01 enero 2006

EL CALENDARIO Y LA RELIGIÓN.

En la actualidad, el calendario es algo que se mira para calcular cuánto falta hasta la paga de fin de mes, o la declaración anual de impuestos, o para calcular los intereses de un préstamo a 30, 60 o 90 días. Pero hubo un tiempo en el cual el calendario era algo sagrado, vinculado con los dioses y los ciclos de la naturaleza. No en balde, nosotros contamos los años a partir del nacimiento de un personaje sagrado, como lo es Cristo. El Ojo de la Eternidad saluda la llegada del Año Nuevo 2006 con una breve crónica sobre los calendarios, y los intereses religiosos detrás de éstos.


[IMAGEN SUPERIOR: Calendario azteca. Los pueblos del México precolombino tenían una fijación casi morbosa con los ciclos del calendario. Quiso la desgracia que al final de uno de éstos, llegaran los españoles. Los aztecas los tomaron por dioses, y pasó después lo que pasó].

LA TIERRA Y EL TIEMPO.
La medición del tiempo está completamente ligada al planeta Tierra. Eso, hasta que el ser humano no colonice otros cuerpos celestes, por lo menos. El "día" es un ciclo de rotación de la Tierra sobre su propio eje. La "semana" es la distancia entre una fase y otra de la Luna, y el "mes" es la sucesión de las cuatro fases lunares que conforman el ciclo completo. El "año", en tanto, es el movimiento de la Tierra alrededor del Sol, que por cierto origina algo tan importante como la marcha de las estaciones. La desgracia de los constructores de calendarios, es que estos ciclos naturales no tienen correspondencia alguna entre sí (un año, por ejemplo, no es exactamente 365 días, sino que es cerca de un cuarto de hora más largo, mientras que cubre 13, y no 12, meses lunares). Esto ha originado desde antiguo verdaderos quebraderos de cabeza. El calendario moderno actual data de la época de Julio César (46 a.C.), cuando éste encargó su reforma al astrónomo egipcio Sosígenes. Pero para 1582 había acumulado ya diez días de desfase, por lo que el Papa Gregorio XIII ordenó reformarlo; por ello se le llama Calendario Gregoriano. No todos los países lo adoptaron en la misma fecha, razón por la que en la Rusia de la Revolución de 1917 ya habían trece días de desfase (casi medio mes, para que nos entendamos).
Nuestra sociedad actual no tiene una dependencia tan grande de los ciclos de la naturaleza como las antiguas, ya que éstos han sido suplidos en parte por la alta tecnología. Así, por ejemplo, una ciudad grande y urbanizada puede contar con hortalizas todo el año, gracias a la tecnología de los frigoríficos. Pero para las sociedades antiguas, una mala cosecha, sembrar a destiempo, o un invierno inusualmente crudo, podían ser verdaderas tragedias. De ahí que los sacerdotes antiguos dedicaran tanto tiempo a estudiar los ciclos de la naturaleza. El calendario es un invento de los sacerdotes. Y eso siguió siendo así durante mucho tiempo, como que el ya mencionado Gregorio XIII fue quien reformó el Calendario Juliano...

LOS ORÍGENES DEL CALENDARIO.
Desde lo más remoto, las civilizaciones estudiaron los ciclos de los tiempos, para de esta manera saber cuándo sembrar, cuándo cosechar, cuándo sacar el ganado a los pastizales, etcétera. Quienes primero tomaron sobre sus hombros esta responsabilidad fueron los sacerdotes. Estos, ansiosos de asentar su base de poder, y conscientes de que éste dependía del respeto de la comunidad por sus funciones místicas, recubrieron todo lo relativo al calendario con un frondoso simbolismo mítico, además de variados rituales. Casi todas las civilizaciones antiguas desarrollaron de esta manera unas determinadas fiestas que seguían un ciclo anual, que se correspondían con otros tantos eventos astrónomicos (solsticios, equinoccios, etcétera), y cuyos vestigios siguen aún presentes en el calendario de fiestas de la Iglesia Católica. Las fiestas más importantes eran aquellas en las cuales los sacerdotes "amarraban" al Sol fugitivo, para que los días no siguieran acortándose, y comenzaran a alargarse de nuevo, durante el solsticio de invierno, lo que dio pábulo a celebraciones tan dispares, pero a la vez tan parecidas en espíritu, como el Intihuatana de los incas, las Saturnales romanas, o la Navidad de los cristianos.
Una de las mayores manifestaciones del poder sagrado que tenían los sacerdotes gracias al manejo del calendario, era la atribución al Faraón de poderes nada menos que sobre el Río Nilo. Los sacerdotes del Antiguo Egipto calcularon que la crecida de los ríos se producía siempre con el ascenso de la estrella Sirio sobre el horizonte, por lo que cuando este evento astronómico sucedía, le avisaban al Faraón para que preparara la ceremonia en que éste "ordenaba" al Nilo alzarse e inundar el valle (y con ello llevar el légamo fertilizante a los campesinos). De este modo, los súbditos de Faraón podían asombrarse con el poder mágico y divino de su señor, sin sospechar, en su ignorancia, que todo estaba amañado por arte de ciencia astronómica básica.
Por supuesto que los sacerdotes egipcios desarrollaron todo un sistema de creencias religiosas para esto. Así, por ejemplo, ya que Sirio desaparece por 70 días del cielo, dijeron que el dios Osiris había permanecido muerto por 70 días en total.
Empero, el símbolo mítico más poderoso relativo al calendario es quizás el mito de Saturno comiéndose a sus hijos (algo de eso vimos en un artículo anterior sobre el dios griego Zeus). El Saturno romano y el Cronos griego eran los dioses del tiempo, y el comerse a sus propios hijos era un poderoso (y algo macabro, en verdad) símbolo de que el tiempo se come a los días, los meses, los años...

LAS GRANDES ERAS.
Tan profunda es la asociación entre el calendario y la religión, que casi todas las grandes eras que sirven para computar los años tienen como punto de partida o "año uno", un evento de naturaleza religiosa. En los comienzos, el cómputo de los años se realizaba describiendo el año con un evento importante de éste, como por ejemplo "el año de la gran ventisca", "el año de la tormenta", etcétera. Pero a medida que los años de ventista y tormenta se acumulaban, fue necesario recurrir a otros métodos. De esta manera comenzó a usarse a los reyes como calendarios vivientes. La Biblia está trufada de expresiones antiguas de este tipo. Por ejemplo, se dice que el rey Elá de Israel empezó a reinar "el año 26 de Asá, rey de Judá" (Primero de Reyes 16:8). Los obvios inconvenientes de este sistema llevaron pronto a dejar de lado las "eras de los reinados de cada rey", por decirlo así, y empezar a usar una era común.
La era común más utilizada actualmente en el mundo es la Era Cristiana, que data los años a partir del supuesto nacimiento de Cristo. El hecho de que no sepamos cuándo realmente Cristo nació no es óbice para considerar que desde ese entonces hasta la fecha han pasado 2006 años. Pero no es la única era en circulación actualmente. Los musulmanes cuentan sus años a partir de la Hégira, que es otro evento religioso: concretamente, la huida de Mahoma desde La Meca a Medina, el año 622 (Hijra, en árabe, significa "huída"). En cuanto a los hebreos y los chinos, tienen sus respectivas eras, que cuentan en años "desde la creación del mundo". Entre las grandes civilizaciones antiguas, sólo los romanos parecen haberse referido a una era de tinte no muy religioso, ya que contaban los años A.U.C. (es decir, "ab urbe conditas", o "desde la fundación de la ciudad", siendo Roma "la ciudad", por supuesto). Pero que Roma haya sido fundada en 753 a.C., es en realidad una fecha mítica, tanto como el año 776 a.C. en donde arrancaba el calendario griego, supuestamente por haber sido en dicha fecha la primera olimpíada.
El que una era tenga sanción religiosa, ayuda sobremanera a su difusión, pero no garantiza su éxito. En tiempos del Imperio Romano tardío, por ejemplo, se puso de moda datar en Asia las fechas a partir de la Era de Diocleciano. El tal Diocleciano era un emperador romano que, con suma modestia, se proclamó a sí mismo un dios, de modo que la "era de Diocleciano" era al mismo tiempo política y religiosa. Estuvo un par de siglos en activo, y luego cayó en desuso, para ser reemplazada por la Era Cristiana en Occidente (en donde nunca había penetrado mucho, en realidad), y por los "años del mundo" en el Imperio Bizantino.
Peor le fue a la "era de la Razón". En 1792, como parte del programa reformista de la Revolución Francesa, se proscribió el cristianismo, y Francia proclamó el culto a la Diosa Razón. Consecuentemente, los años empezaron a fecharse contando 1792 como año I... ¡y usando números romanos! Al llegar el Año XIV de la Revolución (es decir 1806), Napoleón Bonaparte suprimió este sistema, y regresó a la Era Cristiana de siempre. Ni qué decir que la Diosa Razón nunca prendió.
Por supuesto que los "años del mundo" que usaban chinos, hebreos y bizantinos también tienen raigambre religiosa. Si usáramos los datos científicos para contar por años del mundo, entonces estaríamos en el año 4.600.000.000 A. del M., la que probablemente es una cantidad demasiado grande como para que sea manejable por los historiadores y en la vida cotidiana.

No hay comentarios.: