CONTRA DEICIDE: LA NUEVA BATALLA RELIGIOSA DE CHILE
La libertad de expresión fue una de las más grandes victorias obtenidas por la Revolución Francesa sobre la tiranía de las clases ociosas (nobleza y clero). Uno de los más grandes damnificados fueron, sin lugar a dudas, los movimientos religiosos. Sin embargo, de tarde en tarde estos fanáticos fundamentalistas intentan regresar por sus fueros. En Chile, la última batalla al respecto la está protagonizando el grupo Deicide. Aunque ellos están acostumbrados a dichas lides. El Ojo de la Eternidad aprovecha la ocasión para hacer una nueva crónica de la ceguera fundamentalista en Chile.
[IMAGEN SUPERIOR: Afiche de Deicide, grupo de Death Metal de los Estados Unidos, famoso por sus conflictos con grupos fanáticos fundamentalistas cristianos].
LA POLÉMICA EN CHILE.
El nombre de Deicide no le decía nada a nadie en Chile, fuera de los círculos vinculados al Death Metal y la música más extrema, hasta el año 2004. A mediados de dicho año, el sacerdote Faustino Grazziero fue asesinado brutalmente en la Catedral de Santiago, por un joven llamado Rodrigo Orias, quien aparentemente tenía sus facultades mentales perturbadas. Al poco tiempo se supo que el joven escuchaba música extrema, lo que dio a los grupos fanáticos cristianos más material para denostar todas las manifestaciones culturales que no se adscriben a su visión de lo que debe ser el mundo. Aparentemente, el joven viajó guiado por un impulso, que él atribuía a una misión superior (o inferior, si consideramos que se sentía llamado por las fuerzas infernales), teniendo que ofrecer un sacrificio al Demonio. Todo ello, incitado por las letras de la banda Deicide.
De paso, digamos que la gente de Deicide, al enterarse de lo sucedido, y en particular de que sus letras habían tenido alguna influencia, deploraron el hecho, señalando lo obvio: después de todo, lo que hacen es sólo música, para divertirse y hacer pensar si se puede, pero no para tomárselo tan en serio.
De todas maneras, la popularidad de Deicide parece haber crecido un tanto en Chile, ayudado por la publicidad extra, de modo que organizaron un recital para mediados del año 2005. En dicha ocasión, grupos fundamentalistas intentaron detenerlos, con la Iglesia Católica a la cabeza. Prensa de derecha, como el diario El Mercurio (el mismo que ha defendido más allá de lo defendible a Augusto Pinochet y a los violadores de derechos humanos durante la dictadura militar, entre otras causas inenarrables, y que le da amplia tribuna a empresarios y a la Iglesia Católica, en desmedro de los sectores más populares), intentaron orquestar una campaña en su contra. Sin mayores resultados.
El incidente podría haber quedado ahí. Pero Deicide decidió volver a Chile. Primero, el recital iba a ser en Valparaíso. Después en Viña del Mar. Después se movió a Quilpué. Los grupos conservadores movilizaron todas sus influencias para que los políticos y representantes municipales se opusieran. El diario La Estrella se prestó vergonzosamente a una campaña de pública difamación, dándole un amplio espacio a todos aquellos quienes opinaban en contra de la venida de Deicide, aunque cualquiera que se pasee por los foros de Internet, puede enterarse de primera mano sobre el extenso movimiento de apoyo a su causa, originado justamente en la actitud matonesca de la Iglesia Católica para salvaguardar un mensaje que, en principio al menos, debería hablar de paz y amor, no de prohibiciones ni condenas.
EN UNA TRINCHERA: DEICIDE.
¿Quiénes son Deicide? En lo principal, son una banda de Death Metal. Es decir, de música metalera extrema, más centrada en la brutalidad del sonido que en la melodía de la canción. Nacieron en Florida bajo el nombre de Amon, en el año 1987. La integran Glen Banton como bajista y vocalista, los hermanos Eric y Brian Hoffman como guitarristas, y Steve Asheim como baterista. Aparte de registros en vivo, su discografía comprende LPs con nombres bastante decidores: "Deicide", "Legion", "Once Upon The Cross", "Serpents Of The Light", "Insineratehymn", "Torment In Hell" y "Scars Of The Crucifix".
Una fuente de odiosidad contra Deicide, la constituyen sus líricas. Puede afirmarse que hay dos clases de líricas satánicas, dentro de la música extrema: el satanismo cosmológico y erudito, cercano al Gnosticismo, propio de bandas como Emperor o Dimmu Borgir, y el más vinculado a la visión cristiana de Satán: la sangre, la crueldad, la violencia. A esta segunda línea adscribe Deicide. Las letras no son nada suaves. Esto es lo que dice la canción "Deicide", de 1990: "Puedo golpear la luz y ver a través de la verdad, yo soy el Deicida, Señor, qué puedes hacer. Has caído ahora, una y otra vez y siempre será en la cruz, hijo olvidado, un sacrificio tiene que ser hecho" ["I can strike the light and see through the truth / For I'm the Deicide, Dominus, what could you do / Thou has falled you now, one again and always will / On the cross, forgotten son, a sacrifice it had to be done"]. O la canción "The Pentecostal", del 2004: "Zombie de Jesús, celestialmente fascista, lo peor de lo peor, empático cristiano, bautizado en pánico, símbolo de resurrección, la vida sobre todo, total desastre, enfermo y perverso" ["Zombie of Jesus, heavenly fascist, worse of the worse, / Christian emphatic, baptized in panic, symbol rebirth, / Life ever after, total disaster, sick and perverse"].
Todo eso, acompañado de carátulas muy explícitas, que juegan con la iconoclastia más absoluta. Para el disco "Once Upon A Cross", por ejemplo, proponían una carátula mostrando a Cristo destripado. La cual fue finalmente censurada, no sin antes proporcionarles una gran publicidad.
Los espectáculos en vivo también son chocantes. Suelen arrojar al público órganos de animales. Organos de verdad de animales, no hechos para que parecieran tal cosa. Glen Benton, por su parte, se tatuó una cruz invertida en la frente. Hizo también la promesa de matarse sobre el escenario, cuando cumpliera 33 años, aunque este número, que les hubiera reportado una publicidad asombrosa, jamás lo llegamos a ver...
No es raro que Deicide haya cargado sobre sí la odiosidad extrema de numerosos grupos fundamentalistas cristianos, e incluso la leyenda de la banda incluye varias amenazas de muerte en su contra.
EN LA OTRA TRINCHERA: LOS FANÁTICOS FUNDAMENTALISTAS CRISTIANOS.
Aunque en Chile supuestamente la dictadura militar, y la consiguiente represión de las libertades civiles (incluyendo la libertad de expresión) se terminó hace década y media, los grupos fanáticos fundamentalistas han seguido firmes al pie del cañón. La gran estrella de la década de 1990, en materia de pisotear el derecho a la libertad de expresión, fue el obispo Jorge Medina, Obispo de Valparaíso, quien después fue ascendido a un alto cargo vaticano y sepultado ahí, para que no molestara más, debido a que su actitud intolerante y fanática ocasionó incluso roces diplomáticas entre la República de Chile y el Vaticano. Uno de los tristes hitos que protagonizó Medina, lo constituyó su dura campaña para impedir que la banda Iron Maiden tocara en Chile, la que finalmente tuvo éxito, para fastidio de sus numerosos seguidores. Algo que los fanáticos de Maiden, por cierto, nunca le perdonaron a Medina. Como puede apreciarse, ya existían antecedentes para intentar prohibir que un grupo de música tocara su repertorio en un concierto público y en vivo.
Otra gran trinchera para los grupos fundamentalistas, fue la batalla en torno a la película "La última tentación de Cristo". La censura de la dictadura militar la prohibió, y después, hubo una larga y dificultosa batalla legal por eliminar dicho resquicio dictatorial en nuestra moderna y aún imperfecta democracia.
Por desgracia en el Chile actual dichos grupos fanáticos, entre los cuales no es el más tolerante la Iglesia Católica, siguen desempeñando un enorme poder, el cual movilizan a través de sus relaciones políticas. Los miembros más prominentes de la Iglesia Católica son reclutados entre las familias aristocráticas vinculadas al empresariado, el cual subvenciona con publicidad a la prensa, de manera que los políticos que deseen estar bien colocados en la opinión pública, tienen que entenderse fatalmente con la Iglesia Católica. No es casualidad que el masón y socialista Ricardo Lagos, cuando era candidato a la Presidencia en el año 1999, haya tenido que entrevistarse con la Iglesia, "ir a Canosa", para apaciguar sus resquemores, y que la primera visita de la socialista y agnóstica Michelle Bachelet, una vez Presidenta electa a comienzos del 2006, haya sido al cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Los grupos evangélicos, por su parte, compensan su relativa debilidad numérica y económica, con un enorme celo y fanatismo religioso. Ambos grupos, la Iglesia y los evángelicos, consideran que las verdades del Cristianismo son absolutas e incuestionables, y por tanto, sólo valoran la libertad de expresión cuando se trata de difundir su propia doctrina, mas no cuando ésta sirve de vehículo a expresiones disidentes a la misma.
¿Y AL FINAL?
Puede argumentarse que modos de expresión como Deicide podrían constituir incitaciones al odio y la violencia religiosas. Quizás. Pero no menos que una teleserie truculenta puede constituir incitación al adulterio o al asesinato. Después de todo, es sólo música. Si la música tiene ese efecto sobre las mentes perturbadas, entonces claramente deberían prohibirse las rancheras, un género de música muy querido por Augusto Pinochet Ugarte, actualmente procesado por varios crímenes contra los derechos humanos, y acusado por grupos humanitarios de varios cientos más; después de todo, una canción que diga "con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley" podría interpretarse como una incitación al autoritarismo...
Además, Deicide, y las bandas como Deicide, nacieron como reacción natural al fanatismo e intolerancia de los cristianos, quienes llevan un largo historial de pretender que sus ideas sobre el mundo y lo que hay en él sean universalmente aceptadas, por la fuerza si es preciso. ¿Acaso no fue la propia Iglesia Católica quien, incitada por lo que dice el Nuevo Testamento, fomentó la leyenda negra de que los judíos debían ser perseguidos por el crimen de haber dado muerte a Cristo (deicidio, justamente)? Si escuchar a bandas como Deicide puede llevar al asesinato de un católico por parte de una psique enferma, ¿acaso con esa misma perspectiva no debería la lectura del Nuevo Testamento ser prohibida porque una lectura inadecuada de la misma podría llevar a una mente enferma a pretender matar a los judíos?
Una de las grandes victorias de la democracia moderna es la libertad de expresión. Medios como Internet han sido un valioso apoyo, hasta el minuto por lo menos, para mantener la misma, creando canales de expresión distintos a los oficiales, controlados por fanáticos religiosos fundamentalistas. La libertad de expresión permite criticar las verdades oficiales sostenidas por grupos religiosos, no en aras de la salvación de las almas sino de su propio sórdido interés económico, como hemos develado en varios artículos de El Ojo de la Eternidad. La libertad de expresión permite también el florecimiento de toda clase de manifestaciones culturales, y si algunas de ellas resulta especialmente agresiva, entonces lo más inteligente es preguntarse: ¿qué he hecho yo, para que se me responda de esta manera? Considerarse a sí mismo como superior al resto de los seres humanos, por revelación divina, y que por eso, el mensaje de uno mismo es más importante que el mensaje del resto, constituye un ultraje al principio básico según el cual todos los seres humanos tienen la misma dignidad y derechos. Quizás Deicide haya olvidado esa premisa fundamental. Pero tampoco la Iglesia Católica o los evangélicos tienen mejores cartones para invocar esto como un argumento, porque ellos llevan dos milenios más con las manos manchadas con la sangre de aquellos quienes intentaron oponérseles.
LA POLÉMICA EN CHILE.
El nombre de Deicide no le decía nada a nadie en Chile, fuera de los círculos vinculados al Death Metal y la música más extrema, hasta el año 2004. A mediados de dicho año, el sacerdote Faustino Grazziero fue asesinado brutalmente en la Catedral de Santiago, por un joven llamado Rodrigo Orias, quien aparentemente tenía sus facultades mentales perturbadas. Al poco tiempo se supo que el joven escuchaba música extrema, lo que dio a los grupos fanáticos cristianos más material para denostar todas las manifestaciones culturales que no se adscriben a su visión de lo que debe ser el mundo. Aparentemente, el joven viajó guiado por un impulso, que él atribuía a una misión superior (o inferior, si consideramos que se sentía llamado por las fuerzas infernales), teniendo que ofrecer un sacrificio al Demonio. Todo ello, incitado por las letras de la banda Deicide.
De paso, digamos que la gente de Deicide, al enterarse de lo sucedido, y en particular de que sus letras habían tenido alguna influencia, deploraron el hecho, señalando lo obvio: después de todo, lo que hacen es sólo música, para divertirse y hacer pensar si se puede, pero no para tomárselo tan en serio.
De todas maneras, la popularidad de Deicide parece haber crecido un tanto en Chile, ayudado por la publicidad extra, de modo que organizaron un recital para mediados del año 2005. En dicha ocasión, grupos fundamentalistas intentaron detenerlos, con la Iglesia Católica a la cabeza. Prensa de derecha, como el diario El Mercurio (el mismo que ha defendido más allá de lo defendible a Augusto Pinochet y a los violadores de derechos humanos durante la dictadura militar, entre otras causas inenarrables, y que le da amplia tribuna a empresarios y a la Iglesia Católica, en desmedro de los sectores más populares), intentaron orquestar una campaña en su contra. Sin mayores resultados.
El incidente podría haber quedado ahí. Pero Deicide decidió volver a Chile. Primero, el recital iba a ser en Valparaíso. Después en Viña del Mar. Después se movió a Quilpué. Los grupos conservadores movilizaron todas sus influencias para que los políticos y representantes municipales se opusieran. El diario La Estrella se prestó vergonzosamente a una campaña de pública difamación, dándole un amplio espacio a todos aquellos quienes opinaban en contra de la venida de Deicide, aunque cualquiera que se pasee por los foros de Internet, puede enterarse de primera mano sobre el extenso movimiento de apoyo a su causa, originado justamente en la actitud matonesca de la Iglesia Católica para salvaguardar un mensaje que, en principio al menos, debería hablar de paz y amor, no de prohibiciones ni condenas.
EN UNA TRINCHERA: DEICIDE.
¿Quiénes son Deicide? En lo principal, son una banda de Death Metal. Es decir, de música metalera extrema, más centrada en la brutalidad del sonido que en la melodía de la canción. Nacieron en Florida bajo el nombre de Amon, en el año 1987. La integran Glen Banton como bajista y vocalista, los hermanos Eric y Brian Hoffman como guitarristas, y Steve Asheim como baterista. Aparte de registros en vivo, su discografía comprende LPs con nombres bastante decidores: "Deicide", "Legion", "Once Upon The Cross", "Serpents Of The Light", "Insineratehymn", "Torment In Hell" y "Scars Of The Crucifix".
Una fuente de odiosidad contra Deicide, la constituyen sus líricas. Puede afirmarse que hay dos clases de líricas satánicas, dentro de la música extrema: el satanismo cosmológico y erudito, cercano al Gnosticismo, propio de bandas como Emperor o Dimmu Borgir, y el más vinculado a la visión cristiana de Satán: la sangre, la crueldad, la violencia. A esta segunda línea adscribe Deicide. Las letras no son nada suaves. Esto es lo que dice la canción "Deicide", de 1990: "Puedo golpear la luz y ver a través de la verdad, yo soy el Deicida, Señor, qué puedes hacer. Has caído ahora, una y otra vez y siempre será en la cruz, hijo olvidado, un sacrificio tiene que ser hecho" ["I can strike the light and see through the truth / For I'm the Deicide, Dominus, what could you do / Thou has falled you now, one again and always will / On the cross, forgotten son, a sacrifice it had to be done"]. O la canción "The Pentecostal", del 2004: "Zombie de Jesús, celestialmente fascista, lo peor de lo peor, empático cristiano, bautizado en pánico, símbolo de resurrección, la vida sobre todo, total desastre, enfermo y perverso" ["Zombie of Jesus, heavenly fascist, worse of the worse, / Christian emphatic, baptized in panic, symbol rebirth, / Life ever after, total disaster, sick and perverse"].
Todo eso, acompañado de carátulas muy explícitas, que juegan con la iconoclastia más absoluta. Para el disco "Once Upon A Cross", por ejemplo, proponían una carátula mostrando a Cristo destripado. La cual fue finalmente censurada, no sin antes proporcionarles una gran publicidad.
Los espectáculos en vivo también son chocantes. Suelen arrojar al público órganos de animales. Organos de verdad de animales, no hechos para que parecieran tal cosa. Glen Benton, por su parte, se tatuó una cruz invertida en la frente. Hizo también la promesa de matarse sobre el escenario, cuando cumpliera 33 años, aunque este número, que les hubiera reportado una publicidad asombrosa, jamás lo llegamos a ver...
No es raro que Deicide haya cargado sobre sí la odiosidad extrema de numerosos grupos fundamentalistas cristianos, e incluso la leyenda de la banda incluye varias amenazas de muerte en su contra.
EN LA OTRA TRINCHERA: LOS FANÁTICOS FUNDAMENTALISTAS CRISTIANOS.
Aunque en Chile supuestamente la dictadura militar, y la consiguiente represión de las libertades civiles (incluyendo la libertad de expresión) se terminó hace década y media, los grupos fanáticos fundamentalistas han seguido firmes al pie del cañón. La gran estrella de la década de 1990, en materia de pisotear el derecho a la libertad de expresión, fue el obispo Jorge Medina, Obispo de Valparaíso, quien después fue ascendido a un alto cargo vaticano y sepultado ahí, para que no molestara más, debido a que su actitud intolerante y fanática ocasionó incluso roces diplomáticas entre la República de Chile y el Vaticano. Uno de los tristes hitos que protagonizó Medina, lo constituyó su dura campaña para impedir que la banda Iron Maiden tocara en Chile, la que finalmente tuvo éxito, para fastidio de sus numerosos seguidores. Algo que los fanáticos de Maiden, por cierto, nunca le perdonaron a Medina. Como puede apreciarse, ya existían antecedentes para intentar prohibir que un grupo de música tocara su repertorio en un concierto público y en vivo.
Otra gran trinchera para los grupos fundamentalistas, fue la batalla en torno a la película "La última tentación de Cristo". La censura de la dictadura militar la prohibió, y después, hubo una larga y dificultosa batalla legal por eliminar dicho resquicio dictatorial en nuestra moderna y aún imperfecta democracia.
Por desgracia en el Chile actual dichos grupos fanáticos, entre los cuales no es el más tolerante la Iglesia Católica, siguen desempeñando un enorme poder, el cual movilizan a través de sus relaciones políticas. Los miembros más prominentes de la Iglesia Católica son reclutados entre las familias aristocráticas vinculadas al empresariado, el cual subvenciona con publicidad a la prensa, de manera que los políticos que deseen estar bien colocados en la opinión pública, tienen que entenderse fatalmente con la Iglesia Católica. No es casualidad que el masón y socialista Ricardo Lagos, cuando era candidato a la Presidencia en el año 1999, haya tenido que entrevistarse con la Iglesia, "ir a Canosa", para apaciguar sus resquemores, y que la primera visita de la socialista y agnóstica Michelle Bachelet, una vez Presidenta electa a comienzos del 2006, haya sido al cardenal Francisco Javier Errázuriz.
Los grupos evangélicos, por su parte, compensan su relativa debilidad numérica y económica, con un enorme celo y fanatismo religioso. Ambos grupos, la Iglesia y los evángelicos, consideran que las verdades del Cristianismo son absolutas e incuestionables, y por tanto, sólo valoran la libertad de expresión cuando se trata de difundir su propia doctrina, mas no cuando ésta sirve de vehículo a expresiones disidentes a la misma.
¿Y AL FINAL?
Puede argumentarse que modos de expresión como Deicide podrían constituir incitaciones al odio y la violencia religiosas. Quizás. Pero no menos que una teleserie truculenta puede constituir incitación al adulterio o al asesinato. Después de todo, es sólo música. Si la música tiene ese efecto sobre las mentes perturbadas, entonces claramente deberían prohibirse las rancheras, un género de música muy querido por Augusto Pinochet Ugarte, actualmente procesado por varios crímenes contra los derechos humanos, y acusado por grupos humanitarios de varios cientos más; después de todo, una canción que diga "con dinero o sin dinero, hago siempre lo que quiero y mi palabra es la ley" podría interpretarse como una incitación al autoritarismo...
Además, Deicide, y las bandas como Deicide, nacieron como reacción natural al fanatismo e intolerancia de los cristianos, quienes llevan un largo historial de pretender que sus ideas sobre el mundo y lo que hay en él sean universalmente aceptadas, por la fuerza si es preciso. ¿Acaso no fue la propia Iglesia Católica quien, incitada por lo que dice el Nuevo Testamento, fomentó la leyenda negra de que los judíos debían ser perseguidos por el crimen de haber dado muerte a Cristo (deicidio, justamente)? Si escuchar a bandas como Deicide puede llevar al asesinato de un católico por parte de una psique enferma, ¿acaso con esa misma perspectiva no debería la lectura del Nuevo Testamento ser prohibida porque una lectura inadecuada de la misma podría llevar a una mente enferma a pretender matar a los judíos?
Una de las grandes victorias de la democracia moderna es la libertad de expresión. Medios como Internet han sido un valioso apoyo, hasta el minuto por lo menos, para mantener la misma, creando canales de expresión distintos a los oficiales, controlados por fanáticos religiosos fundamentalistas. La libertad de expresión permite criticar las verdades oficiales sostenidas por grupos religiosos, no en aras de la salvación de las almas sino de su propio sórdido interés económico, como hemos develado en varios artículos de El Ojo de la Eternidad. La libertad de expresión permite también el florecimiento de toda clase de manifestaciones culturales, y si algunas de ellas resulta especialmente agresiva, entonces lo más inteligente es preguntarse: ¿qué he hecho yo, para que se me responda de esta manera? Considerarse a sí mismo como superior al resto de los seres humanos, por revelación divina, y que por eso, el mensaje de uno mismo es más importante que el mensaje del resto, constituye un ultraje al principio básico según el cual todos los seres humanos tienen la misma dignidad y derechos. Quizás Deicide haya olvidado esa premisa fundamental. Pero tampoco la Iglesia Católica o los evangélicos tienen mejores cartones para invocar esto como un argumento, porque ellos llevan dos milenios más con las manos manchadas con la sangre de aquellos quienes intentaron oponérseles.
1 comentario:
Leo esto unos años despues y sigue siendo tan valido como el dia que se redacto, excelente articulo, y segun mi opinion el ser anticristiano o ateo no te hace ser necesariamente satanico, satanista, etc o incluso una mala persona, en el caso del joven al principio puede verse q obedece a serios desiquilibrios mentales, conozco gente egresada de nivel superior que gusta de esta musica, y que lejos de estorbar contribuyen con su trabajo, El X metal al final es arte, claro un arte super extremo. Saludos :D
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