliario de por vida. Falleció en su hogar ocho años después, en 1642. Había quedado ciego mucho antes, probablemente debido a sus muchas observaciones dirigidas hacia el Sol. Su último libro, sacado clandestinamente por amigos a Holanda, versaba no sobre Astronomía, sino sobre Mecánica.
Como puede apreciarse, los entretelones del juicio a Galileo son bastante más complicados de lo que leyenda negra reza. La Iglesia Católica se comportó de manera intolerante, es cierto, pero no es menos cierto que estaba bastante presionada en aquellos años. Por otra parte, el modelo heliocéntrico que Galileo defendía con tanto ardor no estaba ni de lejos completamente probado, y a su manera, al defenderlo como una verdad establecida, Galileo se comportó de manera tan dogmática como la propia Iglesia Católica. Pero después vino la Ilustración, y en el siglo XVIII, buscando héroes seculares que lucharan contra los sacerdotes y su odioso oscurantismo, los ilustrados reivindicaron la figura de Galileo Galilei como un defensor de la libertad de pensamiento, algo que era, pero sólo hasta cierto punto.

21 enero 2007

OSEAS Y EZEQUIEL.

Hace un año atrás, cuando salió la encíclica "Deus caritas est" de Benedicto XVI, señalamos que los profetas más citados en ella fueron Oseas y Ezequiel, y destacamos su visión perversa del sentimiento amoroso. Y quedó pendiente la explicación de esto. ¿Fueron verdaderamente Oseas y Ezequiel profetas de Dios? ¿O por el contrario, fueron personalidades psicológicamente anormales que consiguieron hacer pasar su palabra como la de Dios? El Ojo de la Eternidad analiza a dos controvertidos profetas bíblicos, para determinar la verdad detrás de ellos.


[IMAGEN SUPERIOR: Ilustración de Julius Schnorr para el pasaje de Ezequiel 1:26, en el cual se aparece Yahveh a Ezequiel para llamarlo a su misión profética].

LOS PROFETAS DE LA BIBLIA.
Desde siempre el ser humano ha sentido la necesidad de conocer el futuro, y los hebreos no fueron la excepción. En tiempos véterotestamentarios, los profetas fueron una verdadera institución. Lejos de ser personas enclaustradas en la vida espiritual, estos profetas muchas veces se metían en asuntos de alta política, y eran una fuerza social de temer. Lo que les daba su poder era el supuesto contacto que tenían con Yahveh, el haber sido supuestamente elegidos por éste para ser sus mensajeros. Y sin embargo, muchas veces se ha expresado dudas sobre la verdadera capacidad profética de estos hombres. En primer lugar, muchas de sus profecías son condicionales ("SI no se convierten...", "SI no se arrepienten..."), lo que deja bastante malparada a la omnisciencia divina. En segundo lugar, la exactitud de muchas profecías ha llevado a los investigadores a la conclusión obvia de que muchas de ellas fueron redactadas después de los eventos transcurridos, achacándoselas a los profetas más viejos. En la actualidad, siguiendo las diferencias de estilo y referencias internas, se sabe que muchos libros "unitarios" de la Biblia han sido escritos por dos y hasta tres personas, siendo Isaías el ejemplo más claro de ello (los capítulos 1 a 39 son de Isaías, pero desde el 40 al 54 son de un autor anónimo llamado convencionalmente el Segundo Isaías o Deuteroisaías, y los capítulos 55 a 66 de un Tercer Isaías o Tritoisaías).
Entonces, ¿qué credenciales pueden tener los profetas bíblicos para hablar en nombre de Dios? Quizás la respuesta más simple sea: probablemente no eran personas con la psique en todos sus cabales.

OSEAS.
El profeta Oseas predicó en el siglo VIII aC. Le tocó vivir los días finales del Reino de Samaria, y profetizó insistentemente su ruina. Sin embargo, en esto Oseas no decía nada nuevo, que una persona normal y corriente no fuera capaz de darse cuenta en ese tiempo, como lo sabemos por la lectura comparada del Segundo Libro de Reyes.
Lo realmente novedoso en Oseas es plantear esto a través de la metáfora del matrimonio: Israel ha sido como una esposa infiel, y por eso Yahveh perderá a Israel, así como el esposo engañado repudia a la esposa infiel.
El elemento significativo, y que hace dudar de la estabilidad mental de Oseas, es la manera por la cual llegó a esta metáfora: "Cuando Yahveh comenzó a hablar por medio de Oseas, le dijo al profeta: Anda y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yahveh" (Oseas 1:2). El capítulo 2 íntegro es el discurso de Oseas a su mujer, para repudiarla por ser una prostituta. Y después, Yahveh ordena a Oseas abuenarse con su esposa prostituta (Oseas 3:1).
Si eliminamos a Yahveh y lo consideramos como un mero resorte psicológico, así como Homero utiliza a los dioses griegos como una metáfora del comportamiento psicológico de sus héroes, queda un cuadro harto deprimente. Resulta que Oseas se ha casado con una prostituta, a sabiendas de lo que era, y después la repudia por ser tal, sólo para regresar con ella. Y de todo esto no se responsabiliza a sí mismo, sino a Dios. Al revés: hace pasar todo esto como un mandato divino para representar la "prostitución" de Israel frente a Dios, con lo que él mismo se coloca en el papel de un dios traicionado. Es probable que si un psiquiatra de hoy en día se topara con un paciente así en la consulta, no le quedara otro remedio que diagnosticar una psicosis con componentes mesiánicos, o alguna afección mental similar.

EZEQUIEL.
Ezequiel es considerado un profeta "complicado", ya que su obra está llena de alegorías y metáforas diversas. En realidad, no está claro quien escribió el libro de Ezequiel, en particular considerando que el capítulo 24 parece cerrar el libro, y todo lo posterior (capítulos 25 a 48) podría ser un añadido posterior, escrito por alguien que tratara de imitar conscientemente el estilo de Ezequiel.
Ezequiel sigue más o menos el mismo patrón que Oseas, aunque sin el componente mórbido de una relación sadomasoquista con una prostituta. Sin embargo, en Ezequiel son mucho más vívidas y poderosas las visiones. Mucho de la fuerza literaria de Ezequiel viene de la descripción de estas visiones.
La megalomanía de Ezequiel queda de manifiesto en una enorme cantidad de pasajes. Casi a cada rato, Ezequiel habla de como es "arrebatado" por la fuerza divina, con la falsa humildad propia de los iluminados. Esta falsa humildad se muestra como lo que es en el capítulo 3, cuando Yahveh dice a Ezequiel: "Hijo de hombre, te he puesto como centinela de la casa de Israel, así que estarás atento a las sentencias que salgan de mi boca, y los aconsejarás de mi parte. Cuando yo diga al impío: 'Morirás', si tú no lo reprendes ni le adviertes que deje su conducta perversa para que pueda vivir, él morirá por su maldad, pero a ti te pediré cuenta de su vida" (Ezequiel 3:17-18). Esta "casa de Israel", por cierto, Ezequiel no pierde tiempo en aprovechar la metáfora de Oseas, que compara a dicho pueblo con una prostituta, aunque parece ser que en este caso se trata sólo de una figura literaria tomada en préstamo (Ezequiel 16 y 23).
Aún así, no puede decirse de Ezequiel que fuera una persona afectuosa. Así, al morir su esposa, Ezequiel tuvo la reacción propia de una persona sin emociones (Ezequiel 24:15-27).
Se ha argumentado que Ezequiel, o al menos la persona que protagoniza el Libro de Ezequiel, sería un epiléptico. Algunas formas de epilepsia parecen cuadrar bien en la sintomatología descrita. Las visiones forman parte de un cuadro epiléptico, pero también los delirios mesiánicos, y también otros síntomas más sutiles, como por ejemplo la hipergrafía o manía de escribir (algo que contribuiría al extremado detalle en la descripción de sus visiones, y a su tendencia a reiterar ideas). Otro rasgo propio de muchos epilépticos, y que Ezequiel también presenta, es el mutismo. Llevado a una forma extrema, conduce a la mudez, algo que Ezequiel en efecto padeció (Ezequiel 3:22-27), pero por otra parte, Ezequiel no parece en ningún minuto sostener una conversación normal, alternando los silencios con discursos que Ezequiel mismo no siente como propios, sino procedentes de otra parte (de Yahveh). Y eso, a pesar de que su conducta invitaba a interrogarle: se tragó un libro (Ezequiel 3:1-2), se puso a jugar como un niño pequeño con soldaditos de juguete (Ezequiel 4:1-3), se puso a apilar leña y cocinar de manera aparatosa (Ezequiel 24:1-14), etcétera. Otro rasgo propio de los epilépticos es la extraordinaria meticulosidad que ponen en todo lo que hacen, y que los lleva muchas veces a ser excelentes organizadores, y Ezequiel en efecto es muy meticuloso con su dieta (Ezequiel 4:10-12), por no hablar de sus descripciones, llenas de dimensiones y medidas.

DEJARSE GUIAR POR LOS PROFETAS.
La fuerza de sus convicciones, nacida de una alteración psicológica, hace a los profetas personalidades muy fuertes, y eso lo saben bien quienes han tenido que lidiar con mesías autoproclamados de todo tipo. De ahí que personalidades tan evidentemente anormales como Oseas o Ezequiel hayan pasado a ser modelos de "santos varones", en vez de ser tomados como lo que con toda probabilidad fueron, es decir, seres mentalmente insanos y con concepciones desviadas sobre muchas cosas. Por eso resulta paradojal que el sadomasoquismo de Oseas y la megalomanía de Ezequiel sean tomados por Benedicto XVI como modelos para explicar el significado del amor, en "Deus caritas est".
Pero no se agota ahí. En la actualidad, las personas con comportamientos psicológicos anormales reciben tratamiento psiquiátrico, pero muchos que consideran a esas personas como verdaderamente inspiradas por Dios, persisten en seguirlos y tomarlos como guía. Ezequiel en particular, gracias a sus visiones, es frecuentemente citado tanto por quienes esperan el Apocalipsis, como por fanáticos de la teoría "ángeles ayer, extraterrestres hoy". A veces la gente no se resigna a lo más obvio y lógico, y hambrienta de darle un significado a sus vidas, caen en la trampa. Y el único remedio para evitar ésta es, simplemente, el sentido común.

14 enero 2007

POR QUÉ EL CREACIONISMO SE EQUIVOCA.

A pesar de los imparables avances científicos que se vienen produciendo desde el siglo XVIII en los campos de la Geología y la Biología, la verdad es que extensos sectores de la Humanidad siguen apostando por una visión rígidamente bíblica sobre los comienzos del mundo. Para defender ésta y desacreditar a la ciencia, dicen que la Evolución es sólo una teoría, y no lo suficientemente sustentable como verdad científica. El Ojo de la Eternidad refiere por qué la Evolución no es sólo una teoría, sino un hecho científico, y en donde es que los creacionistas se equivocan.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Difolosaurio. La existencia del registro fósil ha sido la peor cruz de los creacionistas, quienes han tenido que hacer enormes malabares para explicar su presencia].

LA PERSISTENCIA DEL CREACIONISMO.
Durante muchos siglos, la Biblia fue tomada como el libro supremo, más allá del cual no había verdad posible de averiguar acerca del mundo y su pasado. Esta actitud reverente, en todo caso, se desplomó cuando en el siglo XVIII, los filósofos de la Ilustración le volvieron la espalda a la Iglesia Católica, y en nombre del racionalismo, trataron de encontrar nuevas verdades para el mundo. Fue entonces que los científicos descubrieron que la historia del mundo era harto diferente a como la narraba la Biblia, que los 6000 años transcurridos desde el origen del mundo habían sido en verdad unos cuantos más, y que las especies no habían sido puestas en un jardín paradisiaco en el primer alba del mundo sino que habían evolucionado a lo largo de una friolera de millones de años.
Sin embargo, a pesar de la cada vez más aplastante evidencia a favor de un mundo cuya historia contradecía a la Biblia, muchos grupos siguieron sosteniendo que era la ciencia quien se equivocaba, y no la Biblia. Surgió así el Creacionismo, una doctrina que propugnaba una visión histórica del mundo rígidamente vinculada al relato bíblico. El Creacionismo a la antigua llevaba esta posición al extremo, pero a medida que se ha hecho cada vez más insostenible el dogma de la creación según el texto bíblico, los creacionistas cambiaron de táctica, y aceptaron a grandes rasgos la versión científica de la historia del mundo, pero aprovechando los huecos y rellenos para cuestionar a la ciencia y postular a un creador, o "Diseñador", que lo ha hecho todo. El Creacionismo clásico devino así en "Diseño Inteligente", que plantea la imposibilidad del mundo tal y como es, sin un Supremo Diseñador que lo explique. Pero el Diseño Inteligente no es sino otra forma de Creacionismo, más avanzada y sofisticada, desapegada de la Biblia, pero tan falaz como el Creacionismo de viejo cuño.

LA EVOLUCIÓN ES UN HECHO Y NO UNA MERA ESPECULACIÓN.
Uno de los caballos de batalla favoritos de los creacionistas es cuestionar la evolución. Según ellos, Dios creó todas las especies, o al menos una buena cantidad de ellas, y éstas han evolucionado poco o nada, acorde al relato bíblico. La versión del Diseño Inteligente sostiene que aunque pudo haber evolución, el primer paso no puede haberse producido "porque sí", y presupone una inteligencia superior (no se atreven a llamarla derechamente "Dios" para no pasar por creacionistas) que debió haber dado el puntapié inicial.
Desgraciadamente, la evolución es más que un simple conjunto de especulaciónes. Los hechos están allá afuera para cualquiera que desee examinarlos.
Uno de los argumentos favoritos contra la evolución es el "eslabón perdido". Según los creacinoistas, existen muchos huecos y lagunas en el registro fósil, eslabones perdidos que nunca serán encontados porque no existen: Dios creó las especies sin intermediarios posibles.
La verdad es que esto es falso. En los días de Darwin, cuando se popularizó la expresión "missing link" (eslabón perdido), debido a la escasez de investigaciones, podía tener algún sentido sostener eso, pero hoy en día eso es imposible. Hemos encontrado tal cantidad de fósiles, que podemos reconstruir casi íntegramente la evolución de numerosos linajes animales, incluyendo al caballo, y al elefante, así como hacer mapas bastante aceptables de la transición entre peces y anfibios, entre reptiles y aves, etcétera. Incluso la ascendencia del ser humano está tan investigada, que aunque los investigadores peleen los detalles, ni el más obtuso de ellos se atrevería a cuestionar el parentesco entre el actual Homo Sapiens y los antropoides superiores (gorila, chimpancé, orangután), ni con especies fósiles extintas como el australopiteco o el Homo Erectus. Cierto que aún muchos detalles del proceso evolutivo de muchas especies son desconocidos, en particular cuando son invertebrados y por ende sus posibilidades de fosilización son menores, pero eso no da pie para sostener que no podemos investigar más allá porque Dios lo impide. Después de todo, eso mismo podría haberse dicho antes de descubrir al Ichtiostega, al Iguanodonte o al Kenyapiteco, y sin embargo los descubrimos y pudimos seguir avanzando en la investigación, ¿verdad?
Atribuir por su parte la extinción masiva de especies antiguas al Diluvio Universal, es un anacronismo que no se sostiene, porque los fósiles extintos siguen patrones geológicos bien conocidos, que son los esperables si se hubieran extinguido a lo largo de períodos de millones de años, y no todos de una sola vez en una catastrófica inundación hace unos cuantos milenios. Además, las extinciones masivas dejan registros fósiles bien claros, en los llamados "cuellos de botella" evolutivos, ya que se producen transiciones entre estratos inferiores (más antiguos) con una gran riqueza fósil, y otros inmediatamente superiores (más recientes) que son un relativo marasmo paleontológico. La transición más conocida de éstas es el llamado Límite K-T (Cretácito-Terciario), que marcó la extinción de los dinosaurios. Y ningún cuello de botella semejante ha aparecido en el último milón de años, cuando el ser humano existía sobre la Tierra, aunque sí hay otros más antiguos.
Por otra parte, en la época de Darwin se sabía poco sobre cómo cambian las especies en el tiempo. Sin embargo, la actual investigación genética y la teoría de las mutaciones proporciona una explicación meridianamente clara sobre los procesos que llevan al cambio de una especie en otra, a lo largo del tiempo. Se discute el detalle fino del mecanismo evolutivo, pero la noción gruesa de selección natural de individuos con genomas mejor equipados para la reproducción, es algo que ningún biólogo serio discute hoy en día.

EL DISEÑADOR INTELIGENTE.
Ya que el Creacionismo clásico no puede sostenerse, ha llegado al rescate la teoría del Diseño Inteligente. Como decíamos, ésta postula que los huecos y vacíos en la Teoría Evolutiva son tales no por falta de evidencia, sino porque son actos directos de creación por parte de un Diseñador Inteligente, una inteligencia cósmica que se encargó de llevar adelante el proceso.
La falacia de este argumento es sencillísima, y se reduce a lo siguiente: tenemos vacíos en el registro fósil, y por tanto no sabemos cómo pudo producirse un fenómeno evolutivo determinado. Por tanto, debemos presuponer que un Dios lo hizo. Esto se parece al chiste de los Simpsons, en que le preguntan a Lucy Lawless cómo es que Xena hace tal o cual cosa, y ella responde: "cada vez que vean una incongruencia, un mago lo hizo".
La falacia del argumento queda al descubierto cuando ponemos de relieve que, en el fondo, se trata del viejo argumento del Diseño, en su versión tomista vulgar. Para probar la existencia de Dios, Santo Tomás de Aquino sostenía entre otros argumentos el siguiente: el universo entero es complejo y tiene una rara perfección, y como tal ordenación de cosas no puede ser productor del azar, debe deduciarse que alguien lo hizo. Sin embargo, si podemos explicar ciertos fenómenos complicados por meras leyes físicas (por ejemplo, la circulación de la sangre, o la caída de las lluvias), no hay razón para presuponer que no se puede hacer lo mismo con el resto de los fenómenos complicados para los cuales aún no hay explicación. Por supuesto que la existencia de vacíos en el registro fósil no es una prueba CONTRA la existencia de un Diseñador Inteligente, pero tampoco es una prueba a A FAVOR, porque lo único que este vacío prueba es: no sabemos, no hemos encontrado, el estado actual de nuestros conocimientos no alcanza para decidir. Si aceptamos el Diseño Inteligente, deberíamos aceptar que nuestro estado actual de conocimientos alcanza para decidir sobre un vacío en el registro fósil, y ese conocimiento, ¿de dónde sale? ¿De las convicciones personales de alguien creyente? ¿Del texto bíblico? ¿Y con que autoridad el creyente o el texto bíblico se atreven a pronunciarse sobre un tema en que los propios estudiosos del tema no pueden declarar a favor o en contra por falta de evidencia...?

RAZONES PARA LA FSUPERVIVENCIA DE UN FÓSIL INTELECTUAL.
El Creacionismo es en verdad un fósil intelectual, un celacanto teológico que ha sobrevivido desde la Edad Media, desde el tiempo de la interpretación bíblica del mundo. ¿Por qué entonces hay tanta gente que se niega a ver y se cierra ante la evidencia?
En el fondo, la razón es bien simple, y tiene que ver con algo que ya hemos señalado en otras ocasiones, a propósito de la fe o de la tolerancia religiosa. La ciencia conoce "de abajo hacia arriba", infiere verdades provisionales que pueden o no cambiar después, con nuevas observaciones), a partir de los hechos concretos y particulares que investiga. La religión, en cambio, procede "de arriba hacia abajo", postulando algunos grandes axiomas o dogmas que explican la totalidad del mundo, y luego haciendo encajar al mundo dentro de esos axiomas. Los creacionistas siguen el texto bíblico por fe, no por ciencia. Por ende, cuando la ciencia desmonta la verdad bíblica, los creacionstas buscan argumentos para decir que "la ciencia no sabe", y rellenar estos huecos con la religión. Eso es fácil, porque la ciencia no pretende saberlo todo: sólo reconoce honestamente que sabe algunas cosas, y otras permanecen en el misterio. La ciencia asume que ese misterio puede ser investigado y lo investiga para ver hacia donde lleva. La religión, en cambio, ya lo da por explicado, porque los dogmas religiosos sirven para explicar absolutamente todas las cosas, y por eso tratan de imponerle a la ciencia una serie de verdades que ella no puede aceptar legítimamente sin investigar los hechos.
Esto queda bien de relieve en el problema del "missing link". Los científicos dicen: "hay un eslabón perdido, pero investigaremos para ver si aparece y poder explicar de mejor manera este proceso evolutivo". La religión dice "hay un eslabón perdido, y esto es porque Dios creó el universo tal como lo conocemos, según él mismo nos lo reveló en un texto sagrado". Esa clase de fanatismo que no atiende a razones, sino que se aferra tercamente al dogma, es lo que le ha dado su enorme poder de supervivencia, ya que pone al creacionista en un dilema de "luchar o morir" por una verdad que puede ser errónea o no, pero que es SU verdad. En definitiva, ser creacionista tiene algo que ver con la arrogancia de los supuestos elegidos en creerse más listos que el resto de la Humanidad.

07 enero 2007

TLACAELEL Y EL "DESTINO MANIFIESTO" AZTECA.

El que una religión sea utilizada para justificar la expansión militar de un imperio ha sucedido varias veces en la historia. Pero quizás nadie llevó esto a los extremos macabros de Tlacaelel, el medio hermano y "primer ministro" del emperador azteca Moctezuma I. El Ojo de la Eternidad refiere la reforma religiosa que impulsó Tlacaelel y sus tenebrosas consecuencias políticas, incluyendo la creación de la que probablemente calificaría como la religión más sangrienta de todos los tiempos.


[IMAGEN SUPERIOR: Reconstrucción del Templo Mayor de Tenochtitlán. Este fue, al mismo tiempo, la mayor muestra de poderío militar y político azteca, y la culminación de una religión que llevó a los aztecas a una de las más sangrientas guerras religiosas de todos los tiempos].

LOS AZTECAS.
Cuando se piensa en América Precolombina, la mente viaja inmediatamente hacia los "tres grandes": los mayas, los aztecas y los incas. Sin embargo, en la actualidad se sabe que la historia precolombina de América no es tan simple. Estas tres culturas, presentes en América a la llegada de los españoles, no fueron sino la última fase de desarrollo de frondosos linajes culturales, que llevaban existiendo en ese minuto entre dos y tres milenios, lo que equivale a la distancia que nos separa a nosotros de los tiempos de Cristo, e incluso de la Guerra de Troya.
Sin lugar a dudas, el rasgo más llamativo de la cultura azteca es su sangrienta religión. Y resulta aún más llamativo corroborar que ésta surgió a contrapelo de la tradición cultural mexicana de la época. Es cierto que entre los pueblos mexicanos existía una larga historia de obsesiones en torno a la idea de la muerte, como lo prueban los muchos relieves que nos han legado, pero ninguna otra cultura de la región llevó esta fijación morbosa hasta los límites genocidas de los aztecas.

EL PAPEL DE LOS AZTECAS.
Toda la región que se extiende entre lo que actualmente es México, Guatemala y Honduras, es conocida por los arqueólogos como Mesoamérica, y durante cerca de tres milenios fue la patria de una enorme cantidad de culturas, cuya irradiación cubrió toda Centroamérica por una parte, y se adentró hasta bien profundo en lo que actualmente es Estados Unidos, por la otra. La más antigua de estas culturas parece haber sido la de los olmecas, que surgió en la costa del Golfo de México. Cuando ésta se extinguió, dos ramas surgieron de la misma. En su tiempo se pensaba que ambas ramas habían corrido por separado, aunque ahora están probados los contactos entre ambas, pero en lo esencial, siguen siendo dos tradiciones culturales distintas, aunque con rasgos comunes. Una de ellas es el mundo maya, que surgió en la jungla de Chiapas y Guatemala. La otra es la cultura de los mexicas, que llegó a su máximo desarrollo en el Valle de Anahuac (donde actualmente está la Ciudad de México, y antaño patria de pueblos como Teotihuacán o los toltecas), y el Valle de Oaxaca, donde antiguamente estuvo el gran asentamiento zapoteca de Monte Albán, y floreció después la cultura mixteca.
La destrucción del Imperio Tolteca, hacia el siglo XIII, creó en el Valle de México un enorme vacío de poder, que generó cerca de dos siglos de guerras entre distintos reinos. El relativo triunfador fue una ciudad llamada Azcapotzalco. Pero la gloria de ésta sería efímera, ya que para ese tiempo un pueblo llamado los tenochas, se había instalado en las islas del Lago Texcoco (actualmente desecado, para dar paso a la Ciudad de México). Estos tenochas iniciaron su carrera política como mercenarios de Azcapotzalco, pero hacia el año 1430 aproximadamente, su rey Izcóatl se rebeló contra dicha ciudad, la arrasó, y proclamó la independencia. Nació así el Imperio Azteca ("aztecas" es el nombre que le darían los españoles a los tenochas, y significa "gente del país de Aztlán").
Si hemos de creer a las leyendas tenochas, o aztecas, éstos vinieron desde el norte. Formaron parte, pues, de las migraciones de pueblos chichimecas, tribus norteñas semicivilizadas que periódicamente se precipitaban sobre el Valle de México, cuando en éste no había ninguna autoridad capaz de contenerlos. Los tenochas, por tanto, no portaban consigo ninguna cultura propia, y asumieron en forma integral, aquella que recibieron desde Teotihuacán y los toltecas. Pero para la siniestra derivación de la misma, faltaba aún un poco más.

TLACAELEL Y LA REFORMA RELIGIOSA.
Hacia el año 1440, asumió el poder un rey llamado Moctezuma I (que no debe ser confundido con Moctezuma II, quien gobernó el Imperio Azteca en vísperas de la llegada de los españoles). Este Moctezuma I tenía un hermano llamado Tlacaelel, quien fue un verdadero ministro en las sombras. Desgraciadamente, los antecedentes sobre este Tlacaelel son mínimos: no podemos adjudicarle la autoría de ningún texto, político o literario, y las crónicas sobre su biografía personal son escasísimas. Sin embargo, tenemos a la vista la poderosa transformación que impulsó.
Hacia la época, el Imperio Azteca había heredado la hegemonía de Azcapotzalco, pero no era ni de lejos la poderosísima estructura política que llegaría a ser. Su cultura tampoco difería notablemente de la mexica. La manera que encontró Tlacaelel para fortalecer a los aztecas y convertirlo en un gran imperio, fue utilizar la religión. La política de Tlacaelel fue directa y brutal, y sus métodos fueron mortíferamente eficaces.
Lo primero que Tlacaelel hizo, fue rediseñar por completo el pasado azteca. Para eso, fraguó numerosas crónicas en las cuales los aztecas descendían del Imperio Tolteca, algo que según la evidencia moderna es una falsedad manifiesta. Como un Führer cualquiera, Tlacaelel ordenó sostener esto como una "historia oficial", impulsando la destrucción de todo texto que refiriera un origen diferente para los aztecas.
En este origen mítico, los aztecas llegaron desde una tierra lejana llamada Aztlán, guiados por el dios Huitzilopochtli. Esta migración, verdadera versión precolombina del Exodo, es una "prueba" de que los aztecas son un Pueblo Elegido. De esta manera queda establecida la relación entre Huitzilopochtli y los aztecas. A la sazón, el mencionado Huitzilopochtli no era hasta la fecha sino un dios menor, y fueron los aztecas quienes le otorgaron un rango supremo.
El rasgo más mortífero fue la creencia de que los dioses debían ser alimentados con sangre humana. La tradición del sacrificio humano y el culto de la muerte no eran desconocidos en Mesoamérica, pero la idea de una industria sistemática del sacrificio humano fue llevada por los aztecas hasta el máximo posible. Según esta innovación de Tlacaelel, si los aztecas dejaban de hacer sacrificios para los dioses, nada menos que el universo entero se acabaría. He aquí entonces la justificación para las guerras de conquista, la llamada "guerra florida": si los aztecas no hacían prisioneros, no habría sacrificios, y por tanto, el universo entero moriría.
El plan de Tlacaelel tuvo un éxito macabro. En medio siglo, los aztecas se convirtieron de un reino más, en los señores de todo México. Hacia 1486 o 1487, es decir, uno o dos años antes de la muerte de Tlacaelel, fue inagurado el famoso Templo Mayor de Tenochtitlán, y en éste se sacrificaron, según las crónicas, no menos de ¡60.000 personas! en tres o cuatro días. El escalofriante procedimiento de sacrificio industrial incluía tomar al prisionero vivo, rajarle el pecho con un afilado cuchillo de obsidiana y extraerle el corazón aún palpitante, para ofrecerlo a los dioses, así como su sangre, arrojando después el cuerpo escalinatas abajo, a la muchedumbre.
Pero también los aztecas se ganaron el odio eterno de los otros pueblos precolombinos. Cuando Hernán Cortés conquistó el Imperio Azteca, buena parte de su éxito se debió al apoyo de todos aquellos pueblos que odiaban a muerte a los aztecas.

¿EL ÚLTIMO DE LOS POLÍTICOS JIHADISTAS...?
Darle sanción religiosa a la alta política no es truco nuevo, y son legión las civilizaciones que adoran a sus reyes como dioses. Los reyes que utilizan la religión como herramienta política para consolidar su poderío también son varios, y entre ellos están Tutmosis I en Egipto, Pachacútec en el Imperio Inca, Suryavarman II en el Imperio Khmer, Akbar en la India, y un largo etcétera que quizás algún día refiramos. Una consecuencia lógica de esto es identificar a un pueblo con un "Pueblo Elegido" o una "Raza Elegida", y por tanto, justificar la guerra religiosa como "la voluntad de Dios". El listado de "guerras santas" cubre la Jihad de Mahoma y sus sucesores, las guerras de los Macabeos en el Judaísmo, las libradas por el zoroastriano Imperio Sasánida, las Cruzadas cristianas, la "guerra justa" de los españoles contra los "paganos" de América, las campañas de Aurenzgeb en la India del siglo XVIII, etcétera. Determinadas doctrinas geopolíticas que hacen énfasis en la condición de "nación especial" también pasan aceptablemente por guerras santas, y por tanto, deberíamos incluir la "sagrada misión del hombre blanco" de llevar la "civilización" al resto del mundo, en el Imperio Británico, o el intento por constuir un Lebesraum ("espacio vital") para el Tercer Reich. Las guerras libradas en nombre del Destino Manifiesto, con sus raíces protestantes y masónicas, también ingresan en esta categoría, y no es casualidad que la campaña actual para llevar la "libertad" y la "democracia" a Irak y a todo el Oriente Medio, sea llevada a cabo por un hombre tal "devoto" y "religioso" como el cristiano renacido George W. Bush.
Pero pocos pueblos han llevado esto hasta el extremo de los aztecas. En su cosmovisión, los aztecas no libraban la guerra sólo para el triunfo de la verdadera fe. Para ellos, se trataba nada menos que de la salvación del universo completo. Semejante megalomanía es única en toda la historia, y ni los judíos se atrevieron a llegar tan lejos: al menos ellos estimaban que habría un triunfo final para su causa, y además, históricamente ofrecieron la opción de convertirse a sus conquistados, sin sacrificios humanos de por medio. Es una lástima que no conozcamos más de la psicología o pensamiento político de Tlacaelel, porque este casi por completo desconocido político azteca es, sin lugar a dudas, para bien o para mal, uno de los más peculiares personajes históricos existentes jamás.