¿ES LA REALIDAD REAL?
La pregunta "¿qué es la realidad?" ha hecho correr ríos de tinta. A pesar de que lo obvio es que sólo "son" las "cosas que son", no pocos filósofos han escrito sendos tratados sobre la esencia misma de la realidad. Los científicos, por su parte, cada vez más desconcertados con el mundo atómico, se hacen el mismo cuestionamiento. Y para colmo, ha surgido toda una nueva generación de películas que hacen de Internet el pretexto para cuestionarse si la realidad en que vivimos es la "realidad real" o es un simple montaje construido por una conspiración, o acaso simplemente somos prisioneros de nuestas mentes... El Ojo de la Eternidad aborda un tema que para los filósofos es más candente que nunca.
[IMAGEN SUPERIOR: "Alto y bajo", de Escher. Este artista se hizo una carrera jugando con las paradojas de la percepción, y plantea desde el punto de vista plástico un inquietante problema: ¿es la realidad algo objetivo en el exterior, o más bien la "realidad" es sólo lo que percibimos con los sentidos?].
EL PROBLEMA DE LA REALIDAD.
¿Es la realidad real? ¿Por qué las cosas son? Esta pregunta ha rondado en los pasillos de la intelectualidad humana desde que la civilización es civilización, si es que no desde que el mundo es mundo. Muchos teóricos en materia filosófica, teológica, científica, y ahora más modernamente informática, se han metido en los vericuetos de determinar qué es lo que existe allá afuera, y si el mundo es en realidad algo que existe, o bien una mera construcción psicológica de nuestros sentidos y nuestra mente.
Los dos caminos más simples son, por supuesto, afirmar uno de los extremos. Los científicos mecanicistas del siglo XIX, por ejemplo, veían al universo como un gigantesco reloj mecánico, y sostenían que nuestra ignorancia provenía del hecho de no conocer ciertos engranajes de ese mecanismo... pero que llegaríamos a conocerlos todos algún día. Sin embargo, después de la Teoría de la Relatividad (todo movimiento es relativo al punto de observación) y la Mecánica Cuántica (no se puede conocer al mismo tiempo el movimiento y la posición de una partícula), ya no están tan seguros.
La otra postura radical es negar la realidad. Descartes, en el siglo XVII, con su célebre "duda metódica", descartaba el universo entero y luego, a partir del hecho de su propia autoconciencia, postulaba "cogito, ergo sum" ("pienso, luego existo"). O sea, él infería su propia existencia a partir de que él pensaba. Esta posición, llamada solipsismo, es considerada la más indefendible e inatacable de todas las posiciones filosóficas posibles, porque como todo el universo es una construcción mental personal, cualquier ataque o defensa es algo, en última instancia, imaginario, e imposible de probar.
En medio han estado otros filósofos que han planteado algunas cuestiones y respuesta peregrinas. En la Antigua Grecia, Parménides planteaba lo suyo de la siguiente manera: el Ser es, y el No-Ser no es, no puede existir porque no es. El ser no puede dejar de existir, porque entonces pasaría a "no ser", y eso es lógicamente imposible. Tampoco puede haber comenzado a existir, porque lo que no es, no puede llega a ser. En consecuencia, Parménides negaba el cambio como una mera ilusión de los sentidos, ya que el cambio implica que algo deja de ser una cosa para pasar a ser otra. Estas simples operaciones intelectuales le seguirán pareciendo buena idea a Martin Heidegger, filósofo alemán del Tercer Reich, quien distinguía entre el "Ser" y los "entes". Los entes son las cosas individuales, y el Ser (Dasein), los que las hace llegar a ser. Por desgracia, su gruesa obra "El ser y el tiempo" no hace mayores avances, con lo que 2500 años después, Parménides seguía imbatido.
LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA.
En general, los científicos no se han cuestionado demasiado el tema de la "realidad de la realidad", por una razón práctica: la buena ciencia exige atención a los hechos individuales, y construye a partir de estos casos particulares sus leyes generales. Al buen científico no le preocupa la esencia de la caída de la manzana, sino que de los casos individuales de caídas de manzana puede extraerse una Ley de la Gravedad según la cual las manzanas caen con una aceleración constante de 9,8 metros partidos por segundo al cuadrado ("considere el roce como despreciable").
Sin embargo, desde la imposición de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, las cosas han cambiado. Hasta ese entonces el poste de amarre había sido el espacio absoluto y el tiempo absoluto postulados por Newton en su Teoría de la Gravedad. Sin embargo, de pronto ambas disciplinas enseñaron que el universo no era determinista en absoluto. El propio Einstein, enojado con la Mecánica Cuántica, había dicho que Dios no juega a los dados, pero años después, Stephen Hawking retrucó que Dios no sólo juega a los dados, sino que además los arroja allí donde no podamos verlos.
Según la Teoría de la Relatividad, la medición del espacio y del tiempo es relativa al punto de observación. Por ejemplo, una persona embarcada en nave espacial acelerada a una velocidad próxima a la de la luz, sentiría que el universo entero se acelera porque su propio tiempo se dilata. Un observador externo de esa misma nave, por el contrario, vería a la nave hacerse más lenta porque el espacio de la misma se contraería. ¿Cuál de las dos es verdadera? Ambas: la dilatación del tiempo es el correlato de la contracción del espacio.
La Mecánica Cuántica, por su parte, ha ido develando un mundo subatómico cada vez más complejo, desconcertante, y por qué no decirlo, contraintuitivo. A comienzos del siglo XX se pensaba que los electrones en órbita atómica se comportaban como los planetas en un sistema estelar. Pero después, al observarse que las partículas pueden comportarse como tales, y también como ondas, se llegó a la conclusión de que no podía conocerse al mismo tiempo la posición de un electrón (o sea, medirlo como partícula) y al mismo tiempo su velocidad (o sea, medirlo como onda). Además, en los modelos subatómicos empezó a aparecer una frondosa jungla de partículas subatómicas virtuales, cuya existencia sólo tenía sentido en los modelos matemáticos, sin correlatos reales observables. Los quarks, componentes de partículas pesadas como protones y neutrones, se llevaron la palma: sólo pueden existir agrupados en racimos dentro de una partícula, pero no pueden existir en forma individual. De esa densa niebla subatómica en donde muy poco puede ser medido con precisión, emerge nuestro sólido y viejo mundo.
Peor aún: en los últimos años el desarrollo de las matemáticas fractales y las del caos han creado una convicción de que el universo es, en el mejor de los casos, meramente probabilístico. No podemos saber si una tormenta estallará o no, sino que conocemos una cierta probabilidad de cómo evolucionará. Y si no podemos llegar a tener una razonable certeza sobre un acontecimiento futuro, ¿qué tan seguros podemos estar de que ese acontecimiento es en verdad "real", de que no es una especie de cálculo matemático sin correlato en el mundo empírico...?
Esta cuestión ha puesto a muchos científicos de cabeza. ¿Son los modelos científicos y matemáticos "la realidad"? ¿O es un mero apoyo, quizás una simple muleta, pero sin mayor asidero en el mundo físico? En su tiempo, la Teoría Geocéntrica, con sus epiciclos y deferentes explicaba muy bien la realidad... hasta que las observaciones con el telescopio la hicieron saltar po los aires. La Teoría Geocéntrica no era "la realidad", pero ¿quién nos asegura que la Teoría Heliocéntrica actual lo sea? De hecho, según la Teoría de la Relatividad, las órbitas planetarias en realidad serían un movimiento rectilíneo: es el espacio curvado por la gravedad del Sol el que hace parecer esas órbitas como círculos cerrados en sí mismos...
LOS CUESTIONAMIENTOS RELIGIOSOS.
Frente a esto, las religiones han postulado muchas respuestas distintas. El Cristianismo no se hace mayores cuestionamientos sobre la naturaleza de la realidad. Sin embargo, algunos teólogos han llegado hasta este tema por el problema de la omnipotencia divina. O sea, si Dios es todopoderoso... ¿pudo haber hecho las cosas diferentes?, ¿pudo haber creado un universo con, digamos, menos mal y más bien? Algunos teólogos extremos como Guillermo de Ockham, en el siglo XIV, se han ido por la afirmativa (Dios puede crear otro universo distinto si quiere, y si hay alguna razón por la que creó éste, sólo Dios la sabe). Sin embargo, éstos son casos raros, porque cuestionan la bondad innata de Dios. La mayoría ha buscado un cierto equilibrio entre la bondad y la omnipotencia divina, y en esto de establecerle limitaciones a la capacidad creadora de Dios, han postulado implícitamente una realidad que pareciera querer trascender al mismísimo Dios. Y estos cuestionamientos no son propios sólo del Cristianismo; también el Islam ha debido lidiar sus propias batallas al respecto, entre sus propios teólogos.
Las religiones del tronco índico, como el Budismo Mahayana o el Hinduismo, son quienes han llegado más lejos en el planteamiento de este problema. Para estos pensadores, el universo entero es infinito en el tiempo y en el espacio, y hay una realidad suprema e inmanente que lo trasciende todo, incluyendo a los mismísimos dioses. El "ser" es una simple ilusión, y la meta en la vida es liberarse del ser y su red de ilusiones para adentrarse en la pasividad suprema del Nirvana. En este contexto, preocuparse por la naturaleza de la realidad carece de todo sentido, ya que el propio ser humano nunca llegará a aprehender ésta como tal, y cuando lo logre, ya no será un ser humano, y ni siquiera un "algo" con existencia particular, hundido como estará en el Nirvana.
EL PROBLEMA DE LA REALIDAD.
¿Es la realidad real? ¿Por qué las cosas son? Esta pregunta ha rondado en los pasillos de la intelectualidad humana desde que la civilización es civilización, si es que no desde que el mundo es mundo. Muchos teóricos en materia filosófica, teológica, científica, y ahora más modernamente informática, se han metido en los vericuetos de determinar qué es lo que existe allá afuera, y si el mundo es en realidad algo que existe, o bien una mera construcción psicológica de nuestros sentidos y nuestra mente.
Los dos caminos más simples son, por supuesto, afirmar uno de los extremos. Los científicos mecanicistas del siglo XIX, por ejemplo, veían al universo como un gigantesco reloj mecánico, y sostenían que nuestra ignorancia provenía del hecho de no conocer ciertos engranajes de ese mecanismo... pero que llegaríamos a conocerlos todos algún día. Sin embargo, después de la Teoría de la Relatividad (todo movimiento es relativo al punto de observación) y la Mecánica Cuántica (no se puede conocer al mismo tiempo el movimiento y la posición de una partícula), ya no están tan seguros.
La otra postura radical es negar la realidad. Descartes, en el siglo XVII, con su célebre "duda metódica", descartaba el universo entero y luego, a partir del hecho de su propia autoconciencia, postulaba "cogito, ergo sum" ("pienso, luego existo"). O sea, él infería su propia existencia a partir de que él pensaba. Esta posición, llamada solipsismo, es considerada la más indefendible e inatacable de todas las posiciones filosóficas posibles, porque como todo el universo es una construcción mental personal, cualquier ataque o defensa es algo, en última instancia, imaginario, e imposible de probar.
En medio han estado otros filósofos que han planteado algunas cuestiones y respuesta peregrinas. En la Antigua Grecia, Parménides planteaba lo suyo de la siguiente manera: el Ser es, y el No-Ser no es, no puede existir porque no es. El ser no puede dejar de existir, porque entonces pasaría a "no ser", y eso es lógicamente imposible. Tampoco puede haber comenzado a existir, porque lo que no es, no puede llega a ser. En consecuencia, Parménides negaba el cambio como una mera ilusión de los sentidos, ya que el cambio implica que algo deja de ser una cosa para pasar a ser otra. Estas simples operaciones intelectuales le seguirán pareciendo buena idea a Martin Heidegger, filósofo alemán del Tercer Reich, quien distinguía entre el "Ser" y los "entes". Los entes son las cosas individuales, y el Ser (Dasein), los que las hace llegar a ser. Por desgracia, su gruesa obra "El ser y el tiempo" no hace mayores avances, con lo que 2500 años después, Parménides seguía imbatido.
LA PERSPECTIVA CIENTÍFICA.
En general, los científicos no se han cuestionado demasiado el tema de la "realidad de la realidad", por una razón práctica: la buena ciencia exige atención a los hechos individuales, y construye a partir de estos casos particulares sus leyes generales. Al buen científico no le preocupa la esencia de la caída de la manzana, sino que de los casos individuales de caídas de manzana puede extraerse una Ley de la Gravedad según la cual las manzanas caen con una aceleración constante de 9,8 metros partidos por segundo al cuadrado ("considere el roce como despreciable").
Sin embargo, desde la imposición de la Teoría de la Relatividad y la Mecánica Cuántica, las cosas han cambiado. Hasta ese entonces el poste de amarre había sido el espacio absoluto y el tiempo absoluto postulados por Newton en su Teoría de la Gravedad. Sin embargo, de pronto ambas disciplinas enseñaron que el universo no era determinista en absoluto. El propio Einstein, enojado con la Mecánica Cuántica, había dicho que Dios no juega a los dados, pero años después, Stephen Hawking retrucó que Dios no sólo juega a los dados, sino que además los arroja allí donde no podamos verlos.
Según la Teoría de la Relatividad, la medición del espacio y del tiempo es relativa al punto de observación. Por ejemplo, una persona embarcada en nave espacial acelerada a una velocidad próxima a la de la luz, sentiría que el universo entero se acelera porque su propio tiempo se dilata. Un observador externo de esa misma nave, por el contrario, vería a la nave hacerse más lenta porque el espacio de la misma se contraería. ¿Cuál de las dos es verdadera? Ambas: la dilatación del tiempo es el correlato de la contracción del espacio.
La Mecánica Cuántica, por su parte, ha ido develando un mundo subatómico cada vez más complejo, desconcertante, y por qué no decirlo, contraintuitivo. A comienzos del siglo XX se pensaba que los electrones en órbita atómica se comportaban como los planetas en un sistema estelar. Pero después, al observarse que las partículas pueden comportarse como tales, y también como ondas, se llegó a la conclusión de que no podía conocerse al mismo tiempo la posición de un electrón (o sea, medirlo como partícula) y al mismo tiempo su velocidad (o sea, medirlo como onda). Además, en los modelos subatómicos empezó a aparecer una frondosa jungla de partículas subatómicas virtuales, cuya existencia sólo tenía sentido en los modelos matemáticos, sin correlatos reales observables. Los quarks, componentes de partículas pesadas como protones y neutrones, se llevaron la palma: sólo pueden existir agrupados en racimos dentro de una partícula, pero no pueden existir en forma individual. De esa densa niebla subatómica en donde muy poco puede ser medido con precisión, emerge nuestro sólido y viejo mundo.
Peor aún: en los últimos años el desarrollo de las matemáticas fractales y las del caos han creado una convicción de que el universo es, en el mejor de los casos, meramente probabilístico. No podemos saber si una tormenta estallará o no, sino que conocemos una cierta probabilidad de cómo evolucionará. Y si no podemos llegar a tener una razonable certeza sobre un acontecimiento futuro, ¿qué tan seguros podemos estar de que ese acontecimiento es en verdad "real", de que no es una especie de cálculo matemático sin correlato en el mundo empírico...?
Esta cuestión ha puesto a muchos científicos de cabeza. ¿Son los modelos científicos y matemáticos "la realidad"? ¿O es un mero apoyo, quizás una simple muleta, pero sin mayor asidero en el mundo físico? En su tiempo, la Teoría Geocéntrica, con sus epiciclos y deferentes explicaba muy bien la realidad... hasta que las observaciones con el telescopio la hicieron saltar po los aires. La Teoría Geocéntrica no era "la realidad", pero ¿quién nos asegura que la Teoría Heliocéntrica actual lo sea? De hecho, según la Teoría de la Relatividad, las órbitas planetarias en realidad serían un movimiento rectilíneo: es el espacio curvado por la gravedad del Sol el que hace parecer esas órbitas como círculos cerrados en sí mismos...
LOS CUESTIONAMIENTOS RELIGIOSOS.
Frente a esto, las religiones han postulado muchas respuestas distintas. El Cristianismo no se hace mayores cuestionamientos sobre la naturaleza de la realidad. Sin embargo, algunos teólogos han llegado hasta este tema por el problema de la omnipotencia divina. O sea, si Dios es todopoderoso... ¿pudo haber hecho las cosas diferentes?, ¿pudo haber creado un universo con, digamos, menos mal y más bien? Algunos teólogos extremos como Guillermo de Ockham, en el siglo XIV, se han ido por la afirmativa (Dios puede crear otro universo distinto si quiere, y si hay alguna razón por la que creó éste, sólo Dios la sabe). Sin embargo, éstos son casos raros, porque cuestionan la bondad innata de Dios. La mayoría ha buscado un cierto equilibrio entre la bondad y la omnipotencia divina, y en esto de establecerle limitaciones a la capacidad creadora de Dios, han postulado implícitamente una realidad que pareciera querer trascender al mismísimo Dios. Y estos cuestionamientos no son propios sólo del Cristianismo; también el Islam ha debido lidiar sus propias batallas al respecto, entre sus propios teólogos.
Las religiones del tronco índico, como el Budismo Mahayana o el Hinduismo, son quienes han llegado más lejos en el planteamiento de este problema. Para estos pensadores, el universo entero es infinito en el tiempo y en el espacio, y hay una realidad suprema e inmanente que lo trasciende todo, incluyendo a los mismísimos dioses. El "ser" es una simple ilusión, y la meta en la vida es liberarse del ser y su red de ilusiones para adentrarse en la pasividad suprema del Nirvana. En este contexto, preocuparse por la naturaleza de la realidad carece de todo sentido, ya que el propio ser humano nunca llegará a aprehender ésta como tal, y cuando lo logre, ya no será un ser humano, y ni siquiera un "algo" con existencia particular, hundido como estará en el Nirvana.
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