30 marzo 2006

JUAN PABLO II (3 DE 4): EL PAPA.

Con motivo de cumplirse el próximo 02 de Abril el primer año de la muerte del Papa Juan Pablo II, El Ojo de la Eternidad ha preparado una reseña biográfica de este influyente personaje. En la entrega anterior, repasábamos cómo ingresó al sacerdocio, y la manera en que afrontó éste. En la presente entrega, El Ojo de la Eternidad explica cómo su formación y convicciones le llevaron a afrontar la tarea del Papado.

ENTREGAS ANTERIORES:
Juan Pablo II (1 de 4): El polaco.
Juan Pablo II (2 de 4): El sacerdote.

WOJTYLA SE CONVIERTE EN JUAN PABLO II.
La década de 1970 fue en muchos sentidos una resaca de la anterior. El fuerte Juan XXIII falleció en 1963 y fue reemplazado por el vacilante Pablo VI. Bajo su Papado, los elementos conservadores y reformistas dentro de la Iglesia Católica empezaron a radicalizarse. No pocos sacerdotes "moderados", entre ellos el reformista Joseph Ratzinger, habían visto con espanto hacia dónde llevaban las reformas, con el horror propio de un déspota ilustrado que quiere darle reformas al pueblo, pero sin ceder nada de su posición principesca. Los reformistas comenzaban incluso a hablar abiertamente de conciliarismo y otras cosas que podían socavar la autoridad papal, y en medio de todo esto, los conservadores pudieron comenzar a trabajar tranquilamente en su contrarreforma. Este ambiente está bien reflejado, paradojalmente, en el cine, y en concreto, en el contraste de dos películas que van muy a tono con los tiempos. La primera de ellas es "El Evangelio de Mateo", de Passolini, filme en blanco y negro y con pobreza de recursos, que enfatiza los aspectos sociales del mensaje cristiano, y que está dedicado a Juan XXIII. El segundo filme es el "Jesús de Nazaret" de Zefirelli, filmado con derroche de recursos, pobre de ideas, y que presenta a un Jesús distante, frío y ultramundano. El primer filme es de 1965, año de la clausura del Concilio Vaticano II. El segundo es de 1977, un año antes del fallecimiento de Pablo VI.
Pablo VI falleció en 1978. Su sucesión está envuelta en misterios. Su sucesor, Albino Luciani, dio a entender que quería fusionar lo mejor de ambos papados anteriores, el del reformista Juan XXIII y el del conciliador Pablo VI, y se hizo llamar Juan Pablo. Pero Juan Pablo I, "el Papa de la sonrisa", falleció repentinamente tras 33 años de pontificado, generando sospechas nunca bien aclaradas. ¿Intentó acaso llevar el reformismo demasiado lejos? ¿Se metió con la política italiana, con la Mafia italiana, o acaso con el Banco de Roma...? Sea como fuere el nuevo Papa, Karol Wojtyla, era cualquier cosa menos un reformista. Adoptó el nombre de Juan Pablo II, quizás para afirmarse como un continuador de Juan Pablo I, pero en ningún caso fue un continuador de las políticas de Juan XXIII, ni un hombre lábil como Pablo VI.

EL GOLPE DE TIMÓN.
Juan Pablo II era toda una sorpresa. Era el primer Papa no italiano en cuatro siglos y medio. Era el primero en llegar desde la órbita comunista. Era el Papa más joven en asumir en cerca de un siglo (tenía 58 años). Y no era el papabile más esperado de todos.
Juan Pablo II tenía las ideas claras, y era un hombre de acción. De ahí que su Papado haya sido tan decisivo. Su ideario era bastante simple. La Iglesia Católica había hecho bien en la politica de aggiornamiento del Concilio Vaticano II, abandonando las misas en latín y abrazando las peculiaridades religiosas de cada comunidad, pero no hacía bien en abandonar la substancia del autoritarismo papal, de manera que se insistiría en cambios en la forma, pero se volvería a la tradición en el contenido.
Juan Pablo II podría haber convocado a un nuevo Concilio para discutir todo esto, pero no era un hombre de formación demócrata. El hijo de militar, el oprimido por el Tercer Reich, el artista con rasgos de egocentrismo, afloró como un fiero dictador que arremetió a la primera oportunidad contra los reformistas. Viajó a América Latina en 1979, y en la Declaración de Puebla (en México), expuso sus nuevas ideas. Lo hizo con astucia: siguiendo el ejemplo soviético que tan bien conocía, hizo suyas las banderas de reivindicación de los obreros, los indígenas y los oprimidos, y se las arrebató a la marxista Teología de la Liberación. Luego, todos los teólogos críticos al Papado fueron violentamente acallados. A Hans Küng y otros más, se les prohibió enseñar en establecimientos educaciones eclesiásticos, e incluso se les mandó a acallar bajo amenaza de excomunión. En esta labor de limpieza de todos los enemigos de la fe, tal y como él la entendía, recibió una gran ayuda de Joseph Ratzinger, actualmente Papa Benedicto XVI, quien fue prontamente apodado como "Der Panzerkardinal", el "Cardenal Panzer", por su ascendencia alemana y métodos germánicos de imponer el orden.
Al mismo tiempo, se dedicó a un arduo trabajo de reorganización al interior de la Iglesia Católica. El primer resultado de ello fue el nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado en 1981. La idea principal que recorre este Código, es la afirmación absoluta y suprema de la autoridad papal. Luego de lo cual, toda la doctrina católica fue revisada íntegramente, a fin de acomodarla a esta violenta contrarreforma. El resultado de ello es el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1992, que junto con el Código forma un todo orgánico, desde el punto de vista de la ideología católica: el Catolicismo contiene la parte teórica y doctrinal, mientras que el Código contiene los mandatos prácticos y normativos. Leerlos por separado es un absurdo: cada uno de los dos es la mitad de un modelo de Iglesia Católica fuertemente autoritario y jerárquico, hecha a imagen y semejanza de un Papa procedente de un país en donde el Catolicismo se practica a la manera medieval, hijo de un militar, enemigo de toda manifestación emocional que no se despliegue por los canales institucionales correspondientes (sexo dentro del matrimonio, etcétera), y fuertemente condicionado por un ánimo que puede ser calificado sin problemas como de "nacionalismo revanchista".

EL ESPIRITUALISMO Y EL CULTO MARIANO.
Como Papa, Juan Pablo II promovió una visión espiritualista y ultramundana del Catolicismo. No es que no le preocuparan los problemas sociales del aquí y el ahora, pero lo hacía en la dosis justa para dejar sin bandera de lucha a la Teología de la Liberación, por una parte, y por otra, subordinaba los problemas sociales a la búsqueda de la espiritualidad. Su encíclica "Centesimus Annus" (1991), sobre los cien años de la decisiva encíclica "Rerum Novarum" que en 1891 inaguró la doctrina social de la Iglesia, no es sino un pálido reflejo de lo que eran las encíclicas sociales de Juan XXIII. Sintomáticamente, en el sitio web del Vaticano están disponibles actualmente las encíclicas de Juan Pablo II sobre el particular, pero no las de Juan XXIII...
Este espiritualismo, Juan Pablo II, el hombre que siendo Karol Wojtyla había perdido tempranamente a su madre, lo volcó en el Culto Mariano. Después del atentado contra su vida, efectuado por Ali Agca en 1981, atribuyó sin reservas su salvación a la intercesión de la Virgen, lo que no es otra cosa sino una capitulación ante su propia necesidad emocional de sentirse protegido por una presencia femenina maternal en su vida. Juan Pablo II se convirtió en adalid de un feminismo pasivo, en donde la mujer tiene que ser sumisa al hombre, la mentalidad clásica de la Iglesia Católica arcaica que, por cierto, es parte de la atmósfera espiritual polaca en donde se formó Wojtyla.
De esta manera, el círculo se cierra. Juan Pablo II había traído los usos y costumbres del Catolicismo de su Polonia nativa al Vaticano, pero no se daba cuenta de que el mundo hacía rato que había abandonado la mentalidad y atmósfera medieval. Algo que para un hombre autoritario, acostumbrado a mandar y obedecer, y que ahora no tenía que obedecer a nadie, no tenía la menor importancia.

(LA CUARTA ENTREGA Y FINAL DE ESTA SERIE, "LA SUPERESTRELLA", SERÁ PUBLICADA EL PRÓXIMO DOMINGO 02 DE ABRIL EN EL OJO DE LA ETERNIDAD).

26 marzo 2006

OSIRIS.

Uno de los más interesantes ciclos míticos antiguos, se refiere al dios Osiris, encarnación egipcia por excelencia del héroe que muere y resucita para salvación de la Humanidad. El Ojo de la Eternidad hace un repaso por uno de los primeros mitos del Redentor en la historia humana.

SEGUIMOS CON PROBLEMAS CON BLOGGER, ASÍ ES QUE SEGUIMOS POSTEANDO SIN IMÁGENES. HASTA LA PRÓXIMA, POR LO MENOS.

LA LEYENDA DE OSIRIS.
Para quienes conozcan el nombre de Osiris sólo por "El último vuelo del Osiris" de "Animatrix", es bueno hacer un repaso de la leyenda en torno a este dios egipcio.
El mito egipcio de Osiris refiere como, antes de la historia propiamente tal, Osiris sucedió a su padre Geb en el trono del Bajo Egipto. Allí conquistó al Alto Egipto y unificó por tanto Egipto, a la par que enseñó la metalurgia y las artes místicas. Le asesoraban su esposa Isis, la hechicera encarnación de la sabiduría, el dios civilizador Tot, y los dioses Anubis y Upuat. Durante 28 años de reinado, Osiris convirtió a Egipto en un país próspero y civilizado, una verdadera edad de oro.
Todo esto despertó el odio, el recelo y la envidia de Set, hermano de Osiris, quien era el dios del desierto, la sequedad, y en definitiva, de la muerte. O sea, Set representaba justamente todos los valores opuestos a Osiris. Durante una fiesta, Set le tendió una emboscada a su hermano. Ofreció a los presentes un bello sarcófago como regalo, diciendo que sería para quien le quedara. Cuando Osiris ingresó al sarcófago, irrumpieron 72 conjurados que acompañaban a Set, lo cerraron con Osiris adentro, y se lo llevaron, arrojándolo al Río Nilo.
Desconsolada, la diosa Isis persiguió el destino del sarcófago hasta Biblos, en Fenicia. Allí consiguió recobrarlo. Furioso porque sus planes no habían salido todo lo bien que esperaba, Osiris se apoderó del cuerpo de Osiris y lo repartió en pedazos. Isis, pacientemente, fue buscando los pedazos uno a uno, recuperándolos todos, salvo los genitales, que habían servido de banquete a un pez. Isis no se arredró por ello: resucitó a Osiris por medio de artes mágicas, creando un cuerpo eterno e inmortal, un zert, es decir, la primera momia. Por medio de más magia, se embarazó de su marido, y dio a luz a Horus.
Cuando llegó a la edad de la madurez, Horus capitaneó las fuerzas de su padre, y se rebeló en contra de Set. En la batalla subsiguiente, las hordas de Set fueron derrotadas, su líder fue apresado, y llevado a juicio delante del tribunal de Tot, quien lo condenó sin más. De este modo, Horus, hijo y heredero de Osiris, quedó entronizado como rey de Egipto.
En cuanto a su padre, seguía vivo, pero en el mundo de los inmortales, en donde ha quedado instaurado como juez supremo. Allí, en su propio tribunal, juzga y pesa las almas de los difuntos sobre una balanza, poniendo su corazón en un plato de la misma, y una pluma (símbolo de la verdad) en la otra. Si pesan iguales, el difunto ingresa a la bienaventuranza de Osiris. Si el corazón pesa más que la pluma, aquejado por el peso de la mentira y la falsedad, entonces el difunto era destinado a un monstruoso cocodrilo que se lo devoraría. Tal es el llamado "Juicio de Osiris".

EL SIGNIFICADO DEL MITO DE OSIRIS.
El Mito de Osiris tuvo y tiene una vitalidad extraordinaria, porque admite una buena cantidad de lecturas. La más obvia de ellas es un relato mitológico lleno de acción y aventuras, como otros muchos antes y después en la historia. Pero hay otros niveles.
Un segundo nivel es el mito político. Es decir, la historia de Osiris es reflejo de las convulsiones políticas y sociales del Egipto antiguo. En el Egipto Antiguo, la unificación fue producto no del Delta, el Bajo Egipto, sino del Alto Egipto, al revés de lo planteado por el mito de Osiris. El culto de Osiris principió en el Bajo Egipto, y de ahí que se asocie su "edad de oro" al Bajo Egipto, precisamente. Es decir, hay un sutil rapapolvo al poderío del Alto Egipto, insultándolos delicadamente al tratarlos de "usurpadores". Es de recordar que el Alto Egipto, para legitimar su poder, adoptó como emblema el halcón, es decir, al dios Horus.
Pero hay una tercera lectura, que es la más interesante. Osiris es uno de los primeros héroes solares conocidos, un dios que es muerto por el mal (Set), y resucitado por el amor de la Gran Diosa Madre, papel que desempeña en este caso la diosa Isis. El ritual de Osiris estaba conscientemente dirigido a enfatizar este aspecto: sus 70 días de muerto coincidían con los 70 días que la estrella Sotis (Sirio) desaparece en el cielo. La reaparición de Sotis, coincidente con la resurrección de Osiris, marcaba también el inicio de las inundaciones del Río Nilo, que traen la fertilidad a Egipto.

EL DESTINO DE LA RELIGIÓN DE OSIRIS.
El origen del culto a Osiris es desconocido. Una tesis sostiene que Osiris es una versión egipcia de un dios procedente de Asia, lo que lo emparentaría con el Tammuz babilónico y el Adonis cananeo. Otra tesis sostiene que Osiris es un desarrollo religioso netamente egipcio. Sea como sea, Osiris calzó bastante mal con la mitología egipcia, y cuando lo hizo, fue de manera harto forzada.
El mito de enlace entre Osiris y el resto de los dioses, fue una operación política de los sacerdotes del Reino Medio egipcio (hacia 2000-1750 aC). El gran dios faraónico Ra, el dios solar, habría sido emboscado por Isis, quien le habría engañado y extorsionado para hacerle decir su nombre secreto. Desde entonces la diosa Isis (ahora malvada, y no benefactora) habría obtenido un poder supremo. En consecuencia, Ra habría tenido que compartir su poderío con Osiris. De este modo, Horus pasa a simbolizar el Sol Naciente (del amanecer), Ra el Sol Triunfante (del mediodía), y Osiris el Sol Muriente (del ocaso). Una incómoda componenda política, que no alcanza en verdad a empañar la belleza de uno de los primeros mitos históricos conocidos.

23 marzo 2006

JUAN PABLO II (2 DE 4): EL SACERDOTE.

Nadie puede dudar de que Juan Pablo II es uno de los más importantes personajes de la Iglesia Católica en el siglo XX. En vísperas de cumplirse un año de su muerte, en El Ojo de la Eternidad hemos iniciado una serie de artículos que hacen una pequeña biografía de este personaje. En la entrega anterior, detallábamos cómo su condición de polaco, y sus primeros años, influirían en su carácter y temperamento. En esta entrega, El Ojo de la Eternidad detalla cómo llegó al sacerdocio, y cómo fue construyéndose su ideología personal.


[IMAGEN SUPERIOR: Retrato de Juan Pablo II al óleo, pintado por Oleg Ravdan].

ENTREGAS ANTERIORES:
Juan Pablo II (1 de 4): el polaco.

WOJTYLA ARTISTA.
La Segunda Guerra Mundial estalló cuando Karol Wojtyla se acercaba a la veintena. Era en esa época un joven lleno de inquietudes y sensibilidad. Algunos sacerdotes habían descubierto ya en él una vena apta para el sacerdocio, pero los planes de Wojtyla eran algo más mundanos. Para Wojtyla, la única salida a su temperamento quizás excesivamente hipersensible, era vaciarlo en letras de molde. Es decir, ser un artista.
La guerra cambiaría muchas cosas, por supuesto. En 1939, luego de apenas un mes de combates, la vieja y romántica caballería polaca sería diezmada por el poder moderno de las Panzerdivisionen alemanas. La ocupación de Polonia por parte del Tercer Reich duraría hasta 1945. Y sería enormemente cruenta. Los nazis comenzaron en Polonia sus labores para eliminar a los judíos. La respuesta fue la rebelión del Ghetto de Varsovia, en 1943, rebelión tan heroica como desesperada, por cuanto fue ahogada en un baño de sangre.
El artista rebelde que había en Wojtyla, encontró veta fértil por aquellos años. Escribió algunas obras teatrales que pasaron sin mayor trascendencia. En la década de 1980, una vez que Karol Wojtyla se hubo convertido en Papa Juan Pablo II, algunos avispados productores aprovecharon de rescatarlas y hacer algunos telefilmes con ellas, los cuales, una vez más, tampoco resultaron ser exitosos, más allá de la curiosidad inicial por saber qué cosas escribía Juan Pablo II, antes de ser Juan Pablo II.
También emergió el nacionalista en Wojtyla. Se rebeló contra el Tercer Reich, pero no como un partisano. Montaba obras teatrales con una compañía, en un régimen de semiclandestinidad. La actividad teatral ha sido desde siempre un foco de rebeldía política, bajo ciertas condiciones. Nunca se insistirá lo suficiente en lo importante que fue este período en la vida posterior de Juan Pablo II, debido a la adquisición y desarrollo de sus facultades teatrales y actorales, dotes que décadas después, en pleno auge de las telecomunicaciones, resultarían decisivas para construir la imagen del Papa carismático con el cual se lo conocerá después.
También Juan Pablo II entró en contacto más profundo con el mundo obrero. Su propia experiencia como tal, en los días de su pontificado, le llevaría a tratar de acercarse a los más humildes, aunque de una manera un tanto peculiar, como tendremos ocasión de apreciar.

EL SACERDOTE.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, Polonia cayó bajo el régimen de la ocupación soviética. Aunque nominalmente independiente, en los hechos la independencia que Polonia había obtenido en la Primera Guerra Mundial, se había terminado.
Sumado a eso, falleció el padre de Wojtyla. Todo esto llevó a Karol, que por ese entonces había sobrepasado el cuarto de siglo, a hacerse algunos cuestionamientos vitales. Curiosamente, fue en la Iglesia Católica donde encontró nuevos cauces para su rebeldía, ahora que la vida actoral y literaria no parecía satisfacerle.
Seguir el curso de sus cambios psicológicos en aquellos años no es labor especialmente difícil. Las personalidades autoritarias tienden a estructurar al mundo de manera jerárquica: alguien manda, y alguien obedece. Wojtyla no quería que los nazis o los soviéticos mandaran. Por tanto, tenía que mandar él. La única manera de conseguirlo era uniéndose a algo que representara bien a Polonia: es decir, por tradición nacionalista polaca, la Iglesia Católica. No es el primero con personalidad autoritaria que se une de esa manera a una institución autoritaria (o bien la crea, aunque éste no es el caso).
Hasta ese minuto, a pesar de su vocación literaria, lo cierto es que Karol Wojtyla había resultado ser un hombre carente de grandes ideas. Era más bien el prototipo de personaje de acción, hábil para hacer cosas más que para ideologizar sobre ellas. Una muestra de esto se encuentra en su afición por el deporte, la cual es bastante inusual entre el grueso del sacerdocio. Este carácter de hombre de acción le otorgó dentro de la Iglesia Católica el éxito que no había alcanzado en las tablas. En aquellos años, pertenecer a la Iglesia Católica en Polonia significaba alistarse de manera automática contra el régimen soviético de ocupación. En la década de 1950, Wojtyla se haría de un nombre importante como decidido opositor a los soviéticos. Comenzó a surgir entonces una de las facetas más criticadas de Wojtyla: el derechista.

LAS OPCIONES TEOLÓGICAS.
Con todos estos antecedentes, no es raro que Karol Wojtyla haya enfilado sus ideas hacia la derecha. En primer lugar era antisoviético, de manera que no podía alistarse con la izquierda. En segundo lugar era una personalidad autoritaria, cuyo temperamento venía reforzado por una institución autoritaria y jerárquica, cual era la Iglesia Católica, y en donde por primera vez podía hacer cosas, no simplemente reaccionar como ante la muerte de su madre, su hermano y su padre, o ante la ocupación alemana. Es decir, Wojtyla encajó a las maravillas dentro de la Iglesia Católica, y terminaría enrolándose dentro de la línea de pensamiento más conservadora.
En los años del Concilio Vaticano II (1962-1965), la Iglesia Católica vivió una profunda división. El Papa Juan XXIII era consciente de la profunda necesidad de reformas. Había un fuerte movimiento teológico que postulaba sin ambages que la Iglesia Católica debía atender no sólo a la salvación de las almas, sino también al bienestar de los cuerpos, lo que está expresado a cabalidad en la Encíclica "Mater et Magistra", de Juan XXIII (1958-1963). En el bando contrario estaban quienes propugnaban una visión clásica, tridentina, espiritualista y ultramundana de la Iglesia Católica, según la cual primero ha de buscarse el Reino de los Cielos, y después todo lo demás habrá de llegar por añadidura.
En esta segunda línea se inscribiría Juan Pablo II. Podría pensarse que su experiencia con el mundo obrero podría promoverle en otra dirección, pero no se daban las condiciones para esto. En primer lugar, a pesar de que Polonia era una especie de "Europa de segunda clase", el obrero polaco estaba en muchas mejores condiciones, dentro de lo que cabía, que el obrero del Tercer Mundo, y no es casualidad que es en el Tercer Mundo en donde surgieran con mayor fuerza los movimientos socializantes al interior de la Iglesia Católica. En segundo lugar, Wojtyla era antisoviético, y los soviéticos habían hecho del movimiento obrero su bandera de lucha (en los dichos, por lo menos), por lo que Wojtyla, por reacción, tenía que afiliarse en el bando contrario. En tercer lugar, sostener que la lucha por la dignidad del obrero debía traducirse en una lucha material implicaba un cierto ideal de igualdad social que iba contra el autoritarismo propio de la personalidad de Wojtyla. O sea, Wojtyla simpatizaba con los obreros, pero no podía hacerse partícipe de su causa.
Sea como fuere, una vez más quedó claro que Wojtyla no era hombre de ideas profundas. En el Concilio Vaticano II llamó la atención por su juventud y convicciones, pero no por la especial profundidad de sus ideas. En ese sentido, quien se llevó la palma fue Joseph Ratzinger, quien con el correr del tiempo se transformaría en un gran aliado de Juan Pablo II, pero que en ese tiempo estaba inscrito en la trinchera contraria, entre los reformistas.

(LA TERCERA ENTREGA DE ESTA SERIE, "EL PAPA", SERÁ PUBLICADA EL PRÓXIMO JUEVES 30 DE MARZO, EN EL OJO DE LA ETERNIDAD).

19 marzo 2006

EL MISTERIO DE LA FUERZA VITAL.

¿Qué es la vida? ¿Hay operando tras ella una misteriosa fuerza vital? ¿O por el contrario, es sólo un conjunto de aminoácidos operando según las reglas de la vil materia? Uno de los grandes pilares de la religión en todos los tiempos ha sido el llamado "misterio de la vida", aquello que nos hace distintos a la materia inanimada. Pero la ciencia moderna ha redefinido el concepto de vida, y en cierto modo, lo ha destruido. El Ojo de la Eternidad aborda un peliagudo tema que se extiende a través de la Ciencia, la Filosofía, la Religión y el Ocultismo: el secreto de la naturaleza de la vida.


[IMAGEN SUPERIOR: Estructura del ADN, molécula autorreplicante que contiene toda la información necesaria para crear un ser viviente. Es la alternativa moderna a las antiguas explicaciones sobre el fenómeno de la vida].

EL "MISTERIO DE LA VIDA".
Uno de los grandes enigmas que han afrontado generaciones de seres humanos, es el problema de por qué un perro camina y habla, y una piedra no. ¿Qué condición especial tienen las criaturas vivientes, de la que carece la materia inanimada? Para peor, dicha condición, sea lo que sea, puede perderse por la muerte. De esta manera, un hermoso ser vivo que respira y se mueve, puede dejar tras de sí un cadáver inerte pudriéndose. Y eso, por no hablar de su origen, que hasta hace no mucho era un misterio: ciertas criaturas, como los mamíferos, creaban misteriosamente un bebé después de que sus vientres se abultaban, otras generaban en el seno de sus organismos huevos que podían eclosionar en pollos o crías de cocodrilos, y aún otros (las plantas) podían engendrar semillas que, por algún misterioso proceso en el seno de la tierra, engendraban gigantescos árboles. Una de las parábolas favoritas de Jesús para señalar la ganancia obtenida por el sacrificio, era la de la pequeña semilla de mostaza que "muere", y con su muerte da mucho fruto, nada menos que todo un árbol de mostaza...
Como los antiguos, no por falta de ingenio sino más bien por no disponer de herramientas técnicas adecuadas, no fueron capaces de resolver el enigma por medios científicos, tuvieron que recurrir a otra clase de explicaciones. De ahí que comenzó a hablarse de la "fuerza vital". Algunas culturas (no todas) diseñaron, por ejemplo, el concepto de alma, aquella parte que nos daba la vida y nos permitía animarnos y movernos. En el relato bíblico de la Creación, cuando Dios crea a Adán a partir del barro, le insufla el alma en forma de "aliento vital" por las narices. El "aliento vital" es el concepto favorito de muchos para explicar la vida.
Por cierto, el concepto de vida era sumamente elástico. En el Génesis, por ejemplo, sólo los animales son considerados seres vivientes, y las plantas no. Se dice que en el Paraíso Terrenal, Adán y Eva no comían otros animales y las fieras no se devoraban entre ellos, de lo que se deduce que tenían que ser herbívoros, máxime cuando Dios les autoriza explícitamente a comer de todos los frutos (salvo de la consabida Manzana Prohibida y etcétera). En el relato del Diluvio Universal, por su parte, la señal de que existe tierra es el regreso de la paloma con una rama de olivo, lo que plantea una legítima pregunta: ¿cómo se las arregló un olivo para sobrevivir en agua salada y sin luz 40 días y 40 noches? Pues bien, si un olivo no está vivo, entonces no "come" ni "respira", así es que podría perfectamente sobrevivir en tales condiciones sin que nada le pasara.

LAS FILOSOFÍAS VITALISTAS.
Numerosos filósofos han sucumbido también al encanto de explicar la naturaleza humana en términos de una dicotomía entre lo vivo y lo inerte. Para el griego Anaxímenes, por ejemplo, el principio vital era el aire. Esto, inspirado en el hecho de que cuando una persona perece, expulsa "el último aliento". Harto más tarde que él, en pleno Imperio Romano, los filósofos neoplatónicos y los gnósticos hacían toda una serie de gradaciones entre lo vivo y lo inerte. Lo vivo, según ellos (el alma, en su lenguaje) emanaba desde Dios o el Creador, o cualquiera fuera el nombre que le dieran, a través de una serie de gradaciones cada vez más hundidas en la materia (y por tanto, según ellos, cada vez más malignas), hasta acabar en la grosera materia inerte. O sea, identifican la vida con bondad y lo inerte con maldad. Sobre los problemas lógicos que esta posición acarrea, hablaremos algún día en EODLE.
En fecha bien reciente, aún hemos tenido resabios de dichas ideas vitalistas. En 1859, Charles Darwin publicó su obra "El origen de las especies", en donde explicaba el fenómeno de la evolución natural. Su rudo mecanicismo descolocó a muchos, ya que Darwin no explicaba nada sobre la naturaleza misma de la vida, sino que se limitaba a mostrar cómo ésta mutaba en el tiempo. De ahí se colgaron varios filósofos, como Spencer, y en particular Bergson, para resucitar el vitalismo. Según ellos, la evolución tendía irresistiblemente hacia arriba porque había un impulso vital que llevaba la evolución en dicha dirección, desde lo material a lo espiritual. Lo que no era sino una resurrección del viejo Neoplatonismo y Gnosticismo, pero ahora en versión cientifista decimonónica (y del siglo XX, como en el caso de Bergson). Una versión católica de dichas ideas, también irresistiblemente vitalistas, la plasmó Teilhard de Chardin, quien opinaba que la vida tendía irresistiblemente hacia el Punto Omega, o lo que es lo mismo, hacia Cristo.

"DIE MENSCH MASCHINE".
Por otra parte, en el siglo XVII, comenzaron a popularizarse algunas filosofías que negaban el fenómeno de la vida. Estas doctrinas mecanicistas consideraban a los seres vivos como una especie de máquinas o mecanismos de relojería, sumamente complejos, pero máquinas a fin de cuentas. O sea, un perrillo faldero que mueva alegremente la cola sólo aparenta tener sentimientos, ya que en el fondo, es una máquina. La Méttrie, en el siglo XVIII, llevó esta doctrina al extremo, en su libro "El hombre máquina", considerando que el propio ser humano no era otra cosa sino eso, una sofisticada máquina.
Tales ideas han avanzado desde el siglo XIX, y todavía tienen un fuerte eco. En su libro "Gaia: una nueva visión de la vida sobre la Tierra", el científico James Lovelock planteó derechamente, aunque no de manera explícita, que el concepto clásico de "vida" no tenía mayor razón de ser. El análisis de Lovelock abre la compuerta para considerar incluso al planeta Tierra (Gaia) como un ser viviente. En definitiva, Lovelock ve a la vida como un sistema cibernético, es decir, como un sistema con "input" y "output" (entradas y salidas), al igual que cualquier otro sistema posible (una redoma con productos químicos, una jaula con cobayas en un laboratorio, una fábrica, o las finanzas de una nación cualquiera). Las ideas de la criatura viviente como máquina y como sistema cibernético, comparten en común el hecho de negarle carta de naturaleza a la misteriosa "fuerza vital", tal y como se la quiera llamar.

PERO... ¿Y QUÉ ES LA VIDA?
A partir del siglo XIX, las investigaciones sobre el fenómeno de la vida cobraron un impulso decisivo. Charles Darwin demostró que ésta evoluciona con el tiempo, aunque los detalles del Darwinismo son discutidos hasta el día de hoy. Después, Gregor Mendel detalló el mecanismo genético por el cual esta evolución se produce. Tiempo después, en 1928, se descubrió que la información necesaria para dicho mecanismo genético estaba radicado en una molécula, el ácido desoxirribonucleico o ADN, y en 1952, al crear su modelo de molécula en doble hélice, los investigadores Watson y Crick demostraron como el ADN podía replicarse a sí mismo, y de paso, replicar la información que contiene, posibilitando así todos los fenómenos descritos por Mendel y Darwin. Es decir, parecía ser que, a fin de cuentas, los vitalistas tenían perdida la batalla, ya que la vida dejaba de ser un "don de Dios", para explicarse por una serie de vulgares reacciones químicas.
Y sin embargo, la cuestión no está terminada todavía. El fenómeno de la vida esconde aún un misterio decisivo. Desde el siglo XIX se sabe que toda la naturaleza tiende hacia estados de desorden o equilibrio, llamados "estados de máxima entropía". Así, una habitación ordenada tiende a desordenarse, una casa a enfriarse, un vaso a romperse y un imperio a disolverse, todos ellos estados últimos en donde hay homogeneidad absoluta. El mundo tiende del orden al desorden, y eso es una tendencia irrefrenable. Sin embargo, la vida funciona justamente al revés: crea orden (moléculas complejas) allí donde había desorden (moléculas simples). El origen de la vida sigue siendo, y no en balde, uno de los más grandes misterios aún pendientes de la ciencia moderna. Aunque parezca demostrado que no existe nada parecido a una misteriosa fuerza vital, y no haya rastros de la existencia del alma por ninguna parte, no todos los misterios en torno a la naturaleza de la vida se han terminado.

16 marzo 2006

JUAN PABLO II (1 DE 4): EL POLACO.

Está próximo a cumplirse un año del fallecimiento de Karol Wojtila, Papa Juan Pablo II (1978-2004). Su pontificado, que coexistió en el tiempo con el ascenso de los medios computacionales de comunicación como Internet, el E-Mail o los blogs, ha sido sin lugar a dudas el más mediático de todos los tiempos. En su torno se han gestado dos grandes visiones, según sus defensores y detractores. ¿Fue realmente un Papado novedoso e inspirador, o por el contrario, fue un retroceso para la Iglesia Católica? A lo largo de una serie de cuatro artículos semanales, El Ojo de la Eternidad se complace en presentar su proyecto más ambicioso: una biografía del que, para bien o para mal, es probablemente el Papa más importante del siglo XX.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Fotografía de Juan Pablo II, en sus tiempos de juventud en que todavía era Karol Wojtyla].

EN TIERRAS POLACAS.
Que todo ser humano es producto de su medio y entorno, eso es algo que a nadie debería caberle dudas. En muchos sentidos, Juan Pablo II lo es. Probablemente es, para bien o para mal, con Juan XXIII, el Papa más importante de todo el siglo XX. Pero Juan XXIII era un Papa criado en la atmósfera cultural anterior a las guerras mundiales, y por tanto, su Papado respondió en muchos aspectos a las preocupaciones de aquella época. Juan Pablo II, en cambio, es un hijo cabal de la segunda mitad del siglo XX, y se forjó en lo más crudo de la Segunda Guerra Mundial, y de la posterior caída de la Cortina de Hierro sobre su Polonia natal.
Que Karol Wojtyla, Papa Juan Pablo II, era polaco, no es un dato para nada irrelevante. Desde el fallecimiento del holandés Adriano VI, en 1522, todos los Papas sin excepción habían sido italianos. Un par de décadas antes, en su novela "Las sandalias del pescador" (hay película, protagonizada por Anthony Queen), el escritor Morris West se había permitido fantasear sobre un futuro hipotético Papa ucraniano, como algo que no se vería en mucho, mucho tiempo. No fue ucraniano sino polaco, el primer Papa no italiano en 456 años, pero de todas maneras fue alguien procedente desde el mundo comunista.
La historia de Polonia es bastante agitada, y contribuye a explicar no pocas cosas de la personalidad y pontificado de Juan Pablo II. Poblada de tribus bárbaras hasta la Edad Media, fue sometida en el siglo X a un intenso proceso de germanización, por obra de colonos procedentes del Sacro Imperio Romano Germánico. Se inaguró así el sino maldito de Polonia: ser la eterna segundona y rezagada de una Germania mucho más cercana a los grandes núcleos de la civilización europea (Inglaterra, Francia, Italia), y por ende, más aventajada en el arte de conquistar y dominar con "lo moderno" en materia de política y guerra. En 1795, después de varios repartos, sus voraces vecinos (Prusia, Rusia y Austria) se la repartieron íntegramente como un pastel.
Este eterno retraso de Polonia con respecto al resto de Europa, ha marcado también su atmósfera religiosa y espiritual. Mientras Alemania, Inglaterra y Escandinavia se pasaban al campo del Protestantismo, Polonia permanecía irreductiblemente católica. Algo de instinto rebelde hay en ello: la Polonia católica era un constante reto contra los principados protestantes alemanes, y también contra el poderío de la Iglesia Ortodoxa, que por esos años de la Reforma se organizaba en torno al Patriarcado Autocéfalo de Moscú. ¿Y Polonia? Siempre obediente al Papado. Incluso en el siglo XIX, Polonia vivió un fuerte movimiento de renacimiento espiritual, muy vinculado a la corriente nacionalista romántica.
El movimiento nacionalista romántico pasó de largo por Polonia. No es que no existiera, como lo testimonian por ejemplo las novelas de Henryk Sienkiewicz. Este autor escribió entre otras, la famosa "Quo Vadis", en donde monta en un escenario "de romanos y cristianos" un enorme alegato político contra la opresión que entonces vivía Polonia a manos de las potencias extranjeras. No es casualidad que Nerón y los romanos sean representados en dicha obra como viciosos y corruptos, y los cristianos como dechados de moralidad y virtudes: es que entre líneas Sienkiewicz estaba hablando de rusos y polacos, no de romanos y cristianos.
Polonia vino a obtener su independencia recién después de la Primera Guerra Mundial. Poco después, en 1920, nació Karol Wojtyla.

LOS AÑOS TEMPRANOS DE WOJTYLA.
¿Cuánto de toda la atmósfera espiritual de la Polonia natal de Karol Wojtyla se infiltró en éste? Conociendo sus antecedentes familiares, es indudable que mucho.
El padre de Karol Wojtyla era un antiguo oficial de ejército, veterano de la Primera Guerra Mundial. No es demasiado difícil suponerle, como todos los militares de todo tiempo y lugar, un nacionalista convencido de la sacrosantidad del concepto de nación. Esto explica uno de los rasgos en apariencia contradictorios de Wojtyla: el ser un Papa universalista, dirigido a todo el mundo en general, pero decididamente enfocado en los asuntos de su Polonia natal. De hecho, las viscisitudes políticas de Polonia marcarían profundamente su ideario político.
Otro aspecto importante que quizás provenga de su padre militar, sea su temperamento fuertemente autoritario. Como Papa Juan Pablo II, Wojtyla dará suficientes muestras de sostener una visión del mundo en donde alguien manda y alguien obedece, sin posibilidad de "entendimientos horizontales".
La madre de Karol Wojtyla, por su parte, era una católica acérrima. En los países "de avanzada" de Europa, ser católico podía significar muchas cosas, pero ser católico en Polonia significaba profesarlo de la manera pietista y medieval propia de aquel país en aquellos años (y aún en la actualidad, en muchos aspectos). Por supuesto que dicho Catolicismo se infiltraría profundamente en las venas de Karol Wojtyla, así como su propia madre tampoco podía escapar de su tiempo y lugar.
La madre de Wojtyla falleció cuando Karol era todavía un niño. Esto puede haber impulsado una fuerte carencia, que llevó a Wojtyla a traspasar su devoción hacia el "eterno femenino" a una figura aún más grande: la Virgen María. Es altamente probable que aquí estén las raíces de la reactivación del Culto Mariano, que Wojtyla promovió con tanta fuerza durante su pontificado.
Desde pequeño, Karol dio muestras de un temperamento estoico y muy poco emocional. Cuánto de carácter y genética haya en eso, y cuánto de formación, es difícil decirlo. Probablemente Wojtyla fuera un tipo frío y flemático, o con incapacidad para expresar sentimientos profundos, y su formación católica le dio un sustrato ideológico a esa incapacidad, sublimándola como devoción a Dios.
Alcanzada la adolescencia, producto de todas estas influencias, Karol Wojtyla se perfilaba como un hombre hipersensible e incapaz de expresar sus sentimientos, y por tanto, sublimándolos a través de una mentalidad que era mezcla de nacionalismo activo y quietismo católico. Había sólo un camino para un hombre así: el arte. Nadie duda de que una vez convertido en Juan Pablo II, Karol Wojtyla fue un gran artista de los medios de masas, pero para eso tendría que venir algo antes: la Segunda Guerra Mundial.

(LA SEGUNDA PARTE DE ESTA SERIE, "EL SACERDOTE", SERÁ PUBLICADA EL PRÓXIMO JUEVES 23 DE MARZO, EN EL OJO DE LA ETERNIDAD).

12 marzo 2006

MAHAYANA: EL GRAN VEHÍCULO DEL BUDISMO

¿Qué es el Budismo? ¿Una filosofía de vida cargada de misticismo? ¿O una religión sin dios? El grupo de sectas y creencias agrupadas en torno al Budismo es tan grande, que no es posible abarcarlas todas en un solo artículo. Pero como en EODLE no le hemos dedicado hasta el momento ningún artículo, pues bien, por alguna parte había que empezar. El Ojo de la Eternidad se adentra ahora en el mundo de la más consoladora y religiosa de las variantes del Budismo: el Mahayana.


[ILUSTRACIÓN SUPERIOR: Buda dorado, estatua ubicada en Bangkok, Tailandia. El Budismo se expandió inconteniblemente por todo el Lejano Oriente, y cada pueblo adaptó la figura de Buda de acuerdo a sus cánones escultóricos particulares].

EN SUS ORÍGENES...
Hablar del Budismo es, en más de un aspecto, hacerlo respecto de un gigantesco continente religioso, aún más grande que el Cristianismo. En nombre de Buda se han dicho tantas doctrinas distintas, partiendo desde religiones hechas y derechas como el Lamaísmo del Tibet, hasta filosofías que niegan por completo la doctrina en beneficio de la suspensión de la racionalidad, como el Zen japonés.
Una de las más exitosas variantes del Budismo, y una de las que más se acerca al conocimiento nuestro de lo que es una religión, es el llamado "Mahayana", el Gran Vehículo. Este se opone en principio al "Hinayana", el Pequeño Vehículo.
El Budismo más ortodoxo, aquél que el mismo Buda predicó, es en realidad el Hinayana. Muchos se preguntan si el Budismo es en verdad una religión, una filosofía, o un simple recetario para la vida. Si asumimos que una religión es un conjunto de doctrinas de carácter teísta (es decir, que se centran en la relación de un fiel con un dios), entonces es claro que el Hinayana no es una religión sino una filosofía de vida, no demasiado diferente a lo que predicaban los estoicos en la Antigua Grecia por ejemplo, aunque un tanto más extrema (los estoicos jamás llegaron al extremo de negar el propio yo hasta predicar su aniquilación, como Buda). Esto elimina la vieja paradoja de considerar religión a un predicador como Buda que, por decirlo en términos suaves, en realidad era un agnóstico, ya que se desentiende por completo de los dioses y las explicaciones divinas sobre el universo.
Las creencias de Buda son fáciles de sistematizar. Predicaba que la vida es sufrimiento, y el sufrimiento se origina en el deseo. Si dejamos de desear cosas, lo que podemos hacer llevando una vida virtuosa, cesará nuesta existencia, podremos alejarnos de la rueda de las reencarnaciones, y sumergirnos en el nirvana. ¿Demasiado duro, quizás? Lo es en verdad. Esa es la razón por la que el Budismo pronto desarrollaría variantes mucho más suaves del Hinayana.

DEJEN A LOS BUDISTAS VENIR A MI.
En la época de Buda, la religión védica tradicional de la India había caído en un enorme descrédito, debido a los abusos perpetrados por los brahmanes, los sacerdotes de dicha religión, los que quedan bien reflejados en un sistema de castas en donde los de más abajo, los "parias" o "intocables", eran tan maltratados, que hasta hoy en día usamos la palabra "paria" para descrbir a alguien completamente excluído del sistema social. Buda (junto con otro sabio llamado Mahavira, fundador de una doctrina afín llamada el Jainismo) abrieron fuego contra dicha religión tradicional, poniendo énfasis no en el ritual externo sino la condición interna de la persona. Pero desde siempre, para las masas ha resultado extraordinariamente duro vivir de esta manera, haciéndose responsables de la propia salvación espiritual, de modo que en algún minuto tenía que venir la retrogradación hacia formas más rituales de culto, en donde la salvación dependa menos de una actitud personal, que del seguimiento ritual y escrupuloso de ciertas doctrinas y ritos que revestirían un carácter mágico, y por tanto, de "salvación automática". El propio Buda, que se había rebelado contra los dioses, iba así a terminar transformado en un dios.
El Budismo se propagó extraordinariamente en la India durante el siglo III a.C., aprovechando el patrocinio del por entonces gobernante Imperio Maurya. Cuando éste fue destruido en el año 185 a.C., una serie de invasores extranjeros atacaron la India: los griegos bactrianos, los saces, los partos, los kushan, etcétera. En el siglo I d.C., los kushan o kusanas formaron un gigantesco imperio que abarcaba buena parte de Asia central, y la India. En la corte de los reyes kusanas, se produjo una extraordinaria mezcla cultural entre la civilización griega y el mundo índico. En este contexto surgió el Mahayana.

LA MIXTURA DEL MAHAYANA.
El Mahayana es un Budismo sui generis, que mezcla elementos del mundo griego y del mundo índico. En ese sentido se parece al Cristianismo, que mezcla elementos del mundo grecorromano con una base proveniente del mundo judío. Para el Mahayana, el Siddharta Gautama histórico (el Buda) es sólo una de infinitas reencarnaciones del Boddhisatva, el héroe salvador mahayánico. Según la creencia mahayánica, el Boddhisatva ha renunciado a todos los deseos posibles, pero al estar a punto de entrar en el nirvana y disolver su propia individualidad, renuncia incluso a esta última tentación, gracias a su infinita compasión, y se sacrifica a sí mismo para regresar a la rueda de la existencia un número infinito, o al menos incontable de veces, para guiar una y otra vez, en sus múltiples reencarnaciones, al género humano hacia la salvación y el nirvana. El Boddhisatva es, por tanto, alguien que ha llevado la doctrina budista hasta su último extremo lógico, y al mismo tiempo, se convierte en un sóter ("salvador", en griego), en el mejor sentido griego del término, el mismo sentido en que llaman "sóter" o "salvador" a Jesucristo los primeros escritores cristianos (sólo que su sacrificio no es la vida propiamente tal, sino la salvación eterna).
En ese sentido, el Mahayana se comporta más acorde a los cánones que esperaríamos de una religión tradicional, incluyendo la figura del salvador, lejano descendiente del Dios Muriente o Sonnenmensch tan caro a las religiones (figura que hemos mencionado ya en El Ojo de la Eternidad). Incluso dentro del Mahayana se produce la relación entre el Dios Muriente y la Gran Diosa Madre, enmascarada en la figura de Maya, la madre virgen de Buda. El carácter más religioso que filosófico del Mahayana queda de manifiesto por el desplazamiento desde la autoconfianza en el propio desarrollo espiritual, hacia la confianza en la compasión del Boddhisatva.
El Budismo en casi todas sus formas desapareció de la India. Cuando surgió el Imperio Gupta en el siglo III d.C. (derruido ya el Imperio Kusana), una violenta reacción militante del Hinduismo expulsó al Budismo. Este encontró refugio en sus bases actuales del Tibet, China, Camboya y Japón, país este último en donde recibe particular adoración el Buda Amida, la encarnación budista japonesa de la compasión suprema.

09 marzo 2006

LO GÓTICO.

En el último tiempo, para espanto de los grupos reaccionarios, la moda de lo gótico se ha impuesto en el cine, la televisión, las historietas, la música, e incluso en la forma de vestir de las personas. ¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cuál es la atracción de lo gótico? ¿Hay relación entre lo gótico y lo satánico? El Ojo de la Eternidad aborda este nuevo fenómeno social, para entender su mentalidad y ofrecer algunas respuestas.



[IMAGEN SUPERIOR: La actriz inglesa Jan Anderson, caracterizada como una vampiresa].

¿QUÉ ES LO GÓTICO?
La expresión "gótico" ha experimentado tantas mutaciones a lo largo del tiempo, que realmente es complicado entender de qué se habla. "Gótico" es la Catedral de Chartres, el "Frankenstein" de Mary Shelley, el "Drácula" de Bram Stoker, la música de Black Sabbath o las modernas fiestas de Halloween. Es decir, dentro de lo gótico se junta una mezcolanza de elementos propiamente góticos, neopaganos, vampíricos, decimonónicos, religiosos, satánicos, etcétera.
En su estricto sentido histórico, "gótico" es lo que tiene que ver con los godos, un pueblo escandinavo que en siglo II se instaló en Ucrania, en el III tomó por asalto el Imperio Romano, en el IV se instaló en él, y en el V se dividió en dos pueblos, los ostrogodos que conquistaron Italia (y fueron barridos de allí por los bizantinos), y los visigodos que conquistaron España y se quedaron hasta ser aniquilados por los árabes en 711. Pero lo que habitualmente se asocia a lo gótico, tiene poco que ver con dicho pueblo. En el Renacimiento, los artistas se sentían partícipes de un fenómeno cultural nuevo, y miraban con desprecio a la Edad Media, cuyas realizaciones artísticas calificaron de "góticas" como una manera de mostrar su desprecio hacia las mismas (era equivalente a llamarlas "bárbaras"), con tanto éxito que hasta el día de hoy seguimos hablando de "arte gótico" para referirnos a él, aunque ahora sin esa carga peyorativa que le pusieron encima de los renacentistas.
En el siglo XIX, lo "medieval" fue puesto de moda otra vez, esta vez por el movimiento romántico. No importaba mucho que la Edad Media evocada por el Romanticismo no fuera la de verdad, sino una visión idealizada y neopagana de la misma. De ahí que la palabra "gótico" se tiñó de un aura de melancolía y oscuridad, que conserva hasta el día de hoy. Asociamos hoy en día lo gótico a cosas decimonónicas como Frankenstein, Drácula, la maldición de la momia, las investigaciones de Sherlock Holmes, el Fantasma de la Opera, y un largo etcétera. Todo este material es, hoy en día, fuente de inspiración para el movimiento gótico actual.

MÚSICA GÓTICA.
Una nueva resurrección de la moda gótica comenzó hacia comienzos de la década de 1990. Y una parte importante de ella procedía desde el ámbito de la música. Fue en dicha época cuando explotó la iconografía gótica, aunque sus antecedentes pueden rastrearse hasta tan atrás como la música de Black Sabbath, banda que estaba en activo ya en los comienzos de la década de 1970.
Hablar de "música gótica" es como hablar de "música pop", un continente sumamente amplio en donde caben muchas cosas distintas: el metal crudo y primitivo (pero seminal) de Black Sabbath, los arrebatos operáticos de Therion, el sonido "power" de Nightwish, el black metal de Venom o de Emperor, el rock oscuro de H.I.M., y muchas otras cosas. El denominador común a toda esta música "gótica" es el amor por la oscuridad y las tinieblas, un cierto sentimiento de melancolía existencialista ante la vida.
Algunas de estas bandas se asocian al satanismo. Muchas de ellas son directamente satánicas. Sin embargo, el satanismo de muchas letras (como por ejemplo Dimmu Borgir o Emperor) tiene más que ver con una visión cosmológica dualista (un poco en la línea de los cátaros o de los románticos), con Satán como principio de sabiduría en el mundo, que con la visión directamente cristiana de Satán como símbolo del Mal. En ese sentido, acusar a los góticos de satánicos puede ser cierto desde un aspecto formal, y eso hasta cierto punto, pero condenarlos sin más por eso implica un grado de ignorancia supina sobre la verdadera propuesta de la música gótica que se inscribe en dicha línea. (Por si se lo están preguntando, una banda como Deicide no es considerada dentro del movimiento gótico propiamente tal, sino dentro de la corriente "prima hermana" del Death Metal).
Como suele ocurrir con todas las tribus musicales, la música gótica lleva adscrita consigo un determinado tipo de vestimenta, lo que ha contribuido poderosamente a popularizar su estética negra y simplista.

LA MODA GÓTICA.
A partir del 2000, y muy en particular desde el disco "Fallen" de Evanescence (del 2003), la moda gótica se popularizó entre las masas. Aunque es demasiado prematuro para llegar a conclusiones definitivas, puede asociarse esto como un síntoma de rebeldía contra las religiones establecidas. En la primera década del siglo XXI hemos asistido a un endurecimiento de los fundamentalismos, reflejados en que las personas más mediáticas en la alta política mundial son fanáticos religiosos como George W. Bush, Benedicto XVI, Osama Bin Laden, etcétera, lo que tiene que llevar por tanto a un endurecimiento de su movimiento de respuesta, en este caso, la oscuridad gótica. De esta manera, muchos que adscriben a la moda gótica no lo hacen tanto por compartir los ideales o la mentalidad gótica (de hecho, es altamente probable que la mayoría ni siquiera entienda de qué se trata el movimiento), como por encontrar cauce abierto ante un mundo que, una vez más, trata de ofrecer respuestas preformadas para todo, por la Gracia de Dios.
Irónicamente la moda gótica, aunque "retro" (intenta refugiarse en la Edad Media, el romanticismo, etcétera), recibió un poderoso impulso de una película cyberpunk como es "Mátrix". La estética fetichista de "Mátrix" es, en cierto aspecto, gótica, y el tema principal (el vampirismo de las máquinas por sobre los seres humanos) es también un tópico muy gótico. Para colmo hay al menos un sustrato discursivo común: el Gnosticismo, tema muy caro a los escritores de letras de bandas góticas, y también muy presente en "Mátrix". Con posterioridad ha llegado una avalancha de películas que toman aspectos de la estética de "Mátrix", en entornos directamente góticos, o bien haciendo referencias a tópicos góticos, tales como "Inframundo" (de la que viene una secuela en 2006: "Inframundo: Evolución"), "Desde el infierno", "La Liga de los Caballeros Extraordinarios", "El Fantasma de la Opera", etcétera.
En forma paralela, para la televisión, Joss Whedon creó una serie capital para el movimiento gótico: "Buffy la Cazavampiros". Más allá de la discutible calidad de sus argumentos, lo cierto es que la atmósfera desesperanzada y melancólica que rodea a los personajes, es indiscutiblemente gótica, muy diferente a realizaciones más "luminosas" como, por buscar un ejemplo de serie juvenil contemporánea, "Dawson Creek".
Por todo lo cual, es posible decir que lo gótico llegó para quedarse. ¿Como una tribu urbana más, al lado de los punkies, los hippies y los rastas? Probablemente. Como siempre, habrán góticos que se tomen el asunto en serio, y otros que estén en el movimiento por la moda. Pero siempre ha sucedido que una contracultura que refleje adecuadamente las preocupaciones de una época, gravita hacia el centro cultural de la misma y deja de ser precisamente eso, contracultural. Quizás lo gótico haya dejado de ser "alternativo" o "rebelde" porque, después de todo, puede que vivamos en una época que en sí misma tiene mucho del espíritu melancólico de los góticos.

05 marzo 2006

LA TOLERANCIA DE LOS INTOLERANTES

Desde que nació la democracia moderna, en la Revolución Francesa, ésta ha debido afrontar un espinoso problema: si debemos darle libertad de expresión y votos a todos por igual, por el solo hecho de ser seres humanos dotados de dignidad y derechos, ¿qué hacemos con aquellos quienes sostienen (legítimamente, en el juego democrático) opiniones contra la democracia, y que no dudarían en destruirla a la primera oportunidad, si llegaran al poder? El problema de la tolerancia hacia los intolerantes es un zapato chino que ninguna democracia moderna ha conseguido solucionar del todo. Y en defensa de la democracia contra el fanatismo fundamentalista, la propia democracia puede ser ahogada... El Ojo de la Eternidad echa luz sobre este gravísimo problema de la democracia moderna abierta para enfrentar a totalitarismos fundamentalistas cerrados.



[IMAGEN SUPERIOR: Nüremberg, 1934. Día del Partido Nazi. Adolf Hitler podrá haber sido uno de los peores criminales de todos los tiempos, pero es innegable que llegó al poder por medios perfectamente democráticos, e instauró el Tercer Reich sin violar ni la más mínima coma de la constitución democrática de la República de Weimar].

EL PROBLEMA DE LA TOLERANCIA DE LOS INTOLERANTES.
La democracia moderna nación como una reacción al Absolutismo de los siglos XVII y XVIII. En la sociedad absolutista se sostenía que existía un orden social consagrado nada más y nada menos que por Dios. En consecuencia, los teóricos del Absolutismo sostenían que el monarca lo podía literalmente todo. En Francia, el obispo Bossuet sostenía que ir contra el monarca era ir contra la ley de Dios. En Inglaterra su contemporáneo Thomas Hobbes, quizás por el espíritu más pragmático de los pensadores ingleses, sostenía que había existido un "estado de naturaleza" que era el caos y la anarquía absolutos, y para superarlo, todos los hombres habían renunciado a sus derechos en favor de una monarquía absoluta.
Como reacción a estos conceptos surgieron las llamadas "ideas de 1789": libertad, igualdad, fraternidad... y en particular, como una medida para impedir el poder arbitrario y despótico, el concepto de sujección a un "estado de derecho" que garantice la democracia política y la tolerancia social.
El problema surgió cuando en el libre juego de las ideas democráticas, empezaron a manifestarse quienes legítimamente estaban en contra de la democracia. Si la democracia era el sistema político perfecto, entonces ¿qué espacio podía dárseles a dichos enemigos del sistema? La cuestión no es simple. Si les permitimos expresarse libremente, corremos el riesgo de que la democracia se hunda, si es que dichos grupos antidemocráticos ganan adeptos. Por otra parte, si restringimos su libertad para expresarse, estaremos al mismo tiempo restringiendo la democracia: dicho en palabras más duras, se trataría de matar aquello mismo que se había jurado proteger.

UN CASO PARADIGMÁTICO: EL ASCENSO DE HITLER AL PODER.
Un ejemplo de cabecera para cualquier analista político, es el problema del ascenso hitleriano al poder. Hitler era un ex combatiente de la Primera Guerra Mundial que había tentado un miserable golpe de estado en 1923, y lo había pagado con sus huesos en la cárcel. Desde allí había desarrollado una nueva táctica, e hizo crecer a su agrupación, el Partido Nacionalsocialista (los nazis, por más señas) hasta convertirlos en una importante fuerza electoral.
En esa época, Alemania estaba hundida económicamente. Se calculaba que las indemnizaciones producto de la Primera Guerra Mundial estarían pagándose nada menos que hasta 1988, y en medio de eso, Alemania sufriría hambre y miserias. Ningún grupo político podía solucionar tal estado de cosas, así es que cuando Hitler empezó a ascender, los diversos actores intentaron utilizar su popularidad con sus propios fines. Un incidente aislado, el incendio del Reichstag (el Parlamento alemán) en 1933, catapultó a Hitler a una contundente victoria electoral. Pocos alemanes parecían darse cuenta de que acababan de entregar, por medios perfectamente democráticos, el poder a alguien que prometía aniquilar la democracia.
El resquicio utilizado fue un artículo de la Constitución de Weimar de 1933, que permitía asumir poderes absolutos en caso de crisis nacional. Hitler no tardó mucho en declarar ésta, disolvió el Reichstag, proclamó el Tercer Reich... y el resto es historia.

INTOLERANTES.
Aparte de casos como el de Hitler, el asunto de la tolerancia hacia los intolerantes cobra una enorme importancia si se piensa en la gran cantidad de ideologías y credos que estiman perfectamente legítimo reemplazar la democracia por una dictadura totalitaria fundamentalista.
En primer lugar están los grupos de izquierda. Los comunistas y los movimientos populistas actuales en América Latina tienden a abominar de la democracia, considerando que los problemas sociales son tan agudos, que sólo la mano de hierro de una dictadura es capaz de resolverlos. Es el caso de Fidel Castro en Cuba, y de Hugo Chávez en Venezuela.
Pero dichas actitudes no son, en lo político, patrimonio exclusivo de la izquierda. El Presidente de Perú Alberto Fujimori (1992-2000) es un estupendo caso de hombre llegado por la vía democrática al poder, perpetuándose después en él merced a un oportuno autogolpe. Y Fujimori no era un izquierdista, precisamente.
Otro caso reciente es el de George W. Bush. Con la idea básica de "proteger la democracia", envió una ley al Congreso, la Patriot Act, que en el fondo es la tumba de las libertades cívicas de Estados Unidos.
Está también el movimiento nacionalsocialista. Hablar de neonazis es algo tan amplio como pueda serlo la distancia entre los skinheads golpeando inmigrandes turcos en Alemania, y los nazis esotéricos que creen en una suerte de neopaganismo aplicado a la actualidad.
Y porr último, una gran fuente de fundamentalismos antidemocráticos es la religión, el foco de atención de El Ojo de la Etern
idad. La Iglesia Católica, por ejemplo, tiene un larguísimo historial de intentos por obstruir la voluntad libre y soberana de los pueblos, por medio de sus redes de influencia. Ello no debería resultar extraño, tratándose de una confesión religiosa que no cree en el "vox populi, vox dei", sino en el "magister dixit" y el "Roma locuta, causa finita", sibilinamente reforzados por el Dogma de la Infalibilidad Papal, proclamado en 1870. En todos los países donde la Iglesia Católica era fuerte, conseguir leyes de matrimonio civil o de divorcio, incluso de registros civiles, fue toda una odisea. No menos peligrosos son los fundamentalismos islámicos, tal y como el movimiento chiíta. Y en no menor medida, el fundamentalismo judío, que con sus redes de poder y dinero mantienen constantemente vivo el recuerdo del Holocausto, hasta el punto de que mandan gente a la cárcel por hacer uso de su libertad de expresión negándolo.

¿QUÉ ES LA DEMOCRACIA?
Uno de los problemas favoritos de la Teoría Política es la pregunta "¿qué es una democracia?". No intentaremos contestarla aquí, pero la clave del problema reside en dicha respuesta. Si la democracia es un mero sistema formal de toma de decisiones políticas (separación de poderes, votación de leyes en un Poder Legislativo, plebiscitos, elecciones periódicas, etcétera), entonces el problema de la tolerancia de los intolerantes es irresoluble, porque en cualquier momento la mayoría puede votar en contra de la democracia, y ahí mismo ésta se acaba (para no volver, claro está).
Si en cambio se opina que la democracia es un sistema político con un contenido basado en, por ejemplo, los derechos humanos, entonces se impregna ésta de un contenido ideológico particular. Y un perfecto demócrata no puede creer que un contenido ideológico particular (por ejemplo, el demócrata liberal) es superior al contenido ideológico autoritario de cualquier tipo (comunista, macartista, católico, fundamentalista musulmán, etcétera) sin negar de paso el dogma democrático básico, cuál es que los hombres son creados libres e iguales en dignidad y derechos. Por lo que el problema sigue siendo, en la práctica, irresoluble.

02 marzo 2006

IRAK AL BORDE DE LA GUERRA CIVIL (OTRA VEZ).

Un antiguo dictador derrrocado. Un ejército de ocupación integrado por "infieles". Un país desgarrado por dos ramas de una misma religión. Una etnia rebelde en las montañas del norte. Y un pasado político y religioso como peón de las grandes potencias asiáticas y europeas. La crisis religiosa de Irak que amenaza desembocar en guerra civil era algo anunciado. Tanto, que El Ojo de la Eternidad ya había reporteado sobre el particular. El Ojo de la Eternidad repasa algunas claves para entender la crisis religiosa que se vive en dicho país.


[IMAGEN SUPERIOR: Mezquita en Samarra, ciudad de Irak. Fue precisamente en dicha ciudad en donde ocurrió el atentado que amenaza con precipitar a Irak en una sangrienta guerra civil de religión].

UNA TRAGEDIA ANUNCIADA.
No es algo para enorgullecerse, el acertar en lo relativo a malos augurios, pero el desastre que significó el atentado contra una mezquita en Samarra, es algo que habíamos anunciado hacía varios meses, en El Ojo de la Eternidad. De hecho, dedicamos al menos dos artículos que tocaban incidentalmente el tema: "El lío religioso que se cocina en Irak", y "Los chiítas: Los rebeldes del Islam". Pero como parece que en Irak nadie lee El Ojo de la Eternidad, no está de más repasar lo que está ocurriendo allá, y que no es sino la desafortunada coincidencia de un cúmulo de problemas históricos y religiosos jamás bien resueltos, y que ahora siguen pasando su trágica factura en costo de vidas humanas y pérdidas materiales.
De partida, la idea tan vaquera de George W. Bush de declarar la guerra a Irak, invadirla, derrocar a su dictador e instalar un ejército de ocupación era, en el mejor de los casos, ingenua. No es que Saddam Hussein fuera un tipo agradable o simpático, pero debido a la complejísima situación geopolítica de Irak, sumado al virulento antioccidentalismo que se vive en el mundo islámico, esa empresa era justamente algo similar a meterse en camisa de once varas. En esa trágica invasión, sobre cuya ilegitimidad nunca se ha insistido lo suficiente (hecha en base a pruebas falsificadas y evidencia insuficiente, y pasando por alto al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas), está la semilla de los grandes males pactuales para el pueblo iraquí.

ESA CURIOSA ENTELEQUIA POLÍTICA LLAMADA "IRAK".
Irak se asienta en lo que antiguamente se llamaba Mesopotamia, una franja de terreno cultivable entre los ríos Tigris y Eufrates que desde antiguo fue presa codiciada para todos sus vecinos, los beduinos del desierto al sur, y los montañeses de las cordilleras al norte. Como resultado, la historia de dicho territorio es una larga y muchas veces monótona seguidilla de invasiones. Una de esas tantas invasiones se produjo cuando los musulmanes irrumpieron en territorios del Imperio Sasánida (un imperio de religión zoroastriana que controlaba lo que actualmente es Persia), y lo hicieron parte de sus dominios. No habían pasado ni una decena de años, cuando los victoriosos musulmanes se dividieron en una sangrienta guerra civil. En ella se enfrentaron dos elementos. Uno de ellos fue un grupo tradicionalista y ultraortodoxo, los chiítas, quienes sostenían que la misión de conservar la palabra del Profeta Mahoma recaía en sus descendientes sanguíneos. Eran por tanto seguidores de Alí, califa que había contraído matrimonio con Fátima, hija de Mahoma. El otro grupo, los sunitas, buscaba adaptar el Islam a la nueva realidad política musulmana, creando para ello la Shariah (la ley islámica paralela al Corán, e inspirada en éste), y se habían amparado en la Casa Omeya. Los chiítas fueron derrotados en toda regla y se convirtieron en un montón de facciones revoltosas minoritarias, mientras que los omeyas sunitas tomaron el control y ya no lo soltaron más. Los chiítas siguieron siendo minoría en todo el mundo islámico hasta que casi un milenio después, en el siglo XVI, un caudillo persa rebelde llamado Ismail Safaví creó un imperio chiíta en Persia, y exterminó a la mayoría sunita en sus dominios por medio de persecusiones y conversiones forzadas.
En el siglo XIX apareció en escena el colonialismo europeo. Irak había caído mientras tanto en manos del Imperio Otomano, el cual, a pesar de estar en estado agónico, era mantenido por el juego político de las superpotencias (concretamente era apoyado por Inglaterra, para impedir que Rusia saliera al Mar Mediterráneo). Pero en la Primera Guerra Mundial, los otomanos apoyaron al Eje, razón por la que los británicos le dieron entusiasta apoyo a un famoso líder llamado Thomas Lawrence, mejor conocido como Lawrence de Arabia, para promover la rebelión. Como consecuencia de todo esto, el Imperio Otomano fue desmembrado, y el antiguo territorio de Mesopotamia, que no había sido en verdad nunca independiente de sus turbulentos vecinos, obtuvo una independencia como estado nacional, cuando en verdad nunca había existido una nación allí. Con lo que empezaron los problemas.
Después de una abigarrada historia política, el poder cayó en manos de un dictador secular llamado Saddam Hussein. A diferencia de la caricatura del líder fundamentalista musulmán vociferando con el Corán en la mano, Hussein intentó crear un estado secular moderno (aunque no democrático). Para ello se apoyó fundamentalmente en la minoría sunita, en desmedro de la mayoría chiíta, fuertemente más fanática, a la que persiguió con saña. Eso, hasta que su caída le dio una nueva oportunidad a la intransigencia chiíta.

¿RECONCILIACIÓN ENTRE CHIÍTAS Y SUNITAS?
La dinámica entre sunitas y chiítas es la propia entre cualquier mayoría moderada y una minoría fanática, debido a su propio historial político y religioso. Como decíamos, los sunitas creen en el Corán, pero también en la llamada "tradición" (Sunnah), la que aparece regulada en la Shariah. Los chiítas, por su parte, son rígidamente apegados al Corán, y consideran a la Sunnah como una tergiversación, incluso una falsificación, del verdadero sentido del Corán. Es la misma diferencia entre los católicos que ponen la Tradición de la Iglesia al lado de la Biblia, y los protestantes que sólo otorgan valor a lo que está en las Sagradas Escrituras. Por otra parte, los sunitas tienen una relación mucho más laxa con la religión (aparte de grupos exaltados, que los hay en todas partes), ya que su principal autoridad religiosa, el Califa, ha dejado de existir hace mucho tiempo atrás, y el liderazgo religioso se ha desplazado a los ulemas, los doctores de la ley, que interpretan el Corán y la Sunnah según un parecer de estudiosos. Los chiítas, por el contrario, consideran que la tradición coránica se ha mantenido a través de los descendientes del Profeta, los llamados imanes. Como hacia el siglo IX el último imán oficial ha desaparecido, los "imanes ocultos" y "mahdies" han florecido después como setas bajo la lluvia, encontrándose por tanto los chiítas repartidos entre múltiples sectas, seguidoras cada una de ellas de un ayatollah distinto, que dice obrar en nombre de algún imán oculto.
En ese contexto, es claro que no puede haber una reconciliación entre chiítas y sunitas. Aunque ambas son facciones musulmanas, lo cierto es que son demasiado diferentes entre sí como para congeniar. Ninguna de ambas ramas del Islam ha sido educada en una tradición democrática, sino en una de respeto a la religión oficial, la que no se entiende como una rama separada y aislada del resto de la vida social, sino como un todo armónico e integrante con la misma. Lo que acarrea el siguiente problema: ¿debemos aplicar de manera rígida y literal el Corán a la vida social (la solución chiíta), o debemos hacerlo de manera armónica con las actuales circunstancias mundiales (la solución sunita)? Es como el problema del aborto y de las células madres en Occidente: si se tiene una postura religiosa al respecto de tipo "aborto es asesinato", es imposible llegar a transar una ley en el libre juego democrático que permita aborto en ciertas condiciones, y en ciertas otras condiciones no.

¿DEMOCRATIZAR IRAK?
Si George W. Bush y sus halcones en la Casa Blanca hubieran tenido a la vista todos estos antecedentes, es claro que se la hubieran pensado dos veces antes de invadir Irak. Odiaban a Saddam Hussein porque necesitaban un fantoche al que calificar de "enemigo del mundo civilizado", pero olvidaron que Hussein era lo único que detenía el avance chiíta en la región, imparable desde que en Irán (la antigua Persia) los chiítas se hicieron con el poder en 1980, depositándolo en las manos del ahora fenecido Ayatollah Jomeini. Al invadir Irak, se crearon una imagen de "enemigos del Islam" que vino muy bien a las facciones radicales de Irán, quienes consiguieron llevar al poder a un primer ministro que se ha entretenido tratando de montar un programa nuclear para Teherán, presentándose como un reivindicador de la tradición musulmana, al tiempo que niega el Holocausto y trata de borrar a Israel para siempre del mapa.
Al mismo tiempo, al derrocar a Saddam Hussein e imponer un ejército de ocupación, han tenido que crear un complejo sistema político en Irak, en donde los equilibrios entre chiítas y sunitas queden cuidados de la mejor manera posible. Y esto quiere decir que nadie está contento en Irak. Los sunitas son una minoría asociada con el odiado régimen de Hussein (odiado por cruel, y odiado por secular) y el sistema no ofrece suficientes garantías para impedir una eventual masacre. Los chiítas sostienen que no hay suficiente democracia, porque si la hubiera, llegarían a las urnas en número abrumador y exterminarían sin problemas a la minoría sunita. Y en medio de todo eso está la etnia kurda, que desde hace una década viene manejándose como quiere en el Kurdistán irakí, y que no está dispuesta a regresar al redil irakí. Algo que no le gusta ni a Estados Unidos, ni a Siria, ni a Turquía, ni a Irán, ya que implica cercenar territorios de estos últimos tres países, y crear un nuevo foco de inestabilidad en la región. Después de todo, los kurdos quieren su propia libertad para exterminar a los irakíes que viven en el Kurdistán.
En medio de todo esto, era cuestión de tiempo antes de que algún exaltado hiciera detonar una bomba en una mezquita de la facción contraria. En estos días, la violencia religiosa ha crecido y crecido, y las bombas se han cobrado cada vez más muertos. Estados Unidos está entrampado en la jaula que ellos mismos se construyeron, y ahora no pueden salir, porque son la única garantía de algo parecido a la paz en el territorio irakí. Por desgracia, esta es la clase de zapato chino que admite sólo una respuesta posible como solución: el derramamiento de sangre a raudales. Lo que por cierto ayudará a consolidar las odiosidades que existen desde siempre entre sunitas y chiítas.