25 junio 2006

COLABORACIÓN Y COMPETENCIA: LA CIENCIA TRAS LA "REGLA DE ORO"

Todos conocemos la vieja Regla de Oro: "haz a los demás lo que quieres que los demás te hagan a ti". Sin embargo, hay una contradicción entre lo que debería ser (todos los hombres deben amarse los unos a los otros) y lo que es (el hombre es un lobo para el hombre). Las religiones predican la bondad entre las personas, pero por otra parte, incluso hasta los religiosos más de alguna vez han tenido actitudes reñidas con ese precepto que predican. ¿Cómo explicar estas contradicciones? El Ojo de la Eternidad arroja un novedoso enfoque del problema, a partir de la moderna Teoría de Juegos.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: "Bárbaros dando hospitalidad a los peregrinos", grabado de Gustavo Doré para la historia de las Cruzadas. Casi todas las civilizaciones han considerado la hospitalidad con los extraños como un deber casi sagrado].

LO QUE DEBERÍA SER Y LO QUE ES.
Uno de los sermones más repetidos a los niños, cuando éstos hacen algo que no debieran a otra persona, tiene más o menos el siguiente tenor: "¿te gustaría que te hicieran eso a tí?". Esto no es otra cosa sino una versión simplificada y en versión subjetiva de la vieja Regla de Oro, que fue formulada por primera vez de manera negativa, "no hagas a los demás lo que no quieres que los demás te hagan a ti", y luego de una manera más positiva: "haz a los demás lo que quieres que los demás te hagan a ti". Este parece ser un principio moral universal. Aunque el Judaísmo no lo enuncia de manera sintética, es obvio que el Decálogo completo, con las prohibiciones de actos indeseables como robar, matar, apoderase de la mujer del prójimo, etcétera, está inspirado en esto. Por añadidura, el propio Yahveh se toma la molestia de decir: "no maltratarás ni oprimirás a los extranjeros, porque extranjeros fueron ustedes en la tierra de Egipto" [Exodo 22:21]. Mejor expresión de reciprocidad en la Biblia es difícil encontrar. En el Cristianismo, Jesucristo condensó toda la Ley en el mandamiento de "ama a los demás como a ti mismo". En el Budismo, el mandamiento supremo es la compasión por los semejantes, algo que va más allá incluso de la simple retribución. En cierta medida, todo el discurso ilustrado sobre los derechos humanos también parece una versión filosófica y agnóstica del viejo mandamiento, así como lo eran muchos preceptos de escuelas filosóficas griegas como el Estoicismo. Y, sin embargo, todas las religiones, de una manera u otra, han terminado por hacerse militantes, y han llegado incluso a extremos como la conversión forzosa o el exterminio de los "paganos" y los "infieles". Y esto, incentivado por el hecho de que la propia estructura mental de una religión tiende bien poco a predisponerla hacia la tolerancia. La reciprociedad sigue operando, pero ahora en sentido negativo: el hombre de religión es intolerante y fanático porque el otro, a su vez, lo es. Con mucha razón se dijo que de tanto ser enemigos, George W. Bush y Osama Bin Laden no podían vivir el uno sin el otro, obligados como estaban ambos a tener frente suyo a un enemigo fundamentalista que sirva para justificar sus propias posiciones.
Lo que abre una buena interrogante. Tienen que haber grandes incentivos para obrar de una manera tan inconsecuente, predicando la paz y la concordia, y por otra parte, dedicándose al arte de destripar infieles a mansalva. Y si el poder de los sacerdotes deriva de la gente que cree en las religiones, entonces tiene que haber una explicación no sólo para que los sacerdotes se dediquen a estas cacerías de brujas, sino también para que sus fieles las sigan. Y en medio de todo esto, aún se den el tiempo para defender la vieja y saboteada Regla de Oro...

EL DILEMA DEL PRISIONERO.
El estudio científico del egoísmo como fenómeno principió muy probablemente con Adam Smith. Quizás Adam Smith vio un par de cosas por su posición relativa en el mundo: era profesor de Etica, pero lo era en la Inglaterra del siglo XVIII, que se abría al individualismo y los valores capitalistas propios de la incipiente burguesía industrial, todo esto en una época en donde el Cristianismo estaba en retirada (en parte justamente por la hipocresía entre su discurso y los hechos de sangre que había protagonizado en tiempos de las guerras de religión del siglo XVI). Adam Smith descubrió que el egoísmo tenía su razón de ser, porque fomentaba la competencia. Y la competencia era buena, porque ella incentivaba a los agentes económicos a mejorar la producción, por el lado de la oferta, y a evitar el despilfarro inútil, por el lado de la demanda. A comeinzos del siglo XX, esta situación económica óptima en la que todos los agentes económicos producen la mayor cantidad de bienes posibles fue denominada "óptimo de pareto", por el economista Wilfredo Pareto, que estudió esta situación.
Sin embargo, a mediados del siglo XX, un poderoso enigma latía sobre la Economía. Si era cierto que la competencia incentivaba la producción y llevaba a un modelo económico hacia un óptimo de pareto, ¿por qué había situaciones de competencia extrema, incluso destructiva, en donde no se alcanzaba dicho óptimo? La respuesta fue encontrada por el brillante matemático John Nash, cuya vida fue llevada al cine en el mediocre filme "Una mente brillante". La respuesta, Nash la vertió en su célebre "dilema del prisionero", piedra basal de una nueva disciplina matemática: la Teoría de Juegos.
A diferencia de la Economía clásica, la Teoría de Juegos enfocaba el problema no desde un ángulo general, sino desde los incentivos y estrategias de los propios "jugadores". De esta manera, Nash determinó que la racionalidad de los agentes económicos sólo tenía sentido estudiarla desde la mira de los propios agentes económicos, y no desde el conjunto. De este modo, una situación que desde afuera distaba mucho de ser un óptimo de pareto, desde adentro de los jugadores se presenta como inevitable, como resultado de estrategias que ellos mismos eligen, y que no pueden abandonar.
El ejemplo más claro de esto es el llamado "dilema del prisionero". En él, dos malandrines caen en manos de la policía, después de haber robado una tienda. Ambos son incomunicados. La policía ofrece a cada uno un trato: como no tienen medios de probar la participación de ninguno en el robo, les dejarán libres si acusan a su cómplice (y obtienen así la prueba necesaria). Lo que les espera es lo siguiente: si ambos delatan a su compañero, tendrán 10 años de cárcel por robo. Si ninguno delata, la policía se vengará con lo que tiene a mano: los enviará a prisión por seis meses a cada uno por porte ilegal de armas. Si uno confiesa y el otro no, el delator o traidor sale libre y sin cargos, y al otro le esperan los 10 años.
El dilema es que, desde el punto de vista "social", desde afuera, el óptimo de pareto es que ninguno delate al otro, y así las penas de ambos sumarán apenas un año (seis meses y seis meses). Pero desde los jugadores, la estrategia obvia es delatar al compañero para salir libres. Como ambos deberían "jugar" dicha estrategia, el resultado final es el peor posible: 20 años en total de cárcel (dos condenas de 10 años cada una por robo).
De esta manera Nash (y otros estudiosos que se dedicaron a la investigación de otras variantes del problema) determinaron las razones por las cuales el comportamiento colaborativo es el más deseable, desde un punto de vista social... pero al mismo tiempo, es el que los jugadores individuales difícilmente seguirían, en muchas circunstancias.

RELIGIONES QUE COLABORAN Y RELIGIONES QUE COMPITEN.
¿Qué tiene todo esto que ver con la religión? Si la expresión más pura de la Regla de Oro está en las religiones superiores, ¿qué las lleva por el camino contrario, el de torturar y matar a la gente en nombre de esa verdad suprema de amor y hermandad?
Como ocurre en el dilema del prisionero, dos religiones enfrentadas una a la otra obtendrían mucho más si colaboraran, que si se enfrentaran en competencia abierta. Dos religiones que fueran mutuamente tolerantes permitirían repartir cuotas de poder entre dos o más cultos. Aunque esta posibilidad es bastante extraña para la totalitaria atmósfera cultural cristiana, lo cierto es que ha ocurrido muchas veces. En la Antigüedad, cuando se produjeron unificaciones masivas de estados múltiples en un único gran imperio, esto se tradujo en la formación de extensos panteones de dioses, en donde el papel relativo de los mismos estaba determinado por las componendas políticas de las castas sacerdotales que los sostenían. Surgieron así panteones en torno a Zeus, a Marduk, a Amón-Ra (el caso más paradigmático, como fusión de los dioses antiguos Amón, de la fertilidad, y Ra, del Sol). Y hoy en día, al menos existe una gran religión que sobrevive de esa manera: el Hinduismo, en donde se venera a una gran cantidad de dioses sincréticos (Visnú, Shiva, Kali, etcétera).
Pero por otra parte, el hacer concesiones implica hacer sacrificios. ¿Son estos sacrificios demasiado cuantiosos? Eso depende de qué tanto poder se atribuya un dios. Si es un dios relativamente menor, bien puede ir a integrar un panteón mayor en donde se sentirá acogido y fortalecido. Pero un dios demasiado celoso e intolerante, como el Dios Celoso del Judaísmo, bien podría encontar esta situación incómoda. Es decir, para sobrevivir, tendría que sacrificar nada menos que la verdad suprema. Desde el punto de vista externo, la situación parece ridícula, porque también la otra religión rival debería sacrificar su propia verdad suprema. Y, sin embargo, la clave está no en la visión de conjunto, sino en la estrategia del jugador respecto de ese conjunto. ¿No sería mejor que fuera la otra religión la primera en bajar las armas, y luego, en vez de honrar el acuerdo, endurecerse y quedarse con todo el redil?
De esta manera, las pugnas religiosas tienen mucho de conferencia de desarme. Todos saben que el desarme bilateral es la mejor opción para dos países que se niegan a inflar sus gastos militares, pero ninguno querrá ser el primero en liquidar sus tanques y armas atómicas porque luego, el otro podría perfectamente incumplir su acuerdo, sin manera de forzarlo a "portarse bien". Y de esta manera continuan las carreras armamentísticas, hasta que uno de los países no puede sostenerla más (o hasta que estalla la guerra).
Esta es la razón por las que religiones que predican el amor y la tolerancia, se han embarcado en sangrientas guerras de religión, a veces contra otras religiones, y a veces contra sectas y variantes "heréticas" del mismo credo. La historia está llena de matanzas, guerras santas, cruzadas y jihads al respecto. Y, sin embargo, incluso hasta de esto, el comportamiento colaborativo sigue siendo mejor que el competitivo. Después de todo, durante el Imperio Romano, fueron los cristianos que "colaboraron" con el invasor adoptando un ropaje grecorromano para su religión de raíz judaica, los que obtuvieron más éxito que los zelotas judíos ultraortodoxos rebeldes al Imperio. Y en la Edad Media, a la fiebre inicial de las Cruzadas siguió la apertura de rutas comerciales entre el Islam y la Cristiandad, por las cuales viajaron productos materiales e ideas espirituales que renovaron a todo el mundo occidental. Esto es una nueva muestra de que a los prisioneros les conviene mucho más colaborar que competir, en definitiva.

18 junio 2006

LA RELIGIÓN SEGÚN EL CÓDIGO DA VINCI.

El libro "El código da Vinci" ha resultado ser un éxito superventas a nivel mundial, y ha inspirado una seguidilla de numerosos análisis de todo tipo. Ahora que se ha aposentado algo el polvo sobre su rápida fama, El Ojo de la Eternidad explica algunas claves sobre las ideas religiosas vertidas en la novela y película de "El código da Vinci", poniéndolas en su respectivo contexto.


[IMAGEN SUPERIOR: "La última cena", de Leonardo da Vinci. En "El Código Da Vinci" se dice que la imagen de Juan es en verdad una mujer, María Magdalena, la esposa de Jesús].

ADVERTENCIA: Ya que este posteo trata sobre aspectos de fondo de la novela y de la película, nos hemos visto obligados a hacer referencias a la trama de la misma. Si usted no la ha leído, y planea leerla o ver la película, quizás prefiera pasar por alto el presente artículo.

EL REVUELO PROVOCADO POR EL "CÓDIGO DA VINCI".
La historia es bastante simple. Un día, viendo lo mal que los escritores de best-sellers al uso hacen su trabajo, Dan Brown decidió que también podía hacerlo él. Y lo hizo. Escribió un par de libros ("Fortaleza digital" y "Angeles y demonios"), antes de llenarse los bolsillos de dinero con su superéxito mundial de ventas, "El Código da Vinci". En sentido estricto, "El Código da Vinci" es una segunda parte, porque el personaje de Robert Langdon había aparecido previamente en "Angeles y demonios". Pero en esa novela, la trama giraba en torno a teorías físicas relacionadas con aspectos esotéricos, algo que en "El Código da Vinci" es reemplazado por esoterismo puro y duro.
Gran parte del éxito no se debe al nivel de la novela, por supuesto. Se ha repetido en numerosas ocasiones la mala calidad literaria de la misma, y de su trama. Pasó que "El Código da Vinci" era la obra que los tiempos estaban esperando. En los albores del siglo XXI, después de la autocomplaciente década de 1990 y el derrumbe moral que significó, tanto para occidentales como no occidentales, el simbólico atentado contra las Torres Gemelas, las religiones y los fundamentalismos han hecho su agosto: talibanes, George W. Bush, Benedicto XVI, etcétera.
También es una prueba de que el conocimiento esotérico, aún el más escondido, está bien al alcance de la mano. En el siglo XVIII, Mozart desató la ira de los masones con su ópera "La flauta mágica", proque revelaba aspectos del esoterismo masónico. Algo así, hoy en día, es virtualmente imposible, ya que basta teclar "Masonería" en Google para obtener cuantiosa información sobre la misma y sus creencias. (incluso en El Ojo de la Eternidad posteamos un artículo sobre la misma en Enero pasado). Lo mismo ocurre con otras ramas del pensamiento esotérico, como por ejemplo la ariosofía, antaño patrimonio de sociedades secretas iniciáticas como Ultima Thule o la Logia del Sol Negro, pero hoy en día difundido a los cuatro vientos, también por obra y gracia de la red. Es decir, vivimos el paraíso ideal para los cazadores de esoterismo. En ese sentido, buena o mala, la novela de Dan Brown no es sino otra cosa que el signo de los tiempos que actualmente corren.

JESÚS Y MARÍA MAGDALENA.
El grueso de la obra descansa sobre la búsqueda del Santo Grial, que según la novela es nada menos que la descendencia real de Jesús. El concepto básico es que Jesús contrajo matrimonio con María Magdalena, la que no era una prostituta sino una mujer de sangre real, y de este matrimonio nació descendencia, la que se escondió en Francia y dio origen al linaje de los Merovingios, y a través de ellos, a una dinastía real y mesiánica que perduraría hasta el día de hoy. Todo eso, celosamente vigilado por el Priorato de Sión.
Desde luego que el revuelo más grande se ha armado por el intento de "humanizar" la figura de Jesús. Revuelo que sólo ha impresionado a las masas, porque para los más enterados, desde el siglo XVIII existe una copiosísima literatura de investigación que ha reconstruido prácticamente desde sus cimientos la historia de Jesús, dándonos un punto de vista muy diferente al defendido por la Iglesia Católica. Así, hoy en día sabemos que la figura de Jesús de Nazaret, Jesucristo, fue diseñada por hábiles creadores de mitos en las tinieblas de la historia para darle la fisonomía de un Sonnenmensch, un héroe solar, y de esa manera hacerle pasar como divino frente a las másas paganas a las que trataban de convencer.
El creer en un Jesús humano y sin rasgos de divinidad, es algo también muy antiguo. Para los judíos, el mesías, esto es, el hombre que iba a cambiar el curso de la historia por gracia de Yahveh, era apenas un simple ser humano. Creer en un mesías "hijo de Dios" es para los judíos una herejía, puesto que viola el monoteísmo estricto de dicha fe. Los primeros cristianos, al provenir del ámbito judío, compartían esta creencia. Durante siglos hubo conflictos entre los cristianos de origen judaizante, y los de origen gentil, ya que éstos úiltimos, habituados a los relatos y sagas paganas de dioses que vienen desde lo alto a salvar a la Humanidad,no tenían reparos, y hasta les parecía mejor, un Jesús que fuera al mismo tiempo hombre y dios. Al final, los "divinizantes" ganaron la partida, en el Conclio de Nicea (mencionado tanto en la nvoela como en la película), el año 325, aunque no sin ruda oposición posterior.
También de ahí arranca la concepción de Jesús como un soltero y célibe, algo que no tiene la menor base histórica. Si hemos de creer a los Evangelios, Jesús fue un judío respetuosísimo con la ley, y la ley judía obligaba a todos los judíos al matrimonio. De ahí que cobren tanta importancia, dentro de la mitología de Jesús, dos presencias femeninas: la madre, la Virgen María, descendiente de la Gran Diosa Madre ancestral, y por otra María Magdalena, una mujer que en los Evangelios no tiene la menor significación, pero que en el decurso de los siglos ha visto su figura agrandarse entre las sombras.

EL LINAJE.
Cuando en el siglo XIX el criticismo histórico echó abajo la visión tradicional cristiana sobre Jesús, nacieron nuevas visiones sobre éste. Como lo que estaba de moda era el nacionalismo, hubo entonces numerosos intentos de vincular a Jesús con las tradiciones nacionalistas de cada nación europea. De esta manera, cobraron auge las historias medievales que vinculaban a Cristo con el Rey Arturo (en Inglaterra), o con el linaje de los Merovingios (en Francia), o con la tradición ariosófica germánica (en Alemania). Lo que hizo Dan Brown fue simplemente elegir la versión francesa del mito, y utilizarla como "la verdad" en su propia novela.
La verdad de las cosas es que entre los Merovingios y Jesús existe tanta distancia como la que podría haber entre un cocodrilo y una secuoya. Los francos eran tribus germánicas procedentes desde más allá del Río Rin. Cuando invadieron el Imperio Romano, se instalaron en la Galia, actual Francia, crando un reino a la usanza de la época, esto es, intensamente guerrero y bárbaro. Los padres de los merovingios eran simplemente hordas bárbaras que se hunden en la historia, no descendientes de la semilla de Jesús.
La falsificación de un linaje es una práctica antigua, y no sólo entre los cristianos. El objetivo es darse un aire de respetabilidad, haciéndose heredero de una gran tradición, escondiendo así a los ancestros incómodamente vulgares que se puedean tener. Entre los paganos era práctica habitual, como lo prueba el que Atenas se datara a sí misma hasta los tiempos de Cécrope, en el año 1700 a.C., o que el Faraón se considerara a sí mismo nada menos que descendiente del dios Sol. Los cristianos también incurrieron en esto, al falsificar dos sendas genealogías de Jesús en los Evangelios. Después, la falsificación de "linajes apostólicos" se volvió recurrente, cuando se crearon listas de obispos para las principales ciudades que, sosepechosamente, arrancaban todas ellas de algún apóstol de Jesús, que difícilmente podría haber alcanzado tales tierras en tan poco tiempo. Dicha práctica era imitación de la propia de los filósofos, que también construyeron "cadenas de tradición" de un filósofo a otro (un filósofo enseñó a otro, que a su vez enseñó a otro, etcétera). En ese sentido, entroncar a los merovingios con Jesús y María Magdalena no pasa de ser un simple mito, sin el menor asidero en la realidad, no más creíble que la historia de José de Arimatea huyendo de Palestina y llevando la copa de la última cena de Cristo a Inglaterra.
Y lo mismo vale para el Priorato de Sión. A pesar de que sus primeros testimonios arrancan de mediados del siglo XX, ellos insisten ser depositarios de una tradición mucho más antigua, de la que son rectos descendientes. Otro tanto hizo en su minuto la Masonería, que porfiadamente insistió durante mucho tiempo en tener sus raíces en la Palestina del Rey Salomón, a pesar de que sus estatutos actuales fueron recién creados en 1717. Como puede verse, las sociedades secretas tampoco son inmunes a esta tentación de hacer más respetable el pasado falsificándolo para ganar antigüedad, prestigio y legitimidad.

¿ES PARA TANTO...?
Uno de los puntos atractivos de la novela es la motivación del villano para acallar determinados conocimientos: el oscurantismo. Es cierto que la Iglesia Católica se ha mostrado tradicionalmente despiadada en silenciar a quienes osan criticarla exponiendo hechos que contradicen su visión del mundo y su manera de describir los acontecimientos, pero quizás esto sea una sobrerreacción.
Lo cierto es que a pesar de sus numerosos errores científicos, la Iglesia Católica sigue victoriosamente en pie. Ni el descubrimiento de que la Tierra gira alrededor del Sol, ni el de la evolución de las especies, ha podido conmover sus cimientos, a pesar de que en su tiempo se pensaba que venía un acabo de mundo porque la gente iba a entender las cosas de manera distinta a la Iglesia. Desde siempre, y en la actualidad aún más, los historiadores y científicos saben que Jesús de Nazaret tuvo que haber sido alguien muy distinto a la imagen mesiánica que la Iglesia Católica ha forjado en torno suyo, pero ese conocimiento tampoco amenaza a la Iglesia, por mucho que ella se esfuerce por borrar dichos trabajos y tratar de silenciarlos por métodos sutiles.
Lo cierto es que la gente en general necesita alguna certidumbre a la que amarrarse. No pocas personas se convencen de algo, no porque sea razonable, sino porque quien lo dice, lo hace con enorme y profunda convicción. Este es el caldo de cultivo en donde germinan los fanatismos de toda clase, el fanatismo católico incluido. Estas gentes, aunque tengan la evidencia de que la historia de Jesús fue eminentemente distinta a la predicada por la Iglesia, no van a cesar de obedecerla, porque van a desestimar lo que ellas digan. En último término, dirán que quien era Jesús no afecta para nada a su mensaje. Y en eso tienen razón. No porque Jesús haya sido soltero o casado, o haya tenido descendencia o no, cambian sus enseñanzas, y la razón o sinrazón que puedan haber en ellas. Se supone que aquello de "amar al prójimo como a ti mismo" funciona porque tal es la voluntad de Dios o porque simplemente es lo bueno, no porque lo proclamó alguien que fuera casado o soltero. En ese sentido, "El código Da Vinci" magnifica las consecuencias que tendría un descubrimiento, una receta que funciona muy bien en el thriller, pero en la vida real no tiene mayor asidero.

11 junio 2006

NUEVAMENTE

El Ojo de la Eternidad regresa. Después de haber estado en el congelador por casi un mes y medio, hemos vuelto a las andadas. A partir de ahora, el ritmo de posteo será a un artículo por semana, y trataremos de darle un énfasis mayor a los sucesos de actualidad religiosa, explicando las razones y motivos de las cosas que están ocurriendo allá afuera, y que como siempre, tienen algo que ver con la religión.
Y eso no es todo. A medida que estábamos trabajando en este blog, nos empezamos a dar cuenta de que muchas temáticas abordadas en él nos estaban llevando a un tratamiento cada vez más enciclopédico, así es que nos preguntamos por qué no trabajar derechamente en una especie de "enciclopedia EODLE". El resultado es que habrá un segundo blog, en donde comenzarmeos a postear por orden histórico, lo que será la más completa historia de las religiones en castellano que exista disponible en Internet. Será un proyecto de largo aliento y difícil ejecución, por supuesto, pero el resultado valdrá la pena. Así es que desde Julio estará habilitado el segundo blog, llamado por el momento "EODLE II", en donde podrán seguir, como si de una larga aventura espiritual se tartara, la evolución de la religión desde la más remota creación hasta el instante actual.
Así es que nos estamos viendo, como siempre, en El Ojo de la Eternidad, y también en el blog que se viene muy pronto...

LA RESURRECCIÓN.

Una de las promesas más recurrentes en la historia de las religiones, es la existencia de una vida después de la muerte. Sobre la naturaleza de la misma, existen las más variopintas leyendas. Algunas hablan de resurrecciones a esta misma vida, como Lázaro, y otras, a un estado futuro, superior y celestial. ¿Es posible esto? ¿Existe en verdad una eventual vida de ultratumba? El Ojo de la Eternidad le echa un breve vistazo a lo que, según las religiones, existe más allá de nuestra existencia terrenal.


[IMAGEN SUPERIOR: Taurobolio, escena que representa al dios solar persa Mitra matando a un toro. Esta escena simbólica y ritual representa el triunfo de la luz sobre la oscuridad, y la resurrección de Mitra, el gran enemigo de otro resucitado, Cristo, en el Imperio Romano].

LA PROMESA DE LA RESURRECCIÓN.
La muerte es un hecho cierto de la vida. Todo debe perecer. La ciencia moderna es de la opinión de que, en definitiva, el universo entero se colapsará cuando ya no quede más energía disponible para organizar nada, y todo se convierta en un marasmo de partículas sin estructura alguna: esto, en cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica, desarrollada a finales del siglo XIX, y hasta el día de hoy jamás controvertida con éxito. Pero esto, para el ser humano, es muy poco. ¿Todos los esfueros desplegados en la vida serán, finalmente, en vano...?
Las religiones han respondido a esto desde siempre, con la promesa de que nuestra estancia en este mundo es sólo una especie de antesala para la vida futura, y de que en definitiva, las tragedias y pesares de la vida son simples ilusiones. Esta vida futura ha sido concebida de muchas maneras distintas, y no está mal echarles un vistazo, en particular porque hay algunos patrones en estas creencias tienden a repetirse, porque algo de verdad hay en todas las religiones, según los creyentes, y porque estos son los patrones que merjor se amoldan a la psique humana, según los agnósticos.
Los pueblos más antiguos solían sentir que la naturaleza estaba poblada de toda clase de espíritus. Algunos de esos espíritus eran, por supuesto, los ancestros ya fallecidos. La relación con ellos era a veces amable, pero podía también llegar a ser terrorífica. Esta segunda visión les suponía prisioneros en una especie de dimensión de sufrimiento, aunque sin ir a ningún "otro mundo", sino permaneciendo en el nuestro, y en venganza, hacían de la vida de los vivos un infierno. Por lo tanto, había que conjurarlos con toda clase de magia y rituales para evitar que regresaran, o al menos, que regresaran con mala leche para los vivos. Hay reminiscencias de esto incluso en el folclor urbano y friki de hoy en día, porque, ¿qué otro sentido tiene el ritual de enterrar una estaca en el corazón de un muerto para evitar que regreses como vampiro chupasangre...?
Andando el tiempo, los reyes, que monopolizaron el poder político y económico, monopolizaron igualmente el poder de resucitar. En el Antiguo Egipto, se creía que sólo el Faraón resucitaría. Se suponía que los egipcios debían estar muy contentos por ello, y por eso trabajarían durante años en grandes pirámides para asegurar el descanso eterno de la momia real. Pero andando el tiempo, la creencia en la resurrección se democratizó, los faraones abandonaron la costumbre de enterrarse en pirámides (pero no de las ceremonias fúnebres ostentosas), y comenzaron a surgir rituales de momificación para gentes de estratos sociales cada vez más bajos. Algo de estas creencias se traspasó a los hebreos, quienes no creían en una resurrección individual, sino hasta fecha muy tardía, y esto por inlufjo de la cultura griega: para los hebreos, la vida de ultratumba significaba el Scheol, una oscura y tétrica morada de los muertos en donde éstos vegetaban por toda la eternidad, y el concepto de "resurrección" era aplicable sólo al Pueblo de Israel, que al final de los tiempos dominaría la Tierra y sería ejecutor de la voluntad del Unico Dios.

LA RESURRECCIÓN DE LOS DIOSES.
La manera de "justificar" la resurrección, en todas las religiones, es recurrir a la compasión suprema de la deidad. De esta manera, son los propios dioses los que resucitan a alguien. En muchas ocasiones, es el propio dios el que debe descender a la arena de lucha y contender directamente contra las fuerzas del mal, siendo muerto por ellas y resucitando, abriendo de esta manera la vía a los mortales. En otras, basta la sola voluntad de los dioses para ensalzar a un humano por encima de su condición, "despertándolo" y elevándolo al rango de los dioses. Es decir, las dos alternativas son la apoteosis y el avatar.
La apoteosis era el camino más simple. Los dioses no se molestaban ellos mismos en derrotar al mal, pero premiaban a los mortales que hubieran mantenido a raya las fuerzas del caos y la destrucción, trayéndolos a su propio cortejo celestial, de la misma manera que un rey puede llamar a un campesino de heroicos servicios para que sea paje en su corte. El ejemplo más célebre de apoteosis es Heracles, el Hércules de los romanos, a quien el dios griego Zeus llamó sa su lado después de una trágica muerte, premiándolo por "servicios prestados a la Humanidad", por decirlo de alguna manera. No sólo personajes mitológicos eran favorecidos con la apoteosis:
Ovidio, el poeta romano del siglo I d.C., señalaba en sus "Metamorfosis" que Julio César había sido favorecido de tal manera por los dioses, y la prueba estaba en su transformación en cometa el día de su muerte (por otra parte, Ovidio era asalariado del Emperador Octavio Augusto, sobrino de Julio César, así es que su poema tiene mucho de propagandístico). Con el tiempo, la idea de que los emperadores romanos eran favorecidos con la apoteosis se hizo habitual. Pero no son los romanos el único caso. Entre los hititas, el rey pasaba a formar parte de los dioses después de su muerte. Y entre los germanos, dicho honor era dispensado por las valkirias, especies de ángeles guerreras, que se llevaban a los guerreros más valientes al Walhalla, el castillo militar de Odín, en donde éste reclutaba un ejército para dantesca batalla que se va a producir al final de los tiempos.
El otro camino es el avatar. En este caso, es el propio dios el que se transforma momentáneamente en mortal, para sacrificarse a sí mismo y de esta manera abrir camino a los mortales. Es un sacrificio con trampa, por supuesto, ya que el propio dios es un dios, y por tanto, se supone de antemano que triunfará sobre la muerte. Pero este camino es también muy transitado. Es el caso corriente de los llamados Sonnenmensch o héroes solares, como Cristo, Mitra, Balder o Rama, entre otros. El caso extemo de esta creencia lo representa el Buda adorado por los fieles del Mahayana, el Gran Vehículo del Budismo: según ellos, el Siddharta Gautama histórico no es más que una de incontables reencarnaciones de una entidad suprema, el Buda Amida, que por su infinita compasión ha nacido y muero sucesivas veces para acompañar a la Humanidad y liberarla de la rueda de la existencia, sacrificando incluso su propia disolución del yo en el nirvana.

EL CICLO DE LAS REENCARNACIONES.
Otra cmanera de resucitar es regresar a este mismo mundo. Esto es la metempsicosis o reencarnación. No pocos místicos antiguos, entre ellos Pitágoras, creían que en la transmigración de las almas. Los griegos, en tiempos tardíos, seguramente por influencia índica, también asumieron la existencia de una reencarnación, una vez cada mil años. En el Cristianismo primitivo, hubo ardientes defensores de la reencarnación, como por ejempo el teólogo Orígenes (primera mitad del siglo III), pero finalmente esta idea fue desechada, porque se estimó que la noción de que los cristianos reencarnaban una y otra vez en la existencia, convertía el sacrificio de Cristo en algo sin ningún valor (¿para qué Cristo se sacrificaba, si los seres humanos seguirían condenados y atados a la rueda de la existencia?).
Y también démonos el tiempo para repasar algunas resurrecciones en los mitos modernos. Si exceptuamos aquellos casos que son reproducciones conscientes de los mitos evangélicos de la resurrección (el caso de "El Señor de los Anillos" o las Crónicas de Narnia), el más emblemático es, por supuesto, el Neo de "Mátrix". En este caso se trató de una aproximación consciente a los mitos de toda la vida, y por tanto, Neo es un Sonnenmensch "de diseño", creado desde el origen con las características de éstos. No es raro entonces que muera y resucite en "Mátrix", y que en "Las revoluciones de Mátrix" se de a entender que su muerte puede haberlo transmutado en algo incluso superior a este plano de existencia.
Y otro tanto ocurre con El Ojo de la Eternidad, que con este artículo resucita una vez más desde la muerte, y vuelve a tratar como siempre, los temas religiosos que están a nuestro alrededor, con la calma, la seriedad y la solidez que son nuestro sello característico. Saludos, y que tengan una buena segunda mitad del 2006.