22 octubre 2006

M. NIGHT SHYAMALAN: METAFÍSICA CINEMATOGRÁFICA PARA EL SIGLO XXI.

Frente a la enorme cantidad de protestas en contra del cine basura que se produce hoy por hoy, lo cierto es que aún existen cineastas interesados en ofrecer material para pensar y reflexionar. Uno de los que ha ahondado mayormente dentro de las cuestiones metafísicas en el cine de raigambre más comercial, es M. Night Shyamalan. El Ojo de la Eternidad hace un repaso por la evolución cinematográfica del director de "Sexto sentido" y "La dama en el agua", para ahondar en las claves filosóficas y religiosas de sus películas.


[IMAGEN SUPERIOR: Haley Joel Osment en el filme "El sexto sentido", aquel que hizo popular la frase "I can see dead people"].

NOTA: Ya que este posteo comenta películas con cierta dosis de suspenso, revelando detalles del argumento, si usted no ha visto estas películas y está deseando verlas, es recomendable que pase de este artículo.

EL CAMBIO DE SIGLO GOLPEA AL CINE.
Como medio de expresión artística por excelencia del siglo XX, el cine ha experimentado mutaciones inconcebibles desde sus inicios. Muchas películas que en su tiempo eran cánones de ortodoxia y respeto por los valores establecidos, hoy en día pecan de ser políticamente incorrectas. Así, por mencionar un ejemplo trivial, antiguamente era frecuente que el héroe de la película fumara, mientras que hoy en día el cigarrillo es casi invisible en el cine, o por lo menos, en el cine más comercial.
Lo mismo ocurre con el tema de la religión. Controvertido como pocos, no es raro que cuando surgen cineastas interesados en hincarle el diente, las altas cúpulas jerárquicas de las grandes religiones se crispen y observen todo con una ansiedad mal disimulada, y en ocasiones se lancen directamente al ataque de cineastas y películas. No es un secreto que las dos religiones más influyentes sobre el cine son el Cristianismo, que a través del adoctrinamiento de sus fieles en Estados Unidos imponen ciertas pautas sobre cómo tratar temas religiosos, y el Judaísmo, religión a la que adscribe una enorme legión de productores, directores y actores de Hollywood.
Luego de la hedonista e individualista década de 1990, parecía que el cine religioso estaba in extremis. Era más rentable realizar gigantescos blockbusters de acción o comedias románticas ligeras, que películas con sesudas reflexiones existenciales. Sin embargo, con la vuelta del siglo, todo eso cambió. El recrudecimiento de la religiosidad en el mundo, cuyos principales ejemplos son George W. Bush, Osama Bin Laden y Benedicto XVI, ha llevado al cine nuevamente a plantearse tales cosas. Algo de oportunismo comercial hay en eso: después de todo, son las masas que pagarán la entrada, quienes tienen interés en estas cosas. De ahí el éxito de filmes como, por ejemplo "El Código Da Vinci".
Y entre los cineastas que se han dedicado a explorar el modo en que se vive la metafísica y la reflexión sobre la existencia, en las puertas del siglo XXI, está M. Night Shyamalan.

LAS PELÍCULAS DE SHYAMALAN.
Manoj Night Shyamalan nació en Bombay, India, en 1970. Había dirigido ya un par de películas, cuando reventó en la boletería internacional con el inesperado éxito de "El sexto sentido". En su tiempo, este filme formó parte del boom de películas de misterio y terror que se aprovecharon del milenarismo y el cambio de siglo para poner una vez más en el tapete las cuestiones religiosas. Pero "El sexto sentido" tenía un carácter mucho más profundo que subproductos como "Estigma" o "El día final", lo que tiene que ver con la fina mirada de Shyamalan sobre sus tópicos, algo que se ha vuelto marca de fábrica al respecto.
Trata "El sexto sentido" ["The sixth sense"] de la relación que establece un psiquiatra con un niño que parece vivir en un constante estado de terror. A medida que la relación entre ambos crece y el niño pasa a confiar en el psiquiatra, el primero revela su secreto al segundo: es capaz de ver y comunicarse con los muertos. El psiquiatra guía al niño para que éste aprenda a usar su don y deje de temerle a los muertos, y a medida que el niño gana confianza, el psiquiatra descubre entonces una terrible verdad: él mismo es en realidad uno de los muertos que el niño es capaz de ver, y entiende abruptamente por qué le costó tanto convencer al niño de sus buenas intenciones.
Salvando que la sorpresa final fue predicha por varios espectadores, y que el guión en definitiva pecaba de tramposo, lo cierto es que la reflexión de fondo no tiene nada de liviana. En la superficie es un filme de fantasmas, casi trivial, pero el tema de fondo es en definitiva otro bien distinto: la incapacidad de las personas de nuestro tiempo para encajar en un sistema coherente de creencias, producto del desconocimiento de hacia donde van las cosas, en un mundo cada vez más turbulento y cambiante. El niño tiene un don, y lejos de saber usarlo, el don pareciera querer dominarlo, mientras que el psiquiatra, que en apariencia está en control de la situación, es en realidad quien menos sabe sobre la misma. "El sexto sentido" retrata, en clave de historia de fantasmas, un mundo en el cual todas las certezas se han derrumbado, y en donde no quedan autoridades morales que sean capaces de saber cómo funciona al mundo, y en consecuencia, de guiar a otros.
El siguiente filme, "El protegido" ["Unbreakable"], es una vuelta de tuerca sobre el mito del superhéroe y sus claves. Aunque tiene menos enjundia que "El sexto sentido", su guión sigue siendo tramposo (y más predecible) y en muchos aspectos es en realidad una frikada, hay bastante tela que cortar aquí. La historia trata sobre un guardia de seguridad, un hombre común y corriente, que al sobrevivir a un accidente de tren, descubre que es alguien superior a la Humanidad, un superhéroe. Aparece entonces un misterioso estudioso de las historietas que va guiándole hacia su verdadero papel en el mundo. Pero queda una última sorpresa que descubrir: el descarrilamiento del tren que hizo surgir al héroe no fue un accidente, sino un complot preparado por el propio guía del héroe, para descubrir la existencia del mismo en el mundo.
Aquí se dan cita muchos tópicos de la historia de superhéroes, incluyendo el conflicto entre el hombre superior, pero ignorante, y el hombre inferior, pero sapiente. Entre ambos se produce una relación dialéctica: ambos son enemigos y son lo opuesto, y al mismo tiempo no pueden prescindir el uno del otro. Se necesitan mutuamente. En esta película el mal crea directamente el bien haciendo el mal en pos de un bien superior. Y el bien se muestra incapaz de derrotar al mal. En cierto sentido, grafica bien la idea de que los héroes en realidad no existen: somos nosotros, los mortales imperfectos, quienes en nuestra necesidad de creer, divinizamos a las personas que no deberíamos, para que nos salven de nosotros mismos.
La siguiente película que Shyamalan nos regaló, es la más religiosa de todas. "Señales" ["Signs"] es la historia de un reverendo que, aislado en su granja, descubre unas misteriosas señas en el campo. ¿Es acaso una broma, es que algo pasa? Allá afuera, mientras tanto, se desata una invasión extraterrestre en masa contra la Humanidad. El reverendo está solo, literalmente solo, porque Dios se ha portado mal con él. Pero al final, descubrirá que todo es en realidad parte de un plan mayor, que todo se concatena para obtener el mejor resultado posible.
Más allá de lo discutible de la moraleja, esta película cumple bien con el apartado intelectual. El título puede referirse a las señales que aparecen en el campo, pero también se refieren a las señales que Dios, o esa inteligencia suprema, envía a los seres humanos para que éstos obren de acuerdo al plan divino. Una vez más, el hacer una película de género (de invasores extraterrestres, en este caso) es un pretexto para mostrar algo bien diferente. Lo que importa a Shyamalan no es graficar la destrucción causada por los alienígenas o el valor de los humanos al ponerle coto a los bichos del espacio exterior, sino las dudas y vacilaciones de un personaje puesto en una situación límite, y que por ende se cuestiona, y de manera muy legítima, si Dios se ha portado bien con él, o acaso si existe un Dios allá arriba.
En la siguiente película, "La aldea" ["The Village"], los aspectos religiosos y metafísicos aparecen más difuminados. Se trata de una comunidad que vive aislada del mundo, y que debe contender con los monstruos del bosque que rodea al pueblo. Sin embargo, cuando por fuerza uno de los protagonistas debe salir al exterior, descubre la horrible verdad: el tranquilo pueblo decimonónico es en realidad una prisión en donde sus fundadores se han aislado deliberadamente del mundo moderno, y han condenado a su descendencia a permanecer en un estilo de vida apartado del mundo. La comunidad de "La aldea" es una metáfora de muchas cosas: del peso irracional de la tradición, de como las mentiras de los políticos y los poderosos terminan por enajenar a las personas de su propia realidad, y del papel de la superstición y el miedo irracional a lo desconocido como mecanismo de control político. No es exactamente una película sobre religión, pero algunas de sus conclusiones son muy aplicables a lo que está ocurriendo en el mundo exterior, en donde, en una gran aldea global, hombres como George W. Bush y Benedicto XVI mienten todo el tiempo en nombre de Dios y la religión, para conservar y acrecentar su propio poder.
Y llegamos finalmente a la película más reciente de Shyamalan, "La dama en el agua" ["Lady in the water"]. Aquí, Shyamalan se aparta definitivamente de su receta clásica de filme de suspenso con final sorpresivo, para ahondar en la mecánica de los cuentos de hadas. "La dama en el agua" es un cuento de hadas perfectamente ortodoxo, y con una enorme carga numinosa, de miedo ancestral a una naturaleza que puede ser tanto amigable como terrorífica, sólo que ambientado en un lugar tan canónico de nuestro tiempo como es un edificio de departamentos. Otra vez el elemento religioso aparece muy difuminado, pero revienta por las costuras, en el tratamiento de las criaturas fantásticas que aparecen, y que libran una batalla de cuyo destino depende nada menos que la redención completa de la Humanidad.

UN CINEASTA PARA COMIENZOS DEL SIGLO XXI.
Las preocupaciones y temas recurrentes de Shyamalan son muy propias de inicios del siglo XXI, y por ende, es uno de los cineastas que mejor retratan nuestro momento presente. Una de las razones por las que Shyamalan es un cineasta muy resistido, es que pertenece al selecto grupo de directores que, como antaño Andrei Tarkovski o David Lynch, toman los géneros fílmicos como un pretexto para mostrar preocupaciones bien diferentes, haciendo uso de las convenciones del género de una manera desusada, precisamente para romper los códigos habituales y crear una sensación de incertidumbre que permita verter de mejor manera el mensaje. Lo desasosegante de Shyamalan es que éste no ofrece respuestas, sino que se limita a contar una historia, y es el propio espectador el que debe rellenar los vacíos metafísicos que van quedando.
En ese sentido, Shyamalan es un cineasta de esta época. "El sexto sentido" estaba a caballo del giro emprendido por la Humanidad a comienzos del siglo XXI, que llevó al crecimiento de la religiosidad mundial, y en ese sentido presenta aún elementos propios del siglo XX, incluyendo la inclusión del "hombre alienado" que era tan caro a la izquierda intelectual del XX. "El protegido" aborda el cine de superhéroes, justamente en un tiempo en que éste estaba poniéndose una vez más de moda, lo hacía por la necesidad que experimentó el mundo occidental de salvadores mesiánicos, y lo hace desde una óptica enormemente crítica y corrosiva, razón quizás por la que no siempre es clasificado dentro de un género en el que por lo general el bien y el mal están perfectamente claros. "Señales" toma el tema de la invasión alienígena desde un ángulo deliberadamente lejano, y pone bien a prueba el viejo mito del Plan Divino para la Humanidad. "La aldea" llegó al cine justo en la época en que comenzaban a descubrirse las barbaridades de George W. Bush y su gente, quienes en nombre de su propia fe personal emprendieron una cruzada religiosa enmascarada de guerra contra el terrorismo en el Medio Oriente. Y "La dama en el agua" aborda el cuento de hadas, justo cuando éste ha experimentado un nuevo repunte con filmes como "El Señor de los Anillos", "La revancha del Sith" o "Superman regresa". En ese sentido, Shyamalan es uno de los testigos privilegiados de nuestro tiempo, y la posteridad haría bien en dedicarle un buen espacio al análisis de sus películas, para entender los tiempos que actualmente estamos viviendo.

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