LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS: EL NUEVO WATERLOO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN CHILE.
A pesar de ser un país cada vez más laico y secular, la Iglesia Católica sigue conservando importantes cuotas de poder en Chile. La nueva batalla entre la Iglesia Católica y los defensores de la democracia en Chile es por la "píldora del día después". Los demócratas la apoyan como un freno contra los hijos no deseados. La Iglesia Católica la condena como abortiva. El Ojo de la Eternidad refiere los entretelones de una discordia que resulta muy reveladora, sobre la relación entre la Iglesia Católica y la democracia.
[IMAGEN SUPERIOR: Fotografía de Michelle Bachelet, Presidenta de Chile, a comienzos del 2006, en visita a Brasil. Bachelet lanzó una poderosa ofensiva contra la Iglesia Católica, al ordenar la distribución en los consultorios médicos gratuitos de la llamada "píldora del día después", con las más amplias libertades para ser entregada].
LA GUERRA DE LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS.
La llamada "píldora del día después" es en realidad un medicamento cuyo compuesto químico principal se llama levonorgestrel. Este químico es utilizado para que, producida la relación sexual, y dentro de un plazo de 72 horas a partir de la misma, no se produzca el embarazo. Quienes condenan el uso del levonorgestrel como anticonceptivo, señalan que este mecanismo no impide la fecundación, sino que impide la anidación del embrión. Por lo tanto, el levonorgestrel sería un abortivo. Y tratándose de tal situación, la Iglesia Católica, en nombre de sus valores y dogmas, interviene con la fuerza de un ariete.
La guerra no es actual. El conflicto estalló cuando el gobierno de Ricardo Lagos anunció que estaba estudiando la posibilidad de distribuir la llamada "píldora del día después" en forma gratuita, en los consultorios médicos de salud pública. La medida despertó enormes protestas, por parte de grupos católicos fundamentalistas, señalando que el Gobierno estaba promoviendo el aborto en forma directa. Algunos consultorios se plegaron, y otros derechamente se negaron a distribuir la píldora. Lo curioso del particular es que el levonorgestrel se distribuía sin mayores problemas éticos ni legales, en las farmacias, bajo el nombre comercial de "Postinor 2" (aunque después hubo acciones legales en contra del medicamento).
Los partidarios de distribuir la píldora del día después apuntan a disminuir la cantidad de embarazos adolescentes. Quienes son usuarios de los consultorios de salud pública son los estamentos medios, y especialmente bajos, de la población, que son también quienes más sufren las consecuencias de los embarazos no deseados, ya que en los niveles altos bastaba con comprar el Postinor-2, para disminuir la tasa de los mismos (o pagar un aborto clandestino, en el peor de los casos). Por ende, la distribución de la píldora es una medida tendiente, en primer lugar, según sus defensores, a combatir la pobreza, por la vía de mejorar la planificación familiar, y en definitiva, impidiendo que las mujeres pobres se hagan más pobres por verse sobrecargadas con más bocas que alimentar.
Los detractores opinan que el mecanismo de la píldora es abortivo, y por tanto, debería prohibirse su distribución, porque el uso de la píldora implica el asesinato de una criatura indefensa, a saber, el embrión nonato. Sus razones no son de carácter práctico, como quienes defienden la píldora, sino de principios éticos, morales, y por qué no decirlo, religiosos.
La polémica creció aún más cuando Michelle Bachelet, Presidenta de Chile en funciones desde Marzo de 2006, hizo de la píldora del día después una nueva bandera de lucha por los derechos de los chilenos. Al igual que su antecesor Ricardo Lagos, con quien comparte el ser socialista, Michelle Bachelet tuvo que llegar a algunos acuerdos y transacciones con la Iglesia Católica para que ésta no emprendiera una campaña del terror en su contra, durante las elecciones. De esta manera, el programa político de Bachelet era bastante carente de tópicos que caen bajo el rótulo de "temas valóricos" (aborto terapéutico, matrimonio entre homosexuales, anticoncepción, publicidad sobre el SIDA, etcétera).
La breve e inestable tregua se rompió cuando Bachelet volvió al ataque y, después de estudiar detenidamente el asunto, anunció que la píldora sería distribuida de todas maneras. Lo hizo de una manera amplia: la píldora sería distribuida a cualquier mujer mayor de 14 años, sin necesidad de autorización paterna. La decisión fue anunciada a una semana del tradicional Te Deum, a celebrarse el 18 de Septiembre, en vísperas de las Fiestas Patrias, en donde la homilía debía ser pronunciada por Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago. La propia Iglesia Católica fue alertada en la misma mañana del día del anuncio, lo que los tomó aún más desprevenidos. Los obispos reaccionaron muy mal, y no titubearon en comparar la medida con aquellas de los regímenes totalitarios que pretenden entrometer al Estado dentro de la vida íntima de las personas.
A través de algunos personeros del Gobierno, como Edgardo Riveros y Zarko Luksic, Bachelet y Errázuriz llegaron finalmente a un acuerdo de alto al fuego. La razón: ambos tenían mucho que perder con una guerra abierta. Bachelet no iba a retroceder en su medida, pero por otra parte, Errázuriz no quería que la agenda política de la Presidenta se llene de temas tabúes para la Iglesia Católica. El Te Deum, por tanto, fue relativamente tranquilo. Mientras tanto, a la fecha de redacción del presente artículo, el tema sobre la venta del Postinor 2 estaba en tribunales.
¿ES LA PÍLDORA ABORTIVA?
El principal argumento esgrimido por la Iglesia Católica para oponerse a la píldora del día después, es que ésta sería abortiva. Más allá de si el aborto es algo éticamente permisible o no, hay aquí un serio problema conceptual, que tiene que ver mucho con los dogmas religiosos manejados por la Iglesia.
En términos simples, y siguiendo un estudio de los doctores Horacio Croxatto y María Elena Ortiz, publicado en la Revista Chilena de Obstetria y Ginecología, volumen 69, nº 2 (año 2004), el levonorgestrel actúa sobre el moco cervical, haciéndolo más espeso. La consecuencia lógica es que el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, ya que no afecta la cubierta que se forma en el interior del útero para recibir al embrión, y por tanto, no impide la anidación. Un óvulo permanece en activo aproximadamente unas 48 horas, pero un espermatozoide puede arreglárselas para sobrevivir en las regiones inferiores del aparato reproductor femenino durante unos cinco días. Por tanto, el período de ventana en que una mujer puede quedar embarazada por una relación sexual única, es de aproximadamente seis días. Ahora bien, si el moco cervical del útero se vuelve más espeso, la reserva de espermatozoides que se queda más rezagado, queda atrapada y no puede ascender a buscar el óvulo. De ahí que el medicamento deba tomarse hasta 72 horas después de la relación: para evitar que los espermatozoides suban y alcancen al óvulo, si éste sale del ovario poco después de la relación.
Un segundo efecto del levonorgestrel es que, aparentemente, influye sobre el ciclo femenino, y permite saltar la ovulación. O sea, tomada hasta 72 horas después, los espermatozoides que alcanzan a subir, no pueden llegar al óvulo simplemente porque no hay ninguno.
O sea, tomado antes de la ovulación, el levonorgestrel puede tener éxito. Pero después de la ovulación, y producida la fecundación, al no haber cambios en la anidación, el embarazo es casi seguro, o tanto como lo sea la tasa estadística normal, la cual ronda un 27%. Es más, si el levonorgestrel es consumido después de la ovulación, al ser una hormona femenina sintética, refuerza aún más la anidación, y por lo tanto, después de la ovulación, el levonorgestel no sólo no es anticonceptivo, sino que consigue el efecto contrario de asegurar aún más el embarazo.
Por lo tanto, el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, porque no interfiere con el embrión, una vez fecundado. Adicionalmente, debido a que su mecanismo involucra retrasar a los espermatozoides rezagados, pero sin liquidarlos, el levonorgestrel es en realidad un método bastante poco eficiente para prevenir los embarazos.
LA IGLESIA CATÓLICA TUERCE LA DEMOCRACIA.
Todos estos argumentos médicos no obstan a que la Iglesia Católica, enemiga tradicional de los anticonceptivos, se oponga rotundamente a la píldora del día después. Lo espúreo de sus argumentos los ha llevado entonces a enfangarse en un espectáculo aún más lastimoso: el de preteder arroparse con las banderas de la democracia para defenderse.
Dentro del carácter y mentalidad de la Iglesia Católica, las ideas democráticas no pueden tener lugar. La democracia occidental, tal y como hoy la conocemos, nació en verdad en contra de la Iglesia Católica, que durante la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico fue firme defensora del principio monárquico. La razón es simple: cualquier organización, credo o filosofía que proponga una visión totalizante del mundo, debe por fuerza renegar de la democracia, pues ella se basa en la noción contraria, del compromiso entre varias visiones distintas de la vida en sociedad. Al problema de qué hacen las sociedades democráticas con aquellos organismos que, como la Iglesia Católica, destruirían la democracia si tuvieran la oportunidad, se lo conoce como el problema de la tolerancia de los intolerantes, y dedicamos en su día un posteo al particular en El Ojo de la Eternidad.
Por ende, los argumentos políticos esgrimidos por la Iglesia Católica contra la píldora del día después son, como mínimo, chocantes. Calificar al Estado de totalitario por querer democratizar el consumo de la píldora del día después, acusándolo de inmiscuirse en la vida privada de las personas, es simplemente ridículo, toda vez que el Estado no impone el uso de la píldora: simplemente lo permite, y entrega a la conciencia de las personas el usarla o no. Este argumento fue duramente castigado por Michelle Bachelet, cuando autorizó la píldora diciendo que lo hacía porque era Presidenta de todos los chilenos, y no sólo de los católicos, con lo que implícitamente tachó de totalitarios a la propia Iglesia Católica, al querer imponer su propia visión (médicamente errada) sobre el tema incluso a los no católicos.
En ese sentido, la batalla por la píldora del día después es otro Waterloo que la Iglesia Católica de Chile libra para conservar algo de su poder e influencia, batalla que se suma a otras más de los últimos años, tales y como combatir la llegada de bandas metaleras como Iron Maiden o Deicide, prohibir la película "La última tentación de Cristo", o impedir tanto como se pueda la legislación sobre el divorcio con disolución de vínculo, iniciativas en las que no cesa de cosechar vergonzosos fracasos. En lo que sí la Iglesia Católica se nota enormemente ausente, es en evitar la brecha entre los muy ricos y los muy pobres en Chile. La píldora del día después no es el mejor remedio para evitar esto, pero es una ayuda, y en ese sentido, quizás sea más propio de la caridad cristiana el permitirla que el prohibirla.
LA GUERRA DE LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS.
La llamada "píldora del día después" es en realidad un medicamento cuyo compuesto químico principal se llama levonorgestrel. Este químico es utilizado para que, producida la relación sexual, y dentro de un plazo de 72 horas a partir de la misma, no se produzca el embarazo. Quienes condenan el uso del levonorgestrel como anticonceptivo, señalan que este mecanismo no impide la fecundación, sino que impide la anidación del embrión. Por lo tanto, el levonorgestrel sería un abortivo. Y tratándose de tal situación, la Iglesia Católica, en nombre de sus valores y dogmas, interviene con la fuerza de un ariete.
La guerra no es actual. El conflicto estalló cuando el gobierno de Ricardo Lagos anunció que estaba estudiando la posibilidad de distribuir la llamada "píldora del día después" en forma gratuita, en los consultorios médicos de salud pública. La medida despertó enormes protestas, por parte de grupos católicos fundamentalistas, señalando que el Gobierno estaba promoviendo el aborto en forma directa. Algunos consultorios se plegaron, y otros derechamente se negaron a distribuir la píldora. Lo curioso del particular es que el levonorgestrel se distribuía sin mayores problemas éticos ni legales, en las farmacias, bajo el nombre comercial de "Postinor 2" (aunque después hubo acciones legales en contra del medicamento).
Los partidarios de distribuir la píldora del día después apuntan a disminuir la cantidad de embarazos adolescentes. Quienes son usuarios de los consultorios de salud pública son los estamentos medios, y especialmente bajos, de la población, que son también quienes más sufren las consecuencias de los embarazos no deseados, ya que en los niveles altos bastaba con comprar el Postinor-2, para disminuir la tasa de los mismos (o pagar un aborto clandestino, en el peor de los casos). Por ende, la distribución de la píldora es una medida tendiente, en primer lugar, según sus defensores, a combatir la pobreza, por la vía de mejorar la planificación familiar, y en definitiva, impidiendo que las mujeres pobres se hagan más pobres por verse sobrecargadas con más bocas que alimentar.
Los detractores opinan que el mecanismo de la píldora es abortivo, y por tanto, debería prohibirse su distribución, porque el uso de la píldora implica el asesinato de una criatura indefensa, a saber, el embrión nonato. Sus razones no son de carácter práctico, como quienes defienden la píldora, sino de principios éticos, morales, y por qué no decirlo, religiosos.
La polémica creció aún más cuando Michelle Bachelet, Presidenta de Chile en funciones desde Marzo de 2006, hizo de la píldora del día después una nueva bandera de lucha por los derechos de los chilenos. Al igual que su antecesor Ricardo Lagos, con quien comparte el ser socialista, Michelle Bachelet tuvo que llegar a algunos acuerdos y transacciones con la Iglesia Católica para que ésta no emprendiera una campaña del terror en su contra, durante las elecciones. De esta manera, el programa político de Bachelet era bastante carente de tópicos que caen bajo el rótulo de "temas valóricos" (aborto terapéutico, matrimonio entre homosexuales, anticoncepción, publicidad sobre el SIDA, etcétera).
La breve e inestable tregua se rompió cuando Bachelet volvió al ataque y, después de estudiar detenidamente el asunto, anunció que la píldora sería distribuida de todas maneras. Lo hizo de una manera amplia: la píldora sería distribuida a cualquier mujer mayor de 14 años, sin necesidad de autorización paterna. La decisión fue anunciada a una semana del tradicional Te Deum, a celebrarse el 18 de Septiembre, en vísperas de las Fiestas Patrias, en donde la homilía debía ser pronunciada por Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago. La propia Iglesia Católica fue alertada en la misma mañana del día del anuncio, lo que los tomó aún más desprevenidos. Los obispos reaccionaron muy mal, y no titubearon en comparar la medida con aquellas de los regímenes totalitarios que pretenden entrometer al Estado dentro de la vida íntima de las personas.
A través de algunos personeros del Gobierno, como Edgardo Riveros y Zarko Luksic, Bachelet y Errázuriz llegaron finalmente a un acuerdo de alto al fuego. La razón: ambos tenían mucho que perder con una guerra abierta. Bachelet no iba a retroceder en su medida, pero por otra parte, Errázuriz no quería que la agenda política de la Presidenta se llene de temas tabúes para la Iglesia Católica. El Te Deum, por tanto, fue relativamente tranquilo. Mientras tanto, a la fecha de redacción del presente artículo, el tema sobre la venta del Postinor 2 estaba en tribunales.
¿ES LA PÍLDORA ABORTIVA?
El principal argumento esgrimido por la Iglesia Católica para oponerse a la píldora del día después, es que ésta sería abortiva. Más allá de si el aborto es algo éticamente permisible o no, hay aquí un serio problema conceptual, que tiene que ver mucho con los dogmas religiosos manejados por la Iglesia.
En términos simples, y siguiendo un estudio de los doctores Horacio Croxatto y María Elena Ortiz, publicado en la Revista Chilena de Obstetria y Ginecología, volumen 69, nº 2 (año 2004), el levonorgestrel actúa sobre el moco cervical, haciéndolo más espeso. La consecuencia lógica es que el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, ya que no afecta la cubierta que se forma en el interior del útero para recibir al embrión, y por tanto, no impide la anidación. Un óvulo permanece en activo aproximadamente unas 48 horas, pero un espermatozoide puede arreglárselas para sobrevivir en las regiones inferiores del aparato reproductor femenino durante unos cinco días. Por tanto, el período de ventana en que una mujer puede quedar embarazada por una relación sexual única, es de aproximadamente seis días. Ahora bien, si el moco cervical del útero se vuelve más espeso, la reserva de espermatozoides que se queda más rezagado, queda atrapada y no puede ascender a buscar el óvulo. De ahí que el medicamento deba tomarse hasta 72 horas después de la relación: para evitar que los espermatozoides suban y alcancen al óvulo, si éste sale del ovario poco después de la relación.
Un segundo efecto del levonorgestrel es que, aparentemente, influye sobre el ciclo femenino, y permite saltar la ovulación. O sea, tomada hasta 72 horas después, los espermatozoides que alcanzan a subir, no pueden llegar al óvulo simplemente porque no hay ninguno.
O sea, tomado antes de la ovulación, el levonorgestrel puede tener éxito. Pero después de la ovulación, y producida la fecundación, al no haber cambios en la anidación, el embarazo es casi seguro, o tanto como lo sea la tasa estadística normal, la cual ronda un 27%. Es más, si el levonorgestrel es consumido después de la ovulación, al ser una hormona femenina sintética, refuerza aún más la anidación, y por lo tanto, después de la ovulación, el levonorgestel no sólo no es anticonceptivo, sino que consigue el efecto contrario de asegurar aún más el embarazo.
Por lo tanto, el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, porque no interfiere con el embrión, una vez fecundado. Adicionalmente, debido a que su mecanismo involucra retrasar a los espermatozoides rezagados, pero sin liquidarlos, el levonorgestrel es en realidad un método bastante poco eficiente para prevenir los embarazos.
LA IGLESIA CATÓLICA TUERCE LA DEMOCRACIA.
Todos estos argumentos médicos no obstan a que la Iglesia Católica, enemiga tradicional de los anticonceptivos, se oponga rotundamente a la píldora del día después. Lo espúreo de sus argumentos los ha llevado entonces a enfangarse en un espectáculo aún más lastimoso: el de preteder arroparse con las banderas de la democracia para defenderse.
Dentro del carácter y mentalidad de la Iglesia Católica, las ideas democráticas no pueden tener lugar. La democracia occidental, tal y como hoy la conocemos, nació en verdad en contra de la Iglesia Católica, que durante la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico fue firme defensora del principio monárquico. La razón es simple: cualquier organización, credo o filosofía que proponga una visión totalizante del mundo, debe por fuerza renegar de la democracia, pues ella se basa en la noción contraria, del compromiso entre varias visiones distintas de la vida en sociedad. Al problema de qué hacen las sociedades democráticas con aquellos organismos que, como la Iglesia Católica, destruirían la democracia si tuvieran la oportunidad, se lo conoce como el problema de la tolerancia de los intolerantes, y dedicamos en su día un posteo al particular en El Ojo de la Eternidad.
Por ende, los argumentos políticos esgrimidos por la Iglesia Católica contra la píldora del día después son, como mínimo, chocantes. Calificar al Estado de totalitario por querer democratizar el consumo de la píldora del día después, acusándolo de inmiscuirse en la vida privada de las personas, es simplemente ridículo, toda vez que el Estado no impone el uso de la píldora: simplemente lo permite, y entrega a la conciencia de las personas el usarla o no. Este argumento fue duramente castigado por Michelle Bachelet, cuando autorizó la píldora diciendo que lo hacía porque era Presidenta de todos los chilenos, y no sólo de los católicos, con lo que implícitamente tachó de totalitarios a la propia Iglesia Católica, al querer imponer su propia visión (médicamente errada) sobre el tema incluso a los no católicos.
En ese sentido, la batalla por la píldora del día después es otro Waterloo que la Iglesia Católica de Chile libra para conservar algo de su poder e influencia, batalla que se suma a otras más de los últimos años, tales y como combatir la llegada de bandas metaleras como Iron Maiden o Deicide, prohibir la película "La última tentación de Cristo", o impedir tanto como se pueda la legislación sobre el divorcio con disolución de vínculo, iniciativas en las que no cesa de cosechar vergonzosos fracasos. En lo que sí la Iglesia Católica se nota enormemente ausente, es en evitar la brecha entre los muy ricos y los muy pobres en Chile. La píldora del día después no es el mejor remedio para evitar esto, pero es una ayuda, y en ese sentido, quizás sea más propio de la caridad cristiana el permitirla que el prohibirla.
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