29 enero 2006

LOS ENTRESIJOS DE LA RELIGIÓN DE JAPÓN.

Para muchos occidentales, la religión del Japón es un verdadero misterio. Muchos de los japoneses se consideran a sí mismos como adeptos del Shintoísmo, y también del Budismo Zen. Por si fuera poco, existe una larga tradición espiritista de fantasmagoria japonesa. Sin embargo, mirado bien en detalle, el misterio no es tan grande como parece. El Ojo de la Eternidad entrega algunas útiles explicaciones para entender qué es lo que pasa por el interior de las cabezas de los japoneses, en materia religiosa.



[IMAGEN SUPERIOR: Templo Kenchoji, en Kamakura. Data de la Edad Media, y es uno de los templos Zen más viejos de Japón].

LA CUESTIÓN RELIGIOSA EN JAPÓN.
Una de las primeras cosas que asombra a quien se adentra por primera vez en la cultura o historia japonesas, es su actitud un tanto laxa ante la religión. ¿Qué religión tienen los japoneses? Por una parte está el Shintoísmo, que es una suerte de religión nacional basada en el culto a los ancestros. Por la otra está el Zen, una rama peculiar del Budismo que tiene una enorme cantidad de adeptos en Japón. Esta actitud condescendiente causa asombro entre quienes profesan o han estado en contacto con la atmósfera cultural judeocristianomusulmana (las religiones del tronco abrahámico), ya que éstas se basan en la idea de un celo religioso que no pareciera existir en Japón. ¿O sí existe?
Como suele suceder, si se inspeccionan brevemente los antecedentes del problema, el misterio aparece mucho más claro y comprensible, aunque de todas maneras sigue siendo un tanto extraña la mentalidad religiosa japonesa, para los usos y cánones occidentales. Todo tiene que ver con la extraña historia religiosa japonesa, en donde no sólo ha estado implicada la cultura y la religión, sino también, y era que no, la alta política.

EL PAGANISMO PRIMITIVO Y LA IRRUPCIÓN DEL BUDISMO.
Los primeros habitantes del Japón, los ainos, eran paganos. Este paganismo ha originado una frondosa mitología y literatura de fantasmas, que aún hoy en día sigue muy vigente en Japón. Las historias de fantasmas son un recurso recurrente dentro de la literatura japonesa, y más modernamente, el manga y el animé han bebido profusamente en dicho terreno. Los monjes budistas que llegaron a Japón, al revés de los monjes cristianos que evangelizaron Europa, tuvieron una actitud bastante displiscente con respecto a dichos cultos, razón por la cual ambos pudieron armonizar de una manera mucho más amplia que la siempre incómoda convivencia entre los dioses paganos ancestrales europeos y el Cristianismo.
El Budismo llegó a Japón conjuntamente con la civilización. En el paso de los siglos IV a VII después de Cristo, monjes chinos llegaron hasta Japón y comenzaron allí la civilización. Los antecedentes de esto se pierden en la leyenda. Según la mitología japonesa, la dinastía de Emperadores se remonta hasta los orígenes del tiempo, aunque en verdad, los primeros Emperadores documentados no aparezcan sino hace unos quince siglos atrás, conjuntamente con las primeras crónicas budistas.
Los Emperadores japoneses vivieron durante bastante tiempo en la atmósfera cultural del Budismo. El paganismo sobrevivió así no en el lado "civilizado" de la isla (el sur), sino entre los bárbaros del norte, los ainos, que aún no habían sido conquistados.

EL ZEN.
A partir del año 1159, el régimen de gobierno de los Emperadores se quebró por una serie de guerras civiles. En dicho contexto el poder fue tomado por una nueva figura de autoridad, los shogunes, quienes sin embargo, sabiéndose usurpadores y temiendo que por su calidad de tales no serían aceptados por sus súbditos, gobernaron en nombre del Emperador. Durante cerca de medio milenio, Japón se vio azotado por varias guerras civiles, en las cuales se formaron nuevas castas políticas, incluyendo la de los samurais.
En este medio ambiente surgieron y se propagaron varios credos religiosos, que hoy en día vale la pena mencionarlos más que nada por su valor histórico, para reseñar la confusión de dicha época: el Jodo, el Jodo Shinshu, el Hokke, etcétera. La más importante de éstas fue el Zen, una adaptación del Budismo Chan que se profesaba en China, y que fue importada a Japón por Eisai (1141 a 1215) y Dogen (vivió hacia 1200 a 1253).
El Zen triunfó fundamentalmente porque se entendía no como una doctrina sino como una experiencia de vida. Consecuencialmente, se aprendía de maestro a discípulo de manera directa, y no mediante enojosos estudios. De esta manera, el Zen cautivó especialmente a los samurais, la casta guerrera, por ser una doctrina más de acción que de reflexión intelectual.
La idea matriz del Zen es que la iluminación se alcanza sólo suspendiendo en la mente todo pensamiento racional. Por ello el maestro Zen no enseña doctrinas concretas, sino una determinada actitud ante la vida. En realidad no enseña contenidos, sino que sugiere maneras de ver las cosas. Por eso, los principales textos Zen no son libros de Teología, sino breves sentencias de tipo "¿cómo se puede aplaudir con una sola mano?", sentencias que debido a su imposibilidad lógica conducen a la eliminación del pensamiento racional, en beneficio de la iluminación espiritual. Otra manera de enseñar el Zen es análoga al Cristianismo: la parábola. Existen varios cuentos Zen que tienden a ilustrar el sinsentido, o mejor dicho el sentido profundo e inescrutable, de la existencia, y por ende, invitan a la meditación en torno al misterio de la vida, a través del cual se puede alcanzar la iluminación.
Esto explica también porque alguien puede ser Zen y Shintoísta al mismo tiempo. No teniendo el Zen ninguna doctrina que enseñar, y es más, negando que cualquier doctrina pueda servir para alcanzar la iluminación (una doctrina es una elaboración racional de proposiciones sobre el mundo, que por tanto, enmascaran el camino a la iluminación), es fácil acoplarlo, como una actitud ante la vida, a cualquier otra religión.

EL PAPEL DEL CULTO NACIONAL AL EMPERADOR.
En la segunda mitad del siglo XVI, la serie de dictadores militaristas integradas por Hideyoshi Toyotomi, Nobunaga Oda y Tokugawa Ieyasu unificaron todo Japón bajo su cetro. El último creó la dinastía Tokugawa, por lo que al período en el cual gobernaron (1603 a 1868) se lo llama el Shogunato Tokugawa.
Como cualquier otro shogún, Tokugawa Ieyasu (hemos escrito el apellido primero y el nombre después, tal y como hacen los japoneses, por lo que Tokugawa es el apellido) intentaba gobernar en nombre del Emperador. Esto originó la paradoja de que, aunque no le hacían ningún caso, se cuidaban mucho de divinizarle y entronizarle. Los Tokugawa recurrieron al viejo expediente del "gobierno de unidad nacional", y para ello, nada mejor que revitalizar las tradiciones antiguas de los japoneses. El resultado de todo eso fue la creación de una verdadera religión de estado.
Aquí está claramente el origen del Shintoísmo, tal y como se entiende. Los Tokugawa le dieron forma definitiva a la mitología pagana japonesa, y la usaron para validar el poder del Emperador, de una manera similar a como los Emperadores romanos se divinizaban a sí mismos como una maniobra para sostener su autoridad política dándose legitimidad religiosa. Un brevísimo resumen del mito fundacional japonés dejará esto palmariamente claro.
La historia mítica básica va más o menos de lo siguiente. En medio del caos había un huevo cósmico, a partir del cual se forma todo lo existente. Dos dioses, Izanagi e Imo Izanagi, crean el mundo de los hombres y de los dioses. Una hija de Izanagi, Amaterasu, se transforma en la Augusta Diosa de la Luz Celeste. Pero Amaterasu es ofendida por Susano-O, el dios marino, y por tanto se retira del mundo, sumiéndolo en la oscuridad. Los restantes dioses, preocupados, le ofrecen batalla a Susano-O, hasta que éste debe retirarse. Amaterasu sale entonces de su escondite, e ilumina de nuevo al mundo. Amaterasu es investida del dominio universal sobre todas las criaturas, dominio que transmite a sus hijos, puesto que Amaterasu es nada más y nada menos que la madre del primer Emperador de Japón, y a través de éste, de todos ellos, que son así también dioses del Sol. De esta manera, el Emperador es divino como hijo del Sol, un mito común a varias otras culturas (los egipcios, los incas, los romanos, etcétera).
Esto explica también un misterio adicional: la actitud intransigente de los japoneses hacia el Cristianismo, poco habitual en un país tan religiosamente tolerante como Japón. En el siglo XVI, los misioneros católicos intentaron evangelizar Japón. Todo terminó en una persecusión religiosa con varios mártires, la que se desató no por odiosidad religiosa, sino por frío cálculo político, ya que se sostenía que el Catolicismo era la punta de lanza para una invasión europea en toda regla. Así, el Cristianismo fue extirpado de golpe de Japón, y nunca pudo penetrar allí. Hasta ahora, por lo menos.

LA RELIGIÓN ACTUAL DEL JAPÓN.
Después de la Segunda Guerra Mundial, el Emperador Hirohito se vio obligado a reconocer que no era realmente el dios del Sol, sino un simple ser humano mortal como cualquier otro. Desde entonces, la legitimidad de la dinastía imperial japonesa radica en su simbolismo nacional, no en su carácter divino.
Sin embargo, estamos lejos de ver terminarse al Shintoísmo como religión de Estado. Existen todavía el día de hoy exaltados que toman al Shintoísmo pagano como una reivindicación nacionalista, y por qué no decirlo, racista, del Japón Imperial, casi como los nazis se sentían reivindicadores de la raza germánica ancestral en Europa. De cuando en cuando, esto origina incidentes. El más famoso quizás sea el suicidio de Mishima Yukio, escritor nacionalista que se mató en un ritual sepukku (es decir, haciéndose el harakiri) de manera pública, en 1970, como una manera de protestar por la pérdida de los valores ancestrales japoneses. Hace poco tiempo atrás, el Primer Ministro de Japón hizo noticia por visitar un templo shintoísta que rendía culto a los combatientes japoneses caídos en la Segunda Guerra Mundial, considerados mártires por los nacionalistas, visita que originó incluso protestas diplomáticas formales de parte de países que fueron víctimas de dicho nacionalismo japonés, como China o Corea.
Mientras tanto, el Zen ha dado el salto al océano, y lucha por ganar conversos entre las estrellas de Hollywood. No es raro que ellos resulten tan adictos a una religión que carece de doctrina, y que rechaza por completo todo lo que huela a pensamiento racional, como algo que estorba en el camino a la iluminación...

26 enero 2006

LA RELIGIÓN Y "LOS SIMPSONS".

"Los Simpsons" es el más, o uno de los más, longevos sitcoms de todos los tiempos, superando los 300 capítulos, y amenaza con extenderse hasta veinte temporadas. En la despiadada sátira que hacen de nuestro mundo moderno, ocupa un destacado lugar las burlas que lanzan en contra de la religión, simbolizada fundamentalmente en el reverendo Alegría... pero tampoco son exactamente una pandilla de ateos, porque Dios, o lo que haya allá arriba, se las arregla siempre para intervenir. El Ojo de la Eternidad hace un regocijante recuento sobre la religión en una de las más exitosas series televisivas de todos los tiempos.


[IMAGEN SUPERIOR: Parodia de "La Creación" de Miguel Angel, con Bart Simpson como Adán].

LOS SIMPSONS Y LA RELIGIÓN.
En el año 1990 irrumpió en la televisión una nueva e irreverente serie de televisión, que marcaría pautas y abriría un verdadero culto catódico, por su irónica y desenfadada manera de ver y apreciar el mundo, criticando todos los estereotipos propios de la sociedad yanki. Insistir en la influencia de "Los Simpsons" sería superfluo, toda vez que Bart Simpson fue incluso nombrado uno de los cien grandes personajes del siglo XX por la revista Time, en 1999.
Uno de los ejes sociales que se ha llevado más pullas por parte de "Los Simpsons", es el protagonizado por las religiones institucionalizadas, algo que no deja de ser valiente, habida cuenta de que la televisión estadounidense es tradicionalmente "miedica", a la hora de enfrentarse a la religión. El propio formato de "Los Simpsons" se presta muy bien para esto, debido a sus tres niveles de humor: por el lado del humorismo de golpe y porrazo (el nivel más básico) no hay mucho, por supuesto, pero a nivel de crítica social, "Los Simpsons" dispara cada dos por tres sus dardos contra las instituciones religiosas, encarrnadas en el personaje del Reverendo Alegría, y en un tercer nivel, el del chiste cultural metamoderno, hay una serie de guiños y referencias que apuntan no a las formas externas del rito religioso y a la hipocresía de los hombres de iglesia, sino a cuestionamientos tan básicos y vitales como por ejemplo ¿qué es una religión?, ¿existe Dios?, ¿para qué necesitamos creer en un Más Allá...?

LOS CRISTIANOS DE SPRINGFIELD.
La táctica usada por "Los Simpsons" para criticar a las instituciones, es tener un representante de éstas que acumule todos los estereotipos y clichés posibles. En el caso de la religión institucionalizada, esta misión la cumple el Reverendo Alegría (cuyo apellido es Lovejoy en el original, que se puede taducir algo así como "Amor y Alegría").
El Reverendo Alegría es un pastor protestante de tranquila y ordenada vida familiar (está casado y tiene una hija), pero que mantiene su posición a costa de no quemarse ni comprometerse con nada ni por nadie. La vida religiosa se reduce para él, a pararse cada domingo en el púlpito y proferir un sermón sobre las llameantes brasas del infierno, que de tan estereotipado ya ni siquiera asusta a sus feligreses, sino que los aburre, a pesar de lo cual éstos acuden religiosamente (nunca mejor dicho) cada domingo a escucharle, un poco por auténtico prurito religioso, y otro poco por convención social. Es bastante sintomático que los dos personajes que defienden el ir a la iglesia cada domingo (la matriarca Marge Simpson, y el vecino religioso Ned Flanders) sean los dos de intelecto mediocre, y que prefieran una vida tranquila, ordenada y poco desafiante, cómodamente encerrados en la cáscara de costumbres que son sus vidas tranquilas, ordenadas... y vacías.
La hipocresía del Reverendo Alegría se transparenta a cada minuto y en las circunstancias más diversas, pero nunca ha quedado tan de relieve como en el trato que, descubrimos, le dispensa a su hija. En el episodio "La novia de Bart", descubrimos que tiene una hija rebelde, que busca desesperadamente llamar la atención de papá. ¿Y cómo reacciona éste? En vez de tratar de entenderse con ella y dar sólido ejemplo de vida familiar, la esconde de todas las miradas de la ciudad de Springfield, enviándola a otra ciudad, y a un internado "para chicas malas". Cuando todo este montaje se descubre, se tapa los oídos y empieza a cantar himnos en voz alta, en actitud de "no veo ni oigo nada"...
Anécdotas hay muchas. En un episodio comenta, sobre su paraguas, que el suyo había sido robado en una convención interreligiosa (es decir, donde habían otros hombres de religión como él), pero que él se había desquitado robando uno a su vez... Sin comentarios. En otro, muestra como usa una máquina cuentamonedas para separar y ordenar las limosnas ("Bart vende su alma")...
Sin embargo, en defensa del Reverendo Alegría, hay que decir que el episodio "Pregúntale a Marge" revela el origen de sus cuitas. Cuando llegó a Springfield, en la década de 1970, era un reverendo "post-hippie", armado con su guitarra, y lleno de entusiasmo misionero. Pero dicho entusiasmo misionero se estrelló contra Ned Flanders, el vecino de los Simpsons, quien empezó a molestarlo con toda clase de solicitudes intrascendentes, que terminaron por aburrirlo y adocenarlo, hasta el punto de haber perdido casi por completo su antigua vocación, conservando sólo su entusiasmo por el púlpito... y los trenes de juguete.
Este Ned Flanders es, a su vez, una corrosiva caricatura del hombre de religión estadounidense. Es un hombre amable y gentil con el prójimo, pero a cada minuto se trasluce una cierta actitud de superioridad moral de jactancia inconsciente, que irrita profundamente a Homero Simpson. Intuimos que dicha sensación tiene algo que ver con su bienestar económico, porque sufre dudas y vacilaciones como cualquier ser humano cuando atraviesa por los reveses de la vida (en un episodio pierde su casa, en otro muere su esposa)... Y en particular, es un hombre tremendamente cerrado y estrecho de mente, que no es capaz de mirar la vida o el mundo más allá de la interpretación bíblica del mismo, que le proporciona a sus hijos una educación que los separa del mundo y los aisla en una burbuja, y que para colmo es constantemente abusado por Homero Simpson, debido justamente a que su apego fanático a los preceptos cristianos le hacen ser blanco indefenso de éste. En cierto sentido, Ned es el reverso del Reverendo Alegría: el Reverendo es un mal cristiano por hacer demasiado poco, pero Ned es un mal cristiano por hacer mucho, por pasarse de la raya.
En ese sentido, quizás el mejor ejemplo de cristiano en la serie sea Marge Simpson. Ella es una dueña de casa que trata de vivir la religión en su vida, defendiendo valerosamente sus ideales cristianos, pero sin darle la espalda al mundo. Para ella la religión no es un mecanismo de poder como para el reverendo Alegría, ni de autoafirmación como para Ned, sino un código de conducta que no es un conjunto de dogmas inflexibles, sino una guía o una recomendación para hacer lo correcto en la vida (aunque ella misma sea muchas veces irrazonablemente obtusa). En ese sentido, puede decirse que sigue fielmente aquel mensaje de Jesús de que "el sábado ha sido hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del sábado". Aunque esto lo hace con mayor o menor éxito, porque a su alrededor, en realidad, la sociedad no está interesada ni comprometida ni con los valores cristianos, y con valores de casi ningún tipo, en realidad.

LAS RELIGIONES FLOTANTES.
Siendo Estados Unidos una nación eminentemente cristiana, no es raro que "Los Simpsons" cargue tanto las tintas en dicha fe. Sin embargo, fiel al concepto de "crisol de razas", hay también varias otras confesiones religiosas dando vueltas por ahí, encarnadas en diversos otros personajes.
El principal personaje judío de "Los Simpsons" es, irónicamente, el Payaso Krusty. Al igual que los cristianos de Springfield, éste vive bien de espaldas a su fe, hasta el punto que no pasó su Bar Mizbá sino hasta adulto. No es que rechace el legado religioso de su padre, un rabino talmúdico ortodoxo, es que ni siquiera se detiene a considerarlo como algo que exista en el mundo. Su principal empeño es hacer dinero con un insubstancial programa televisivo infantil, en un nada disimulado ataque contra la maquinaria audiovisual estadounidense (desde los tiempos de Samuel Goldwin hasta el actual Steven Spielberg, los judíos hacen nata en dicho medio). Su padre ha aparecido en algunos capítulos, y es un hombre en general correcto y honrado, pero también (al igual que el Reverendo Alegría, en el campo contrario), altamente intransigente.
El Hinduismo está representado por Apu, el dueño del minimarket. Procede de la India, y tiene una estatua del dios elefante Ganesha al que rinde culto... de tarde en tarde (el dios elefante Ganesha existe de verdad, no es lo han inventado para la serie, por cierto). En un episodio, un manager le pide cambiar su apellido por uno afrancesado, para promocionarlo como parte de un cuarteto vocal, a lo que replica: "es una grave ofensa para familia y mi dios... pero acepto".
El Budismo hace su aparición a través de Lisa Simpson. Durante la mayor parte de la serie, ella hace profesión crasa de agnosticismo, pero descubre finalmente su camino a través del budismo, debido justamente a que esta religión no tiene un dios personalizado ni excesivos rituales sin mayor sentido espiritual.
Aparte de ellos, Springfield ha tenido de tarde en tarde que luchar contra la aparición de ciertas sectas y grupos extraños. Así, existe una asamblea de los "magios" (una caricatura bastante desenfadada de los masones), que después de descubrir que su "Elegido" es Homero Simpson, terminan por fundar la venerable y antigua logia de... "los No Homero". Aparece también una secta que predica una vida de felicidad futura en el planeta Felicidonia, y que (¡cómo no!), demuestra ser finalmente un fraude. Dice bastante que su peor arma de ataque no sean las excomuniones ni las condenas al fuego eterno, sino... los abogados.

LA MÁS GRANDE PREGUNTA DE TODAS.
Después de todo este recorrido religioso, ¿están perdidas las almas de Springfield? ¿Se acaban sus almas una vez que mueren estos dibujitos amarillos, sin posibilidad de una vida futura?
Como en la vida real, la respuesta permanece abierta. En no pocas ocasiones, la búsqueda de evidencias sobre el Más Allá ha terminado en nada, como por ejemplo el episodio en que Lisa Simpson descubre el supuesto esqueleto de un ángel ("La escéptica Lisa"), y diversos sucesos aparentemente sobrenaturales terminan por tener una explicación perfectamente científica (científica, lo que diríamos científica, en términos "Simpsons", porque se toman la ciencia, así como el resto de las cosas, de manera bastante desenfadada).
Y sin embargo... de tarde en tarde ha aparecido Dios en persona, como una especie de superinvitado de lujo. Aunque cada vez que lo hace, suele aparecerse en sueños y delirios, de manera que esto no cuenta mucho. En algún episodio se ha insinuado que puede existir un Dios allá arriba mirándolo todo, compartiendo casa con un regordete y muy amigable Buda, de manera que podemos preguntarnos si, a fin de cuentas, Lisa tenía razón... ¿O es todo parte de una alucinación de los personajes?

22 enero 2006

LA PROFECÍA.

A lo largo de los siglos, el conocimiento del futuro ha sido siempre una mercancía valiosa. El papel que hoy en día juegan futurólogos, prospectivistas, economistas y analistas estratégicos, otrora lo jugaron los profetas, hombres con capacidad de sintonizar con lo divino y arrancar desde allí jirones o retazos de los eventos futuros. Sus servicios fueron muy cotizados, pero ¿es realmente posible descubrir el futuro? El Ojo de la Eternidad explica los trucos detrás de la capacidad profética, así como de afamados videntes.


[IMAGEN SUPERIOR: Grabado que representa al profeta Jeremías, durante la toma de Jerusalén].

EL ROL DE LOS PROFETAS.
Desde siempre, la información ha sido vital en los grandes asuntos, para mantener en funcionamiento grandes imperios, y también en los pequeños negocios particulares de cada día. Obtenerla por cualquier fuente es siempre algo preciado. De este modo ha surgido un próspero mercado de gentes que se dicen inspiradas para ver y penetrar en los velos del tiempo, escrutando el futuro... a veces gratis, y otras tantas por un precio que será de seguro módico, habida cuenta de la importancia de la información que podrían proporcionar.
Todas las culturas han conocido gentes capaces de ver el futuro. De esta manera encontramos chamanes, profetas, videntes, oráculos, arúspices, sibilas, adivinos, tarotistas, clarividentes, y un largo etcétera de ocupaciones varias empeñadas en descifrar los misterios del futuro. Sus métodos varían muchas veces, y su rol social también tiende a ser variable, desde aquellas culturas que valoran estas técnicas en mucho, hasta aquellas en donde los profetas son perseguidos, e incluso exterminados.

¿QUÉ ES UNA PROFECÍA?
Técnicamente, una profecía es una predicción que se hace sobre eventos futuros, obtenida por medios sobrenaturales. Es decir, no cuenta como profecía aquella que se hace siguiendo caminos de la predicción racional y científica, como por ejemplo determinar a través de leyes científicas cual será la velocidad terminal de caída de un cuerpo, en caso de que llegáramos a soltarlo sin apoyo alguno. Tampoco cuentan como profecías las hechas por los economistas siguiendo las leyes económicas, aunque éstas muchas veces son tan contradictorias entre especialista y especialista, y tan alambicado el lenguaje que usan, que no pocas veces se ha dicho que los economistas tienen mucho de profetas de los tiempos modernos.
Pero estos medios sobrenaturales no están disponibles para cualquiera. De esta manera surgen los especialistas de la profecía, los profetas, quienes son capaces de contactar con lo divino y lo sagrado, para informarse por su través de lo que vendrá en el futuro. Muchas veces, estos especialistas recurren a un elaborado ritual, como una manera de buscar inspiración. En dichos rituales entran el uso de hierbas psicotrópicas o alucinógenas, o bien la utilización de herramientas que supuestamente canalizan los poderes místicos (cartas, dados, etcétera), dando origen a técnicas predictivas tales como la astrología, la quiromancia (por las líneas de la mano), la cartomancia, etcétera.
Al respecto, la Iglesia Católica distingue entre verdadera y falsa profecía. La verdadera profecía es inspirada por Dios, y se distingue por dos elementos: en primer lugar es exacta y habrá de cumplirse en todos sus términos, y en segundo lugar es directa, sin mediación ninguna de instrumentos ajenos (las mencionadas cartas, líneas de la mano, etcétera), por pura y simple inspiración. La profecía falsa, por el contrario, es inspirada por el Demonio, no necesariamente es exacta (por lo general incluso es engañosa), y se lleva a cabo por medios mágicos como lectura de cartas o de líneas de la mano, elaboración de horóscopos y cartas astrales, observación de fenómenos de la naturaleza como el vuelo de las aves, etcétera. Por supuesto que esta discriminación le permite a la Iglesia Católica descalificar a todas aquellas profecías que no son convenientes para sus intereses, como producidas por el Demonio, y las que sí lo son, como inspiradas por Dios. La Iglesia siempre se ha sentido un tanto incómoda con los profetas inspirados por Dios, ya que sostiene oficialmente que la profecía se ha acabado con el Nuevo Testamento, con el cual la Revelación de Dios estaría completa, haciendo de esta manera superflua toda profecía posterior. Lo que no impide que de tanto en tanto surjan profetas dentro de su propio seno, como los célebres pastorcillos de Fátima, por ejemplo.

LOS SECRETOS DE LOS PROFETAS.
Todos hemos oído hablar de profetas que son exitosos realizando profecías. Jeanne Dixon se hizo famosa pronosticando el asesinato de John Kennedy, por ejemplo, mientras que hasta el día se considera a Nostradamus como uno de los más acertados profetas de todos los tiempos. Y eso por no hablar de los profetas de la Biblia, que también se apuntan varias profecías con perfecto cumplimiento posterior, de creer a las Sagradas Escrituras. ¿Cómo lo hacen?
Existen varios trucos que usan los profetas para pasar sus profecías como exitosas. La más recurrida es el lenguaje oracular. Es decir, el profeta habla no en términos claros y diáfanos, sino lo suficientemente difusos y vagos como para que su profecía pueda interpretarse de varias maneras. Es famoso el ejemplo de la profecía que formuló la pitonisa del Oráculo de Delfos a Alejandro Magno, diciéndole: "Irás. Volverás. Nunca en la guerra perecerás". Cuando después falleció en Babilonia, a 2000 kilómetros de distancia de su hogar, y trece años después de salir del mismo, el Oráculo de Delfos se defendió diciendo que había afirmado: "Irás. ¿Volverás? ¡Nunca! En la guerra perecerás". Otro ejemplo muy claro de profecía formulada en términos confusos y poco explícitos es Nostradamus, cuyo lenguaje cargado de simbolismo ha permitido a sus fieles lectores interpretar sus profecías de muchas maneras distintas. Sintomáticamente, no se ha dado el caso de que se entienda el sentido cabal y exacto de una profecía de Nostradamus ANTES de que se produzca el evento crucial que supuestamente profetiza.
Otra técnica usada por los profetas es seguir la corriente al consultante y profetizarle lo que éste quiere oir. Es decir, a un general que vaya a librar una batalla se le profetiza que tendrá éxito en la misma, pero en términos ambiguos, para cubrirse en caso de un resultado nefasto, o a un pueblo oprimido se le profetiza su pronta liberación, como ocurre con muchas llamadas "profecías de consolación" en la Biblia. En cuanto a profecías del primer tipo, el Oráculo de Delfos hizo otro tanto con el rey Creso, quien en vísperas de la guerra contra los persas, habría preguntado por mensajeros si tendría éxito en la batalla. El Oráculo respondió: "si cruzas el Río Halys, destruirás un gran imperio". Al fina, el imperio destruido fue el propio de Creso, ya que éste perdió estrepitosamente. A nivel cotidiano también es recurrente que los tarotistas, consultados por sus clientes, profeticen que las cartas anuncian un nuevo amor, próxima solvencia económica, etcétera, todas noticias sumamente agradables de escuchar para cualquiera, aunque no tengan fundamento realista alguno.
También en materia de profecías existe la vieja técnica del autobombo, resaltando los éxitos y disimulando los fracasos. La mencionada Jeanne Dixon, famosa por su profecía del asesinato de Kennedy, por ejemplo, tiene también a su haber un sinfín de profecías fallidas, pero ella se cuida muy bien de divulgar estos casos en donde sus habilidades proféticas fallaron.
Y existe también la técnica de escribir la profecía a posteriori, una vez que los acontecimientos se han producido. En opinión de los expertos bíblicos, ésta es la razón por la cual muchas profecías del Antiguo Testamento aparecen como sorprendentemente exactas. La impostura se descubre en particular por los análisis gramaticales de los textos, que revelan las interpolaciones hechas por manos que no son las redactoras de los textos originales.

¿SON TODOS LOS PROFETAS UNOS CHARLATANES?
Visto de esta manera, parecería que todos los profetas son en realidad unos charlatanes que buscan aprovechar la credulidad de las personas para ganarse unos pesos, o bien fama y reputación, etcétera. ¿Es siempre esto así?
La respuesta es negativa. El móvil psicológico que induce a alguien a formular profecías no siempre es el lucro personal, aunque éste sea primario en muchos lectores de cartas, o en la gente que redacta horóscopos para la prensa escrita, o personalizados para los famosos. En no pocos casos hay gente que es humillada, perseguida e incluso asesinada por formular profecías que no son de gusto del monarca reinante. Muchas parábolas de Jesús, en los Evangelios, giran sobre el tema de que los judíos han matado profetas inspirados por Dios, y por tanto, no hay razón para que no vayan a hacer lo mismo con el Cristo. En este caso, el resorte psicológico es claramente otro, quizás la búsqueda de notoriedad, o la sensación de poder que involucra sentirse llamado especialmente.
En ese sentido, la actividad profética se conecta con las visiones inspiradas por Dios. La moderna Psiquiatría se encuentra hace tiempo en condiciones de explicar el fenómeno de las visiones proféticas, como una peculiaridad psicológica propia de ciertas personas, y han acuñado el término "neurosis de conversión" para explicarlas. Una neurosis de conversión es básicamente la sicosomatización de procesos neuróticos al interior de la persona, y está detrás de fenómenos religiosos tan variopintos como las visiones proféticas, las posesiones demoníacas, las conversiones súbitas, los dones o carismas ("hablar en lenguas"), etcétera. En resumen, muchas veces las visiones proféticas son síntomas de desequilibrio mental. Algunas veces, este desequilibrio mental encuentra concreción en cauces "institucionales", como ocurre cuando ocasionalmente algún sacerdote reclama haber tenido visiones proféticas dentro de la Iglesia Católica, pero en otras tantas, han generado "falsos profetas" que han creado sectas y llevado a la destrucción de sus miembros... Pero eso será tema para algún artículo futuro de EODLE.

19 enero 2006

CHILE 2006: LA PRESIDENTA Y LOS RELIGIOSOS.

Entre 1990 y 2005, Chile terminó con la dictadura militar y vivió tres gobiernos democráticos, agrupados bajo la coalición llamada Concertación. A pesar de que todos esperaban una mayor apertura social, lo cierto es que la religión siguió teniendo un peso opresivo sobre Chile, lo mismo que instituciones pararreligiosas como por ejemplo la Masonería. Michelle Bachelet, la Presidenta que asumirá el mando en Marzo próximo, deberá enfrentar algunos variados desafíos que, de alguna manera u otra, colindan con la religión. El Ojo de la Eternidad echa una mirada al pasado reciente, al presente, y al eventual porvenir, de la religión en Chile.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: El Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago y Presidente de la Conferencia Episcopal, es saludado por el Presidente Ricardo Lagos. El primero es católico y el segundo es masón. Las relaciones entre Iglesia y Estado en estos años no han sido todo lo separadas que deberían, en una democracia moderna].

EL CHILE RECIENTE.
En Marzo próximo se inicia el cuarto gobierno de la coalición centroizquierdista llamada Concertación, que ha retenido el poder desde el final de la dictadura militar de Augusto Pinochet, en 1990. De los cuatro candidatos que corrieron la carrera, el humanista Tomás Hirsch y el ultraderechista Joaquín Lavín quedaron en la lona, y siguieron a una segunda vuelta la centroizquierdista Michelle Bachelet, y el empresario centroderechista Sebastián Piñera. En la segunda vuelta, Bachelet se impuso por apretados siete puntos sobre su contendor. El descarte de candidatos es bastante sintomático: el país le dijo no a Hirsch, representante de un movimiento filosófico laico, cual es el humanismo, le dijo no también el Catolicismo extremista y reaccionario de Joaquín Lavín (conocido miembro del Opus Dei), y por último, le dijo no a las banderas del alicaído "humanismo cristiano" con las que intentó vestirse Sebastián Piñera, para darle favor a una candidata agnóstica, es decir, sin mayor vinculación con la religión tradicional, a un nivel espiritual...
Es de prever que el modelo de país implementado en los últimos tres gobiernos democráticos proseguirá, habida cuenta de que la Concertación y toda su maquinaria política continuan en el poder. En donde quizás hayan algunas fricciones, sea justamente en materias de delicado contenido moral, y por qué no decirlo, religioso. Y es que tales temas en Chile no han sido demasiado pacíficos, en los últimos años...

EL CONTRAATAQUE CATÓLICO CONSERVADOR DE LA DÉCADA DE 1990.
Bajo la dictadura militar (1973-1990), la Iglesia Católica chilena se dividió. Eran los tiempos de la resaca del Concilio Vaticano II, y por tanto, los sectores conservadores de la Iglesia estaban inusualmente activos. El gran ejemplo fue el tristemente célebre cura Raúl Hasbún, vulgarmente llamado "el curasbún", que en la pantalla del canal de la Pontificia Universidad Católica de Chile (el Canal UC, llamado popularmente "el 13", por ser ésa su frecuencia en Santiago) defendió a capa y espada la siniestra labor "de orden público" del dictador Augusto Pinochet y sus mastines de los organismos represores, la DINA y la CNI. Pero otro sector de la Iglesia Católica defendió valientemente los derechos humanos, creando la Vicaría de la Solidaridad, y contribuyendo así a evitar que los sicarios de la dictadura militar se cobrara un número incluso mayor de víctimas.
Después de la llegada de la democracia, se pensó que se viviría un "destape", según el modelo español postfranquista, en donde una nueva moral mucho más libre imperaría. Durante un tiempo, la televisión hizo eco del "destape", cuyo gran hito fue la exhibición de la teleserie softcore brasilera "Pantanal", en 1991. Pero eso se acabó en la televisión abierta, ante el sostenido crecimiento de los grupos conservadores de ultraderecha. Sólo la implementación masiva de la televisión por cable, primero, y de Internet después, consiguió el milagro de abrir un tanto a la sociedad chilena, aunque siempre bajo sostenidos ataques de los grupos conservadores, algunos de los cuales insistieron incluso en censurar la televisión por cable, empeño en el que por suerte no tuvieron éxito.
El grupo más famoso de éstos fue El Porvenir de Chile, entidad retrógrada y fascista cuyos miembros se creían moralmente superiores al resto de la sociedad, y por tanto, sintieron la tentación de imponer por la fuerza sus convicciones católicas fundamentalistas. Sin embargo, sus posiciones totalitarias fueron derrotadas una y otra vez, en particular en el largo proceso judicial en torno a la censura de la película "La última tentación de Cristo", hasta que su influencia decreció a casi cero, para alivio de la sociedad civilizada chilena.
Otro importante grupo paracatólico chileno fue el partido político Unión Demócrata Independiente (UDI). Después de años de crecimiento sostenido, en la elección de 1999 su candidato Joaquín Lavín, supernumerario Opus Dei, estuvo en un tris de ganar la Presidencia de la República, perdiendo por apenas unos pocos miles de votos frente a Ricardo Lagos.
Ya dentro de la propia Iglesia Católica, el defensor más destacado del conservadurismo moral fue Jorge Medina, obispo de Valparaíso. Su acción más pintoresca fue gastar dinero de las arcas de la Iglesia en un kiosko, comprando revistas pornográficas, y llevárselas al Intendente de Valparaíso, para que viera qué clase de inmundicia moral se vendía bajo sus propias narices, a una cuadra de distancia del edificio de la Intendencia. Muchos sostuvieron en ese entonces que con ese dinero, quizás hubiera bastado para darle una taza de te y un pan por un mes completo a un niño del Hogar de Cristo...
En cuanto a la Iglesia Católica por sí misma, se opuso tenazmente, aunque de manera más o menos solapada (una declaración de prensa por aquí y una por allá) a diversas leyes que pudieran minar su posición moral. De esta manera, tan solo en el año 2004 pudo pasar el divorcio a ser una realidad legislativa chilena, corrigiendo el escandaloso problema de las llamadas "nulidades matrimoniales". Previamente, en 1999, durante los debates de la llamada Ley de Cultos, la Iglesia Católica no tuvo pudor alguno en declarar que debían concederle sin más el estatuto de derecho público, por el ministerio de la ley, y saltándose los trámites que las otras confesiones religiosas deberían pasar para ello. Pese a la enconada oposición de la Iglesia a la ley (en particular porque varias otras religiones gozarían de franquicias que la Iglesia Católica poseía por sí, como por ejemplo exenciones tributarias), la Ley de Cultos fue finalmente promulgada.
Todo esto ha hecho a la Iglesia Católica harto más impopular en Chile. Aunque sigue siendo mayoritaria en el país, su nivel de aprobación ha ido disminuyendo. Y, cosa sintomática, a medida que crece su apoyo en las clases altas, las clases modestas de la sociedad chilena le han ido dando vuelta la espalda. En cuanto al resto de los católicos, pese a sumar en total cerca de un 70% según el último censo, la mayor parte de ellos son "católicos a su manera". Es decir, proclaman ser católicos de viva voz, un tanto por el prestigio social que involucra "estar con los ganadores", pero que en la práctica no siguen casi ningún mandamiento de la Iglesia, ya que no van a misa una vez por semana, no se confiesan una vez al año, comulgan rara vez, mantienen relaciones sexuales prematrimoniales, usan métodos anticonceptivos, dudan de la infalibilidad papal, etcétera, todas cosas que un católico de verdad no puede permitirse, por mandato de la Iglesia.

EL CRECIMIENTO DE LAS CONFESIONES NO CATÓLICAS.
Comparando el censo del año 2002, con el del año 1992, la religión católica ha ido disminuyendo de manera lenta, pero sostenida. En 1992 eran católicos el 76% de la población. En 2002, sólo el 70%. Esta disminución fue capitalizada en particular por los grupos cristianos no católicos: esto es, los evangélicos.
En la década de 1990, los evangélicos se transformaron en una fuerte realidad vecinal. Comenzaron a salir a la calle y predicar a las gentes en directo. Su predominio se extendió preferentemente entre los barrios pobres.
Comenzaron también a infiltrarse en otros sectores. Durante el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006), los evangélicos ingresaron por primera vez al Palacio de la Moneda. Ello, amparados en la Ley de Cultos de 1999, ya que antes, tales prerrogativas eran monopolio exclusivo de la Iglesia Católica.
No es casualidad este traspaso de fieles. Los evangélicos eran la alternativa cristiana que proporcionaba algo que los católicos no. Mientras la mayor parte de los sacerdotes católicos se negaba a salir de sus cómodas iglesias, y esperaban que sus feligreses acudieran a ellos, los evangélicos sí se atrevieron a ingresar a las poblaciones. A la vez, el mensaje evangélico prendió mucho más entre los jóvenes: católicos eran en 2002 el 79% de la población mayor de 75 años, pero sólo el 66% de la gente entre 15 y 29 años.

EL DESAFÍO RELIGIOSO Y LA ELECCIÓN DE 2005.
De los cuatro candidatos a la Presidencia en la elección de 2005, el único claramente identificado con una opción religiosa era Joaquín Lavín, que era supernumerario Opus Dei. Sintomáticamente, a lo largo de toda su campaña intentó mantener un poco en las sombras esa faceta de su persona, a pesar de que de tanto en tanto formuló algunas declaraciones que permitían asumir perfectamente su posición católica ultraconservadora. Sin embargo, después del 15 de Diciembre, quedó fuera de la carrera política. Sebastián Piñera intentó identificarse con una opción llamada "humanismo cristiano", por mero cálculo político, para abrirse un espacio como "seguidor" de Jacques Maritain, y de esa manera crear un eje político de centroderecha que le permitiera apoderarse de parte de los votos de la Democracia Croistiana. Pero esta operación de "convertir el templo en una cueva de ladrones" no funcionó todo lo bien que se esperaba (de hecho, no funcionó en absoluto), de modo que este intento de usar lo espiritual con fines políticos fracasó rotundamente.
La Presidenta electa, Michelle Bachelet, es agnóstica, al igual que lo es el actual Presidente saliente Ricardo Lagos (quien, además, es masón). Sin embargo, debe tenerse presente que en 1999, la Iglesia Católica tenía fuertes aprensiones sobre Ricardo Lagos, por su vinculación a la Masonería, y su compromiso con algunas iniciativas liberales como el divorcio, por ejemplo. Fue sólo después de una ronda de conversaciones semiprivadas, que la Iglesia se tranquilizó y decidió si bien no apoyar a Lagos, tampoco no combatirlo abiertamente. Para la elección del 2005, Bachelet emprendió también una ronda de conversaciones similares. Ello, porque la Iglesia tenía sus dudas, debido a que Bachelet, en su paso por el Ministerio de Salud en el año 2000, se manifestó a favor de la "píldora del día después", que la Iglesia Católica considera abortiva. Por lo que, salga quien salga elegido, es poco probable que el siguiente Presidente de la República introduzca una liberalización de costumbres, siguiendo el imperio moral de la Iglesia Católica casi sin contrapeso posible.
Y los desafíos pendientes no son pocos en Chile. Es probable que en los próximos años comience a sonar con fuerza el tema de las uniones homosexuales, algo a lo que la Iglesia Católica se opone, y a lo que Bachelet no da su apoyo. También está el creciente problema de los escándalos sexuales dentro de la Iglesia Católica. Y el del manejo de embriones y experimentación con células madre, tema que una ley del año 2005 intentó resolver, pero que tanto gente del mundo jurídico como del médico han criticado por ser una normativa poco práctica, más bien programática, y sin demasiado asidero en las realidades médicas.
Por su parte, hay rumores de que Benedicto XVI podría visitar Chile en el año 2007. Algo que ayudaría formidablemente a enrarecer el ambiente religioso en Chile, estimulando sobremanera el fanatismo de los grupos católicos más exaltados.

15 enero 2006

UNA ÉTICA RACIONAL: EL SUEÑO DORADO DE LOS FILÓSOFOS.

Pocos filósofos se ponen a filosofar por puro y simple apego a encontrar la realidad final de las cosas. Muchos de ellos utilizan sus elucubraciones sobre la naturaleza y el mundo como una manera de justificar determinadas posiciones éticas y morales. Una de las más populares, desde luego, es la de construir una ética y moral basada en la pura razón. Es decir, aquella que pueda sostenerse a sí misma sin necesidad de dogmas, sino que sea completamente autoevidente para cualquier ser racional, por el solo hecho de ser racional y pensar un mínimo sobre el tema. Pero hasta el momento han tenido poco éxito, por lo que cabe preguntarse, ¿es esto posible? El Ojo de la Eternidad arroja algunas luces sobre el espinoso problema de construir una ética fundada únicamente en la razón.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Templo neoclásico en Stourhead Gardens, Wiltshire, suroeste de Inglaterra. La pretensión de encontrar un sistema moral racional es muy propia de la Ilustración y el Neoclasicismo... y al final del camino se encuentra el misticismo religioso, o poco menos].

LA CUESTIÓN DE LA ÉTICA RACIONAL.
Que no todas las gentes tienen la misma moral es algo obvio para todo el mundo, o de otra manera no hablaríamos de "conductas poco éticas", "actitudes reñidas con la moral", "gente inmoral", etcétera. Alguien puede ser "buena gente" para unos, y "mala gente" para otros. Hay quienes consideran que atropellar a otros está bien, y otros que estiman tal cosa como algo muy malo. Mucha gente se irrita por menudencias que a otros les tienen sin cuidado, como por ejemplo el tema de la buena ortografía. Y peor aún, entre determinadas sociedades y formas de vida hay actitudes que son "buenas y sanas", y que años después, o kilómetros más allá, son repulsivas. No pocas de ellas tienen que ver con la religión. En extensos períodos de tiempo, en Europa, ser antisemita era algo bueno, y en la actualidad es algo muy malo, por ejemplo.
El asunto tiene una arista adicional, cual es que cada persona considera que su ética debería ser "la" ética, aquella compartida por todos los que habitan la comunidad. Un demócrata, por ejemplo, estimará que todos deberían respetar el juego democrático, mientras que un nazi considera que todos deberían estar de acuerdo en que es muy bueno matar judíos (incluyendo a los propios judíos, quizás, lo que es un tanto demencial). Lo que lleva al problema de convencer a otros que las ideas éticas propias son mejores que la de los demás.
El tema de la fundamentación de la ética es sumamente complicado. Una posibilidad es resolver el tema diciendo que existen seres humanos superiores e inferiores. Algo de esto hay, por ejemplo, en Nietzsche, que considera superior la "ética de los amos", por encima de la "ética de los esclavos". El problema es que esto simplemente añade un eslabón al problema, porque resolvemos la cuestión de la ética, pero ahora debemos probar que efectivamente algunos seres humanos son superiores a otros. Como no hay evidencia genética ni biológica en tal sentido, dichas pruebas tenderán a emanar desde aspectos éticos que vienen probados por la premisa. O sea, llegamos a un argumento circular de tipo "mi ética es superior porque soy un humano superior", que se complementa con "soy un humano superior porque mi ética es superior". Basta con poner en duda cualquiera de las dos premisas, y el argumento se cae por completo.
Otra posibilidad es fundamentar la ética en "la naturaleza de las cosas". Lo que es bastante complicado, porque la naturaleza permite hacer cosas tanto éticas como contrarias a la ética. Si la naturaleza hiciera sólo cosas éticas, entonces el ser humano no estaría obligado a desarrollar una ética propia, sino que bastaría con seguir la ética de la naturaleza. Hay filósofos que han planteado muy en serio el "retorno a la naturaleza", como Diógenes el Cínico y Rousseau, pero los aspectos prácticos de esta ética son un tanto incómodos (pocos harían como Diógenes, que dormía cómodamente en un barril como un perro).
Otra más estriba en ubicar alguna clase de agente sobrenatural, corrientemente "Dios", como base y fundamento de toda ética posible. El problema es que así como hay millones de códigos éticos distintos, también hay millones de concepciones posibles de Dios. Los aztecas que adoraban a Huitzilopochtli, por ejemplo, consideraban perfectamente ético arrancar el corazón a los prisioneros de guerra (vivos) y ofrendarlo a los dioses, algo que otras religiones mirarían con bastante repugnancia. Es un ejemplo extremo, claro, pero ejemplifica bien la índole de este problema.
Algunos filósofos, entonces, han enfrentado el problema desde otra perspectiva. Si el problema tiene que ver con la racionalidad de cada quien, entonces la respuesta al problema estaría en diseñar un razonamiento ético tan concluyente, que las personas automáticamente, y nada más conocerlo, decidieran que ésa es la ética más racional posible, y la siguieran sin objeción alguna. Es decir, la clave del problema estaría en diseñar una ética basada en la pura razón. Sin embargo, ¿es esto posible...?

EL CONOCIMIENTO DE SÓCRATES: ¿NADIE HACE EL MAL A SABIENDAS?
Uno de los primeros intentos conocidos de construir una ética basada en la pura razón, lo protagonizó el filósofo griego Sócrates. Vivió en la Atenas del siglo V a.C., y según cuenta la leyenda,
uno de sus discípulos le preguntó al Oráculo de Delfos quién era el hombre más sabio del mundo, a lo cual habría sido la respuesta que Sócrates. Este se habría asombrado mucho, porque se consideraba un ignorante, así es que tomó la peregrina decisión de que en dicha ignorancia, en no pretender ser sabio, radicaba la esencia de la sabiduría, algo que sintetiza en su célebre aforismo paradójico "sólo sé que nada sé".
La teoría ética de Sócrates era bastante curiosa. Sócrates identificaba el bien con el conocimiento y el mal con la ignorancia. Evidentemente se sentía alguien muy bueno, porque él era el más sabio de los hombres (a mí no me miren, el Oráculo de Delfos lo dijo...). De este modo, según Sócrates, nadie hace el mal a sabiendas. O sea, Stalin y Hitler no mataban gente porque eran malos, sino porque eran ignorantes. Lo mismo con los asaltantes de bancos, con los violadores de niños, etcétera. Si ellos supieran o conocieran el bien, no sólo se sentirían impulsados da actuar de un modo correcto, sino que no podrían hacerlo de otra manera.
Sócrates tuvo la mala suerte de que algunos de sus discípulos resultaron conocer el bien de manera sumamente imperfecta. Entre ellos estuvo Alcibíades, el hombre que traicionó a Atenas y la hundió en la ruina. Además, Sócrates se entendía de manera demasiado amigable con los espartanos que ocuparon la ciudad (parece que según Sócrates, ser parte de un ejército de ocupación no era tan malo). Al final le llevaron a juicio y le ejecutaron en 399 a.C.
Entre sus discípulos estuvo Platón, un tipo que desarrolló estas ideas en toda una teoría del conocimiento que es puro misticismo, y que no adelantó mucho en parchear los evidentes huecos de la doctrina socrática. Algún día en EODLE nos haremos cargo de él.

EL IMPERATIVO CATEGÓRICO DE KANT: ¿ES EL HOMBRE UN FIN O UN MEDIO?
Hace un tiempo atrás en EODLE nos hacíamos cargo de las ideas más gruesas de la filosofía kantiana, por lo que no insistiremos mayormente en ellas. En su voluminosa "Crítica de la Razón Práctica", Kant se hace cargo del problema de construir una ética basada, cómo no, en la pura razón, idea que muy probablemente le fuera atractiva por razones de carácter. No en balde, Kant es un filósofo ilustrado, imbuido en la idea de la Ilustación de que la humanidad ha salido de la oscuridad y la superchería de la religión, para llegar a una nueva edad dorada de conocimiento y racionalismo. Lamentablemente, la ética kantiana no es exactamente racionalista.
Kant parte, como en su trabajo anterior (la "Crítica de la razón pura") haciendo un análisis de las proposiciones. Concluye que una proposición sobre una conducta es un imperativo. Los imperativos son de dos clases: hipotéticos (es decir, condicionados a una hipótesis, bajo la forma "haz esto si es que pasa esto otro"), y categóricos (es decir, que deben hacerse en toda circunstancia, bajo la forma de un mandato perentorio: "haz esto sí o sí"). Por tanto, para Kant, el imperativo categórico es aquel que recoge y captura la esencia de la moral, ya que la moral no es una cuestión que se condicione, según él (portarse bien según las condiciones exteriores a dicho comportamiento era, para Kant, algo inmoral, como puede verse).
Ahora bien, como la ética es asunto propio de seres racionales, entonces los seres racionales deben guardar cierta compostura y decoro. Enuncia esto con una frase famosa: "el hombre es un fin en sí mismo, y no puede ser jamás un medio". A primera vista suena razonable, pero por desgracia, la trampa de Kant es que está colando solapadamente un elemento que no tiene que ver con la moral. Kant plantea que los seres humanos (o seres racionales, llámelos usted como quiera) deben ser respetados y tratados como fines en sí mismos por eso, por ser racionales. Dicho en términos más crudos y sin tanto halo ontológico, es tan simple como "la gente DEBE ser respetada", "¡MUESTRA RESPETO POR LA GENTE!". Y seguimos tan lejos del final de la madeja como siempre, porque esto es un postulado moral que narranca de un imperativo categórico, es cierto, pero podríamos perfectamente elegir un imperativo categórico de signo distinto "muestra respeto por ALGUNA GENTE y mata al resto", un imperativo categórico que Hitler suscribía con gusto, pero que Kant hubiera rechazado con indignación.
De hecho, para evitar que su precioso sistema pudiera ser usado para justificar a los Hitler del futuro, el talante liberal de Kant le llevó a esbozar un principio que se resume en una frase suya destinada a hacerse famosa: "el derecho de las personas termina allí donde comienza el de los demás". De este modo, según Kant, el derecho de Hitler a matar a los judíos termina allí donde comienza el derecho de los judíos a la vida. De manera quizás no muy sorprendente, Kant no intenta meterse en el lío de determinar cómo sabemos donde termina el derecho de los demás. Después de todo, si tomamos al Egipto faraónico, nos encontramos con un único sujeto (Faraón) con todos los derechos, y el resto con ninguno. Y quizás el propio Kant hubiera opinado que esa situación es muy poco ética.

¿ES IRRACIONAL ROBARLE A MI VECINO...?
Sócrates y Kant no son ni con mucho los únicos filósofos que han sucumbido a la tentación de diseñar una ética presuntamente racional, pero por sus propias condiciones vitales, además de sus respectivos medios cotidianos (la Aufklärung racionalista ateniense del siglo V a.C., y su equivalente en la Europa del siglo XVIII para Kant), sus filosofías son exponentes más claros de esta pretensión. ¿Es su fracaso un mero accidente, o hay algo más en todo esto?
La piedra en el zapato de cualquier ética racional, es que en el fondo consiste mezclar en un mismo saco dos tipos de frutas distintos. Una cosa es lo que es bueno y malo. Otra muy distinta, lo que es racional o no. Puede que ser corrupto sea algo malo, pero no es necesariamente irracional. Si lo fuera, ningún político traficaría influencias o sobornaría a nadie. Y nadie duda de que esas cosas son muy malas. Quizás asaltar ancianitas en la calle sea algo muy malo, pero no es irracional para el ladrón, si éste puede llenarse los bolsillos abusando de su superioridad física e impunidad sobre sus víctimas. Lo que es racional y lo que es bueno pertenecen a dos órdenes distintos.
Maquiavelo lo afirmó con su crudeza característica, respecto de los príncipes. Se preguntaba si el príncipe debe ser bueno, y reflexionaba que es más conveniente PARECER ser bueno. Si además de eso se podía ser bueno, tanto mejor, pero si ser bueno implicaba realizar acciones que le llevarían a perder el trono, entonces estaba obligado a hacer lo malo. No es que Maquiavelo predicara (como se caricaturiza) que el fin justifica los medios, sino que a veces el príncipe debe saltarse la moral para hacer lo necesario para mantenerse en el poder, porque de lo contrario, se le iba el trono, y quizás la vida. Maquiavelo tenía bien claro que el bien y lo conveniente (es decir, lo racional) son cosas que pueden ir juntas, pero que no necesariamente son lo mismo.
De este modo, todo intento de construir una ética basada en la pura razón está condenado al fracaso. Si hubiera alguna posibilidad de éxito, entonces las distintas racionalidades de todos los seres humanos deberían converger en una ética única, y finalmente, todos deberíamos comportanos exactamente igual unos con otros, algo que, como observamos al comienzo, no sucede ni remotamente, entre miembros de una misma sociedad, y ya no digamos entre sociedades distintas y épocas diversas. La diversidad de éticas existentes es una prueba, a lo menos circunstancial, de que el empeño en buscar una ética fundada en la pura razón está condenada a fracasar.

12 enero 2006

EL SIONISMO.

La reciente enfermedad del Premier israelí Ariel Sharon ha vuelto a poner sobre la palestra la incertidumbre sobre el destino de israelíes y palestinos, un destino conjunto que empezó a forjarse a finales del siglo XIX, cuando el judío Theodor Herzl inventó el Sionismo. El Ojo de la Eternidad explica las claves para entender esta reivindicación política y religiosa de uno de los movimientos más fanáticos y fundamentalistas del siglo XX... que sigue bien vivo en el XXI.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Retrato de Theodor Herzl, fundador del movimiento sionista, a finales del siglo XIX].

JUDAÍSMO Y SIONISMO.
Aunque a primera vista puedan parecer lo mismo, Judaísmo y Sionismo no son lo mismo. El Judaísmo es una religión, tan respetable como lo pueda ser cualquiera otra. El Sionismo, por su parte, es un programa político bien definido, que se relaciona con los judíos. En ese sentido, puede afirmarse que se puede ser judío sin ser sionista, pero que la fórmula contraria (ser sionista sin ser judío) es muy difícil, muy probablemente imposible, ya que en tanto concierne a los judíos, un no judío puede no tener mucho interés en el triunfo de la causa sionista, e incluso oponerse a ella, si se es un directamente perjudicado por la misma (como los palestinos). De hecho, así como hay judíos que son ardientes defensores del Sionismo, otros lo atacan con virulencia, como una traición a la esencia misma del Judaísmo.
Siendo un tanto simplistas, puede resumirse el programa político sionista en dos premisas básicas. Por una parte, el Sionismo plantea la necesidad de que exista una patria o Estado Nacional que sea un "hogar nacional judío", un país "tan judío como Inglaterra era inglesa" (en palabras de Winston Churchill). En segundo, esa patria judía no es otra sino la Tierra Prometida o el Sión histórico, la Palestina en donde hubo un Estado judío hace la friolera de dos a tres milenios atrás. Sin mucho análisis, ambos postulados son, por decir lo mínimo, peregrinos. ¿Cómo es posible que alguien, por muy judío que sea, haya llegado a tener ideas tan absurdas? Como siempre, la culpa es de una determinada concatenación de hechos históricos, que desembocaron en la situación actual, en donde a consecuencias del Sionismo, Palestina está dividida entre dos facciones, israelíes y palestinos, enfrentados a muerte.

LA DIÁSPORA JUDÍA.
El Judaísmo nació como una muy peculiar evolución del Yavismo, la religión nacional de un pueblo ya extinguido, los hebreos. Después de la catástrofe que hundió al Imperio Hitita y postró al Imperio Egipcio, hacia el año 1190 a.C., una serie de pueblos intermedios aprovecharon el vacío de poder para meterse en una carrera por la supervivencia. Entre ellos estaban los hebreos, adoradores de una deidad nacional llamada Yahveh, quienes un par de centurias después habían conseguido apoderarse de toda Palestina. El poderío hebreo, plenamente representado en el Templo de Jerusalén construido por el Rey Salomón, duró muy poco. A la muerte de este rey, el reino hebreo se dividió en dos, decayó, y fue pasto sucesivo de varios conquistadores extranjeros, hasta que finalmente el Imperio Romano dispersó sus restos a los cuatro vientos, después de las fracasadas rebeliones de los años 70 y 135 d.C.
En el intertanto, el Yavismo nacionalista hebreo había evolucionado en una religión de corte universalista, el Judaísmo. En ese sentido, el Judaísmo hubiera podido ser una religión ecuménica como el Cristianismo, abierta en principio para todos los seres humanos de la Tierra, pero el fracaso hebreo en crear un poderoso estado nacional convirtió al Judaísmo en una "religión de claustro", útil para transmitir una identidad como "pueblo en el exilio", pero no para captar nuevas almas. En ese sentido el Judaísmo, lejos de lanzarse a una labor "evangelizadora", se retrajo en un orgulloso aislamiento. El resultado fue que judíos y gentiles se entendieron muy mal, y siendo los judíos una minoría dispersa (una "Diáspora"), fueron ellos los perseguidos y acosados en todas partes.
En este contexto, pasados dieciocho siglos desde el desplome de las últimas esperanzas nacionalistas hebraeas hasta el surgimiento del Sionismo, el sentimiento de "crear una patria nacional judía" había desaparecido casi por completo. Cuando los judíos fueron expulsados de Inglaterra en 1290, por ejemplo, no discurrieron marcharse a Palestina, sino que se refugiaron en Europa del este, mientras que cuando fueron expulsados de España entre los siglos XV y XVI, tampoco hicieron otro tanto, sino que se marcharon a Italia, Holanda y el Imperio Otomano (sus descendientes, los sefarditas, siguen existiendo incluso hoy, y hablan una variedad muy antigua del castellano).

NACIONALISMO Y SIONISMO.
En la Europa del siglo XIX, las cosas cambiaron. El surgimiento de un poderoso movimiento nacionalista llevó al incremento del antisemitismo, ya que si bien podían no ser herejes contra el cristianismo, sí que podían ser "traidores a la patria", como crudamente lo demostró Hitler al inventar la leyenda de la "puñalada por la espalda" que los judíos le habrían pegado a los alemanes, para justificar la persecusión nazi. En este contexto, algunas afiebradas cabezas judías discurrieron la posibilidad de no ser molestados por los odiosos gentiles, por la vía de construir una "patria judía" que acogiera a todos los judíos del mundo.
El responsable de darle cuerpo a estas ideas fue un intelectual llamado Theodor Herzl (1860-1904). Nacido en Budapest, se tituló de abogado en Viena, y ejerció como corresponsal de prensa en París de un periódico liberal austríaco. Estando en Francia fue testigo del llamado Affaire Dreyfuss, en donde un capitán francés de tal apellido, y de origen judío, fue injustamente acusado de traición a la patria, y usado como chivo expiatorio para encubrir a otros altos jerarcas. Herzl se convenció entonces de que la asimilación de los judíos al mundo gentil no era la solución, porque según él, el antisemitismo era un elemento inmutable dentro de la mentalidad gentil, postulando entonces que los judíos del mundo deberían emigrar masivamente a una nueva tierra en donde pudieran fundar su propia patria.
Expuso sus ideas en un libro llamado "Der Judenstaat" ("El Estado Judío", 1896), en donde proponía un programa completo para la fundación de una organización internacional judía, destinada a crear el estado nacional judío. Esta organización se creó, en efecto, y es la Organización Sionista. Después, en 1902, publicó su novela "Altneuland" ("Vieja Nueva Tierra"), una obra utópica en donde describía el futuro estado nacional judío, su política, su organización institucional, etcétera (Herzl era abogado, a fin de cuentas). Según Herzl, la unión del esfuerzo judío a la ciencia y tecnología crearían una especie de utopía socialista, que sería una especie de luz para las restantes naciones. Es decir, el Sionismo estaba inficcionado desde el comienzo del nacionalismo decimonónico más ramplón, aquel que hacía a los alemanes pretender convertir a Alemania en el centro del mundo, a los franceses hacer lo mismo con Francia, y así sucesivamente.
El destino del Sionismo quedó sellado en 1905, durante el Séptimo Congreso Sionista. No todos los judíos estaban de acuerdo con el Sionismo, y de hecho, la escuela quietista de los Agudath Israel planteaban no pasar a la acción directa, como los sionistas, sino esperar tranquilamente a que Dios llevara a cabo finalmente sus designios. Pero como aún así el Sionismo cobraba bríos por momentos, el gobierno británico ofreció a los judíos un hogar nacional en Uganda (Africa Oriental), el 14 de Agosto de 1903. Con ello zanjaban la cuestión sionista de raíz, ganando de paso la posibilidad de tener un "estado satélite" judío en dichas tierras. La cuestión fue muy debatida entre los sionistas, pero al final éstos decidieron, en el mencionado 1905, que si iban a construir un hogar nacional, éste sería en Palestina. Con lo que empezaron los problemas.

EL SINIESTRO CUMPLIMIENTO DE LA ESPERANZA SIONISTA.
El Sionismo hubiera quedado acaso como una rareza histórica, de no ser por la Primera Guerra Mundial. Los judíos eran un factor muy importante dentro de la política inglesa y estadounidense, debido a que judíos prominentes como los banqueros Rothschild estaban muy bien conectados en el mundo financiero de Estados Unidos e Inglaterra. De ahí que, para congraciarse con ellos, Inglaterra poronunciara la famosa Declaración Balfour (1917), en que se prometía a los sionistas su anhelado hogar nacional en Palestina. Además, los británicos tenían en la mira la necesidad de desmembrar al Imperio Otomano, que en la Primera Guerra Mundial había participado del lado alemán, y para eso, nada mejorq ue instalar aliados en los antiguos territorios otomanos (Palestina lo era). O sea, todos ganaban, británicos y judíos... salvo los palestinos, ocupantes milenarios de aquellas tierras, que de pronto vieron como las compuestas de la inmigración judía se abrieron de par en par. En realidad, los judíos ya habían comenzado a infiltrarse desde el surgimiento del sionismo, fundando sus colonias kibbutz, pero desde la Primera Guerra Mundial el proceso se aceleró, por el apoyo institucional británico a la causa sionista.
De este modo, a la vuelta de pocos años, se creó una substanciosa comunidad judía en Palestina, que empezó a violentar a los palestinos allí residentes, que eran inocentes de todas estas maniobras políticas.
Después del cataclismo social que representó el Holocausto, el exterminio sistemático e inhumano de seis millones de judíos en la Europa del Tercer Reich, las cosas se precipitaron. Estados Unidos e Inglaterra ganaban mucho con la creación de un nuevo Israel: creaban un estado "vasallo" en el Medio Oriente que fuera un tampón contra la Unión Soviética, contentaban a los magnates judíos de sus respectivas naciones, y de paso hacían relaciones públicas ante una opinión pública internacional hondamente sensibilizada con el drama que los judíos habían vivido durante la Segunda Guerra Mundial. Así, en 1948, se le dio el vamos a un flamante nuevo Estado judío: Israel.
Las consecuencias no se han hecho esperar: cuatro guerras internacionales (1948-49, 1956, 1967 y 1973), terrorismo internacional a gran escala, y lo peor, desplazamiento de enormes cantidades de palestinos refugiados. El último episodio de este drama, a la fecha, lo protagonizó el Primer Ministro de Israel, Ariel Sharon, cuando en 2002, sin mediar provocación palestina alguna, se dio un paseo por un sector de Jerusalén muy simbólico para los musulmanes (la llamada "explanada de las mezquitas"), con alta exposición mediática, a fin de presionarlos psicológicamente e inducirlos a un estallido de violencia que dura hasta el día de hoy.

¿ERA NECESARIO TODO ESTO?
Aunque en EODLE privilegiamos los hechos por sobre las cuestiones éticas, cabe al menos hacer una revisión somera de la legitimidad del Sionismo. Hay dos alternativas para justificar el Sionismo desde el punto de vista moral. Una de ellas es la teoría de que los judíos debían ser reparados por el sufrimiento milenio que les ocasionó el antisemitismo y sus promotores. Sin embargo, por pura lógica, este sufrimiento no tiene por qué ser compensado causándole un sufrimiento idéntico (quizás no en "tamaño", pero sí en entidad moral) a un tercer pueblo que nada tiene que ver con todo el asunto, como es el caso de los palestinos. La segunda posibilidad es considerar que el derecho que tienen los sionistas a un "hogar nacional" en Palestina es preferente porque en realidad ellos son el Pueblo Elegido, interpretación que entra dentro de todo lo terreno religioso, y que en definitiva no es más que una actualización de los viejos argumentos esgrimidos a favor de la Guerra Santa: mi religión es superior a la tuya, yo soy un creyente y tú eres un infiel, etcétera. Por supuesto que de dicha superioridad hay tantas pruebas como de la superioridad de la confesión católica sobre las restantes, o de los nazis sobre los "no arios", es decir, ninguna.
Y lo que es peor: el antisemitismo que los sionistas esgrimían como justificación, ha amainado grandemente durante el siglo XX. De este modo, muchos judíos han podido asimilarse y prosperar sin problemas en el mundo occidental. Pocas personas se detienen a pensar que son judíos, o al menos proceden de familias judías, gentes tan prominentes como los científicos
Albert Einstein, Robert Oppenheimer (el padre de la bomba atómica), Stephen Jay Gould, Carl Sagan, Paul Ehrlich, Paul Samuelson (el economista), Ilya Prigogine (el físico) y Jonas Salk (el inventor de la vacuna contra la poliomielitis), los músicos clásicos y populares Leonard Bernstein, Sammy Davis Jr., Paula Abdul, Bob Dylan y George Gershwin, los escritores Franz Kafka, Isaac Asimov, el dibujante Art Spiegelmann, los showman Harry Houdini, Jerry Seinfeld y Marcel Marceau, la empresaria Estée Lauder, los directores Steven Spielberg, Barry Levinson y Mel Brooks, y los actores y actrices Natalie Portman, Goldie Hawn, Alicia Silverstone, Ellen Barkin, Lisa Bonet, Roseanne Barr, Lauren Bacall, Dustin Hoffman, Shirley Temple y William Shatner. Y pocos de ellos, si es que alguno, puede considerarse un sionista.
Como escribió Isaac Asimov en sus "Memorias", enrostrando a un sionista: "Es un error pensar que porque un grupo haya sufrido una gran persecusión, esto sea una señal de que son virtuosos e inocentes. Podrían serlo, sin duda, pero el proceso de persecusión no es prueba de ello. La persecusión simplemente demuestra que el grupo perseguido es débil. Si hubiesen sido fuertes, por lo que sabemos nosotros, podrían haber sido los perseguidores". Y muy en el fondo del Sionismo y la doctrina de un Eretz Israel para los judíos, late justamente esa convicción, de que los judíos son puros, inocentes y superiores.

08 enero 2006

LA MASONERÍA: A LA GLORIA DEL GRAN ARQUITECTO DEL UNIVERSO.

Una de las organizaciones espirituales más importantes del mundo occidental es la Masonería. Ha sido defendida y atacada a partes iguales. Hay quienes realzan su aporte a construir un mundo mejor y más humano, mientras que otras critican sus vinculaciones a los círculos de poder. También se aduce en contra de ella el secretismo que esconden sus actos y rituales. ¿Son realmente tan secretos? El Ojo de la Eternidad explica qué es la Masonería, y se hace cargo de su leyenda negra para desentrañar cuánto de verdad hay en ella.


[IMAGEN SUPERIOR: El "Gran Sello" en los billetes de un dólar de Estados Unidos. El hexágono se infiere de la ordenación de sus elementos. Hay varios elementos masónicos: la pirámide de trece niveles, el Ojo Que Todo Lo Ve, la iconografía neoclásica. La inscripción latina "annuit coeptis novus ordo seclorum" significa "anunciando la llegada del nuevo orden mundial (secular)"].

EN SUS ORÍGENES.
La Masonería, o Franc-Masonería, es definida por sus miembros como una organización de carácter filantrópico que busca iluminar a la Humanidad, sacarla de las tinieblas y llevarla a la luz de la Razón. Su origen se remonta al siglo XVIII, aunque sus miembros sostienen que sus raíces se hunden en el Templo de Jerusalén y en la sabiduría ancestral egipcia.
En realidad, aunque las creencias propias de los masones tienen raíces en la más profunda tradición ocultista de la Historia, la Masonería como institución propiamente tal nació en el año 1717. En ese año hubo una reunión en Londres de los distintos gremios masónicos. La palabra inglesa "masonry" alude a la albañilería, y la francesa "mason" al albañil (en oposición al carpintero que trabaja la madera). De ahí deriva toda la iconografía simbólica de los masones.
A comienzos del siglo XVIII, los gremios de albañiles estaban en plena decadencia. En la Edad Media habían sido poderosos, debido a sus especiales relaciones con los potentados, para los cuales construyeron las grandes catedrales. De ahí que los fanáticos de la teoría de la conspiración busquen siempre vínculos entre las catedrales y los masones. Debemos recordar que en la Edad Media no existía el comercio ni el trabajo libres, sino que para trabajar y comerciar en determinado rubro, había que estar inscrito en gremios. Nada hay entonces de siniestro en el hecho de que los albañiles hayan estado organizados de manera casi secreta, dentro de una fuerte estructura jerárquica, porque tal era la situación en todos los gremios en la época. Como decíamos, la economía gremial estaba en decadencia en el siglo XVIII, por lo que los masones se reagruparon y reorientaron. De ahí que se fijaron nuevos estatutos para la naciente Masonería moderna, reformados en 1721, que son más o menos los que todas las logias masónicas conservan hasta ahora.

QUÉ CREEN LOS MASONES.
La Masonería es una curiosa mezcla de racionalismo y misticismo. Supuestamente pretenden llevar al mundo a una nueva era de Razón, pero mantienen en su seno una serie de signos y símbolos que provienen de toda la tradición ocultista que se arrastra desde las primeras civilizaciones hasta la actualidad. Ello, más su constante asociación a los círculos de poder, los hacen blancos propicios para toda clase de fanáticos de la teoría de la conspiración.
Debido a su reverencia hacia la razón, los masones en general carecen de dogmas establecidos. Puede decirse que los dogmas de fe masónicos son más bien soluciones de consenso que verdaderas ideas religiosas. Los masones creen que todos los seres humanos son iguales y dignos. No por casualidad, el lema de la Masonería es "libertad, igualdad, fraternidad" (el mismo de la Revolución Francesa, en la cual hubo varios masones involucrados). Pero también creen que hay quienes vagan en la noche de las tinieblas, y quienes están en la luz del conocimiento. Para preservar ese conocimiento puro y prístino, lejos de quienes podrían corromperlo, han creado una rígida y compleja jerarquía en donde cada iniciado va ascendiendo niveles, a medida que progresa espiritualmente (siempre según los criterios de los masones superiores, por supuesto). Esto lo simbolizan en la idea de "la obra", de que la Creación entera es una obra de arquitectura, idea que por supuesto emana de su antigua condición de albañiles.
El "dios" de los masones es llamado el Gran Arquitecto del Universo, lo que también es otra reminiscencia de su antigua época como albañiles. En realidad, el Gran Arquitecto es más un concepto filosófico que un dios de carne y hueso. Los masones permiten en principio la práctica de cualquier religión, en tanto no se oponga a los ideales masónicos, por lo que no hay problema, entre los masones, de que un masón sea al mismo tiempo católico, judío, musulmán o agnóstico, ya que puede acomodarse la idea religiosa de Dios dentro del molde del Gran Arquitecto. El símbolo que representa al Gran Arquitecto es el Ojo Que Todo Lo Ve (el ojo inscrito dentro de un triángulo), como símbolo del Gran Arquitecto como racionalidad, luz y conocimiento.

LA ORGANIZACIÓN DE LOS MASONES.
Los masones están organizados en logias o talleres. El primero de ellos es la Gran Logia de Londres. Sin embargo, no están organizados de manera piramidal como una iglesia. Basta que una logia de grado superior conceda autorización a otra logia para funcionar por su cuenta, para que ésta adquiera vida independiente. Las logias, entonces, funcionan de manera bastante autónoma, aunque como es de esperarse, a lo largo del tiempo algunas se han vuelto más poderosas que otras. Es el caso, por ejemplo, del Gran Oriente de Francia, de gran preeminencia en el siglo XVIII, que opacó rápidamente a la Gran Logia de Londres.
Dentro de cada taller, los masones se organizan por una rígida jerarquía. Cada nivel jerárquico se reconoce por distintos signos y señas. Los signos se conservan en secreto para los niveles superiores, aunque el comprensible chismorreo acumulado de dos siglos ha ido sacando algunos signos de los niveles inferiores hacia el exterior.
A pesar de que las logias tienen por objeto declarado ser talleres de realización espiritual para sus miembros, lo cierto es que muchas de ellas se han involucrado activamente en la vida política. El venezolano Francisco de Miranda, por ejemplo, fue iniciado en la Gran Logia de Londres, e inició a su vez a varios latinoamericanos (Bernardo O'Higgins, José de San Martín, etcétera) que crearon la Logia Lautaro, que intervino activamente en la independencia de América respecto al Imperio Español. También varios padres fundadores de Estados Unidos, como Benjamin Franklin, George Washington o Thomas Jefferson, fueron masones. Estados Unidos es una nación masónica por excelencia, y es indudable que su ideario del Destino Manifiesto, su autoproclamada mesiánica misión de llevar la libertad y la democracia al mundo, es de raigambre masónica. Todavía hoy, de cuando en cuando hay escándalos vinculados a la Masonería. Es recordado el gran escándalo político suscitado en Italia cuando se publicaron las listas de los miembros de la logia P-2, que involucraban a medio gobierno italiano, y que significó que éste fuera rápidamente derribado; como esto sucedió en 1981, se rumorea que el atentado contra Juan Pablo II fue una cortina de humo para bajarle el perfil a la operación política en cuestión.

LA PRESENCIA DE LOS MASONES.
Desde casi sus orígenes, la Masonería ha estado bien presente en el arte. Más modernamente, a medida que los temas ocultistas y esotéricos han ganado popularidad, han conquistado también ámbitos tales como el cine. Con mayor o menor tino lo evidencian así filmes como Desde el infierno, o Tomb Raider (la primera). Uno de los más célebres episodios de Los Simpsons es una lúcida sátira sobre los masones: en éste, Homero Simpson es reclutado por una logia llamada los magios, quienes descubren que él es el elegido tanto tiempo esperado.
Uno de los más interesantes compendios artísticos sobre la Masonería es la ópera La flauta mágica, de Mozart. También el compositor austríaco estaba afiliado a una organización masónica, y parece ser que la ópera en cuestión irritó grandemente a los círculos de masones austríacos, debido a que dejaba al descubierto toda su simbología. En la actualidad, los símbolos masónicos no tienen nada de misteriosos, gracias a esa ópera, a los libros de ocultismo y a Internet, pero en ese tiempo en que los masones eran todavía una organización nueva, de modo que puede entenderse su encono contra Mozart por aquella jugarreta. De ahí que se achaque muchas veces, sin mucho fundamento en verdad, a los masones la prematura muerte de Mozart. Para quienes no hayan podido ver la ópera en vivo y en directo, hay una interesante versión fílmica de la misma, realizada nada menos que por Ingmar Bergman, que anda rondando por ahí, por si tienen la ocasión de verla.

05 enero 2006

NARNIA Y SU CREADOR.

Hace aproximadamente medio siglo atrás, el escritor británico C.S. Lewis dio vida a la tierra de Narnia, un mundo fantástico que funcionaba de acuerdo a las leyes básicas del cristianismo. Algo que ya se había visto en Tolkien y su Tierra Media, pero que se acusaba mucho más. La saga de Narnia, que se extiende a lo largo de siete tomos, puede bien ser leída como una especie de mezcla entre elementos bíblicos y fantásticos paganos. Una lectura religiosa que ha desatado afectos y odios profundos. En vísperas del estreno en Chile de la película basada en el primer tomo de la saga, El Ojo de la Eternidad explora los aspectos religiosos que viven detrás del universo de Narnia.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Afiche de la película "El león, la bruja y el armario", primera película de la proyectada saga fílmica sobre las Crónicas de Narnia].

EL CREADOR DE NARNIA.
El ciclo de las Crónicas de Narnia es una de las obras más profundamente religiosas escritas en el siglo XX. No es raro que sus más acérrimos fanáticos sean generalmente los católicos. No es tampoco extraño que muchos detractores de este ciclo novelístico sean también gentes reluctantes al cristianismo. No es complicado entender la ideología de las Crónicas, porque los símbolos y referencias están casi a la vista. Y sin embargo, es una buena idea aproximarse a la figura de su creador, Clive Staples Lewis, para entender un par de cosas sobre este ciclo literario.
Clive Staples Lewis, mejor conocido como C.S. Lewis, era un irlandés agnóstico. Su periplo espiritual fue en realidad bastante intenso. Dejó sobre ello una interesante autobiografía llamada "Sorprendido por la alegría", en donde refiere el proceso de conversión que le llevó desde una posición agnóstica, hasta el seno del cristianismo. En este proceso tuvo mucha importancia su amistad con J.R.R. Tolkien, cuyas vidas hasta cierto punto fueron paralelas, incluyendo el hecho de que ambos se dedicaran a las letras, y ambos cristalizaran sus respectivas cosmovisiones religiosas en sendas obras fantásticas (Tolkien en "El Señor de los Anillos", y Lewis en las Crónicas de Narnia y en la Trilogía de Ramson).
Lewis es un buen ejemplo de un fenómeno muy repetido en la historia. Quienes nacen en un medio religioso, generalmente (no siempre) ostentan una relación bastante serena con sus propios dogmas, mientras que quienes se convierten a una religión en particular, pronto terminan volviéndose fanáticos de la misma. Hay varias razones para ello. En parte se trata de una búsqueda de autoafirmación a través de una identidad (religiosa en este caso). En parte, se trata de mostrarse ante los demás de una determinada manera. En parte, se trata de compartir con todo el mundo aquello que los ha alegrado a ellos (a veces en la ingenua convicción de que a todo el mundo debería gustarle las mismas cosas). Lewis fue uno de estos casos. Se transformó en uno de los más incansables apologistas del cristianismo, dio incansablemente conferencias, y escribió numerosas obras defendiendo su doctrina, las que a veces pecaban de ser un tanto panfletarias.
Mencionemos a la pasada que un interesante acercamiento a la figura de Lewis, un tanto crítico, pero a la vez respetuoso de su figura, se encuentra en la película Tierra de sombras, con Anthony Hopkins en el rol de Lewis, y Debra Winger en el de Joy Gresham (la mujer con la que se casó tardíamente). Los hechos biográficos están un tanto arreglados por conveniencias dramáticas, pero en general es un acercamiento bastante exacto a quien fue Lewis, y su manera de ver el mundo y la vida.

LA TRILOGÍA DE RAMSON.
La obra literaria de Lewis está entonces fuertemente condicionada por su adscripción un tanto fanática al cristianismo, y para entenderla es indispensable tener eso en cuenta.
Una buena muestra de esto se encuentra en la llamada Trilogía de Ramson, conformada por las novelas "Más allá del planeta silencioso", "Perelandra" y "Esa fuerza maligna". En ella refiere las aventuras de Ramson, un estudioso que viaja primero a Marte y luego a Venus, para enfrentarse con las fuerzas del Mal, puesto que el gobernador de la Tierra, su eldila, es un rebelde que mantiene a nuestro mundo en las tinieblas de la oscuridad (es decir, es el mito de Lucifer, pero en versión de ciencia ficción). Se ha discutido mucho su adscripción al género de la ciencia ficción, ya que Lewis se despreocupa por completo de los aspectos más técnicos de la misma. Al igual que ocurre con Flash Gordon, por ejemplo, las peripecias en otros mundos son en realidad una manera de mostrar escenarios exóticos. Sin embargo, a diferencia del ejemplo que señalábamos, en Lewis no predomina la aventura por la aventura, sino que en todo minuto hay un mensaje religioso. Uno de los grandes méritos de la Trilogía de Ramson consiste precisamente en haber podido verter la mitología cristiana sobre Lucifer y su rebelión, en un contexto literario "moderno", cual era la ciencia ficción de aventuras o pulp propia de la década de 1940. En ese sentido, la Trilogía de Ramson es un antecedente claro de las Crónicas de Narnia.

"EL LEÓN, LA BRUJA Y EL ROPERO".
Lo que Lewis hizo en la Trilogía de Ramson con la ciencia ficción, lo hizo en las Crónicas de Narnia con la fantasía heroica. En aquella época, fantasía heroica era más o menos sinónimo de espadas y brujería a lo Conan el Bárbaro (o Conan el Cimerio, para ser más correctos). Muchos han hecho notar el parecido entre "El león, la bruja y el ropero" y "El Señor de los Anillos", lo que no es casualidad, habida cuenta de que Lewis y Tolkien eran amigos, y por tanto, intercambiaban ideas entre sí. Sin embargo, "El león, la bruja y el ropero" es una obra decididamente infantil, mientras que la opus magna de Tolkien era una novela épica en toda regla, lo que le da a la obra tolkiniana un tono "adulto", alejado de los tintes lúdicos de la obra de Lewis.
En la novela, Lewis describe como un grupo de chicos encuentra un armario mágico a través del cual pueden pasar al otro lado, a la tierra mágica y mística de Narnia. En ella impera la malvada bruja Jadis. Sin embargo, los chicos se encuentran con un león que está dispuesto a combatirla.
Los simbolismos son bastante evidentes, incluso más que en la Trilogía de Ramson. El título podría ser perfectamente traducido como "Cristo, Satán y el Evangelio", y la significación más profunda de "El león, la bruja y el ropero" seguiría siendo exactamente la misma.

EL RESTO DE LAS CRÓNICAS DE NARNIA.
Es evidente, partiendo de la lectura de "El león, la bruja y el ropero", que Lewis no tenía planificado escribir más historias sobre Narnia, ya que dicha novela es la más cerrada y autoconclusiva de todo el ciclo. Pero el éxito de dicho volumen le llevó a escribir nuevos tomos, hasta sumar un total de siete.
A través de ellos, el universo de Narnia fue creciendo en el tiempo y en el espacio. Los primeros tomos son protagonizados por un grupo de chicos que son, por decirlo así, los "regulares" de la historia, pero en sucesivos tomos, su protagonismo se va desdibujando, no porque dejen de ser importantes, sino porque Narnia ha crecido en muchas direcciones (no tanto como la Tierra Media, pero sí lo suyo).
Aunque la inspiración cristiana no desaparece del todo, lo cierto es que en los tomos siguientes Lewis abandona un tanto el pie forzado de escribir con un ojo puesto en la Biblia. De esta manera, el segundo tomo, por ejemplo, parece estar más inspirado en la conquista normanda de Inglaterra, que en acontecimientos bíblicos.
Sin embargo, para el gran final, Lewis elige deliberadamente volver a las raíces bíblicas de Narnia. De esta manera el sexto tomo, "El sobrino del mago", es en muchos aspectos una recreación del relato de la Creación según el Génesis, pero esta vez a la manera de Narnia. El séptimo tomo ("La batalla final"), por su parte, es una recreación del Apocalipsis, igualmente en versión narniana, incluyendo a personajes que son trasuntos de protagonistas tan emblemáticos del Apocalipsis como la Bestia y el Falso Profeta. En el gran final, Lewis introduce una interesante disquisición en torno a la filosofía de Platón, algo que bien mirado no resulte quizás demasiado sorprendente. Después de todo Platón, a través de San Agustín, es padre del cristianismo más conservador y espiritual, línea a la que Lewis parecía adscribir más.
Ahora, las Crónicas de Narnia se encuentran en trance de ver su primera gran versión cinematográfica. El primer filme ("El león, la bruja y el ropero") ya se estrenó. Faltan seis más. De manera no demasiado sorprendente, esta obra de algo que podría ser llamado "fantasía heroica cristiana" es adaptada para el cine por Disney, factoría bien conocida por promover los valores familiares cristianos, en lo que es un perfecto cierre de círculo para las crónicas narnianas.