16 abril 2006

STANISLAV LEM: MÁS ALLÁ DE LO QUE SE PUEDE CONOCER.

El 27 de marzo pasado falleció Stanislav Lem, reconocido universalmente como uno de los más grandes escritores de ciencia ficción de todos los tiempos. De los varios pivotes en torno a los cuales se mueve su obra literaria, la reflexión existencialista es uno de los principales. Todos los personajes de Lem, en algún minuto u otro, deben ver cuestionadas sus nociones sobre la realidad en sí misma, a riesgo de ver sus existencias desestabilizadas, e incluso su propia cordura. No pocas veces se ha intentado ver un mensaje religioso en sus cosmologías. El Ojo de la Eternidad hace un repaso por los aspectos más importantes de la filosofía de su obra literaria.

EL ESCRITOR.
Stanislav Lem nació en Lvov, ciudad ucraniana, pero que en 1921 (año de su nacimiento) pertenecía a Polonia. Durante la Segunda Guerra Mundial, por pertenecer a una familia judía, tuvo enormes problemas, salvándose de milagro de acabar en la cámara de gases en 1942. Todos estos eventos hicieron de sus estudios de Medicina algo muy aventurado. Los inició antes de la guerra, debió interrumpirlos durante la misma, y después, al retomarlos, tenía que hacerlo bajo los dictados y dogmas propios de la ciencia soviética, puesto que todo el Este de Europa había caído en manos de la órbita comunista. De hecho, nunca llegó a titularse, porque se rebeló contra la idea de tener que dar examen sobre ideas científicas que debían aceptarse por ser el dogma oficial, como era propio de la ciencia comunista en general.
Por aquellos años, Stanislav Lem comenzó una prolífica carrera como escritor. Su obra literaria es vasta, tanto por la cantidad de escritos, como por la variedad de temas que acomete en los mismos. En las novelas y relatos de Lem se dan cita la sátira, la utopía (o quizás, mejor dicho, la distopía), la reflexión filosófica, la cibernética, la epistemología, etcétera. Que sus obras sean mayoritariamente encasilladas y encasillables dentro de la ciencia ficción es casi un accidente, porque el tratamiento de esos temas de manera grandilocuente iba a tener que llevarle por fuerza al terreno de la historia planetaria (el futuro de la Tierra o las historias de otros mundos, tanto más da).

SU OBRA MÁS CONOCIDA: "SOLARIS".
A pesar de su frondosa obra literaria, la única adaptación por todo lo alto que ha recibido para el cine es "Solaris". Esto no es casualidad. En general, sus obras son densamente filosóficas, con muy poca acción, y con demasiados conceptos abstractos, todo lo cual no se condice con la necesidad de acción e imágenes que tiene el cine, para referir una historia. Puede decirse que "Solaris" fue adaptada casi como golazo durante la Unión Soviética, y el remake yanki, para sobrevivir, tuvo que centrarse en aspectos más comerciales, tal y como la historia romántica, que es muy soslayada por Lem en su novela (y con razón).
"Solaris" refiere la historia de Kelvin, un astronauta que viaja al planeta Solaris, en donde existe una única plataforma de investigación que, para colmo, es considerada como de escasa prioridad por los humanos, debido a que la investigación de Solaris está en punto muerto, y además, porque no existen recursos que puedan explotarse de él. El planeta Solaris presenta la curiosa peculiaridad de que posee un océano oleaginoso, capaz de crear extrañas formas estatuarias en el aire, algunas de tamaño ciclópeo. Previo a la llegada de Kelvin, los científicos de Solaris han realizado un extraño experimento, irradiando una región pequeña del planeta. La respuesta es pavorosa: cada uno de los científicos, Kelvin incluido, es literalmente invadido por copias de personas muertas de su pasado, aparentemente fabricadas por el planeta. La conclusión es que, en apariencia, el océano de Solaris es en realidad un gigantesco ser viviente, que trata de entablar comunicación con los seres humanos. Sin embargo, cualquier intento por lograr un entendimiento entre ambas formas de vida tan disímiles, acaba en el más rotundo de los fracasos.
La historia está convenientemente aderezada con diversas disgresiones sobre la historia de la solariología, la ciencia que estudia a Solaris. Stanislav Lem aprovecha esto para reirse a carcajadas de las pretensiones científicas de querer llegar a saberlo todo, describiendo una serie de teorías científicas, a cual más absurda o más ridícula, para explicar los fenómenos de Solaris. Se sabe que Solaris es un ser vivo e inteligente, pero esto es sólo una suposición inspirada por el instinto. Finalmente, el único contacto posible será cuando Kelvin visite personalmente al océano de Solaris y recorra sus gigantescas formas, un mero contacto tú-a-tú sin palabras, una especie de "soledad de a dos" entre Solaris y el humano.
"Solaris" es un buen referente para entender la obra de Lem. Aquí están sus principales temas: el papel de la ciencia en el hombre, la posibilidad del conocimiento absoluto (o mejor dicho, su imposibilidad), los límites del lenguaje para expresar las cosas, etcétera.

LAS REFLEXIONES DE LEM.
Lem es la clase de autores que no cae en el misticismo ni postula nuevas cosmologías, o no lo hace en serio. En ese sentido se diferencia de otros autores clásicos de ciencia ficción o fantásticos, quizás por ello más populares, como H. P. Lovecraft, J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis, Isaac Asimov o Frank Herbert, o en el cine, Gene Roddenberry o George Lucas, quienes sí se esmeran en construir universos nuevos y extraños en donde todo encaje más o menos en sus respectivos lugares. Las obras de Lem están diseñadas para crear preguntas, no para responderlas. Incluso cosmologías tan complejas como la de "Solaris", tiene un extraño aire de inacabadas. Lem escribe para plantear dudas, no para pontificar.
En ese sentido, los personajes de Lem vagan perdidos por el mundo, sin saber realmente cuál es su posición en el mismo. Se enfrentan constantemente a misterios, pero a pesar de todos sus esfuerzos, y siendo seres humanos inteligentes y racionales, no son capaces de trascender su condición humana y terminan por no entender nada, o peor aún, por malentenderlo todo, con consecuencias a veces irónicas, y a veces trágicas.
Un buen ejemplo de ello está en su libro "Vacío perfecto", una suma de crónicas respecto de libros absolutamente inexistentes. Por ejemplo, en "Gigamesh" hace pedazos, por la vía de la ridiculización, las pretensiones de escribir un "libro universal", como lo intentó ser el "Ulises" de James Joyce. Pero el relato más desconcertante de todos es, posiblemente, "Una nueva cosmología", en donde crea el concepto de cosmos-juego, un universo en donde las leyes de la naturaleza en realidad son reglas del juego creadas por entes inteligentes tan superiores al ser humano, que éste ni siquiera es capaz de concebir: algo así como si el límite de la velocidad de la luz, que a los seres humanos se impone como una barrera infranqueable, fuera una simple regla de criaturas superiores para jugar en su cajón de arena particular llamado "universo".
El tema de la incognoscibilidad, de la imposibilidad de conocer las cosas, del desconcierto frente a una naturaleza multiforme y siempre novedosa para el raciocinio humano, emparenta a Stanislav Lem con las doctrinas filosóficas escépticas. Lem es, en ese sentido, una especie de Pirrón revestido de lenguaje científico del siglo XX, con unas cuantas dosis de existencialismo a la Sartre. Una perspectiva tan alucinante como deprimente, por cierto, pero como decíamos, Lem es autor para valientes, para quienes plantean preguntas y no esperan respuestas fáciles.

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