31 diciembre 2006

EL MATRIMONIO Y LA RELIGIÓN.

Para los católicos, la ecuación entre matrimonio y religión no debería resultar una sorpresa. Después de todo, el matrimonio es uno de los siete sacramentos reconocidos por la Iglesia Católica. Sin embargo, la simbología en torno al matrimonio es mucho más rica y más profunda, y sus formas sociales han ido cambiando acorde no sólo a las necesidades de cada tiempo, sino también merced al espíritu religioso humano. El matrimonio es una columna vertebral para cualquier sociedad, y de ahí el extraordinario interés de las religiones por regularlo y santificarlo. Como una manera especial de despedir el año 2006, El Ojo de la Eternidad cuenta la historia religiosa del matrimonio.


[IMAGEN SUPERIOR: "Festín de las bodas de Caná". Oleo de Paolo Veronese, pintado el año 1563, refleja el polémico episodio evangélico que recoge el Evangelio de Juan].

EL MATRIMONIO.
Sin lugar a dudas, una de las instituciones más extendidas por toda la Tierra es la del matrimonio. Prácticamente no hay cultura, desde los pueblos más primitivos hasta las civilizaciones más sofisticadas, que no haya conocido esta forma de relación entre personas. Y allí donde éste no se podía dar, hubo que inventarlo: así, por ejemplo, los esclavos romanos, al no poder contraer matrimonio porque éste sólo estaba reservado para las personas (es decir, para los hombres libres). podían acceder a una versión módica llamada el connubio. No es raro entonces que las religiones se hayan preocupado de regularlo y reglamentarlo con tanta prolijidad, y que éstas hayan puesto el grito en el cielo cuando las sociedades seculares intentaron introducir la novedad del matrimonio civil. El cual, por cierto, conserva muchos caracteres propios del matrimonio religioso, en muchas partes. Pero vamos paso a paso.
El matrimonio fue un invento necesario, en particular frente a los problemas que se produce con los bienes de un muerto, a la hora de repartirlos entre los herederos. También está en juego la cuestión de la legitimidad de los hijos, algo sumamente importante en particular en las culturas primitivas (civilizadas o no), ya que en ellas, son los hijos quienes deben cuidar de los adultos mayores, ya que no existe seguro social ni jubilación.
Parece ser que el matrimonio se desarrolló en íntima ligazón con el tema sexual. Cuando se descubrió que el hombre tenía que ver con la procreación, las mujeres pasaron a ser objeto de apoderamiento, como fábricas de algo que los propios hombres no podían proveerse por sí solos: hijos. El medio legal inventado para ello fue, justamente, el matrimonio. Esta idea de que el matrimonio es un contrato, persiste hasta el día de hoy, sin perjuicio de la opinión de la Iglesia Católica, que lo considera no como tal, sino como un sacramento.

Y ENTONCES LLEGARON LAS RELIGIONES.
No está clara la manera en que el concepto de matrimonio evolucionó a través del tiempo. Es claro que se trata de un contrato, para muchas culturas, ya que en éstas debía pagarse un precio por la novia: la dote (en algunos casos es al revés). En no pocos casos, el que podía permitirse el lujo de comprar más de una esposa, lo hizo, surgiendo de esta manera la poligamia, cuya manifestación más espectacular son los harenes. A pesar de que se asocia el harén con el Imperio Otomano u otras potencias musulmanes, no fue ni con mucho éste el único: han pasado también a la fama las concubinas del Emperador chino y sus intrigantes eunucos, o los grandes harenes de los faraones egipcios, o las famosas 300 esposas y 700 concubinas que la Biblia menciona como pertenecientes al rey Salomón (1-Reyes 11:1-3). Generalmente, la poligamia involucra a un hombre con varias mujeres (poliginia), pero la situación inversa de una mujer con varios maridos (poliandria) no se ha dado en casi ninguna sociedad civilizada, lo que es una prueba más de que el matrimonio como contrato implica "apoderarse" de la mujer.
Las religiones vinieron en muchos casos a dar sanción religiosa a todo este régimen. Las más de las veces, esto sucede de manera indirecta. Por ejemplo, el celebérrimo Código de Hamurabi contiene varias normas relativas al matrimonio (¡y al adulterio!), y el Código en masa ha sido sancionado nada menos que por Shamash, el dios del Sol, según el propio Hamurabi, por supuesto. El Corán, por su parte, basado en la situación histórica de que Mahoma tuvo cuatro esposas, consagró el derecho de todo buen musulmán, varón por supuesto, a tener justamente esa cantidad de esposas, esto no obstante la tolerancia hacia el concubinato con más mujeres, base de los famosos harenes orientales.
En cuanto al Cristianismo, la Iglesia Católica considera al matrimonio como un sacramento, no meramente como un contrato. Y esto tiene consecuencias. Un contrato es, en principio, disoluble por voluntad de ambas partes, algo que la Iglesia Católica no permite respecto del matrimonio (sin perjuicio del no muy santo negocio de las nulidades eclesiásticas). En el Derecho Romano se permitía incluso el repudio, esto es, despedir a la esposa sin mayores contemplaciones, algo que también tiene que ver con la naturaleza contractual del matrimonio entre los romanos, algo que la Iglesia Católica combatió desde siempre.
En el fondo, todo esto no es más que una gran maraña de intereses que podríamos llamar "corporativos". La institución del matrimonio permitía a los grupos encumbrados hacer negocio, enlazando fortunas familiares casando a los herederos respectivos, o bien trabando enlaces dinásticos. La mujer se transformó así, bajo sanción religiosa, en objeto de intercambio, en moneda social. El matrimonio por amor era, en aquellos años, algo impensable.

EL SIMBOLISMO DEL MATRIMONIO.
Irónicamente, a pesar de este carácter de mecanismo social de distribución y negociación de riquezas, el matrimonio desarrolló en torno suyo toda una iconografía como la sublimación de los más grandes y puros amores. Y a través de esto, como símbolo de la unión entre el hombre y Dios.
En la Mitología Griega, esto encuentra concreción en la idea del "matrimonio por rapto". Siendo todos los matrimonios generalmente acordados, la única manera de casarse con alguien a quien se amara en verdad era raptando a la novia. De ahí la larga retahila de raptos que recuerda la Mitología Griega, y que en verdad acaban en matrimonio, o al menos en amoríos.
Fuera del rapto de Helena, esposa de Menelao, por Paris, el príncipe troyano, incidente que desencadenó la Guerra de Troya, el más emblemático de éstos es el rapto de Perséfone por Hades. Para los cánones modernos puede parecer repelente la noción de que el dios del Infierno busque esposa raptándola por la fuerza, pero situados en el contexto griego, esto es lo más semejante a una historia de amor. En el matrimonio de Perséfone y Hades (o Proserpina y Plutón, en la nomenclatura romana) está presente todo el simbolismo del matrimonio y el amor identificados con la muerte: Perséfone goza de su doncellez e inocencia en el mundo exterior, en la pradera, jugueteando con flores, cuando es raptada por Hades y llevada a los infiernos, lugar en el cual contraerá matrimonio y pasará a ser la princesa de los avernos.
Esta relación entre matrimonio y muerte es muy característica de muchas culturas, pero también el matrimonio, como unión de contrarios, el principio masculino y el femenino, ha sido usado como simbolismo de la unión cósmica, de la trascendencia suprema y del encuentro del hombre con su Creador.
Así es como, por ejemplo, pasó el libro "Cantar de los Cantares" desde la tradición judaica, en donde era un poema de delicado erotismo entre una novia y un novio, hacia la tradición cristiana, que se empeña en leerlo como una alegoría de la relación entre la Iglesia y Cristo.
Ideas similares han sido desarrolladas con posterioridad por otros autores, quienes de una manera u otra han usado el simbolismo del matrimonio como una metáfora sobre una forma de unión más trascendente con la realidad, que la meramente sensorial. Esta es la razón por la que el concepto de matrimonio aparece tan vinculado a obras de carácter ciertamente oscuro o esotérico, como es el caso de "Las bodas alquimísticas de Christian Rosenkrautz", o "El matrimonio del cielo y del infierno" de William Blake.

SECULARIZACIÓN.
No es raro entonces que, cuando se produjo la Revolución Francesa, con su arrolladora corriente secularizante, una de las primeras víctimas fue el matrimonio religioso. Fue en este tiempo que surgió el matrimonio civil, y volvió a hablarse en la Cristiandad de divorcio, institución existente en otras culturas, pero que la Iglesia Católica ha repudiado vivamente (salvo el hecho de las nulidades eclesiásticas, insistimos). Tan libre fue este régimen, que en la Francia de la última década del siglo XVIII, el divorcio se puso literalmente de moda. La idea de que el matrimonio es un contrato, y no una institución sacra o religiosa, es algo que los revolucionarios franceses tomaron de los romanos, por supuesto, como muchas otras cosas.
Pero a la larga, esta arremetida secularizadora quedó un tanto a medio camino. La idea de que el matrimonio es algo más, quizás algo sagrado, está demasiado arraigada en la gente como para que ésta lo abandone de buenas a primeras. En ese sentido, el matrimonio, a pesar de sus prosaicos orígenes como un simple mecanismo de negociación económica, se las ha arreglado para sobrevivir, y no es descabellado suponer que así seguirá siendo en el futuro.

24 diciembre 2006

EL NACIMIENTO DE JESÚS.

Casi no conocemos antecedentes biográficos sobre Jesús de Nazaret. Sobre su nacimiento, que es recordado en la fiesta de Navidad, no se sabe absolutamente nada, y las historias sobre este hito están trufadas de manipulaciones. ¿Por qué se celebra la Navidad el 25 de Diciembre? ¿Es verdadero el relato bíblico sobre el nacimiento de Jesús? Y si no es así, ¿por qué los evangelistas se tomaron la molestia de falsificarlo? El Ojo de la Eternidad explora los misterios en torno al nacimiento de Cristo, el mismísimo epicentro de una cronología que se mide por años "antes de Cristo" y "después de Cristo".


[IMAGEN SUPERIOR: "La Sagrada Familia con Santa Ana", pintura de Peter Paul Rubens, realizada aproximadamente entre 1626 y 1630. Ana es, según la tradición bíblica, la madre de María, y por tanto, abuela de Jesús. El tema de la Sagrada Familia ha sido muy socorrido en pintura, con motivos pietistas, y además, por dar la ocasión de representar a una familia en actitud tranquila y serena].

EL JESÚS QUE FUE Y EL JESÚS QUE CONOCEMOS.
Como hemos insistido varias veces en El Ojo de la Eternidad, sobre el Jesús histórico es poco y nada lo que se sabe, hasta el punto que una escuela de historiadores positivistas a ultranza llegaron a dictaminar que Jesús nunca había existido en realidad, sino que era una invención de los primeros cristianos. En la actualidad se piensa que Jesús de Nazaret sí existió en verdad, aunque su vida tuvo que haber sido por fuerza, dadda la época y la cultura de su entorno, bastante diferente a cómo la refieren los Evangelios, o cómo los cristianos tratan de hacerla aparecer.
Una de las historias que más dudas siembran sobre Jesús, es la de su nacimiento milagroso. Los datos sobre el particular ya ni siquiera son mínimos, es que ni siquiera existen, y por tanto, no hay nada que corrobore el testimonio de Mateo y Lucas, los dos evangelistas que recogen la historia (sintomáticamente, ni Marcos ni Juan se refieren al particular). Pero esto no es inconveniente para que los investigadores, escudriñando una y otra vez los textos bíblicos y comparándolos con nuestros conocimientos históricos, geográficos, mitológicos y sociales, hayan podido llegar a algunas extrañas conclusiones sobre el particular.

LA FECHA Y EL LUGAR DE NACIMIENTO.
Para empezar, no hay seguridad ni de la fecha, ni del lugar de nacimiento de Jesús. Todos los relatos bíblicos señalan que Jesús procedía de Nazaret, por lo que su nacimiento en Belén es una pequeña aberración, en una época con escasa movilidad geográfica. Para esto hay dos opciones: la familia de Jesús era de Belén y se movió a Nazaret, o la familia siempre fue de Nazaret, y nació en Belén por circunstancias extraordinarias.
Mateo parece inclinarse por la primera alternativa. Cuando refiere el regreso desde Egipto, señala que prefiere no regresar a Judea, sino marchar a Galilea, a la ciudad de Nazaret, para escapar de Arquelao, el hijo de Herodes [Mateo 2:22]. Además, Mateo se empeña en demostrar una genealogía davídiva para Jesús [Mateo 1:1-17], y localizándolo en Belén, el hogar ancestral del rey David [1-Samuel:16-1]. Pero para todos era evidente que Jesús era no judío de Judea, sino galileo, por lo que tenía que darle explicación a esto.
Lucas, por su parte, se inclina por la segunda. Plantea sin ambages que la ciudad familiar de Jesús era Nazaret [Lucas 2:1-5], y achaca el nacimiento en Belén a una orden imperial, cumplida a través del censo de Quirino.
O sea, Mateo dice que Jesús era de Belén, y creció en Nazaret por razones políticas. Y Lucas, que siempre fue de Nazaret, y su nacimiento en Belén fue puramente accidental.
Todo esto tiene su motivo, por supuesto. En la época de Jesús, los galileos eran "judíos nuevos", ya que sólo hacía algo más de un siglo que habían sido incorporados a la judería, después de que Galilea fuera conquistada por los reyes Macabeos. En ese sentido, que Jesús fuera de Galilea y no de Judea, era una especie de descrédito, ya que no era "judío antiguo". El hacerlo nacer en Belén, nada menos que la ciudad del rey David, era clave entonces para hacer a Jesús un poco más respetable, a los ojos judíos.
El problema es que ambas historias son espúreas. Mateo justifica el viaje Belén-Egipto-Nazaret por la persecusión de Herodes, la famosísima Matanza de los Inocentes, pero por muy manchadas que tuviera Herodes las manos con sangre, lo cierto es que no hay testimonios históricos contemporáneos de tal evento. Ni siquiera lo registra Flavio Josefo, el historiador judío que describió en varios tomos, con minuciosidad maníaca, los sucesos del mundo hebreo de aquel tiempo. En cuanto al censo de Quirino, si bien éste es histórico (Flavio Josefo lo registra), no lo es en cambio la orden de que cada uno se empadronara en su propio lugar de nacimiento, lo que hubiera originado unos cuantos problemas para todos aquellos viajantes, como comerciantes y caravaneros, que hubieran debido dirigirse a sus lugares de nacimiento. En vez de ello, hubiera bastado con preguntarles directamente. Por lo tanto, ambas historias carecen de base real, en lo que a justificar el nacimiento de Jesús en Belén se refiere. Por lo que el lugar del nacimiento de Jesús, suponiendo que no haya sido en verdad Nazaret y que los evangelistas hayan querido ocultarlo, es una incógnita.
En cuanto al tiempo, es otro enigma. Herodes el Grande, padre de Arquelao, murió en 4 ¡antes de Cristo! Y el censo de Quirino, por su parte, fue en 5 después de Cristo. Suponiendo que ambas historias tuvieran alguna relación con el nacimiento de Cristo, cosa que es dudosa, aún quedarían al menos unos diez años entre una fecha posible y otra.

EL PESEBRE, EL PORTAL Y OTRAS COSAS RELACIONADAS.
Cayéndose ambos relatos evangélicos por la base, es poco lo que queda. Los evangelios apócrifos, en realidad, no aportan mucho más de interés histórico. Algunos de ellos, en verdad, no son sino cuentos piadosos sobre el evento. Pero no por ello deben ser menospreciados. Historias como el "Protoevangelio de Santiago" son claros antecedentes de muchas tradiciones navideñas, incluyendo la presencia de los animales en el pesebre, entre otras cosas.
La iconografía tradicional incluye reyes magos, pastores, estrellas, animales, etcétera. Si ni siquiera los cronistas evangélicos conocían bien claramente la historia de Jesús (o acaso conociéndola, decidieron alterarla), ¿de dónde salió entonces todo esto?
La respuesta es: de la mitología. No se debe olvidar que en esa época, el Medio Oriente era un gigantesco caldo de cultivo de cultos, ideas, mitos y religiones, debido a la omnipresencia del Imperio Romano, que aseguraba el contacto pacífico entre numerosas culturas y tradiciones diferentes. El asociar a los grandes personajes con estrellas es cosa vieja, y casi al mismo tiempo del nacimiento de Jesús, el poeta romano Ovidio, de manera completamente independiente, afirmaba que Julio César, al morir, se había transformado en una estrella. La base mitológica para afirmar la existencia de una Estrella de Belén estaba ahí, entonces.
El retrato del nacimiento de Jesús, por su parte, reproduce varios motivos propios del Sonnenmensch, del héroe solar cuya función mítica es redimir a la Humanidad. Así, está presente el nacimiento virginal y por intervención divina, prueba de la calidad divina, o al menos sobrehumana, del héroe, que es común a Cristo, Rama, Buda, Perseo, Isaac y Sansón. También está la persecusión por parte de un poder maligno, que en el caso de Cristo es Herodes, y que es común a Moisés, Sargón, Ciro, Rómulo y Remo, Perseo, etcétera. La presencia de hadas o protectores, tales como la loba de Rómulo y Remo, o los pastores que salvan a Ciro, también aparece, aquí emblematizado por los Reyes Magos. Es decir, el nacimiento de Jesús ha sido diseñado conforme a una densa labor de ingeniería mitológica.

¿POR QUÉ TODO ESTO?
De manera que sobre el nacimiento de Jesús no hay datos históricos concretos, y en reemplazo, los Evangelios han tejido una trama que han permitido configurar a Cristo como un Sonnenmensch. Esto era tan evidente incluso para los mismos contemporáneos de los evangelistas, que algunos maliciosos no tardaron en inventar la pintoresca leyenda (nunca comprobada como histórica, por cierto), de que la leyenda del embarazo virginal de María pretendía encubrir en verdad que ella había sido violada por un centurión romano llamado Pantera, y que por ende, Jesús era un mestizo, hijo de romano y de judía. Pasando estas curiosas tradiciones, ¿cuál es la razón que movió a los evangelistas a inventarse todo un relato fantástico sobre el nacimiento de Jesús?
Lo primero que debe tenerse en cuenta, es quién redactó los Evangelios, para qué, y para quién. Los evangelistas no eran cronistas históricos ni pretendían serlo, a la manera como lo era su contemporáneo Flavio Josefo. Su intención era, principalmente, hacer propaganda de las nacientes ideas asociadas al Cristianismo. La mentalidad de la época podía aceptar esto, con la misma tranquilidad con la cual se acepta hoy por hoy que la publicidad de los detergentes mienta sobre su propio producto ("¡el mejor detergente del mercado, lava más blanco que cualquier otro!"). En esa época, el mundo grecorromano era un gran caldero de religiones entremezcladas que luchaban fieramente por ganar prosélitos, a veces riñéndose y a veces entremezclándose unas con otras. De ahí que la necesidad de obtener publicidad fuera tan angustiantemente vital. Nada había de malo, para la mentalidad de la época, en inventarse que el profeta particular de uno fuera en realidad un héroe solar. En verdad, si no lo hubieran hecho, nadie hubiera hecho caso de un predicador con tan pocas "credenciales divinas". Entonces, como ahora, la gente se deja convencer más por argumentos emocionales que por el peso de la razón. Las ideas del Cristianismo quizás fueran o no magníficas, pero serían seguramente un fracaso si no iban envueltas en los colores alegres y vivaces de un héroe solar que las defendiera, así como en publicidad un producto tiene más aceptación cuando es promovido por una modelo o un futbolista, que por una persona común y corriente.
De ahí que los evangelistas, para ocultar su ignorancia, o acaso para limar los aspectos menos confesables de su héroe, se decidieran, con perfecto espíritu de publicidad del siglo XX, a transformar al Jesús histórico, que con toda probabilidad tuvo un nacimiento normal como cualquier otro hijo de vecino, en un festival de prodigios y tradiciones varias.

10 diciembre 2006

BENEDICTO XVI EN TURQUÍA: ENTRE MUSULMANES Y ORTODOXOS.

La semana pasada, Benedicto XVI emprendió una breve gira por Turquía. Como siempre, hubo una buena serie de gestos ceremoniales, en este caso haciendo guiños al ecumenismo. Pero Benedicto XVI ha destacado precisamente por rehuir de las tendencias ecuménicas. ¿Es que acaso el mundo está al revés? El Ojo de la Eternidad ofrece algunos antecedentes que ayudan a explicar lo que acaba de suceder en Turquía... si es que cabe explicar eso de alguna manera.


[IMAGEN SUPERIOR: El Papa Benedicto XVI y el Patriarca Bartolomé I hacen una declaración conjunta, durante el viaje del primero a Turquía].

EL VIAJE DE BENEDICTO XVI A TURQUÍA.
Después de su apoteósica y nazistoide aparición en Alemania, el resto de los viajes apostólicos de Benedicto XVI han pasado casi desapercibidos. Estos fueron un viaje a Polonia, otro a España, y un segundo viaje, esta vez de carácter más privado, a Alemania, concretamente a Baviera. El viaje a Turquía prometía ser otro más, sin demasiada relevancia mediática, pero una serie de sucesos le dieron mayor relevancia.
En primer lugar están las tensas relaciones entre Turquía y el Vaticano. Es sabido que desde hace mucho tiempo se está negociando el ingreso de Turquía a la Unión Europea, operación política que el Vaticano ha resistido con firmeza, bajo el argumento (falaz, por supuesto) de la "raiz cristiana de Europa". Aunque el Vaticano, utilizando la sibilina mezcla de diplomacia y Teología que le es tan característica, no ha aludido directamente a Turquía, es claro que no quiere influencias contaminantes extranjeras en un continente mayoritariamente cristiano, al cual el Vaticano por lo mismo considera como su propio patio trasero.
En segundo lugar, están las tensas relaciones entre Benedicto XVI y los musulmanes. Durante la invasión de Estados Unidos a Irak, Benedicto XVI exigió con firmeza destemplada que se respetara a la minoría cristiana de dicho país (aunque ésta no es católica sino jacobita). Después sobrevino el infortunado discurso de Ratisbona, con el cual consiguió irritar a una buena fracción de musulmanes. Y es que Joseph Ratzinger tenía antecedentes, antes de ser Papa, de intolerancia religiosa, los cuales fueron plenamente confirmados por sus actuaciones posteriores.
En ese sentido, el viaje de Benedicto XVI a Turquía tuvo algunos resultados desconcertantes. En lo político, realizó una serie de actos fraternales hacia Turquía, y pareciera ser que admite ahora la posibilidad de que ésta se incorpore a la Unión Europea. En cuanto a las otras confesiones religiosas, se mostró conciliador hasta un punto que nunca antes había alcanzado: el gesto más espectacular fue, por supuesto, la declaración conjunta que emitió con Bartolomé I, Patriarca de Constantinopla, pero también hubo gestos hacia la Iglesia Armenia, encabezada por el Patriarca Mesrob II, y también hacia los musulmanes. ¿A qué se debe esta espectacular voltereta? ¿O ésta no es tal...?

EL PROBLEMA ECUMÉNICO.
La primera cuestión, y quizás la más trascendente, es el asunto de la separación entre la Iglesia de Oriente y Occidente. La historiografía occidental denomina a esta separación el "Cisma de Oriente", dando a entender que es la Iglesia Ortodoxa la que se habría separado del Papado, y sería por tanto "cismática". Como suele suceder, el asunto no es tan simple. En realidad, en el año 1054 (fecha de la separación) ninguna de las dos iglesias, la de Constantinopla o la de Roma, podía arrogarse la primacía sobre la otra. El cisma se consumó, de hecho, mediante excomuniones mutuas, que era la única manera que tenían de castigarse una a la otra, toda vez que no cabía tomar medidas disciplinarias distintas, ya que no había subordinación jerárquica entre éstas. Desde el ángulo "oriental", incluso, es claro que los cismáticos son los católicos, algo que reafirman con su título oficial de "Iglesia Ortodoxa", o sea, defensora de la ortodoxia, de la verdadera fe.
Por lo tanto, resolver el problema de la separación entre la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa no es tan simple. Esto implica nada menos que determinar el problema de la primacía: ¿debe predominar Roma sobre Constantinopla, Constantinopla sobre Roma, o ambas deben mantener primacías paralelas? Por supuesto que la tercera solución no soluciona nada en absoluto, porque significa mantener el actual status quo. En cuanto a las otras dos soluciones posibles, implicaría una enorme renuncia para cada una de ellas. Desde luego que la arrogancia de Benedicto XVI no soportaría reducirse al papel de segundón de Constantinopla, pero por la otra, no hay razones ni teológicas ni prácticas por las cuales debería ser Bartolomé I quien diera ese paso.
La consecuencia de esto queda expresada en la Declaración Común que emitieron Benedicto XVI y Bartolomé I, la cual puede ser leída en el sitio del Vaticano (versión en inglés, aquí). Detrás de la retórica pomposa, el único acuerdo que ambos alcanzan es simplemente que ambos desean un acuerdo. Esta señal de unidad puede parecer vigorosa, pero es importante en este discurso lo que no hay presente: no hay renuncias mutuas o unilaterales, no hay definiciones doctrinales o disciplinarias, ni hay bases sólidas para ningún acuerdo. La Declaración Común, por tanto, contiene sólo gestos de buenas intenciones, sin ahondar en las cosas verdaderamente importantes para resolver el dilema.

LOS MUSULMANES FRENTE AL PAPA.
El problema más delicado era, por supuesto, el de los musulmanes. Se llegó a discutir si el Papa debería usar un chaleco antibalas, ante la eventualidad de un atentado, pero éste rechazó usar uno (oficialmente, al menos). Poco después de la llegada de Benedicto XVI a Turquía, hubo hondas manifestaciones en su contra.
Pero el Papa esta vez se cuidó mucho de ofender a los musulmanes. En la propia Turquía siguió el ritual clásico de los visitantes, de hacer una visita al Mausoleo de Atatürk, el fundador de la Turquía moderna.
Una hábil jugada fue defender la libertad religiosa en Turquía. Aunque oficialmente Turquía es un estado laico, en la práctica los musulmanes son la inmensa mayoría, y las leyes están cargadas en su dirección. La protesta de Benedicto XVI le permitió erigirse una vez más como el campeón de la libertad y la tolerancia religiosa (algo que nunca ha sido, pero que trata de aparentar), sin posibilidad de que le contestaran alguna cosa.
El momento clave fue su visita a Santa Sofía. Esta Basílica, inagurada por Justiniano en el año 537 y convertida después en mezquita (en 1453), se convirtió en centro de algunos musulmanes fanáticos que consideraban ofensivo que un cristiano pisase lo que alguna vez fue un templo musulmán (como si ellos no hubieran hecho lo mismo, a la inversa, medio milenio atrás). Pero el Papa rezó con el rostro mirando hacia La Meca, con gestos y actitudes de un musulmán en oración, y con eso limó algunas asperezas.

EN RESUMEN...
¿Hubo resultados prácticos del viaje de Benedicto XVI a Turquía? Probablemente no. Como puede observarse, fue un viaje cargado de gestos simbólicos de toda clase, pero que no hicieron sino tocar puntos tangenciales a los verdaderos problemas. La operación ecuménica no puede tener éxito porque ni el Papa ni el Patriarca cederán en sus respectivos primados, y el acercamiento a los musulmanes tampoco puede tenerlo en tanto Benedicto XVI siga tensando la cuerda como lo hizo en Ratisbona, y calmándola como en Turquía. Por otra parte Turquía, a pesar de ser una nación musulmana en la práctica, tiene un régimen político de inspiración laica, europea y occidental, y por ende, no es una nación musulmana típica.
Entonces, ¿por qué tanto alboroto? Probablemente por el morbo de ver a Benedicto XVI y los musulmanes ajustándose cuentas entre sí, por el Discurso de Ratisbona. Lo que abre una nueva e inquietante pregunta: ¿no habrá el viejo zorro de Ratzinger ofendido intencionalmente a los musulmanes, para generar un escándalo artificial que le diera relevancia mediática a su por entonces inminente viaje a Turquía...?

03 diciembre 2006

ANGKOR VAT: EL TEMPLO MONTAÑA DE INDOCHINA.

Uno de los más extraordinarios monumentos religiosos de todos los tiempos, es el santuario templo de Angkor Vat, ubicado en lo que actualmente es Camboya (o mejor dicho, Kampuchea). Cuesta pensar que en medio de aquella espesa jungla, un pueblo medieval llamado los Khmer consiguió edificar un palacio de tanta hermosura. El Ojo de la Eternidad aborda la historia de uno de los más impresionantes templos religiosos de todos los tiempos... que también fue la sede de gobierno del poderoso monarca del Imperio Khmer.


[IMAGEN SUPERIOR: Angkor Vat, en mitad de la jungla de Indochina. En la actualidad, el terreno alrededor se encuentra libre de jungla, pero hasta el siglo XIX, sus ruinas estaban cubiertas por la selva de la región. Es en ese infierno verde en donde los khmer, durante la Edad Media, construyeron este fastuoso edificio, que era al mismo tiempo un palacio y un templo].

EL PODERÍO DE LOS KHMER.
Levantar una civilización desde la nada es siempre un trabajo complicado. Hacerlo, además, en un terreno nada promisorio, como lo es la jungla selvática, puede parecer un suicidio. Quizás la más famosa civilización selvática sea la construida por los mayas, pero tampoco desmerece la erigida por los khmer. Su más grande monumento es el Palacio de Angkor Vat, que era al mismo tiempo un templo y un palacio, para el rey dios que gobernaba Indochina...
A pesar de que extensas regiones de Asia conocieron la agricultura desde antiguo, las junglas del Sudoeste Asiático permanecieron más o menos impermeables a la civilización, hasta la época que en Europa corresponde a la Edad Media. En la mitad inicial del primer milenio después de Cristo, Indochina era una región relativamente atrasada, salvaje y primitiva. Pero en ese tiempo, algunos intrépidos marinos procedentes desde la India llegaron hasta sus costas y se instalaron. Sus intenciones eran bastante pedestres: buscaban, ante todo, comerciar.
Hacia el siglo V, la India cayó en una serie de convulsiones políticas, producto por una parte de la desintegración del Imperio Gupta, y por la otra, de ciertos invasores emparentados con los hunos de Atila, que en ese tiempo saqueaban Europa. Los navegantes de la India se retiraron, pero dejaron huellas tras de sí. La civilización acababa de entrar a dichas tierras.

ASCIENDE EL IMPERIO KHMER.
El vacío dejado por los comerciantes de la India fue ocupado por los khmer, un pueblo bárbaro de las montañas que se dejó caer sobre la jungla hacia el siglo VII. Los orígenes más remotos de los khmer están sumergidos en la leyenda, y es poco lo que se puede sacar de ahí.
Pero se sabe que los reyes khmer se instalaron en la ciudad de Angkor. Esta fue construida literalmente robándole terreno a la jungla. Los reyes khmer, al igual que muchos déspotas de otros tiempos y lugares, impulsaron una gran campaña de edificaciones y construcciones, con miras netamente propagandísticas. Así, la exhuberancia de las construcciones era una muestra visible del poderío y esplendor de los reyes khmer. Este período de ascenso de Angkor comenzó en el siglo IX, aproximadamente, y se prolongaría durante unos trescientos años más.
Angkor era literalmente una monarquía absoluta de derecho divino. El rey no sólo gobernaba su imperio como amo absoluto, sino que además, era considerado un dios viviente. Los monarcas de Angkor tuvieron la habilidad de revestirse con el legado religioso de los antiguos comerciantes de la India para engrasar su maquinaria política. Estos habían traído consigo el Hinduismo, y muy en particular, el culto de Visnú. Los reyes de Angkor se consideraron entonces la reencarnación de Visnú sobre la Tierra, y a su propia persona como sagrada. Numerosos reyes khmer, de hecho, se llamaban con nombres que terminaban en "yavarman", o sea, "el sol", o bien, relacionado con el sol.
Claro que, como suele suceder, hubo quien se tomó la religión en solfa. Si el monarca era fuerte, esta imagen divina estaba garantizada, pero si era débil, habría rebeliones y sublevaciones. Quizás la más grave fue el estallido de violencia después de la muerte de Suryavarman I, en el año 1050, en donde el Imperio corrió serio riesgo de disgregarse.

SURYAVARMAN II Y EL TEMPLO DE ANGKOR VAT.
En el año 1113 accedió al trono un rey enérgico y osado. Suryavarman II consiguió mantenerse largo tiempo en el trono, aplastó toda disidencia interna, y se entronizó una vez más como el amo absoluto del Imperio Khmer.
La demostración más contundente de poderío, fue la construcción de Angkor Vat. Este edificio era al mismo tiempo un templo y un palacio de gobierno. Y es que nadie llevó más lejos que Suryavarman II el culto al monarca divinizado en el Imperio Khmer.
A esto responde la curiosa arquitectura de Angkor Vat. Este edificio presenta características únicas en la arquitectura religiosa mundial de todos los tiempos. El edificio está cercado por una muralla rectangular que crea un inmenso patio interior. Dentro de ese patio está el edificio propiamente tal. El corazón de la construcción es una gigantesca edificación rematada por una afilada torre, dentro de otras cuatro torres adicionales.
Estas características arquitectónicas no son una casualidad. El edificio entero está planificado para imitar al Monte Meru, nada menos que la montaña basal del entero planeta Tierra. Esto, según las creencias hinduístas, por supuesto. El Monte Meru estaba en el centro del mundo, y alrededor suyo giraba el Sol una vez cada 24 horas, lo que producía la alternancia entre el día y la noche. Es también la residencia de los dioses en la religión del Hinduismo.
Naturalmente que todo esto era una maquinaria propagandística de naturaleza religiosa. Si Suryavarman II se construía una réplica del Monte Meru para habitar, entonces nadie podría poner en duda que verdaderamente era un dios.
El templo presenta también una lujuriosa cantidad de relieves y estatuas, además de una decoración muy propia y original.

LA DECADENCIA DE ANGKOR VAT.
Numerosas monarquías que se han sentido elegidas de los dioses, o más aún, se han sentido ser los dioses mismos, han encontrado un final indigno. El Imperio Khmer también pagó por esta arrogancia. Después de la muerte de Suryavarman II sobrevino un período de violentas guerras con un reino vecino llamado Champa, el cual está en lo que actualmente es Vietnam, y que no parecía sentirse demasiado entusiasmado con las ínfulas divinas de los reyes khmer. La victoria sobre Champa fue obtenida por Jayavarman VII, quien gobernó entre 1181 y 1219.
En materia religiosa, Jayavarman VII tomó una importantísima decisión: abandonó el Hinduismo de sus predecesores, y abrazó el Budismo Mahayana. Las razones de tal cambio permanecen en la sombra. Lo cierto es que, en términos religiosos, Jayavarman VII y sus sucesores fueron algo más modestos que Suryavarman II. De hecho, Javayarman VII abandonó Angkor Vat, y construyó una nueva capital, llamada Angkor Thom, no a demasiada distancia, pero la suficiente para emblematizar el cambio de régimen.
Aún así, no fue el Mahayana la variante budista que se impuso. Después de su muerte vino una imparable decadencia. El rey Jayavarman VIII sufrió un golpe de estado a manos de su hijastro Srindravarman, quien abrazó otra variante del Budismo, el Theravada. El matiz es interesante. En general, dentro de la tradición budista, el Theravada y el Mahayana son bastante parecidos (el Theravada es considerado a veces una variante intermedia entre el Hinayana, la doctrina predicada por Buda mismo, y el Mahayana, que es una variante netamente religiosa del Budismo). El Theravada busca alcanzar la iluminación, pero no como una doctrina a enseñar, sino como una especie de descubrimiento interior guiado por la razón. En lo que al Imperio Khmer se refiere, es una manifestación de un cierto cambio: después de coquetear con una religión dirigida a las grandes masas, cual era el Budismo Mahayana, los reyes khmer abrazaban una fe de carácter más filosófico y alambicado, cual era el Budismo Theravada.
El gran perdedor de todo esto era, por supuesto, el Hinduismo, bajo cuyos auspicios se había construido Angkor Vat.
En el siglo XV, los enemigos del Imperio Khmer consiguieron sacar partido de la decadencia imparable del imperio, y lo invadieron militarmente por todos lados. Una nueva etnia, los thai, aparecieron en la región y destruyeron a los khmer. Hay quienes especulan que la decadencia del Imperio Khmer se habría visto reforzada por un desastre ecológico de proporciones, aunque estas ideas son, hoy por hoy, preliminares. En el siglo XVI, el rey Barom Reachea I consiguió recuperar Angkor de manos thai, pero por muy poco tiempo. Angkor fue completamente abandonado en el siglo XVII, y el fastuoso templo montaña de Angkor Vat fue literalmente tragado por la jungla. Eso, hasta ser redescubierto en el siglo XIX.
Hoy en día, Angkor Vat es considerada como una de las maravillas del mundo. Su sentido estético puede hacer olvidar que, antaño, cumplió una poderosísima función religiosa. No en balde, el Libro de los Guiness Records considera a Angkor Vat como la más grande estructura religiosa en el mundo.