15 enero 2006

UNA ÉTICA RACIONAL: EL SUEÑO DORADO DE LOS FILÓSOFOS.

Pocos filósofos se ponen a filosofar por puro y simple apego a encontrar la realidad final de las cosas. Muchos de ellos utilizan sus elucubraciones sobre la naturaleza y el mundo como una manera de justificar determinadas posiciones éticas y morales. Una de las más populares, desde luego, es la de construir una ética y moral basada en la pura razón. Es decir, aquella que pueda sostenerse a sí misma sin necesidad de dogmas, sino que sea completamente autoevidente para cualquier ser racional, por el solo hecho de ser racional y pensar un mínimo sobre el tema. Pero hasta el momento han tenido poco éxito, por lo que cabe preguntarse, ¿es esto posible? El Ojo de la Eternidad arroja algunas luces sobre el espinoso problema de construir una ética fundada únicamente en la razón.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Templo neoclásico en Stourhead Gardens, Wiltshire, suroeste de Inglaterra. La pretensión de encontrar un sistema moral racional es muy propia de la Ilustración y el Neoclasicismo... y al final del camino se encuentra el misticismo religioso, o poco menos].

LA CUESTIÓN DE LA ÉTICA RACIONAL.
Que no todas las gentes tienen la misma moral es algo obvio para todo el mundo, o de otra manera no hablaríamos de "conductas poco éticas", "actitudes reñidas con la moral", "gente inmoral", etcétera. Alguien puede ser "buena gente" para unos, y "mala gente" para otros. Hay quienes consideran que atropellar a otros está bien, y otros que estiman tal cosa como algo muy malo. Mucha gente se irrita por menudencias que a otros les tienen sin cuidado, como por ejemplo el tema de la buena ortografía. Y peor aún, entre determinadas sociedades y formas de vida hay actitudes que son "buenas y sanas", y que años después, o kilómetros más allá, son repulsivas. No pocas de ellas tienen que ver con la religión. En extensos períodos de tiempo, en Europa, ser antisemita era algo bueno, y en la actualidad es algo muy malo, por ejemplo.
El asunto tiene una arista adicional, cual es que cada persona considera que su ética debería ser "la" ética, aquella compartida por todos los que habitan la comunidad. Un demócrata, por ejemplo, estimará que todos deberían respetar el juego democrático, mientras que un nazi considera que todos deberían estar de acuerdo en que es muy bueno matar judíos (incluyendo a los propios judíos, quizás, lo que es un tanto demencial). Lo que lleva al problema de convencer a otros que las ideas éticas propias son mejores que la de los demás.
El tema de la fundamentación de la ética es sumamente complicado. Una posibilidad es resolver el tema diciendo que existen seres humanos superiores e inferiores. Algo de esto hay, por ejemplo, en Nietzsche, que considera superior la "ética de los amos", por encima de la "ética de los esclavos". El problema es que esto simplemente añade un eslabón al problema, porque resolvemos la cuestión de la ética, pero ahora debemos probar que efectivamente algunos seres humanos son superiores a otros. Como no hay evidencia genética ni biológica en tal sentido, dichas pruebas tenderán a emanar desde aspectos éticos que vienen probados por la premisa. O sea, llegamos a un argumento circular de tipo "mi ética es superior porque soy un humano superior", que se complementa con "soy un humano superior porque mi ética es superior". Basta con poner en duda cualquiera de las dos premisas, y el argumento se cae por completo.
Otra posibilidad es fundamentar la ética en "la naturaleza de las cosas". Lo que es bastante complicado, porque la naturaleza permite hacer cosas tanto éticas como contrarias a la ética. Si la naturaleza hiciera sólo cosas éticas, entonces el ser humano no estaría obligado a desarrollar una ética propia, sino que bastaría con seguir la ética de la naturaleza. Hay filósofos que han planteado muy en serio el "retorno a la naturaleza", como Diógenes el Cínico y Rousseau, pero los aspectos prácticos de esta ética son un tanto incómodos (pocos harían como Diógenes, que dormía cómodamente en un barril como un perro).
Otra más estriba en ubicar alguna clase de agente sobrenatural, corrientemente "Dios", como base y fundamento de toda ética posible. El problema es que así como hay millones de códigos éticos distintos, también hay millones de concepciones posibles de Dios. Los aztecas que adoraban a Huitzilopochtli, por ejemplo, consideraban perfectamente ético arrancar el corazón a los prisioneros de guerra (vivos) y ofrendarlo a los dioses, algo que otras religiones mirarían con bastante repugnancia. Es un ejemplo extremo, claro, pero ejemplifica bien la índole de este problema.
Algunos filósofos, entonces, han enfrentado el problema desde otra perspectiva. Si el problema tiene que ver con la racionalidad de cada quien, entonces la respuesta al problema estaría en diseñar un razonamiento ético tan concluyente, que las personas automáticamente, y nada más conocerlo, decidieran que ésa es la ética más racional posible, y la siguieran sin objeción alguna. Es decir, la clave del problema estaría en diseñar una ética basada en la pura razón. Sin embargo, ¿es esto posible...?

EL CONOCIMIENTO DE SÓCRATES: ¿NADIE HACE EL MAL A SABIENDAS?
Uno de los primeros intentos conocidos de construir una ética basada en la pura razón, lo protagonizó el filósofo griego Sócrates. Vivió en la Atenas del siglo V a.C., y según cuenta la leyenda,
uno de sus discípulos le preguntó al Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio del mundo, a lo cual habría sido la respuesta que Sócrates. Este se habría asombrado mucho, porque se consideraba un ignorante, así es que tomó la peregrina decisión de que en dicha ignorancia, en no pretender ser sabio, radicaba la esencia de la sabiduría, algo que sintetiza en su célebre aforismo paradójico "sólo sé que nada sé".
La teoría ética de Sócrates era bastante curiosa. Sócrates identificaba el bien con el conocimiento y el mal con la ignorancia. Evidentemente se sentía alguien muy bueno, porque él era el más sabio de los hombres (a mí no me miren, el Oráculo de Delfos lo dijo...). De este modo, según Sócrates, nadie hace el mal a sabiendas. O sea, Stalin y Hitler no mataban gente porque eran malos, sino porque eran ignorantes. Lo mismo con los asaltantes de bancos, con los violadores de niños, etcétera. Si ellos supieran o conocieran el bien, no sólo se sentirían impulsados da actuar de un modo correcto, sino que no podrían hacerlo de otra manera.
Sócrates tuvo la mala suerte de que algunos de sus discípulos resultaron conocer el bien de manera sumamente imperfecta. Entre ellos estuvo Alcibíades, el hombre que traicionó a Atenas y la hundió en la ruina. Además, Sócrates se entendía de manera demasiado amigable con los espartanos que ocuparon la ciudad (parece que según Sócrates, ser parte de un ejército de ocupación no era tan malo). Al final le llevaron a juicio y le ejecutaron en 399 a.C.
Entre sus discípulos estuvo Platón, un tipo que desarrolló estas ideas en toda una teoría del conocimiento que es puro misticismo, y que no adelantó mucho en parchear los evidentes huecos de la doctrina socrática. Algún día en EODLE nos haremos cargo de él.

EL IMPERATIVO CATEGÓRICO DE KANT: ¿ES EL HOMBRE UN FIN O UN MEDIO?
Hace un tiempo atrás en EODLE nos hacíamos cargo de las ideas más gruesas de la filosofía kantiana, por lo que no insistiremos mayormente en ellas. En su voluminosa "Crítica de la Razón Práctica", Kant se hace cargo del problema de construir una ética basada, cómo no, en la pura razón, idea que muy probablemente le fuera atractiva por razones de carácter. No en balde, Kant es un filósofo ilustrado, imbuido en la idea de la Ilustación de que la humanidad ha salido de la oscuridad y la superchería de la religión, para llegar a una nueva edad dorada de conocimiento y racionalismo. Lamentablemente, la ética kantiana no es exactamente racionalista.
Kant parte, como en su trabajo anterior (la "Crítica de la razón pura") haciendo un análisis de las proposiciones. Concluye que una proposición sobre una conducta es un imperativo. Los imperativos son de dos clases: hipotéticos (es decir, condicionados a una hipótesis, bajo la forma "haz esto si es que pasa esto otro"), y categóricos (es decir, que deben hacerse en toda circunstancia, bajo la forma de un mandato perentorio: "haz esto sí o sí"). Por tanto, para Kant, el imperativo categórico es aquel que recoge y captura la esencia de la moral, ya que la moral no es una cuestión que se condicione, según él (portarse bien según las condiciones exteriores a dicho comportamiento era, para Kant, algo inmoral, como puede verse).
Ahora bien, como la ética es asunto propio de seres racionales, entonces los seres racionales deben guardar cierta compostura y decoro. Enuncia esto con una frase famosa: "el hombre es un fin en sí mismo, y no puede ser jamás un medio". A primera vista suena razonable, pero por desgracia, la trampa de Kant es que está colando solapadamente un elemento que no tiene que ver con la moral. Kant plantea que los seres humanos (o seres racionales, llámelos usted como quiera) deben ser respetados y tratados como fines en sí mismos por eso, por ser racionales. Dicho en términos más crudos y sin tanto halo ontológico, es tan simple como "la gente DEBE ser respetada", "¡MUESTRA RESPETO POR LA GENTE!". Y seguimos tan lejos del final de la madeja como siempre, porque esto es un postulado moral que narranca de un imperativo categórico, es cierto, pero podríamos perfectamente elegir un imperativo categórico de signo distinto "muestra respeto por ALGUNA GENTE y mata al resto", un imperativo categórico que Hitler suscribía con gusto, pero que Kant hubiera rechazado con indignación.
De hecho, para evitar que su precioso sistema pudiera ser usado para justificar a los Hitler del futuro, el talante liberal de Kant le llevó a esbozar un principio que se resume en una frase suya destinada a hacerse famosa: "el derecho de las personas termina allí donde comienza el de los demás". De este modo, según Kant, el derecho de Hitler a matar a los judíos termina allí donde comienza el derecho de los judíos a la vida. De manera quizás no muy sorprendente, Kant no intenta meterse en el lío de determinar cómo sabemos donde termina el derecho de los demás. Después de todo, si tomamos al Egipto faraónico, nos encontramos con un único sujeto (Faraón) con todos los derechos, y el resto con ninguno. Y quizás el propio Kant hubiera opinado que esa situación es muy poco ética.

¿ES IRRACIONAL ROBARLE A MI VECINO...?
Sócrates y Kant no son ni con mucho los únicos filósofos que han sucumbido a la tentación de diseñar una ética presuntamente racional, pero por sus propias condiciones vitales, además de sus respectivos medios cotidianos (la Aufklärung racionalista ateniense del siglo V a.C., y su equivalente en la Europa del siglo XVIII para Kant), sus filosofías son exponentes más claros de esta pretensión. ¿Es su fracaso un mero accidente, o hay algo más en todo esto?
La piedra en el zapato de cualquier ética racional, es que en el fondo consiste mezclar en un mismo saco dos tipos de frutas distintos. Una cosa es lo que es bueno y malo. Otra muy distinta, lo que es racional o no. Puede que ser corrupto sea algo malo, pero no es necesariamente irracional. Si lo fuera, ningún político traficaría influencias o sobornaría a nadie. Y nadie duda de que esas cosas son muy malas. Quizás asaltar ancianitas en la calle sea algo muy malo, pero no es irracional para el ladrón, si éste puede llenarse los bolsillos abusando de su superioridad física e impunidad sobre sus víctimas. Lo que es racional y lo que es bueno pertenecen a dos órdenes distintos.
Maquiavelo lo afirmó con su crudeza característica, respecto de los príncipes. Se preguntaba si el príncipe debe ser bueno, y reflexionaba que es más conveniente PARECER ser bueno. Si además de eso se podía ser bueno, tanto mejor, pero si ser bueno implicaba realizar acciones que le llevarían a perder el trono, entonces estaba obligado a hacer lo malo. No es que Maquiavelo predicara (como se caricaturiza) que el fin justifica los medios, sino que a veces el príncipe debe saltarse la moral para hacer lo necesario para mantenerse en el poder, porque de lo contrario, se le iba el trono, y quizás la vida. Maquiavelo tenía bien claro que el bien y lo conveniente (es decir, lo racional) son cosas que pueden ir juntas, pero que no necesariamente son lo mismo.
De este modo, todo intento de construir una ética basada en la pura razón está condenado al fracaso. Si hubiera alguna posibilidad de éxito, entonces las distintas racionalidades de todos los seres humanos deberían converger en una ética única, y finalmente, todos deberíamos comportanos exactamente igual unos con otros, algo que, como observamos al comienzo, no sucede ni remotamente, entre miembros de una misma sociedad, y ya no digamos entre sociedades distintas y épocas diversas. La diversidad de éticas existentes es una prueba, a lo menos circunstancial, de que el empeño en buscar una ética fundada en la pura razón está condenada a fracasar.

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