24 septiembre 2006

LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS: EL NUEVO WATERLOO DE LA IGLESIA CATÓLICA EN CHILE.

A pesar de ser un país cada vez más laico y secular, la Iglesia Católica sigue conservando importantes cuotas de poder en Chile. La nueva batalla entre la Iglesia Católica y los defensores de la democracia en Chile es por la "píldora del día después". Los demócratas la apoyan como un freno contra los hijos no deseados. La Iglesia Católica la condena como abortiva. El Ojo de la Eternidad refiere los entretelones de una discordia que resulta muy reveladora, sobre la relación entre la Iglesia Católica y la democracia.


[IMAGEN SUPERIOR: Fotografía de Michelle Bachelet, Presidenta de Chile, a comienzos del 2006, en visita a Brasil. Bachelet lanzó una poderosa ofensiva contra la Iglesia Católica, al ordenar la distribución en los consultorios médicos gratuitos de la llamada "píldora del día después", con las más amplias libertades para ser entregada].

LA GUERRA DE LA PÍLDORA DEL DÍA DESPUÉS.
La llamada "píldora del día después" es en realidad un medicamento cuyo compuesto químico principal se llama levonorgestrel. Este químico es utilizado para que, producida la relación sexual, y dentro de un plazo de 72 horas a partir de la misma, no se produzca el embarazo. Quienes condenan el uso del levonorgestrel como anticonceptivo, señalan que este mecanismo no impide la fecundación, sino que impide la anidación del embrión. Por lo tanto, el levonorgestrel sería un abortivo. Y tratándose de tal situación, la Iglesia Católica, en nombre de sus valores y dogmas, interviene con la fuerza de un ariete.
La guerra no es actual. El conflicto estalló cuando el gobierno de Ricardo Lagos anunció que estaba estudiando la posibilidad de distribuir la llamada "píldora del día después" en forma gratuita, en los consultorios médicos de salud pública. La medida despertó enormes protestas, por parte de grupos católicos fundamentalistas, señalando que el Gobierno estaba promoviendo el aborto en forma directa. Algunos consultorios se plegaron, y otros derechamente se negaron a distribuir la píldora. Lo curioso del particular es que el levonorgestrel se distribuía sin mayores problemas éticos ni legales, en las farmacias, bajo el nombre comercial de "Postinor 2" (aunque después hubo acciones legales en contra del medicamento).
Los partidarios de distribuir la píldora del día después apuntan a disminuir la cantidad de embarazos adolescentes. Quienes son usuarios de los consultorios de salud pública son los estamentos medios, y especialmente bajos, de la población, que son también quienes más sufren las consecuencias de los embarazos no deseados, ya que en los niveles altos bastaba con comprar el Postinor-2, para disminuir la tasa de los mismos (o pagar un aborto clandestino, en el peor de los casos). Por ende, la distribución de la píldora es una medida tendiente, en primer lugar, según sus defensores, a combatir la pobreza, por la vía de mejorar la planificación familiar, y en definitiva, impidiendo que las mujeres pobres se hagan más pobres por verse sobrecargadas con más bocas que alimentar.
Los detractores opinan que el mecanismo de la píldora es abortivo, y por tanto, debería prohibirse su distribución, porque el uso de la píldora implica el asesinato de una criatura indefensa, a saber, el embrión nonato. Sus razones no son de carácter práctico, como quienes defienden la píldora, sino de principios éticos, morales, y por qué no decirlo, religiosos.
La polémica creció aún más cuando Michelle Bachelet, Presidenta de Chile en funciones desde Marzo de 2006, hizo de la píldora del día después una nueva bandera de lucha por los derechos de los chilenos. Al igual que su antecesor Ricardo Lagos, con quien comparte el ser socialista, Michelle Bachelet tuvo que llegar a algunos acuerdos y transacciones con la Iglesia Católica para que ésta no emprendiera una campaña del terror en su contra, durante las elecciones. De esta manera, el programa político de Bachelet era bastante carente de tópicos que caen bajo el rótulo de "temas valóricos" (aborto terapéutico, matrimonio entre homosexuales, anticoncepción, publicidad sobre el SIDA, etcétera).
La breve e inestable tregua se rompió cuando Bachelet volvió al ataque y, después de estudiar detenidamente el asunto, anunció que la píldora sería distribuida de todas maneras. Lo hizo de una manera amplia: la píldora sería distribuida a cualquier mujer mayor de 14 años, sin necesidad de autorización paterna. La decisión fue anunciada a una semana del tradicional Te Deum, a celebrarse el 18 de Septiembre, en vísperas de las Fiestas Patrias, en donde la homilía debía ser pronunciada por Francisco Javier Errázuriz, Arzobispo de Santiago. La propia Iglesia Católica fue alertada en la misma mañana del día del anuncio, lo que los tomó aún más desprevenidos. Los obispos reaccionaron muy mal, y no titubearon en comparar la medida con aquellas de los regímenes totalitarios que pretenden entrometer al Estado dentro de la vida íntima de las personas.
A través de algunos personeros del Gobierno, como Edgardo Riveros y Zarko Luksic, Bachelet y Errázuriz llegaron finalmente a un acuerdo de alto al fuego. La razón: ambos tenían mucho que perder con una guerra abierta. Bachelet no iba a retroceder en su medida, pero por otra parte, Errázuriz no quería que la agenda política de la Presidenta se llene de temas tabúes para la Iglesia Católica. El Te Deum, por tanto, fue relativamente tranquilo. Mientras tanto, a la fecha de redacción del presente artículo, el tema sobre la venta del Postinor 2 estaba en tribunales.

¿ES LA PÍLDORA ABORTIVA?
El principal argumento esgrimido por la Iglesia Católica para oponerse a la píldora del día después, es que ésta sería abortiva. Más allá de si el aborto es algo éticamente permisible o no, hay aquí un serio problema conceptual, que tiene que ver mucho con los dogmas religiosos manejados por la Iglesia.
En términos simples, y siguiendo un estudio de los doctores Horacio Croxatto y María Elena Ortiz, publicado en la Revista Chilena de Obstetria y Ginecología, volumen 69, nº 2 (año 2004), el levonorgestrel actúa sobre el moco cervical, haciéndolo más espeso. La consecuencia lógica es que el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, ya que no afecta la cubierta que se forma en el interior del útero para recibir al embrión, y por tanto, no impide la anidación. Un óvulo permanece en activo aproximadamente unas 48 horas, pero un espermatozoide puede arreglárselas para sobrevivir en las regiones inferiores del aparato reproductor femenino durante unos cinco días. Por tanto, el período de ventana en que una mujer puede quedar embarazada por una relación sexual única, es de aproximadamente seis días. Ahora bien, si el moco cervical del útero se vuelve más espeso, la reserva de espermatozoides que se queda más rezagado, queda atrapada y no puede ascender a buscar el óvulo. De ahí que el medicamento deba tomarse hasta 72 horas después de la relación: para evitar que los espermatozoides suban y alcancen al óvulo, si éste sale del ovario poco después de la relación.
Un segundo efecto del levonorgestrel es que, aparentemente, influye sobre el ciclo femenino, y permite saltar la ovulación. O sea, tomada hasta 72 horas después, los espermatozoides que alcanzan a subir, no pueden llegar al óvulo simplemente porque no hay ninguno.
O sea, tomado antes de la ovulación, el levonorgestrel puede tener éxito. Pero después de la ovulación, y producida la fecundación, al no haber cambios en la anidación, el embarazo es casi seguro, o tanto como lo sea la tasa estadística normal, la cual ronda un 27%. Es más, si el levonorgestrel es consumido después de la ovulación, al ser una hormona femenina sintética, refuerza aún más la anidación, y por lo tanto, después de la ovulación, el levonorgestel no sólo no es anticonceptivo, sino que consigue el efecto contrario de asegurar aún más el embarazo.
Por lo tanto, el levonorgestrel no puede ser considerado abortivo, porque no interfiere con el embrión, una vez fecundado. Adicionalmente, debido a que su mecanismo involucra retrasar a los espermatozoides rezagados, pero sin liquidarlos, el levonorgestrel es en realidad un método bastante poco eficiente para prevenir los embarazos.

LA IGLESIA CATÓLICA TUERCE LA DEMOCRACIA.
Todos estos argumentos médicos no obstan a que la Iglesia Católica, enemiga tradicional de los anticonceptivos, se oponga rotundamente a la píldora del día después. Lo espúreo de sus argumentos los ha llevado entonces a enfangarse en un espectáculo aún más lastimoso: el de preteder arroparse con las banderas de la democracia para defenderse.
Dentro del carácter y mentalidad de la Iglesia Católica, las ideas democráticas no pueden tener lugar. La democracia occidental, tal y como hoy la conocemos, nació en verdad en contra de la Iglesia Católica, que durante la Revolución Francesa y el Imperio Napoleónico fue firme defensora del principio monárquico. La razón es simple: cualquier organización, credo o filosofía que proponga una visión totalizante del mundo, debe por fuerza renegar de la democracia, pues ella se basa en la noción contraria, del compromiso entre varias visiones distintas de la vida en sociedad. Al problema de qué hacen las sociedades democráticas con aquellos organismos que, como la Iglesia Católica, destruirían la democracia si tuvieran la oportunidad, se lo conoce como el problema de la tolerancia de los intolerantes, y dedicamos en su día un posteo al particular en El Ojo de la Eternidad.
Por ende, los argumentos políticos esgrimidos por la Iglesia Católica contra la píldora del día después son, como mínimo, chocantes. Calificar al Estado de totalitario por querer democratizar el consumo de la píldora del día después, acusándolo de inmiscuirse en la vida privada de las personas, es simplemente ridículo, toda vez que el Estado no impone el uso de la píldora: simplemente lo permite, y entrega a la conciencia de las personas el usarla o no. Este argumento fue duramente castigado por Michelle Bachelet, cuando autorizó la píldora diciendo que lo hacía porque era Presidenta de todos los chilenos, y no sólo de los católicos, con lo que implícitamente tachó de totalitarios a la propia Iglesia Católica, al querer imponer su propia visión (médicamente errada) sobre el tema incluso a los no católicos.
En ese sentido, la batalla por la píldora del día después es otro Waterloo que la Iglesia Católica de Chile libra para conservar algo de su poder e influencia, batalla que se suma a otras más de los últimos años, tales y como combatir la llegada de bandas metaleras como Iron Maiden o Deicide, prohibir la película "La última tentación de Cristo", o impedir tanto como se pueda la legislación sobre el divorcio con disolución de vínculo, iniciativas en las que no cesa de cosechar vergonzosos fracasos. En lo que sí la Iglesia Católica se nota enormemente ausente, es en evitar la brecha entre los muy ricos y los muy pobres en Chile. La píldora del día después no es el mejor remedio para evitar esto, pero es una ayuda, y en ese sentido, quizás sea más propio de la caridad cristiana el permitirla que el prohibirla.

17 septiembre 2006

EL DISCURSO DE RATISBONA: LOS MUSULMANES CONTRA BENEDICTO XVI.

El pasado 12 de septiembre, en el marco de su segunda gira apostólica por Alemania, Benedicto XVI pronunció un discurso en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona, que a la larga resultaría enormemente polémico e incendiario. No pocos grupos musulmanes han protestado, e incluso alguno ha lanzado amenazas de muerte contra Benedicto XVI. ¿Es realmente para tanto? El Ojo de la Eternidad inspecciona y comenta el contenido del discurso de Benedicto XVI, para explicar el motivo de tanto alboroto.


[IMAGEN SUPERIOR: Benedicto XVI es recibido en Alemania, durante su segunda gira como Papa por dicho país, en Septiembre de 2006].

NOTA: Ya que el contenido de este posteo versa sobre un discurso de Benedicto XVI y sus consecuencias, nuestros lectores podrían querer leerlo de primera mano. Para echarle un vistazo, pueden consultarlo en los siguientes enlaces:
En castellano, aquí.
En inglés, aquí.
En italiano, aquí.
En alemán, aquí.

LA SEGUNDA GIRA DE BENEDICTO XVI A ALEMANIA.
Cuando el anciano Joseph Ratzinger fue entronizado (o, según las malas lenguas, se entronizó él mismo usando palos blancos dentro del Colegio Cardenalicio), muchos se preguntaron sobre si iba a emprender tantas giras como Juan Pablo II en su tiempo. A un año y medio de Papado de Benedicto XVI, la respuesta es clara: sus viajes han sido mucho más medidos, y harto menos mediáticos. Es cierto que su primer viaje, a su Alemania nativa, fue cubierto hasta la saciedad por los medios (no insistiremos en ello, porque le dedicamos en su tiempo un posteo en El Ojo de la Eternidad), pero sus otras giras han pasado bastante desapercibidas. Su viaje a España no estuvo exento de polémica, por algunas declaraciones algo contundentes sobre la familia y la relatividad moral, pero como se trataba de algo más o menos esperable, considerando la vieja tosudez de Benedicto XVI en insistir sobre temas valóricos, a despecho de otra clase de problemas más urgentes como la sobrepoblación mundial o la reforma interna de la Iglesia Católica, el asunto no pasó a mayores.
Pero la nueva gira de Benedicto XVI a Alemania volvería a encender la mecha. A diferencia de su primer viaje, en el cual Benedicto XVI se presentó como un rockstar al más puro estilo Marilyn Manson, o bien el protagonista ficticio del filme "The Wall" de Alan Parker y Pink Floyd, en esta ocasión debía ser un viaje mucho más recogido y menos mediático. Por supuesto que arreciaron las presentaciones públicas y los discursos, pero éstos han sido menos recogidos por los medios, y la organización en general se ha preocupado no tanto de acarrear gente, como de producir hitos simbólicos.
Desde este punto de vista, es toda una sorpresa que el escándalo mayor del segundo viaje de Benedicto XVI a Alemania haya sido producto de un discurso que, en realidad, bien leído, no tiene nada de incendiario. O por lo menos, no es tan explosivo como otros más destemplados que Benedicto ha pronunciado. El objetivo del discurso de Benedicto XVI no tenía nada que ver con la lucha religiosa entre el Islam y el Catolicismo. Y sin embargo, muchos musulmanes se tomaron muy a mal las palabras de Benedicto XVI. Y no sólo grupos integristas islámicos lo hicieron así: incluso el rey de Marruecos llegó al extremo de retirar a su embajador en el Vaticano, en protesta por el discurso. La gran pregunta, considerando que los únicos hispanohablantes que se han dado el trabajo de leer de punta a cabo el discurso de Benedicto XVI son algunos católicos fanáticos, y también la redacción de El Ojo de la Eternidad, es entonces ¿era realmente para tanto?

LO QUE BENEDICTO XVI DIJO EN LA UNIVERSIDAD DE RATISBONA.
El discurso de Benedicto XVI era en esencia bastante pacífico, o al menos mucho más de lo que es habitual en él. El esqueleto estructural en torno al cual gira la disquisición del discurso, es el problema de la relación entre la razón y la fe. Como es un discurso dirigido a estamentos universitarios, y a varios científicos, toca por supuesto el tema de la racionalidad científica y la fe. Y el hilo conductor que eligió para enhebrar todos sus tópicos, es el problema de si la naturaleza de Dios es plenamente racional.
Debe decirse que en este caso, el discurso de Benedicto XVI sigue un zigzag bastante complicado. Después de algunos preliminares a cargo de sus remembranzas de la vida universitaria en Ratisbona, en donde hizo clases décadas atrás, Benedicto XVI entra en un viejo debate, que envolvió a Manuel II Paleólogo, emperador bizantino del siglo XIV, con un erudito persa. La materia del debate es el problema de la legitimidad de la conversión a una religión determinada por medio de la fuerza, en general, y en particular de la guerra santa como método para propagar la fe. La postura defendida por Manuel Paleólogo es que propagar la fe verdadera (cualquiera sea ésta) por medio de la violencia es abiertamente irracional, y por lo tanto, ilegítimo, ya que actuar de un modo no racional es contrario a la naturaleza misma de Dios. Pero, añade citando al autor que recopiló el discurso de Manuel II Paleólogo, el erudito persa podría bien no estar de acuerdo, porque en la tradición cristiana, Dios y la razón se identifican plenamente, mientras que en la tradición musulmana Dios es trascendente e inmanente, y por tanto, Dios trasciende toda posible razón humana.
Aquí es donde recién Benedicto XVI entra en materia. El resto del discurso describe la tensión entre estos dos posibles extremos (un Dios que por ser racional, debería en principio sacrificar su inmanencia, por una parte, y por la otra, un Dios inmanente que no está encadenado a nada, ni siquiera a lo que es bueno, verdadero o racional). El primer camino es el propio del ethos cristiano, según Benedicto. Describe así latamente como la fusión de la tradición filosófica griega y la tradición religiosa bíblica llevaron a la identificación de la Palabra de Dios con el logos griego. Ahora bien, en griego logos tiene una connotación no sólo de palabra, sino también de algo racional (logos es, en griego, lo contrario de pathos, que significa aproximadamente sentimiento o dolor). Durante el resto del discurso, describe como dicha creencia fue puesta en tela de juicio por algunos teólogos medievales, que defendieron el inmanentismo prescindiendo incluso de la idea de un Dios racional, y después por los sucesivos embates de la Reforma y otras corrientes que buscaban "deshelenizar" a la religión, y como parte de su programa, privar a Dios de su aspecto racional.
Los planteamientos de Benedicto XVI son, por supuesto, sumamente discutibles, partiendo por el hecho de que no parece haber manera racional alguna de defender la existencia de Dios, y por tanto, presuponer que Dios es alguien racional es, como mínimo, algo temerario. Pero se ajustan a la más estricta ortodoxia cristiana, toda vez que, como el propio Benedicto se encarga de recordar, la Palabra de Dios que crea el mundo en el Génesis (el Verbo) es identificado con el Logos racional griego. Pero en lo que mira al escándalo, es bien obvio que la idea principal de Benedicto pasa muy de lejos por la crítica contra los musulmanes. La alusión a éstos es bastante parcial, está contextualizada de la cita de un emperador largo tiempo ya muerto, y en realidad está dirigida a un núcleo de catedráticos universitarios a quienes el tópico musulmán deja más bien indiferente, en vez del realmente importante, a saber, cuál es el papel de la religión con respecto a la racionalidad científica en particular, y a la racionalidad en términos amplios, en general. En ese sentido, es claro que los musulmanes, o al menos los musulmanes extremistas que han amenazado con un atentado terrorista contra Benedicto XVI, se han tomado demasiado a pecho afirmaciones de las que, por una vez en la vida al menos, Benedicto XVI parece ser inocente de la intención de injuriar. Y si la inclusión de la historia de Manuel Paleólogo era intencional, para denostar con la sutileza sibilina de los teólogos a la religión musulmana, entonces esta alusión resultó tan etérea que bien los musulmanes podrían haber prescindido perfectamente de ella, sin darse por enterados. Entonces, ¿por qué tanto revuelo a causa un discurso que verdaderamente no lo merece...?

UN NUEVO EPISODIO EN EL HISTORIAL DE DESENCUENTROS.
Cuando hay madera seca suficiente, basta el más miserable de los fósforos para incendiar un bosque. Quizás este discurso en sí mismo sea una nadería, pero es innegable que el revólver estaba cargado desde hacía bastante tiempo. Y aunque Benedicto XVI sea en verdad inocente de la posible mala intención que este discurso pudiera tener hacia los musulmanes, lo cierto es que su arrogancia y prepotencia son las que lo han colocado en un pésimo pie para tratar con el mundo islámico.
La actitud de Benedicto XVI hacia los musulmanes no ha sido condenatoria del todo, es cierto, pero por otra parte ha sido bastante ambivalente. El sello característico de Benedicto XVI, como teólogo primero, y en menor medida como Pontífice después, ha sido un fundamentalismo depredador. Todo aquello que difiere de su santa opinión sobre cualquier tema ético o moral, Benedicto XVI lo califica de relativismo, y lo condena como tal sin más. El verdadero pecado de Benedicto se trasunta bien en su discurso, leyendo entre líneas: quizás no es una condena contra los musulmanes en general, pero hay una sutil identificación entre el Islam y una posición inmanentista que Benedicto descalifica de inmediato como irracional. Una de las conclusiones que pueden extraerse del discurso de Benedicto, es que el Islam es una religión eminentemente irracional, y el Cristianismo, al menos en su versión católica, una eminentemente racional, porque el Cristianismo tiene como herencia el logos griego, y el Islam no. Esto está en concordancia con la actitud displiscente de Benedicto contra todos aquellos quienes no sostienen sus ideas, y que se vertió en la durísima persecusión que emprendió en su época contra la Teología de la Liberación, por ejemplo.
Por otra parte, Benedicto XVI ha actuado ciertamente con hipocresía al condenar la violencia. El mismo ha manifestado un furor paulino en reprimir a aquellos quienes no piensan como él, pero no ha tenido empacho en condenar la violencia del terrorismo religioso. Aunque el terrorismo religioso sea algo malo, no es Benedicto XVI la persona que tiene mayor autoridad moral para atacarlo. Y esto, los musulmanes lo resienten.
Por otra parte, el Cristianismo ha tenido una relación de eterna enemistad hacia los musulmanes. La guerra contra el infiel fue el programa político continuo de la Iglesia Católica durante todos los siglos desde la Héjira hasta el fin de la Edad Media, y aún en el siglo XVIII todavía hacía llamados (vanos, por supuesto) a la Cruzada. En el siglo XX dicha actitud se ha desvanecido, pero uno puede legítimamente preguntarse si esto se debe a un cambio de actitud de la Iglesia Católica, o a que simplemente ha perdido demasiado poder como para permitirse el lujo de convocar a una Cruzada. La Iglesia Católica perdió así históricamente una magnífica oportunidad de enmendar sus errores, y por ende, la autoridad moral para condenar a quienes ahora en la actualidad emplean los mismos métodos terroristas que ella utilizó contra los musulmanes. En ese sentido, Benedicto XVI, perdido en sus ensoñaciones teológicas sobre el logos cristiano y sobre la inmanencia de Dios versus la razón, sigue viviendo de espaldas a la Historia. Y quienes no aprenden del pasado, están condenados a repetirlo...

10 septiembre 2006

LA RELIGIÓN Y VIAJE A LAS ESTRELLAS.

En este corriente año 2006, el informalmente llamado Universo Trekkie cumple 40 años, desde el nacimiento de "Viaje a las Estrellas", la serie pionera. El Ojo de la Eternidad rinde un pequeño homenaje a la creación de Gene Rodenberry, escribiendo un artículo sobre un tópico raras veces tocado a propósito del Universo Trekkie: el tratamiento de la religión dentro de la misma.


[IMAGEN SUPERIOR: V'Ger, el gigantesco planeta supercomputadora que busca a su creador, en la película "Viaje a las Estrellas" de 1978].

NOTA: Debido a que se tratan asuntos de fondo dentro del universo de "Viaje a las Estrellas", este artículo contiene algunos spoilers. Si usted desea ver las películas o las series de televisión, debería leer este artículo con precaución, o bien dejarlo completamente de lado.

DENTRO Y FUERA DEL UNIVERSO TREKKIE.
En la década de 1960, la ciencia ficción en general entró en una verdadera fiebre creativa. La fría y cientifista ciencia ficción de la década de 1940, y la tímida apertura de la década de 1950, fueron reemplazadas por toda una amplia gama de experimentos, tanto en lo literario como en lo fílmico. Las nuevas generaciones ya no consideraban a la ciencia ficción como un mero escapismo o literatura popular barata, sino que habían descubierto el enorme potencial de este género literario para desarrollar temas que, en la literatura realista o costumbrista tradicional, era muy difícil de explorar. Estos temas incluían una serie de preocupaciones filosóficas y religiosas de muy alto vuelo. La década de 1960 vio, entre otras, novelas altamente metafísicas como "El señor del alto castillo" de Philip K. Dick, "Dune" de Frank Herbert, "Qué difícil es ser Dios" de los hermanos Strugatski, "Solaris" de Stanislav Lem, y un larguísimo etcétera. Todas ellas hincaban el diente en la preocupación central de ¿qué es el hombre?, ¿cuál es su papel dentro del universo?, ¿es una simple marioneta del destino, o es un conquistador capaz de dominar su propio universo? Todas estas cuestiones hicieron caer a la ciencia ficción dentro de la órbita de las preocupaciones religiosas, metafísicas y existenciales.
La serie de televisión que mejor reflejó estas nuevas preocupaciones fue "Viaje a las estrellas". Esta, que duró apenas tres temporadas entre 1966 y 1969, resultó ser enormemente moderna y madura para su época. En ese tiempo, la ciencia ficción en el cine y la televisión era, con algunas visibles excepciones, simples aventuras de buenos contra villanos en un contexto del espacio exterior. "Viaje a las estrellas" rompió el molde, creando historias de hondo contenido filosófico y moral. No es raro que entre sus guionistas hayan estado algunas de las lumbreras de la ciencia ficción de la época, como Harlan Ellison o Theodore Sturgeon.
Sin embargo, a pesar de las protestas de los fanáticos, la serie fue cancelada en 1969 por su baja audiencia. Durante los años siguientes fue repetida en sindicación, ganó una considerable masa de seguidores, y después del éxito de "La guerra de las galaxias", vino un aluvión de películas de "Viaje a las estrellas", 10 en 23 años. Eso, además de una serie de dibujos animados y cuatro series adicionales con actores de carne y hueso.
El planteamiento es bastante simple, pero al mismo tiempo muy jugoso. Todas las películas y series giran en torno a la tripulación de alguna nave espacial de la Federación, una alianza interestelar que gobierna parte de la Vía Láctea, incluida la Tierra, en los siglos XXII, XXIII y XXIV. Las sucesivas tripulaciones enfrentan aventuras que los llevan no sólo a conocer otras civilizaciones, sino afrontar agudos dilemas morales, en los cuales no siempre la fuerza es el camino para resolverlos. De ahí que exista dentro de la serie una fuerte carga religiosa: después de todo, las fronteras entre moral y religión son sumamente porosas.

EL RACIONALISMO DE LA FEDERACIÓN.
Afirmar que la religión juega un papel importante en "Viaje a las estrellas" puede parecer un despropósito, toda vez que los principales personajes son científicos y oficiales de naves espaciales, y los teólogos y sacerdotes suelen tener papeles muy secundarios. Y sin embargo, esto no debe movernos a engaño. Muchas tramas obligan a los personajes a plantearse la pregunta de cuál es nuestro papel en el universo, y la atmósfera racionalista tiene, aunque suene a paradoja, mucho de religioso.
La conexión entre la religión y "Viaje a las estrellas" viene de un lugar bastante diferente: la Doctrina del Destino Manifiesto. Como hablamos en un posteo anterior, Estados Unidos ha sostenido históricamente la doctrina según la cual es su destino manifiesto llevar la libertad, la justicia, la democracia y los derechos humanos al resto de la Humanidad, y que este destino manifiesto emana de la naturaleza misma de las cosas, tal y como Dios ha ordenado el universo. Las fuentes de las cuales bebe esta doctrina son el puritanismo de los primeros inmigrantes que viajaron desde Inglaterra a Estados Unidos y lo colonizaron, por allá en el siglo XVII, y en segundo lugar las ideas de la Masonería. De ahí que la doctrina del Destino Manifiesto tenga un profundo componente religioso, a primera vista chocantemente contradictorio con un ideal laico y racionalista, como lo son los planteamientos ilustrados de la Revolución Francesa y los filósofos como Rousseau, Voltaire o Montesquieu.
En ese sentido, de manera más o menos consciente, la Federación en "Viaje a las estrellas" ha sido modelada como una suerte de gigantesca estructura política federal. O sea, una especie de "Estados Unidos del Espacio Exterior", en donde cada mundo es un "Estado dentro del Estado", igual que los Estados federales son "Estados dentro del Estado" en el seno de los Estados Unidos de América. Las diversas naves espaciales que protagonizan las distintas series y películas son así un trasunto de los pioneros, los exploradores que en el transcurso de los siglos XVIII y XIX se adentraron en el continente americano, lo cartografiaron, y después entraron a saco colonizándolo. En ese sentido la Flota Estelar, el brazo militar de la Federación, puede verse como un trasunto del Séptimo de Caballería en tierras apaches, cherokis o cheyenes. Por supuesto que hay distinciones: en "Viaje a las estrellas" se presenta todo este proceso de colonización y exploración como algo limpio e idealista, en particular gracias a la famosa Primera Directiva, que impide a la Flota Estelar inmiscuirse en el desarrollo histórico, social y tecnológico de las civilizaciones más atrasadas que vayan descubriendo progresivamente, mientras que en la realidad, los yankis trataron a los indígenas a sangre y fuego antes de exterminarlos por completo. De esta manera, la "frontera final" de "Viaje a las estrellas" es una versión idealizada, en clave espacial, de la verdadera frontera oeste de los Estados Unidos.
Esto se conecta con un detalle quizás un tanto chocante de "Viaje a las estrellas": jamás se debate en profundidad si los ideales de la Federación son correctos o no. Más allá de las opciones éticas personales de cada uno, la serie nunca pone en tela de juicio de manera seria la pureza del ideal ético de la Federación. Incluso en los casos en que la Federación o la Flota Estelar parecieran salirse de tiesto, como ocurre por ejemplo en la novena película ("Insurrección"), queda bien en claro que se trata de gente corrompida, y por tanto maligna, que se han salido de los magnos ideales que han presidido a la Federación. Y esto es, en sí mismo, puro dogma. O sea, pura religión.

CREADORES Y CRIATURAS.
Asimismo, en el universo de "Viaje a las estrellas", hay sobradas ocasiones para cuestionar el rol de la Humanidad, qué es lo que nos hace humanos o personas, y por tanto, si hay o no un dios o alguien superior allá afuera. De hecho, aunque Dios o sus ángeles no hayan aparecido derechamente en la serie, hay ciertas criaturas tan viejas y poderosas (como el Guardián de la Eternidad, presentado en la serie original, y cuya edad se data en miles de millones de años terrestres) que pueden perfectamente cumplir dicho rol. Asimismo, hay criaturas que parecen en muchos sentidos irreconocibles al ser humano, demasiado acostumbrado a ver todo lo vivo e inteligente según parámetros humanos. Esto ocurre, por ejemplo, en el capítulo doble "Encuentro en Fairpoint", que sirvió de piloto para la serie televisiva "Viaje a las estellas: La nueva generación", y cuyo gran desenlace es la liberación de una criatura aprisionada de tal manera, que la tripulación del Enterprise ni siquiera es capaz de reconocerla como viviente o existente.
Otro permanente cuestionamiento a la condición humana viene del lado de los borg, los villanos cyborg de la serie. Los borg son zánganos cibernéticos que sólo tienen utilidad como parte de una única gran mente colmena: por sí mismos son muy débiles, pero en conjunto son un enemigo temible, gracias a sus mejoras cibernéticas. Pero su enorme poder tiene también un enorme costo: el sacrificio de su individualidad. Los borg son, en cierto sentido, una parodia de los verdaderos seres humanos, a la manera de los zombis de las películas de terror.
Quizás la trama más religiosa de todas, sea aquella contenida en la primera película de "Viaje a las estrellas" (pasaremos de "Viaje a las estrellas V", considerada por muchos como la más mala de todas, además de que la criatura superpoderosa que aparece al final, realmente no es Dios). En el "Viaje a las estrellas" de 1979, una enorme nube se dirige a toda velocidad contra la Tierra, arrasándolo todo a su paso. La tripulación del Enterprise emprende el viaje al interior de la nube, y descubre dentro de ella un organismo cibernético, una supercomputadora, llamada V'Ger, cuyo objetivo no es la enemistad contra los seres humanos, sino reunirse con éstos, porque V'Ger es un descendiente o una mejora de la cápsula espacial Voyager VI, lanzada por los mismos humanos. O sea, la película es una poderosa variante del viejo mito de Frankenstein, de la rebelión contra el Creador, rebelión que no tiene por objetivo la iconoclastia, la destrucción de Dios, sino el descubrimiento de las respuestas básicas: ¿quienes somos, de dónde venimos, cuál es nuestro propósito?
Por todo eso, podemos afirmar sin ambages que las películas y series de "Viaje a las estrellas" tienen un contexto profundamente religioso, aunque la aproximación a la misma sea un tanto racionalista y filosófica... como corresponde a una serie de televisión diseñada en Estados Unidos, para público preferentemente norteamericano.

03 septiembre 2006

LA BELLA ILUSIÓN DEL REALISMO PLATÓNICO.

La semana pasada posteábamos algo sobre el dios griego Plutón y su infierno, a propósito del revuelo levantado por la "defenestración" que los astrónomos han hecho con el hasta hace menos de un mes era el "noveno planeta". No mucha gente entendió la noticia, y no pocos han discutido acaloradamente sobre si Plutón es o no un planeta, y qué consecuencias trae eso... Un resabio del fenómeno conocido como "realismo platónico", y que es una de las más persistentes ilusiones del pensamiento filosófico. El Ojo de la Eternidad hace un par de explicaciones sobre esta primitiva filosofía que se niega a morir.


[IMAGEN SUPERIOR: Platón, filósofo griego que vivió entre aprox. 415 a.C., y 347 a.C. El pensamiento platónico es una de las primeras formulaciones completas de lo que después será conocido como el "realismo platónico" por antonomasia].

LAS COSAS Y SU NOMBRE.
Una de las más viejas preguntas filosóficas versa sobre el nombre de las cosas. Puede enunciarse así: "las cosas, ¿son lo que su nombre dicen que son, o son independientes de sus nombres?". O puede enunciarse de otra manera: "¿hay alguna clase de relación íntima entre las cosas y su nombre, o los nombres son simples etiquetas que ponemos a los objetos del mundo?". La respuesta puede parecer bastante obvia: podemos llamar a las cosas de distintas maneras, y eso no cambiará a las cosas en sí mismas. Como se afirma a veces, una rosa podría llamarse de otra manera, y aún así seguiría oliendo como una rosa. Y sin embargo...
Uno de los más arduos debates en la historia filosófica es el que han emprendido dos tiendas intelectuales separadas, en torno al problema de los conceptos. Volvamos a la pregunta de si los nombres y conceptos son "simples etiquetas" o si son las cosas en sí mismas. En una primera aproximación, digamos que la primera veta de pensamiento suele conocerse como "nominalismo", y la segunda, como "realismo", y con un sello un poco más crítico y, por qué no decirlo, algo irónico, como "realismo platónico", porque Platón es el expositor más acabado de esta corriente de pensamiento.
El que Platón haya sido el primero en plantear las tesis del realismo platónico, no lo convierte en su más antiguo exponente, pero vale la pena echarle un vistazo a sus teorías para explicar esto. Según Platón, nuestro mundo material era en realidad el reflejo de un mundo superior, que llamaba el Mundo de las Ideas. En él habitaban las Ideas, que eran las versiones perfectas de las cosas imperfectas de nuestro mundo. Por ejemplo la silla en que usted está presumiblemente sentado, es una silla particular que "captura" o "aprehende" de manera imperfecta los atributos de una Idea perfecta, que no existe en nuestro mundo material, que refleja a la "silla perfecta": ésa es la "Idea de silla". La consecuencia lógica es que los conceptos no son simples etiquetas, sino que además, reflejan una característica del objeto mismo: así, el nombre lógico de una silla es "silla", porque eso responde a la relación que existe entre la silla particular, y la "Silla Ideal" que está en el Mundo de las Ideas.
Muchos han criticado las ideas de Platón, calificándolas de delirios místicos. Platón no parece haber creído en los dioses, pero sus Ideas tienen muchos rasgos y atributos que usualmente se le otorgan a la Divinidad, incluyendo la noción de "perfección". Lo irónico es que entre las religiones, las ideas de "realismo platónico" campean a sus anchas.

LA CREACIÓN A TRAVÉS DE LA PALABRA.
Una fuente fértil de realismo platónico son las grandes religiones. Como hemos repetido hasta decir basta en este blog, la primera religión fue aquella de la Gran Diosa Madre, por una razón bien lógica: sólo una diosa mujer podría crear un universo, "parirlo", por decirlo de alguna manera. Un dios varón no puede engendrar. Esto, los sacerdotes de las religiones patriarcales subsiguientes lo suplieron por un mecanismo de creación divino puramente intelectual: a través de la palabra.
El relato del Génesis es un estupendo ejemplo de esto. Dios dice: "hágase la luz", y al decir estas palabras, la luz es creada. Más adelante en la Biblia, Dios oculta permanentemente su propio nombre. Cuando ocurre el incidente de la zarza ardiente en el Exodo, y Moisés le pregunta a Dios su nombre, él le responde evasivamente "Yo soy el que soy". Andando el tiempo, los cabalistas judíos hicieron industria de las matemáticas de las permutaciones con los textos de la Torah (el Antiguo Testamento), para descifrar el nombre secreto de Dios. Este deporte no ha cedido, y hasta el día de hoy hay esfuerzos por descifrar el "código secreto de la Biblia", incluso con afanes de vender libros entre las gentes desprevenidas. De aquí beben leyendas como la del golem, que narra como un cabalista judío usa el nombre secreto de Dios para dar vida a una criatura de barro.
La idea subyacente es realismo platónico puro: quien conozca el nombre verdadero de Dios, podrá utilizar los atributos del mismísimo Dios. Esta idea velada en la tradición judía, aparece crudamente en la Mitología Egipcia. En ella, la diosa Isis le tiende una trampa al dios solar Ra, haciendo que le muerda una serpiente. La única manera de librar a Ra de la muerte, según Isis, es que Ra le comunique a ésta su propio nombre secreto, para que Isis lo use en una hechicería que salvará la vida de Ra. Puesto entre la espada y la pared, Ra revela su nombre secreto, e Isis le salva la vida, pero a partir de entonces, Ra vivirá sometido a una especie de semiesclavitud respecto a Isis, porque ella posee su nombre secreto.
Una consecuencia de este dogma, es la noción de "lengua sagrada", en la que Dios transmite su revelación. La Iglesia Católica consideró que la Biblia oficial era aquella en latíon, los musulmanes aún hoy sostienen que el Corán sólo puede expresarse válidamente en árabe, y para la Antigua India, el sánscrito pasó a ser el idioma religioso por excelencia. Y es que traducir un texto sagrado de un idioma a otro, significa hacer perder las palabras su significación mágica o mística. Y esto es, también, puro realismo platónico.

LA QUERELLA DE LOS UNIVERSALES.
El Cristianismo bebió profusamente de las teorías platónicas, porque encajaban a las mil maravillas con sus propias ideas. Así, el Verbo de Dios ("hágase la luz") fue más o menos identificado con las Ideas de Platón, por San Agustín en su libro "La ciudad de Dios" (terminado hacia el año 426). De este modo, según la temprana Teología medieval, los nombres y las palabras son más que meras etiquetas: son la herramienta que Dios utiliza para crear el universo, y además establecen una especie de estructura del universo. La clave está en que Dios ha definido no sólo lo que es una silla o una mesa, sino ideas más etéreas como "bien" o "justicia". De ahí arranca una noción muy cara a la Teología cristiana, cual es la de "derecho natural". Todavía hoy, cuando Benedicto XVI pontifica contra los homosexuales o la anticoncepción en nombre de un derecho natural y de una noción suprema de bien, hay resabios de realismo platónico.
Sin embargo, durante la Edad Media, hubo teólogos que se preguntaron si todo esto era realmente así. ¿Y si los nombres son, en verdad, puras etiquetas y nada más? Los teólogos católicos más conservadores pusieron el grito en el cielo, porque esto significaba implícitamente cuestionar las bases mismas del poder social de la Iglesia Católica. En efecto, parte del poder de la Iglesia estribaba en que, basándose en conocer el significado exacto de las palabras de Dios, podía ordenar hacer o no hacer cosas. No es raro que un ultraconservador como el predicador Bernardo de Claraval, haya atacado tan duramente a un realita moderado como Pedro Abelardo, en una dura contienda filosófica en el siglo XII, y que ésta haya sido seguida por acusaciones de herejía en contra de Abelardo, ya que sus ideas no sólo eran un ejercicio intelectual, sino que implícitamente cuestionaban las bases de poder de la Iglesia.

¿Y TODO ESTO PARA QUÉ?
En un somero análisis, el realismo platónico se revela como una idiotez. En principio, las palabras son simples herramientas de comunicación: las personas ponemos nombres a las cosas para poder comunicar ideas sobre ellas. Así, llamamos "grande" a algo de un tamaño imponente, y "silla" a un adminículo de madera con patas que sirve para sentarse, para poder comunicarle a otro nuestra impresión de que "estás sentado en una silla grande". Pero si convenimos que a las cosas de tamaño imponente las llamaremos "tirrufini", y a los adminículos de madera con patas que sirven para sentarse los llamaremos "blikena", entonces podemos decir que "estás sentado en una blikena tirrufini" para decir exactamente lo mismo, sin que hayan consecuencias visibles. De hecho, esta es la base de la posibilidad de traducir frases de un idioma a otro. Así, "estás sentado en una silla grande" puede pasar al inglés como "you are sitting in a big chair", y su sentido no se pierde.
¿Por qué entonces sostener algo tan improbable como decir que las palabras están indisolublemente pegadas a las cosas, y que desnaturalizamos las cosas si las llamamos de manera diferente? La respuesta simple es: por poder. Si aceptamos las tesis del realismo platónico, entonces quien tenga la facultad de definir una palabra con un significado exacto e irrebatible, tiene un enorme poder social entre las manos. De ahí el empeño de los funcionarios gubernamentales en crear una "neolengua" en donde palabras como "democracia" o "derechos humanos" no existan, en la novela "1984", de George Orwell. De ahí también que el realismo platónico campee a sus anchas entre filósofos y teólogos. La función, tanto de la Filosofía como de la Teología, es crear visiones totalizantes y fundamentalistas sobre todos los aspectos de la existencia, y un buen atajo para ello es definir las palabras de una manera perpetua e inamovible. Si se deja a la gente llamar a las cosas según su antojo, entonces puede que éstas opten por usar su libertad discrepando con el teólogo o el filósofo de rigor, y esto es un ataque directo contra su autoridad intelectual. Y también entre la intelectualidad existe la ambición de poder.
Esto explica también el misterio del enconado debate sobre si se define a Plutón o no como un planeta. Es obvio que Plutón seguirá orbitando alrededor del Sol durante millones de años, sea que se lo llame planeta o no. Por comodidad, los científicos de la Unión Astronómica Internacional decidieron crear una definición operativa de "planeta". Es simplemente definir una etiqueta, pero mucha gente vio esto coma la manera del realismo platónico, y pensó quizás que acaso querían suprimir a Plutón, o despojarlo de alguna característica esencial del mismo. Una muestra más de que el pensamiento realismo platónico está más difundido de lo que a primera vista se cree.