19 enero 2006

CHILE 2006: LA PRESIDENTA Y LOS RELIGIOSOS.

Entre 1990 y 2005, Chile terminó con la dictadura militar y vivió tres gobiernos democráticos, agrupados bajo la coalición llamada Concertación. A pesar de que todos esperaban una mayor apertura social, lo cierto es que la religión siguió teniendo un peso opresivo sobre Chile, lo mismo que instituciones pararreligiosas como por ejemplo la Masonería. Michelle Bachelet, la Presidenta que asumirá el mando en Marzo próximo, deberá enfrentar algunos variados desafíos que, de alguna manera u otra, colindan con la religión. El Ojo de la Eternidad echa una mirada al pasado reciente, al presente, y al eventual porvenir, de la religión en Chile.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: El Cardenal Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago y Presidente de la Conferencia Episcopal, es saludado por el Presidente Ricardo Lagos. El primero es católico y el segundo es masón. Las relaciones entre Iglesia y Estado en estos años no han sido todo lo separadas que deberían, en una democracia moderna].

EL CHILE RECIENTE.
En Marzo próximo se inicia el cuarto gobierno de la coalición centroizquierdista llamada Concertación, que ha retenido el poder desde el final de la dictadura militar de Augusto Pinochet, en 1990. De los cuatro candidatos que corrieron la carrera, el humanista Tomás Hirsch y el ultraderechista Joaquín Lavín quedaron en la lona, y siguieron a una segunda vuelta la centroizquierdista Michelle Bachelet, y el empresario centroderechista Sebastián Piñera. En la segunda vuelta, Bachelet se impuso por apretados siete puntos sobre su contendor. El descarte de candidatos es bastante sintomático: el país le dijo no a Hirsch, representante de un movimiento filosófico laico, cual es el humanismo, le dijo no también el Catolicismo extremista y reaccionario de Joaquín Lavín (conocido miembro del Opus Dei), y por último, le dijo no a las banderas del alicaído "humanismo cristiano" con las que intentó vestirse Sebastián Piñera, para darle favor a una candidata agnóstica, es decir, sin mayor vinculación con la religión tradicional, a un nivel espiritual...
Es de prever que el modelo de país implementado en los últimos tres gobiernos democráticos proseguirá, habida cuenta de que la Concertación y toda su maquinaria política continuan en el poder. En donde quizás hayan algunas fricciones, sea justamente en materias de delicado contenido moral, y por qué no decirlo, religioso. Y es que tales temas en Chile no han sido demasiado pacíficos, en los últimos años...

EL CONTRAATAQUE CATÓLICO CONSERVADOR DE LA DÉCADA DE 1990.
Bajo la dictadura militar (1973-1990), la Iglesia Católica chilena se dividió. Eran los tiempos de la resaca del Concilio Vaticano II, y por tanto, los sectores conservadores de la Iglesia estaban inusualmente activos. El gran ejemplo fue el tristemente célebre cura Raúl Hasbún, vulgarmente llamado "el curasbún", que en la pantalla del canal de la Pontificia Universidad Católica de Chile (el Canal UC, llamado popularmente "el 13", por ser ésa su frecuencia en Santiago) defendió a capa y espada la siniestra labor "de orden público" del dictador Augusto Pinochet y sus mastines de los organismos represores, la DINA y la CNI. Pero otro sector de la Iglesia Católica defendió valientemente los derechos humanos, creando la Vicaría de la Solidaridad, y contribuyendo así a evitar que los sicarios de la dictadura militar se cobrara un número incluso mayor de víctimas.
Después de la llegada de la democracia, se pensó que se viviría un "destape", según el modelo español postfranquista, en donde una nueva moral mucho más libre imperaría. Durante un tiempo, la televisión hizo eco del "destape", cuyo gran hito fue la exhibición de la teleserie softcore brasilera "Pantanal", en 1991. Pero eso se acabó en la televisión abierta, ante el sostenido crecimiento de los grupos conservadores de ultraderecha. Sólo la implementación masiva de la televisión por cable, primero, y de Internet después, consiguió el milagro de abrir un tanto a la sociedad chilena, aunque siempre bajo sostenidos ataques de los grupos conservadores, algunos de los cuales insistieron incluso en censurar la televisión por cable, empeño en el que por suerte no tuvieron éxito.
El grupo más famoso de éstos fue El Porvenir de Chile, entidad retrógrada y fascista cuyos miembros se creían moralmente superiores al resto de la sociedad, y por tanto, sintieron la tentación de imponer por la fuerza sus convicciones católicas fundamentalistas. Sin embargo, sus posiciones totalitarias fueron derrotadas una y otra vez, en particular en el largo proceso judicial en torno a la censura de la película "La última tentación de Cristo", hasta que su influencia decreció a casi cero, para alivio de la sociedad civilizada chilena.
Otro importante grupo paracatólico chileno fue el partido político Unión Demócrata Independiente (UDI). Después de años de crecimiento sostenido, en la elección de 1999 su candidato Joaquín Lavín, supernumerario Opus Dei, estuvo en un tris de ganar la Presidencia de la República, perdiendo por apenas unos pocos miles de votos frente a Ricardo Lagos.
Ya dentro de la propia Iglesia Católica, el defensor más destacado del conservadurismo moral fue Jorge Medina, obispo de Valparaíso. Su acción más pintoresca fue gastar dinero de las arcas de la Iglesia en un kiosko, comprando revistas pornográficas, y llevárselas al Intendente de Valparaíso, para que viera qué clase de inmundicia moral se vendía bajo sus propias narices, a una cuadra de distancia del edificio de la Intendencia. Muchos sostuvieron en ese entonces que con ese dinero, quizás hubiera bastado para darle una taza de te y un pan por un mes completo a un niño del Hogar de Cristo...
En cuanto a la Iglesia Católica por sí misma, se opuso tenazmente, aunque de manera más o menos solapada (una declaración de prensa por aquí y una por allá) a diversas leyes que pudieran minar su posición moral. De esta manera, tan solo en el año 2004 pudo pasar el divorcio a ser una realidad legislativa chilena, corrigiendo el escandaloso problema de las llamadas "nulidades matrimoniales". Previamente, en 1999, durante los debates de la llamada Ley de Cultos, la Iglesia Católica no tuvo pudor alguno en declarar que debían concederle sin más el estatuto de derecho público, por el ministerio de la ley, y saltándose los trámites que las otras confesiones religiosas deberían pasar para ello. Pese a la enconada oposición de la Iglesia a la ley (en particular porque varias otras religiones gozarían de franquicias que la Iglesia Católica poseía por sí, como por ejemplo exenciones tributarias), la Ley de Cultos fue finalmente promulgada.
Todo esto ha hecho a la Iglesia Católica harto más impopular en Chile. Aunque sigue siendo mayoritaria en el país, su nivel de aprobación ha ido disminuyendo. Y, cosa sintomática, a medida que crece su apoyo en las clases altas, las clases modestas de la sociedad chilena le han ido dando vuelta la espalda. En cuanto al resto de los católicos, pese a sumar en total cerca de un 70% según el último censo, la mayor parte de ellos son "católicos a su manera". Es decir, proclaman ser católicos de viva voz, un tanto por el prestigio social que involucra "estar con los ganadores", pero que en la práctica no siguen casi ningún mandamiento de la Iglesia, ya que no van a misa una vez por semana, no se confiesan una vez al año, comulgan rara vez, mantienen relaciones sexuales prematrimoniales, usan métodos anticonceptivos, dudan de la infalibilidad papal, etcétera, todas cosas que un católico de verdad no puede permitirse, por mandato de la Iglesia.

EL CRECIMIENTO DE LAS CONFESIONES NO CATÓLICAS.
Comparando el censo del año 2002, con el del año 1992, la religión católica ha ido disminuyendo de manera lenta, pero sostenida. En 1992 eran católicos el 76% de la población. En 2002, sólo el 70%. Esta disminución fue capitalizada en particular por los grupos cristianos no católicos: esto es, los evangélicos.
En la década de 1990, los evangélicos se transformaron en una fuerte realidad vecinal. Comenzaron a salir a la calle y predicar a las gentes en directo. Su predominio se extendió preferentemente entre los barrios pobres.
Comenzaron también a infiltrarse en otros sectores. Durante el gobierno de Ricardo Lagos (2000-2006), los evangélicos ingresaron por primera vez al Palacio de la Moneda. Ello, amparados en la Ley de Cultos de 1999, ya que antes, tales prerrogativas eran monopolio exclusivo de la Iglesia Católica.
No es casualidad este traspaso de fieles. Los evangélicos eran la alternativa cristiana que proporcionaba algo que los católicos no. Mientras la mayor parte de los sacerdotes católicos se negaba a salir de sus cómodas iglesias, y esperaban que sus feligreses acudieran a ellos, los evangélicos sí se atrevieron a ingresar a las poblaciones. A la vez, el mensaje evangélico prendió mucho más entre los jóvenes: católicos eran en 2002 el 79% de la población mayor de 75 años, pero sólo el 66% de la gente entre 15 y 29 años.

EL DESAFÍO RELIGIOSO Y LA ELECCIÓN DE 2005.
De los cuatro candidatos a la Presidencia en la elección de 2005, el único claramente identificado con una opción religiosa era Joaquín Lavín, que era supernumerario Opus Dei. Sintomáticamente, a lo largo de toda su campaña intentó mantener un poco en las sombras esa faceta de su persona, a pesar de que de tanto en tanto formuló algunas declaraciones que permitían asumir perfectamente su posición católica ultraconservadora. Sin embargo, después del 15 de Diciembre, quedó fuera de la carrera política. Sebastián Piñera intentó identificarse con una opción llamada "humanismo cristiano", por mero cálculo político, para abrirse un espacio como "seguidor" de Jacques Maritain, y de esa manera crear un eje político de centroderecha que le permitiera apoderarse de parte de los votos de la Democracia Croistiana. Pero esta operación de "convertir el templo en una cueva de ladrones" no funcionó todo lo bien que se esperaba (de hecho, no funcionó en absoluto), de modo que este intento de usar lo espiritual con fines políticos fracasó rotundamente.
La Presidenta electa, Michelle Bachelet, es agnóstica, al igual que lo es el actual Presidente saliente Ricardo Lagos (quien, además, es masón). Sin embargo, debe tenerse presente que en 1999, la Iglesia Católica tenía fuertes aprensiones sobre Ricardo Lagos, por su vinculación a la Masonería, y su compromiso con algunas iniciativas liberales como el divorcio, por ejemplo. Fue sólo después de una ronda de conversaciones semiprivadas, que la Iglesia se tranquilizó y decidió si bien no apoyar a Lagos, tampoco no combatirlo abiertamente. Para la elección del 2005, Bachelet emprendió también una ronda de conversaciones similares. Ello, porque la Iglesia tenía sus dudas, debido a que Bachelet, en su paso por el Ministerio de Salud en el año 2000, se manifestó a favor de la "píldora del día después", que la Iglesia Católica considera abortiva. Por lo que, salga quien salga elegido, es poco probable que el siguiente Presidente de la República introduzca una liberalización de costumbres, siguiendo el imperio moral de la Iglesia Católica casi sin contrapeso posible.
Y los desafíos pendientes no son pocos en Chile. Es probable que en los próximos años comience a sonar con fuerza el tema de las uniones homosexuales, algo a lo que la Iglesia Católica se opone, y a lo que Bachelet no da su apoyo. También está el creciente problema de los escándalos sexuales dentro de la Iglesia Católica. Y el del manejo de embriones y experimentación con células madre, tema que una ley del año 2005 intentó resolver, pero que tanto gente del mundo jurídico como del médico han criticado por ser una normativa poco práctica, más bien programática, y sin demasiado asidero en las realidades médicas.
Por su parte, hay rumores de que Benedicto XVI podría visitar Chile en el año 2007. Algo que ayudaría formidablemente a enrarecer el ambiente religioso en Chile, estimulando sobremanera el fanatismo de los grupos católicos más exaltados.

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