02 febrero 2006

LA PRIMERA ENCÍCLICA DE BENEDICTO XVI.

El pasado 25 de Enero, con unos nueve meses de Pontificado, aunque antedatada para la Navidad del 2005, Benedicto XVI presentó su primera encíclica. Aunque no es una formalidad, es costumbre vaticana que la primera encíclica de un Papa es una suerte de programa o anticipo de lo que serán las preocupaciones principales del Pontífice. Lo que nos encontramos después de leer "Deus Caritas Est", la Encíclica de Benedicto, es bastante revelador, tanto por lo que dice como por lo que oculta, porque confirma algo que ya sospechábamos: Benedicto XVI es un hombre obtuso, que vive en un universo mental paralelo al nuestro, y que es serio candidato a la psicosis. Como buen blog sobre religión, no podíamos estar ausentes de este evento, así es que El Ojo de la Eternidad revela los detalles y entresijos con un completo análisis del texto en cuestión.


[IMAGEN SUPERIOR: Benedicto XVI saludando. Nótese el rictus sociópata (mirada fría como tiburón, sonrisa apenas esbozada) y las manos dispuestas a la manera del chamán de la tribu haciendo un sortilegio].

...ANTERIORMENTE EN LA SAGA DE BENEDICTO XVI...
En Abril del año pasado, Joseph Ratzinger, el fanático e inflexible guardián del dogma católico en el Vaticano, se convirtió en Papa Benedicto XVI. Dicho nombramiento causó honda inquietud en los más diversos círculos. Sintomáticamente, los únicos alegres porque el cargo recayera en dicho hombre, fueron las gentes de extrema derecha. Como Papa, Benedicto XVI generó honda incertidumbre. Su predecesor, Juan Pablo II, había instaurado en el Vaticano un estilo mediático y dinámico de gestión, de modo que todos se preguntaban si el venerable ancianito de 78 años sería capaz de hacer algo similar. Benedicto XVI demostró ser alguien que se toma las cosas con calma. Ha emprendido un solo viaje al extranjero como Papa, a su Alemania nativa, y se ha manifestado extraordinariamente parco en dar entrevistas y en conceder gestos de alguna clase. Su propio estilo es autoritario y circunspecto, lo que origina incluso tensiones dentro de la propia Curia.
Desde ese punto de vista, se esperaba con ansias que Benedicto XVI culminara su primera Encíclica. De las varias que un pontífice puede escribir durante su Papado, la primera adquiere una importancia especial, porque es interpretada como una suerte de, más que "programa de trabajo", compendio de las preocupaciones cardinales que guiarán al flamante nuevo Papa durante su pontificado. A finales de Enero pasado, se develó el enigma. Benedicto XVI publicó la encíclica "Deus Caritas Est" ("Dios es Amor"), y con ella reveló, inconscientemente con toda probabilidad, algo de lo que puede esperarse de él como Papa. ¿Y que revela la Encíclica? Básicamente un hombre espiritualista, que se siente más allá del mundo y de los pobres mortales que él tiene por "obligación" pastorear, y que vive en una burbuja dogmática que no se condice con la realidad.

LA ESTRUCTURA DE "DIOS ES AMOR".
Ya desde el título elegido, Benedicto XVI hace un guiño interesante. Debido a que las encíclicas son formalmente cartas que el Papa dirige a la Iglesia Católica, no llevan título, por lo que se acostumbra a titularlas con las primeras palabras de la misma. En este caso, las primeras palabras son: "Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él". Son del evangelio de Juan, y eso ya es una elección interesante. Es sabido que el Evangelio de Juan es diferente a los otros, tanto en estructura como en intenciones, lo que la Iglesia Católica ha atribuido machaconamente al hecho de haber sido redactado por "el hijo bienamado de Jesús", pero que la investigación historiográfica lo explica atribuyéndole dicho texto a alguien profundamente helenizado, que concebía a Jesús como un héroe helénico y no como un mesías judío. De ahí que el Evangelio de Juan sea mucho más "espiritualista" que los otros tres, ya que presenta a un Jesús mucho más discursivo, ultramundano y etéreo que el Jesús de carne y hueso, y hombre de acción, que es el protagonista de los otros tres textos. Sintomáticamente, en el texto de Benedicto se cita, o al menos se menciona, a Juan Evangelista no menos de una veintena de veces (a vuelapluma, contamos 27). Por contra, los otros tres evangelistas, en conjunto, a saco, y sumados los tres, son mencionados en total incluso menos veces (nosotros contamos, también a vuelapluma, 19). O sea, en la mentalidad de Benedicto XVI, el espiritualista y ultraterreno Juan pesa más que los otros tres evangelistas, más terrenales, menos filosóficos, y más conectados con el mundo y la realidad contemporánea (la de ellos, claro está).
La estructura elegida por Benedicto para exponer el tema, por su parte, también es decidora, y es la propia de un hombre dogmático, poco adaptable e inflexible, que pretende amoldar la realidad a su propia visión del mundo. En primer lugar entrega una densa disquisición teológica y doctrinal sobre el concepto de "amor". En segundo lugar, aplica sus conclusiones a la realidad mundana. Es decir, es el viejo método dogmático de elucubrar sobre el mundo para luego entenderlo a la luz de las ociosas cavilaciones mentales propias, inverso al buen método científico que primero se abre al mundo, lo interroga, lo cuestiona y se hace preguntas, y después intenta explicarlo. Y para quien piense que un Papa no podría hacer las cosas de manera diferente, por ser justamente "un hombre de religión" y el guardián de la dogmática católica, digamos que muy distinto es, por ejemplo, el estilo de "Mater et Magistra", de Juan XXIII, que combina sabiamente la disquisición teológica en abstracto con las realidades materiales, de manera que ambos planos se complementan y armonizan, creciendo juntos hasta desarrollar por completo el tema. Claro que Juan XXIII estaba preocupado por un asunto que no entra en el mundo mental de Benedicto XVI, cual era la cuestión social provocada por la explotación capitalista de los trabajadores.

LOS PLANTEAMIENTOS TEOLÓGICOS DE BENEDICTO XVI.
Lo primero que hace Benedicto XVI, es un estudio sobre la palabra amor. Dicho en lenguaje de rock latino: "¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?". En este punto, Benedicto intenta crear sólidos fundamentos teológicos para el deber de caridad cristiana. Lo que logra, sin embargo, es hacer el ridículo más absoluto, ya que sus argumentos carecen de fundamento fáctico, y lo que es peor, incluso de toda posible lógica. Reflexiona sobre si el Cristianismo ha matado el "eros", el amor erótico, en beneficio de una vida ultramundana. Afirma que no, porque el eros sigue existiendo, pero a continuación le impone límites de disciplina tan estrechos, que lo termina asesinando ya no de frente, sino por una artera puñalada por la espalda. El eros debe derivar en entrega total hacia el ser amado, y esto, según Benedicto, sería el fundamento de la caridad cristiana, el darse por completo al otro. Como suele suceder en el discurso teológico, lo que se silencia es tan importante como lo que se dice: Benedicto está preconizando (haciendo caso omiso) de la individualidad de la persona. Para Benedicto, el eros que alimenta al individuo sólo tiene sentido si hace completo al hombre, pero éste sólo puede hacerse completo si renuncia a sí mismo hasta deslavarse por completo. En estas líneas, el viejo nazi que hace manifestaciones al Führer, saliéndose de sí en el proceso, campea a sus anchas. ¿Y no pretende la Iglesia Católica en definitiva matar toda posible individualidad para así aniquilar la crítica, única manera de imponer su poder por medio de una serie de dogmas espúireos que no se sostienen mediante el más mínimo razonamiento? ¿No se comporta entonces Benedicto como un mercachifle de multitiendas?
Veamos una perla: "En modo alguno [el Antiguo Testamento] rechazó con ello el eros como tal, sino que declaró guerra a su desviación destructora, puesto que la falsa divinización del eros (...) lo priva de su dignidad divina y lo deshumaniza" [DCE 4]. Está hablando del eros en la prostitución sagrada. Cuesta hoy en día entender la prostitución sagrada como ritual, pero eso no lo hace automáticamente nocivo o nefasto, por más que Benedicto quiera. En vez de intentar entender, Benedicto condena sin más. ¿Y cuál es la verdadera divinización del eros? Ya dijimos, aquella que lleva a abandonarse a sí mismo, etcétera.
La solución que propone Benedicto XVI es el matrimonio monógamo. En medio de pura retórica vacua, sostiene que la única manera de purificar el eros es a través del matrimonio monógamo. Irónicamente lo hace citando el Cantar de los Cantares, usando su interpretación "oficial" según la cual es un canto al amor entre Dios y sus fieles, cuando en realidad para cualquiera que lo lea desprejuiciadamente, es un poema erótico que pasó "soplado" a integrar el canon bíblico actual.
Y se pone peor. Para rastrear los orígenes de la novedad bíblica en esta manera de ver las cosas, se ampara nada menos que en Oseas y Ezequiel. La interpretación oficial sobre ambos profetas es que hablaban en metáfora sobre la falta de fe de Israel. Pero una lectura atenta de ambos profetas revela algo bien distinto, cual es que ambos vivían una sexualidad completamente insana. Oseas era un psicótico que tenía visiones divinas, y que se había casado con una prostituta, echándole la culpa al mandato divino, mientras que Ezequiel insiste e insiste sobre la prostitución de Israel y cuenta historias picantes de prostitutas para graficar la infidelidad de Israel hacia Dios. Ni qué decir cuan triste visión del amor de pareja puede extraerse de la lectura de ambos profetas, sí muy edificantes a la hora de graficar enfermedades vinculadas a la religión, como la psicosis o la neurosis de conversión.

CÓMO SE APLICA LA TEOLOGÍA DEL AMOR AL MUNDO MODERNO, SEGÚN BENEDICTO XVI.
Después de tan lamentable intento de justificar la caridad cristiana a partir del amor (y de una visión bastante sicótica del amor, entendido casi como un abandono de sí mismo, igual que una mujer golpeada que idolatra a su marido golpeador), viene el trecho referente a cómo se ejerce la caridad por parte de la Iglesia. Este pedazo es, con mucho, el más aburridor, porque no es sino un refrito de lugares comunes que giran en torno a la idea de que "la Iglesia se organiza en torno a la caridad".
Una vez más, lo que se omite es tan importante como lo que se dice. Cuando Benedicto intenta fundamentar la caridad como una característica esencial de la Iglesia, cita a varios autores, pero sintomáticamente, ninguno de ellos murió después de 260 d.C. Es decir, ningún autor citado es de la época en que comenzaron a ingresar los ricos a la Iglesia Católica, introduciendo varios cambios que llevaron a la morigeración de la caridad como característica de la misma. La única excepción es San Agustín, que en realidad no cuenta porque él era un renegado del Neoplatonismo que, al igual que Benedicto, vivía más en el mundo "del más allá" que en el de acá...
Habla también un poco del orden justo de la sociedad, e incita sutilmente a depositar las esperanzas en Dios, renegando de las doctrinas que intentan hacer la justicia en la Tierra. Habla expresamente contra el Marxismo, una tradicional bestia negra de Benedicto XVI, que le llevó a perseguir sistemáticamente en sus días a los teóricos de la Teología de la Liberación.
Lo más sintomático es que Benedicto XVI habla de caridad sí, pero después de muchas vueltas en torno al deber de caridad, la deja reducido casi al mínimo. Compárense, por ejemplo, estos dos párrafos:
"Según el modelo expuesto en la parábola del Buen Samaritano, la caridad cristiana es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación: los hambrientos han de ser saciados, los desnudos vestidos, los enfermos atendidos para que se recuperen, los prisioneros visitados, etc.", y,
"Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene como principal misión el santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes del orden sobrenatural, sin embargo, se preocupa con solicitud de las exigencias del vivir diario de los hombres, no sólo en cuanto al sustento y a las condiciones de vida, sino también cuanto a la prosperidad y a la cultura en sus múltiples aspectos y según el ritmo de las diversas épocas".
Parecen dos párrafos casi idénticos en su alcance, ¿cierto? Reléalos usted mejor. El primero es de "Deus caritas est" de Benedicto XVI (DCE, 31a), y el segundo de "Mater et Magistra" de Juan XXIII (MEM, 3). Según Benedicto, la caridad alcanza a paliar situaciones puntuales y nada más: "ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación". Para Juan XXIII, en cambio, no es una simple respuesta sino una actividad solícita: "se preocupa con solicitud de las exigencias del vivir diario de los hombres". Los ejemplos que da Benedicto son todos de crisis puntuales: pobreza, enfermedad, prisión. Juan XXIII no da ejemplos, sino que habla del sustento, las condiciones de vida, y aún más allá, el desarrollo cultural de las personas. ¿Alguien se extraña de que Juan XXIII haya sido apodado "el Papa bueno", y que Benedicto XVI sea llamado el "rottweiler de Dios"? Cualquier empresario que lea el texto de Benedicto XVI no tendría que inquietarse demasiado: si da una mísera suma de dinero a la Iglesia para que ésta lo gestione dándole un desayuno a un pobre (y nada más), ya puede considerarse un cristiano caricativo...

EN RESUMEN.
La primera encíclica de Benedicto XVI es enormemente desilusionante. Se extiende en demasía en consideraciones doctrinales, y no desciende nunca a la tierra. Y cuando lo hace, insiste en un montón de cosas accesorias (los medios de comunicación, etcétera), sin ir a lo fundamental. Y cuando lo hace, establece un deber de caridad tan laxo, que cualquier persona pueda sentirse caricativa sin más. Para esto no necesitábamos una encíclica. Para esto bastan los sermones de los curas de iglesias ricas, que hablan un poco sobre Cristo y el amor, pero que hacen muy poco espacio a las cuestiones sociales en sus discursos. Benedicto se consagra con esta encíclica como el Papa de los ricos, que sigue en la senda de tratar de crear una Iglesia Católica espiritualista tridentina, a espaldas de la obra social en la que tanto se avanzó durante el Concilio Vaticano II. No insistiremos en las tergiversaciones históricas en que incurre Benedicto, las cuales alargarían en exceso este reporte, pero que demuestran a un hombre versado en textos teológicos, pero de una ignorancia supina en temas históricos, que malentiende todo lo que tiene que ver con el desarrollo de la religión entre los pueblos antiguos. Aunque no se puede esperar otra cosa de alguien educado seguramente en materias históricas con libros con el "nihil obstat" vaticano. Es esta una hermosa encíclica para teólogos calenturientos que están en la comodidad de sus bibliotecas, pero que difícilmente serviría de fuente de inspiración para alguien ubicado fuera, en donde verdaderamente las papas queman, en donde están los pobres y los oprimidos por un sistema social que Benedicto XVI, genuflexamente, se niega a cuestionar, ni siquiera en nombre de la caridad.

NOTA FINAL: Para cualquiera que desee leer el texto original de la encíclica "Deus caritas est", está en la página del Vaticano: puede usted buscarla pulsando en el enlace.

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