21 septiembre 2005

EL VICIO DE ONÁN

En algunos libros de vieja raigambre todavía puede encontrarse la palabra “onanismo” como sinónimo de “masturbación”, e incluso se recurre a floridas metáforas como hablar del “pecado de Onán” o del “vicio de Onán”. Expresiones todas destinadas a quedarse en los libros de historia, como reliquias de tiempos más literarios, ante el auge de giros populares como “corrérsela”, y similares.

Pero entremos en materia. No mucha gente sabe que la identificación entre onanismo y masturbación viene de la Biblia, de un personaje bíblico llamado Onán, que supuestamente se masturbaba. O al menos así es como se enseñaba. Pero, ¿es esto así? Repasemos lo que dice la Biblia al respecto:

Judá tomó para su primogénito, Er, una mujer llamada Tamar. Pero Er no le gustó a Yavé, quién le quitó la vida. Entonces Judá dijo a Onán: «Toma la esposa de tu hermano y cumple con tu deber de cuñado, tratando de darle descendencia». Onán sabía que aquella descendencia no sería suya. Cuando le tocó tener relaciones con su cuñada derramó en tierra para no darle un hijo a su hermano. Esto fue mal visto por Yavé, quién también le quitó la vida.
[Génesis 38:6-10].

Saltan a la vista varias cosas del texto. En primer lugar, es una historia con moralina. En este caso la moraleja es: “Yavé tu dios adora el levirato, así es que no lo desobedezcas”. El levirato era una antigua costumbre según la cual si alguien moría y dejaba una viuda, el hermano del muerto tenía que contraer matrimonio con la viuda (es decir con su cuñada). Esto es lo que hizo Onán, como hermano del difunto Er, casándose con Tamar, la viuda. La costumbre del levirato se explica porque de esta manera el patrimonio se conserva dentro de la familia, porque se consideraba a la mujer como objeto propiedad del varón.

Pero vamos al aspecto más sórdido de la historia. El Génesis es claro y habla de que su conducta sexual tenía motivo cuando Onán tenía relaciones con su cuñada. Es decir, no se trata de una masturbación, o al menos, no de una masturbación en solitario. En segundo lugar, derramaba en tierra, es decir, no consumaba la cópula eyaculando dentro de la mujer. La consecuencia lógica es: ¡Onán no estaba masturbándose, sino practicando el coitus interruptus!

Así es que la próxima vez que vea algún texto antiguo refiriéndose al onanismo o la práctica de Onán, ya sabe que está hablando de la masturbación, pero lo hace porque el tipo en cuestión no se ha molestado en leer la Biblia, ha adoptado el uso común de la palabra, y por tanto, ha incurrido en un error de bulto, en lo que a sexología se refiere.

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